Un extraño, mi madre y el perro
Sí, no sé cómo pasó; pero, además de tener sexo con mi marido; luego de haberlo descubierto a Jonathan, mi hijastro, masturbándose con mi lencería, accedí a él, inclusive con ambos al mismo tiempo. Pero esto ya lo conté.
Ahora tenemos una nueva experiencia, ayudo a Jonathan en su primer relato:
Desde que llegó Liluska a nuestras vidas, soy el joven más afortunado del planeta.
Debo confesar que cuando mi padre me presentó a su novia nueva, lo envidié muchísimo, y me preguntaba cómo una hermosa y sexy mujer, podía enamorarse de un viejo de 52 años; ella tenía en ese entonces, 35 años.
Cuando comenzó la cuarentena obligatoria, por la pandemia del COVID; la trajo a vivir a casa, sin preguntármelo.
Su presencia me mantenía hirviendo de calentura todo el día; y, sin poder salir con mis amigos y amigas. Sólo me debía conformar con masturbarme; y a veces, hasta 5 o 6 pajas por día.
Para mal de colmos, para la cena de los sábados, mi padre nos obligaba a abandonar la ropa de gimnasia que usábamos todos los días, para que usáramos ropa de gala, como si fuéramos a un lugar de lujo. En fin, ella lucía perfecta, independientemente de lo que usara; pero, los sábados era para el infarto.
Vestidos de noche sugerentes, subida en tacos aguja, y cuando mi padre ponía música, después de la cena; verla bailar, me tentaba por tirarme encima.
Cuando podía, los filmaba con mi celular, teniendo sexo en su habitación; y de esta manera, tenía material para masturbarme, una vez y otra más.
También aprovechaba cuando Liluska hacía los quehaceres de la casa, a meterme en su habitación, y hacerme una paja con sus medias negras, o cualquier otra prenda íntima.
Es así, como ella me descubrió un día, cuando estaba tirado en mi cama, mirando un video de ellos y sacudiendo mi árbol, que entró a la habitación, golpeando antes; pero, yo no podía detenerme.
Después de un tiempo, me confesó que ya me había descubierto antes, y que se lo había contado a mi padre; pero que él, le había explicado lo inevitable de mi adolescencia, el encierro, la atracción natural que ella despertaba, etc. etc.; y que le deba permiso para calmarme; lo cual, tardó en animarse. Así que ese día que entró a mi habitación, y me descubrió masturbándome, se animó y me calmó con una mamada, que nunca olvidaré.
Así como, me quedó grabado aquel sábado que, con mi padre, disfrutamos de su cuerpo y de todos sus agujeros; pero esto, ya lo contó Liluska.
Lo que quiero contar en esta oportunidad, con la ayuda de ella, es lo que experimentamos en Cancún.
Mi padre es arquitecto y encargado de mantenimiento de una cadena de hoteles, en Latinoamérica, que por razones obvias no mencionaré. La cuestión que es una buena actividad, y cuando los estudios en Buenos Aires me lo permiten, lo acompaño.
A comienzos del mes de noviembre, llegan noticias del huracán Eta, que había impactado en Costa Rica y hecho destrozos en unos de los hoteles; por lo que, mi padre debía ir a encargarse de las reparaciones y ponerlo en funciones cuanto antes.
Así que me comunican, que ellos, Liluska y mi padre, viajaban para allá.
Obviamente que yo entendí la situación; pero yo, estaba terminando las clases; y si bien, en Buenos Aires se había flexibilizado la cuarentena, pudiendo ver a mis amistades; sólo pensaba que no podría cogerme a Liluska.
Pasaron un par de semanas desde que ellos partieron, y yo había regresado a la masturbación compulsiva. No podía sacármela de la mente, hasta que logro ordenar la culminación de los estudios, y postergar los exámenes para el mes de marzo del año que viene.
Así que llamé a mi padre, para pedirle permiso de viajar. Al comienzo, él me explicaba que aquello era un lío y que no podía ocuparse de nosotros; y, después de una pulseada verbal, lo convencí.
Yo ya lo había acompañado un par de veces, en los últimos cinco años; así que, conocía la región, y, de hecho, tenía un par de amigos allí.
Cuando llego a Playa Hermosa, en donde hay una propiedad de la empresa de mi padre, Liluska me recibe asombrada, porque pensó que estaría en San José, con mi padre.
Liluska: ¡Qué sorpresa! Jonathan.
Jonathan: ¿No me esperabas? Sabías que viajaba.
Liluska: Tu padre está en San José capital, terminando de firmar unos contratos, con empresas constructoras, por eso te hacía allí.
Jonathan: Sí, lo sé. Pero, te vengo hacer compañía. Te estarás aburriendo aquí, sola.
Liluska: Para nada, el lugar es hermoso. ¡Por fin conocí el Océano Pacífico!
De repente, aparece un perro grandote, con aspecto de lobo, pero color negro; su presencia y mirada, inspiraba respeto, hasta temor diría yo.
Liluska: Mira, además esta Pancho.
Jonathan: ¿De dónde salió este perro?
Liluska: No sé, supongo que merodea por aquí y me cuida.
Jonathan: Mete miedo ¿eh?
Liluska: Para nada, es muy bueno y guardián.
Después de un par de horas, ya instalado, cenamos algo liviano y charlamos sobre lo sucedido con el huracán.
De sobremesa tomamos una copita de ron, en la galería.
Había viajado unas 23 horas y estaba casi muerto; pero, no quería terminar la noche sin algo con ella. Siempre la trataba con mucho respeto; después de todo, era la mujer de mi padre, y si no se apiadaba de mis deseos, me hacía una paja y listo; no quería incomodarla.
Terminando el trago, me dice:
Liluska: ¡Estarás muerto! Después de tan largo viaje.
Jonathan: Un poco. Pero tenía tantas ganas de verte, que no te lo imaginas.
Ella se echó a reír a carcajadas.
Liluska: ¡Vamos! Ya tengo lista tu cama.
Me mostró la habitación, y allí, me ayudó a desvestirme y me acostó. Cuando me sacó el pantalón, descubrió mi enorme erección.
Liluska: ¡Upa! Parece que tu amigo no sintió el viaje.
Jonathan: Te dije que te extrañamos muchísimo. Ja ja ja
Liluska: Te saco la acumulación y basta por hoy.
Entonces, me la tomó con la mano y me mamó hasta que acabé en su boca.
Liluska: Bueno, ahora a soñar con los angelitos.
Transcurrieron unos días, yendo a la playa y haciendo vida descansada; pero, no respondía a mis deseos de poseerla. A pesar de mis indirectas, ella siempre respondía de esperar a mi padre, para regresar a los juegos que practicábamos en Buenos Aires. Así que, mal interpreté que tenía piedra libre con ella, evidentemente cumplía un rol de accesorio, en las noches de lujuria de mi padre con ella.
Aprovecho a saludar a mi amigo por teléfono, y combinamos en ir a tomar algo, a un bar de la playa. La invito a ir; pero se niega a venir conmigo.
Al terminar de ponernos al día, con mi amigo Pedro, lo invito a dormir a nuestra casa; ya que, habíamos bebido mucho, y él vivía muy lejos de ese bar.
Cuando llegamos, Liluska estaba en la galería, meciéndose en la hamaca bahiana, tomando una cerveza. Saludamos y le preguntamos si le podíamos acompañar.
Ella afirmó con la cabeza; pero, se bajó de la hamaca y entró a la casa, regresando con un pack de 6 latas de cerveza en cada mano.
Cuando volvió acomodarse en la hamaca, y nosotros destapamos las primeras latas, nos sentamos en los escalones, comenzando a contar anécdotas graciosas. Nos reímos mucho con lo que contaba el otro.
Ella estaba vestida con un short de franela y una remera sin mangas, bien amplia y corta, que, al estar acostada, copiaba perfectamente sus pechos.
Nosotros disimulábamos nuestras protuberancias en la entrepierna, tapándonos con las manos.
De repente, mi amigo gira la conversación hacia lo sexual. Yo no le sigo la corriente, a pesar que casi habíamos terminado con toda la cerveza, nos reíamos de cualquier cosa y estábamos bastante alcoholizados; no quería incomodar a Liluska.
Ella parece no haberse molestado con los exabruptos de Pedro; cuando de pronto, saca de su bolsillo un par de porros.
Pedro: ¿Te molesta?
Liluska: ¿Es marihuana?
Pedro: Sí
Él prende el primer porro y le ofrece a ella.
Pedro: ¿fumas?
Liluska: ¡Uy! Hace tanto tiempo que no fumo, desde que dejé la universidad.
Pedro: Ah, bueno, la conoces.
Liluska toma el porro y le pega una pitada, tosiendo inmediatamente. Ambos se ríen y Pedro me ordena que prenda el segundo.
La noche estaba extremadamente calurosa y húmeda, y la marihuana parecía ser refrescante.
Pedro continúa charlando sobre anécdotas de sexo, hasta que, casi terminando los porros, exclama:
Pedro: ¡Guau! La noche está perfecta para divertimos un poco.
De repente, Pedro se para y se dirige hacia ella, manoseándolo los pechos directamente. Pensé que se arruinaba la noche; pero, Liluska esgrime un gemido y no se opone; así que, yo me levanto y exclamo:
Jonathan: ¿Vamos adentro? Allí hay aire acondicionado, y no nos verá nadie.
Liluska se levanta de la hamaca con dificultad, Pedro debe ayudarla, evidentemente está borracha.
Los tres mareados, nos dirigimos hacia el interior de la casa, haciendo zigzag.
Cuando pasamos por el sofá, ella intenta zambullirse, pero Pedro se lo impide, tomándola del brazo y continúa caminando hacia a la habitación. Yo pienso que no está bien lo que estamos haciendo, y me nace cuidarla.
Llegamos a la cama, y Pedro le manosea la cola, ella gira hacia mí y extiende sus brazos, como pidiéndome ayuda.
Jonathan: Pedro, mejor la acostamos, está muy borracha.
Pedro: ¿Te parece? ¿Porqué no nos divertimos un poco?
Cuando me acerco a Liluska, me abraza y me besa profundamente; mientras Pedro, con sus dos manos, le manosea los pechos.
Pedro: ¡Esta rebuena!
Mientras nos besamos, siento que me desabrocha el cinturón desesperadamente, y continúa bajando el cierre de mi bragueta. Pedro ahora tiene una mano sobre sus pechos y desde atrás, comienza a desabrocharle el short.
Cuando Liluska logra liberar mi verga, se inclina para mamarme, y Pedro le baja el short; él también se inclina, para enterrar su cara en su cola y lamérsela.
Así estamos unos instantes; pero luego, ella se yergue y se acerca, como pretendiendo que la penetre de parado. Pedro también se endereza, y le toma una mano a ella, llevándola a su miembro, que había sacado mientras duró la mamada.
La penetro con dificultad, mientras ella me mira fijo a los ojos; dándome cuenta que estaba consciente de la situación.
Pedro intenta entrarle por el ano, pero era imposible; así que, nos dejamos caer sobre la cama, para estar más cómodos, deshaciéndose la posición en la que estábamos.
Ella quedó de espaldas en la cama completamente desnuda, y nosotros de rodillas, apreciando su hermosura.
Pedro dirige su verga a la boca de Liluska, con la intención de no perderse la experiencia de su maestra chupada, y yo me zambullo para lamer su vagina.
De repente, aparece Pancho, el perro, lo que nos paraliza a Pedro y mí; era amenazadora presencia. ¿Habría venido a defenderla? Me preguntaba.
El perro bajó sus orejas y se acercó a mí, me incorporé porque le temía; mientras, Liluska se giró hacia Pedro, para mamarlo mejor. Él también había quedado paralizado, suspendiendo su manoseo sobre los pechos de ella, pero mantenía su verga en su boca.
El perro olfateó la entrepierna de Liluska y comenzó a lamerle los labios de la vagina. Yo no sabía si ella se había dado cuenta, pero la escuchaba comenzando a gemir.
La escena era sumamente morbosa, y poco a poco mi temor comenzó a disiparse, al ver al perro entretenido; así que, me acomodé por detrás de ella, para penetrarla por el ano.
Cuando entré, Liluska gritó y empezó a moverse contra mi pelvis, a la vez que, dirigió su mano para masajear su clítoris, cuando se topó con el hocico del perro.
Liluska: ¿Qué hace este perro aquí?
Jonathan: Se metió de repente.
Pedro: ¡Tranquila! Puede ser divertido
Liluska: ¡Se volvieron locos!
Y de repente, se la entierro hasta el fondo, sacándole un grito de placer; a la vez que Pedro, espantaba al perro.
El perro retrocedió y Pedro se acomodó delante de ella, para penetrarla por delante.
En un minuto, lográbamos un buen ritmo dentro de Liluska, viéndola disfrutar; mientras que Pancho daba vueltas alrededor de la cama, moviendo su cola nerviosamente, hasta que brincó a la cama.
Liluska experimenta su primer orgasmo de la noche, y nosotros seguíamos manteniendo el buen ritmo; mientras, el perro nos olfateaba quedando encima de la cabeza de ella. Y los tres, desde abajo, observábamos que el perro estaba alzado, por su miembro erecto y respiración agitada.
Pedro le toma la mano a ella y la conduce hacia la verga del perro.
Pedro: Acaríciala, para que no nos muerda.
Liluska que no dejaba de gemir de placer, inocentemente le hace caso a Pedro, agarrándosela y comenzando a masturbar al perro.
Todo era muy loco, cuando nos sorprende su segundo orgasmo, y nosotros le llenamos el culo y la vagina de leche, todos al mismo tiempo.
Con Pedro intentamos seguir, pero la descarga había sido muy intensa.
Pedro: ¡Eres una mujer tremenda!
Jonathan: ¡Cómo extrañaba estar dentro tuyo!
Pedro: Prueba al perro, mientras nos recuperamos.
Liluska: ¡Ni loca!
Pedro: Mira que pedazo de tronco que tiene.
Pedro comienza con las maniobras de ponerla en cuatro patas a Liluska; lo cual, logra a pesar de su resistencia.
Mientras tanto, la beso profundamente para distraerla.
Pedro le toma las patas delanteras al perro, y lo acomoda encima de Liluska. Pancho instintivamente comienza a moverse, pero dando estocadas en el aire; así que, Pedro toma el tronco del perro y lo apoya en la puerta de la vagina. El perro parecía eléctrico, y ahora daba embestidas dentro de Liluska. Ella grita, yo no distingo si de dolor o placer, sólo atino a meter mi verga en su boca.
Pedro me ordena sostener las patas del perro.
Jonathan: ¡Hacelo vos! Yo estoy ocupado.
Pedro se va corriendo de rodillas sin soltar al perro, acomodándose para que ella también lo mame; así que, Liluska con boca, alterna las chupadas, mientras que Pancho le arranca profundos gemidos.
Así estamos un rato, hasta que el perro se descargó y llevarse de recuerdo, un par de orgasmos.
Cuando ella recupera la respiración, me susurra al oído.
Liluska: ¡Echa al perro y a tu amigo! Quedémonos solos ¿dale?
Así que le obedezco, tomo al perro del collar y a Pedro del brazo.
Jonathan: Bueno ¡ya fue suficiente!
Pedro: ¡No! Por favor amigo.
Jonathan: Por hoy está bien Pedro. Dale, haceme caso.
Pedro toma al perro y se retira refunfuñando. Yo espero que salga de la casa, y regreso a la habitación.
Liluska: Ese perro ¡me partió!
Ella quedó boca abajo y yo comencé a masajearla y a besarla suavemente.
Liluska: ¡No quiero más estas locuras! Respetemos el acuerdo que tenemos con tu padre. Y de esto, ni una palabra.
Jonathan: Te pido perdón, no volverá a suceder, me dejé llevar.
A mi se me para al masajearle las nalgas; pero, no sabía que hacer, hasta que me tiento y le hao saber que seguía caliente, apoyándole mi verga, en el medio de su hermosa manzana.
Siento que gime, y al rato me la agarra con la mano, ayudándome a penetrarla.
Se la entierro suavemente, y me derribo sobre ella, para pellizcarle la nuca, con mis dientes. Ella hace movimientos pélvicos, llevando su cola hacia arriba, pudiendo penetrarla con toda mi longitud.
Así estamos un buen rato. Ella volvió acabar un par de veces, antes que yo la llenara.
Luego quedamos tendidos en la cama y nos dormimos abrazados.
Este es otro momento, que jamás olvidaré en mi vida.