Muy tarde comprendí mi error, ahora es mi mujer la que maneja todo y me termino convirtiendo un cornudo

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La situación se salió de mi control, hice todo lo humanamente posible para alejar a Silvia de Andrés. Pero las cosas me salieron mal; ella lo acepto desde luego, pero también se negó a seguir siendo una esposa complaciente.

De la misma forma que lo acepto, se esmero en regresar a su antigua actitud de esposa amorosa, tímida y excesivamente pudorosa. Dejo de usar los vestidos sexys que yo mismo le había comprado, le molestaba si yo trataba de excitarla recordándole sus aventuras con Andrés.

Poco a poco fui cayendo en la desesperación, no encontraba la forma de hacerla cambiar; me sentía insatisfecho de esa forma común de hacerle el amor, pero ella… simplemente se acostaba después de desnudarse, abría sus piernas y me dejaba meter mi verga, sin mostrar absolutamente signo alguno de placer.

Fastidiado de la situación, decidí poner un alto a la situación. Fue una tarde fría vísperas de las fiestas navideñas, como de costumbre al verme llegar, se levanto y se fue a la recamara, minutos después regreso llevando un suéter largo que cubría la mayor parte de su cuerpo, respire profundamente y la llamé a la sala.

_Silvia. ¡Necesito hablar contigo! Ven por favor.

Se aproximo con cierto recelo, la cabeza agachada, con el semblante que pone un chiquillo cuando se le va a regañar por haber cometido una falta, se sentó frente de mí y espero en silencio que le dijera algo.

_¡Ya no soporto esta situación! No quiero seguir cayendo en la misma rutina, quiero que me digas… ¿Qué tengo que hacer para que no seas tan fría conmigo?

Por fin logre llamar su atención, me miro fijamente y guardé silencio para escucharla. Sentí pena al verla temblando, sin duda no era fácil sincerarse, poco a poco fue tomando confianza y termino por decirme lo que sucedía, sus razones terminaron por hacerme comprender cuánta razón tenía en su comportamiento.

n ¡Fuiste tú quien me orillo a hacerlo! ¿Lo recuerdas? Yo no deseaba volver con Andrés, pero tú insististe tanto, hasta me comprabas ropa sexy para ir a su encuentro, ¡tú mismo me pediste que fuera yo quien tomara la iniciativa para hacerle sexo oral! ¿Lo has olvidado? Y después… me pedias que te contara lo sucedido cada vez que regresaba de estar con él.

n __ Lo disfrutabas, incluso… te gustaba mirar mi chocho mojado con su semen. ¡Pero también has sido tú quien me quito el derecho de seguir viéndolo! Te obedecí y no he vuelto a llamarlo, así… que no tienes derecho a pedirme que te de placer, si tú… no me lo das a mí.

Sus palabras me golpearon directo al corazón, ella tenía toda la verdad, no tenía derecho a pedirle nada que yo no le diera, sin embargo mi orgullo de hombre me hizo reaccionar de forma estúpida y trate de defenderme, pero el resultado volvió a ser negativo.

_¡Me culpas injustamente! Fuiste tú quien se entrego a él en esa fiesta, también cometiste el error de decirle que yo estaba de acuerdo con sus encuentros, eso no estaba en el plan.

n ¡Yo no deseaba ir a esa fiesta! ¿Lo recuerdas? Tú me obligaste, solo cumplí tu capricho de asistir, lo de confesarle… lo reconozco, cometí un error, pero te ofrecí desmentirlo, yo estaba dispuesta a remediar el asunto. Pero salió a relucir tu egoísmo, tu tonta actitud machista, tus celos infundados.

Se hizo un sepulcral silencio, ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio, Silvia lloraba con la mirada agachada, mientras yo… sentía el impulso de abrazarla y consolarla, de pedir perdón, pero no pude hacerlo, necesitaba salir de casa, caminar, respirar y acomodar mis ideas, pero lo que considere importante… fue que solo saldría a tranquilizarme y regresaría para poner una solución esa misma tarde.

_¡Tengo que salir un momento Silvia! No era mi intención causarte un daño emocional, tratemos de calmarnos, cuando regrese terminaremos está charla, pero es importante que cada quien ponga un poco de su parte y tratemos de remediar el asunto.

Sin atreverme a mirarla de frente, salí de la casa, solo escuche sus sollozos; aborde el primer transporte que pasó y más tarde caminaba por las calles de la ciudad, sin rumbo fijo, sin una idea en concreto. Solo caminaba como autómata recordando sus palabras.

Repentinamente sucedió algo inesperado, no podía dejar de recordar aquellas tardes cuando yo la miraba subir al auto de Andrés, mirarla ir vestida con esas prendas que a mí mismo me hacían desearla, imaginar cómo la desnudaría, el solo hecho de recordarlo… hiciere que ahí mismo tuviera una erección.

Me sentí avergonzado por mis pensamientos, pero… solo había una explicación Silvia tenía toda la razón, yo mismo la había orillado a convertirse en la amante de Andrés y todo, era porque en el fondo me daba un morboso placer mirarla subir a su auto, sentía un extraño placer al imaginar que él la tendría desnuda en sus brazos.

Ya no puedo negarlo, caí en el vicio de sentirme un cornudo, algo que no deseaba que sucediera, ahora debía sincerarme con Silvia y tratar de arreglar las cosas, pero tenía que hacerlo de una forma que ella entendiera que yo seguía siendo su esposo y quien tomaba la última decisión.

Estaba dispuesto a dejarla volver a brazos de Andrés, pero tenía que encontrar la forma de que ella aceptara una propuesta que yo mismo le hice cuando le prohibí volver con Andrés, animado por mis ideas, me apresure a ir de regreso a casa. En ese momento jamás paso por mi mente que mi decisión terminaría por llevarme por el camino de una cruda realdad.

Días más tarde comprendí que ya no podría vivir sin aceptar que me había convertido en un cornudo por convicción y que al final de cuentas… ¡fue Silvia quien termino ganado en todos aspectos!

Las luces de la casa estaban apagadas, sentí una opresión en el corazón al pensar negativamente, me apresuré a buscarla en las recamaras, en el baño, pero no estaba… un extraño miedo a perderla se apodero de mí y me deje caer pesadamente en el sofá, las lagrimas asomaron y por vez primera me sentí solo en casa.

El ruido de la llave en la cerradura me hizo reaccionar, ahí estaba Silvia regresaba de la tienda, trate de ocultar mi estado, pero fue inútil, dejo la bolsa del pan en la mesa y camino hacia mí, se acomodo a mi lado y acaricio mi cabello al tiempo que me decía con esa actitud amorosa que tanto me gustaba en ella.

n ¡Perdóname! Tienes razón… no tengo derecho a comportarme así contigo, he sido yo la infiel, trataré de ser más amable contigo… ¡te lo prometo! Haré mi mejor esfuerzo.

Sus palabras me reanimaron, la mire a los ojos y fingiendo que volvía a ser el hombre posesivo le dije sin vacilar.

_Ambos tuvimos culpa, pero bueno… ya lo he pensado y he tomado una decisión, escúchame sin interrumpirme; volverás a verlo, pero tendrás que buscar la forma de decirle que fue mentira que yo lo sabía, las cosas tienen que ser así, pero hay algo más importante.

_Tienes que demostrarme que puedo confiar en ti, tendrás que hacer o que una ocasión te pedí, cuando dejaste verlo y también… tendrás que volver a pedirme verlo, de esa forma que tanto me gusta. Solo si haces todo lo que te pido… volverás a sus brazos.

_¿Qué opinas? ¡Ya puedes darme una respuesta!

Silvia se levanto y camino hacia la cocina, bebió un vaso de agua y después regreso a mi lado, se quedo de pie frente de mi y con su actitud tímida e ingenua, dijo lo siguiente.

n Dame unos minutos por favor… iré a bañarme y regresaré para darte mi respuesta.

Sin esperar mi respuesta, camino lentamente hacia la recamara, cerró la puerta y espere pacientemente su regreso.

Sentí un extraño estremecimiento cuando la vi salir de la recamara, caminaba con mucha seguridad, con actitud sensual, estaba completamente desnuda, su cabello caía a sus espaldas, no pude pronunciar palabra alguna por la sorpresa, se acomodo a mi lado y con toda naturalidad me pidió volver a los brazos de Andrés.

n ¡Por favor! Déjame volver a verlo… lo necesito tanto. Extraño sus besos, sus caricias, su forma de cogerme, todo… extraño los momentos cuando él mismo me desnuda. Te prometo que te diré todo lo que suceda, traeré el chocho mojado con su semen.

n ¡También! Estoy dispuesta a estar con otros hombres, tal y como me lo pediste, pero… Andrés será el único que tendrá un lugar especial para mí. ¿Dejaras que lo vea?

Sus palabras suplicantes me desarmaron, ya sentía dolor en mi verga pues había alcanzado su máximo tamaño, ese era el momento de volver a tener el control sobre ella.

_¡De acuerdo Silvia acepto! Pero las cosas tienen que ser como yo diga, si vuelves a cometer un error, todo terminara. Mañana te devolveré tu teléfono y le llamaras. Ahora… ve a la recamara y espérame, me bañare para que me hagas un oral.

Silvia dio la vuelta y camino hacia la recamara, sus nalgas se veían apetitosas, toda ella estaba hermosa, fui al baño y después fui a la recamara, ella estaba recostada, seguía completamente desnuda, esperándome. Me puse de pie a un lado de la cama y así la tome del cabello y la hice mamar mi verga.

¡Por fin volví a sentir el calor de su boca! La sentí vibrar nuevamente, mientras mamaba mi verga… extendí la mano y acaricie su chocho. Ya no pude evitarlo y venciendo mi vergüenza… le dije lo que haríamos al siguiente día, hacerlo me dio un placer extra.

Mañana mismo le llamarás y le dirás que deseas volver a verlo, si es necesario le suplicaras para que acepte. ¡Tienes razón! Me causa mucho placer cuando regresas con el chocho mojado, cuando me dices la forma de cómo te cogió.

Esa noche volvimos a tener sexo placentero, quede exhausto por la mañana me levante y me dispuse a cumplir mi palabra, Silvia estaba preparando el desayuno cuando la llame.

_ ¡Ven Silvia! Es hora de hacer lo que acordamos.

Se sentó a mi lado y de inmediato su barbilla empezó a temblar, saque el teléfono de mi bolsa y se lo entregue. Con mano temblorosa lo tomo y me miro interrogante.

Ya le active la alta voz, ahora… llámalo y quiero escuchar que solucionas lo de tu error, si lo logras, podrás volver a verlo.

Silvia presionó el botón y la llamada entro, ambos podíamos escuchar la voz de Andrés.

___ ¿Hola?

n ¡Hola… soy Silvia!

— ¡Silvia, que agradable sorpresa! Te he llamado sin lograr obtener respuesta. ¿Qué sucedió? Desapareciste de repente, sin decirme nada, sin darme una explicación.

n Si, no pude avisarte, enviaron a mi esposo un tiempo a otra ciudad y me fui con él.

___¡Pero tú misma me dijiste que él lo sabía!

n Si… sé lo que te dije, pero… no es verdad, no sabía cómo decirte que quizá no volveríamos a vernos, fue lo primero que se me ocurrió.

— Entonces… ¿volveremos a vernos? ¿Ya estás en la ciudad?

Silvia estaba temblando de pies a cabeza, nuevamente sonreía al escucharlo, se miraba feliz, la charla que mantenía con él… me hizo sentirme tranquilo, aunque con mentiras, ella estaba cumpliendo su parte de hacerle creer que yo no sabía nada.

n Regresamos la semana pasada. ¡No te había podido llamar! Pero hoy por la mañana salió de viaje y regresará el domingo por la tarde.

— ¡Escápate ahora! Podemos vernos en una hora en el mismo lugar. ¿Quieres hacerlo?

Silvia volteo a mirarme con su carita interrogante, rápidamente le indique que en dos horas y ella comprendió.

n ¡Podría escaparme dentro de dos horas! ¿Quieres?

— Si claro que si hermosa. Estaré esperándote chao.

Silvia me devolvió el teléfono y la apresure.

_Pues vamos, solo ponte las zapatillas blancas, mientras lo haces subiré al cuarto de servicio.

Subí rápidamente a la azotea y abrí el cuarto de servicio, solo yo podía entrar ahí, no le permitía a Silvia hacerlo, ahí tenía guardado el ultimo vestido que le había comprado pero el cual ya no había usado, también tenía un juego de lencería blanca.

Mi deseo era que esas ropas serian las ideales para ese reencuentro con Andrés.

Salimos de la casa, ambos permanecimos en silencio, decidí que tomáramos un taxi para ganar tiempo, la ropa la llevaba en una pequeña maleta, ella no sabía aun de lo que se pondría, en menos de 20 minutos llegamos a la misma calle, al mismo hotel donde siempre la esperaba.

El hombre de la recepción nos reconoció de inmediato, lleno la hoja de entrada y me la dio para firmarla.

Es la única habitación desocupada, tiene un balcón que da ha la calle.

Silvia se tomo de mi brazo y subimos las escaleras, no me importo la sonrisa morbosa del hombre mientras seguía nuestros pasos, lo único que me importaba… era que volveríamos a disfrutar de esa relación prohibida.

Apenas entramos me apresuré a cerrar con seguro por dentro.

_ Apúrate Silvia, báñate y cuando salgas te daré la ropa que te pondrás.

Con premura se desnudo ahí mismo a un lado de la cama, yo me había sentado en un viejo sofá que estaba a un lado, entro al baño y abrió las llaves del agua. Cuando salió miro sorprendida el vestido sobre la cama, volteo a mirarme y se aproximo a darme un beso apasionado.

n ¡Gracias! De verdad… ¡te agradezco esta nueva oportunidad que me das!

-Anda, arréglate y ve a verlo. Ya tendrás oportunidad de demostrarme tu agradecimiento, por cierto… en la mochila esta la ropa interior que te pondrás.

Antes de ponerse la ropa, se puso aceite aromático en todo su cuerpo, arreglo su cabello y pinto sus uñas de pies y manos, se puso un poco de maquillaje y pinto sus labios con un rojo intenso, tomó las prendas intimas y se las puso, iniciando con la pequeña tanga, solo era un pequeñito triangulo el que no lograba cubrir del todo sus vellos púbicos.

Un sostén de media copa. El vestido… se trataba del vestido más hermoso que le había comprado, de color amarillo, con cuello de tortuga y mangas largas, cortito y con un delicioso toque el cual le daba los botones en todo el frente.

Las zapatillas blancas hacían resaltar sus torneadas piernas, nuevamente me sentí satisfecho al ver su transformación, de una mujer tímida e ingenua… a una mujer sexy y destilando sensualidad.

n ¿A qué horas quieres que regrese?

_No hay prisa, lo sabes. Solo recuerda… lo que tienes que hacer a tu regreso. La hora no importa… aquí estaré esperándote.

Solo faltaban 20 minutos cuando salimos del hotel, caminamos tomados de la mano, como siempre solo un par de calles adelante la solté y disimuladamente al dar vuelta en una esquina, cruce del otro lado de la acera.

La seguí a prudente distancia, apenas me acomode en el atrio de la catedral cuando vi pasar el auto de Andrés, la vi subir y darle un beso en la boca, de inmediato sentí esa extraña mezcla placentera de celos y deseo.

Los vi perderse a la distancia, camine como otras ocasiones, sin rumbo fijo, solo haciendo menos pesada la espera; no podía dejar de preguntarme lo que estaban haciendo en ese momento, dejaba volar mi imaginación, la veía desnuda mamando su verga.

Todo… todo me imaginaba, no había pasado ni una hora y ya estaba ansioso de verla regresar, pero era demasiado temprano y sin duda regresaría ya entrada la noche.

Llegue a un cine, al mismo que había entrado varias veces, el único que abre sus puertas los sábados y domingos y tiene permanencia voluntaria, busque una butaca en algún lugar solitario, lo encontré en la parte más alta de la sala, mire en todas direcciones, nadie parecía mirarme.

Con discreción baje el cierre de mi pantalón y acaricie mi verga mientras seguía imaginándola. Me apreté con fuerza para calmar el dolor que ya sentía por la excitación, así pase el tiempo que tardo la primera película.

Eran las 6 de la tarde cuando termino la segunda película, en ese momento se formo una idea morbosa en mi mente, me apresuré a salir del cine y tome un taxi, fui a la casa y busque mi cámara fotográfica, tome el tripie y volví a salir.

Tenía que tomarle algunas fotos con ese vestido, pero tenía que ser a su regreso, sabía que volvería en estado indispuesto como antes, pues él siempre la convencía de beber algunas copas.

La idea de fotografiarla me dio una excitación extra, si resultaba, intentaría fotografiarla en lencería, guardaría esas fotos para mí solo. Fui directamente al hotel, acomode la cámara en algún lugar estratégico, enfocando la cama y el sofá.

Las horas pasaban lentamente, las calles de la ciudad pronto quedaron desiertas, escuche cuando el encargado ponía el candado en la puerta. Cada vez que alguien tocaba el timbre. Corría al balcón esperando que fuera Silvia.

Pero nada, ya eran las tres de la mañana y ella no regresaba, pensé en llamarla y reprenderla, pero me contuve, el reloj marcaba las cuatro de la mañana cuando volvió a escucharse el timbre, me apresuré a ver por la ventana y ahí estaba.

Se veía mal, caminaba con dificultad, pensé en salir en su ayuda, pero me contuve. La vi subir las escaleras lentamente, se detenía por momentos, miraba las puertas buscando la de nuestra habitación. Por fin la escuche detenerse y dar unos discretos golpecitos en la puerta.

Espere a que golpeara una segunda vez, con toda la calma del mundo abrí la puerta, se apresuro a entrar y de inmediato se aferro a mi cuello y me beso en la boca.

El calor del deseo me invadió de inmediato, con palabras entrecortadas se apresuro a disculparse.

n ¡Perdóname! Perdí la noción del tiempo.

Suavice mi actitud y le di tranquilidad.

-Tranquila Silvia, ¡lo importante es… que pasaste una buena noche! ¿Verdad? Anda… acomódate y cuéntame todo.

Estuvo a punto de caer, pero logro controlarse y llego al sofá, se sentó y con los ojos semi cerrados empezó a balbucear, fue increíble, no se dio cuenta que había activado la cámara, la puse en grabar, quería tener todo para mí solo

n Le dio mucho gusto verme, contrario a las otras veces, me llevo a un bar. Bebimos unas copas y ahí me hizo que le contara lo que había sucedido, no tienes de que preocuparte, quedo convencido de que tú no sabes nada.

Cuando nos fuimos al motel, yo me sentía mareada, al llegar de inmediato me despojo del vestido… le gusto mi ropa interior y me pidió quedarme así con la tanga y el sostén. Bailamos varias melodías, me despojo del sostén y me dejo solo con la tanga, seguimos bebiendo licor.

No recuerdo el momento cuando me despojo de la tanga, solo recuerdo cuando todo inicio, ya me tenía en la esquina de la cama, me puso boca abajo, separó mis piernas y… comenzó a chupar mi ano.

Con sus manos tomó mis tetas y las acariciaba mientras seguía chupando. Tardo mucho tiempo haciéndolo, yo… estaba muy caliente, me da vergüenza decirte lo que hice.

Apenas me había dado pocos detalles y ya estaba con la verga dura, la apresure a contarme todo sin ocultarme nada.

– ¡Quiero que me digas todo! Sin ocultarme nada.

n Yo… no pude evitarlo, le suplique me dejara mamar su verga, lo deseaba tanto. No me importo humillarme, cuando se lo pedí me hizo hacer algo nuevo… algo… que nunca antes había hecho.

n ¡Por favor Andrés! Déjame mamar tu verga… lo necesito tanto.

No hizo caso a mis ruegos y siguió chupando mi ano, suplique un par de ocasiones y fue en la cuarta vez cuando se aparto. Me tomo de la mano y me llevó al baño, ahí… me dijo que me pusiera como si quisiera orinar, se desnudo y se paro frente de mi.

–Si quieres mamar mi verga, tendrás que ganar el derecho. Puedes hacerlo, pero quiero verte orinar mientras lo haces.

-¿Qué estás diciendo? ¿Te pidió hacer eso?

n Si… yo sentí vergüenza, pero también deseaba tener su verga en m boca, así… que abrí mi boca y su verga me inundó de inmediato. No fue necesario hacer mucho esfuerzo, en segundos la orina salió disparada de mi chocho.

Rápidamente puso la palma de su mano en mi chocho, lo que dijo… me puso más caliente.

__¡Qué delicia Silvia! Tu orina está caliente, sigue haciéndolo, mientras más orines… más derecho a mi verga tendrás.

n __ Pero la orina se termino, entonces sin darme tiempo me tomo en brazos, me llevo a la cama y me recostó boca arriba. Ahora mamo mi chochito, chupaba con desesperación, mi cuerpo estaba tembloroso. No pude aguantarme y tuve un orgasmo.

n Ayyyyyyyyyy yaaaaaaaaaaaa por favorrrrrrrrr aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. Mis gemidos parecieron aumentar su placer, pues siguió chupando, y por momentos tocaba con la punta de su lengua mi botoncito haciéndome temblar de placer.

Se aparto y por fin… metió su verga en mi chocho. Solo fueron unos cuantos minutos que la tuve dentro, la saco y me hizo mamarla nuevamente, enloquecí al volver a sentir ese delicioso sabor agridulce, mezcla de su semen con mi liquido vaginal.

Después de mamar hasta que estuvimos satisfechos… me cogió, sentí su semen correr por mis entrañas, el licor… el cansancio nos hizo quedarnos dormidos abrazados.

– ¡Vaya! Que rico debió ser lo que hicieron. Entonces… ¿no vienes mojada?

Como respuesta, Silvia se puso de pie y se despojo del vestido, mi sorpresa fue enorme, no llevaba su ropa interior, solo el vestido; el cual arrojo al sofá y volvió a sentarse, solo que ahora con las piernas abiertas, con su chocho expuesto.

Estaba mojado. Sin perder el tiempo me desnude y me senté a su lado.

– Cuando despertamos, fuimos al baño juntos, ambos deseábamos orinar, así que mientras él lo hacía en la taza, yo… lo hice en la coladera, al terminar, nos bañamos ya estábamos conscientes de las cosas, pero Andrés volvió a servir las copas, encendió un cigarro y fumo mientras yo bebía mi copa.

Soltó una bocanada de humo en mi cuerpo, el deseo había regresado, volví a mamar su verga y de inmediato reacciono, ya me tenía ensartada, en un movimiento rápido paso sus manos por mis piernas y me elevo.

Quede como si estuviera sentada en una silla, pero el asiento eran sus manos. Así… me subía y bajaba con rapidez. Terminamos bañados en sudor, la penetración era total, gemí… como nunca lo había hecho.

Aaaaaaaaaaaaaaaaa yaaaaaaaaaaaaaaaa siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii mmmmmmmmmmm aaaaaaaaaaaaaa que ricoooooooooooooooo aaaaaaaaaaaaaaaaa.

__No vuelvas a dejarme Silvia, ya eres mía, me perteneces. Quiero que solo seas mía, quiero ser el único que disfrute de ese delicioso chocho. Me gusta que seas puta… pero solo conmigo. ¿Lo harás?

n Siiiiiiiiiiiiiiiiii te lo jurooooooooooooo seré tu puta por siempreeeeeeeeeeee aaaaaaaaaaaaa. No sabía lo que decía, ya el licor había vuelto a embriagarme, sentí su leche volver a inundar mi chocho, con dificultad me puse el vestido, trate de ponerme mi ropa interior, pero me lo impidió. Se quedo con las prendas, me ayudo a subir al auto y abandonamos el motel.

Me dejo a una calle de aquí, en mi bolso está el cheque.

Silvia se quedo callada y también cayo de lado, se había quedado dormida, la recosté bien y separe sus piernas, todo era cierto, tenía el chocho mojado, la leche de Andrés estaba fresca, todo su cuerpo olía a cigarro y a licor.

Su chocho aun estaba abierto tomé la cámara y me aproxime, tome varias fotos de su chocho, de todo su cuerpo, sentí deseo de cogérmela, pero no me pareció correcto y la deje descansar.

Pasaba del medio día cuando Silvia despertó, se baño y se puso su ropa, ya había yo guardado la cámara y el vestido, abandonamos el hotel y fuimos a casa.

n ¿Estás enojado?

-No. ¡Estoy contento porque disfrutaste la noche! ¿Quiere volver a verte?

n Si. Me pidió que le llamara el martes.

-Creo… que antes de llamarle, tendrás que cumplir tu palabra, ¿recuerdas?

Silvia enrojeció de vergüenza, bajo la mirada y hablo con timidez.

n Si… ¡cuando quieras!

Ese día la deje descansar, después de comer, fue a la recamara y se quedo dormida, mientras yo, me encerré en la otra recamara y mire el video y las fotos, todo era verdad, ahí estaban las pruebas.

Pase el día planeando la forma de hacer que Silvia cogiera con otros hombres, nada se me ocurría, sin embargo recordé algo que había visto en los baños del cine la tarde anterior, rápidamente salí de casa y fui al cine, anote el teléfono y leí lo que decía el anuncio.

—- Soy hombre maduro, tengo buena herramienta, ¿quieres que me coja a tu esposa? Llámame o deja mensaje. Volví a casa, al llegar, Silvia estaba en la cocina, aun se veía cansada, pero también se veía muy contenta.

n -¿Quieres comer algo?

-No. Quizá más tarde.

La mire fijamente, quería ver cualquier reacción negativa en ella.

-Quiero que te arregles, iremos al cine.

-Pero antes… toma el teléfono y llama a Andrés, dile que si lo puedes ver el martes. Arregla todo de una vez.

La voz de Andrés se escuchaba con claridad.

__ ¡Sí, claro que si quiero verte! Entonces el martes a la misma hora, chao.

Mi plan estaba dando resultado, ella se veía contenta, fue el momento para decirle lo que tenía que hacer y su respuesta fue sorprendente.

-Iremos a un cine, ahí… estará el hombre que elegí para que te coja. Si cumples, el martes podrás verlo, iras tú sola pues yo tengo que trabajar.

n ¡Estoy de acuerdo! Te prometí hacerlo y voy a cumplirlo. Solo… no me prohíbas seguir con Andrés. ¿A qué hora nos vamos?

-A las 5 de la tarde, ahora saldré un momento no tardo.

Fui a un teléfono público y marque el número, de inmediato respondieron.

-¿Hola?

¡Buenas tardes! Ayer vi un anuncio en los baños de un cine, ¿es verdad?

—–Sí. Es verdad, soy un hombre maduro, con buena verga y dispuesto a coger a esposas insatisfechas. ¿Tu esposa lo es? Puedo atenderla y tú podrás mirar.

-No… prefiero no estar presente. ¿Dónde podemos encontrarnos? ¡Quisiera que hoy mismo sucediera!

—- Llévala al cine, ahí podremos vernos. Pero antes pon atención, si de verdad la llevas… solo será para conocerla, tendré que llevarla a donde vivo y ahí la atenderé. Si no estás seguro… olvídalo.

– Si… no hay problema, la llevare, estaremos ahí como a las 6 de la tarde, llevara un vestido amarillo y zapatillas blancas, la dejare sola en la parte más alta, ella estará esperándote. Solo una pregunta, ¿Qué tiempo la tendrás contigo?

—- Un par de horas, la dejare donde tú me lo indiques.

– ¡De acuerdo! Entonces ahí estaremos.

Me apresure a regresar a casa, la hora se fue aproximando lentamente, ya solo faltaban un par de horas.

-Ya es hora Silvia, báñate y ponte el vestido amarillo y las zapatillas blancas. Lleva ropa interior normal.

Esta vez fuimos en transporte público, yo estaba más nervioso que Silvia, sentía temor al ir a una cita a ciegas, sin saber quién era en verdad el hombre, si cumpliría su palabra de regresarla en dos horas, pero ya estábamos cerca y no quería dejar de intentarlo.

-Pon atención Silvia, entraremos y te dejare sola en una butaca, ahí esperaras al hombre, el te reconocerá, solo… haz lo que te pida y en dos horas te enviara de regreso, cuando eso suceda márcame y nos pondremos de acuerdo en donde nos veremos, si cumples… recuerda que tu premio será ver a tu amante el martes.

Sorprendentemente, Silvia se estaba comportando con mucha naturalidad, me dio un beso con toda tranquilidad y me susurro al oído antes de entrar al cine.

n Descuida, cumpliré mi parte del trato.

La sala estaba en penumbras, cuando pasamos por la fuente de sodas, vi a varios hombres quienes nos miraban, me preguntaba quién de ellos era el anunciante, nos quedamos unos minutos de pie, esperando acostumbrarnos a la obscuridad.

Cuando lo logramos subimos las escaleras, seguidos por las miradas de quienes ya miraban la película, llegamos a la parte más alta, ahí la deje sentada y me aleje sigilosamente, salí de la sala, pero solo para dar la vuelta y entrar por otra entrada, me senté en un lugar de donde podía ver lo que sucedería.

Pasaron varios minutos sin que nadie se aproximara, sentí frustración, sin duda solo se trataba de una broma, me levante dispuesto a ir a su lado, pero justo en ese momento vi entrar a un hombre quien llevaba un sombrero. Se quedo de pie y enseguida subió lentamente y solo se detuvo cuando llego al lado de Silvia.

Se sentó a su lado y daba la impresión que hablaban, tardaron unos 10 minutos charlando y por fin los vi levantarse y bajar las escaleras, deje que salieran y después… baje las escaleras apresuradamente. Mi tardanza fue mucha, ya no logre verlos, corrí por las calles cercanas, pero no los encontré.

Comencé a preocuparme mucho, ni siquiera logre ver el rostro del hombre, pensé en marcar su número, pero no me atreví, di vueltas por las calles aledañas y así pasaron rápidamente las dos horas pactadas.

La noche ya había caído, el timbre del teléfono me hizo sobresaltarme, me apresure a responder escuche la voz de Silvia y la tranquilidad volvió a mí.

n ¡Hola! ¿Dónde nos veremos?

– ¡Dime donde estas! Yo sigo aquí cerca del cine.

n Yo estoy en la 2 oriente, me trajo a su casa.

-Espérame en el zócalo, no tardaré en llegar.

Apresure mis pasos, ya no estaba nervioso ni preocupado, ahora estaba excitado por saber que había sucedido, ella se escuchaba tranquila. Al llegar se tomo de mi brazo y caminamos por el zócalo.

– ¿Lo hicieron?

n Si. ¡Tengo el chocho muy mojado con su leche!

– -¿De verdad? Vamos al hotel, quiero verlo y que me cuentes todo.

Caminamos por las calles con dirección al norte, pague la habitación y apenas entramos le pedí desnudarse, lo hizo rápidamente mientras yo hacía lo mismo.

Se tiro en la cama y tomo sus tobillos con sus manos, abriéndose por completo dejando a mí entera libertad su chocho mojado, sin dejarme hablar ella comenzó a darme todos los detalles.

n Me gusto como lo hizo. Es un hombre viejo, incluso… le faltan los dientes superiores, en el cine… metió su mano bajo mi vestido y me despojo de las pantaletas que traía puestas, las guardo en su bolso del pantalón y me hizo caminar así hasta su casa, podía sentir como el aire entraba y acariciaba mi chocho.

Vive en un cuarto de vecindad, tiene una vieja cama y todo huele a humedad, me pidió desnudarme mientras él me observaba, cuando quede desnuda… me dijo me acostara y le respondiera algunas preguntas que me haría.

ü ¿Estás insatisfecha?

Como no me dijiste nada, respondí lo primero que se me ocurrió y afortunadamente creo que todo salió bien.

n Si.

ü ¿Tu esposo no te llena? ¿De qué tamaño tiene su verga?

n ¿Su verga? Pues… creo que es normal.

En ese momento termino de desnudarse y su verga… ¡dios! Es muy grande, incluso… más que la de Andrés. La tomo con su mano derecha y volvió a preguntarme.

ü La mía es normal, ¿así la tiene tu esposo?

n Aaaaaaaa. Nooooo. La suya… es más pequeña.

Dio la vuelta y tomo una regla en la mesa de madera.

ü Muéstrame el tamaño de su verga.

n Me dio vergüenza hacerlo, pero tenía que ser sincera. Calcule tu tamaño y le mostré.

ü ¡Es muy pequeña, eso lo explica todo! Tu esposo tiene una verguita… por eso me busco. ¿Has cogido con alguien más?

n No.

Ya no hubo palabras se aproximo y se acomodo entre mis piernas, mi chocho estaba mojado, puso su verga en la entrada y empujo con fuerza, la metió toda de un golpe, sentí dolor, y me aferre a su cadera, trate de zafarme, pero no logre hacerlo.

Empezó a bombearme lentamente, poco a poco paso el dolor, me sentía llena con su verga, tardo varios minutos antes de sacarla, ahora se tendió en el piso y me hizo sentarme sobre él, yo misma me ensarté, me la metí hasta el tronco.

Sin pensarlo empecé a moverme subiendo y bajando, disfrutando de esa formidable verga.

n Aaaaaaaaaaaaa que rica verga aaaaaaaaaaaaa no podía creer que ese hombre viejo no sintiera cansancio, y lo más sorprendente… que no parecía querer eyacular.

Cerré los ojos y pensé en Andrés. Me imaginaba estar con él, sabía que mi sacrificio bien valía la pena, sabía que tu cumplirías tu palabra, por eso me deje coger por ese hombre. Asombrosamente fui yo la primera en terminar, todo mi cuerpo se convulsionó cuando llego el orgasmo. Seguí moviéndome hasta que por fin me pidió detenerme.

Ya habían pasado casi las dos horas, así que me puso de pie recargada en la mesa, separo mis piernas y se acomodo para volver a cogerme. Ahora si me bombeaba con fuerza, su sudor caía sobre mis nalgas, su verga estaba muy dura, el momento llego inesperadamente.

Sentí su leche inundarme, fue formidable, era leche caliente, más abundante que la de Andrés. Me soltó… Hasta que dejo de fluir su semen. Me dijo me vistiera y antes de salir, me dijo que regresara cuando lo deseara.

Era sorprendente la actitud de Silvia, todo era verdad, su chochito estaba mojado, se veía más abierto que cuando regresaba de estar con Andrés, pero solo lo había hecho para complacerme. Tímidamente toque su chocho, sintiendo el semen del viejo, cuando lo hice ella dijo.

n ¡Ahora comprendo todo! Ese viejo tiene razón… buscas que otros hombres me den lo que tú no puedes, tu pequeña verguita no se puede comparar con la de ellos, sin embargo… ¡te amo y yo… siempre iré a que me cojan! Regresare con mi chocho mojado, con la leche de mis amantes y tu… podrás disfrutar mirando mi chocho y escuchando cuando te diga cómo me cogieron.

-Sus palabras me calentaron en exceso, tome mi pequeña verga con mi mano derecha y me masturbe regando mi leche sobre su cuerpo.

Después de bañarnos, nos vestimos y regresamos a casa, en silencio, cuando llegamos… ella dejo en claro quién tenía ahora el control de las cosas. En ese momento comprendí… que ya era un cornudo. Y que me gustaba reconocerlo y aceptarlo.

Antes de ir a la cama ella dijo lo siguiente.

n ¡El martes iré con Andrés al medio día! No sé a qué hora regresaré, llevare el mismo vestido pues él me lo pidió, también te aviso que no llevare nada debajo, así me lo ordeno… ¡ahora puedo decírtelo! Todo lo que él me ordene… voy a cumplirlo. Por último… ya puedes ir buscando a otro hombre para que me coja.

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