Un tío pervertido que se aprovecha de su sobrina de 19 años y la chantajea de la mejor forma posible, para él…
Este relato es fruto de la imaginación de su autor y es pura fantasía.
Pedro era un tipo normal y corriente de 33 años. No destacaba en nada en particular. Se podría decir que era un tipo del montón. Pero él tenía un secreto que quería guardar a toda costa: era un gran pervertido. La gente no sospechaba nada de esta faceta suya porque Pedro se esforzaba mucho en parecer un tipo inocente, pero no lo era…
Pedro estaba loco por su sobrina de 19 años, la hija de su hermano mayor. La deseaba, quería que esa chica le hiciese todo tipo de obscenidades.
Su sobrina se llamaba Pilar. Era una chica muy guapa, pelirroja, con unos grandes ojos verdes. La verdad es que la chica era muy inocente para su edad, por ello era virgen. Tenía unos pechos generosos y unas curvas muy sensuales.
Un día, la fortuna sonrió a nuestro pervertido protagonista. Le sonrió mucho. Y como persona que sabe aprovechar las oportunidades, Pedro no dudó en aceptar ese delicioso regalo que el destino le ofrecía en bandeja de plata.
Sucedió así: El hermano de Pedro, el padre de Pilar, necesitaba su ayuda. Pedro era mecánico y su hermano tenía problemas con su coche. Pedro no dudó en socorrer a su hermano.
El problema consistía en que el coche no podía arrancar así que, cogiendo las herramientas, se dirigió a la casa de su hermano para poder arreglar el coche en el garaje. Al llegar a la entrada de este, se sorprendió mucho al ver a su sobrina fumando un cigarro de marihuana. De repente se le cayó un mito. Su sobrina era una chica muy inocente y estaba consumiendo drogas: era algo inaudito.
La chica vio a Pedro y casi se le salieron los ojos de sus órbitas. Intentó disimular escondiendo el cigarro, pero ya era demasiado tarde. Su fama de ‘niña buena’ estaba en la cuerda floja y eso la asustó mucho. Se fue corriendo a su habitación, avergonzada.
La mente pervertida de Pedro no tardó en vibrar de placer. La probabilidad de hacer cosas pervertidas con su sobrina había pasado del 0 al 100 por cien en pocos segundos. Esa chica sería suya, él lo sabía. Hoy era un buen día para estar vivo, pensó sonriendo.
Llamó a la puerta de la casa y al poco tiempo, su sobrina abrió la puerta. Estaba terriblemente asustada, se le notaba mucho.
– Hola, sobrinita – dijo Pedro
– Hola Pedro, mi padre ha tenido que coger un taxi para poder ir a un recado para su empresa. Dice que tardará unas 3 horas. Me dijo que te dejara pasar para poder arreglar nuestro coche.
– Será una placer, sobrinita.
Había algo en el tono de voz de Pedro que horrorizaba a Pilar. No sabía el motivo exacto, pero había algo perturbador. Su tío era un tipo decente, eso lo sabía todo el mundo, pero su instinto le decía que algo no iba del todo bien.
Pedro fue a revisar el coche de su hermano. Cuando vio el problema que tenía el coche se rió: el cable de la batería estaba quitado. En pocos segundos, arregló el problema.
Muy bien, ahora que el problema del coche no era más que un recuerdo, podría destinar su tiempo a su querida y adorada sobrinita. Cómo lo haría? Pensó que lo mejor sería ser directo y amenazarla con contarle a sus padres lo que él había visto. No quería errores, quería sexo con su sobrinita y lo quería hoy.
Se disponía a ir a la habitación de Pilar cuando se dio cuenta de que ella venía. Muy avergonzada y mirando al suelo, le dijo:
– Por favor, Pedro, te lo suplico, no le digas a mis padres lo que viste afuera. Te lo ruego, si se enteran, me castigarán.
– Consumir drogas es algo muy serio, Pilar. Sería un mal hermano si no se lo dijera a tu padre. No estaría bien, guapa. – Pedro aparentó seriedad.
– Por favor, tío. Mis padres siempre me dijeron que no consumiera drogas y que hiciese cosas decentes… Si se enteran, se enfadarán mucho… Quedarán muy decepcionados… – Pilar se puso a llorar.
Pedro se acercó a su sobrina y la abrazó. Sintió la forma de su cuerpo juvenil con toda precisión. Sus pechos turgentes eran muy blanditos. Pedro se estaba excitando mucho.
– Mira, niña, seré directo. Si no quieres que le diga nada a tus padres, tendrás que hacer todo lo que te diga.
El mal presentimiento que había tenido Pilar al principio, lo tuvo de nuevo. Pero con mucha más intensidad. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo de 19 años. Pedro, su tío, estaba sonriendo de una forma tan rara en él que ella empezó a sentir miedo. Mucho miedo.
– Qué… qué quieres de mí exactamente? – Pilar estaba temblando como una hoja movida por el viento.
– Lo que quieren todos los hombres al ver a una zorrita como tú.
Esas palabras fueron como un disparo a quemarropa para la pobre Pilar. Era eso. El mal presentimiento que había notado era eso. Su intuición le decía que había algo raro en su tío Pedro. Por un momento pudo ver al ser que se escondía detrás de esa máscara de falsa bondad.
– Pero, cómo te atreves a llamarme zorra? – Pilar intentaba mostrar una fortaleza que por desgracia no tenía.
– Vas de niña buena pero bien que te he pillado fumando marihuana. No vayas de inocente, querida Pilar.
– No sé que clase de ideas de degenerado tienes en ese cerebro enfermo, pero te aseguro que no conseguirás nada de mí. Eso puedes jurarlo, desgraciado! – Pilar estaba realmente enfadada.
– Que te quede clara una cosita, mi querida sobrinita: vas a hacer lo que me apetezca y tú obedecerás como una gatita domesticada. No estás en situación de negarme nada, niña. Nada de nada. Así que esa arrogancia que intentas mostrar, ya te la puedes ir ahorrando. Aquí se hará lo que yo diga, que te quede muy clarito – Mientras hablaba, Pedro sonreía con cara de demente.
Pilar estaba completamente asustada. Sentía pavor. Lo más triste del asunto es que Pedro tenía razón. Odiaba reconocerlo, pero ese degenerado tenía razón. Ella estaba completamente a su merced y lo mejor que podía hacer era aceptarlo y que el mal momento pasase lo más rápidamente posible.
– Qué coño quieres que haga, Pedro? – Pilar miraba a Pedro con rabia. Sus lágrimas anegaban sus bonitos ojos verdes.
– Ve al cuarto de tus padres y tráeme unas bragas de tu madre. El color no es importante. Rápido, gatita, que no tengo todo el día.
Pilar se extrañó mucho al recibir esa petición tan curiosa, pero obedeció sin rechistar. Por un momento, ella pensó que quizá su tío solo tenía algún fetiche con su madre. El tiempo le demostraría a la guapa Pilar lo equivocada que ella estaba…
– Aquí tienes lo que me has pedido… – dijo Pilar queriendo entregar unas braguitas negras a su tío Pedro, el pervertido.
Pedro no cogió las braguitas que Pilar le daba y le dijo:
– No, gatita. La cosa no va por ahí. Quiero que te quites las bragas que llevas ahora mismo y te pongas las de tu madre.
Pilar miró a Pedro con mucho asco. Con un asco cercano al vómito. Pero qué clase de pervertido sin escrúpulos era su tío?
Pilar, obediente, cedió a lo que pedía Pedro: con muchísima vergüenza se quitó los zapatos, se bajó la falda que llevaba y, por último, se quitó las bragas con ositos dibujados que llevaba. A Pedro le encantó la cursilería que tenía su sobrina con las bragas.
Pilar se puso las bragas de su madre con una vergüenza indescriptible. A saber lo que ese lujurioso tipo le pediría después…
– No te pongas la falda de nuevo, gatita, no hará falta. Ahora acércate y ponte de rodillas, venga, guapa. – Pedro sonreía como un pervertido.
Con mucho miedo y asco, Pilar acató la orden que acababa de recibir por boca del que creía que era un tipo ejemplar. Cuando estuvo de rodillas, miró a Pedro con cara suplicante. Quería intentar lo que casi seguro no funcionaría: intentar ablandar con su mirada a Pedro, que se diese cuenta que lo que estaba obligándole a hacer no estaba bien. Pilar no tardó mucho en darse cuenta que buscaba compasión en la persona equivocada… Pedro había esperado demasiado tiempo una oportunidad como esa para que la moralidad lo pudiese parar.
– Ahora quiero que te empieces a masturbar con la mano izquierda, metiéndote la mano por dentro de las bragas de tu querida mamá. Y después, viendo que disfrutas tanto fumando cigarros, te voy a dar uno más grande para que lo saborees a tu gusto. – Pedro estaba tan feliz que no se lo creía ni él.
Pilar estaba abatida. Ella sabía que fumar marihuana no estaba nada bien, pero aquel castigo era terriblemente cruel. Su tío se aprovechaba de ella sin ningún tipo de compasión. La chica pensaba que su tío era un ser despreciable que no merecía respirar el aire que todo el mundo respiraba.
Pero también sabía que no estaba en situación de negarle nada a ese hombre. Nada de nada. Así que, al igual que una gatita domesticada, se decidió a obedecer las órdenes.
Se empezó a masturbar con la mano izquierda, avergonzada de sentir placer en una situación tan repugnante para ella como era la que estaba viviendo. Inmediatamente después empezó a bajar los pantalones y calzoncillos de ese ser sin alma que era su tío.
El pene de Pedro estaba erecto a más no poder… Pilar, mentalizándose que debía hacerlo sí o si, cogió el pene con su mano derecha y se lo puso en la boca. Y empezó a chupar.
– Vaya con la sobrina inocente, he de reconocer que no lo haces nada mal, eh? – Se jactaba Pedro.
Pilar trató de ignorar ese comentario y siguió con las 2 tareas que tenía encomendadas: masturbarse y chupar. Pilar intentaba reprimirlo pero se estaba excitando. Su tío quería que lo disfrutase, por ello la obligaba a masturbarse.
A pesar de que era la primera vez que Pilar realizaba una mamada, objetivamente lo hacía bien. Usaba la lengua con maestría y Pedro estaba en el paraíso. El placer que estaba sintiendo era mucho mayor que el que se había imaginado en sus múltiples fantasias sexuales que había tenido con ella.
Pilar chupaba y lamía sin parar. Quería que eso se acabase rápido, muy rápido. A la vez, notaba que estaba a punto de alcanzar el orgasmo y eso le daba mucha vergüenza. Muchísima. No quería que su tío Pedro viese que estaba disfrutando con ello, pero, por desgracia, lo vería. Pilar alcanzó el orgasmo gimiendo y temblando de placer sexual.
– Así me gusta, sobrinita, que lo disfrutes. Ahora es mi turno. – Pedro dijo esto apartando a Pilar de su pene y se empezó a masturbar. – Abre la boquita, venga.
Pilar estaba tan humillada que ya le daba igual todo. Si tenía que beberse el semen de ese chantajista, lo haría. Así todo acabaría ya de una maldita vez. Quería olvidar ese día para siempre.
– Todo para ti, zorrita!!! – Pedro dijo esto mientras eyaculaba copiosamente en la boca de su sobrina de 19 años. El placer que sintió fue tan intenso que casi lo hizo desmayar.
Pilar sintió arcadas pero se tragó el semen de su tío. Se lo tragó todo menos una gota que había caído al suelo. Pedro la vio, se acercó a ella y con su pulgar la recogió. La acercó a la boca de su sobrina.
– Venga, guapa. Ya sabes que es de mala educación el desperdiciar la comida, jaja.
Pilar chupó el dedo del tío que le había violado la boca con un vil chantaje. Lo dejó completamente limpio.
– Lo hiciste muy bien, querida. Ahora quítate las bragas que llevas y dámelas. Las que tenías antes también me las quedo de recuerdo. De esta forma podré recordar para siempre este momento tan feliz que hemos tenido.
Después de entregar las bragas de su madre manchadas por los restos de su propia masturbación, se fue a su habitación sin decir nada. Una vez dentro de su habitación rompió a llorar. Lloró de humillación y de vergüenza, pero, por encima de todo, lloró de rabia. De la rabia que da el descubrir que te han obligado a chupársela a alguien y tú lo has disfrutado!
Pilar, la sobrinita inocente, había disfrutado de la felación. Pero ese secreto se lo llevaría a la tumba.