Un encuentro entre una alumna bastante cachonda y un profesor con muchas ganas de follarla
Como siempre, voy mal de tiempo. Es jueves, está medio lloviendo y el autobús se ha retrasado bastante. Hay más gente de mi clase en el autobús, así que no me preocupo excesivamente. Me pongo la capucha del abrigo al bajar y camino con el resto sin participar mucho en la conversación. Entramos en clase y alguien, no recuerdo quién, explica lo que había pasado con el autobús.
Nos haces un gesto con la cabeza asintiendo, sin darle mayor importancia. Siento un empujón del chico que venía justo detrás de mí, y me doy cuenta que me he quedado mirándote fijamente mientras el resto se había ido sentando. Me sonrojo y miro al suelo mientras me dirijo a mi sitio. Incluso sin levantar mis ojos del libro, siento tu mirada sobre mí. Me quito el jersey, quedándome sólo con la blusa. Sigues explicando algo que ni siquiera escucho. Al cabo de un rato desabrocho el primer botón de mi camisa y siento más que escucho cómo tragas saliva la siguiente vez que tus ojos se posan sobre mí.
Suena el timbre y te miro fijamente. Pareces aliviado mientras recoges tus libros. Me levanto rápidamente y salgo de clase sin mirarte ni una sola vez. Atravieso el pasillo con determinación, parándome justo al final, girándome levemente para comprobar si me sigues. Estás lejos todavía, pero mirando en mi dirección. Abro la puerta sin esperar más y, a oscuras, te espero a un par de pasos de esa puerta. Escucho el picaporte bajar lentamente y una silueta se asoma intentando distinguirme en la oscuridad. No espero a que tus ojos se acostumbren a la falta de luz, te agarro por el jersey y te obligo a meterte dentro. Meto mis manos, excesivamente frías por debajo de tu ropa, recorriendo tu estómago y tu pecho. Las tuyas van directamente a mi culo, soltando las cosas que llevan, que caen estruendosamente al suelo. Me lo sobas sin parar y me acercas más a ti, besándome por fin.
Cuando tu lengua invade mi boca, se me olvida dónde estamos y el tiempo del que disponemos. Siento tu polla creciendo contra mi cuerpo, a través de la ropa, y me frotas contra ti. Casi me levantas del suelo. Parece que hoy te pone especialmente cachondo que haya venido disfrazada de niña buena a la universidad.
Pones tus manos sobre mis hombros y me empujas hacia abajo, indicándome lo que quieres que haga a continuación. Golpeas la pared a tientas y aciertas al fin a encender la luz, que nos hace entrecerrar los ojos a ambos. Miras a tu alrededor sin mucho interés, viendo una especie de vestuario que se utiliza como almacén. Te giras para mirar la puerta y ves que tiene pestillo, así que lo giras, impidiendo así que nos interrumpan.
Sientes mis manos desabrochando tu pantalón ansiosamente. Miro hacia arriba y agarras mi cara por la barbilla.
– Vas a ser una niña buena y vas a chupármela como solo tú sabes, ¿a que sí?
Asiento, sonriendo, y dejas libre tu polla, bajando tu calzón junto con los pantalones y dejándolos caer sobre tus tobillos. Pones una mano sobre mi cabeza y empiezo a chupártela. La tienes enorme y no consigo que entre entera en mi boca, que se llena de saliva. Tu mano lleva el ritmo de la mamada que te estoy dando, en tiempo récord, porque estás cachondo pero no olvidas que tienes la próxima clase en cinco minutos. Me obligas a aumentar el ritmo. Tu polla está dura, gorda y empapada de mi saliva. Para acelerar las cosas, sujetas mi cabeza con ambas manos y yo me dejo hacer. Comienzas a follar mi boca sin contemplaciones. Los sonidos de tu polla invadiendo una y otra vez mi boca llenan el pequeño vestuario. Yo me agarro como puedo a tus piernas y me siento poderosa. Siento lo cerca que estás de correrte en mi boca y muevo como puedo mi lengua, intentando provocarte más allá de lo que ya estás. Me sujetas algo más fuerte y entre gruñidos y gemidos me avisas que te vas a correr. Siento cómo explotas en mi boca, con un chorro caliente y certero que se estrella en mi paladar. Continúas agarrándome con la misma fuerza mientras sigues corriéndote dentro de mi boca. Hago el movimiento de tragar sabiendo que sentirás cómo se contrae mi garganta, y tu polla da un saltito, indicándome que este ha sido el primer asalto pero desde luego no el último.
Sacas tu polla de mi boca y unas gotitas caen por mi barbilla. Me miras con lascivia y ves cómo, con dos de mis dedos, esparzo tu leche por debajo de mi barbilla y por mi cuello. Me levanto a toda velocidad y cojo tus dedos. Los llevo bajo mi faldita y hago que compruebes lo mojada que estoy. Empiezas a moverlos pero pareces pensarlo mejor. Con pesar, apartas tu mano y acercas tus labios a mi oído. «Tengo que ir a clase. Dame tus braguitas y espérame a la salida». Inmediatamente me bajo las braguitas y te las entrego. Con una sonrisa excitada, te las guardas, me das un beso casi al vuelo y me pides que espere unos minutos antes de salir. Tengo que saltarme la siguiente clase porque llego demasiado tarde.