Sin límites en el amor: no hay nadie como mamá
Alejandra había salido dos horas antes del colegio. El día anterior dieron las notas, y las de ella eran las mejores. Estaba contenta en su habitación, ya le había dicho a su mamá que ese sábado era la fiesta de graduación y que le habían dado la mención de honor por tener la mejor nota de su promoción.
A sus diecisiete años ya estaba preparada como para rendir el examen de admisión universitario, había que tenido que estudiar, pero lo hacía con gusto, una por que le gustaba, y otra porque era una satisfacción que se sentía obligada a darle a su mamá por todo lo que había hecho por ella.
Para su mamá Alicia la vida no le fue fácil. Un error de niña la había marcado para siempre. A los trece años había salido en un campamento de verano organizado por el colegio, eran tres días e iban a interactuar con chicos de otras escuelas, algunos más grandes que ella. Era su primera salida y la novedad la deslumbró. Estar con chicos mayores, no mucho más que ella le pareció algo importante, ya estaba desarrollada y le era fácil pasar como de quince o más, era como si hubiese crecido de golpe, y unas de esas noches, alguno había pasado una botella de una bebida alcohólica. No estaba acostumbrada a la bebida, pero por darse importancia probó pensando que no le iba a producir ningún efecto.
Todo lo malo que podía pasar, pasó. Un chico la tenía encandilada, tendría dos o tres años más que ella, justo la edad de la adolescencia en que las hormonas se revolucionan, y ese día fue la iniciación de Alicia. En su borrachera lo que hubiese tenido que ser un momento importante en su vida, terminó siendo la parte más desagradable y que mayores consecuencias le acarrearían.
No dijo nada en su casa y ni siquiera se dio cuenta de las secuelas. Fue casi a los cuatro meses cuando se dio cuenta que algo anormal le estaba pasando, el asunto que cuando los padres se enteraron, la niña estaba embarazada y bien embarazada.
Después de pretender averiguar quién era el padre, se dieron cuenta que, aunque lo encontraran, sería más como un problema que como una solución.
A pesar de su corta edad, o quizá por eso, la protegieron y le dieron la chance de elegir tenerlo, o abortar, le prometieron que si lo iba a tener, ellos le ayudarían en todo, pero tenían miedo que fuera a odiar a la criatura. Era algo que cambiaba completamente su vida, pero se tenía que hacer cargo.
Prefirió tenerlo, casi pasó de jugar a las muñecas a tener una de verdad.
Los padres fueron su dique de contención, le dieron toda la ayuda que le podían dar de acorde a su edad, pero también la hicieron madurar dándole parte de su responsabilidad en la crianza de la niña.
De pronto, dejo de ser la niña bonita que se sentía admirada por los chicos, para convertirse en una mujer con todas las defensas levantadas. Ya dejó de importarle los juegos de seducción, y aparte de algún amigo desinteresado, a los demás no le daba importancia.
No es que se hubiese vuelto antisociable, simplemente su diversión y su preocupación era su hija, en ella volcaba todo su amor, y con la ayuda de sus padres, hicieron florecer una hermosa muchacha, tan linda como la madre y aplicada y enseñada para que no cayera en el mismo infortunio.
A esta altura, ya no podía decirle desgracia, estaba más que contenta por tener una hija así. Se daba cuenta que era como una cadena, sus padres en vez de condenarla la habían tratado con amor, le ayudaron a criar a la niña, a formar su vida, y a progresar como mujer, y eso se lo había transmitido a su hija que se lo devolvía con muestras de cariño.
Su primera vez en el sexo, no fue buena como experiencia ni por los resultados, fue suficiente para que sintiera que no quería arriesgarse a pasar nuevamente por esa prueba. No le echaba la culpa al chico que por lo demás nunca lo había vuelto a ver, pero algo en ella le indicaba otro camino, y el otro camino lo encontró en su acera.
A Sofía la había conocido hacía dos años en una reunión de trabajo, enseguida simpatizaron. Salieron como amigas un tiempo sin pensar por parte de ella que podía ser más que eso, pero lo que primero fueron muestras de amistad, de a poco pasó a ser una forma de seducción para la que no estaba preparada, quizá fue eso, o la necesidad de darle a su cuerpo lo que estaba pidiendo, que probó las mieles de Lesbos y le gustó.
Su relación era a escondidas, no tanto como para que sus padres no se dieran cuenta, pero ellos entendían que después de la pobre experiencia que había tenido, no tenían derecho a reprocharle el poco de felicidad que podía encontrar en esa relación.
Alejandra lo sospechaba, y a pesar de que Sofía no era santo de su devoción, también quería a su madre como para entender que si eso la hacía feliz, ella debía de estar contenta, aunque no lo estuviera.
Ahora estaba esperando por su llegada, ya le había dicho lo de la mención de honor, y la emoción de que el diploma se lo diera ella.
Oyó como se abría la puerta, iba a salir de su habitación, cuando escucha a su mamá discutiendo con Sofía.
– ¡No! Sofía, te dije que no podemos salir esta semana.
– También me habías dicho que íbamos a ir a la hostería esa donde nadie nos conoce para andar como queramos.
– Sí, ya sé que te lo dije, pero en ese momento no sabía que era la fiesta de graduación de Ale.
– ¿Y qué tiene que sea la fiesta de graduación? ¿no se va a graduar si tú no estás?
– Sofía, por favor entiende, sacó el mejor promedio de esta graduación, le dan la mención de honor ¿cómo no voy a estar para darle el diploma?
– Se lo pueden dar sus abuelos y es lo mismo.
– No es lo mismo, yo soy la madre y para mí es un orgullo dárselo
– Sí, mucho orgullo, pero las calenturas te las tengo que sacar yo.
– No seas grosera que no veo que sufras mucho haciéndolo.
– Quieres que te diga, ya me tienes cansada, siempre que tienes que elegir entre la mocosa y yo, la eliges a ella.
– Mira, por empezar no es ninguna mocosa, es tan mujer como tú o yo, y sí, es cierto, entre elegirla a ella o a ti, siempre la voy a elegir a ella.
– Tú tanto con tu hijita de aquí, tu hijita de allí, y mira el cuerpo que tiene, seguro que ya se debe haber revolcado con unos cuantos.
– No seas venenosa, límpiate la boca para hablar de ella, y ya te dije, siempre va a estar primero ella que tú.
– Pues entonces que te saque las calenturas ella, conmigo no cuentes más. – se fue dando un portazo.
Alicia se quedó muda de a poco se dio cuenta que sola estaba. Desde pequeña cuando pasó eso, su cuerpo no había tenido desahogo y pensó que no lo necesitaba, pero llegó Sofía y le enseñó que aún estaba viva, que podía sentir, que necesitaba sentir. Ahora se había ido todo a la mierda. Nuevamente sola. Se sentó en el sillón con la cabeza apoyada en las manos, sabía que había hecho lo correcto, no había nada más importante que su hija, y aunque ahora sufriera esa era la única elección posible. Alejandra la miraba desde atrás y las lágrimas le corrían por la cara. Ver a su madre sufrir era su peor sufrimiento, se acercó despacio y se sentó a su lado.
-Mamá, por favor no llores – Alicia quedó sorprendida
– Ale, ¿escuchaste la discusión? No sé qué te pienses, pero…pero… y se soltó a llorar sin poder continuar.
– Está todo bien. Lo único, que tendrías que haber ido con Sofía si ya habías quedado con ella, lo ibas a pasar mejor que aquí en una fiesta de estudiantes.
– ¿De verdad no te importaría que no estuviese en tu graduación?
– Mamá, lo único que me importa es que tú no llores, y menos por culpa mía, anda háblale a Sofía y dile que sales con ella. – se quedaron las dos abrazadas
– Gracias Ale, eres la mejor hija que podría tener – la tuvo un rato apoyada en su hombro acariciándole el pelo mientras sentía como se aferraba a su cuerpo, dándose cuenta de la tristeza que le estaba dando en ese momento, le paso los labios por el cuello – ¿de verdad te creíste que me iba a perder el orgullo de darte el diploma – Alejandra se separó para mirarle la cara y arrebatarla a besos, la alegría que le daba no le cabía en el pecho.
– Mamá, ¿de verdad vas a ir? Mira que si te vas a pelear con Sofía mejor que me lo dé el abuelo y tú puedes disfrutar el día.
– No niñita, ¡el diploma te lo voy a dar yo! y el día lo voy a disfrutar haciéndole saber a todos, que la más inteligente y bonita de las alumnas, es mi hija, y ese gusto no me lo quita nadie.
– Mamá, mamita, te quiero, te quiero, eres la mamá más buena del mundo, y la más bonita, todos me van a envidiar por la mamá que tengo – no se cansaba de besarla y estrujarla entre sus brazos – me das una alegría tan grande, pero me entristece que por culpa mía Sofía se enfade contigo, después le puedo pedir disculpas para que se le pase el enojo
– Tú no tienes que pedirle disculpas a nadie y menos a ella. la persona que no se dé cuenta que lo más importante eres tú, no puede estar conmigo. Y de Sofía olvídate, con lo que dijo de ti, en mi vida ya no tiene espacio.
– Mamá, si te hacía feliz, puedes perdonarla, quizá está un poco celosa por la atención que me das.
– Alejandrita, la persona que no te quiera a ti, no puede estar conmigo, y dejemos a Sofía en el olvido, ahora pensemos en nosotras y en cómo vas a ir a esa fiesta, tú vas a ser una princesa.
– Y tú vas a ser la reina. La madre más hermosa por lejos.
– No seas exagerada, mira, vamos a comprar el vestido más bonito, para la alumna más bonita, ¿te parece?
– ¿Me vas a prestar uno de esos conjuntos tan sexi que tienes?
– ¿Y a quién se lo quieres mostrar?
– A nadie, pero me quiero sentir linda por debajo de la ropa también, para hacer juego contigo. Estoy segura que con esos conjuntos, te ves más hermosa todavía.
No era ninguna exageración, Alicia era hermosa. Con sus 31 años parecía más la hermana que la madre, eran bastante parecidas, por altura y por un cuerpo que inducía a prestarle atención por dónde quiera que pasaban.
En una sucursal de Zara compraron los vestidos a su gusto. No eran provocativos, pero dotaban de una elegancia que hacía de Alejandra, una mujer con todos sus atributos, y acrecentaba en Alicia la distinción que naturalmente tenía. De ahí pasaron por la lencería y eligieron el conjunto que tanto deseaba para sentirse hermosa.
-Vas a quedar preciosa, lástima que si no tienes un accidente no te lo va a ver nadie para decirte lo bien que te queda – le dijo riendo
– Me lo ves tú y me dices, si te gusta es que estoy bien.
Fueron a cenar a casa de los abuelos, pero no quisieron mostrarles la compra. Querían que fuera una sorpresa, sobre todo por parte de Alejandra.
Volvieron a casa, a prepararse un café y conversar de lo que podía ser esa fiesta. Se apoyó en su mamá.
-Mami, te prometo que voy a hacer todo lo que pueda para que no te arrepientas de haber ido a mi graduación.
– Pero ¿qué me dices Ale? No me voy a arrepentir nunca, entregarte el diploma, va a ser el momento más hermoso de mi vida, que todo el mundo sepa que tengo una hija como tú, ya le da motivo a mi vida.
– Mamá, te quiero mucho y no quiero ser una carga, más bien quiero ser la que siempre voy a estar a tu lado cuando me necesites.
– Lo sé corazón, sé que me quieres tanto cómo yo a ti y aun cuando formes tú familia, vamos a seguir unidas.
– Mi familia ya la tengo formada, no necesito más de lo que tengo
– No digas eso, vas a ver que la vida te tiene preparado algo mejor. Y ahora vamos a dormir, ¿te parece?
– Si, me parece y también me parece que la vida me tiene algo mejor – le dio un beso y se fue a dormir, se quedó pensando con una sonrisa. Aunque no quería que su madre sufriera, no podía de dejar de estar contenta, con que Sofía no estuviera más en sus vidas, si por ella fuera su mamá sería para ella sola, y así se quedó dormida.
Al otro día Alejandra se levantó primero, preparó el desayuno y fue a despertar a Alicia, al entrar en la habitación hizo que se despertara, le dio el piquito al que estuvieron acostumbradas desde siempre.
– ¿Qué quieres, desayunar en la cama o te levantas?
– Ay que hija más mona que tengo, da gusto este trato
– Yo te trataría siempre así, hoy todavía más, tengo que mimar un poco a la que me va a diplomar – Alicia la tomó de la manga y la acostó a su lado.
– Así que esto es todo por conveniencia, pilluela
– ¡Claro! ¿No te habías dado cuenta? – mientras quedaban con las caras pegadas – que haces ¿te lo traigo o te levantas?
– Ya me levanto y voy. Gracias por ser como eres
– Y tú gracias por hacerme como me hiciste. Y ahora anda, levántate que te caliento el desayuno de nuevo – le dio otro pico y se fue un poco tocada.
Pasaron la mañana preparándose. Salieron corriendo a buscar unos zapatos de taco que le hicieran juego. Llevó su tiempo, pero prepararon todo. Almorzaron a las apuradas y comenzaron a prepararse, lo hicieron cada cual, en su habitación, querían darse el gusto de sorprenderse. Alicia ya la había maquillado, aunque no necesitaba mucho un poco de sombra realzaba esos ojos cristalinos como el de ella.
Si pretendieron sorprenderse, lo consiguieron, cada una estaba mejor, parecían hermanas, dos bellas hermanas.
-No me van a creer que eres mi mamá, que te parece si digo que eres mi hermana, pareces más joven que yo, los chicos del colegio van a andar atrás tuyo en vez de fijarse en mí.
– En ti, se van a fijar los chicos y los que no son tan chicos, estás preciosa
– Te creo, de tal madre ¿qué puede salir? Vamos, a ver si llegamos tarde.
Alicia llevaba unas zapatillas, no quería conducir con tacones y se los iba a poner cuando llegara, fueron tranquilas pero emocionadas, las dos estaban orgullosas del papel que les correspondía.
Llegaron y Ale le ayudó a ponerse los zapatos a su mamá dentro del coche.
Los padres ya estaban esperando, no querían perderse la graduación de su nieta bajo ningún motivo y la emoción al verla hicieron correr alguna lágrima por la cara de la abuela.
Entraron al salón y ahí se separaron, los graduados por un lado y los familiares en los asientos.
La ceremonia era emocionante para los involucrados y un poco aburrida para los que estaban en la espera. Iban pasando los alumnos y el familiar que le entregaba el diploma se levantaba a entregárselo en el escenario. La espera para algunos era tediosa, no era el caso de nuestras protagonistas que esperaban el momento con ansiedad. Tuvieron que esperar bastante, en vez del orden alfabético, a Alejandra la dejaron para lo último por recibir el diploma de honor, que era la culminación de la ceremonia.
Cuando Alicia sintió que pronunciaban su nombre para que subiera al estrado parecía que le temblaba el piso, veía a su hija esperándola, sintiendo las miradas extrañadas de los que habían oído que era la madre, y observaban a una mujer casi tan joven como la que iba a diplomar.
Tomó el diploma de manos del rector, que se lo entregó con las felicitaciones por lo bien que dejaba su hija a la entidad con las calificaciones. Cuando lo puso en manos de Alejandra, no se aguantaron, se unieron en un abrazo y las lágrimas brotaban de emoción, un aplauso cerrado, y las felicitaciones de los profesores terminaron de cerrar el festejo.
Se unieron con los abuelos que las habían invitado a cenar en un restaurant de categoría. Estos estaban orgullosos, no solo de la nieta, la hija también gozaba de su adoración, a pesar del trance que le había pasado, la madurez y dedicación les llenaba de orgullo, y más con lo que terminó siendo como un regalo, su nietita querida.
Al terminar de cenar, Alejandra comentó que tenía que ir a festejar, unas miradas de temor se cruzaron entre ellos, pero claro, con esas notas era difícil prohibirle el festejo.
No pensaba festejar con los tacones por muy bien que le quedaran, así que tenían que ir a casa. Cuando llegaron Alicia exteriorizo sus miedos.
-Ale, por favor, no tomes alcohol, diviértete, te lo mereces, yo te voy a llevar y me llamas para buscarte, pero por favor, no tomes.
– Mamá, pero como te parece que en una fiesta como esta no voy a brindar.
– Cariño, no estas acostumbrada, bebes y te pierdes, te puede pasar cualquier cosa, mira lo que me pasó a mí.
– ¿Lo lamentas mucho? – se quedó callada, no lo lamentaba, es más si pudiera hacer las cosas nuevamente sabiendo los resultados lo volvería a hacer.
– Ale, las cosas no salen siempre tan bien, yo agradezco que hayas nacido, es lo mejor que me pudo pasar en la vida, pero porque naciste tú, por favor mi amor, cuídate si te sientes mareada llámame, yo te voy a buscar.
– Entonces quedamos así, si me mareo tú me acuestas, deja que me quito los tacones, cosa que si me caigo no sea de tan alto, también te los puedes sacar tú, anda que vamos a estar más cómodas, voy a buscar la botella.
– ¿Qué botella vas a buscar?
– La que deje en el frigorífico para brindar.
– ¿Pero, no ibas a festejar?
– Y voy a festejar, que hacemos; festejamos así o nos preparamos para ir a la cama si nos mareamos.
– ¿Te vas a quedar conmigo?
– Y con quién quieres que festeje mejor que contigo. Yo me voy a poner para dormir, no sea cosa que sea tan peligroso tomar unas copas de cava, aunque si me ves mal me llevas tú.
– Si corazón, yo te llevo, claro que te llevo, anda a cambiarte, anda – se fue Alejandra a cambiarse, cuando volvió se había sacado el vestido y traía un camisón traslucido que dejaba adivinar abajo el conjunto que había estrenado. Al mismo tiempo Alicia estaba cubierta por la chaqueta del pijama y unas bragas moradas que se alcanzaban a atisbar cuando se meneaba un poco, sujetador no usaba para dormir, y para andar tampoco lo necesitaba.
– Eres una loquita divina, podías estar bailando con tus amigas y te quedas conmigo.
– También puedo bailar contigo, y seguro que la paso mucho mejor que con mis amigas, espera, pongo música y bailamos – conecto el reproductor y eligió una música lenta – ven tampoco es caso que nos cansemos – se apoyó en su hombro y se dejó llevar. Alicia sentía unos ramalazos de alegría que la transportaban. Su hija prefería estar con ella que con sus compañeros, se sentía como una adolescente, lo que no había vivido en su momento, lo estaba viviendo ahora, la comería a besos.
Estuvieron un rato bailando cuando Ale le propuso brindar. Abrieron la botella de cava, y allá fueron las primeras copas, estaban eufóricas y repitieron, cada vez las risas eran más sonoras, no estaban mareadas, simplemente querían dejar salir esa alegría que les daba el estar juntas. Se sentaron, como siempre Ale se recostaba sobre su madre. La cabeza sobre un hombro y la mano sobre el otro. Le encantaba besarle el cuello y apretar el lóbulo de la oreja con los labios.
– ¿Qué haces Ale? No me digas que te emborrachaste que me estas besuqueando.
– No necesito emborracharme para besuquearte, lo hago porque me gusta, y hoy quiero festejar, vamos a brindar.
– Yo brindo por la hija más linda, y más buena.
– Yo brindo por la mamá que hizo la hija más linda, más buena, más simpática y más estudiosa.
– ¿Y más modesta no?
– Estoy hablando de lo que hiciste tú no yo, el mérito es tuyo
– Ay que linda, mi amor, no abras puesto algo de tu parte, mira que yo sola seguro que no podía
– Eso lo dirás tú – y se volvió a apoyar contra su pecho, entre la flojedad de la camisola se le alcanzaba a ver un pezón enhiesto, le desabrocho un botón.
– ¿Mamá será que a mí se me pongan las tetas tan lindas?
– Pero mi amor, cómo que lindas, si las tuyas son preciosas, un poco más chicas, pero algo te van a crecer todavía.
– Es que son tan lindas las tuyas, pensar que yo estuve chupando de ellas.
– Bueno mi amor, eras pequeñita.
– ¿Es cierto que si sigues dando la teta te sigue dando leche?
– Sí, es cierto, no sé cuánto, pero sigue dando
– O sea que si me hubieses seguido dando todavía podía estar tomando ahora
– Si hubieses seguido, lo más probable es que no tuviera más teta.
-Ay no, entonces no; es tan linda, da ganas de chuparla pero así como está, déjame ver cómo se siente – diciendo eso agarró el pezón con los labios y le dio un chupetón.
– Ale ¿qué haces? ¿te parece qué es cosa de hacer?
– Me gustó, es tan tierna, anda jugamos a las mamas y me das la teta.
– ¿No te parece que ya eres bastante grande para jugar a eso?
– ¿No te parece que después de estudiar todo el año y sacarme las notas que me saqué, me podías dar ese gusto?
– Pero mi vida, ya eres grande para hacer esas cosas.
– Sí, pero tú sigues siendo mi mamá, tengo ganas, ¿qué te cuesta? Hoy quiero sentir todo lo que me quieres – Alicia respiró fuerte, no era que no quisiese hacerlo, pero notaba la excitación que le producían los cariños de Alejandra. Tampoco quería negarle ese caprichito, era cierto que se había esmerado todo el año, aparte el renunciamiento a que estuviera en la graduación con tal de no verla llorar, le había calado muy hondo.
– Esta bien, ¿quieres ser mi bebita? Vas a ser mi bebita; chupe, chupe mi corazoncito que mamita le da la teta – le dijo riendo mientras tenía el seno en la mano, ofreciéndolo a su boca, lo hizo de broma, pero Ale empezó a chupar con tal entusiasmo, que ya el gusto era para las dos.
La arrullaba con besitos en la frente, le encantaba y un fuego le recorría el cuerpo, tenía que pararla porque la excitación se estaba adueñando de toda ella – ya está mi cielo, ya fue bastante, anda deja ya, me vas a gastar la tetita mi vida – le susurró
– Tienes razón, aparte si te descuido la otra, se va a poner celosa – y diciendo eso se prendió a la otra con el mismo entusiasmo – en esta siento como te late el corazón, te voy a contar los latidos – a medida que iba chupando la frecuencia iba aumentando; ¿cómo le podía pasar eso con su hija?
– Ya está mi vida, ya jugamos bastante, deja ya – trataba de separarla, pero estaba con los ojos cerrados sorbiendo con una dedicación como si realmente sacara leche – bueno Ale deja, me vas a hacer daño – cuando escuchó eso se separó rápidamente.
– Perdóname, ¿te lastime?
– No, no me lastimaste, pero si seguías a lo mejor sí – ¿cómo iba a decirle lo que estaba sintiendo en ese instante? ¿qué clase de madre era?
– Uhm, bueno, pero otro día me las prestas de nuevo.
– Anda, no te da vergüenza andar haciéndote la niñita.
– No me hago la niñita, y contigo no me da vergüenza nada, eres tan linda, tienes la piel tan suave que da gusto besarte – la había desabotonada la camisa, y se dejó correr con los labios por su abdomen hasta el ombligo – mira el nudito precioso que te hicieron para terminarte – metió la lengua
– Quítate de ahí que me haces cosquillas.
– Pues ríete, que cuando te ríes parece que saliera el sol.
– ¿Pero Ale, que cosas dices, de donde sacas eso? Estás desatada, ¿un ataque de romanticismo?
– ¿Qué quieres? podías estar divirtiéndote y te perdiste de ir de paseo por estar conmigo, y no te lo voy a agradecer.
– No seas boba, no me perdí nada, en ningún sitio estaría pasándola mejor que lo que la estoy pasando contigo – Alejandra se acostó boca abajo con la cara apoyada sobre los muslos de la madre, pasaba la cara sobre ellos.
– Ves que te digo, que suave tienes la piel parece el culito de un bebe, da ganas de besarte.
– Qué ¿le andas besando el culito a los bebes?
– No, no tengo bebes para besar, pero si tuvieran el culito como tú, claro que se los besaría.
– Me parece que hoy andas con unas ideas muy locas.
– Lo que pasa que a veces me gustaría preguntarte cosas para sacarle las locuras a mis ideas, pero nunca estamos, así como ahora.
– ¿Y qué me quieres preguntar, a ver?
– ¿Cuándo yo nací? ¿te dolió mucho?
– Supongo que lo normal, no tuviste ningún hermano así que no puedo comparar.
– Entonces te dolió mucho; en las clases de sexualidad la profesora dice que duele mucho.
– Bueno Ale, las mujeres estamos preparadas para aguantar ese dolor.
– Yo no sé si estoy preparada, aparte ¿cómo te queda la vagina? la abuela dijo que yo pese como tres kilos
– Sí, eras bastante grande, pero me habían preparado y naciste sin problemas.
– Sí, pero a ti me imagino como te abra quedado, todo descuajeringado.
-Tampoco tanto, otros bebes son más grandes
– Pero a mí, me da rabia que por culpa mía te haya quedado esto mal – le dijo mientras con el dedo le recorría la vulva por arriba de las bragas.
– No me quedo mal mujer, después volvió a ponerse como antes – sentía esos dedos recorrerle la raja, y unos estremecimientos le recorrían el cuerpo.
– ¿Cómo te va a quedar igual? Yo veo a los recién nacidos, y me imagino cómo será el agujero por donde salieron. A ver muéstrame a ver cómo te quedó.
– ¿Pero estas loca? Cómo voy a andar mostrándote el coño
– ¿Y porque no? quien quieres que me lo muestre
– Bueno, no…sé… esas son cosas intimas, yo que sé quién te lo puede mostrar.
– Ya sé que son cosas intimas, por eso te lo pedía a ti, mis compañeras no tuvieron hijos, y la profesora de sexo me dijo que si quería verlo que fuera la casa y me mostraba, ella tuvo una hija, pero a mí me da no sé qué.
– Pues que se lo vaya a mostrar a la hija, que tú no necesitas ir a la casa de ella.
– Pero entonces muéstrame tú, ¿qué te crees, que me voy a asustar?
– Esta bien, te voy a mostrar, pero que no se te ocurra andar diciendo por ahí que tu mamá te mostró el coño
– Pero no, mamá, cómo voy a andar diciendo esas cosas.
Se quitó las bragas y se quedó sentada
– Así no veo nada, pon el pie arriba del sillón así abres un poco las piernas. Subió el pie y así medio de costado le daba lugar a Alejandra para que pudiera ver, le pasó la mano – no se ve que haya quedado tan grande, pero déjame ver – le metió un dedo en su cavidad – yo no me lo creo que salí por aquí, ¿qué era un churro?
– Nena, te dije que eso se dilata, saliste por ahí, ¿por dónde ibas a salir sino?
– Si claro, ¿pero tanto se puede estirar, a ver? – otro dedo quedo apretado adentro llevando a su madre al límite entre le angustia y el deseo
– Ale, quita la mano de ahí
– ¿Qué te lastimé? Perdona, pobrecita – y sin más le plantó un beso.
– Ale, pero estas loca, cómo me haces eso, soy tu madre
– ¡Y sí! te hice sufrir tanto que aunque sea un beso te mereces; es tan suavecita, déjame ver bien, mira que linda se ve, tú eres linda por todos lados.
– Ale, por favor quítate mi amor, ya miraste, anda ya está bien – Alicia ya no aguantaba más, desde que habían llegado que todo lo que hacía su hija la llevaba al límite y sus barreras de contención se estaban desmoronando.
– Mamá y esto que está aquí es el famoso clítoris, ay que chulo que se ve, uf parece que está palpitando.
– Ya basta mi amor, soy tu madre.
– Ya sé que eres mi madre, por eso te hago esto, mira qué bonito se lo ve seguro que es sabroso – y se lo aprisionó con los labios. La voluntad de Alicia se vio superada por la terrible excitación que su hija había desencadenado, sentía esos dedos penetrando su almeja y la lengua hacer cumbre en su promontorio produciéndole un orgasmo como nunca había sentido.
Quedó medio tumbada en el sillón, mientras sentía como seguía lamiendo todos los jugos que había derramado. Se echó a llorar, no podía creer lo que había pasado, no lo creía de ella y no lo creía de Alejandra, como habían llegado a ese punto.
– Mamá, porque lloras, ¿te hice daño?
– ¿Te das cuenta lo que hicimos? Eres mi hija
– Tú no hiciste nada, y yo te hice lo mejor que pude
– Pero no te das cuenta que esto no tendría que haber pasado, soy tu madre
– Ya lo sé, o te crees que esto se lo podía hacer a alguien que no fueras tú, lo único que quise hacer es darte un momento de felicidad por tantos que me diste tú, si no lo hice mejor es porque no sé.
– Ale, esto es incesto, somos madre e hija, no tendría que haber pasado.
– ¿Qué incesto es? ¿tienes partes que son incesto y otras no? te beso en la cara, en el cuello, te chupo las tetas y no es incesto, ¿Qué, te voy a dejar embarazada porque te bese el coño?
– Bueno… las tetas tampoco me las tendrías que haber chupado.
– Lo que pasa, es que no te gustó, ¿qué quieres? yo quería darte la satisfacción como hace Sofía, pero solamente vi algunas cosas en internet. Me hubieses dicho lo que te gustaba, yo con tal de verte feliz, te haría cualquier cosa, pero bueno, hice lo que pude, por lo menos me podías reconocer el mérito de tratar – ahora la que lloraba era ella apoyada en el respaldo del sofá.
– Ale, no llores, comprende, no es si lo hiciste bien o mal, es que no tendrías que haberlo hecho.
– Porqué Sofía te lo puede hacer pero yo no, dime mejor que no te gustó, a lo mejor ni llegaste al orgasmo, pero no me digas que lo que te hace ella no te lo puedo hacer yo que soy tu hija.
– Justamente porque eres mi hija, no tendrías que hacerlo.
– O sea que ella te puede hacer feliz, yo no; mamá, no me vengas con esa canción, si te gusta más ella, vete con ella, ya sé que lo va a hacer mejor que yo, pero ten en cuenta, que como te quiero yo, nunca te va a querer Sofía. Perdóname si te amargué, me voy a acostar, no terminó como yo pensé.
– ¡No te vayas!, ven aquí – la arropó entre sus brazos y besó esos ojos llenos de lágrimas – bobita, no llores más. ya sé que Sofía nunca me va a querer como tú, tampoco yo voy a querer a nadie como te quiero a ti, lo que pasa es que hay cosas que la sociedad lo ve mal, hay límites que no se pueden pasar sino seriamos como los animales ¿comprendes?
– Porque nos amemos no somos igual que los animales, nosotras no nos apareamos, no tenemos cría entre nosotras, solamente nos queremos, ¿está mal eso? Tú sacrificaste tu vida por mí, ¿está mal que ahora quiera hacerte feliz? ¿acaso no te lo debo? ¿Sería más buena gente si no me importaras?
– No mi vida no. Ay Ale, me haces un matete en la cabeza, parece que siempre tienes razón, y como lo dices, es que la tienes. Tú me quieres; yo te quiero; tú quieres hacerme feliz y yo también, pero hay cosas que no podemos hacer. ¿Porqué? ¡No sé! Tienes razón cariño, quizá tengamos que pensar más en nosotras que en lo que piensa la gente.
– Mamá, tampoco nadie tiene porque saber esto si no quieres.
– Mejor que no lo sepan, dirían cualquier barbaridad, pero nosotras nos queremos y eso es lo principal – quedaron abrazadas un rato.
– Mamá, ¿te gustó como te hice? ¿pude hacer que tuvieras un orgasmo?
– Claro que me gustó lo hiciste muy bien, ¡y si! tuve un orgasmo, porque lo pones en duda.
– Es que como yo no sé, tampoco voy a pretender que te pueda hacer sentir lo que te hace sentir Sofía.
– Ale, termina con Sofía, tú eres mucho más que ella, y lo que me hiciste sentir, ella nunca podría hacerlo.
– ¿De verdad? ¿y es muy lindo cuando tienes un orgasmo?
– ¿Nunca tuviste uno?
– ¿Y con quién quieres que lo tenga? Nunca tuve novio
– No me digas que nunca hablaron de masturbarse entre las chicas.
– Sí, según ellas todas lo hacen, pero no sé, yo traté, pero se me irrita el coño y me arde.
– Ale ¿nunca te agarra cómo un picor por ahí, y te da ganas de tocarte?
– Y sí, ahora me está dando ganas, pero ya te dije lo que me pasa.
– A ver, ven aquí – le metió la mano bajo las bragas para acariciarla suavemente – estas mojadita, si se hace con cuidado no tendría que irritarte, ven vamos al dormitorio que te enseño – la llevó de la mano con unas ganas locas de enseñarle como es el placer de un orgasmo.
Llegaron al lado de la cama y la abrazó con fuerza
– Sabes, para sentirlo bien, hay que prepararlo como hiciste tú conmigo, ¿quieres jugar a la mamá?
– Yo sí, si me dejas me pasaría chupándote esas tetas divinas.
– Ah no, ahora el juego no es así, ahora la mamá vas a ser tú
– ¿Yo, yo voy a ser la que te de la teta?
– Sí, y yo voy a ser la que va a mamar de esas divinidades – le sacó el camisón y se quedó mirando la belleza que tenía por hija – mira que bien te queda este conjunto, pero vas a ver que sin el sujetador te queda mejor – se lo sacó, y quedaron a la vista en todo su esplendor esos senos dignos de la mejor escultura. Se sentó en la cama, así le quedaban a la altura de su boca, la aproximo y se adueñó de ellas, mordió con los labios esos pezones que reaccionaron a su contacto con petulancia. Ale soltó un suspiro
– Mamita, me gusta mucho este juego.
– Pues entonces juégalo bien, que ahora la mamita eres tú y yo la que mamo. Mientras seguía con el juego, con la mano le iba recorriendo la rajita con suavidad extendiendo toda la humedad que le brotaba por el coño. Ale cada vez estaba más metida en el juego, empezaba a sentir lo que nunca había sentido, separaba las piernas, quería más de esa medicina, algo estaba apropiándose de su cuerpo y le encantaba, sentía como un revulsivo que empezaba en sus senos y como un picor dulzón se extendía hasta su vulva.
– Mamá, mamita, creo que sí que me viene, por favor sigue mamita – Alicia sin dejar de chupar fue bajándola las bragas.
– Acuéstate que te las saco – se le sacó y miró esa almejita virgen. Sabía que según lo que hiciera ahora, no había marcha atrás. Lo sabía, pero ya había pasado la frontera de los prejuicios ajenos – ¿sabes? Tengo ganas de darte un beso de verdad – la atrajo y unió su boca a la suya. Alejandra primero puso los labios como para sus piquitos, pero cuando sintió la lengua de su madre forzar los suyos, se dejó llevar. Era una sensación nueva, una sensación que la llenaba de gozo, y aparte esos dedos que le mimaban el conejito.
– Mamá me viene, ahora sí, o es un orgasmo o me meo.
– Aguanta cariño, agárrate de los pies y échate – se agarró de los pies y quedo toda ofrecida.
– Mamá, así parezco un bicho bolita
– Pues vas a ver lo que le hago yo a este bicho bolita, no te sueltes los pies – y sin más, unió sus labios a los de Ale abriéndolos con la lengua hasta llegar a su perlita, esta soltó un gemido, era un placer desconocido y sentía que se derretía, los músculos del abdomen se le tensaron hasta que como si se hubiera roto una represa, se sintió ir de la forma más maravillosa con que pudiera haber fantaseado.
– Mamita, ¿qué me hiciste, fue maravilloso?
– Pues sigue sujetando los pies que lo mejor está por llegar – Alicia sabía que la niña se había corrido de apuro. Ahora con más tranquilidad quería que disfrutara del orgasmo sabiendo lo que le venía. Penetraba ese agujerito virgen con delicadeza, sabía que con su lengua no podía romper el himen y le podía dar un placer desconocido, recogía sus jóvenes jugos y lubricaba el camino al detonador de sus placeres.
Ale se desesperaba, gozaba tanto que no sabía si le dolía, sentía su cerebro perdido en las sensaciones que subían de ahí abajo, temblaba, esa lengua al pasar por el clítoris le producía una electricidad que la hacían estremecerse, hasta que no pudo más y después de haber contraído todos sus músculos, sintió como se vaciaba en la boca de su mamá.
Alicia recogió esa corrida como agua bendita, la sentía como si fuera parte de ella, y algo de razón tenía, ella la había engendrado, y en ella se reconocía.
– Mami, mami, ¿esto es lo que no podíamos hacer? ¡Pero si es maravilloso!
– Si mi amor, claro que es maravilloso, y tú eres maravillosa, no sabes el gusto que me ha dado saber que es tu primera vez
– Y no sabes el gusto que mi primera vez haya sido contigo, te quiero mamá, te quiero mucho, y eso que me hiciste sentir a mí, quisiera hacértelo sentir a ti todos los días.
– Tampoco hay que abusar, ¡pero sí! cuando quieras voy a estar para ti
– ¡Yo voy a estar para ti! Vas a ver qué voy a aprender bien y voy a hacer que tengas los mejores orgasmos – la besó con pasión, se montó sobre su muslo, pasó el brazo por atrás del cuello y la atrajo, entre beso y beso no dejaba de mirarla a los ojos, deslizó la otra mano por su cuerpo hasta llegar a su vulva. Con suavidad abría sus pliegues recorriendo el sendero desde su clítoris hasta la fuente donde encontraba los líquidos que servían de lubricante para volver a este, rodeaban su puntita delicadamente mientras la miraba con seriedad, quería observar la magnitud de su goce – Alicia sentía esos dedos elevándole a constelaciones que nunca había imaginado, veía en sus ojos todo el amor que quería brindarle, deseaba esa boca y la estaba esperando con la suya entreabierta, como si lo hubiese adivinado, Alejandra sumergió la lengua entre sus labios, robándole todo su aliento, cerró los ojos y empezó a chuparla como si de un falo se tratara, dejaba que se retirara para después absorberla hasta quedar pegada a sus labios, los temblores recorrían su cuerpo, esos movimientos ralentizados en su vulva la ponían frenética pero al mismo tiempo alargaba el momento del placer, un placer dulce, atemperado que hacía vibrar todo su cuerpo esperando el momento de la explosión; quería aprender le dijo, ¿qué más necesitaba aprender? Se lo dijo en un susurro
– Mi amor ¿qué quieres aprender si me estas matando de gusto? Sigue mi vida, sigue cariño, asiiií, asiiií, ¡me corro Ali!, ¡me corro! aaahhh asiiiiii mi amor, no pares aahhhhhh…
Lo sintió como nunca, quizá fuera el morbo de que fuera su propia hija la que la elevaba a esas alturas del placer, pero se dio cuenta que eso es lo que quería, y le iba a costar mucho resignarse a no tenerlo.
– Ves mamita que esto no puede ser malo, no le hacemos mal a nadie y verte así es como una bendición – se llevó los dedos a la boca y los chupo – te ves hermosa y sabes muy sabrosa – le agarró la mano y la llevó a impregnarse los dedos con los jugos de su reciente corrida para chuparlos con deleite hasta que no quedaban más jugos – mami, dame más – y le volvió a empujar la mano. Alicia la miraba arrobada, empapó los dedos en su intimidad, para regresarlos a la boca de Ale, en ese instante se dio cuenta que le daría hasta su sangre si se la pidiera.
– No mi amor, no puede ser malo, pero para la gente sí, ¿acaso conoces a alguien que haga esto entre madre e hija?
– Tampoco conozco a nadie que sepa lo que hacemos entre nosotras, tranquilamente podía haber un montón que lo hiciera y no me enteraría ni me importaría enterarme. El asunto es, que si no es malo para nosotras no es malo para nadie.
– Uhmm, siempre tienes razón, lo malo para mí va a ser cuando vayas a formar tu familia y lo nuestro no tenga razón de ser.
– No sé qué familia tenga que formar que no la tenga formada. Tengo una madre que amo y es todo para mí, tengo unos abuelos que me quieren y los quiero, ¿qué más puedo pedir? No creo que haya algo mejor que lo que tengo, teniéndote a ti, no necesito nada más.
– Hijita, la vida no es tan simple, ¿Qué pasaría si alguna vez se sabe lo nuestro?
– ¿Qué pasaría? ¿nos metemos nosotras en la vida de los demás? Mamá, la vida no será simple, pero no la compliquemos nosotras. Tu muéstrame los riesgos y déjame que busque los medios para evitarlos. Yo te voy a cuidar siempre, así como me cuidaste tú a mí, yo lo voy a hacer contigo.
– ¿Qué vas a ser? ¿Mi hija, mi mujer, mi amor?
– Tu mujer no voy a ser, no voy a ser la mujer de nadie, las que lo son después se pelean y si te he visto no me acuerdo, dejan de serlo. Yo soy y seré tu hija y lo seguiré siendo, porque eres mi madre y lo seguirás siendo, y seré siempre tu amor porque te amo y siempre te amaré – la atrajo nuevamente y la acaricio mientras besaba su frente. Era como si se hubiesen trastocado los papeles, y la hija tomara el papel de la madre.
Alicia se dejó hacer, sentía tan adentro ese sentimiento de ternura que le trasmitía, que se abandonaba a sus caricias, a la sensualidad del contacto de sus desnudeces, con sus senos pegados parecía que sus corazones latían en la misma frecuencia.
– Mi amor, eres lo mejor que me pudo pasar en la vida, la hija más maravillosa que alguien pueda tener
– Si es así, es gracias a ti, porque mamás hay muchas, pero como mi mamá ninguna.
– Y así, abrazadas, juntas, haciendo de su devoción un todo, pasaron los límites del amor filial, para encontrar el amor absoluto