Termine teniendo sexo con el dentista de mi mejor amiga

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¡Muy buenas! Hoy voy a contaros una historia que me sucedió cuando trabajaba en una ciudad del interior con pocos habitantes. Tengo que decir que en aquella época no existían las apps de ligoteo y al ser una ciudad pequeña era difícil ligar… aunque cada uno hacía lo que podía, como es lógico 😉

Una amiga mía me comentó que tenía que ir al dentista y le daba horror. A mí también me dan horror pero como sólo era para acompañar, le dije que vale.

Fuimos a una de esas franquicias de dentistas y estuvimos un rato en la sala de espera. Al rato llamaron a mi amiga y yo quería quedarme fuera pero me rogó que entrara con ella… Allá que nos fuimos los dos.

Al entrar en la consulta nos recibió un chico latinoamericano. Tendría unos 10 años menos que yo. No era muy alto pero era muy, muy guapo de cara en la que resaltaba una sonrisa preciosa y unos ojos negros que te comían con la mirada. Eso, y un tupé espectacular… Nos dio la mano y nos dio la bienvenida: “Me llamo Álex, encantado”. Ufff. Me dijo que podía sentarme en una de las sillas que había mientras mi amiga se tumbaba asustada en el sillón.

Empezó a hacerle preguntas sobre el problema que tenía y yo iba mirando horrorizado todo lo que veía en la consulta porque a mí también me dan terror los dentistas. En un momento determinado se giró hacia mí y me preguntó si éramos pareja. Tuve que contestar yo con una risa diciéndole que no, porque mi amiga tenía la boca en ese momento ocupada…

La verdad es que no le di importancia a la pregunta pero empecé a detectar cómo el dentista me iba mirando de vez en cuando, y cada vez de manera menos disimulada. Yo reparé entonces en su cuerpo menudo, con esos pantalones de médico blancos en los que se podía detectar un culo perfecto y en los que se adivinaban unos bóxer ajustados de un color indeterminado.

Fue pasando el rato entre miradas y mis sonrisas nerviosas mientras hasta que terminó el trabajo. Se quitó la mascarilla y me sonrió abiertamente mientras mi amiga se incorporaba. Le dio fecha para la semana siguiente y, mirándome a mí, nos dijo: “Bueno pues nos vemos la próxima semana”. Nos dio la mano y nos despedimos mientras yo seguía flipando.

Al salir mi amiga me comentó que si pretendía ligar con su dentista y yo le dije que no!! No era mi intención pero lo cierto es que en el ambiente se había percibido una química, al menos de entrada. Me preguntó si la acompañaría la siguiente semana y no supe que decir, pero en el fondo estaba deseando volver a ver qué pasaba.

El tema quedó en el olvido mientras pasaban los días entre el curro y alguna que otra cervecita por la tarde hasta que un día mi amiga que recordó que al día siguiente tenía cita de nuevo en el dentista, y que, por supuesto, contaba con que la acompañara. No me pude negar, ni quería tampoco, claro…

Al día siguiente, a la hora indicada, me recogió mi amiga y nos fuimos a la consulta. Ese día no nos hicieron esperar demasiado y al poco de entrar, nos llamaron. Nos volvió a recibir con una sonrisa y nos dio la mano. Supongo que no me lo pareció, pero me dio una ligera caricia al soltar la mía.

Le preguntó a mi amiga qué tal y se puso manos a la obra. De vez en cuando volvía a girarse a mirarme y yo le aguantaba la mirada a esos ojos negros preciosos. Mientras seguíamos con nuestro juego de miradas yo decidí ir un poco más allá, a pesar de lo nervioso que estaba por la situación, y una de las veces que se giró a mirarme, abrí las piernas y me sobé disimuladamente el paquete. Fijó la mirada unos segundos en mi entrepierna y siguió con su trabajo. Pero a mí me puso a tope.

Se me estaba poniendo morcillona de ver ese culazo que incluso me parecía a mí que estaba más redondito que la última vez que lo vi. En un momento determinado dejó a mi amiga y se fue a una de las mesitas que había en la sala. Sacó algo que no podía ver y al momento se acercó a mí todo lo disimulado que pudo y me dio un papel. Lo abrí como pude sin hacer ruido y ponía su nombre y su teléfono. Se me dibujó una sonrisa de oreja a oreja y lo guardé.

Salimos de la consulta y mi amiga notó algo, pero yo preferí no decirle nada de momento. Le dije que había habido miraditas y ya está. Me dejó en casa y grabé su número. Le envié un mensaje saludándole y diciéndole quién era. Suponía que seguiría en la consulta así que dejé el móvil por ahí y me puse a hacer cosas en casa. Cuando ya ni me acordaba, miré el móvil y tenía un mensaje de él:

-Qué bien que me hayas escrito. Me apetece quedar contigo. ¿Quieres?

Claro que quería… Estuvimos intercambiando mensajes hasta que fijamos un día para que viniera a casa después de cenar, ya que salía tarde de la consulta. Entre unas cosas y otras tuvimos que dejar la “cita” para unos días más tarde porque teníamos compromisos. Durante esos días fuimos intercambiando algunos mensajes que iban subiendo de todo y que hacían que anhelara la llegada de nuestra cita.

Llegó el día que habíamos quedado y la verdad es que estaba nervioso. Cené algo y me di una ducha. Me puse un chándal sin nada debajo y una camiseta. Empezaba a hacer calor y esperaba que subiera la temperatura esa noche. A la hora indicada llamó al timbre. Le abrí nervioso y esperé a que se abriera el ascensor con la puerta abierta para verle llegar.

Me quedé boquiabierto. Estaba todavía más guapo sin la ropa de la consulta. Llevaba una sudadera con capucha y unos vaqueros ajustados que le marcaban las piernas, el paquete y el culo. Me sonrió al verme y me saludó desde el rellano. Entramos a casa y al cerrar la puerta me giré y nos abalanzamos el uno contra el otro en un beso largo, intenso y apasionado.

En ese momento me di cuenta de la atracción sexual que habíamos tenido desde el minuto 1. El morreo se prolongó bastante -me encanta un buen morreo y puede ponerme cachondísimo- y pensé que era un inicio genial. Nos quitamos las sudaderas mientras notaba como nuestros rabos habían crecido ya bastante de la situación y de los roces que nos estábamos dando. Le cogí con las dos manos el culo y palpé la dimensión de semejante culazo. Tenía un culo redondo y prieto, con dos cachetes espectaculares que apenas me cabían en la mano.

Paramos un poco para coger aire y le dije:

-Bueno, bienvenido… ¿Qué tal?

-Pues ya ves. No podría estar mejor.

-Se me ocurre alguna manera para mejorarlo…

-¿Sí?

-Claro. ¿Vas a quedarte toda la noche en el pasillo o prefieres que vayamos a la cama?

Y allí que nos fuimos, dejando las sudaderas tiradas por el suelo, y sin dejar de morrearnos. Llegamos a la habitación y me dijo que me tumbara en la cama. La tienda de campaña que marcaba mi pantalón del chándal era ya imposible de ocultar. La miró y se sonrió relamiéndose. Empezó a quitarse las zapatillas y los pantalones. Yo iba a hacer lo mismo pero me dijo que no tuviera prisa, que ya se encargaba él.

La visión que dejó ante mis ojos era perfecta. Mi dentista preferido únicamente con unos bóxer rojos que marcaban ese culazo, y dejándome a la vista un paquete bien marcado y animado, y un cuerpo perfecto con una piel morena y fina, sin pelos.

Subió a la cama y se puso de rodillas a un lado. Me empezó a besar mientras sobaba mi paquete que estaba ya a punto de explotar. Con su lengua fue jugando por mi cuello y mis orejas, haciendo que soltara varios bufidos. Bajó a mis pezones y fue alternando su lengua por cada uno. Yo alargué la mano para sobarle el paquete. Su pollón estaba bien duro y metí la mano por los boxer para notar que efectivamente estaba bien excitado porque me pringué la mano con precum.

Él siguió bajando por mi ombligo y se acercaba a una zona caliente. Acercó su boca y marcó con sus labios mi rabo en el chándal, mordisqueando suavemente. Entre su saliva y mi rabo que estaba escupiendo ya precum se formó una mancha y él se quedó mirándola, me miró a mí y me sonrió.

Me quitó suavemente el pantalón y empezó a lamerme las ingles. Pasó a los huevos, dándome un placer tremendo y fue subiendo por mi polla hasta llegar al glande. Lo lamió de una manera brutal y se fue metiendo toda la polla en la boca hasta que chocó contra su garganta. Levantó la mirada y me miró a los ojos. Abrió más la boca y noté cómo mi rabo pasaba por su garganta. Lo mantuvo ahí un poco y empezó un mete y saca que me estaba volviendo loco.

Cuando paró, subió a mi boca y volvimos a besarnos apasionadamente, jugando con nuestras lenguas, mientras mis manos volvían a palpar su culazo. Le empujé hacia un lado y quedó boca arriba en la cama. Repetí los movimientos que había hecho él conmigo, lamiendo cada centímetro de su piel. Le quité el bóxer y apareció ante mí un rabo de unos 18 centímetros, circuncidado y con unos huevos gruesos. Estaba tan caliente que me metí su polla en la boca y empecé a lamerla como si fuera un helado mientras él me cogía la cabeza con las manos y me acariciaba.

Cuando hube disfrutado de su rabo y de sus huevos bajé un poco más y le levanté las piernas. Metí mi cabeza en su ojete y con mi lengua empecé a lamerlo hasta la saciedad mientras escuchaba cómo gemía. Como notaba que estaba incómodo con las piernas en alto y no no podía acceder todo lo bien que quería, le hice darse la vuelta y se puso a cuatro patas sobre la cama. Me quedé mirando impresionado por el ejemplar de tío latino ante mí. Buceé entre su culo dándole algún cachete a sus glúteos y comiendo ojete como si no hubiera un mañana. Tengo que decir que el beso negro es algo que me encanta. Me vuelve loco que me lo hagan, pero también me pone muy perraco comerme un buen culo. Seguí chupando aquel manjar de culo mientras iba metiendo uno de mis dedos, después dos…

Después me acerqué a la mesita de noche a sacar preservativos y lubricante y busqué su boca para volverlo a besar. Nos fundimos en un morreo caliente los dos de rodillas en la cama mientras mis dedos seguían jugando con su agujero. Me cogió un preservativo, lo abrió y me lo puso. Cogió el lubricante y se puso por su culo y se tumbó boca arriba, abriendo los brazos para que me pusiera encima de él.

Acerqué mi polla a su agujero y empujé suavemente mientras él me miraba fijamente y me cogía el cuello con sus manos. Entre el lubricante y la comida de culo que le había dado, mi rabo no encontró demasiada dificultad para adentrarse. Una vez dentro, esperé mientras lo besaba y él empezó a hacer movimientos dándome a entender que ya podría moverme a mi antojo. Y eso hice. Ese día fue bestial. Follamos en esa posición, se puso a cuatro patas, me hizo sentarme en la cama y cabalgó sobre mi rabo… Fue bestial como digo. Porque además, a él también le costaba correrse como a mí, y tuvimos una sesión de más de una hora y media preciosa.

Cuando ya estábamos a punto de correnos se tumbó boca arriba y me dijo que lo llenara de leche, en su polla y en su tripa. Estuve bombeando su culo hasta que no pude más, la saqué y me quité el condón y empecé a correrme a lo bestia encima de él mientras él se pajeaba y empezaba a soltar una lecha blanca que contrastaba con su piel morena.

Nos fundimos en un abrazo sin importar en absoluto que nos pringamos los dos de leche. Así estuvimos un buen rato abrazados hasta que reaccionamos y le dije si quería ducharse. Me dijo que claro y que si le acompañaba.

Nos fuimos al baño y empecé a enjabonarle la espalda suavemente. Al poco tiempo, tenía otra erección considerable. Al girarse la vio y empezó a reírse. Se agachó y empezó a hacerme una mamada brutal. Lo cogí de los brazos y lo levanté para besarle de nuevo. Hay que ver lo bien que besaba este chico! Entonces fui yo quien se agachó y se metió su polla en la boca haciendo como que me la follaba. Estuvimos un buen rato alternándonos hasta que en una de las ocasiones, me dijo que no aguantaba más y le dije que me diera leche en la boca y no lo dudó. Ese rabo moreno empezó a soltar leche que se depositaba directamente en mi boca. La sensación de notar cómo sale la leche mientras tengo una polla en la boca es indescriptible. Me causó tanta excitación que me corrí con su leche en mi boca.

Terminamos de ducharnos y salimos al salón. Le ofrecí algo de beber fresco y aceptó. Nos sentamos y nos pusimos un poco al día en plan presentaciones, cosa que no habíamos podido hacer al princpio de la noche. La verdad es que conectamos también a nivel personal con la charla que tuvimos. Sexualmente ya era evidente que habíamos conectado…

La verdad es que yo estaba súper a gusto. Notaba que no era la sensación que tienes cuando quedas con alguien para follar, follas y hasta luego. Había química. Cuando nos dimos cuenta eran las 2 de la mañana y al día siguiente había que trabajar. Nos despedimos y quedamos en volver a vernos en cuanto fuera posible. Él estaba varios días allí y algunos en València por temas de trabajo. Y yo también iba a València algún fin de semana a ver a mis padres así que no lo teníamos del todo fácil pero pensamos en un día entre semana de la semana siguiente.

Esos días que pasaron se hicieron eternos. Estábamos todo el día enviándonos mensajes cariñosos y otros subidos de tono. Entre tanto, mi amiga tenía que volver al dentista pero esa vez puse una excusa del curro para no ir. La verdad es que no me apetecía que ella notara nada, al menos de momento.

Llegó el día del reencuentro y volvió a ser genial. La chispa sexual seguía a tope y tuvimos otra sesión de sexo espectacular que terminó con un polvo en la ducha, cumpliendo así una de mis fantasías. Fue algo incómodo por la falta de costumbre, pero me lo follé mientras él apoyaba sus brazos contra la pared y empinaba el culo para que entrara mejor.

No quiero extenderme demasiado, pero quedamos varias veces, salimos a cenar en alguna ocasión y otras, preparábamos algo en mi casa y cenábamos y después teníamos buenas sesiones de sexo. No queríamos poner nombre a eso que estaba surgiendo. Especialmente yo. Pero una noche después de estar en la cama, tomando algo en el salón, le pusimos nombre. Y entonces fui consciente de que la cosa había ido más allá que tener un follamigo más o menos regular.

Yo puedo poner mil excusas que no servirían de nada. Creo que lo más cercano a la verdad sería decir que me asustó el compromiso. Creo que no estaba preparado para eso. Y así se lo hice saber con la misma confianza con la que nos habíamos tratado desde el primer momento.

Pero esa realidad le dolió. Mucho. Tras esa conversación salió de mi casa sin despedirse. Luego hablamos varias veces, tanto por teléfono como un par de veces que nos vimos. Seguía habiendo química pero la realidad había terminado por estropearla. Por hacer inservible esa química.

Yo dejé la ciudad y volví a València y nos fuimos distanciando poco a poco. Al principio nos enviábamos mensajes en Navidad y esas cosas y nos cruzamos un día por València y nos alegramos de vernos los dos.

Mientas escribía el retado he recuperado un teléfono móvil de esa época. He repasado los mensajes que nos enviábamos. Y reconozco que me equivoqué con Álex. Supongo que en ese momento teníamos necesidades y prioridades diferentes. Él se portó como un señor: “Supongo que no estoy entre tus prioridades ni entre tus planes”, me ponía en uno de los mensajes.

Y yo sólo lamento haberle hecho un daño innecesario.

Espero que os haya gustado la historia. Si os apetece comentar o escribirme un mail, os lo agradezco.