Sonia trabaja ofreciendo su compañía y su cuerpo, todo esto sin que su marido lo sepa. Le es infiel, se deja maltratar y así es mas feliz de lo que fue en mucho tiempo
Sonia había quedado un poco dolorida de su tarde iniciática con su “amo”. Pero también había quedado tremendamente satisfecha en todos los sentidos. Se había sentido dueña de su cuerpo y poseída, tanto por su propio deseo, como por el deseo de un extraño, que le había pagado por someterse a sus caprichos. Y eso la había llenado, hacía tiempo que no se sentía así en su aburrido matrimonio.
Caprichos, eso es lo que ella se iba a poder permitir ahora con esa cifra extra que acababa de engrosar su cuenta.
Así es que en esa tesitura, estaba dispuesta a seguir explorando nuevas posibilidades que le reportaran nuevas satisfacciones. Y estaba claro que a su amo ocasional también le había gustado ella, porque recibió un par de semanas más tarde un nuevo mensaje de la agencia solicitando sus servicios para el mismo.
Esta vez la necesitaba para una velada nocturna, entre las 11 y las 3 de la mañana, le decían en el mensaje. Esto era mucho compromiso, a ver como le decía a su marido que iba a salir de noche y regresar de madrugada cuando ella no había hecho eso casi nunca. Una vez en la verbena del barrio porque salió con las amigas del yoga y poco más. Esto era un reto más difícil. Pero el siguiente mensaje también era del importe, esta vez estaba dispuesto a pagar 400 euros, lo que era 150 más que la tarifa habitual. Su “amo” es evidente que sabía dónde empezar a tocar para convencerla. Respondió con un mensaje de petición de información adicional para saber a qué se iba a atener, porque nadie regala duros a pesetas, se dijo.
Desde Am…or le contestaron que pasaban la información y que ya sería el cliente el que contactase con ella para cerrar definitivamente, o no, el acuerdo. Una vez acordado ella debería confirmarlo con la agencia.
Pasase lo que pasase, a ella esa conversación y el morbo subyacente ya le habían erizado los pezones hasta lo indecible y le hacían daño presionados en el sujetador. Y su amigo del sur también se había despertado previendo una nueva situación de placer extremo.
Así anduvo el resto de la mañana, mientras terminaba las faenas de la casa. En su ardor guerrero se dejó llevar una vez más por ensoñaciones sobre lo que pretendería de ella esta vez, ¿castigarla más duro?, ¿atarla a la cruz aquella que vio en el estudio?, en estas ensoñaciones andaba cuando le sonó el móvil, solo una vez y se cortó. Era el de él. Así es que se fue hasta el cuarto de baño y se encerró. Estaba sola en casa pero no quería que alguien pudiese llegar por sorpresa y le diera un mal rato.
Espero tres minutos y volvió a sonar de nuevo, lo cogió, ansiosa, excitada, pero tratando de mantener las formas.
– ¿Si?
– Hola, ¿puedes hablar? – Su voz era melodiosa y firme
– Sí, mi amo. Se atrevió a ir adelantando acontecimientos
– Bien perrita. – Se le notaba la satisfacción en la voz por esa píldora de sumisión que ella había sabido utilizar.
– Te llamo para concretar la cita.
– Sí, mi amo, pero quisiera saber un poco mejor en que va a consistir y también el tema horario que es un poco intempestivo para mí.
– Verás, esta vez se trata de que asistas conmigo a un club.
– ¿En público?- se escandalizaba y se excitaba a la vez ella
– Si pero muy restringido, seremos tan solo 12/14 parejas de amos/as y esclavos/as.
– Pero… – inició ella la frase
– La discreción es norma en nuestro círculo, y te aseguro de que no te encontrarás a nadie conocido, y en el caso de que así fuera quedará obligado a guardar silencio por las reglas que imperan en esto.
– Ya, pero es que me van a ver otros que no son usted, y eso me da vergüenza.
– No te preocupes, romperemos el hielo previo y una vez en faena seguro que no te importa nada.
– No me hago a la idea, yo solo quiero ser suya.
– En este caso eso no será así, el Círculo monta una sesión de Inquisición. Esto implica que cada amo, cederá a su sumisa o sumiso para que el tribunal designe los castigos a aplicar y quien de los amos lo aplicará. Tan solo al final de la sesión si no hemos coincidido antes tendremos un rato para nosotros. Sé que puede resultar algo distinto, pero te aseguro que eres de las más bellas que acudirán y te tendrán en adoración permanente.
– Amo, no estoy muy segura de esto.
– La agencia me ha pedido el doble por tu tiempo, pero además ya sabes que puedo ser muy generoso, y en este caso reconociendo tu entrega, podrás sacar mil euros de la sesión.
– No es el dinero, o al menos no lo es todo, de verdad, amo, es que me sentiría muy desprotegida, vulnerable en una sesión con más gente, tenga en cuenta que soy muy novata y apenas me he estrenado.
– Bien, tengo que contestar mañana. Piénsatelo esta tarde y mañana me pones un mensaje. Y si es positivo nos veremos el sábado por la noche.
– Gracias amo. Así lo haré.
Una vez más los remordimientos, las dudas, la calentura, todo mezclado para sentirse, deseada, culpable, infiel, poderosa, sumisa, esa vorágine que la tuvo caliente el resto del día. Tuvo que masturbarse un par de veces esa misma mañana, y en cada masturbación el deseo la llevaba a imaginar las escenas vividas con su amo en el estudio y amplificarlas por diez para meter a otros actores que aún la ponían más caliente si eso era posible. Porque tenía que reconocer que el morbo de estar en una “orgía” aunque fuera en modo sado, le ponía. La sacaba lo más sucio de sí misma, y sus corridas de esas masturbaciones lo ratificaban.
La decisión iba a ser que sí, eso lo tenía claro. Mil euros eran muchos euros pese a la comisión de la agencia, que solo actuaba sobre los 400 iniciales, el resto serían suyos directamente. Pero, qué excusa poner para llegar tan tarde. Y al volver ¿cómo iba a disimular las señales? La última vez tuvo que andar varios días muy tapadita para evitar que se le notasen los moratones. Si esta vez iba a ser más gente suponía que habría más señales. En fin, se encomendó a sus santos y santas y esperó la llegada de la tarde. La llegada de su pareja y los niños a la casa no terminaba de sacarla de sus elucubraciones. Pero parecía que los hados estaban a su favor, los niños, lo suficientemente grandecitos le dijeron que el fin de semana habían quedado con los del equipo de baloncesto porque jugaban una especie de torneo 24 horas en un pueblo dormitorio de las cercanías de la ciudad, por lo que no volverían hasta el domingo por la tarde. Su marido parecía que no sabía cómo decirle algo, pero al final se atrevió:
– Verás nena, es que… los amigos me han invitado a ir a ver el partido del equipo de fútbol, ya sabes que me gusta mucho, y que como estamos así tuve que renunciar al abono este año, juegan en Valencia, y vamos en autocar y volvemos en cuanto acabe el partido pero como poco llegaremos aquí a primeras horas de la mañana. ¿te molestaría?
Que cosas tiene la vida, se lo ponía a huevo, porque no hay cosa más digna que encima de que te piden un favor, quedar como la ofendida, y sacar una posición de ventaja adicional.
– Claro, aquí nadie piensa nada más que en sí mismo, y yo de esclava (un chisporroteo de placer le llegó desde el sur al nombrar la palabra mágica) todo el día, preparando comidas, ropas y vosotros a vivir la vida. Y yo a encerrarme el fin de semana…
Esto dicho con la voz lo suficientemente compungida y un atisbo de mohín lloroso, más un pequeño arrebato de enfado eran más que suficientes para que todo el mundo se sintiera pésimamente mal y tuviese una conciencia culpable de aúpa.
Una lluvia de disculpas, con arrumacos de los niños, con promesas de compensación posteriores, y más arrumacos, cayeron sobre ella que se dejaba hacer ahondando la sensación de pena en los demás. Hasta que al final dijo las sacrosantas palabras.
– Está bien, iros, a ver, si es que no me queda otro remedio que ser la tonta de la casa y quedarme aquí encerrada mientras vosotros os lo pasáis de muerte.
Lo siguiente que hizo nada más quedarse un ratito sola en casa, fue ponerle un mensaje a su amo para indicarle la aceptación bajo las condiciones económicas pactadas, y ponerse a su disposición para que le indicase vestimenta para la sesión. Su excitación iba pareja de sus miedos por esta nueva experiencia, pero tal y como se había comportado su “amo” en la primera ocasión creía que podía confiar en él y estar segura de que no pasaría nada que ella no quisiera.
Su amo le contesto al poco, para decirle que no necesitaba nada especial para la sesión, debería de vestirse con un corsé, medias a juego, tacones altos y un abrigo largo que la cubriese por la calle. La recogería en su coche a las 22.30 del sábado, en una esquina cerca de donde quedaron la primera vez.
¿Un corsé?, ella no usaba de eso, tendría que comprarse uno, por lo demás la situación era simple y sin complicaciones. Salió de compras al día siguiente a 24 horas del evento. Y se eligió en una tienda de lencería del centro un precioso corsé negro con ribetes rojos, se lo probó y le quedaba de infarto, su pecho, quedaba realzado y exuberante asomando por el balcón que se formaba con las dos copas que apenas si lo sostenían. Y las ballenas le alisaban el vientre de forma espectacular, se vio muy guapa y pensó que iba a gustarle más a su amo. También se imaginó que con esa prenda se cubriría de posibles azotes en la espalda. Eso sí al apretarle la cintura, el trasero aún quedaba más expuesto y atractivo además, se lo probó ya en cas con los tacones y se gustaba, el culo subía de forma que resultaba incitante. De los azotes en el culo sí que no me libra nadie, si es que me dan ganas de dármelos yo misma, pensaba.
El sábado a las 9 de la noche ya no pudo cenar. Estaba sola desde por la mañana y pese a haberse querido poner a hacer cosas de la casa, al final terminaba excitada y sentándose en el sofá a masturbarse. Tres corridas llevaba ya y estaba cansada, menos mal que una reparadora siesta la dejó lista para afrontar la noche.
Se metió en la ducha, se depiló a fondo, sin dejar más que una sombra de vello sobre el pubis. Se perfumó, se calzó las medias y las enganchó al corsé, se ajustó los corchetes de la nueva prenda, se sentía un poco agobiada, pero su figura mejoraba como no se había visto hacía tiempo, se calzó los zapatos negros de tacón con plataforma que eran sexys y cómodos. Y se dispuso a ponerse su abrigo negro sobre el cuerpo desnudo para salir a la calle. Estaba excitada y su coño no dejaba de mandarle avisos de alarma por calentura.
Solo estuvo tres minutos exactos en la esquina, por un momento se sintió muy puta, “es como si hiciera la calle”. Su amo llegó puntual y elegante, iba vestido de negro completamente, incluida la corbata. Un “buenas noches” serio pero cálido le dio la bienvenida al coche, en el que se acomodó y sintió el contraste del calor exterior.
– Tardaremos unos veinte minutos en llegar, no está lejos. Le dijo.
– Lo que sea necesario señor.
La sonrisa de su amo, era de complacencia. En ese momento le sonó el aviso del móvil. Lo miró discretamente para comprobar que se había transferido el dinero prometido por la agencia. Él le alargó un sobre en el instante.
– Supongo que era el aviso del pago acordado. Aquí tienes el resto prometido.
Ella, muy digna ni lo miró, lo guardó en el bolsito que llevaba. A él también le complació esta muestra de confianza.
Mientras que llegamos te contaré como irá la sesión. Cuando llegues, estaremos en un ambiente cómodo y cordial, tan solo algunas normas para cumplir: Siempre estarás un poco detrás de mí, sobre mi izquierda, con la vista al suelo, pero sin exagerar, solo puedes hablar si alguien se dirige a ti, y si es otro amo. Si es otro esclavo/a, me habrás de pedir permiso para hablar, si es en mi presencia, si no, estás liberada de ese paso. Si te ordeno sentarte te sentarás con las piernas ligeramente abiertas y las manos a los lados, debe de apreciarse tu sexo. Podrás ser tocada por cualquier otro amo de la sala, pero siempre que él me haya pedido permiso a mí. Al final de cada frase, la palabra es señor, amo es solo para mí. Para cada cosa que quieras hacer o decir, primero mírame y pídeme permiso. En la copa de bienvenida se explicarán las normas del juego. Espero que nos lo pasemos bien.
– Si mi amo
Llegaron al lugar, era una casa en el casco histórico. Antigua, pero en buen estado aún. Tenía una cochera anexa a la que pasaron tras dar una clave en un portero automático. Desde la cochera pasaron a un ascensor y este se abrió en una sala que para ella era grande, comparándola con su piso de protección oficial, el lujo y los detalles predominaban, dos lámparas de araña que se veía que eran vetustas iluminaban la estancia donde se encontraban ya casi todos los invitados, porque ella experta en colas, contó casi de inmediato unas 20 personas.
Una mujer vestida solo con un escueto arnés, con los pechos desnudos y sujetos por anillas se les acercó y les pidió los abrigos muy educadamente. Él se quitó el suyo quedando con su traje negro completo, y ella hizo lo mismo, quedando casi desnuda a los ojos de todos.
Efectivamente se colocó a la izquierda de su amo y bajó la vista, pero el murmullo sobre su desnudez se había extendido y sintió los ojos clavados de toda la sala. Su amo se acercó a dos parejas que departían amigablemente con una copa en la mano.
– Saludos Tron, felicidades como siempre por el ambiente, te superas cada vez.
El felicitado le estrechó la mano efusivamente, y la miró a ella.
– Enhorabuena, te veo esta vez mejor acompañado que nunca.
– Un descubrimiento afortunado. Es mejor sumisa de lo que pensaba cuando me inicié con ella, y quiero irla haciendo avanzar en el mundillo.
– ¿Me permites?
– Por supuesto… y le hizo un gesto a ella.
Tron se acercó y le levantó la barbilla, le sobó a fondo los senos, que casi se le salen del corsé, y luego paseó la mano por el culo y su monte de venus, haciendo que tuviese un mínimo estremecimiento. No se había acostumbrado aún a esa exhibición pública, pero estaba caliente, como una perra.
– Veo que está a punto. Es una buena hembra, y espero que disfrute y nos haga disfrutar a todos. Felicidades de nuevo.
– Había pensado que para la sesión la dejaré en tus manos, creo que nadie mejor que tú para hacer de iniciador.
La otra pareja presente se miró y sonrió. Vaya con el pelotas, pensaron, le pone al jefe a huevo el que estrene a la sumisa, eso eran muchos puntos para lograr el pase que pretendía desde hacía tiempo en el club. Listo, muy listo el cabrón.
Ella se sentía vigilada y mirada desde todos los rincones de aquel salón clásico que destilaba clase y sexo contenido, a partes iguales. Su amo la exhibió convenientemente y ella fue conociendo al resto de los amos y amas y por supuesto a sus esclavos y esclavas. La proporción era de seis esclavas y dos esclavos, luego parecía haber otros personajes allí que no sabía que eran, pero ni una cosa ni la otra.
Su amo la envió a sentarse en uno de los sofás de la sala, y ella se dirigió con pasos cortos y meneando el culo como sabía hacer para encelar a los hombres. Al sentarse sufrió un lapsus y cruzó las piernas, la costumbre, pero solo fue un instante. Se acomodó como se le había indicado, con las piernas ligeramente abiertas, lo que hacía que sus labios mayores se abriesen un poco y se viese la lubricación de la que ya disponía.
Su amo se acercó al rato se sentó a su lado y le dio una botellita de agua de marca para beber y sin apenas percibirlo le dio un pellizco en el muslo.
– Solo para que sepas que siempre te veo, y que no puedes desobedecer ni equivocarte.
– Lo siento amo, no volverá a suceder.