Mi tío empezó a amenazarme con decile a mi padre sobre mi potro, para callarlo tuve que dejar me hiciera suya

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Con lo que descubrí hijita voy a hacer que hagas lo que yo quiera –dijo a mí oído antes de entrar de nuevo a la casa–. Cada vez que estábamos solos en la casa o afuera no me quitaba la mirada de encima y repasaba recorriendo con sus pervertidos ojos cada uno de los rincones de mi cuerpo. Yo no sabía que hacer pero si de algo estaba segura es que el intentaría tomarme de nuevo y yo tenía mucho miedo. Trataba de vestirme mucho más tapada. No había entrado a la alberca por días y trataba siempre estar cerca de mi hermano o de mi padre par ano quedarme sola con él, por más que la presencia de mi hermano me molestara, sabía que mi tío no intentaría nada mientras yo estuviera cerca de ellos.

Un día mientras preparaba el desayuno mi tío me tomo y me abrazo por sorpresa por la espalda apretando mis senos y arrimándome su pene en mis nalgas. Él tomo mis pechos sobre el delantal blanco que usaba y los estrujó fuertemente. Lo empujé y como pude me lo quité de encima. No sabe lo que puede pasar si mi papá lo ve haciendo eso, lo mata –dije–. No te preocupes, tu viejo y tu hermano están bien dormidos, se quedaron conmigo hasta tarde platicando y bebiendo –dijo–. Lo bueno es que yo no tomé ni una gota de alcohol y por eso puedo estar disfrutándote aquí rico –añadió mientras me volvía a abrazar arrimando su asqueroso cuerpo–. Yo trataba de empujarlo pero él era muy fuerte. Con sus enormes brazos me dominaba por completo y me cubría con ellos para no dejarme escapar. Dame un beso chiquita, ándale yo sé que quieres –dijo mientras trataba de besar mis labios desesperadamente–. Yo no permitía que él me besara pero él no desistía en su intento. ¡Hija ya está listo el desayuno, huele muy rico! –gritó mi padre desde su cuarto–. Mi tío me soltó de inmediato con un miedo terrible y yo me acomodé el delantal y la blusa que estaban muy fuera de su lugar por los desenfrenados manoseos de mi tío, como pude me acomodé el cabello y mi padre llegó a la cocina.

– ¿Qué estaban haciendo ustedes dos?

–Nada papá, estábamos jugando

–Está bien, oye hija tu hermano y yo vamos a ir esta tarde al pueblo.

–Ah, bueno.

– ¿Necesitas que te traiga algo de allá?

–Tal vez algo de verduras porque ya se están acabando las frescas.

–Muy bien hija, oye te noto rara ¿segura que estas bien?

–Si papito, no te preocupes.

Yo por dentro me moría por gritarle que mi tío estaba abusando de mí y que temía quedarme a solas con él. Oye papá ¿crees que podría ir contigo y con mi hermano para el pueblo? –pregunté con la esperanza de que dijera que si–. No creo hija, voy a llevar a algunos hombres que me ayuden para traer varias cosas pesadas en la camioneta, no vas a caber –dijo–. Su respuesta me decepcionó y me lleno de miedo. Toda la tarde me quedaría a solas con mi tío. Mi hermano se levantó después de mi padre y lo acompañó a desayunar junto con mi tío. Mientras ellos comían el me miraba con un deseo desbordado. Sabía que estaba contando las horas, impaciente por que mi hermano y mi padre se fueran para tomarme a la fuerza. Por dentro él se frotaba las manos, imaginaba seguramente las maneras en las que me tomaría, las cosas pervertidas que le haría a mi cuerpo. Más tarde, después de comer, mi padre y mi hermano salieron al pueblo, era un largo camino y estaba lloviendo un poco. Vayan con mucho cuidado –les dije mientras me despedía de ellos–. Mi padre me dio un beso y se fue en su camioneta con algunos de los trabajadores. Pasaron unas horas y la lluvia arreció mucho. No paraba de llover y el viento soplaba tan fuerte que parecía que silbaba. Quite rápidamente la ropa que había lavado por la mañana y que había colgado en los tendederos antes de que se mojara aún más. Como no había nadie que me ayudara quede empapada y temblando de frio. Mi playera se había transparentado toda y mis pezones reflejaban claramente el frio que tenía. Mi tío había estado sentado toda la tarde en la sala bebiendo y se había quedado dormido. Lo único bueno de eso es que eso daría tiempo para que mi padre y mi hermano llegaran y así no tendría que lidiar con él.

Después de haber tendido la ropa dentro de la casa escuche el teléfono de la casa. Oye hija soy tu papá, los hombres y yo nos quedamos atrapados del otro lado del puente, el río se desbordó y no vamos a poder cruzar hoy, tal vez hasta mañana si la corriente baja –dijo mi padre por el teléfono–. No puede ser papito, no me digas eso –dije–. Si hija, lamentablemente no podremos regresar, cuídate mucho y no salgas para nada, el tiempo está muy feo ahorita –dijo–. Si papa, no te preocupes no saldré –respondí a su petición asustada profundamente–. El sonido del teléfono había levantado a mi tío y me estaba buscando. Yo trate de ir a encerrarme a mi cuarto, pero justo antes de llegar el me atrapó. ¿A dónde crees que vas chiquita? –Preguntó mientras me estrujaba entre sus brazos–. Voy a mi cuarto, déjeme por favor, yo ya no quiero hacer nada con usted –respondí–. Tú vas a hacer lo que yo diga chiquita, además, ahora que probé esa conchita tuya, no puedo dejarla, me hice adicto a ella –dijo mientras frotaba mi vagina por encima de mi shorts–. No por favor, ya no más tío, no me haga más daño –dije–. El metió su mano debajo de mis shorts, pasando por mi ropa interior y llegando y haciéndose dueño a la fuerza de mi vagina con sus dedos. Me penetro con sus dedos mientras yo lo empujaba y lloraba rogándole que no lo hiciera. El hacía caso omiso de mis ruegos y solo seguía metiendo sus rugosos dedos en mi interior haciendo que mi vagina tratara de cerrarse para no permitirles el paso. La barrera que creaban los músculos de mi vagina sus dedos la derribaban como si fueran un fuerte ariete perforándola con fuerza y haciéndola caer. Con intensidad dominaba mi vagina mientras besaba mi cuello manoseando mis senos con su mano libre. Metió su lengua en mi oreja y la penetraba llenándola con su apestosa saliva que tenía un olor horrendo a cerveza y cigarro. Mis fuerzas eran insuficientes para alejarlo y él se molestaba por mis intentos por cesar su placer. Mira si no dejas de estar resistiéndote le voy a decir a tu papito que es lo que hace su nenita cuando baña a su caballo –dijo mientras me tomaba fuertemente del cuello–. ¿Vas a cooperar o no? –preguntó molesto–. Yo asentí con la cabeza y el me cargo entre sus brazos. Yo me tome de su cuello resignada, sabiendo que él ya era mi dueño. Me tiro en la cama y comenzó rápidamente a desabrochar su camisa. En un minuto quedó totalmente desnudo y con su pene erecto y casi chorreando de la punta. Quítate ya la ropa a la chingada, ya me anda por joderte chiquita–dijo muy exaltado–. Yo le obedecí y me quite la ropa, lo hice despacio tratando de retrasar el momento lo más posible, pero sabía que era inevitable, nadie podía llegar en mi auxilio. Me desnudé por completo para el pero me sentía muy avergonzada. Me tape con mis manos mis partes más íntimas y le rogué una última vez a mi tío que no lo hiciera. El solo miraba fijamente mi cuerpo y masturbaba su pene. Se acercó a mí y me jaló fuerte del cabello poniendo mi cabeza contra el colchón. Comencé a llorar por que me lastimo mucho. Mis lágrimas caían en las sabanas de la cama y él se molestó debido a mi llanto. ¡Ya cállate el pinche hocico! –Grito mientras me abofeteaba fuerte en varias ocasiones–. Yo llore más fuerte y él se molestó aún más. Me presiono la cabeza contra las sabanas para que se encargaran de ahogar mi llanto y sin pensar ni un poquito en mi me penetro brutalmente en el ano. Yo gruñí de dolor y el gimió de placer. Así me gusta bien cerradita –dijo mientras sin misericordia destruía mi ano con su asqueroso pene–. Yo solo sentía como me penetraba y jalaba mi cabello de una manera brusca y bruta haciendo que mi cabeza se arqueara hacia atrás y se lastimara mi cuello. Mis lágrimas no paraban de brotar y el no cesaba de embestir mi ano. Los golpes de su abdomen bajo con mi trasero no cesaban y yo no podía hacer nada. Comencé a sentir como mi tío respiraba más agitadamente y sus embestidas se hacían más rápidas. Adentro no, por favor no se venga adentro –implore–. Él no me escucho, siguió violando mi ano y de un segundo a otro se detuvo. Un caliente liquido inundo por completo mi recto. El gemía y gritaba de placer mientras me tomaba de la cintura y dejaba descargarse a su polla en mi interior. Yo comencé a llorar aún más fuerte y él se salió de mí. Me quede llorando en posición fetal llena aun por su semen. Sentía como su semilla brotaba lentamente hacia afuera de mi ano y el encendió un cigarrillo acostado de lado mío. Después de darle algunas fumadas me acaricio el cabello y me dijo –no creas que fue todo mi amor, esta fue solo la primera vuelta, te voy a dar rudo toda la puta noche hijita, así que prepárese. Continuara…

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