Somos la combinación perfecta, ella tiene 29 y yo 23, todo es perfecto incluso cuando follamos

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CAPÍTULO 1

El amor no siempre es fácil de encontrar, y cuando lo encuentras resulta que no es el adecuado para ti, le falta esto o aquello, es esto o lo otro, y muchas veces cuando lo tienes en las manos lo dejas ir, sin embargo, algunas personas dicen que lo que es tuyo siempre vuelve…

Mi trabajo era demandante, sin embargo, regularmente acudía al gimnasio para mantener la condición que logre durante mi adolescencia y ahí tenía el tiempo suficiente de poner atención a todos y cada uno de los personajes (principalmente a las mujeres) que desfilaban para entrenar casi a la par mía; después de dejar mi jobbie favorito (kickboxing) y convertirme en una respetable doctora intente dejar en el pasado todos los problemas que conseguí por estar metida en esos “lugares de mala muerte” (como solía llamarlos mi madre) donde participaba en peleas clandestinas para sacar mi estrés y saciar mi ego, sin embargo, gran parte de las personas que iban al gimnasio me conocían desde siempre, por la exclusividad del lugar y por las constantes agresiones que sufría el sitio por chicas insolentes que no sabían perder una pelea. El kickboxing siempre ha sido mi pasión, y por eso para finalizar mi rutina me dedicaba a golpear el costal del gimnasio por lo menos una hora en cada visita, después de eso, caminaba hasta mi casa para darme una larga ducha y recordar a mi familia, para terminar, cenando comida rápida para microondas y dormir 6 horas, para nada buenas porque casi siempre terminaba despertándome a mitad de un sueño que nunca lograba recordar, y volvía a dormir intentando retomar el sueño, pero esa espantosa alarma me hacía saltar de la cama y casi correr hacia mi celular para arrojarlo y que me dejara dormir tranquila, pero una vez despierta me era casi imposible volver a dormir, así que para comenzar mi día me dirigía al baño a abrir la ducha fría para que me hiciera reaccionar de una buena vez, cepillaba mis dientes, me arreglaba mi hermosa melena rizada, y ponía un poco de maquillaje en mi rostro, el cual se limitaba a poner mascara a mis pestañas largas y rizadas, un poco de delineador en una línea muy fina y labial color vino, colocarme mi uniforme y mis relucientes zapatos blancos. Al salir de mi recámara y dirigirme a la cocina, habían pasado ya 40 minutos desde que me despertaba, así que me preparaba fruta picada, con un poco de granola y mi reglamentario jugo de naranja (que era lo único que consumía en mi casa), arrojaba mi recipiente a mi bolso, tomaba mi maletín, las llaves de mi camioneta, mi celular, me colocaba mis anteojos y salía; me encantaba conducir mi camioneta, una hermosa Cadillac Escalade blanca con asientos de cuero y un equipo de sonido módico, que me hacía retumbar la cabeza cada vez que se me zafaba algún tornillo y decidía poner mi alocada música que según algunos vecinos me hacía parecer todo menos una doctora, pero realmente me importaba poco, cuando estaba de buen humor subía el volumen, pisaba el pedal casi a fondo y me perdía de mi realidad, por lo menos hasta llegar a la clínica, una vez ahí terminaba mi mundo paralelo y salía a encontrarme con la realidad.

– ¡buenos días Carlita!, ¿que tenemos para hoy?

– ¡Buenos días Dra. Santiago!, para empezar el Dr. Michael la espera en dirección, su paciente de las 9 canceló así que puede ir sin problemas, a las 10 viene Romancito a que le retire los puntos de sutura, y a las 11 está programada la cirugía de la Sra. Velazco.

– ¿perdón Carla, pero, quién es la señora Velazco y porqué carajos me programan una cirugía sin siquiera avisarme de que demonios la tengo que operar?

– Disculpe doctora –me dijo la asistente con cara de miedo- yo solo sigo las órdenes que me dio el doctor Michael, imagino que sobre eso quiere hablar con usted, pero yo…

– Discúlpame Carla, – no deje que terminara de hablar- sé que no es tu problema, perdón por hablarte de esa manera –le di una palmada en señal de paz y me dirigí a la oficina del director de la Clínica, el Dr. Michael Saldaña Valle renombrado cirujano, conocido por sus allegados como Mich Saldaña y al que yo llamaba “Bitch Migraña” por las constantes encrucijadas que me hacía pasar por su falta de tacto al tratar temas delicados o al tomar decisiones importantes, además de la confianza que nos teníamos. Toqué su puerta de madera, que siempre estaba abierta y le gustaba que siempre permaneciera así- ¡Buenos días pequeña y odiosa Migraña! – y solté una gran carcajada al ver la cara que ponía al yo llamarlo de esa forma, al mismo tiempo que tomaba asiento frente a él.

– ¡Buenos días mi hermosa Fernanda, flautista de las lesbianas de Hamelin! Jajajaja

– ¡Calla imbécil, alguien puede oírte! – y le lance un lápiz que había sobre su escritorio, y al parecer debí haber sido vidente, pues en ese momento Michael dejo de reír y me hizo señas hacía la puerta, y al voltear me encontré con una sonrojada Carla, observándome como si fuera un alien, y al momento de verme bajo la mirada al suelo y pidió permiso para pasar.

– Lamento interrumpir, pero acaban de llamar del área de emergencias, necesitan a la Dra. Fernanda, y yo sé que tenían un pendiente, pero me dijeron que la necesitan, y yo….

– Está bien Carla – le dije, e intente tocar su hombro para calmarla, pues el escuchar las idioteces de Michael le llego muy de sorpresa, pues a pesar de ya llevar casi un año trabajando conmigo, y de yo estar 5 años trabajando en esa clínica, nadie conocía nada de mi vida fuera de ahí, y mucho menos de mis preferencias sexuales mayormente inclinadas hacia las mujeres, nadie a excepción de Michael. Pero ella le dio mucha importancia a esto y evito mi contacto, haciéndome retroceder. – Me retiro Michael, regreso en un tiempo libre, tenemos algo pendiente, permiso Carla- y me retire sin decir más.

Al llegar al área de urgencias corrí a recepción con los paramédicos para que me informaran, al parecer un accidente automovilístico, un menor de 8 años y un varón de 36 años, el más grave era el niño y era para quien requerían de mis servicios, corrí al quirófano a prepararme mientras los demás doctores y enfermeras lo intubaban e intentaban estabilizarlo.

– ¡Diagnóstico doctor! –grite a mi colega que recibió al menor.

– ¡Estallamiento de bazo, hemorragia interna, fracturas costales, fractura de clavícula y al parecer una fractura craneal! Su padre está en el quirófano contiguo, la madre está en la sala de espera, necesitamos dar todo Fernanda –respondió mirándome con ojos de esperanza, había pocas posibilidades para el estado en el que llego.

– Daremos todo, vamos doctores, alguien espera a este chiquitín afuera – le hable a mi equipo intentando dar ánimos, pero, sobre todo, intentando darme ánimo a mí, había perdido ya dos vidas en mis manos a lo largo de mi carrera, y no es nada sencillo salir a derrumbar las esperanzas de las personas que esperan por sus familiares. Iniciamos la cirugía, duramos unas cuantas horas, pero tal como lo habíamos pronosticado, fue imposible salvar la vida del niño, y como cirujana responsable de ese paciente me correspondía salir a dar la noticia…

– ¿Familiares de Giovanni Pereira? –pregunte con ganas de que la tierra me tragara y no tuviera que dar esa horrible noticia, cuando una mujer un poco más alta que yo y de hermosa figura que estaba en la puerta mirando al vacío se giró mirándome y se dirigió hacia donde yo estaba, no había notado su semblante hasta que estuvo a unos cuantos metros de distancia, su piel estaba muy pálida y sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar, empecé a temblar a medida que se acercaba más y justo cuando la tenía enfrente, Roxanne, la jefa de enfermeras en urgencias me llamo para decirme: Su esposo también murió, Giovanni era hijo único, trata de calmarla un poco antes de darle la noticia, hace un momento se puso histérica.

Sus palabras me hicieron ponerme aún más nerviosa, no era la primera vez que daba este tipo de noticias, pero ese día ni yo misma entendía porque me sucedía esto.

– ¡Doctora, soy la madre de Giovanni! Todo salió bien verdad, en que momento puedo pasar a ver mi bebé, necesito verlo, tuve que dejar algo importante para poder estar con mi pequeño… -las palabras salían de su boca con mucha fluidez y euforia, la mujer no estaba preparada para lo que venía, y yo tampoco….

– Señora….

– Dra. Cansino – me interrumpió- Fiscal del Distrito –me dijo con una mirada de orgullo y una sonrisa encantadora que me hizo temblar el alma, no sabía si por la noticia o por su belleza.

– Dra. Cansino, hicimos todo lo posible, lamentablemente el estado de su hijo era grave y no… -no me dejo terminar de hablar y estalló en un llanto incontrolable acompañado de gritos ahogados y golpes hacia todo lo que encontrara a su paso, incluyéndome yo L, que lo único que hice fue abrazarla para inmovilizar sus brazos, y ahí fue la primera vez que demostró que era una “cabeza dura”, solo vi que los enfermeros corrían hacia mí y el doctor detrás de ellos, con jeringa en mano apuntó a su muslo y la sedo, aunque no cayó a mis pies como en las películas y telenovelas, no señoras y señores, el doctor se llevó unas cuantas cachetadas y yo varios golpes y patadas, entre otras cosas…..

Después del altercado y ya controlada la situación se la llevaron a una habitación para monitorear el estado de shock en el que había caído, yo estaba preocupada supervisando que la atendieran bien, puesto que hasta mi bata blanca que me coloque al salir de cirugía estaba manchada de sangre, estaba intentando ver donde se había lastimado para ordenar que curarán sus heridas, cuando empecé a sentir el dolor en mi costado izquierdo al girarme ante el llamado de Roxanne, la adrenalina disminuía sus niveles y mi percepción del dolor aumentaba, Roxanne me dijo que necesitaban revisarme, le respondí que no era necesario, que había que encontrar el origen del sangrado en la Dra. Cansino, ella solo me dio una sonrisa comprensiva y me dijo: la sangre no es de ella, es tuya Fer. En ese momento corrí al baño y efectivamente, el espejo me mostraba una cortadura en la barbilla, al menos 4 centímetros, mi labio inferior hinchado y sangrando y mi pómulo rojo y a punto de sangrar, me quite la bata y levante mi camisa, palpe lo más que el dolor me permitía, al parecer solo eran los golpes y no había nada roto, salí al encuentro con Roxanne y de repente todo se puso negro, empecé a temblar y me desvanecí.

Cuando desperté estaba en una cama dentro del hospital, aún tenía mi uniforme puesto, un suero colocado en mi brazo y un poco de dolor, frente a mi estaba sentada mi chica, como solía llamarla, Brenda, quien fue mi pareja por 2 cortos años y con quien planee toda una vida, sin embargo, la vida dio giros inesperados y comprendimos que estábamos mejor separadas, así que a pesar de no ser “nada” manteníamos una especie de relación abierta, con sexo y todo incluido, ella era mi único contacto de emergencia así que para cualquier asunto relacionado a mi salud siempre aparecía ella con su perfecta sonrisa a alegrarme mis días.

– Hola chiquita –mi ronca voz hizo que volteara de golpe a verme, regalándome una sonrisa y caminando hacia mí.

– Hola bebé, olvidaste comer otra vez… -se acercó a mi dándome un piquito en los labios y acariciando mi rostro- ¿quién es la perra a la que hay que asesinar? –preguntó mirando con cara de furia las heridas y moretones en mi rostro- no entiendo cómo es que no pudiste defenderte, podías haberla noqueado, esto dejará cicatriz –toco la herida en mi mentón haciéndome dar un salto y reír por la forma en la que hablaba, al ser mayor que yo por un par de años y más alta que yo por 10 cm (yo mido 1.60) siempre había sido sobreprotectora conmigo, eso era lo que me encantaba de nuestra relación.

– Relájate mujer –tomé sus manos y las besé- no podía golpearla, entiéndela, fue una noticia demasiado fuerte para ella, además creo que eran su única familia, estaba completamente sola en la sala de espera, ¿Qué tiempo llevo aquí?

– No me voy a relajar hasta verte bien –me miró como si viera a un perrito abandonado a punto de morir- llevas casi 1 hora desde que te desmayaste, independientemente de los golpes, no te has alimentado bien, estas más delgada, no sé qué te pasa, no respondes mis llamadas, rara vez abres tu whatsapp, pensé que estabas bien, la última vez que nos vimos estabas bien –a medida que me hablaba iba subiendo su tono de voz, estaba un poco alterada por mi estado. Y es verdad me alejé de todo desde hace poco más de un mes, la última vez que nos vimos visité su bar, platicamos de todo un poco y terminamos en mi casa haciendo el amor en la sala. Pero no era por mí, era mi trabajo que últimamente me absorbía mucho tiempo. – ¡te llevaré a casa! –exclamó sin darme tiempo a negarme y salió de la habitación.

A los pocos minutos llego un joven enfermero y me saludó, indicándome que me retiraría el suero y que en un momento vendrían los doctores a hablar conmigo. Al salir entro la doctora Parra y Michael, la pareja de médicos más dedicada que haya conocido, a darme su sermón sobre mis cuidados, mi salud y el exceso de trabajo, yo sólo escuchaba y asentía, no estaba de ánimos para contradecirlos.

– Fernanda tienes 27 años, eres una cirujana increíble, pero no te estás dando tiempo para ti, tus bajas de glucosa te pueden llevar a algo más grave y lo sabes, no te quiero ver aquí hasta que mejores tu estilo de vida –me habló fuerte Michael con Katherine parada a su lado. Eran una pareja de 38 y 35 años respectivamente, amigos muy cercanos a mí, desde que empecé mi carrera en la facultad de medicina y trabajaba en varias cosas para poder mantener mis estudios.

– ¿me estás despidiendo? –pregunté con los ojos llenos de lágrimas.

– Para nada Fer –respondió Kathe con una sonrisa- te estamos dando unos días libres para que te mejores, en cuanto estés bien puedes retomar tu trabajo, por lo mientras seguirás recibiendo tu pago normal, no tienes que preocuparte de nada, anda a descansar –me dio un beso en la mejilla y un abrazo muy emotivo- Brenda nos informará de todo, así que no quieras engañarnos –me guiñó un ojo y salió.

– Cuídate Fer, yo me encargaré de hacer el papeleo necesario para las actas de defunción así que no será necesario que te quedes, te dejo en buenas manos.

– ¡Espera Mich!, que pasó con la Dra. Cansino, ¿sabes algo sobre el funeral? –pregunté para saber si podía acudir a acompañarla.

– Ella sigue sedada, en cuanto sepa algo te aviso, no te preocupes –me abrazó Mich y salió detrás de su esposa.

En cuanto salieron entró Brenda, muy emocionada por la noticia. Yo ya estaba sentada en la cama, corrió a abrazarme y correspondí su abrazo enrollando mis piernas en sus caderas, juntamos nuestras frentes y comenzamos un beso tierno, Brenda empezó a morder mis labios ocasionándome un poco de dolor haciéndome soltar un ligero gemido, pero no le di importancia y poco a poco empezamos a profundizar el beso, jugando con nuestras lenguas mientras mis manos recorrían su espalda y las suyas tomaban mis glúteos, el beso estaba tomando un rumbo más pasional y decidimos detenernos, no era el lugar ni el momento, nos compusimos y salimos de la habitación dirigiéndonos a mi cubículo para recoger mis cosas, íbamos caminando juntas haciéndome bromas para distraerme y yo sonriendo ante sus ocurrencias, cuando llegamos a mi oficina Carla estaba hablando por teléfono con mis pacientes, imagino que para re-agendar sus citas con alguien más, en cuanto entramos me sonrió tímidamente y al terminar su llamada me pidió hablar un momento.

– Dra. Santiago, quiero ofrecerle una disculpa por lo de la mañana, le aseguro que no hablaré ni diré nada –todo me lo decía con su mirada en el piso y jugando con sus manos como la jovencita que era, tenía 21 años, y tal vez sus ideales no eran similares a los míos, pero no era justo recriminarle sus acciones, nadie es quien para juzgar.

– No te preocupes Carlita, no pasa nada, no es algo que haya ocultado o quiera ocultar, simplemente me gusta separar mi vida laboral de mi vida personal –le di un beso en la mejilla y ella correspondió, me despedí de ella y con mis cosas en mano le pedí me informara a mi móvil cualquier asunto. Brenda me esperaba en la puerta de mi oficina, observando toda la escena con cara de sorpresa, pues no sabía lo que había ocurrido, una vez afuera tomo mi maletín en su mano izquierda y me ofreció su brazo derecho, lo tomé y caminamos juntas al estacionamiento, saqué mis llaves y se las entregué sonriendo lo más que podía por mis heridas.

Con la caballerosidad que siempre la caracterizó quitó la alarma de mi camioneta y abrió la puerta del copiloto, entregándome mi maletín y cargándome como unas recién casadas para subirme al asiento, atrayendo varias miradas curiosas del personal de la clínica que caminaba por ahí, haciéndome reír aún más, una vez sentada y con el cinturón de seguridad que ella misma se aseguró de ponerme, tomó el maletín de mis manos, cerró la puerta y rodeo la camioneta por detrás para arrojar mis cosas al asiento trasero y subir al lugar del chofer, encendió la camioneta, colocó la velocidad y cuando puso ambas manos en el volante y empezó a conducir, vi su mano izquierda con el anillo puesto, recordando nuevamente como le pedí que fuera mi esposa.

Era su cumpleaños número 29, yo tenía 23 años y llevábamos de novias 13 meses, cada día me hacía pensar que nuestra vida era perfecta, pedí permiso de salir temprano en la clínica del Dr. Michael donde trabajaba y aprendía de los mejores para poder graduarme ese año, prepare una fabulosa cena y prepare nuestra habitación con música a bajo volumen y aceites aromatizantes para ambientar nuestro nido de amor, a las 9 en punto como lo prometió, mi princesa (como yo le decía) entró a la casa, con sus clásicos pantalones de mezclilla ajustados a su figura, sus botas de piel negra con un tacón un tanto alto, su camiseta sin mangas presumiendo sus tonificados brazos y su chaqueta de cuero negro que hacía ver su rostro igual al de un ángel en el cuerpo de mi chica ruda, resaltando sus ojos grises un delineador negro, sus labios pintados de un ligero rosa pálido y su nariz larga y recta concordaban perfectamente con ella haciéndola lucir prácticamente de mi misma edad, literalmente, me tenía idiotizada, yo la esperaba recargada en la puerta de la cocina, con un vestido negro ajustado, de largo a medio muslo, de cuello alto y sin mangas, mis zapatillas como siempre altísimas para poder besarnos sin problema, mi cabello recogido en un alto peinado para nada difícil que aprendí a hacer gracias a youtube y con la loción que ella adoraba, al verme corrió hacia donde estaba y la recibí con un largo beso y un profundo abrazo, la extrañaba y la necesitaba cada vez más, empezó a bajar sus labios por mi cuello y muy a mi pesar la detuve, la cena se enfriaría y mis planes cambiarían rotundamente, le dije “en el closet de la habitación de huéspedes te deje tu primer regalo de la noche, ve a cambiarte mientras sirvo la cena”, me dio un último pico y corrió cual niña pequeña a la habitación (a esas alturas conocía muy bien la casa) no tardo ni 15 minutos en arreglarse tal y como lo esperaba, el vestido rojo le sentaba de maravilla, sus tacones eran preciosos y su cabello negro cayendo por sus hombros descubiertos con esas ondas tan características de ella la hacían ver mortalmente sexy, “¿cómo me veo? –me preguntó girando frente a mí dejando a mi vista su espalda y sus perfectos glúteos- te ves guapísima –le respondí acariciando su trasero, para finalmente abrazarla por detrás y tomar sus senos entre mis manos, rozando mi pubis contra sus nalgas – tenemos que cenar mi amor –se separó de mi guiñándome un ojo y dejando mis ansias al full”. Se sentó a mi izquierda, sirvió las dos copas de vino blanco y brindamos “Por un año más de éxitos –levante mi copa y respondió- por un cumpleaños más al lado de una maravillosa mujer –y me dio un beso cargado de lujuria, chocamos nuestras copas y bebimos”, comenzamos a degustar los platillos mientras nos poníamos al tanto de nuestro día, había dejado a Raquel a cargo del club para poder estar juntas toda la noche, mientras avanzaba la cena yo estaba ansiosa por la pregunta que tenía que hacerle, entre besos y bromas recogimos la mesa y mientras me agache a poner las cosas en el lavaplatos se acercó por mi espalda, simulando penetraciones chocaba su pelvis contra mi trasero mientras me tomada fuertemente de las caderas y me decía “no sabes cuánto deseo usar un juguetito contigo bebé” yo sólo me reía e intentaba ponerme en pie, en el tiempo que llevábamos juntas jamás habíamos utilizado juguetes sexuales aunque me lo había insinuado más de una vez, ambas estábamos un tanto mareadas, nos habíamos terminado una botella de vino y otra botella de whiskey, una vez de pie y con ella abrazándome desde atrás caminamos entre besos y manoseos hasta mi habitación donde había dejado un pequeño pastelito en mi tocador y una pequeña y disimulada caja de terciopelo negro en el centro de mi cama adornada con pétalos de rosas rojas por todos lados igual que su vestido, por la luz tan tenue no lograba distinguirse, pero yo sabía de memoria donde tomarla, encendí la velita de su pastel y le dije “si deseas tanto lo que me dijiste, pídelo con fuerza, tal vez se te cumpla –y le lance un beso al aire”, Brenda cerró sus ojos un momento y sopló la velita, volteó hacia mi empezando a besarme acaloradamente, ella sabía que me calentaba mucho que me mordiera los labios, mientras nos besábamos ella acariciaba mis senos y metía su pierna en medio de las mías, poco a poco y sin dejarnos fuimos caminando hasta mi cama, que estaba en el fondo de la habitación, tropezando con una caja forrada y con un moño dorado, nos vimos a los ojos y le dije “adelante, es tu segundo regalo de la noche, al parecer alguien escucho tus plegarias” y soltamos una sonora carcajada, se agacho a recoger el paquete y empezó a desenvolverlo mientras agitaba la caja intentando adivinar el contenido, mientras lo hacía yo camine a la cama y tome la pequeña caja entre mis manos que habían empezado a temblar, me di la vuelta y la vi aun intentando abrir el paquete, estaba algo torpe por el alcohol y la ansiedad, “alto ahí –le dije casi gritando, ella me vio con ojos de interrogación- antes de que termines necesito saber algo que me ha estado robando el sueño –soltó el paquete y me miró atenta- ¿quiero saber… si tú… amm… diablos había preparado un discurso que sonaba convincente… -bebé me pones nerviosa, ¿estás bien?- si ammm… necesito saber si tú que has robados mis pensamientos desde esa noche en el club, si tú… quieres pasar el resto de nuestras vidas juntas, te quieres casar conmigo? –hasta ese momento Brenda no había puesto atención a lo que jugaba entre mis manos, y una vez que hice la pregunta me pare junto a ella y abrí la cajita, mostrándole un anillo de oro blanco, con un gigantesco diamante rosa, por el cuál tuve que trabajar horas extras cubriendo los turnos nocturnos de la clínica- ¡por Dios mi amor, esta precioso, por supuesto que quiero, soy la mujer más feliz de la tierra, voy a ser la envidia del club! –gritaba eufórica entre lágrimas y corría como loca mirando su dedo anular donde lo había colocado.- ¿puedo seguir con mi regalo? –pregunto mientras tomaba nuevamente la caja logrando abrirla por fin, lo miro con sus ojos brillantes y poco a poco se formó una sonrisa algo satánica en ella, mientras sus dedos recorrían aquel arnés con un pene negro de goma que me había ayudado a escoger la señorita del sex-shop, se puso de pie y empezamos a besarnos nuevamente, esta vez con más cariño, mientras me abrazaba con sus sexys brazos y yo la jalaba de su nuca profundizando el beso, se bajó de sus tacones para estar más a mi altura (literalmente), empezó a besar mi cuello mientras sus manos bajaban a mi trasero y lo sujetaban con fuerza, dando unos pequeños apretones haciéndome gemir de deseo mientras yo alborotaba su melena, bajo sus manos un poco más y empezó a subir mi diminuto vestido, su boca ya había alcanzado mis senos y los mordisqueaba a través de la tela mientras mis manos apretaban su cintura atrayéndola más a mí, mi tanga ya había quedado al descubierto y cuando ella subió nuevamente a mi boca aproveché para tomarla del trasero y empezar a bajar el cierre oculto que estaba a un costado, terminé de bajarlo y ella ya jadeaba de deseo, traía puesto un conjunto de lencería de encaje rojo, mismo que yo había comprado especialmente para ella, sus pezones estaban erectos y su abdomen marcado subía y bajaba al compás de su acelerada respiración, una vez semidesnuda ella terminé de quitarme mi vestido que ahora fungía como blusa, para quedar en igualdad de condiciones aunque yo no llevaba bra, se acercó y con un ligero empujón me tiró sobre la cama y se sentó a ahorcadas sobre mí haciéndome el calor de su sexo en mi pubis, tomando mis muñecas con un poco de fuerza las subió sobre mi cabeza y empezó a recorrer con su lengua desde mi cuello hasta el inicio de mis pechos, una vez ahí nos miramos a los ojos y me regalo un “te adoro” seguido de unas intensas succiones a mi pezón izquierdo para después dejarlo y hacer lo mismo al derecho, los mordisqueaba ocasionándome escalofríos y un calor tremendamente grande en mi entrepierna, bajo a besos por mi abdomen besando con más intensidad el girasol que estaba tatuado sobre mi cadera, continuó su camino y al llegar a mi tanga dio un lametón a mi vagina, tomo la tanga con sus finos dedos y empezó a bajarla, dejé caer mis tacones y elevé mi cadera para ayudarla con su tarea, levante ambas piernas para que pudiera sacarla por completo, beso mis pies, mis tobillos, mis pantorrillas hasta llegar a mis muslos, mientras me flexionaba las piernas hasta casi juntarlas con mi pecho, “quédate así –me dijo mientras se levantaba y con gran maestría se deshacía de su ropa interior, mientras pegaba su boca a mis labios vaginales haciéndome gemir, cuando se levantó ya traía el arnés puesto”, estaba sonando en las bocinas “habits de Tove Lo” cuando empezó, separando mis piernas froto la punta de su pene en mi vulva, rozando mi clítoris que estaba hinchado y húmedo de mis fluidos, una vez bien lubricado me penetro muy suavemente, casi haciéndome suplicarle, dios, era un juguete algo grande para mi estrecha vagina que había tenido penes dentro más nunca “misiles” pero era su regalo de cumpleaños y traté de ocultar el asombro de mis ojos al sentirlo completamente adentro, empezó a bombear suavemente mientras yo jugaba con mis pezones y la animaba a seguir, mis gemidos empezaron a aumentar cuando bombeaba fuerte y profundo y cuando estaba a punto de llegar se detuvo, me jaló a la orilla sin sacar el pene de mi interior, me tomó por las nalgas y me levantó mientras yo enrollaba mis piernas en su cintura y empezaba a cabalgarla al tiempo que nos besábamos y me decía cosas tiernas al oído, su condición física le permitía cargarme sin límite de tiempo, y mientras me mordía mi mentón y mi cuello llegué a mi primer orgasmo de la noche, cubiertas en una fina capa de sudor me bajo a la cama y me pidió que me colocara en cuatro, empezó a dar lametones en la entrada de mi vagina, introduciendo su lengua mientras con sus manos buscaba mis pechos y los apretujaba suavemente, empezó a pasar su lengua desde mi clítoris hasta mi perineo mientras yo enterraba la cara entre las almohadas y apretaba las sábanas con mis puños, deje de sentir su lengua para empezar a sentir su nuevo juguete dentro de mí, cerré los ojos y me deje llevar, Brenda pego sus pechos a mi espalda y empezó a penetrarme más fuerte, con su mano izquierda jugaba con mis pezones y con la derecha estimulaba mi clítoris mientras yo sostenía fuertemente el peso de las dos, empecé a temblar y a gemir anunciando mi corrida, mientras me decía al oído “córrete para mi bebé” y a punto de llegar se salió de mí y prendió su boca a mi vulva para recibir mi orgasmo sin dejar de jugar con mi clítoris, me dejé caer de bruces sobre la cama, recobrando el aliento, se recostó a mi lado con una enorme sonrisa, estiré mi mano a su entrepierna y el arnés ya no estaba, solo sentí sus empapados labios y su pequeño clítoris demasiado duro, empecé a besar su delicado rostro y …

– ¿en qué piensas muñeca? –preguntó Brenda haciéndome volver a la realidad.

– En nada chiquita, sólo estoy un poco cansada, la situación de hoy me estresó bastante –me miró con cara de que no me creía ni un gramo de las palabras que acababa de soltar, pero me siguió la corriente.

– Bien Fer, son las 2:48 de la tarde, hay una contadora hambrienta, una doctora que necesita alimentarse urgentemente y un restaurant cercano a tu dulce hogar, ¿qué dices?

– Digo que ya es mucho con que me hayas venido a traer, tu negocio se va a volver un caos sin ti, y yo tengo comida en la casa…

– ¿mucho?, ¿mi negocio?, ¿comida? –repitió cual perico las palabras claves de mi diálogo, volteó a verme- nunca va a ser suficiente Fernanda, prometimos estar en las buenas y en las malas, antes que todo eres mi mejor amiga, tu siempre vas a estar antes que mi negocio y que cualquier otra cosa, y en cuanto a tu comida, esas porquerías para microondas no pueden llamarse comida –casi me gritó para finalizar su respuesta.

– Está bien, pero mejor compramos algo y cocinamos en la casa –le sonreí para desaparecer su enojo, siempre funciona.

– Perfecto, hacemos una pequeña parada en el súper mercado y compramos para hacer una lasaña, ¿quieres? –me preguntó con su mejor sonrisa.

– ¡quiero!, pero con una condición –levante mi dedo índice poniéndole ojos de gato de shrek

– Dime

– Después de comer quiero que me invites una copa –me miró negando- anda, por los viejos tiempos –le guiñe un ojo.

– Ok, pero solo una y después regresamos a tu casa para que descanses.

Encendí mi música y empezó a sonar “habits” haciendo que nos viéramos y empezáramos a reír al mismo tiempo, piso el acelerador al integrarse a la avenida rumbo al centro comercial, cuando llegamos se estacionó, apago todo y bajo corriendo para abrirme la puerta, una vez cerradas las puertas activo la alarma y nos adentramos al lugar, empezamos a caminar buscando las cosas y colocándolas en el carrito, pusimos pasta, varias verduras y nos faltaba un poco de carne, fuimos a salchichoneria jugando como solíamos hacerlo, al llegar nos atendió un joven muy bien parecido, y empezó a ofrecernos pruebas de muchísimas cosas interrumpiendo nuestro pedido a la señorita de al lado, Brenda empezaba a molestarse por las intenciones del tipo, pues en varias ocasiones me hablo en doble sentido, ella únicamente me puso el brazo en el hombro dejando a la vista su anillo de compromiso, yo no sabía cuál era la molestia de Brenda, el chico era guapo, sexy, tenía unos labios muy lindos y yo le seguía el juego coqueteándole en tanto podía hasta que demonios, vi una argolla de matrimonio colgando en su pecho, en ese momento deje de jugar y tomé de la cintura a mi amiga, al parecer el no captó el mensaje, ni el abrazo ni el anillo en la mano de Brenda, entonces ella marcó su territorio, con su brazo izquierdo en mi hombro giró mi rostro y me empezó a besar mientras que con la derecha disimuladamente me apretó mi glúteo, seguido de una pequeña nalgada que me hizo saltar y ponerme del color de un tomate, le guiño un ojo al boquiabierto joven y seguimos nuestro camino.

– ¿todo bien? –le pregunté a Brenda al notar su cara de pocos amigos, yo sabía que estaba de mal humor por el episodio con el tipo de salchichoneria, pero intentaba sacarle platica.

– Estaría mejor si fueras menos coqueta con la gente –me dijo con voz apagada

– Lo siento –fue lo mejor que supe decir, la tomé del brazo y le di un beso en la mejilla. Ninguna de las dos lograba superar nuestra ruptura, menos con los acercamientos constantes que teníamos, tal vez hicimos las cosas demasiado rápido o quizás, sólo quizás era la diferencia de edades y de ambiente laboral que siempre remarcaron las chicas del bar.

Mientras pagaba en caja empezó a sonar mi celular que cargaba en el bolsillo de mi uniforme, por el timbre sabía perfectamente que era Mich.

– Hola Mich, en que puedo ayudarte

– Hola Fer, molesto tu descanso solo para avisarte que la Dra. Cansino acaba de ser dada de alta, el funeral de su familia será mañana al medio día en el Valle de los Ángeles –hice una nota mental para recordar lugar y hora.

– Oye, ¿no tiene más familia? –pregunté

– Fer, estamos hablando de la familia Cansino Ramos, por supuesto que tiene familia, una enorme familia de abogados de gran prestigio, ¿por qué tanta curiosidad?

– Simple empatía Mich, nos vemos en el funeral –y termine la llamada.

Brenda me esperaba con las bolsas en la mano, una vez en la camioneta nuevamente encendí la música y empezamos a corear las canciones más pop que se puedan escuchar, al entrar al conjunto residencial varios vecinos un tanto chismosos voltearon a saludar a Brenda, quien ya era bien conocida por la pareja que fuimos, pero que hace bastante tiempo no pisaba este lugar (al menos de día), y al bajar de la camioneta fuimos atacadas como estrellas de cine.

– Hola doctora Santiago –saludo una vecina que regaba sus flores frente a mi casa- veo que por fin volvió tu prometida, ¿ya hay fecha para la boda?, espero mi invitación…

– Hola señora, yo se la llevo con todo gusto, ahora con su permiso necesito comer urgentemente –y caminamos cargando las cosas hasta la puerta, Brenda saco su llave y abrió para dejarme pasar a mi primero.

– Vaya vecinita, aún no pierde su toque, si supiera que he venido más veces de las que cree –bromeo Brenda haciéndome reír.

Llegamos a la cocina y empezamos a sacar todo lo necesario, mientras ponía a cocer la pasta Brenda limpiaba los vegetales, fui a poner música, desde siempre odiábamos estar en silencio, empezó a sonar “she Will be loved de Marron 5”, al regresar Brenda cantaba animadamente, limpie la carne fresca y la puse a cocinar mientras ella cocinaba los vegetales, continuamos moviéndonos por la cocina, entre utensilios e ingredientes, la música seguía y preparamos todo, dejando hornear la lasaña en el horno, fuimos a sentarnos a la sala con unos vasos de jugo que ella sirvió. Estaba recostada sobre su hombro cuando su teléfono empezó a vibrar, rápidamente lo saco y sonrió al ver la pantalla, se disculpó y se levantó para contestar fuera de mi vista, sentí como se encogió mi estómago y mi corazón al imaginarme que era su novia oficial, con la que estaba intentando superar nuestro fallido compromiso. Pero no tenía por qué sentirme así, fue decisión de ambas y yo intentaba hacer lo mismo con la falda o la bragueta que se me cruzara por enfrente, aún así me levanté para verla por la ventana, estaba sonriendo y caminando de un lado a otro, de repente vio la hora en su reloj y negó, siguió negando hasta que la vi empezar a tornarse roja, la vena de su frente comenzó a notarse y era una clara señal de que estaba molesta, cuando me vio parada en el umbral de la puerta por fin terminó la llamada diciendo

– “hoy no puedo amor, otro día será, te quiero”.

Camino hacia mí y tomándome de la muñeca me llevo adentro con el argumento que la comida se quemaría. Sacamos la lasaña, se veía deliciosa, servimos en total silencio, saco una botella de vino tinto y sirvió dos copas

– “una copa previa no nos hará daño” -yo me encogí de hombros quitándole importancia a las recomendaciones médicas.

Terminamos de comer en total silencio, algo la había incomodado, pero yo no sabía que, así que me levante.

– Tengo postre –le dije mientras caminaba y sentía su mirada a mis espaldas.

Volví con dos platos con pie de queso y zarzamora, puse el suyo en su sitio y comencé a comer, terminé y su plato seguía intacto.

– Voy a darme un baño, si quieres puedes llevarte la camioneta, yo no la ocuparé –le dije por fin atrayendo su atención.

– ¿qué? –pregunto como si no hubiera escuchado

– Que voy a darme un baño y recostarme a descansar –le dije ante la mirada atónita que me daba.

– Estás loca si crees que me hiciste cocinarte en vano, pediste una copa en mi club y eso te voy a dar –me hablo con su tono de voz un tanto alto.

– Jajajaja ok, termina tu plato y levanta todo porfa.

Salí de ahí como alma que lleva el diablo pues sabía que aborrecía limpiar todo el desastre que hacíamos en la cocina, me di una ducha de agua tibia, cepillé mis dientes y me arreglé para una larga noche. Un diminuto short que apenas cubría mi trasero, una camiseta negra con mangas cortas con la leyenda “sexy” estampada a la altura de mis senos, mis tacones negros altos como siempre, mi cinturón de cuero negro, melena levantada en una cola alta, ojos delineados, labios con un poco de gloss, mi reloj en la mano izquierda, unos billetes en el bolsillo trasero, unos disparos de loción en el cuello, pecho y muñecas y salí de mi habitación para ver a Brenda mirando mi antigua agenda que tenía en el librero debajo de mi pantalla, la cerró en cuanto me vio. Solo meneo la cabeza y tomo mi mano para salir. Condujo hasta su club, que a esa hora empezaba a abarrotarse de gente, me tomó de la mano para entrar, saludamos a Raquel en la entrada y nos dirigimos inmediatamente a la barra, atrayendo las miradas de las chicas que trabajaban ahí y uno que otro conocido que asistía.

– ¡hola muñeca, que milagro que pisas estos suelos nuevamente! –me grito saludándome Silvia, la bartender principal del club.

– ¡hola Chivis, ya ves, necesito desestresarme! –respondí, al tiempo que miraba que Brenda rodeaba la barra para supervisar rápidamente a las chicas mientras las saludaba, recibiendo comentarios al oído y sonrojándose a veces.

– ¡¿qué gata te pateo el trasero nena?! –pregunto Chivis viendo mi rostro amoratado y con puntadas.

– ¡al parecer una muy grande! –respondí con risas al recordar mi ajetreada mañana.

– ¡pide lo que quieras muñeca, voy a saludar a René (la DJ) y vuelvo contigo! – me dijo Brenda mientras me tomaba de la cintura.

Y así fue como empezó mi noche únicamente para observar hacia las mesas, hacia la pista que estaba un tanto llena, mientras ella regresaba y al regresar mi mirada a la barra frente a mi estaba una copa de Martini y detrás de ella esos hermosos ojos grises que volvieron a hipnotizarme como la primera vez que los vi…

La conocí en una fiesta a los 22 años, los chicos de la facultad decidieron ir a festejar el fin de curso a un frecuentado Club llamado Brenda’s Dolls, era un antro-bar abierto a todo tipo de público que estaba en función desde las 3 de la tarde hasta que el último cliente saliera, ese ha sido su lema desde siempre y la raíz de nuestros problemas como pareja, pues bien, ese día yo llevaba puesto un vestido entallado de color blanco con un amplio escote que llegaba por debajo de mis senos y por la espalda completamente descubierto hasta el inicio de mi trasero, unas zapatillas plateadas con un tacón de 12 centímetros, mi cabello suelto con los risos perfectamente arreglados, unos lentes de contacto para no utilizar mis anteojos, el piercing de mi nariz, mi reloj y una cadena con un dije de plata que nunca me quitaba. Eran las 9 de la noche cuando pise por primera vez ese club, varios de mis compañeros y amigas ya estaban adentro, mande un mensaje de texto para ubicarlos y al intentar ingresar al club una chica de más o menos mi estatura me pidió un beso a cambio de dejarme pasar, yo sólo reí nerviosamente y me negué, en ese momento detrás de ella apareció Brenda (que en ese entonces yo ni su nombre sabía) con cara de pocos amigos diciéndole a la chica que se hiciera a un lado y dejará de molestarme, yo solo le agradecí le guiñé el ojo y camine hacia adentro, preguntándome en mi mente quién era esa chica de lindos ojos grises, me encontré con mis amigos y empezamos a pedir varios tragos, al cabo de un rato y más animados empezamos a bailar la excelente música que estaba mezclando la Dj, cuando nos cansamos de bailar e intercambiar parejas regresamos a nuestra mesa, y un guapo mesero se acercó a mi lugar entregándome una copa de Martini con una servilleta que decía “te espero en la barra, el primer asiento está reservado para ti”, yo guarde la servilleta y me bebí mi trago de una sola intención, necesitaba darme un poco más de valor para encontrarme con ese tipo que no estaba para nada mal. Me levante de mi lugar excusándome que iría a tomar aire, cuando llegue a la barra me senté en el primer banquillo y espere menos de un minuto para que frente a mi apareciera la misma chica de ojos grises y me sonriera por primera vez, hipnotizándome y dejándome cara de idiota al no creer que hacia yo ahí, mi primera reacción fue levantarme para irme, pero enseguida ella tomo mi muñeca y me dijo “si quieres le hablo a Frank (el mesero) para que converses con él” volví a sentarme y fue cuando empezamos a platicar y conocernos, empecé a tomar con ella y con el paso de las copas empezaba a sentirme un poco mareada, mis amigos ya hace rato se habían despedido suponiendo que me iría con mi nueva amiga, eran ya las 4 de la madrugada y la gente en el club empezaba a disminuir considerablemente, para ese momento ya sabía varios datos de ella por ejemplo que se llamaba Brenda Peña, tenía 27 años, era contadora de profesión y dueña del club que estaba pisando además de algunas vinaterías de la ciudad, tenía unas curvas condenadamente peligrosas, era lesbiana y estaba soltera. Llamo a la misma chica que me tope en la entrada y le dijo algo al oído, después me dijo que ya era muy tarde y que sería mejor que me llevara a casa ya que consideraba peligroso enviarme en un taxi, acepté la invitación pensando en un final bastante sexual para mi noche, me guío por el estacionamiento para encontrarnos con un auto deportivo, un Dodge Challenger de color negro y al imaginármela conduciendo se me hizo una imagen bastante sexy de ella, me abrió la puerta y dejo que me sentara para colocarme el cinturón de seguridad y cerrar la puerta, después subió ella y al encender el carro me pregunto mi dirección, yo estaba bastante ebria a decir verdad y le sugerí que fuéramos a su apartamento o a un hotel, arrojándome al mismo tiempo a besarla torpe y desenfrenadamente, ella correspondió solo un poco y cuando sintió mis manos bajando por su cuello me detuvo y me dijo “espera muñeca, quiero hacer las cosas bien contigo”.

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