Soy una viciosa que disfruta masturbándose. Un placer increíble

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Masturbarse es existir el momento, imaginación, necesidad y deseo. Es celebrarte y celebrar el regocijo. Todas desde niñas adquirimos nuestras mañas aprendidas en juegos solitarios. Después  algunas inolvidables veces en sublimes pajas compartidas y cuando acabaste con una amiga mirándose a los ojos esa energía de venirte al unísono te lleva con ella de la mano al paraíso para siempre. Puede ser un vicio cibernético, manual, asistido público o privado.   

Pero la técnica es desde siempre la misma, la desencadena la imaginación, el deseo que te abruma en el momento, la circunstancia que imaginas, lo que quieres ser… pero consiste en sentir la presencia los roces y vaivenes de tu cuerpo con el  objeto de tu lujuria.

Oteas el aire buscando aroma de semen, perfume de vaginas lubricadas y sudores con el almizcle perfumado del hedor de tus jugos.   El medio son básicamente las manos o algún aparato u objeto para poder imitar, palpar, mover, tocar, sentir. Favorece la concentración de hacerlo real en tu cerebro las imágenes, fotos, videos, sonidos, ropas, lencería, aromas, el peligro de que te descubran, del lugar donde te acomete el deseo, o donde te refugias para gozarte, la circunstancia. Hay un mescla de necesidad de privacidad y de ser observada por el mundo. Vas a lugares sin tiempo y espacio convertido en mil formas, reina, esclava, animal salvaje, diosa, sátiro o diablo transportada por el deseo.   

Es un cosquilleo que te viene de adentro, una necesidad de tocarte, que te deja alerta y aletargada como gacela bebiendo en la sabana, atenta a la pisada de leones. Las pupilas y la comezón de los pezones te delatan,  brotan cual misiles por salir de sus silos, duelen en su raíz y necesitas apretar las aureolas de tus senos para calmar la punción lacerante, de deslizar los dedos por ellas que te puncen suavemente, pero sabes que es mentira mas anhelas y mas te alborotas.

Esa necesidad de ser mimada, ultrajada, vejada, ese deseo de abrirte, me sentaría sobre una verga enorme para calmar mis ansias, me separaría las nalgas para que me partas ser que conjeturo, alucino y acude a mí, a veces trasformado en mujeres, hombres, animales, otras jaurías de sátiros en celo prestos a cogerme y sueño violaciones sometida a sus más bajos deseos.

Para exaltar el alma mis manos juguetean despacito por mi vulva, estrujando bien mis muslos, soltado y dilatando, empotrando despacito  los dedos lubricados en mi organismo, por todos mis orificios y aberturas, disolviendo mis pudores en el picor agridulce del deseo. Sobado mis pechos, deslizando la mano en mi monte de Venus, en anillos concéntricos lo orbito abrillantando mi cara entre gimoteos y susurros estrujado mis mamas y mi talle, mi mano va ingresando en mi vagina delicadamente como ají picante entumece la boca, las mucosas de mi concha se estremecen, carne turgente,  tiemblan y enrojecen imbuidas de sangre a borbotones.

Por la vulva me deslizo en un entra y saca orbitando mi punto g, amasando mi clítoris tratando de estimular el prepucio que lo cubre para dejarlo convertido en el centro nervioso de mi espoleado ser, me relajo, siento la electricidad que me acomete me calmo pero regresa más intenso. Es divino…  dios…  divino, cuando logro alunizar mi punto G girando sobre la punta de su pináculo de gloria, sensibilidad extrema, enajenaciones maravillosa, me doy vida y soy todo en la pequeña muerte del orgasmo, haciéndome explotar cual   dando luz a miles de millones de estrellas en un “squirting”  chispeando  como si el universo cupiera en  mi vagina.

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