Todo empieza con un bikini amarillo y es cuando me pregunto, ¿el orgasmo es el objetivo final o el placer de bailar con los genitales?
El bikini amarillo
¿El orgasmo es el objetivo final o el placer de bailar con los genitales que debería tener toda relación sexual de pareja?
En este caso es promiscuo, banal, vulgar carente de comunicación con lo divino, nada espiritual ni amoroso.
Es el sexo limitante, carente de promesas y vínculos afectivos. Es sexo de cansancio y alegría, el que eleva el nivel de percepción del propio cuerpo, un momento de alivio a las tensiones acumuladas.
Lorena es una joven con un cuerpo de modelo, de cabello rizado y moreno que tiene su pareja estable, un joven tierno y cariñoso, aceptado por su familia por la manera como la trata en público: como a una reina, con respeto y amor supremo. Es el hombre de su vida, definitivamente, o debería conformarse con que lo sea.
Estaba en una escapada de fin de semana en Barcelona con su chico. Ayer tocó Monjuic, L’Aquàrium, Maremagnum, Mirador de Poble Sec, Sala Apolo para acabar en el Hotel Miramar. Juan su amado duerme y por más que intentó despertarle solo consiguió que se girara y siguiera durmiendo profundamente. Decidido; habiendo reservado una de las dos cabinas dobles del L’Occitane probaría el famoso Spa del hotel ella sola, la oportunidad de estrenar bikini amarillo en invierno.
Lo ve nada más entrar: era Gines, el sujeto sexual de una amiga. Protagonista del cotilleo cachondo y famoso por el arma criminal que portaba debajo del ombligo. Alto, maduro, con algunas canas, perfectamente afeitado con músculos que saben de entrenamiento deportivo. Estaba molesto porque no tenían sitio para él en el Spa por un error administrativo.
Se ven y se reconocen. Cumplen el básico protocolo social que culmina con la invitación de Lorena al servicio que había reservado para su pareja y para ella. Gines acepta la cortesía cambiando su mal humor por una mueca lo más parecida a una sonrisa. Él necesitaba desconectar, desestresarse un día.
La humedad, el vapor y el agua, se convierten es un aliado para la salud, para la piel, para la mente y para el espíritu. El punto exacto de esencia de eucalipto y menta en el ambiente.
El plan comienza en el vestuario para los dos. Con una presentación exquisita, y una taquilla en la que dejar las pertenencias en lugar seguro. No era como ella esperaba: Adiós bikini, Hola pareo. Ducha tibia, bancos de madera y temperatura de 46º, se abren los poros y la mente, no dijeron en la promoción nada sobre las fantasías . Regalo visual para los dos: la piel se satina, se realzan cejas y pestañas, sudor que recorre el cuello y se pierde en el canalillo de Lorena. Ella mira cómo otra gota de sudor baja poco a poco por el pecho amplio y peludo de Ginés, lentamente, como aferrándose a ese cuerpo majestuoso. Absorta deseó por un instante ser gota. Silencio roto esporádicamente por algún comentario referido a la amiga en común que los había presentado en Antequera. Lorena se repitió mentalmente que estaba allí para recuperar la paz después de un período complicado.¿Por qué su instinto buscaba darle guerra?
Tiempo cumplido: paso a otra sala de masaje. Delicioso, mágico, ambrosía, una hora como un regalo para disfrutar de los sentidos y de la cercanía de ese hombre que la excitaba tanto.
Según la cultura oriental, el Yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad, la absorción. Y el Yang el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. En ese momento Lorena imaginó que era el Yin y Ginés el Yang
¿Pero qué locura es esa? Sólo sería un momento de coincidencia y disfrute, nada de unirse y complementarse ni de hacer lo divisible un todo.
Acaban la sesión con bombones y dos copas de cava. ¿Acaba o comienza? Ella deseaba más, buscaba prolongar el placer que sentía con la proximidad a solas de semejante espécimen.
Acuerdan esperarse en el hall del Spa para subir cada uno a su habitación …o no.
Ginés marca el 8 haciendo oídos sordos a las indicaciones de Lorena, que pidió el 3 con voz suave. Él la sujeta de la mano y la lleva a su habitación. Ella musitó excusas débiles sin oponer resistencia física al tironeo que ejercía el hombre. Ginés le quita la bata y huele la piel femenina cubierta con el bikini amarillo que resaltaba sus líneas. La besa con delicadeza y le acaricia suavemente los hombros. Le suelta el cabello que tenía recogido en una coleta. Los pezones de Lorena responden a la llamada salvaje. La besa por segunda vez y ella corresponde ansiosa a su boca. Lenguas y labios en un duelo por dilucidar quién mandaba.
Manda él: siempre manda el puto amo y pobre de la que olvide eso.
-¿Qué quieres? – Pregunta el macho alfa haciendo gala de una fenomenal erección que invitaba al pecar a la más santa.
-Quiero probar tu descomunal polla. Quiero que me chupes los pechos, que me golpees, mientras taladras mi coño. Quiero que tires del pelo mientras me pones a cuatro y quiero que me trates como a tu putita. Eso mismo quiero, disfrutar como la haces disfrutar a ella. Como las actrices porno que piden que las golpeen y follen más. Quiero que me digas que te gusta mi vagina, que te gusta como te doy placer. Quiero que tu sexo oral me haga aflojar las piernas. Quiero que me folles en el sofá, en la ducha, de pie y tumbada. Quiero hacerte girar los ojos de goce con mi boca. Quiero que me des el mejor polvo de mi vida. Quiero que me hagas tuya y dejes tu leche en todos mis agujeros, que tus manos enormes me modelen el cuerpo y cabalgarte una vez al mes.
Fue una clase de sexo puro y duro. Todo lo que pudo imaginar la joven como supremo potenciado por cien en sus carnes. Una hora de descontrol y represión contenida. Sexo y más sexo hasta el límite del desfallecimiento.
Ella busca la ducha para resucitar, había pasado la hora sin consciencia y cuando sale busca con un abrazo el cuerpo erguido del hombre que obró en realidad sus fantasías más sucias y retorcidas.
Él le quita las manos de encima, se dirige hacia la puerta, la abre y le dice:
-Ya puedes irte.