Todo comenzó una noche de copas, me toque mientras miraba a mi hijo masturbarse. Me descubrió y fue cuando descubre que mi nene es un sádico
Me llamo Carolina y tengo 43 años. Me casé muy joven con el hombre más aburrido del mundo. Lo único bueno de nuestra relación fue nuestro hijo Jaime que ahora tiene 17 años. Un chico modelo o por lo menos eso es lo que yo pensaba hasta hace poco.
Mi marido está siempre viajando por trabajo y, aunque tenemos una vida acomodada no se podría decir que como pareja sea satisfactoria. Ya nos hemos acostumbrado a estar el uno sin el otro y ni siquiera cuando él está en casa notamos cada uno la presencia del otro. Me atrevería a decir incluso que los días que viene a casa me siento invadida en mi propio espacio y estoy deseando que vuelva a irse.
Nuestro hijo, Jaime, es un chico bastante especial. Va muy bien en la escuela, hace natación y lleva una vida bastante sana. Hace poco tiempo empezó una relación con Susana, su amiga de la infancia. Yo estaba muy contenta por él puesto que lo veía feliz.
Toda esta historia con mi hijo comenzó una noche que llegué a casa después de estar de copas con unas amigas. Venía algo mareada así que tomé un taxi y cuando llegué me fui directa a mi habitación sin hacer ruído. Me preocupaba que Jaime me viese un poco ebria. Al pasar por delante de su cuarto vi la luz encendida y, con cuidado, me asomé discretamente y me quedé paralizada. Mi hijo estaba frente a su ordenador masturbándose con muchas ganas. Yo le había visto desnudo muchísimas veces, pero su miembro excitado me sorprendió.
Aunque no era muy gordo era bastante largo estaba tieso y duro.
Jaime gemía y decía cosas que no alcanzaba a oír, pero eso no evitó que mi excitación creciera y entre la embriaguez y el espectáculo decidí tocarme mientras lo miraba.
Me sentía sucia y excitada al mismo tiempo. Estaba masturbándome mirando a mi hijo pajearse. Era de locos, pero tan prohíbido que excitaba mucho más que cualquier otra relación sexual.
De pronto se levantó de golpe y yo me asusté creyendo que me había delatado, pero no fue así. Gimió con mucha fuerza y comenzó a gritar: Ahí la llevas, putaa…. Toda para tí…. Y comenzaron a salir grandes chorros de leche que se estrellaban en la pantalla de su odenador. Nunca había visto una corrida tan grande y con tanta fuerza. Mi corrida fue tremenda también. Tanto que hasta las piernas me temblaron.
Cuando terminé me sentía arrepentida y sucia y me fuí a duchar rápidamente. Por suerte no me había descubierto mi hijo. Me duché y sin atreverme a salir de mi habitación me acosté enseguida en silencio.
Al día siguiente todo transcurrió con normalidad, aunque yo casi no me atrevía a mirar a Jaime a la cara. El llevaba el bañador de competición que suelen vestir los nadadores profesionales y yo recordé por momentos ese hermoso miembro que escondía en tan poca tela.
La jornada transcurrió entre pensamientos sucios y arrepentimientos repetidos hasta que llegó la noche. Era después de la cena y Jaime, como siempre, se puso a jugar su video juego. Yo iba con un pijama corto y el en shorts. Yo siempre me tumbaba en el mismo sofá y ponía mis piernas sobre él, pero quizás por el sentimiento de culpa, me puse en otro sofá pequeño que había frente a él con un libro. Pude apreciar que no llevaba ropa interior debajo, pero me refugié en la lectura para no echar cuenta.
– Ahí estarás incómoda mamá- interrumpió mi hijo-. ¿Por qué no te tumbas aquí como siempre?
– No pasa nada hijo. Aquí estoy bien, no te preocupes.
– No seas tonta. Vente aquí anda que ahí te vas a lastimar el cuello. Además tienes poca luz.
Yo me levanté e intenté acomodarme como siempre. Jaime echó la cintura un poco para adelante y sin saber como, sentí que su miembro estaba justo debajo de mis muslos. Pensé que a lo mejor siempre había sido así, pero que hasta hoy no me había dado cuenta. Lo que es el remordimiento, pensé e intenté concentrarme en mi libro pero duró poco porque al minuto sentí que su miembro crecía bajos mis muslos y se iba poniendo bien duro. Yo hice amago de quitar las piernas pero mi hijo puso un brazo encima y, sin dejar de mirar al juego, dejó caer su mano cerca de mi vagina. Aunque no la rozaba siquiera yo sentía cerca el calor de su mano. Intentaba disimular la situación con todas mis fuerzas y busqué una escusa.
– Déjame ir por agua Jaime- le dije.
Él tomó una botella que tenía a su izquierda y me la ofreció.
– Toma de la mía mamá-. Me dijo.- Está bien fría.
Yo bebí y volví a acomodarme, pero cuando me tumbé de nuevo noté que tenía dos dedos pegados a mi coño. Entonces si quise levantarme pero él soltando el mando del juego me apretó las piernas con una mano y con la otra me pellizcó el clítoris con fuerza.
– ¿Qué pasa guarra?- su tono había cambiado y no era nada amable y el dolor que me produjo con el pellizco me hizo retorcerme- Te excita mirar a tu hijo meneándosela, ¿no puta?
Apretó los dedos aún con más fuerza y el dolor fue insoportable.
– Jaime, por favor basta- le grité- No sé porque haces esto. Suéltame. Es una orden
– ¿Una orden zorra?- me dió otro pellizco- Aquí las órdenes sólo las doy yo. Tú sólo eres una pervertida que espía a su propio hijo mientras se mete los dedos en este sucio coño.
Al decir esto y por encima del pijama empujó el dedo dentro todo lo que pudo. Y yo seguí suplicando.
– Por favor hijo. Estaba mareada y no sabía lo que hacía.
– O sea que puta y borracha- metió el dedo y a la vez pellizco con la otra mano mi clítoris de nuevo
– Jaimeee, dejalo ya que no me gusta!
-¿Ah, no? Pues tu coño no opina igual que tú. Estás mojada como una perra.
Yo no me había dado cuenta pero era cierto. Estaba muy mojada a pesar del dolor. Eso me hizo sentir aún más vergüenza. Mi hijo tiró con fuerza del pantalón hasta partirlo y dejarme comletamente desnuda.
-¿Serás guarra?- dijo con una sonrisa malvada- No llevas ni bragas, puta. ¿No te da vergüenza ser tan zorra?
Yo estaba alucinando. Ëse no podía ser mi Jaime, sino alguien completamente desconocido. Ël me pellizcó con fuerza y metió dos dedos de golpe.
– Mira, puta- dijo sonriendo de nuevo- Me entraron los dos dedos sin esfuerzo. Si estarás caliente, asquerosa.
Y lo estaba, es vergonzoso pero era así. Mi hijo me trataba como a una golfa y yo estaba a punto de explotar. Aguantaba con dificultad el movimiento de sus dedos dentro de su coño, pero no aguanté más y abri mis piernas.
– Mirala que zorra es- dijo-. Abriendo su coño a su propio hijo. Cómo te mojas, perra. Me tienes bien cachondo.
Se levantó de golpe y vi de cerca la poya hermosa que la noche anterior había visto desde la puerta de su cuarto. De cerca parecía más larga y no tan delgada. Y estaba muy mojada. Mis pensamientos volaron pensando qué podría hacer con esa poya pero mi instinto me hizo volver a suplicarle.
– Jaime, hijo. Déjame irme, por favor.
– De eso nada, guarra- dijo poniendo su miembro encima de mi cara-. Limpia este desastre que has provocado ahora mismo.
Su poya olia a sexo y a orina, puesto que estaba algo sucia y se lo dije.
– ¿Y qué?- dijo mentras pellizcaba con mucha fuerza un pezón que me hizo retorcerme y mojarme aún mas-. ¿Acaso eres una puta remilgada?- Lo acercó aún más- Cumple tu obligación de puta y limpiala.
– Sí….
Un nuevo pellizco en el pezón casi me hizo correrme.
– ¿Sí, que?- Me dijo-. Ahora eres mi puta y yo tu amo, así que contesta bien.
– Sí amo…- Dije y mi coño empezó a correrse como loco en sus dedos.
– Así me gusta….-dijo mientras metía su poya en mi boca-. Muéstrale a tu hijo lo zorra que eres…
Metió su poya en mi boca. Sólo un poco al principio y, sin esperarlo la empujó entera y comenzó a masturbar mi coño con más fuerza.
– Escucha tu coño de puta como suena- decía- Toda mojada que estás.
Yo ya había perdido todo control y me veía sometida a su completa voluntad. Sacó sus dedos de mi coño y su poya de mi boca y puso su mano cerca de mi cara.
– Mira, zorra como me has puesto… perdido.
Entonces huntó sus dedos en su poya y la volvió a poner en mis labios.
– Saborea tu coño, guarra.
Yo ya hacía todo sin rechista. Abrí mi boca y saboreé la mezcla de su líquido y mi corrida y él volvió a su labor. Agarró mi pelo con fuerza y empezó a bombear su poya hasta el fondo.
– ¿Te gustó ver mi leche, puta?
Yo no dije nada así que me tiró del pelo con más fuerza y ordenó.
-Contesta!
– Sii.. – le dije ya sin fuerzas.
– Pues hoy la vas a saborear, zorra- Se empezó a mover con más fuerza y su respiración me decía que estaba cerca de correrse- Asiii… Putaaaa… Sigue chupando y como me muerdas te destrozo el coño… Ya la tienes…. Ahí vieneeee zorraaaaa…. No se te ocurra desperdiciar nadaa.. Aaaaaahhh.
Su leche inundó mi boca. Sabía a sexo, a juventud, era excitante. Tanto que volví a correrme con unas grandes convulsiones mientras tragaba a duras penas todo lo que salía de ese miembro tan hermoso.
– Esooooo…. Correteeee… Qué madre más puta tengooo…
Cuando todo terminó me levanté y Jaime me habló con desprecio.
– Mírate que guarra eres. Me das hasta pena. Anda ve a lavarte y derecha a tu cama como anoche que ya mañana ajustaremos cuentas del todo. Hoy te libras porque le eché dos polvos a mi novia esta tarde.
Yo no dije nada. Me fuí a mi habitación llorando no sé si por vergüenza, miedo o felicidad. Aquello fue el principio suave de algo que al día siguiente iría a mucho mas.
CONTINUARÁ…