Subí las escaleras que llevaban a nuestra habitación y, mientras lo hacía, me iba quitando la ropa hasta quedarme completamente desnuda

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Cuando entré en la cama Roberto ya estaba dentro. Desde que le habían ascendido en el trabajo llevaba demasiada carga y llegaba a casa siempre agotado. Hacía ya más de cuatro días que no hacíamos el amor!!!. Pero esa noche yo quería guerra y la pensaba conseguir. Subí las escaleras que llevaban a nuestra habitación y, mientras lo hacía, me iba quitando la ropa hasta quedarme completamente desnuda.

Entré a la habitación. Él estaba acostado de un lado, mirando hacia la pared, pero en cuanto notó mi presencia me dijo: Ven cariño, acuéstate a mi lado y abrázame. Yo muy obediente hice lo que me dijo: me acosté al lado suyo, pasé un brazo por debajo de su cuello y otro lo puse encima de su costado, rodeándole el pecho y le dije: Tengo frío. Él enseguida cogió mi brazo y dándome frotaditas con las manos, aún con los ojos cerrados, me dijo: Deberías abrigarte más cuando te acuestas a dormir (siempre me acostaba con un camisón algo ligerito para animar a Roberto y despertar sus instintos más primitivos). Es que creo que estoy algo resfriada, estoy destemplada-le dije. Pues acércate más a mi cariño, yo te daré calor. Eché una pierna por encima de su costado y me acerqué más a él por detrás. Él posó su mano sobre mi pierna desnuda y empezó a frotarme el muslo, aún un poco adormilado. Se me estaba resistiendo, pero no estaba dispuesta a consentirlo, ¡esa noche había guerra!!!

- Roberto, ¿por qué no te das la vuelta y me abrazas más fuerte?- dije con una voz muy suave- En serio que tengo mucho frío. 

– Claro que sí- contestó.

Roberto giró sobre sí mismo y se quedó frente a mí, entonces fue cuando se dio cuenta de que estaba totalmente desnuda. Abrió los ojos como platos durante un segundo, pero al siguiente comprendió lo que se avecinaba y se prestó al juego Creo que tengo hasta taquicardias, te importaría comprobarlo, querido doctor-le dije mientras guiaba su mano hacia mi pecho izquierdo. Él aceptó mi invitación encantado y acercó su mano empezando a sobarme mientras me decía muy serio: Pues creo que taquicardias no tiene, señorita, de todas formas hay que asegurarse, así que seguiré auscultándola. Siguió tocando mis pechos, pasando de uno a otro, acercando su mejilla a mis pezones, que ya empezaban a ponerse duros, y haciendo como que intentaba escuchar los sonidos de mi corazón por debajo de las sábanas, cosa que no le Él se quitó la camiseta de manga corta blanca que llevaba, una de esas ajustaditas que dibujan su amplio pecho y, haciéndome un guiño, se metió debajo de las sábanas y comenzó su tarea.

Empezó separando mis piernas y dejando mi coñito frente a sus ojos. Yo levanté las sábanas para poder ver lo que hacía. Se acercó a él muy despacio y acercó sus labios, pero sin ni siquiera rozarme: ¡Huuyyyyyy, se nota el calor desde aquí!!!. Creo que debería acercarse más para comprobarlo mejor, doctor Por supuesto, por supuesto. Acercó a mi sexo sus labios, empezó dándome pequeños besitos, para seguir con unos pequeños lametones sobre mi clítoris y mis labios. Yo empecé a ponerme cada vez más y más caliente. Solté las sábanas, cerré los ojos y me abandoné a mis sensaciones. Empezó a hacerme una de las mejores comidas de coño que me han hecho en mi vida.

Me lo lamía de arriba abajo, con toda la lengua, mientras metía un dedo dentro de mí, cada vez más adentro. Los movimientos de su lengua, sus dedos (ahora eran dos) y mis caderas se compenetraban a la perfección, estaba llegando al orgasmo. Él lo notó y aceleró más el ritmo, hasta que consiguió que me fuera. Escaló por mi cuerpo debajo de las sábanas hasta lograr encontrar la salida y apareció ante mi, con una sonrisa de oreja a oreja. Lo abracé y lo besé, rodando sobre él hasta quedarme encima de él. Mi sexo cayó sobre el suyo y me di cuenta de lo caliente que e

staba. Su pantalón mostraba un bulto considerable. Me erguí y le dije: Ahora debería pagarle por el trabajo realizado Estoy esperando que lo haga-contestó.

Le quité los pantalones con la excusa de que él también debería estar desnudo para que hubiese igualdad de condiciones. Él me dejó hacer. Cuando le quité el bóxer su verga salió dando un respingo, mostrando su erección en todo su esplendor. Comencé acercando mis labios a su frente, para <tomarle la temperatura> aunque sentía de sobra el calor que emanaba su cuerpo. Besé su cara, sus, ojos, su cuello,… Bajé mi lengua hasta su pecho mientras le miraba con cara de niña mala. Recorrí todo su cuerpo desde la cabeza hasta las piernas con mi boca, depositando pequeños besitos y algún que otro mordisquito por allí donde pasaba. Hice el camino de regreso y, cuando llegué a su boca, le besé apasionadamente.

Le susurré al oído: Doctor, ahora viene la verdadera recompensa. Él simplemente me miró a los ojos y me sonrió, preparándose para disfrutar. Bajé hacia su sexo, del que no me había olvidado en ningún momento y al había estado propinando suaves caricias. Chupé su capullo, despacito, humedeciéndolo muy bien mientras con mi mano acariciaba sus huevos. Empecé a lamerle la polla desde la base hasta la punta, con toda la lengua, provocando en él continuos estremecimientos y gemidos de placer. Cuando ya estuvo toda mojada, la metí de golpe en mi boca y empecé el movimiento de arriba abajo con mi mano y mi boca al unísono. Los movimientos empezaron a acelerarse poco a poco, al igual que la respiración de Roberto. Se agitaba cada vez más en la cama y entre balbuceos le oía suplicar que no parase. Atendí sus súplicas, pero varié un poco la forma; agarré su polla, que ya estaba enorme, y la coloqué en medio de mis pechos, comenzando a hacerle una cubana a la que no se atrevió a replicar. El movimiento era constante y cada vez más r&aac hacer grandes esfuerzos para poder meterla de un empujón, gimiendo al unísono cuando lo consiguió.

Empezó el vaivén con movimientos suaves y acompasados. Notaba entrar y salir toda su polla de mi coño y se me erizaba la espalda con ello. Roberto aceleró el ritmo notablemente, haciendo chocar sus huevos con mi culo cada vez que me penetraba. Nos estábamos volviendo locos de placer. Me cogió de las nalgas y me levantó las caderas, aumentando aún más el maremagno de sensaciones que recorría mi cuerpo. En un rápido movimiento logró levantarme y dejarme sentada sobre él; ambos arrodillados sobre la cama, uno frente al otro. Me chupaba los pechos mientras con sus manos me abría el culo para poder penetrarme cada vez más adentro. Yo sólo podía gemir y arañarle la espalda. En un arrebato mordí fuertemente la base de su cuello, allí donde se une con el hombro. Esto pareció excitarle aún más y aceleró el ritmo al máximo.

“Me voyyyy, me voyyyyyyyy!!!!!”-comencé a gritar como una posesa. “Vamos nena, un poquito más y nos vamos los dos juntos”-contestó.

“Sí, sí, sí, síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!!!!!!!” “Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh………….”

Nos fuimos en un tremendo orgasmo conjunto y caímos en la cama agotados. Nos abrazamos y así nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente cuando desperté tenía una bandeja sobre la mesilla con el desayuno preparado, una rosa y una nota que decía : “Has sido mi mejor paciente, pero prepárate para otra dosis de tu medicina”.

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