Un castigo apenas comienzo el día. Dominación matutina

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Estaba molesta, no sabía el porqué aunque tampoco era como si tuviera el lujo de preguntárselo, pero era más que obvio por su figura tensa y los movimientos bruscos que hacía, que lo estaba. La vio dar otra vuelta de 360° sobre ella misma antes de azotar con su mano desnuda la madera gruesa de la mesa.

Trago en seco.

–Me puedes decir, perro. ¿Quien es tu dueña?

Desde donde estaba a cuatro patas con aquel plug de diamante azul en su culo, el cc en su verga y su collar al cuello la respuesta era más que obvia pero no quiso tentar aún más su mal humor y murmuró un bajo

–Usted, Señora.

Desde que habían llegado de aquella rutina diaria de trote matutino, su Señora se había visto inconfundiblemente molesta, si no es que la mejor palabra para describirla era furiosa.

–Prepárate–le había ordenado, cuando cruzaron la puerta, sin siquiera voltear a verlo.

Un escalofrío le había recorrido la columna vertebral y lo había obligado a tragar en seco. Había sido aquel tono que había empleado, sin derecho a replica con el claro indicio de que se avecinaba un castigo. Pero por más de que trataba de pensar cuando había cometido el error, no se le ocurrirá nada, nada.

Él era un buen perro. Siempre cumplía las órdenes de su Ama por muy difíciles, tediosas o humillantes que fueran, ¿Que había hecho?

–Y si, yo soy tu dueña ¿Por que volteas a ver a otras mujeres en el parque?, ¿No te tengo lo suficientemente caliente?, ¿Te hace falta algo en casa?–Cuestiono, sabiendo realmente la respuesta.

Cerró los ojos con fuerza, pensando seriamente en sacárselos en ese momento ¿Como había sido tan idiota?

–No, Señora—Murmuró.

–No te escucho maldito, perro. Te pregunte algo, contesta–gruño antes de abofetearlo

Cuando lo golpeaba de esa manera no era el golpe lo que realmente dolía, si no el saber que lo muy decepcionada que estaba de él.

–No, señora. No me hace falta nada en casa. Usted me tiene siempre demasiado caliente Las volteo a ver porque soy un perro muy caliente, y pendejo–Respondió humillado, con un tono de voz neutral mientras intentaba hacerse pequeño a cuatro patas frente a ella.

–Sabes que no tienes permiso de hacerlo, soy tu dueña, soy tu Ama y Señora, solo yo existo para ti y solo por mi debe de ponerse dura tu verga.

–Si, Señora, lo se.

Lo sabía, claro que lo sabía pero después de a ver estado tan excitado durante tantos días, sin permitirse correrse ni tocarse había sucumbido a ver aquella mujer en leggins y tanga estirarse. Ahora tendría que pagarlo.

–Buen, para que no lo olvides tendré que castigarte. Has sido un muy malo y desobediente perro

Lo tomo del cabello clavándole las uñas en el cuero cabelludo (y no de la manera agradable como cuando lo dejaba comerle el coño), llevándolo al cepo. Hizo que metiera la cabeza en el espacio grande y los brazos por los dos pequeños a sus lados, colocándolo en una posición de 90° antes de cerrarlo con la pesada pasera y el candado de hierro, dejándolo completamente expuesto y vulnerable. Sintió como pasaba sus uñas a lo largo de sus nalgas delineando la joya que sobresalía entre ellas. Con aquel movimiento tan simple sintió su verga endurecerse dolorosamente dentro del cinturón de castidad.

–¿Te la puso dura esa mujer, perro?

No podía mentir, o dolería más

. –Solo un poco, Señora pero…

Antes de que terminara la oración un fuerte azote en sus nalgas.

–Cállate, no quiero que hables.

Contrario a lo que imagine quitarla pequeña llave que colgaba entre sus tetas y abrió el cinturón que aprisionaba mi verga. Con una de sus manos subió y bajó a todo lo largo de ella y con la otra sacó el plug lo suficiente para sentir la parte gruesa salir y volver a entrar. Repitió la tarea unas cuantas veces más antes de que no lo soportara y me corriera. Había estado contenido durante suficiente tiempo como para que fuera rápido y duro.

–¿Con eso pensaste que podrías complacerme si me cojieras?

Pregunto con aquel tono irónico que dolía en su orgullo propio. Había durado tan poco que sabia que era verdad, no podría podido aguantar si hubiera estado dentro de ella. Y siguiendo con la tortura aún cuando se acaba de correr y sentía su verga demasiado sensible ella no detuvo la tortuosa paja hasta volverlo a poner duro.

–Es lo querías, ¿No? Estar duro.

Cuando al fin lo soltó solo fue para ponerse frente a él y quitarse la camiseta de tirantes que dejó a la vista las impresionantes tetas grandes y pesadas ocultas bajo aquel sostén blanco y puro. Y deslizar para abajo aquel diminuto short de licra que dejó a la vista la tanga a juego. Con la travesura tatuada en su mirada estiró la mano hasta llegar a sus pezones grandes color chocolate para jugar con ellos poniéndolos duros.

–Lastima que no te gustan los suficientes como para dejar de ver los demás–susurro mientras con una sus manos viajaba asía el sur entrando entre sus pliegues. –Que no dejes de pensar en otros cuerpos, en otras mujeres.

Vio como el delicado encaje comenzaba a humedecer y deseó poder estar libre para succionar con su boca aquel líquido que salía de su coño.

–Tal vez te has cansando de pertenecerme y quieras que te deje libre.

–¡No, Señora!

La sola idea le molestó tanto que en contra de su sentido común desobedeció la orden de permanecer en silencio. Ella sonrió, como si hubiera cumplido justo con lo que esperaba y retiro sus manos de su propio cuerpo.

–Hoy estas muy rebelde, perrito– dijo yendo hacía el gabinete de juguetes que tenían–tendré que castigarte. Escuchó el sonido de las puertas abriéndose y cerrándose hasta que volvió a estar frente a él. Lo tomo del cabello levantando su cabeza hasta que pudo verlo a los ojos y lo soltó para acariciar su barba espesa.

–¿Quieres hacer esto?, Pregunto completamente seria.

Lo hacía siempre que se avecinaba un juego particularmente duro, preguntaba si deseaba seguir.

–Si, Ama, lamento a verle fallado.

Tomo la mordaza que había dejado en el suelo y en un brusco movimiento la puso en su boca abierta antes de abrocharla detrás de su cabeza impidiéndole hablar.

–Te dije que no te quería escuchar hablar, ahora no lo harás.

Sintió el sabor del plástico de la pelota roja entre sus labios y como la saliva comenzaba a acumularse, en poco tiempo sabía comenzaría a babear de una manera ridícula.

Agachándose a su lado y en lo que pensó era una posición muy incómoda para ella chupo sus pezones y los masajes hasta que los puso duros. Cerró los ojos antes de sentir lo que supo eran unas pinzas en ellos… unas pinzas con peso. Mierda, en verdad era un castigo. Odiaba las pinzas en los pezones.

Con completa calma se volvió a poner de pie.

–Te pediría que contaras pero no puedes hablar así que lo dejaremos como una sorpresa.

Antes de poder prepararse sintió el primer latigazo en sus nalgas y el escozor que acompañaba a estos. Los conto, tratando se adivinar cuando se acabaría aquello.

10, 20, 30.

Entonces lo cambió.

Y sintió la diferencia de golpe con la paleta de madera con círculos huecos.

5, 10, 14…

Y tomo la fusta de cuero…

6, 8, 15, 21, 25

No aguantaba más, dolía tanto. Ningún par de nalgas valía aquel suplicio por su Ama.

Cerró los ojos esperando el siguiente golpe, pero no llegó. Se habían detenido.

Su cara era una mezcla de babas y lagrimas que había derramó vergonzosamente. Contrario a la costumbre ella no toco sus nalgas si no que llevo las manos a su verga completamente dura y repitió el movimiento de sube y baja que conocía tan bien. Lo paso a lo largo, en movimientos los sufrientemente fuertes para estimular y con la otra masajea sus bolas llevándolo al segundo orgasmo… vergonzosamente rápido. Mientras el semen salía de el, ella lo tomó con una des manos y lo llevo a sus maltrechas nalgas en movimientos malditamente suaves recorriendo las completamente, cubriéndolas con su corrida. Cuando pensó que ahí terminaba la tortura sacó sin aviso alguno el plug que aún permanecía dentro de él e introdujo uno de los dildos más gruesos que tenía. Aún con la dilatación del plug, aquella embestida se sintió malditamente dolorosa y seca. Se había corrido dos veces, era suficiente. Pero sin poder decir nada sintió el dildo comenzar a salir y entrar lentamente.

–Pensé que ambos necesitamos corrernos, perrito.

Dijo su Ama de nuevo frente a él.

–Pero es suficiente de esto.

Con un fuerte jalón de la cadena que unía las pinzas libero sus pezones y solo gracias a la mordaza no soltó un alarido de puro dolor

. –¿Te duele? Pregunto dando suaves masajes en la sensible área, estimulando el viaje de la sangre.

Asintió. Eran demasiadas sensaciones en su pobre cuerpo, estaba exhausto.

Le dolía las nalgas por los azotes, su culo lleno con aquel dildo que no dejaba de entrar y salir tan malditamente lento. Sus pezones sensibles, su verga dura. Las pantorrillas y muslos por aquella incómoda posición, la mandíbula por tenerla tanto tiempo abierta. Era demasiado. Hasta que ella se puso frente a él, con aquel dildo rosa que comenzó a pasar por fuera de su coño con tímidos movimientos. Estaba tan jodido.

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Nota de Autora: En mis relatos anteriores he obtenido varios mensajes de lectores Españoles, en verdad lamento la situación que están viviendo puesto que es más severa que la del resto del mundo.

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