Siempre me porté bien. Incluso en orgías

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Siempre me porto bien.

El aire del pub estaba viciado, como si no se hubiera abierto una ventana en años. Noelia se quedó de pie, agarrándose un brazo y arrepintiéndose de haberse puesto un vestido tan corto. Se trataba de un vestido gris perla, que le había regalado una amiga varios años atrás, y ésta era la primera vez que se animaba a usarlo en público. El vestido cubría sus nalgas con lo justo, y era bastante escotado. Ella no tenía pechos enormes, pero sí lo suficiente como para llamar la atención. Y eso fue exactamente lo que ocurrió.

Un tipo, muy pasado de tragos, se le acercó tambaleándose. Alrededor la gente bebía e intentaba conversar a pesar de que la música estaba algo fuerte, incluso para ser un pub. Noelia no se dio cuenta de que este sujeto se le venía encima, hasta que ya fue muy tarde. El tipo, sin pedir permiso, la agarró de su estrecha cintura.

—Hola, mamita —le dijo, con la cara tan cerca de ella que pudo sentir el tufo a alcohol—. Te estaba esperando.

—¿Qué, a mí? Pero si ni siquiera te conozco.

—Me llamo Gustavo. Ahora ya me conocés. Estaba esperando una linda putita que quiera ir al telo —la mano que estaba en la cintura se deslizó hasta aferrar una de las redondas nalgas de Noe.

—¿Qué hacés? ¡Soltame! —Ella se quedó petrificada. No estaba acostumbrada a antros como éste, y mucho menos a que los hombres la manosearan de esa manera. Siempre que salía lo hacía acompañada de su novio, o de un grupo de amigas. Y no era algo que ocurriera con demasiada frecuencia—. No soy ninguna puta, soltame. —Ella le dio un suave codazo. No quería que el hombre se enojara demasiado; pero sí quería que la dejara en paz.

—Dale… no te hagas la puritana, si con ese vestido se nota que entraste a buscar una buena pija, para toda la noche. ¿Querés que te ponga en cuatro y te llene la concha de pija? —Los dedos del tipo tantearon los labios vaginales de Noe, que sólo estaban protegidos por la delgada tela de una tanga negra. Ella se quedó boquiabierta, todo el cuerpo le vibró, como si hubiera recibido una serie de descargas eléctricas de baja intensidad. Nunca un hombre se había dirigido a ella con semejante descaro. Le estaba hablando como si ella fuera una puta barata y además le estaba tocando una zona a la que sólo habían llegado los dedos de su novio—. Decime la verdad, chiquita —continuó Gustavo, casi susurrándole al oído, sin dejar de acariciarle la concha—. Vos viniste buscando pija.

—¡No! ¿Por qué decís eso?

—Porque sos una mina joven y muy linda… te pusiste este vestido bien cortito, para mostrar todo el orto, y entraste sola. —Noelia no supo qué responder, ni cómo reaccionar. Tal vez Gustavo estuviera borracho, pero ella no podía argumentar en contra de esa lógica. Además, esos dedos impertinentes la estaban explorando con una brusquedad que su concha nunca antes había experimentado—. Vos viniste a portarte mal, puta…

—¡No soy ninguna puta, soltame!

Esta vez Noelia respondió con firmeza. Empujó a Gustavo y se apartó de él, mientras se acomodaba el vestido. Esto llamó la atención de unas cuantas personas, que se quedaron mirándolos como si fueran payasos a punto de comenzar una función. Noelia, avergonzada, caminó hacia la barra. Por su parte, Gustavo, levantó los brazos, indicando que todo estaba bien, y se alejó de la mirada inquisidora de los presentes.

Sabiendo que ese tipo no la molestaría más, al menos por un buen rato, Noelia se sentó en uno de los taburetes frente a la barra, manteniendo las piernas bien juntas.

—¿Estás bien, flaca? —Le preguntó el barman.

—Sí, sí… todo bien. Solamente un pequeño malentendido con una persona que tomó de más.

—A ese ya lo tenemos bien fichado. Si te vuelve a molestar, avisame, y lo sacamos a patadas.

—Muchas gracias.

—¿Vas a tomar algo? —Estas palabras salieron de la boca del barman con un tono mecánico, como si fuera una grabación.

—Em, sí, creo que sí… pero acá no. Mejor voy a una de las mesas.

No quería quedarse en la barra, sentada en un taburete. Todas las mesas quedaban detrás de ella y los presentes podrían mirarle el culo sin ningún esfuerzo.

—Dale, elegí un lugar que te guste y cuando decidas qué vas a tomar, avisale a la moza.

Noelia se sentó en una mesa vacía, del rincón del pub. Desde allí podía observar todo el lugar, y si alguien la miraba, entonces ella lo sabría. No eligió este punto estratégico solo para vigilar curiosos, desde allí podía ver la puerta. Si llegaba a entrar alguien conocido, ella lo vería de inmediato. Le aterraba la idea de que alguien la reconociera dentro de ese lugar, porque no sabría cómo explicar la situación. No la acompañaba nadie, ni su novio, ni una amiga. Nadie. ¿Con qué motivo entraría sola a un bar una mujer que estaba a punto de casarse? La salida nocturna fue tan espontánea que ni siquiera tuvo tiempo para preparar una buena excusa.

Para calmar los nervios, pidió una pinta de cerveza, bien helada. El barman se la sirvió y una chica muy bonita se la sirvió unos segundos después, guiñandole un ojo. La moza se agachó, exponiendo su llamativo escote, y le susurró al oído:

—Si alguien te molesta, haceme señas. Lo sacamos enseguida.

—Muchas gracias…

—Mi nombre es Mónica.

—Gracias, Mónica, yo soy Noelia.

—¿Es tu nombre real, o es el que usás durante las escapadas nocturnas? —Noelia la miró confundida—. Bueno, muchas chicas usan otro nombre cuando salen “de trampa”. Prefiero no preguntar demasiado.

Noelia evitó entrar en ese tema.

—Me parece que más de uno te está mirando el culo ahora mismo.

Mónica soltó una risita.

—No importa, ya estoy acostumbrada. Mientras miren sin tocar, todo bien —ella se agachó un poco más, la corta minifalda se le subió. Noelia no podía ver la parte de atrás, pero estaba segura de que la moza ya estaba mostrando la ropa interior. Esto le provocó un morbo que nunca antes había experimentado—. Si los dejo mirar un poquito, después dan mejores propinas… y suelen pedir más tragos.

Sintió admiración por ella, pocas veces había conocido mujeres que se sintieran tan seguras de sí mismas que no les importaba mostrarle el culo a desconocidos. Ella siempre fantaseó con la idea de que la mirasen con ojos lascivos al entrar a una discoteca o a un bar; y tal vez fue eso lo que la llevó a usar un vestido tan corto esa noche. Pero ahora que estaba allí, sentía pudor y se avergonzó de sí misma. ¿Y si Gustavo tenía razón? ¿Y si ella había entrado al pub para portarse mal?

“No, no es eso —se dijo, intentando autoconvencerse—. Solo quiero pasar una noche tranquila como soltera. Mi última noche como soltera”.

En su mente resonaron las palabras de Mónica: Mientras miren sin tocar, todo bien.

No tenía nada de malo alegrarse porque alguien le mirara las piernas o el culo… y ella no había tenido tiempo de reaccionar cuando Gustavo se le acercó. No era su culpa.

Los ojos de Noelia cayeron en el magnífico escote de grandes y redondos melones que vestía la moza. Pudo notar la sombra de la areola de los pezones. Sintió mucho respeto por Mónica, ella se atrevía… a ser atrevida. Algo que Noe no había hecho ni una sola vez en toda su vida.

—Mónica ¿te puedo hacer una pregunta?

—Sí, claro. No creo que nadie me pida nada ahora, deben estar muy entretenidos con la vista… —sus labios de rubí esbozaron una candente sonrisa.

—Sí que lo están, todos te están mirando a vos… hasta las mujeres.

—A las mujeres también nos gusta mirar. —Volvió a guiñar el ojo, con simpatía natural—. ¿O acaso me equivoco?

Noelia se ruborizó y, sin querer, volvió a mirar las magníficas tetas de la moza.

—Emm, bueno, te quería preguntar si es común que a este bar entren mujeres solas.

—A veces sí, tenemos algunas clientes regulares, que suelen venir solas… y después se van acompañadas. —Noe se puso aún más roja, y agachó la cabeza.

—O sea, todas vienen buscando tipos…

—No necesariamente.

—¿No?

—No, algunas buscan mujeres.

Noelia abrió grandes los ojos y se llevó una mano a la boca.

—Eso no se me había pasado por la cabeza… pero bueno, imagino que hoy en día será algo bastante común ver a dos chicas juntas.

—Sí, más común de lo que te imaginás. Lo que pasa es que cuando probás con una mujer, sentís la necesidad de volver a hacerlo. Muchas de las clientes que vienen buscando chicas lo hacen “por probar”. Esas son las que más me gustan… las que nunca probaron —al decir estas palabras Mónica se acercó aún más a la cara de Noelia. “¿Está coqueteando conmigo?”, pensó. El pecho se le aceleró, nunca antes una mujer había intentado seducirla—. ¿Y vos, Noe? ¿Viniste a “probar” algo nuevo? —Hizo mucho énfasis en la palabra “probar”.

—Em… no sé —respondió, ruborizada—. Sinceramente ni sé por qué vine. No acostumbro a hacer este tipo de cosas.

—Esa historia la escuché muchas veces. Las chicas como vos tarde o temprano terminan probando algo nuevo en estos lugares. En fin, no te molesto más. Si necesitás algo… cualquier cosa, llamame.

Una vez más le guiñó un ojo. Mónica se dio vuelta y se le cayó el trapo que llevaba en la mano. A Noelia le dio la impresión de que lo hizo a propósito, y al instante entendió por qué. Cuando la moza se agachó, ella pudo ver cómo la vulva de la concha asomaba debajo de la minifalda, estaba bien apretada por la tela de una tanga blanca. Noe se quedó boquiabierta, sin poder apartar los ojos de esa imagen tan espectacular. Duró apenas un par de segundos, Mónica se irguió y siguió caminando hacia la barra.

Noelia tomó un largo sorbo de cerveza… tal vez demasiado largo. No estaba acostumbrada a beber y si no tenía cuidado, eso podría pasarle factura.

Durante unos minutos se limitó a mirar alrededor, intentando no fijarse demasiado en nadie. Pero había un tipo, con una sonrisa que inspiraba confianza y barba de unos días que le daba un aspecto levemente descuidado. Eso sumado a que tenía desprendidos dos botones de la camisa, enseñando parte de sus trabajados pectorales. En ese tipo sí se fijó más de una vez, y su mirada se cruzó con la de él en tres incómodas oportunidades.

A la tercera vez Noelia bajó la cabeza, avergonzada, y se quedó mirando fijamente un punto aleatorio de la mesa.

—¿Me puedo sentar? —Preguntó una voz masculina.

Al levantar la mirada se encontró con ese tipo que ya le parecía lindo y simpático. Nada como ese bruto de Gustavo. Éste sí que valía la pena, al menos para una charla inocente. “Sí, tal vez solo eso vine a buscar. Una charla amistosa”.

—Está bien —respondió ella con una sonrisa que la avergonzó aún más.

No se sentía así desde que tenía dieciocho años y salía con sus amigas a mirar chicos desde lejos y a reírse bajito por comentarios picantes. Aunque ella nunca era la que hacía esos comentarios, se limitaba a ruborizarse al escuchar las ocurrencias de sus amigas.

—¿Y qué te trae por acá? —Preguntó el tipo.

—¿Por qué todo el mundo me pregunta lo mismo? ¿Acaso no puedo venir simplemente a pasar el rato y a tomar una cerveza?

—Sí, claro que sí. De hecho, yo vine por lo mismo. No me gusta tomar solo en mi casa, es deprimente. Prefiero hacerlo en un lugar como este, mientras escucho música.

El tipo debía acercarse bastante a su cara, porque justamente el volumen de la música dificultaba las conversaciones. “Al menos nadie puede escuchar lo que hablamos”, pensó Noelia.

—Yo no suelo tomar, nunca. Pero esta vez lo necesitaba. Tenía que salir a dar una vuelta y pensar en otra cosa.

Noelia se dio cuenta de que estaba hablando de más, por eso tomó otro sorbo de cerveza. El último del vaso. El tipo giró y buscó a la moza, cuando la encontró le hizo señas para que trajera otra pinta. También pidió que le sirvieran otra botella, como la que tenía en la mano.

—¿Qué estás tomando? —Preguntó Noelia, para cambiar el tema de conversación.

—Dr. Lemon. Básicamente es limón con vodka.

—¿Y es rico?

—Sí, aunque es más fuerte que una cerveza. ¿Querés probar? Todavía queda un poquito.

Ella miró la pequeña botella sin borrar la estúpida sonrisa de su cara.

“¿Por qué no? —pensó—. ¿Acaso Mónica no dijo que las chicas como yo siempre terminan probando algo nuevo en estos lugares? Bueno, puedo probar el Dr. Lemon”.

—Está bien.

Agarró la botellita y se la llevó a la boca. Tomaba poco alcohol y nunca lo hacía directamente de la botella. Se sintió rara, como si estuviera actuando en contra de sus propios instintos. La bebida con intenso sabor a limón bajó por su garganta. El alcohol le quemó un poco, pero no tanto como ella había imaginado.

—No es tan fuerte —dijo, casi desilusionada.

—Es un poquito engañosa. El limón hace que el alcohol se sienta menos de lo que debería.

—Puede ser.

Mónica llegó con una bandeja, retiró el vaso y la botella vacía y los reemplazó por los que estaban llenos. Se alejó un paso, quedando justo a espaldas del tipo, miró a Noelia y le hizo un gesto con la mano, llevándola repetidas veces a la boca. Y con la lengua estiró desde el interior una de sus mejillas. Noe bajó la cabeza y sintió calor en todo su cuerpo, se acarició las rodillas como si eso fuera a eliminar la repentina humedad que se acumuló en su concha. Conocía ese gesto muy bien, algunas de sus amigas se lo habían hecho, en esas inocentes, pero alocadas salidas. El gesto solo podía significar una cosa: Mónica la estaba alentando a que le chupara la verga a ese tipo… alguien de quien Noelia no sabía ni siquiera el nombre.

—¿Cómo te llamás? —Preguntó, en un intento por desviar los malos pensamientos que invadían su mente.

—Sergio, ¿y vos?

—No… —solo dijo la primera sílaba de su nombre y le bastó para arrepentirse.

—¿No? Está bien, si no me querés decir tu nombre, no me ofendo.

—Sí, mejor así…

Si el tipo se conformaba con eso, mejor; le evitaba la tediosa tarea de tener que inventarse un nombre y mentirle. No pretendía hacer nada malo; pero consideró que Mónica, siendo más experimentada en este asunto, había sugerido lo del nombre falso por una razón. Noelia prefirió guiarse por su instinto femenino.

—Imagino que si no querés decirme tu nombre, tampoco me vas a contar nada de vos.

—¿Qué querés saber? Preguntame, tal vez te responda… —tomó un largo sorbo de Dr. Lemon.

—Em… ¿sos casada? Un simple “Si” o “No” es suficiente.

—No.

—¿Estás segura? —Sergio señaló en dedo anular de la mano izquierda de Noelia, donde se podía ver un bonito anillo plateado.

—Em… estoy comprometida; pero todavía no me casé —Noelia escondió la mano, avergonzada.

—Algo me dice que no falta mucho para ese casamiento.

—¿Qué te hace pensar eso?

—El que estés acá, sola… con un vestido tan corto.

—¡Pará! —Exclamó Noelia, elevando la voz. Algunos de los presentes se voltearon para mirarla. Con las mejillas rojas ella agachó la cabeza y habló tan bajo como la música se lo permitió—. ¿Qué imágen tenés de mí? ¿Acaso una mujer no puede salir a pasear sola?

—Sí, claro… sí que podés pasear sola. Incluso podés entrar a un lugar como éste, a tomar algo. A mí lo único que me llama la atención es tu vestido. Demasiado corto, demasiado ceñido al cuerpo… las mujeres comprometidas no suelen vestirse así para visitar solas un pub… a menos que pretendan portarse mal.

Noelia se puso aún más roja, esta vez se debía a una mezcla de rabia y vergüenza.

—¿Por qué todo el mundo insiste en que entré a “portarme mal”? Nunca engañé a mi novio… no pretendo empezar ahora, que estamos a punto de casarnos.

—Tal vez ese sea el motivo por el cual querés “portarte mal” —dijo Sergio, con media sonrisa en los labios—. Puede que te hayas dado cuenta que no disfrutaste de la vida de soltera como debiste hacerlo… vi muchas mujeres buscando pequeñas aventuras, para disfrutar un poco de la soltería, justo antes de casarse.

Para Noelia estas palabras fueron como si alguien le hubiera clavado un picahielos en el hígado. Se puso tan pálida que eso llevó a Sergio a decir:

—Uy, me parece que acerté con vos… la cara te delata.

La chica se quedó mirándolo a los ojos, completamente petrificada. Cuando reaccionó, volvió a tomar un largo trago de Dr. Lemon, esta vez sí que sintió el alcohol subiéndose a su cabeza.

—No estoy buscando ninguna aventura —dijo, temerosa.

—¿No? Tal vez ya te hayas arrepentido, pero estoy seguro de que en algún momento de la noche eso se te pasó por la cabeza. Tal vez fue mientras te ponías ese vestido, o mientras le contabas a tu novio que salías con una amiga… o puede que incluso lo hayas pensado cuando ese tipo borracho te manoseó.

—Eso no tiene sentido, si hubiera pensando en una aventura mientras ese estúpido me manoseaba, no lo hubiera rechazado. ¿No te parece?

—Puede que te hayas arrepentido… no es que ese tipo sea un galán… y la forma en que se abalanzó sobre vos pudo haberte asustado. Quizás si te lo hubiera pedido de buena manera… ¿Qué hubieras hecho con él?

—Nada. —Respondió Noelia, con poca seguridad.

—¿Nada de nada? Vamos… esto es solo un jueguito. Estamos hablando hipotéticamente. Si ese tipo fuera un poco más lindo… y si no se hubiera tirado arriba tuyo como si fueras la última mujer en el planeta. Si te hubiera hablado bien, y con un poco más de respeto. ¿Hasta dónde hubieras estado dispuesta a llegar?

—Tengo novio.

—Bueno, digamos que en esta situación hipotética no tenés novio. Estás bien solterita. ¿Eso cambiaría las cosas?

—Puede ser… pero no soy esa clase de mujer.

—¿De qué clase de mujer estás hablando?

—De las putas que tienen una aventura de una noche, con un desconocido. Yo no soy así.

—Ajá, ya veo. Sumemos eso, a esta situación hipotética. Digamos que el tipo fue amable, vos estás soltera y sos un poquito puta… ¿qué hubieras hecho?

—¿Hipotéticamente?

—Sí.

—Un pete. —Cuando dijo eso, el calor producido por el alcohol se incrementó considerablemente, el estómago le dio vueltas y la concha se le mojó todavía más.

—Bien, eso era lo que necesitaba escuchar. ¿Sos de hacer muchos petes?

—No, ya te dije que tenés una idea muy equivocada de mí. Yo no ando haciendo esas cosas.

—Entonces ¿por qué dijiste que le harías un pete? —Ella no respondió—. ¡Ah, ya sé! ¡Qué boludo! ¿Cómo no me di cuenta antes?

—¿De qué? —Preguntó ella, confundida e intrigada.

—Dijiste eso porque para vos un pete sería una aventura atípica. Algo que no hacés con tu novio… seguramente para que él no esté pensando que su prometida es una petera. Pero te morís de ganas de chupar una pija y saber qué se siente.

Una vez más Noelia se quedó de piedra. Tomó lo poco que quedaba en la botella de Dr. Lemon y Sergio le hizo señas a Mónica para que le trajera otra. La moza, como si estuviera confabulada con el tipo, no tardó ni treinta segundos en depositar una botella llena justo delante de la chica. Luego se alejó por donde vino, sabía que la conversación estaba muy interesante, pero no quería interrumpir.

Noelia, mientras tomaba el contenido de su tercer botella, se preguntó por qué Sergio era tan certero con sus palabras, como si pudiera leerle la mente. Sí, claro… ella había fantaseado con la idea de chupar una verga, una mujer podía permitirse fantasear; eso no tiene nada que ver con la infidelidad. Pero de ahí a llevarlo a la realidad, hay mucho trecho.

—Tengo que ir al baño, ya vuelvo —se excusó Noelia.

Se puso de pie y todo su mundo comenzó a girar. Tuvo que sostenerse de la mesa hasta que el piso se detuvo. No estaba acostumbrada a tomar alcohol y el Dr. Lemon ya le estaba pasando factura. Disimulando lo mejor que pudo, buscó a Mónica. Cuando la encontró le preguntó en un susurro dónde estaba el baño.

—Vení, linda, yo te acompaño —dijo la moza, tomándola del brazo—. Me parece que estás tomando muy rápido… no te olvides que esas botellitas tienen vodka.

—Sí, lo sé… estoy bien, no te preocupes.

Llegaron al baño, era un sitio pequeño pero al menos estaba limpio.

—Si estás bien, te dejo sola…

—Estoy bien —aseguró Noelia—. Pero solamente vine a pensar…

—¿Ah si? —El interés de Mónica se incrementó—. ¿Estás pensando en portarte un poquito mal?

—¿Eso me convierte en una mala persona?

—Em… no lo creo. En una mala novia, tal vez; pero no en una mala persona. Ese tipo… Sergio, lo conozco, es un cliente habitual. —Se acercó mucho a Noelia—. Tiene un buen pedazo de pija —le dijo al oído, en un tono tan sensual que le produjo escalofríos a Noe—. Deberías aprovechar el momento.

—Pero… soy casada… bah, es decir… me voy a casar dentro de poco. Es casi lo mismo.

—Todavía sos soltera… ¿de verdad pensás casarte sin antes haber tenido alguna experiencia sexual interesante?

—¿Y qué te hace pensar que nunca la tuve?

—Ay, querida… se te nota en la cara. Cuando dije la palabra “pija” se te desfiguró toda… y algo me dice que se te mojó la concha. —Noelia se ruborizó y agachó la cabeza—. ¿Ves? Sos muy virgen en esto de “portarte mal”. Andá, date el gusto con Sergio, no lo pienses tanto. No vas a ser una mala esposa por eso. Una vez que ya estés casada podés a ser “la mujer fiel”; pero te merecés pasar un buen momento con otro tipo, al menos para saber qué se siente.

—No… alguien nos puede ver, me moriría de la vergüenza si eso llega a pasar.

—En la parte de atrás del bar hay un depósito lleno de cajas y botellas, ahí no entra nadie. Yo puedo hacerme la boluda y mirar para otro lado cuando vos te lleves a Sergio hasta el fondo.

—Em… no sé…

—No tenés excusas. Todo está a tu favor. Si seguís pensando tanto no vas a hacer nada, y dentro de diez o quince años te vas a arrepentir de no haberlo hecho. Sos muy joven, tenés que disfrutar un poquito ahora…

Mónica no le dio tiempo a responder, salió del baño y la dejó sola con sus pensamientos.

Luego de un par de minutos Noelia también salió, con una decisión tomada.

Regresó hasta la mesa, donde Sergio la esperaba impaciente. Ella lo tomó de la mano y dijo:

—Vení, acompañame…

El tipo la siguió sin preguntar, comprendía los códigos de las aventuras nocturnas, no necesitaba más explicaciones.

El depósito no era muy grande, pero contaba con espacio más que suficiente. Había un catre en un rincón, eso la puso incómoda. No esperaba encontrar algo semejante a una cama; imaginó que los empleados lo usarían para echarse una siesta de vez en cuando.

El corazón de Noelia latía con fuerza, estaba por hacer algo de lo que jamás se creyó capaz: engañar a su novio. Pero… en su defensa, sería la única vez, algo de unos pocos segundos. Una simple travesura que no tendría consecuencias. Una acción que la haría sentir viva por un rato, que le inyectaría un poco de adrenalina a la monótona rutina de la pareja estable.

Aún estaba a tiempo de dar media vuelta, marcharse reafirmaría su amor por Mariano. Sí, eso es lo que iba a hacer, volvería a su casa, besaría a su novio y…

Noelia se quedó boquiabierta y su mente se paralizó al ver la verga de Sergio fuera de su pantalón. El único pene que había visto en vivo y en directo era el de su novio, pero este pedazo de carne que colgaba entre las piernas de Sergio no se parecía en nada al miembro de Mariano. Éste era más ancho, más venoso, el glande sobresalía, como si la piel que recubre todo el tronco no fuera capaz de contenerlo.

—No me vas a decir que ya te arrepentiste —Sergio agarró su verga y la sacudió un poco, para despertarla.

Las dudas volvieron a invadir a Noelia. Tal vez metérsela en la boca un ratito no estaría mal. Por simple curiosidad. Solo un poquito. Al menos podría decirse a sí misma, después de muchos años de matrimonio, que había tenido algo similar a una aventura… al preámbulo de una aventura. Al menos una pequeña probadita.

La muchacha se acercó a Sergio, a paso dubitativo. Se mordió los labios mientras sus ojos estaban clavados en ese miembro viril que, para colmo, estaba creciendo cada vez más. Ella estiró la mano y acarició esa piel suave. Esto le aceleró el pulso aún más. Le estaba tocando el pene a un hombre que no era su novio… a un desconocido.

Sergio, al notar las dudas Noelia, la tomó de la cintura y la atrajo más hacia él. De inmediato empezó a comerle la boca. La chica no se resistió, besar no era tan malo. Eso sí lo había hecho con otros “noviecitos” que tuvo antes que Mariano. Muchas chicas salían a discotecas y besaban a cualquier desconocido que se les cruzara, sin sentir remordimientos. ¿Por qué ella no podría hacer lo mismo, al menos por una vez en su vida?

La impertinente lengua de Sergio se metió dentro de la boca de Noelia y ella, por puro acto reflejo, cerró aún más sus dedos alrededor de la verga.

Noelia sabía que si daba el siguiente paso, ya no habría vuelta atrás… y que mientras más lo pensara, menos se animaría. Puso su mente en blanco, dejó que su instinto femenino tomara el control. Flexionó las rodillas.

El pene erecto de Sergio quedó justo frente a sus ojos, todo el cuerpo le tembló. Nunca había estado tan cerca de un pene que no fuera el de su novio, eso la hacía sentir sucia; pero al mismo tiempo una vocecita interna le decía: “Noelia, si no aprovechás ahora, no lo vas a hacer nunca”. No quería llegar a tener veinte años de casada y deprimirse por nunca haber probado otra verga… o por nunca haberse divertido un poco. ¿Quién podría juzgarla por portarse mal durante un rato, en una noche de alcohol en un pub de mala muerte? Especialmente si nadie se enteraba…

Noelia abrió la boca, cerró los ojos, y se tragó buena parte de esa verga, que aguardaba firme por ella. En lo más hondo de su ser se activó algo que llevaba años apagado: el morbo, el inconmensurable sentimiento de ser una puta barata y petera.

“Yo puedo hacerlo”, se dijo, mientras recorría el pene con la lengua. “Sí que puedo”.

Tomó coraje, aferró esa verga con una mano y empezó a chuparla de la forma en que ella había fantaseado hacerlo. Como si quisiera demostrarle a su amante que ella era una puta a la que le encantaba comer pijas… y tal vez, muy en el fondo, hubiera algo de eso dentro de Noelia; pero ella no quería pensar en eso.

Se concentró tanto en la chupada que no se dio cuenta de que Sergio le estaba sujetando la cabeza y que en realidad la mayor parte del movimiento lo estaba provocando él. Una vez Noelia había escuchado a una de sus amigas decir: “Ese tipo me cogió la boca”, no sabía exactamente a qué se había referido su amiga… ahora lo comprendía.

Noelia estaba ensimismada en la tarea de chuparle la pija a Sergio, y solo podía pensar en la culpa. Cuando la puerta del depósito se abrió, ella ni siquiera se dio cuenta. Lo supo cuando ya tenía a otras dos personas paradas a su lado. Sacó la verga de su boca y se quedó mirando, atónita. Había sido sorprendida portándose mal y la vergüenza ya se estaba apoderando de ella.

Entre los recién llegados estaba Mónica, la moza. Eso le brindó un poco de calma… se trataba de una mujer y justamente era la que sabía lo que estaba ocurriendo allí dentro. Estaba acompañada por el tipo de la barra.

—Perdón —dijo la moza—. Intenté detenerlo, pero es el dueño del Pub. Se me terminaron las excusas.

—Ahora entiendo por qué no querías que entrara —dijo el tipo, con una sonrisa socarrona—. Pensar que yo sí me creí ese cuento de que eras una chica inocente… y mirá cómo te encuentro. Estás comiendo bien.

—Este… yo… lo que pasa es que…

—No tenés por qué dar explicaciones —dijo Mónica—. Si te gusta chupar pijas, es asunto tuyo.

—Es que no me gusta…

—No parece —dijo Sergio—. Te noté muy entusiasmada.

—Yo nunca hago estas cosas —aseguró Noelia.

—Flaca, ya fue… te estás comiendo una pija, disfrutalo. —Le aconsejó la moza—. No te hagas tanto la cabeza.

—No quiero que piensen que soy una puta…

—¿Y qué problema hay si lo pensamos? No tiene nada de malo ser un poquito puta… ¿Vos te creés que sos la única que vino a hacer petes al depósito? Yo también me comí unas cuantas porongas acá. ¿No es cierto, jefe?

—Puedo dar fe de eso —dijo el dueño del Pub.

—Pero, de verdad… es la primera vez que hago esto. Debería irme, dentro de poco me voy a casar. No le puedo hacer una cosa así a mi futuro marido.

—No te vallas, Noe. Ya estás en el baile… ahora bailá. Y si ésta va a ser tu “despedida de soltera”, entonces mejor hacelo a lo grande. —Mónica empezó a desprender el pantalón del duelo del Pub.

—¿Qué? No, no… dos me parece demasiado —dijo Noelia, asustada.

—Quedate tranquila —insistió Mónica—. Chupar dos pijas a la vez no es tan difícil. Yo te enseño. —Una vez que el segundo pene estuvo liberado, la moza se arrodilló y se colocó justo detrás de Noelia, pegándole sus tetas a la espalda—. Relajate un poquito, ésto te va a encantar.

—Es que… no sé… me parece demasiado…

Mónica la ignoró, en lugar de responder, agarró la verga del barman y se la llevó a la boca. Noelia estaba tan cerca de la acción que le bastaría con sacar la lengua para lamer esa pija. Sergio volvió a ofrecer su miembro viril y, en un acto reflejo, Noelia se lo llevó a la boca. Empezó a chupar otra vez y sin darse cuenta fue imitando los expertos movimientos de la lengua de la moza.

—Ahora probá la otra —dijo Mónica, ofreciéndole la verga del barman—. Dale, no lo pienses, solo metetela en la boca.

Para darle ánimos, Mónica empezó a acariciarla. Sus manos recorrieron el vientre de Noelia, la izquierda subió, hasta llegar a sujetarse de una teta, y la otra bajó hasta la entrepierna. Las caricias aumentaron la temperatura de Noelia, se sentía muy rara. Alguna vez había visto a dos chicas besándose apasionadamente mientras se manoseaban, en alguna discoteca. Nunca entendió qué placer podía sacar una mujer al besar a otra; pero comenzó a comprenderlo cuando los labios de Mónica recorrieron su cuello y subieron lentamente hasta llegar a su boca.

Las dos mujeres se unieron en un beso, la primera experiencia con tintes lésbicos de Noelia. Jamás se le cruzó por la cabeza hacer algo así con otra mujer, y se sorprendió al descubrir que no se sentía tan mal. Mónica era una chica muy sensual, de labios suaves… Noelia se vio a sí misma buscando esos labios con devoción, mientras la mano derecha de la moza le acariciaba la concha por encima de la tanga.

—Mmm… ya la tenés mojada —dijo Mónica, con sensualidad.

Noelia no respondió a ese comentario porque la avergonzaba mucho que los presentes supieran que ella estaba excitada… y realmente lo estaba. Eso fue lo que la llevó a agarrar la verga del barman y empezar a chuparla, como había hecho con la de Sergio. Si a Mariano empezó a crecerle un cuerno, cuando ella le chupó la verga al primero… ahora empezaría a crecer un segundo cuerno.

Mónica le demostró que ella tenía experiencia satisfaciendo mujeres. Le lamió el cuello de una forma muy sensual y de a poco fue apartando la tanga, hasta que llegó al tesoro añorado. Los dedos se llenaron de flujos viscosos y ésto facilitó mucho la tarea. Mónica empezó a frotar el clítoris de Noelia y a la chica se le subieron todos los colores a la cara.

—Ahora chupá la otra —le ordenó Mónica… y Noelia obedeció.

Se metió en la boca la pija de Sergio, con total soltura. Ya estaba adquiriendo un buen ritmo en esto de brindar placer oral.

Mónica intercaló los besos que daba en el cuello de Noelia con breves lamidas a cualquier pene que estuviera disponible. Si Noelia estaba chupando el de Sergio, entonces Mónica iba por el del barman, y viceversa. Entre tantas lamida y caricias en el clítoris, la moza tomó por sorpresa a Noe. Las lenguas de ambas mujeres se entrelazaron en un repentino beso. Mónica recorrió, ejerciendo presión, toda la concha de Noelia y le metió un dedo en ese húmedo agujero. Esto derribó muchas de las barreras sexuales de Noelia. Nunca había besado a una mujer, pero sí había visto dos mujeres haciéndolo. De pronto comprendió el morbo que había en ese acto. A ella la educaron para creer que dos mujeres no pueden estar “jugando” de esta manera entre sí… pero esta noche se estaba portando un poquito mal; podía permitírselo.

Dejó que Mónica le metiera la lengua en la boca y ella misma buscó esos turgentes labios y los besó con una pasión inusitada. Ni siquiera a su novio besaba de esa forma tan erótica. Cuando el beso terminó, la calentura de Noelia era tal que ni siquiera lo pensó, agarró la pija que tenía más cerca (que resultó ser la de Sergio) y se la tragó hasta donde pudo. Mónica hizo lo mismo con la del barman, demostrando que ella tenía más experiencia para la “garganta profunda”. Noelia no podía comprender cómo esa mujer era capaz de concentrarse en tragar semejante verga y al mismo tiempo masturbarla… porque sí, los movimientos de los dedos de Mónica ya no eran caricias, le estaba haciendo una paja… a dos dedos.

Noelia quiso gemir, pero con la pija en la boca no pudo hacerlo. Ésta era una noche de muchas “primeras veces” y era la primera vez que otra persona la masturbaba, ni siquiera el cornudo de su novio se atrevía a tocarla así. Eso le molestó. Por primera vez en la noche sintió un poco de bronca hacia Mariano, Ella no tenía la culpa de sucumbir a estos placeres, porque podría disfrutarlos con su novio; pero él era tan cerrado (sexualmente hablando), que la obligó a buscar estas experiencias en la compañía de otras personas… incluso junto a una mujer.

—Hola, estoy buscando el baño… —dijo una voz desde la puerta del depósito.

Noelia se detuvo en seco, de no haber estado abrazada por Mónica, hubiera salido de allí corriendo. El tipo era uno de los clientes, debía tener la edad de Sergio y a Mónica le pareció que era “apetecible”.

—Para ir al baño tenés que volver por donde viniste, es la puerta anterior a ésta —explicó la moza.

Ella volvió a meterse una verga en la boca, como si no le importara tener testigos. Noelia agachó la cabeza e intentó cubrirse la cara con las manos. El tipo se quedó mirando unos segundos, pero las ganas de orinar le ganaron. Cuando se marchó Mónica dijo:

—No pasa nada, nena… podés seguir —le ofreció la verga del barman. Noe la miró ese miembro erecto y venoso; descubrió que su calentura era incluso más grande que su vergüenza, y eso era mucho decir. Se tragó la pija Mónica le besó suavemente el cuello.

Unos segundos más tarde la moza descubrió que el cliente había vuelto, esta vez sin la urgencia de ir al baño. Estaba mirando la escena con una marcada erección en su pantalón.

—¿Te vas a quedar ahí mirando o vas a entrar? —Preguntó Mónica.

Noelia volvió a sobresaltarse, una vez más la invadió la vergüenza. El tipo no se hizo rogar, entendió que esa era una invitación formal y no quería quedarse afuera. Entró al depósito, sacando la verga de su pantalón y con un gesto de la cabeza saludó a los dos hombres, que le respondieron con una sonrisa cómplice.

Por supuesto, la primera en probar la verga del recién llegado fue Mónica y lo hizo con una soltura que sorprendió a Noelia. ¿Cómo esta mujer era capaz de tragar tres vergas en cuestión de pocos minutos, sin tomarse un tiempo para reflexionar? Y sin dejar de tocarla. A Noelia le estaban haciendo la mejor paja de su vida. Era la primera vez que estaba frente a tantos penes erectos y las dudas se fueron difuminando, opacadas por la calentura. Agarró el pene de Sergio y empezó a chuparlo, no se detuvo allí mucho tiempo, enseguida fue a probar el del barman y cuando se descuidó, ya tenía la verga del recién llegado bien metida en la boca.

—Ah, cómo te prendiste enseguida —le dijo Mónica, mientras le lamía una oreja. Eso la puso como loca, nunca le habían hecho algo así—. Decías que no querías portarte mal… y te estás comiendo tres pijas. Por eso te voy a dar un pequeño regalo.

Las dos mujeres se pusieron de pie, Noelia no entendía cuáles eran las intenciones de la moza y se quedó mirándola, intrigada, cuando se acostó bocarriba en el piso.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Noelia.

—Me estoy acomodando… para comerte la concha. ¿No te gustaría que te la chupara un rato?

—Eh… no… yo no hago esas cosas con mujeres…

—Pero nena, vos no estarías haciendo nada. Todo el trabajo lo hago yo. Preocupate por seguir disfrutando y no piensen en nada. Dale, sacate la tanga y vení.

Los tres tipos miraron a Noelia mientras mantenían sus vergas erectas a base de pajas. Ella quería seguir disfrutando de esos tres miembros viriles, era la experiencia más morbosa de su vida y aún era demasiado pronto para darle un final. Pensó en lo que dijo Mónica, la que haría todo el trabajo sería la moza… si esa mujer tenía tendencias lésbicas, eso no era problema de Noelia.

Noe se quitó la tanga y puso los pies a los lados de la cabeza de Mónica. Comenzó a agacharse y a mitad de camino se dio cuenta de que todos los presentes podían verle la concha. Eso la avergonzó pero al mismo tiempo la excitó, nunca había permitido que tantas personas le vean esa parte tan íntima de su cuerpo. Quedó con las piernas bien abiertas, la minifalda se le subió toda y su concha apareció, para el deleite de todos los presentes. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la cara de Mónica, sintió la primera lamida, recorriendo todo lo largo de su gajos vaginales. Otra nueva experiencia para Noelia. A su novio nunca le interesó chuparle la concha y ella siempre se preguntó qué se sentiría tener la lengua de otra persona recorriendo esa zona… ahora lo sabía. ¡Era maravilloso!

Los tipos se dispusieron a los lados de Mónica, Sergio a la izquierda, los otros dos a la derecha. Para seguir chupando las vergas, Noelia debía girar la cabeza en esas direcciones, y justo delante tenía el cuerpo extendido de la moza, quien dio una nueva muestra de su falta de pudor. Se subió la minifalda y comenzó a quitarse la tanga. Noelia pudo ver una pequeña línea de pelitos, prolijamente cortados, que conducían hacia la concha. No pudo ver bien el sexo de esa mujer, pero sí vio cómo Mónica comenzaba a masturbarse. Esto le causó mucho morbo a Noelia, no sabía que ella sería capaz de excitar tanto a otra mujer. Bajó un poco más, para que su concha se apoyara en los labios de Mónica, sintió cómo la lengua se le metía por el agujero justo mientras ella succionaba el pene del barman con devoción.

En su mente se debatían distintas voces, algunas más sensatas y otras que hablaban desde el instinto sexual más puro. “¿Qué estás haciendo, Noelia? Estás engañando a tu novio… con un montón de gente”. “¿En qué te convertiste?” “Solo un rato más, la estás pasando bien y esto no se va a volver a repetir”. “Es tu despedida de soltera, tu única chance de vivir otras experiencias, disfrutalo”. “Al final resulta que sos medio puta”.

La situación se había descontrolado mucho más de lo que Noelia pensaba. Ella solo quería tener una breve experiencia haciéndole un pete a un desconocido… y ahora tenía tres miembros viriles a su disposición… e incluso estaba viviendo su primera experiencia lésbica… aunque en realidad ella no estaba haciendo nada.

Apartó todas estas voces de su mente y se concentró en disfrutar de las lamidas que recibía su concha y de seguir degustando esas tres pijas, una por una.

—Ah, bueno… veo que la están pasando bien —dijo una voz masculina, desde la puerta del depósito.

Una vez más Noelia se avergonzó de sus lascivos actos. Otro desconocido la había sorprendido en un acto sexual muy poco ético.

—¡Hey, Cacho! —Saludó el barman al recién llegado—. Vení, vos también… la chica quiere pasar una noche interesante.

—Si no molesto…

—No, no… nooo… ¡pará! —Exclamó Noelia, cuando vio que el tipo sacaba una verga de buen tamaño de su pantalón—. Ni loca se la chupo a los cuatro… es demasiado.

—¿Tres, cuatro? ¿Cuál es la diferencia, a esta altura? —Preguntó Sergio.

—Para mí hay mucha diferencia —insistió Noelia—, no quiero.

Mónica le dio un par de golpecitos en las piernas, indicándole que se apartara, ella se movió y la moza le habló al recién llegado.

—Hola, Cacho… un gusto. Tenés un buen pedazo de pija.

—De primera calidad —dijo el tipo, sacudiendo su miembro, que ya se estaba poniendo duro—. Lástima que la flaca se echó para atrás.

—Ella tal vez, pero yo no. —Con dos dedos separó su concha, ofreciéndosela al tipo—. A mí me la podés meter toda.

Cacho se puso de rodillas en el piso, justo delante de Mónica, y apuntó su verga a la entrada de esa jugosa vagina. Noelia volvió a su posición anterior, permitiendo que la moza le siguiera comiendo la rajita.

Los tres tipos que estaban de pie empezaron a tocarle los pechos y antes de que ella pudiera decir algo, le quitaron la blusa. Sus tetas quedaron a la vista justo cuando Cacho le clavaba la poronga a Mónica. El tipo miraba de frente a Noelia y le mostraba una sonrisa libidinosa. Ella se sintió inhibida por la lujuria con la que la miraba ese tipo; pero no podía hacer nada para cambiarlo. Ya estaba en pleno acto y no podía irse ahora. Pensó que todo estaría bien, siempre y cuando el cuarto tipo se mantuviera relativamente lejos de ella…

Sin embargo Mónica no era muy alta y la distancia entre su cabeza y su entrepierna no era muy larga, por lo que Cacho podría abalanzarse sobre Noelia, sin mucho esfuerzo, si así lo quisiera. Noe volvió a la tarea de chupar las pijas, supuso que esto obligaría al tipo a mantener un poco la distancia. Cuando las manos comenzaron a invadir sus tetas, no puso objeciones, ni siquiera cuando le pellizcaron los pezones. En más de una ocasión fue el mismo Cacho quien, mientras se cogía a Mónica, aprovechaba para estirar la mano y sobarle una teta a Noelia. Ella pudo haberle pedido que no lo hiciera; aunque sabía que era inútil. Podía negarse a chuparle la pija a Cacho, pero estaban tan cerca que no podía impedirle que la tocara. Esto la incomodó un poco durante unos segundos, hasta que esa incomodidad empezó a convertirse en morbo. Lo que la llevó a chupar las tres pijas con más ganas y a mover sus caderas para frotar la concha contra la cara de Moni.

Se entretuvo con esa tarea durante un rato hasta que Mónica le hizo señas una vez más para que se apartara. Noelia prefería que le siguieran lamiendo la rajita, pero aún así se hizo a un lado.

—Creo que ya estás lista para pasar al siguiente nivel —dijo la moza, sin dejar de disfrutar las penetraciones de Cacho.

—¿Qué nivel? —Preguntó Noe, asustada. Esto ya le parecía demasiado—. Me parece que ya hice más que suficiente. Creo que tendría que irme.

—¿Irte, ahora, en el mejor momento? No, nena… ni hablar. Te vas a arrepentir, yo sé lo que te digo. No podés casarte sin probar otra pija en la concha. Andá al catre, ponete en cuatro y que te la metan un ratito.

—No, no hablar… no puedo hacer eso. Son muchos…

—Si lo que te preocupa es la cantidad, entonces elegí una verga… no podés irte de acá sin que te cojan un rato. Tenés la concha chorreando, te morís de ganas de sentir una buena pija.

—Una sola —aclaró Noelia, arrepintiéndose de sus palabras.

—Sí, ¿a quién elegís?

—Sergio —dijo, sin dudarlo. Si alguno de esos hombres la iba a clavar, prefería que fuera Sergio, al menos con él si conversó durante unos minutos.

—Dale, vayan al catre… y haceme caso, no pienses tanto. Ponete en cuatro y disfrutá. Te prometo que después de eso no insisto con nada, si querés te podés ir.

—Bien…

Eso convenció a Noelia de seguir adelante. Sería la última travesura de la noche. Se puso en posición de “perrito”. El catre no estaba tan mal, si a uno no le molestaba tenderse sobre un apelmazado colchón y una cobija que mostraba signos de no haber sido lavada en los últimos diez meses. Aguardó por Sergio, mientras se acariciaba la concha, en verdad la tenía muy mojada y sabía que no era solo por la saliva de Mónica. Cuando la pija de Sergio comenzó a entrar, un rayo cruzó la mente de Noelia. Era oficial: le estaba poniendo los cuernos a su novio. Ella, que más de una vez había criticado a mujeres que eran infieles a su pareja… que las había tratado de putas… ahora ella era una de esas mujeres. Le sorprendió el morbo que esto le causó y lo agradable que se sintió tener una verga más ancha que la de su novio dentro de la concha… aunque no tan ancha como la de Chacho…

De reojo miró como ese tipo morocho, con rulos rebeldes, se cogía a la moza. Mónica gemía y sus tetas se sacudían con cada penetración. No se quedó mirándolos mucho tiempo porque el barman tenía algo mejor en mente. Se sentó en el catre, de forma perpendicular a Noelia. Cuando ella vio que la pija del tipo había quedado a escasos centímetros de su cara, se alegró. Sin que se lo pidieran, volvió a llevársela a la boca. Otra “primera vez” que podía tachar de su lista: chupar una pija, mientras le metían otra por la concha. El morbo le estaba haciendo hervir la sangre.

Sergio empezó a metérsela a un ritmo constante que a ella le encantó. Acompañó los movimientos y disfrutó de cada centímetro de esa verga. Estaba disfrutando de un placer nunca antes experimentado, su novio no era capaz de cogerla con ese fervor. Por primera vez en su vida sintió que le estaban dando lo que merecía como mujer.

Mónica la dejó disfrutar un rato y después le dijo:

—¿No te parece que deberías permitirle a Damián que te la metiera un rato?

—¿Quién es Damián? —Preguntó Noe, y cuando la moza señaló al barman, se sintió muy puta. Le estaba chupando la pija a un tipo del que ni siquiera sabía el nombre.

—Él te permitió traer tu “fiestita de despedida” al depósito. Creo que se ganó el derecho de clavarte la pija un rato.

—Mm… puede ser; pero me parece demasiado, dejar que dos tipos me la metan en la misma noche, yo nunca…

—Sí, ya sé… vos nunca hacés estas cosas. Nadie te está juzgando, nena… nadie más que vos. Lo único que puedo decir es que Damián coge muy bien.

—Bueno…

No se animó a pedirle al barman que le metiera la verga; pero igual el tipo entendió lo que debía hacer. A regañadientes Sergio cedió su lugar y cuando estuvo a punto de sentarse donde había estado Damián, el otro sujeto le ganó de mano… para colmo Noelia empezó a chupar esta nueva que le ofrecían, sin siquiera emitir la más mínima queja. De todas formas Sergio se acercó a ella, quedándose de pie a un lado del catre. Noelia no despreció su verga, también se la tragó, justo cuando Damián empezaba a metérsela por la concha. Ella soltó un bufido ahogado, este pedazo de carne también era más grande que el de su novio y se sintió de maravilla.

—¿Y vos cómo te llamás? —Preguntó Noelia, al tipo que estaba sentado frente a ella.

—Víctor.

—Un gusto, Víctor… yo soy Noelia.

Acto seguido, se tragó la pija de Víctor.

—El gusto es mío —respondió el tipo, empujando hacia abajo la cabeza de la chica, para que ella pudiera tragarla completa.

Era una despedida de soltera improvisada y sin amigos; a pesar de eso la estaba disfrutando mucho. Si alguna vez alguien le preguntaba, dentro de muchos años, si había tenido una despedida de soltera interesante, Noelia podría decir que sí… definitivamente sí. Hasta podría contar que Mónica tenía razón y que Damián sabía coger muy bien. Lo hizo con el mismo fervor que Sergio, pero resultó evidente que él tenía más experiencia, esos movimientos hicieron temblar cada centímetro de la líbido de Noelia. Ella condimentó este gran momento intercalando las pijas que chupaba, y lo hizo como si fuera una petera profesional. Si sus amigas la hubieran visto en ese momento, hubieran jurado que esa no era Noelia, porque ella jamás se comportaría de esa forma.

Víctor abandonó su lugar en el catre y se paró detrás de Noelia, para ver cómo la pija del barman entraba en esa suculenta vagina. Susurró algo al oído de Damián y éste se apartó.

Noelia estaba concentrada en chuparle la pija a Sergio, y no se dio cuenta de que le estaban metiendo otra pija hasta que ya la tuvo bien adentro. Víctor empezó a cogerla con ganas y ésto le produjo una calentura tan grande que prefirió no quejarse. Al fin y al cabo era inútil, esa verga ya estaba dentro de su concha, ella no habría permitido que le metieran tres pijas en una misma noche… pero ya había ocurrido y no podía hacer nada para cambiarlo. Lo que sí podía hacer era disfrutarlo.

Después de unos minutos Mónica se percató esta escena y le pidió a Cacho que dejara de metérsela, se sentó el catre y acarició el largo cabello de Noelia.

—Parece que la estás pasando bien —le dijo—. Te dejaste coger por tres tipos… y yo que pensé que eras una santita. —Noelia no respondió, tenía la verga de Sergio metida hasta el fondo de la garganta—. Ahora estás por entrar a un punto de no retorno, chiquita… tenés dos opciones: o te vas a tu casa ahora mismo… o te das el gusto de probar la pija de Cacho. Es bien gorda y venosa, te va a encantar. ¿Te vas a dejar coger por cuatro?

Noelia evaluó la situación. Ella jamás se había descontrolado tanto… y nunca la pasó tan bien en un acto sexual… era como estar descubriendo el sexo por primera vez. No quería ser la puta que se deja coger por cuatro tipos en una noche; pero tampoco quería volver a su casa.

Liberó su boca y dijo:

—Quiero probar la pija de Cacho.

—Así me gusta, chiquita…

Cacho no era, ni por asomo, un tipo tan atractivo como para que Noelia sintiera algo por él… sin embargo esa pija… tan ancha… tenía que probarla.

Víctor, de mala gana, cedió su lugar. Realmente estaba disfrutando la concha de esa puta y no quería dejar de cogerla; pero sabía que la noche aún era joven, ya tendría la oportunidad de volver a meterla.

Cuando la verga de Cacho empezó a entrar, Noelia apretó los dientes y sujetó con fuerza las manos de Mónica.

—¡Uf… qué ancha… por dios!

—Una putita tan linda como vos no se puede casar sin haber probado una pija como esa —aseguró Mónica—. Y ya que estás probando cosas nuevas… vení… dame el gusto. Ya te comí la concha, demostrame que aprendiste algo.

Mónica se sentó en el catre y quedó con las piernas bien abiertas, dejando su sexo a escasos centímetros de la cara de Noelia.

—Ay… no… yo no soy lesbiana…

—Y también decías que te portabas bien, y ya te dejaste coger por cuatro tipos. Vení, chupala un ratito. ¿O tenés miedo de que la concha te guste más que las pijas?

Noelia veía muy difícil que una vagina pudiera resultarle más atractiva que una verga… especialmente si se trataba de una como la de Cacho. ¡Dios, qué buena pija le estaban metiendo! Lo que sí la tenía intranquila era que, por primera vez en su vida, estaba sintiendo una fuerte atracción sexual hacia una mujer. Quería comerle la concha a Mónica y ella se la estaba ofreciendo. No podía presentar ninguna excusa. No tenía más alternativa que perseguir ese instinto lésbico que recientemente había aflorado en ella.

Metió la cabeza entre las piernas de Mónica y aguardó unos segundos, analizando esa concha desde cerca. Su cuerpo se meneaba, como si estuviera en un bote, en el medio del mar; estaba esperando que una ola la elevara, eso le ayudaría a tomar coraje. Cacho bombeó con su gruesa verga y ella pudo sentir como el calor en el interior de su cuerpo aumentaba. Cuando llegó a la cresta de la ola de placer, dio la primera lamida… y luego la segunda… y ya no pudo pensar más, solo actuar. La concha de Mónica le pareció deliciosa, estaba llena de flujos sexuales y ella los fue limpiando con la lengua.

Noelia se estaba demostrando a sí misma que era capaz de romper las barreras del prejuicio. Nunca imaginó que comerle la concha a otra mujer pudiera ser tan excitante; pero allí estaba.

—Ya que estás ahí… ¿por qué no me chupás un poquito el culo?, así lo vamos preparando para lo que se viene.

A Noelia la idea le pareció excesivamente morbosa. Se lanzó a cumplir con esa tarea. Lamió el culo de Mónica y Damián se preparó, porque sabía que él sería el primero en meterla por ese agujero. La moza permitió que el barman se colocara debajo de ella y le pidió a Noelia que siguiera chupando el culo y que, de vez en cuando, le diera alguna lamida a la verga, para lubricarla bien. Así lo hizo.

Noelia solamente había visto penetraciones anales en fotos o videos, se preguntó qué se sentiría tener una verga en el culo; por supuesto nunca le pidió a su novio que la penetrara por detrás… eso no era propio de una “buena chica”. Pero se moría de ganas de ver cómo lo hacía Mónica.

Cuando la penetración comenzó se activó una pequeña chispa de morbo en el interior de Noelia. Acompañó el momento dando lamidas alrededor del pene, y se sorprendió al ver cómo este se metía en ese orificio sin mucha dificultad. Supo que la moza había tenido muchas experiencias con el sexo anal.

Entró una buena parte de la verga y Noelia, presa de la calentura, se lanzó otra vez a chupar la concha. Detrás de ella Sergio tomaba el lugar de Cacho. No le importó, Sergio también era un buen amante y ya le estaba gustando sentirse un poquito como una puta barata que se deja coger por todos. Hasta agradeció ese cambio.

Los tipos restantes, que no querían quedarse como meros espectadores, se colocaron a los lados del catre. Las dos mujeres empezaron a chuparle las vergas, mientras disfrutaban de las penetraciones. Un par de minutos más tarde se produjo otro cambio, Víctor volvió a meterle la verga a Noelia y Sergio se posicionó para que se la chuparan.

—Me parece que ya te está gustando esto de que cojan entre todos —dijo Mónica, meneando su cuerpo para que la pija en su culo se hundiera aún más.

—Digamos que ya puedo aceptarlo sin quejarme…

—¿Querés que te den entre los cuatro?

—Sí… eso me gustaría mucho.

—Ya la escucharon, chicos… esta putita tiene ganas de que le metan toda la pija.

—Sí… sí… quiero que me la metan toda.

Noelia se sintió extraña, como si esas palabras hubieran salido de la boca de otra persona, y no de ella. Estaba disfrutando tanto que no le importó traicionar sus propios valores éticos. Esa noche sería la puta de cuatro tipos, y lo disfrutaría.

Sergio tomó el lugar del barman, él también quería darle por el culo a la moza… y Mónica se lo permitió sin chistar. Durante ese cambio Noelia se encontraba intentando tragar la gruesa verga de Cacho, levantó la mirada y se encontró con los ojos del tipo. Sacó el gran pedazo de carne de su boca y dijo:

—Cogeme… por favor… cogeme bien fuerte. Quiero sentir otra vez esta pija.

Con el pecho inflado de orgullo, Cacho tomó su lugar. Una vez más Víctor tuvo que ceder su lugar, pero estas putas estaban dispuestas a coger toda la noche, por lo que no le preocupó demasiado.

Cacho volvió a metérsela a Noelia y ella emitió gemidos de puro placer, asegurando que esa era la mejor verga que había probado en su vida.

Estaba en pleno goce cuando la puerta del depósito se abrió una vez más. Noelia se sorprendió al encontrarse con un rostro conocido. Era Gustavo, el borracho que la estuvo manoseando cuando entró al pub.

—¡Hey, me dejaron solo allá! —Exclamó el tipo—. No queda nadie, se fueron todos… sabía que algo interesante estaba pasando. ¡Y mirá lo que me encuentro! —Empezó a sacar la pija de su pantalón—. No me sorprende que Mónica esté acá… ella es tremenda puta, ya me tiró la goma como cuatro veces. Pero vos… vos flaca, que te hacías la mosquita muerta… ¡Mirá cómo te están garchando!

Gustavo liberó la verga y Noelia se quedó anonadada al comprobar que era incluso más grande que la de Cacho.

—¿Qué pasa, putita? ¿Te gusta mi pija? ¿Querés que te la meta?

Cacho se hizo a un lado, él también quería ver lo que iba a ocurrir. Ya tendría tiempo de sacarse las ganas de coger… con cualquiera de las dos mujeres.

Gustavo se posicionó detrás de Noelia, la sujetó de los pelos y le habló al oído.

—¿No era que vos no viniste buscando pija? ¿Eh, cómo es eso? —A Noe se le hizo agua la concha cuando sintió el glande entrando por el agujero—. ¿Querés esta pija? Decime la verdad… ¿La querés?

—Ssss…. sí…. sí… la quiero. Metemela.

—Ahh, mirá vos… la santita suplicando por pija. Te la meto si decís la verdad, flaquita. ¿Por qué viniste al pub solita? ¿Qué estabas buscando? ¿Eh? Decime la verdad…

—Pija… entré buscando pija. Quería que me cogieran toda la noche.

—¿Por eso te pusiste ese vestido tan cortito?

—Sí… quería encontrar un macho bien pijudo que me partiera al medio.

—Me parece que la voy a meter toda…

—Sí, por favor… metemela toda.

—Pero no sé.. —empezó enterrarla y se detuvo antes de llegar a la mitad—. Vos dijiste que no sos puta. A mí solo me gusta coger con putas. Todavía me acuerdo cómo te ofendiste… “No soy ninguna puta”, me dijiste… muy enojada.

—Era mentira… —aseguró Noelia, resoplando de placer—. Vine buscando pija…

—¿Eso significa que sos puta?

—Sí… sí… soy puta. Cogeme. Meteme toda la pija. Me re calenté cuando me tocaste la concha… se me mojó toda. Quería que me cogieras ahí nomás…

—Pero te hiciste la difícil —dijo, enterrando más de esa gran verga.

—Un poquito… pero me quedé con las ganas. Ahora me tenés acá, estoy re entregada… meteme toda la pija. Quiero que me cojan entre todos. ¡Quiero que me rompan el orto!

Gustavo se detuvo en seco, cuando su pija ya había entrado más de la mitad en esa húmeda concha.

—¿Escuché bien? —Preguntó.

—Sí… escuchaste bien… haceme el orto… meteme toda la pija por el culo.

—Este culo tiene pinta de ser virgen… ¿te la vas a bancar, putita?

—Sí… me la banco. Metemela por el orto…

En ese momento Mónica tuvo su primer orgasmo de la noche, no solo le estaban metiendo una buena pija por el culo, sino que además tenía a esa “chica buena” justo delante, suplicando para que un desconocido le partiera el orto.

—¿Sos tan puta que te vas a dejar romper el orto por todos? —Preguntó Gustavo—. Porque después de mí va a querer pasar otro…

—Sí… soy así de puta. Quiero que me metan las cinco pijas bien por el orto… soy re puta… y mi novio es un cornudo… quiero volver a casa con el culo bien roto.

—Uy, esta puta me va a hacer acabar ya… —dijo Víctor.

—Si acabás ahora, dale de tomar la lechita —propuso Mónica—. Seguramente a esta puta le va a encantar tomársela toda.

—Sí… me la tomo toda —aseguró Noelia, que ya estaba sumergida en un trance de pura lujuria, no le importaba nada más que su placer sexual.

Mientras Gustavo la preparaba para las penetraciones anales, Noelia se metió la verga de Víctor en la boca. No pasó mucho tiempo hasta que pudo cumplir dos morbosas fantasías a la vez: tragar semen a montones y recibir una buena pija en el culo.

La penetración por detrás le dolió tanto que las lágrimas cayeron de sus ojos, mientras tragaba el semen que salía a chorros de la pija de Víctor. Pero el sufrimiento valió la pena. Al parecer Gustavo sabía lo que hacía y le fue abriendo el culo lentamente. Cuando Noelia volvió a chupar la concha de Mónica, el dolor anal comenzó a convertirse en placer. Puro placer.

Confesar el verdadero motivo por el cual había visitado el pub fue un gran alivio para ella. Aún la carcomía la culpa por haber salido con la intención de coger con un tipo que no fuera su novio; pero tendría muchos años de matrimonio para lidiar con eso. Al menos ahora tenía una anécdota íntima y morbosa para rememorar durante toda su vida. La noche de las “primeras veces”. La noche en la que un tipo la hizo exclamar que era una puta y ella suplicó para que se la metieran por el culo.

Los cinco hombres presentes querían pasar por el culo de ambas chicas. Se fueron turnando mientras ellas gemían de placer. Mónica y Noelia formaron un sesenta y nueve, se comieron las conchas una a la otra mientras las pijas desfilaban por sus culos.

A Noelia no solo le encantó el placer físico que le brindaba tener una verga bombeando en el interior de su culo, sino también poder ver desde tan cerca cómo le hacían lo mismo a Mónica.

Cuando las mujeres se separaron, Noelia se prendió a la verga del barman, él también quería acabar y ella recibió todo el semen en su cara, y gran parte cayó dentro de su boca. Mónica le lamió la cara, como una gatita en celo, hasta dejarla limpia.

—Hay algo más que tenés que probar, linda —dijo la moza, mientras besaba los labios cubiertos de semen—. Te tienen que coger por todos los agujeros a la vez.

—Sí… por favor… quiero probar eso… ¡Ya!

No la hicieron esperar. Sergio tomó su lugar detrás y Gustavo se acostó en el catre. El tipo, todavía algo borracho, le dijo:

—Quiero ver esa carita de puta cuando te metan dos pijas.

—¡Ay… sí… qué hermosa pija tenés! —Exclamó Noelia, cuando la verga de Gustavo se metió entera en su ya dilatada concha—. Ahora quiero que me la vuelvan a meter por el orto.

Todas las vergas ya habían pasado por su culo, al menos una vez; pero quería saber qué se sentía una doble penetración.

Quedó fascinada con la sensación y el morbo. No sabía cuál de las dos pijas le estaba gustando más. La de Gustavo era más grande… pero ahora sabía qué se sentía tener una verga en el culo, y era maravilloso.

Saltó y se sacudió, para que las pijas se le metieran bien adentro. Le encantaba la escasa sincronía que había en sus movimientos, a veces la verga del culo se le enterraba hasta el fondo, mientras la de la concha salía. En otras ocasiones entraban o salían las dos a la vez. Esto la estaba poniendo loca y más lo disfrutó cuando pudo chupar las vergas que aún tenía disponible. Tenía tres para elegir y recordó que antes eso le había parecido una exageración. Ahora estaba comiéndose tres pijas mientras le metían otras dos. Eso sí que era portarse mal.

Durante el resto de la noche los cinco tipos se fueron turnando para coger a las dos mujeres; pero hicieron un énfasis especial en Noelia. Ella fue el centro de atención en todo momento y le dieron lo que pedía. Si clamaba por una pija en el orto, allí la tenía… si quería tomarse la leche, se la daban… si sus instintos lésbicos se apoderaban de ella, Mónica se abría de piernas y se dejaba comer la concha.

Noelia pasó la mejor noche de su vida, podía contar la cantidad de vergas que pasaron por su cuerpo, pero perdió la cuenta de los orgasmos que experimentó.

Cuando todos terminaron de coger, ella necesitó quedarse acostada durante una hora, recibiendo besos y caricias por parte de Mónica. No tenía sueño, solo un extremo agotamiento físico. Las dos mujeres se besaron apasionadamente, como si fueran viejas amantes. Noelia supo que había ganado una amiga para toda la vida… una que podría acostarse cuando le diera la gana. Una amiga que tendría que mantener oculta de su marido.

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Noelia entró a su casa tambaleándose, con una sonrisa que no le cabía en la cara. Su futuro esposo, Mariano, apagó la televisión de inmediato y la miró anonadado. Nunca la había visto así. Sí la vio sonreír, muchas veces, pero en esta sonrisa había algo particular; Mariano no era capaz de especificar por qué la alegría de su novia lo tenía tan intranquilo.

El modular se sacudió cuando Noe dejó caer en él casi todo el peso de su cuerpo. Ella miró a su futuro esposo y su sonrisa brilló aún más. La chica se puso firme, haciendo uso de la poca integridad que le quedaba, y avanzó, sin decir una palabra, directo hasta su cuarto. Se dejó caer en la cama y separó las piernas. Ya no tenía ropa interior, y lo agradecía, porque le hubiera resultado tedioso tener que quitársela. Llevó una mano hacia su sexo y comenzó a masturbarse.

Para Mariano fue un verdadero shock ver a su prometida en esa situación. Ella nunca había tenido el descaro de… “jugar con su sexo” de esa manera. Al menos no delante de él.

—Noe… ¿te pasa algo?

—Estoy caliente… y algo borracha —dijo ella, sin dejar de tocarse.

Por un momento Mariano estuvo a punto de preguntarle a esa mujer quién era, y qué había hecho con su amada novia. Pero a pesar de tan extraño comportamiento, esa mujer seguía siendo la misma Noelia que había compartido tantos años junto a él.

—¿Dónde estuviste? —Preguntó él, intentando no sonar demasiado autoritario—. Estuve llamándote toda la noche. Estaba preocupado.

—Te dije que salía… —sus dedos acariciaban los húmedos gajos de su vagina.

—Ya sé… pero no me contestaste ni una llamada.

—Porque siempre que salgo me llamás a cada rato, como si yo te fuera a meter los cuernos con el primer tipo que vea. Te amo, pero ya estoy un poquito harta de que me controles tanto.

—No te estaba controlando…

—¿No? Cuando voy de mi mamá no me llamás tanto… pero si salgo a bailar, cosa que no hago casi nunca, me llamás cada diez minutos.

—Solo me preocupé… ¿qué estuviste haciendo? ¿Por qué estás… así?

—¿Así cómo? ¿Borracha o caliente?

—Em… las dos cosas.

—No te importa… quería sentirme libre por una noche, antes de que nos casemos. Nada más…

—¿Libre? ¿Qué tan libre?

—Bastante…

—¿Qué estuviste haciendo, Noelia?

—Cosas… —Ella metió los dedos dentro de su concha y suspiró de placer.

—¿Qué tipo de cosas?

—¿Te tengo que contar cada cosa que hago?

—Soy tu marido.

—Todavía no…

—Bueno, lo voy a ser. Muy pronto. ¿Qué estuviste haciendo, Noelia?

—Estuve cogiendo… —Mariano sintió que sus piernas perdían fuerzas, y que de pronto todo su mundo se volvía más pesado, más difícil de sostener—. Pero cogiendo mucho… mucho en serio. Nunca había cogido tanto en mi vida.

—¿Qué? —Él intentó sentarse en la cama, pero el cuerpo le respondía a medias.

—Sí, me cogieron entre cinco tipos… cinco pijas para mí solita. ¡Uf, fue una locura! —Aceleró el ritmo de su masturbación—. No pude contestar el teléfono, porque estaba ocupada… no sabía qué hacer con tantas pijas. Yo ni siquiera tengo tantos agujeros… tenía las manos ocupadas… la boca, la concha, obviamente… hasta el culo tenía ocupado.

—Pero… pero… ¿qué me estás contando, Noe? ¿Que… pero… qué?

Mariano se sentó de forma patética, en el borde de la cama, y clavó su mirada de perro mojado en Noelia. Ella sonrió y se conmovió.

—¡Ay, tarado! Es una broma.

—¿Qué?

—A mí siempre me dio la impresión de que vos pensás que me estoy enfiestando con un montón de tipos, cada vez que salgo a bailar. Por eso me llamás tanto…

—Entonces… ¿no es cierto eso que dijiste?

—¿Y a vos qué te parece?

—No sé…

—¿De verdad creés que yo puedo ser capaz de hacer una cosa así? Coger con cinco tipos a la vez… hay que ser muy puta para hacer una cosa así. Muy puta. De esas putas adictas a la verga ¿Vos pensás que yo puedo ser así de puta? ¿Pensás que soy una adicta a la verga?

—Em… no, claro que no.

—Pero por la forma en que me controlás, pareciera que sí pensás eso. Como si yo, al salir, vaya a pedirle a cinco tipos que se turnen para romperme el orto. ¿Me imaginás en cuatro, suplicándole a cinco desconocidos que me claven las pijas en el culo?

—No, de verdad que no. —Mariano sacudió la cabeza intentando apartar horribles imágenes que habían comenzado a formarse en su mente—. Solamente te llamo porque me preocupo.

—¿Me vas a decir que nunca me llamaste por miedo a que yo esté cogiendo con otro tipo? Mirá que te conozco.

—Bueno, tal vez… pero en realidad son solo paranoias mías. Nunca pensé que realmente me estuvieras engañando con alguien. Yo confío en vos.

—Me parece bien…

Mariano se sentía muy incómodo ante esta situación, era como si de pronto su novia hubiera perdido todo su pudor. Pero tal vez se debiera al alcohol, era obvio que ella había estado tomando, y ésta era la primera vez que él la veía borracha.

—Te pido disculpas, Noe. Si a veces me pongo algo celoso es porque sos una mujer muy hermosa, y sé que cuando salís más de un tipo se debe acercar a vos… para colmo esta noche saliste con un vestido tan corto…

—¿Por eso no puedo salir? ¿Porque soy linda? ¿Porque uso un vestido corto?

—No, claro que no… solo digo que tal vez una mujer casada no debería usar ese tipo de vestidos para salir, porque da la impresión de que sale a buscar tipos.

—Primero: todavía no estamos casados. Segundo: yo voy a usar el vestido que se me dé la regalada gana. Si a vos te genera inseguridades que yo salga a bailar con un vestido corto, entonces es culpa tuya. Si yo quisiera ponerte los cuernos, lo haría. Aunque me estés llamando cada diez minutos. Si no confiás en mí, entonces es tu culpa, porque creo que nunca hice nada para que desconfíes de mí…

“Hasta hoy”, pensó Noelia.

—Confío en vos, mi amor… en los que no confío es en los tipos que frecuentan esos lugares. ¿Me vas a decir que ninguno se te acercó en toda la noche?

—Puede ser… sí, alguno se me acercó. Pero en realidad estuve toda la noche charlando con una chica que conocí. Me contó que una vez salió a pasear sola… unos días antes de casarse. Tenía la idea de buscar una buena pija, para probar otra que no fuera la de su novio. No quería llegar a vieja y arrepentirse de solo haber probado una verga en su vida —Noelia se masturbaba intensamente mientras le contaba ese relato a Mariano—. Y consiguió lo que buscaba… con intereses. Como si en una sola noche se hubiera puesto al día con todas las pijas que debió probar en su vida. A ella sí que se la garcharon entre cinco. Le metieron pija por todos los agujeros… incluso entregó el orto, cosa que nunca había hecho con el cornudo de su novio. Le gustó tanto que le dieran por el culo que se volvió loca y empezó a pedir más pija… y no solo hubo pijas, también probó concha, de una moza bastante putita que trabaja en el puba. Yo la vi y realmente es preciosa, no hace falta ser lesbiana para que te den ganas de chuparle la concha… o tal vez sí, no sé… yo se la re chuparía. Es hermosa y tiene una actitud tremenda. —Mariano supuso que su novia solo estaba exagerando, producto de su estado de alcoholización—. Lo más importante es que esta chica, gracias a esa moza tan hermosa, pudo portarse como una puta adicta a la verga, toda la noche… y lo disfrutó tanto que la culpa que sentía por haberle puesto los cuernos a su novio, se difuminaron. Pobre cornudo, a la futura mujer se la garcharon entre cinco tipos y una mina. Le dieron para que tenga, por putita… le dejaron el orto abierto, lleno de leche. —Mariano notó que el culo de su novia estaba extrañamente dilatado… aunque seguramente se trataba de un engaño de su mente paranoica—. ¿Y sabés qué es lo mejor de todo? Que a ella le gustó tanto que se la garcharan entre cinco, que prometió volver a bar después de su luna de miel, para entregar el orto como una buena puta adicta a la verga. Se casaría feliz, sabiendo que su marido sería muy cornudo, porque ella seguiría escapándose para ir a partuzas como ésta, y dejarse coger por cinco, seis o más personas. Esa noche descubrió lo mucho que ama la verga… y que también le calienta chupar concha; no va a dejar de disfrutar algo que le gusta tanto… por más que esté casada.

Mariano tragó saliva, sus manos sudaban.

—Una chica bastante… curiosa. ¿Vos serías capaz de hacer una cosa así?

—No, mi amor… quedate tranquilo. Yo siempre me porto bien.

Noelia siguió masturbándose y disfrutó de un cálido orgasmo, uno más en esa increíble noche de placer.

“Solamente está algo alcoholizada”, pensó Mariano. Cuando el efecto se le pasara, todo volvería a la normalidad. Volverían a ser la pareja feliz de siempre. Y esta noche caería en el olvido… y él podía vivir con eso. Porque nunca encontraría a otra mujer como Noelia. Ella era una buena chica.

FIN.