Susy, una hermosa ama de casa que cuando se caliente se convierte en una zorra desesperada por una polla
El monótono y suave ruido del motor del autobús empezaba a arrullarla. No era un viaje largo, si acaso una hora y media, pero sí era la primera vez que salía de su casa y viajaba en autobús. Dormitaba, cuando sintió el hombro de su hermanita Dulce, «la nena» como le llamaban en la familia, caer ligeramente en su antebrazo izquierdo. La acomodó y volteó a ver a Javier, quien, sentado en el asiento contiguo, serenamente, también volteó a verla y le sonrió dulcemente.
Ya había pasado poco más de un mes desde aquella noche en el que ella se dejó consentir por él. Otros dos encuentros furtivos y rápidos se habían dado, pero él necesitaba gozarla con más calma, con tiempo, sin prisas y enseñarle, con toda su experiencia, las mieles de la pasión y el sexo. Debido a la amistad que llevaba con sus padres no fue difícil contar con la autorización de ellos para llevarla a pasear a Reino Aventura, siempre y cuando los acompañara la hermana menor, ya que Joel, el que le seguía en edad a Susy, había sido invitado por su madrina, porque se acercaba su cumpleaños. Él tampoco puso objeción alguna, «la nena» contaba con 7 años y no sería un obstáculo para sus planes; además era perfecta porque al referirse a él como «tío» no levantaba ninguna sospecha de verlo solo con dos chiquillas.
Después de disfrutar el día como nunca, pasaron a comer hamburguesas antes de llegar a la casa del hermano de Javier. Dejaron a «la nena» con sus sobrinos, previa llamada de Javier a su hermano. Fueron atendidos por la sirvienta quien ni tardo ni perezosa la integró a la «dinámica» familiar poniéndola frente al televisor y dándole palomitas y refresco.
Quizá el hotel no era el mejor, pero sí lo suficiente para sus planes. Después del registro, Javier tomó su pequeña maleta y preguntó por el restaurante. Subieron y apenas estuvieron dentro de la habitación, Susy se prendió de sus labios alzándose sobre la punta de los dedos de sus pies. Tomándola de la cintura, Javier correspondió apasionadamente. Tocó sus senos por encima de la delgada blusa, acarició sus suaves y duras nalgas por encima del short que vestía y la separó con delicadeza de él. Bajemos a cenar, dijo. Susy asintió. Tenían mucho tiempo por delante.
Cuando Javier levantó la mano derecha al tiempo que mencionó, mascullando, entre pregunta y afirmación, Gerardo, los ojos de Susy se alzaron para ver a quién se refería Javier. Era un tipo delgado, alto, moreno y más joven que Javier. A sus años era difícil calcular la edad de otra persona, después supo que Gerardo tenía 30 años, también era casado, al igual que Javier; la linda tez de Susy se ensombreció llena de tristeza cuando Gerardo llegó hasta su mesa. Sus pensamientos se volcaron en aquel amigo de Javier, viéndolo como un intruso y un estorbo.
– Susy, mi sobrina, le dijo Javier al inoportuno amigo.
-Hola, dijo la pequeña, con todo el desgano visible en su rostro.
– Hola linda, dijo el recién llegado, recorriendo su mirada para captar toda la belleza de Susy, y acercando su mano tocó suavemente la cabeza de la joven, moviéndolo rápidamente como despeinándola; acercó su rostro al de Susy para darle un beso en la mejilla al que ella no correspondió.
Definitivamente era un inoportuno, pensó Susy, mira que sentarse a la mesa con ellos y charlar como si hubiese estado invitado. Sin lugar a dudas le cayó mal.
El colmo llegó cuando al levantarse de la mesa en lugar de despedirse los acompañó a través del pasillo que conducía a las escaleras para subir a su habitación. En ese momento ella esperaba un poco de cordura y sensatez de parte de Javier para despedirse de su recién llegado amigo, y deseaba que ambos estrecharan sus manos para despedirse, aunque tuviera que soportar el molesto tono de su voz diciéndole: «hasta pronto chiquilla», era preferible eso a que siguiera importunando el momento.
Las cosas no pararon ahí, subió las escaleras con ellos y entró a la habitación con toda la desvergüenza posible.
Javier sacó de su pequeña maleta un juego de naipes, lo abrió, invitó a Gerardo a sentarse y aunque Susy se sentía incómoda no dijo nada.
– Susy, le dijo él, acércate mi amor, entretanto repartía las cartas a su amigo Gerardo.
Abrazó la breve cintura, la acercó a él hasta que las delgadas caderas de Susy chocaron con su costilla derecha, la jaló un poco más hasta tenerla pegadito a él, la mano izquierda de Susy se apoyó en la pequeña mesa para evitar caer en las piernas de Javier, ella se dejó hacer, aunque no se sentía cómoda. La apretó contra él ahora con la fuerza de sus dos brazos y le dijo, ¿por qué no te pones la batita que te regalé? Ella asintió levemente mientras la mano izquierda de él bajó a través de las nalgas de ella y las acarició sin importarle que el amigo estuviera presente. Susy se dio cuenta que, a pesar de aquel intruso, sentir las caricias de Javier, comenzaba a excitarla.
Susy pasó al baño para cambiarse, Javier fue tras ella, entró apenas unos pasos atrás, cerró la puerta, y antes de que ella empezará a quitarse la ropa, la haló nuevamente para sorber el dulce y virgen néctar de los labios de la hermosa chiquilla. Susy era delgada, baja de estatura, sus duros y firmes senos, que sin ser grandes eran perfectos, se alzaban por encima de su delgada blusa; su cintura se apretaba fuertemente desde sus costillas flotantes y se ampliaban a partir de sus caderas para dibujar esa figura que ya empezaba a ser el tormento de los hombres.
La besó dulcemente, recorrió su cuello entre mordiscos llegando hasta el lóbulo de la oreja izquierda de Susy. Le dio vuelta quedando ella atrapada entre el cuerpo de Javier y la cercana pared del baño; con toda su experiencia, Javier, empezó a besar suavemente su nuca, la piel de Susy sentía los efectos de las experimentadas caricias, y los delgados vellos de sus brazos se erizaban acompañados de las glándulas de su piel que, en forma de pequeñas esferas, sobresalían por encima de la epidermis de sus brazos y piernas. Javier siguió acariciándola, besándola, tomó los brazos de ella y formando una equis, los colocó delante de sus senos, mientras la cobijaba con sus brazos y la abrazaba tiernamente.
– ¿A qué hora se va a ir? Preguntó ella.
– En un rato más, no te preocupes por eso, tenemos mucho tiempo por delante le dijo, y le dio la vuelta, ahora para quedar frente a frente.
Volvió a besarla, apenas tocó sus labios, se separó un poco y la miró lleno de ternura y deseo, “mi linda chiquilla” le dijo, acercó nuevamente sus labios a los de Susy, ella abrió la boca, él empezó a besarla con pasión, ella correspondió. Sus lenguas jugaron un rato, se tocaron, se fundieron. Las manos de Javier levantaron la blusa de Susy, le quitaron el sostén. Sus labios se acercaron al oscuro pezón, con su mano derecha apretó el seno para que este sobresaliera. Chupó aquella delicia, la mordisqueó suavemente, un quejido de Susy, él sabía que iba por el camino adecuado, siguió succionando los pezones, primero uno luego el otro, escuchaba cada vez más fuerte la respiración de ella; las delicadas manos de Susy, por instinto, tomaron la cabeza de Javier, y la apretó fuertemente contra su pecho al tiempo que echaba la cabeza hacia atrás para sentir toda la intensidad de los ricos y candentes besos que Javier le daba en sus senos.
– Dile que se vaya, dijo Susy entre jadeos, no me cae bien.
– No te preocupes mi amor, le dijo él, sabiendo que debía trabajarla mejor, en un rato ya no será un estorbo, remató, al tiempo que abría ligeramente el short y metía sus dedos para tocar aquella dulce e íntima vulva que se estremeció al sentir los dedos cerca de ella.
Cuando Javier metió los dedos en aquella ardiente rajita pudo darse cuenta que Susy estaba súper excitada ya que lubricaba mucho más que las veces anteriores.
– No te pongas calzones, le dijo, y abandonó el baño para dejar que Susy se terminara de cambiar.
Ella salió con su bata puesta, obedeció a Javier, pero se puso el sostén. Se acercó a Javier por la espalda, él la abrazó nuevamente y la pegó a él con fuerza. Javier se había cambiado también y ahora vestía su pijama y una camiseta, mostrando sus brazos y su torso musculosos. Susy estaba caliente, el breve faje de Javier en el baño fue el detonante para sentirse con el deseo de ser amada, con el deseo de sentir a Javier dentro de ella. El vientre plano de ella se pegó en el filo de la mesa, ocultando a los ojos del invitado lo que ocurría con las manos de Javier y las deliciosas piernas de Susy. Con una mano Javier jugaba y con la otra se recreaba en la intimidad de Susy; los ojos de Gerardo veían el rostro por ratos ruborizado y en otros momentos enrojecidos de Susy, producto de la calentura que le provocaban las expertas manos de aquel hombre que la tenía atrapada, literalmente, en sus manos, pues de vez en cuando, los gruesos dedos penetraban su juvenil y candente vagina. Nada era ajeno a Gerardo, quien, habiéndose puesto de acuerdo con Javier con anticipación, esperaba el momento oportuno para interactuar.
– Siéntate, le dijo Javier a Susy, tocando con la palma de su mano su pierna derecha. Él hizo la silla un poco de lado y ella obedeció.
Mientras la partida de naipes con Gerardo transcurría, la mano de Javier se deslizaba suavemente por la tersa y lisa piel de las piernas de la joven Susy. Javier tomó su delicada mano y llevándola a la abertura de su pijama, la metió discretamente en ella. Ella sintió el suave calor que emanaba de aquella verga que empezaba a ponerse erecta. La rodeó con sus lindos dedos, la empezó a tocar despacio mientras sus ojos miraban fijamente a Gerardo para saber si este descubría sus movimientos. Gerardo jugaba impasible, imaginándose lo que ocurría, pero sin darlo a notar para no asustar a la pequeña Susy.
– Me permites pasar a tu baño, digo Gerardo.
– Adelante, dijo Javier, sacando las manos de debajo de la bata de Susy para señalar la ubicación del baño.
Javier empezó a besar el cuello de Susy, su oreja, su hombro… sus brazos. Su verga empezó a ponerse muy dura en la mano de la jovencita. Salía libremente por la bragueta del pijama, asomándose como deseando entrar en alguna cuevita ardiente. Siguió besando a Susy, tomó su rostro y ladeándola besó apasionadamente esos virginales labios. Levantó un poco más la bata, la tomó de su cintura y la cargó para dejarla caer, con una precisión diabólica, sobre su falo enhiesto.
– Nooooo, casi gritó Susy, pero los labios de Javier la callaron y tomándola nuevamente de la cintura la levantó ligeramente para dejarla caer, esta vez de manera profunda, sobre su erecta verga
Un prolongado “a” fue expulsado de los hermosos labios de la linda chiquilla, echó la cabeza para atrás sin poder negar el intenso placer que sentía; esto fue aprovechado por Javier, siguió besando su altivo cuello, su nuca, y mordisqueando, suavemente, sus apetitosos hombros, mientras sus manos se metían debajo de la bata para dejar al descubierto, completamente, sus esbeltas y suaves piernas.
No había transcurrido más allá de tres minutos y Susy cabalgaba frenéticamente aquel corcel maduro y brioso. Gerardo regresaba del baño, vio la candente escena y se acercó con cuidado, ella brincaba gozosa de sentirse penetrada por aquella verga candente y dura.
Javier tomó sus hombros y la invitó a permanecer quieta, ella volteó a verlo y al ver a Gerardo se sobresaltó.
– No te asustes, le dijo Gerardo, déjanos consentirte, utilizando casi las mismas palabras que Javier usó la primera vez, y que sabían ejercía en ella un poder indescifrable.
– No, no Javier, dijo Susy dirigiéndose a este.
– Tranquila, le dijo Javier, tranquila, y volvió a besar sus labios con desenfrenada pasión. Susy apenas podía respirar.
Gerardo se acercó, tocó por encima de la bata los erguidos pezones de Susy. Javier seguía prendido de sus labios, no la dejaba moverse, era importante calentarla aún más. Ella se dejó hacer, ya no oponía resistencia. Javier tomó su bata y empezó a quitársela, Gerardo concluyó la tarea. Ella seguía jineteando aquel gallardo potro. Entre ambos le quitaron el sostén. Gerardo se prendió suavemente de sus hermosos pezones, los tocaba con delicadeza, con ternura, con dulzura. Subió el tono, mordisqueó suavemente, sus dedos pellizcaban el otro pezón, lamía, chupaba con locura aquellas vírgenes carnes. Susy solo gemía.
Javier detuvo el desenfreno, se levantó y cargó delicadamente a la juvenil Susy. Su cuerpo níveo, joven y casi virginal, era de una hermosa diosa. La depositó en el mullido colchón. Gerardo se acercó a ella con su verga apuntándola, se hincó cerca de su boca, Susy se hizo un poco para atrás, nunca antes había tenido tan cerca una verga sumamente parada; la de Gerardo era más larga y más gruesa que la de Javier.
– Chúpala, ordenó Javier. Tómala de la base y dale unos besitos a su “cabecita”. Luego te lo metes poco a poco en la boca, fue describiendo los pasos para que Susy aprendiera a hacerlo.
Susy, tomó la base de la verga de Gerardo, dio unos besos con un poco de repulsión, pero el olor no era desagradable, mucho menos el sabor. El aroma fue llenando sus fosas nasales, sintió correr un rico calorcito por su cuerpo, un pequeño golpe en las sienes y un fluido bajar por su vientre hasta empaparla de sus propios jugos.
Gerardo la fue guiando. Javier se fue atrás de ella y empezó a besar su espalda baja, recorrió con su lengua cada una de sus nalgas, poco a poco fue hundiendo su húmeda y viva carne en la hendidura de la linda chiquilla. Separó, despacio, aquellas turgentes y redondas nalgas, vio el agujero negro que también lo observaba fijamente. Lo tocó con su lengua. Era una delicia. Sabía a gloria. Susy se sobresaltó, pero no dejó de mamar la deliciosa verga de Gerardo, ya había tomado confianza y lo estaba haciendo extraordinariamente bien. Javier siguió chupando aquel rico e inmaculado culito.
La pusieron boca arriba, Gerardo separó sus piernas, se concentró en la estocada, acercó su gruesa y erecta virilidad a la puerta de los labios mayores de Susy, empujó con fuerza, entró completamente ante el hondo suspiro de ella, no podía negar la reacción de su cuerpo, lo estaba disfrutando como nunca. Javier se fue hacia su rostro, le puso su verga en la cara, ella tomó aquel duro palo y como pudo se lo fue metiendo en su boca, era un poco incómodo mamar así, hubiera preferido de otra forma, pero no podía hacer mucho, estaba con la estocada hasta adentro y encima de ella Gerardo moverse como endemoniado y poseído por la lascivia de estar poseyendo a aquellas juveniles formas.
La sensualidad de Susy los volvía loco. Javier veía qué lejos había quedado la niña que, años atrás, lo esperaba con ansias para recibir los regalos que él le llevaba; qué lejos estaba de imaginar que aquella escuincla que jugaba con sus zapatos y ropas rotas, se convertiría en una hermosa y deliciosa mujercita.
Gerardo la puso en cuatro, Javier se recargó en la cabecera de la cama con su enhiesta verga apuntando hacia el cielo raso del aquel cuarto de hotel, Susy se empinó, cual golosa para saborear y comerse aquel delicioso caramelo de color, textura y sabor carne. Gerardo entró con toda la dureza de su gruesa verga, empujaba con todas sus fuerzas, con todas sus ansias para llegar lo más profundo de las entrañas de aquella linda chica.
Era un paisaje delirante verla en cuatro, con su cintura doblada hacia abajo, sus nalgas redondas y hermosas resaltar hacia arriba, y sus senos descansando en las piernas de Javier, mientras engullía descarada y golosamente la dura verga de este; entretanto Gerardo se acoplaba perfectamente atrás de ella y sus nalgas encajaban de manera exacta en su abdomen y sus manos sujetaban firmemente aquellas caderas ardientes, mientras arremetía con fuerzas penetrándola lujuriosamente y con delirio la clavaba una vez y otra, rápidamente, duro, sin piedad, hasta llegar al clímax en un quejido ahogado, vaciándose en la joven entraña de Susy. No paró hasta sentir que no quedaba una gota para ser desperdiciada.
Así conoció a Gerardo, su mente fue nublándose cuando sintió que alcanzaba la cima, sus manos fueron movidas con mayor rapidez tocando su clítoris, su vulva, metía dos dedos, luego tres; el escalofrío que recorrió su cuerpo la fue relajando. Miró a su lado izquierdo, Carlos dormía plácidamente. Como tantas otras noches, esta, tampoco la había tocado. Se sentía cansada, el día había sido muy largo y las pasiones se volvían a despertar con los recuerdos. Ya no quiso pensar más, se volteó mirando a la pared, y poco a poco se fue sumiendo en la oscuridad de los sueños.