Trabajando como niñera

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Desde pequeña he trabajado como niñera. Empecé a hacer de niñera para los niños pequeños de mi barrio y muy pronto la voz se fue corriendo y mucha gente de la ciudad contacta conmigo para contratarme.

Me encanta estar rodeada de niños, una de las razones por la que estudio para ser profesora, pero mi trabajo como niñera es solo algo temporal con lo que ganar un dinerillo para poder costearme los caprichos que mis padres no quieren pagarme.

Empecé a hacerlo cuando mi padre me recomendó probar cómo me sentía al tener mi propio dinero y, al correrse la voz como ya he dicho, me fui llenando los bolsillos.

La voz se corrió porque era muy buena con los niños y todos me querían mucho, pero también con los padres. Nunca revelaba nada de lo que hacía con ellos porque todos tenían mucho que perder, pero no dejaban de remarcar lo contentos que estaban conmigo.

Mi psicólogo me informó de la noticia más fuerte que he recibido nunca, soy ninfómana. Y, si sumais dos mas dos, evidentemente esto ha afectado tanto a mi vida personal como a mi vida profesional. Por suerte, ahora tengo un novio que respeta esa parte de mí y sabe que no le pongo los cuernos, sino que no puedo controlarme cuando un hombre me provoca.

Dicho esto, la experiencia que voy a contar sucedió justo antes del confinamiento.

Ocurrió el 25 de febrero de 2020.

Ese día trabajé para una familia nueva. Era mi primera vez con ellos y ambos padres estaban muy entusiasmados por ver cómo iba todo. El niño al que cuidaba tenía a penas dos años, y ellos eran una pareja joven, por lo que me contrataron para celebrar el cumpleaños de él.

Llegué a las 8 y a las 9 se fueron a cenar, yo me quedé con el niño que por suerte no dio demasiada guerra y esperé hasta su regreso. Ambos llegaron sobre la 1 o 2 de la noche, el niño ya estaba dormido y yo me disponía a irme.

-¿Cómo te vas a ir? -me preguntó Bea, la madre, mientras me daba el dinero.

-Pues mi novio iba a venir a por mi, pero creo que se ha quedado dormido así que cogeré un taxi.

-¿Un taxi? -preguntó Jorge, el marido- Que va, un taxi hasta tu barrio te va a costar la mitad de lo que nos has cobrado -evidentemente exageró.

-Jorge acercala tú mientras echo un vistazo al niño ¿no?

En ese momento me puse nerviosa. Para los que no habeis conocido a alguien ninfomano/a es algo que no se puede controlar, tu libido y tus ganas pueden contigo y acabas haciendo todo lo posible por tener sexo, por lo que al estar a solas cln un hombre me darían mis impulsos, y si encima me provocaba ya no habría vuelta a atrás. Además, Jorge era un muy buen ejemplar. Alto, fuerte, moreno, en sus treinta (la edad que más me gusta entre 30 y 50) y muy bromista. Era bombero, por lo que de ahí su físico.

-Sí hombre, yo te acerco -contestó rápidamente mientras cogía lss llaves del coche del mueble de la entrada.

-No, no -dije-. No hace falta, de verdad.

-Chiquilla no te vayas a gastar dinero -contestó él.

-Es que seguro que usted está cansado. De verdad que no quiero molestar…

-Te lleva mi marido y no se hable más -sentenció Bea.

Y así fue. Salimos de la casa y nos metimos en el coche. Él me abrió la puerta para que entrase y una vez estaba sentada la cerró y entró él por su puerta.

-Bueno, te dejo en tu barrio, ¿no? -preguntó.

-Sí, señor.

-Puedes llamarme Jorge -me dijo sonriendo.

-Perdone, es que suelo tratar de usted a la gente que me contrata.

-Ya coño, pero serán viejos

-¿Te parecen pocos? -bromeé y reí.

-Nos ha salido bromista, como yo -sonrió.

Mi casa estaba tranquilamente a 20 o 25 minutos de la suya, ya que ellos vivían en el centro exacto de la ciudad y yo casi rozando las afueras.

-¿Qué tal tu cumpleaños? -le pregunté.

-Genial -me volvió a sonreír.

-Felicidades, aunque no sé exactamente cuando es -reí suavemente.

-Vaya, muchas gracias.

Sin mirarme a la cara colocó una mano sobre mi muslo. Ese día llevaba unos pantalones cortos y una camiseta fina, mi uniforme basico para hacer de niñera, los niños pueden ser muy guarros y siempre es mejor usar ropa mas viejilla y cómoda.

Su mano estaba fría y me estremeció completamente, me puso los pelos de punta, y él se dio cuenta.

-¿No tienes frío con esos pantalones? -preguntó mientras no quitaba la mano de mi pierna.

-Ahora un poco, pero es lo mejor para cuidar a los críos.

-Te creo. ¿Sabes? Tienes a todos los padres de mi zona super contentos -dijo acariciandome suavemente el muslo-. Una pareja con la que quedamos a veces nos recomendó que te contratasemos.

-Sí, el señor Guzmán me lo dijo -él fue quién me recomendó-. Son muy buenos conmigo.

-Tú eres buena con su hija, y con él en otro modo -me dijo mirandome.

Instantáneamente me puse colorada como un tomate y aparté la vista de su cara. Quise decirle algo, pero era evidente que el señor Guzmán le había comentado algo, así que decidí callarme.

-¿No hablas? No te preocupes…

-Y-yo… -balbuceé.

-Shhhh -me mandó a callar-. Los dos somos amigos y ninguno va a contar nada.

Subió su mano un poco por mi muslo y comenzó a acariciarme por la apertura de la pierna del pantalón. El pantalón me quedaba un poco grande, por lo que cogí su mano y lentamente la metí por la pierna hasta que sus dedos rozaron mi tanga. Ahí ya perdí el control por completo.

Me puse de rodillas sobre mi asiento y me incliné hacia su dirección. Mientras él conducía comencé a desabrocharle el pantalón y saqué su polla. Comencé a besarla y lamer la cabeza. La pajeaba suavemente.

-No debería hacerle esto a tu mujer -dije mientras le pajeaba-. Es muy buena conmigo.

-Conmigo también. Ahora chupamela -dijo mientras empujaba mi cabeza hacia abajo, creyéndose que iba a arrepentirme.

Comencé a chupársela lo mejor que podía, pero la posición suya y que estuviese pendiente a la carretera lo hacía un poco difícil.

-Aparca en algún sitio.

Sin pensárselo dos veces aparcó en un sitio del lateral de la carretera donde no alumbraban demasiado las farolas y apagó el coche.

-Quitate la camiseta.

Mientras él levantó las caderas y se bajó los vaqueros y los calzoncillos yo hice lo que me pidió y me quité la camiseta. Nunca llevo sujetador porque mis tetas no son demasiado grandes y se mantiene bien puestas. Volvió a empujar mi cabeza y esta vez, sin sus manos al volante y los pantalones fuera de mi vista, pude chupársela sin problemas.

Comencé a lamérsela como si fuera un polo mientras él me miraba a los ojos. Jugaba suavemente con la piel y lamía entre el capullo y el prepucio, mordiéndole suavemente el frenillo, algo que le daba mucho gusto.

Mientras tanto, él pellizcaba y tiraba de mis pezones, a veces pegándole pequeños azotes a mis tetas, cosa que me ponía muy cachonda.

Decidí que ya estaba bien de jueguecitos y, poco a poco, me metí toda la polla en la garganta. Con la lengua lo estimulaba lo máximo que podía pero el placer mayor se lo daba mi ajustada garganta envolviendo su polla. Llevé una mano a sus huevos y comencé a acariciarlos mientras retiraba la cabeza y volvía a empujarla, comencé a autofollarme la boca con su polla suavemente. Sus gemidos me ponían cachonda y notaba como ya tenía el tsnga mojado.

Sin previo aviso, puso ambas manos en mi nuca y comenzó a follarme la boca fuertemente. Él prácticamente saltaba en el asiento para intentar meterme lo máximo posible y follsrme la boca y la garganta a lo bestia, y me encantaba. Estoy segura de que desde fuera se podía ver el coche botando.

Las lágrimas se me saltaron por la presión, pero si algo tengo es aguante por lo que pude controlar las arcadas y no hice amago de quitar sus manos de mi nuca. Podía ver cómo mis babas estaban empapando sus huevos, sus muslos y hasta el asiento del piloto.

-Joder… Joder…

Movió una de sus manos a mi garganta y la apretó mientras sus caderas se movían aún más rápido.

-¡Tragatelo!

Fue lo último que oí antes de un gruñido acompañado por sus dos manazas hundiendo mi cara en su entrepierna, que dio paso a seis o siete chorreones de lefa caliente y espesa que me lubricaron la garganta y que fui obligada a tragar, aunque no tenía pensamiento de rechazarla.

Tragué todo y tosí un poco. Soltó mi cabeza y se dejó caer extasiado por descargar mientras yo agarré su polla que poco a poco se ponía más flácida mientras la besaba y lamía para limpiarla por completo.

Me senté en mi asiento mientras él agarró mi camiseta y se limpió mis babas de su polla. Se inclinó y se puso los pantalones, y del bolsillo sacó 50€ que me dio.

-Toma nena.

-¿Y esto? -pregunté sorprendida.

-Una subida de sueldo que no le puedes contar a mi mujer.

No hice más preguntas y metí los 50€ en mi cartera.

Me llevó a casa y durante los cinco minutos de camino que quedaban hablamos de todo un poco. Cuando me bajé del coche me guiñó un ojo y se marchó.

Su hijo pasó a ser parte de los niños que cuidaba todas las semanas.