Mi suegro me ordeño mis pechos llenos de leche, después de eso fue debajo de mi falda para saborear mi vagina llena de vello
Después de succionar la leche materna de mis senos. Mi cuerpo demandaba, no, exigía sentir aún más placer. Mi suegro levantó mi falda y descubrió que mi ropa interior estaba ausente. No perdió tiempo y quito de su camino lo más que pudo mi falda para poder tener un panorama libre de lo que era mi velluda vagina. El vello no lo había recortado en más de un mes y el olor de mi orina estaba mezclado con el de mis orgasmo. Sentí como mi suegro olfateó a profundidad mi vagina extasiándose con tan erógeno olor.
–No puedo creer lo rico que huele tu conchita –dijo mientras levantaba su cabeza por encima de la falda y me miraba saboreándose pasando la lengua entre sus arrugados labios.
–Por favor no se burle, estoy segura que debe de oler muy feo.
–No digas tonterías hijita, tienes todo el olor de una hembra en celo.
–No diga esas cosas por favor, me ponen muy tímida.
–Ya te dije que estas en confianza amorcito, tu solo déjate llevar y yo te voy a consentir.
–Está bien, por favor hágame sentir bien.
–No tienes que decírmelo dos veces linda.
Volvió a meter su cabeza por debajo de mi falda y esta vez sus húmedos labios hicieron contacto con mi rosado clítoris. Él lo beso pellizcándolo con sus labios y estirándolo un poco. Yo me mordí los labios mientras él seguía estirando levemente mi rosada vulva. Lo suficiente para sentirlo y para no lastimarme. Yo mordía mis labios mientras el recorría con su áspera y larga lengua cada rincón de mi vagina sin penetrarla. Mi cuerpo ansiaba ser perforada por su lengua, pero él me torturaba solo provocándome. Su lengua se aproximaba peligrosamente a la entrada de mi túnel de placer pero no terminaba por atravesarlo.
–Por favor, no sea cruel, ya métamela señor –dije mientras le acariciaba la cabeza.
–Yo sabía que te hacía falta un hombre de verdad hijita.
–Lo que pasa es que su hijo no me satisface desde hace mucho tiempo, de hecho no creo que nunca me haiga llegado a satisfacer por completo –dije mientras pasaba mis dedos por su rostro.
– ¿En enserio que mi hijo no te llena? –pregunto curioso mi suegro.
–La verdad que tiene su pene muy chico y no dura mucho en la cama.
–A que mi hijo, no puede ser que no haya sabido ser un verdadero hombre como su padre, y poder satisfacer a una verdadera hembra caliente como tu hija –dijo mientras volvía a bajar a mi vagina y esta vez metió su lengua dentro de mí.
Yo doble mi espalda hacia atrás provocada por el inmenso placer que me dio el ser penetrada por aquella gran y húmeda lengua. Se movía como una serpiente curiosa dentro de una nueva cueva. Buscaba a su presa y yo me desvanecía y caía presa del placer hipnótico que aquella serpiente húmeda me provocaba. Comencé a sentir la pasión que mi cuerpo hacia emerger de lo más profundo de mi ser. Aquella indomable pasión se desbordaba de mi piel, mis pechos, mi vagina y mi ano hacia mi suegro. Aquel hombre tan anciano me estaba haciendo sentir mujer después de mucho tiempo que no lo experimentaba. Yo quería a mi esposo, pero la verdad no me emocionaba mucho la idea de estar con él. Nunca tenía la iniciativa de querer hacerme sexo oral, y cuando lo hacía era pésimo en ello. Yo hice las manos hacia atrás y quite el broche de mi falda. La retire de mi cuerpo y la arroje a un lado de la cama de mi suegro. Esta vez lo tenía de frente y mi suegro mamaba y mamaba mi vagina mientras yo acariciaba dulcemente su cabeza sin dejar de morder mis labios y voltear mis ojos en blanco. –No pare por favor, no se detenga ahora que ya casi estoy llegando –dije mientras sacaba mi lengua y la saliva se escapaba de mi boca–. El no dijo nada y siguió succionando mis labios vaginales, mi clítoris, mi ano con olor a deseo y sudor. Metió su lengua salvajemente en mi ano y yo grité. –Dios mío que placer –dije mientras encajaba las uñas en las sabanas casi a punto de desgarrarlas por completo–. Mi suegro introdujo su lengua en lo más profundo de mi esfínter y yo sentí como mi cuerpo era transportado al cielo. Su lengua giraba endemoniadamente mientras yo subía como un ángel al cielo experimentando el más dulce y delicioso placer. –Ya vi que te encanta que te coman el culo hijita, si lo hubiera salido antes me como tu mierdita desde el momento en que empecé a mamártela –dijo mientras se limpiaba los labios de los restos de su saliva y el jugo tan delicioso de mi vagina mezclado con el de mi ano. Yo lo sujete de nuevo de la cabeza y le dije –dele rápido suegro, quiero venirme ya–. El comenzó a penetrarme con su lengua en mi ano mientras metía sus dedos en mi vagina hacia adentro y hacia arriba. Sus dedos eran mágicos y expertos. Los movía de una manera especial. Tocaba partes de mi interior que disfrutaban de su rose de una manera inigualable. Llevo sus dedos a la parte rugosa en la parte superior de mi vagina y yo no podía creer el placer desplegado en esa situación. Pude sentir como mi vagina se humedecía y yo ya no pude contenerme. – ¡Me voy a venir suegro, no pare que me chorreo! –. Échame tu juguito en mi boca chiquita –dijo mientras sacaba su lengua diciendo “ah” –. Yo sentí como mi cuerpo se retorcía y mis labios dejaban salir mi lengua de nuevo, en una expresión de completo abandono de mi cordura. Solo reflejaba el placer tan bestial que estaba experimentando. ¡Chinge a su madre, tómeselo todo! –Dije mientras frotaba mi clítoris furiosamente y dejaba salir mi eyaculación en la boca de mi suegro–. El cerró sus ojos y abrió la boca muy grande para recibir aquel manantial de placer y poder saborearlo llenando sus pupilas de su erógeno sabor. Yo gruñía como un animal en celo mientras terminaba de eyacular convulsionando mi cuerpo como si fuera el cuerpo de una mujer exorcizándose. Completamente sin control sobre sus instintos. Mi orgasmo fluyo fuera de mi cuerpo, hasta la última gota lo abandono por completo. Mi suegro bebió todo lo que pudo caer en su boca y bufo levantándose y limpiándose la cara, los restos de mi orgasmo. –Ahora si vas a saber lo que es un macho hijita –dijo desabrochándose con mucho apuro su pantalón–. Su ropa interior descendió y la prisión de algodón que detenía a su bestia cedió enteramente. Una bestia gorda y salvaje salió de su ropa interior. Ven hijita, dale un besito a mi compadre (dijo compadre refiriéndose a su polla). Yo me acerqué a él lentamente viéndolo fijamente a los ojos y recorriendo la cama como una gata hambrienta de un macho. Él se masturbo un poco haciendo crecer aún más su polla que para ser vieja no había ocupado de ninguna pastillita azul. Él estaba sentado en la cama y yo lo empuje para que se recostara.
–Le voy a dar una mamada cubana que la va a seguir disfrutando hasta que se muera –dije mientras tomaba su duro y grueso miembro sin poder cerrar completamente mi mano.
–Pues déjame ver que tal lo haces chiquita.
–No se vaya a venir tan rápido, cuando le doy mamadas a mi esposo no dura ni 2 minutos.
–Mi hijo es un poco hombre, estas frente a un macho chiquita, tu dale con todo que yo te aguanto bien firme.
–Conste que se lo advertí, eh.
–Tú no te detengas por nada.
Yo me acerque a su ingle y mis pechos los deje caer sobre su erecto pene. El peso de ellos lo sintió y suaves como algodones acariciaron su miembro haciéndolo retorcerse un poco. –No se vaya a venir así de rápido señor –dije mientras me sonreía un poco–. Eso no fue nada hijita –dijo–. Yo aprisione con mis grandes senos su pene y lo desaparecí por completo. Mis enormes senos apenas y dejaban salir su pene por encima de mi línea de escote. Su pene era muy gordo pero no pasaba de los 18 0 19 cm. Podía sentir él puso de su miembro mientras yo apretaba mis glándulas mamarias haciéndolas subir y bajar despacio. A propósito veía sus reacciones al hacerlo. Mi suegro solo cerraba con fuerza sus ojos tratando se distraer su mente pensando en otras cosas para poder soportar aquel dulce martirio que mis pechos le daban. Deje caer un gran chorro de saliva en medio de mi escote y baño su pene por completo cayendo primero en todo su glande. Después de haberlo liberado un poco para que la saliva recorriera todo su pene, volví a atraparlo entre la suave prisión de mis gigantescos y voluminosos pechos. Volví a subir y bajar con ellos apasionadamente. Segundo a segundo incrementaba mi ritmo mientras el rechinaba sus dientes y apretaba las sabanas como si fuera a desgarrarlas. Me agache un poco y comencé a chuparle la cabeza del pene mientras subía y bajaba repetidamente mis tetas. La leche salía de mis pezones como dos pequeñas fuentes y yo usaba mi leche como un dulce lubricante para su miembro. Mi lengua esta vez, era la que se portaba traviesa recorriendo su glande salvajemente. Podía saborear su sucia orina y la pre eyaculación que desesperadamente salía de la uretra anunciando la próxima venida de su cálida y espesa leche. ¡Ya no puedo aguantar más hijita, me voy a venir! –Dijo cerrando los ojos fuertes y dejando escapar gemiditos pequeños–. No han pasado ni 4 minutos, pensé que podía durar mucho más que mi esposo –dije burlándome un poco de el–. –Yo soy mucho más hombre que…el –dijo mientras se le escapaba su leche involuntariamente bañando mis pechos por completo.
– ¡Puta perra de mierda ¡ –grito mientras su semen se derrochaba sobre toda mi piel y cara.
–Vaya que se vino suegro, no aguanto mucho que digamos –dije mientras me reía pícaramente.
–Dios mío, Julia, que buena cubana me diste chiquita, nunca había sentido algo así.
–Bueno los hombres que me disfrutaba a parte de su hijo las disfrutaban igual.
– ¿Cómo que otros hombres, estabas cogiéndote a otros culeros? –pregunto furioso.
–No entiendo que le molesta, usted está teniendo sexo conmigo mientras estamos casados.
–Una cosa es que yo me coja a la hembra de mi hijo y una muy distinta que te entregues a otros como una puta –dijo mientras me abofeteaba de manera fuerte y humillante.
Yo caí en la cama y él se masturbo un poco. –Te voy a enseñar a respetar a tu marido puta de mierda –dijo mientras ponía su pene erecto de nuevo. La furia y molestia podían verse reflejados en su rostro. –No voy a dejar que la esposa de mi hijo se comporte como una ramera asquerosa.Continuara…
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