Un fin de semana de concierto, mi mejor experiencia

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Hola, me llamo Carlos y quiero contaros una experiencia maravillosa que tuvimos mi mujer y yo hace unos días.

Tengo 43 años y vivo en Valencia con mi mujer Ana. Ana y yo llevamos junto más de media vida. Es el amor de mi vida y a la vez mi mejor amiga, creo que no se puede pedir más. Ella tiene 42 años, mide 1,74 y es de complexión normal. Se queja de que se le ha puesto el culo demasiado gordo, pero yo creo que es maravilloso, sobre todo cuando usa pantalones muy ajustado. Ella diría que es una mujer normal, ni muy guapa ni muy fea. Esa clase de mujer que piensa que no puede atraer la mirada de los hombres cuando camina por la calle, aunque no sea así.

Hace unos días nos fuimos a Madrid para un concierto. Eso siempre es un acontecimiento, porque con nuestro hijo y nuestro trabajo nos queda muy poco tiempo para estar solo junto. Así que ese fin de semana iba a ser algo especial. El concierto era el viernes por la noche, pero cogimos hotel para pasar allí el fin de semana hasta el domingo por la tarde. Cuando llegamos al hotel el viernes por la tarde nos arreglamos para una cena rápida y luego al concierto. Ana se puso unos pastalones negro muy ajustados que le hacía un culito delicioso, una camiseta interior y una blusa con botones bastante escotada que dejaban adivinar unos pechos no muy grandes, pero si firmes. Nada más llegar a la sala del concierto nos ubicamos cerca del escenario, pero no demasiado lejos de la barra, para no fuera difícil ir y volver con las bebidas. La sala todavía estaba medio vacía y la música para crear ambiente era buena. La noche prometía.

– ¿Quieres tomar algo? – le pregunté a Ana

– Uhmm, una cerveza. Pero no te preocupes, voy yo. – Me dijo antes de darme un beso y alejarse para la barra.

Pasó solo un rato cuando volvió con dos cervezas y una cara extraña, entre divertida y avergonzada. Me contó que, al llegar a la barra, el camarero que la atendió le puso las cervezas y, cuando le pregunto cuanto era, le guiño un ojo y le dijo “Para ti nada, guapa”. No pude evitar soltar una carcajada.

– Ese quiere algo contigo – le dije entre divertido

– Anda ya…

No parecía muy convencida, pero noté en su cara que no sabía muy bien como reaccionar. Así que dije más sobre el tema y estuvimos hablando sobre la sala, el grupo y otras cosas triviales. Al poco ya se había terminado la cerveza y a mí me quedaba poco.

– ¿Por qué no vas a por otra ronda?. Iría yo, pero seguro que a mí no me invita.- Le dije medio en broma

– Vale voy, pero no creo que haya tanta suerte. – Me dijo riéndose.

En ese momento aproveché para desabrocharle un botón de la blusa para que se viera un poco más de su escote.

– Así tienes más posibilidades

Ella no sabía si reírse o enfadarse, así que si decir nada se fue para la barra. Tardó un rato en volver y mientras tanto yo sentía que el morbo por la situación se estaba apoderando de mí. Cuando volvió con las dos cervezas tuve que esforzarme por adivinar en su cara lo que había pasado. Me contó un poco avergonzada que cuando llegó a la barra y el mismo camarero se acercó para atenderla, ella se inclino hacia delante, en teoría para hacerse oír mejor sobre la música, pero en realidad para que tuviera una buena vista de sus tetas. El camarero no se cortó un pelo y clavó sus ojos en sus pechos antes de preguntarle si quería otras dos cervezas. Cuando le puso las cervezas le pregunto con quien había venido. Al decirle que con su marido, él le dijo que era un hombre con suerte. Ella se ofreció a pagar las cervezas, pero el volvió a negarse. Ella le dijo que no iban a estar toda la noche bebiendo gratis, a lo que él le respondió que no iba a ser gratis, que la siguiente ronda le costaría algo.

– Oye, pues buena música, buen ambiente y copas gratis… la noche promete – Le dije

Se notaba que se sentía confundida. Así seguimos hablando de otras cosas. Yo me lo estaba pasando muy bien, pero notaba que ella se sentía incómoda por momentos. Y sobre todo noté que bebía más deprisa de lo normal. Antes de terminar mi cerveza ella ya se ha había terminado. La miré un poco serio, intentando que no se notase que me sentía nervioso y excitado por la situación.

– Si quieres otra ronda puede ir yo a buscarla… – le dije

– Bueno, a ti todavía te queda cerveza. Puedo ir yo, ¿si te parece bien?

Asentí con una sonrisa, dándole a entender que tenía mi permiso para hacer lo que ella quisiese. Así que de nuevo se marchó a la barra. Intenté seguirla con la mirada para ver quien era ese camarero que estaba trastornando así a mi mujer, pero había demasiada gente. De nuevo tardó un buen rato en volver. No sé si más que antes o simplemente yo estaba más nervioso. Regreso con otras dos cervezas y, de nuevo, con una cara difícil de interpretar. Me contó que de nuevo “su camarero” le puso las dos cervezas. Ella se ofreció a pagarlas y él, inclinándose hacia la barra, le dijo “estas dos te costarán solo un beso”. Y antes de que ella pudiese reaccionar le dio un beso en los labios. No llegó a reaccionar antes de que le guiñara un ojo y se volviese a seguir atendiendo a otros clientes. Mi mujer me pidió perdón, le preocupaba que yo me enfadase y que la broma hubiese llegado demasiado lejos. La tranquilicé y le dije que no se preocupase.

– ¿Te ha molestado que te bese? – Le pregunté

– Bueno, en realidad no. No ha sido para tanto supongo, es que…

– Mira, si el chico te aparece atractivo, nos está invitando a copas y a ti te apetece seguirle el juego, por mí no te preocupes. – Le dije antes de plantarle otro beso en la boca.

Ella se quedó más tranquila, pero yo notaba que no estaba prestando atención al concierto y que estaba pensando en todo lo que estaba pasando. De nuevo se terminó la cerveza más rápido que de costumbre.

– O tienes mucha sed o están deseando volver a por mas bebidas. – Le dije divertido

– Un poco de todo, supongo. – Me dijo intentando seguir el juego.- ¿Te apetece a otra cerveza?

– No, otra cerveza no. Me apetece más una copa. ¿Qué tal un gin?

– Oye, si una cerveza me cuesta un beso. ¿A saber que me costará un gin tonic?

– Uhmm, por un gin tonic… tienes como mucho permiso para una mamada. Si quiere follar que nos invite a cenar por lo menos. – Le dije continuando la broma

– ¡¡¡Pero que burro eres!!! – Me dijo entre escandalizada y divertida.

Y dándose la vuelta se marcho decidida hacia la barra. Yo estaba cada vez más nervioso. Pensaba que debía sentirme celoso, pero la situación no hacía más que excitarme más. Cuando volvió con las copas no me atrevía ni a preguntarle, pero al ver mi cara enseguida supo que quería saber lo que había pasado. Me contó que de nuevo en la barra “su camarero”, le atendió. Le dijo que se llamaba Alex. Al pedirle los dos gin tonic sonrió, le puso las bebidas y se acercó a ella. Esta vez no fue un simple beso, ella le esperó con la boca abierta y sus lenguas estuvieron jugando un buen rato. Yo le di otro buen morreo y seguimos viendo el concierto como si nada. No pasó mucho rato antes de que hiciese otro viaje a la barra y de nuevo volvieron a comerse la boca con pasión. Pero en es momento terminó el concierto. Al encenderse la luz vi que mi mujer estaba entre nerviosa y excitada. Me pidió permiso para tomarse una última copa, a lo que yo accedí sin problema. Pero la barra estaba a tope porque todo el mundo quería tomar algo. Después de un rato volvió algo decepcionada y, después de besarme, me pidió que nos fuésemos al hotel.

Nada más llegar a la habitación nos fundimos en un largo beso. Nos desnudamos deprisa y nos tumbamos en la cama. La notaba muy excitada, más de lo normal.

– Alex te ha puesto muy cachonda, eh? – Le susurré al oído

Su respuesta fue solo un gemido de excitación. Lentamente bajé a su coño y comencé a lamerlo con pasión. Mi lengua presionaba su clítoris mientras mis dedos entraba en su coño totalmente empapado. No tardó nada en tener un orgasmo mientras sus manos apretaban mi cara contra su coño. Enseguida me pidió que me la follase. Así que le clavé mi polla hasta el fondo y empecé a follármela con fuerza. Sus ojos permanecían cerrados. Sabía que estaba pensando en Alex, pero eso solo sirvió para que no pudiese aguantar más y me corriese. Estábamos los dos exhaustos. Nos abrazamos y nos besamos antes de quedarnos dormidos. A la mañana siguiente, al despertarnos mi mujer se abrazó a mí y me pidió perdón por lo de anoche.

– Lo siento mucho, no sé lo que me pasó por la cabeza para hacer lo que hice. – Me dijo

– No tienes que disculparte. Además, yo te animé a eso. Y… confieso que me dio mucho morbo la situación.

Ella me miró sorprendida. Nunca le había confesado que tenía fantasías donde ella estaba con otros hombres. Pero era el momento y le confesé que me masturbaba imaginando que otros hombres se la follaban mientras yo miraba y que lo de anoche me excitó mucho. Ella seguía sorprendida, como si no pudiese creerme. Lentamente cogí su mano y la llevé hasta mi polla que estaba totalmente dura.

– Mira como se que poner de pensar que anoche te podías haber follado a Alex

– Uhmmm, ¿de verdad te gustaría ver como me follan? – Me preguntó mientras me masturbaba lentamente.

– Ohhh, si cariño. Me vuelve loco imaginar como te la metía hasta el fondo

Ella estaba empezando a ponerse cachonda también. Empezó a chupármela mientras yo metía dos dedos por su coño. Luego se puso encima y empezó a cabalgarme mientras me confesaba lo cachonda que se había puesto anoche y que mientras yo me la follaba ella pensaba que era Alex quien se la estaba metiendo. No tardamos en corrernos los dos y, después de descansar un poco, nos duchamos para disfrutar de nuestro día libre en Madrid. No teníamos planes para ese día, aunque una idea de estaba rondando por la cabeza. Después de comer en un buen restaurante y dar cuenta de una botella de vino pensé que era el momento de plantearle mi idea.

– ¿Qué te apetece hacer esta noche? – Le pregunté

– No sé, no tenía nada pensado. Salir a cenar, tomas unas copas y poco más.

– Esta noche hay otro concierto en la misma sala de ayer – Le solté

– ¿Estas seguro que eso es lo que te apetece? – Me preguntó sorprendida

– Copas gratis..ya sabes. – Le dije con una sonrisa

No tuve que decir nada más. Me dio un beso y me pidió que volviésemos a hotel para arreglarnos para el concierto. Pensaba volver a ponerse unos pantalones, pero le sugerí un vestido corto muy sexy que se había traído, con la excusa de que era más “práctico”. Ella se rio con la sugerencia, pero pude notar que se estaba excitando con la situación.

Por la noche llegamos a la sala de conciertos. En seguida nos asomamos para ver si Alex estaba en la barra. Se le escapó un suspiro de alivio al comprobar que estaba trabajando. Por fin puede fijarme bien en él. Era de poco más de 30 años, 1,80 y complexión fuerte. Se notaba que hacía deporte. Los brazos con tatuajes tribales y el pelo un poco largo. No me extrañaba que le hubiese gustado a mi mujer. Tenía buen gusto la cabrona. Nos situamos de nuevo de forma estratégica cerca de la barra y mi mujer se marchó a por dos cervezas. Cuando volvió me puso al día. Alex se había alegrado mucho de verla. Le dijo que esa noche habría menos gente y que podría atenderla como ella se merecía. Después de ponerle las cervezas se comieron la boca con ansia. La noche prosiguió con un ir y venir de la barra, a veces no iba a por bebida, solo para enrollarse con él. Llevábamos ya unas 2 horas en la sala cuando noté que esta vez tardaba más de cuenta en volver. Me giré para buscarla, pero no la vi ni a ella ni a Alex. Pasó todavía otro buen rato antes de que volviese. Me sentí aliviado al verla, por un momento temí que le hubiese pasado algo. Ella me miró divertida, me metió la lengua en la boca y me puso algo en la mano. Era un trozo de tela, cuando me fijé me quedé con la boca abierta. Eran sus bragas. En seguida le pedí que me lo contase todo. Me contó que Alex le estaba invitando a chupitos en una esquina de la barra cuando él le dijo que podía tomarse un descanso en ese momento y le pregunto si le apetecía acompañarle. Mi mujer no se lo pensó y se fue con él. Se metieron en una sala pequeña, al parecer donde se quedan los grupos de fiesta tras los conciertos. Había una pequeña barra, un sofá y una mesa de billar. Nada más quedarse solos comenzaron a besarse y meterse mano. Mi mujer acariciaba la polla de Alex por encima del pantalón mientras él le apretaba el culo. Ella se puso de rodillas y le desabrochó los pantalones para liberar esa polla con la que llevaba todo el día fantaseando. Me dijo que la tenía más grande de lo que se había imaginado, se quedó un momento disfrutando de esa deliciosa polla antes de metérsela en la boca. Estuvo un buen rato chupándola hasta ponérsela bien dura. Estaba muy cachonda y necesitaba que se la follase ya, así que se bajó las bragas hasta los tobillos y sentándose en la mesa de billar lo atrajo hasta ella para que se la metiese. Así, mientras seguían comiéndose la boca ella apretaba su culo para que se la clavase bien fuerte hasta llegar al orgasmo. Se dejó caer hacia atrás mientras él seguía follándola, ahora con las piernas sobre sus hombros. Tuvo un segundo orgasmo mientras él se corría dentro de ella. Le dijo que tenía que volver a trabajo mientras se subía los pantalones y ella se quedó un rato allí disfrutando de la sensación de haber pegado un polvo increíble.

Mi cara debía de ser un poema. Por un momento se quedó parada temiendo que fuese a enfadarme, pensando que quizá se había pasado. Pero volví a besarla y le dije que era lo más excitante que me había pasado nunca. Ella se rio al notar mi polla dura contra su barriga. Me guiño un ojo y me dijo que de eso no cabía duda. No sé cuanto tiempo pasó mientras yo procesaba lo que acabada de ocurrir allí. De repente caí en la cuenta de que todavía llevaba las bragas de mi mujer en la mano. Me fijé en ella, con ese vestidito corto y sabiendo que no llevaba nada debajo, rodeados de gente que podría darse cuenta. Eso me puso todavía más cachondo, necesitaba hacer algo o iba a reventar allí mismo.

– ¿Crees que es demasiado pronto para que nos invite a los dos a otro chupito? – Le pregunté.

– ¿Lo dices en serio? – Me dijo lasciva

– Uff, me encantaría, te lo aseguro.

Me cogió de la mano y junto fuimos a la esquina de la barra. Alex se quedó un poco parado cuando me vio allí. Pero le hecho morro al asunto y se acercó como si no pasase nada. Supongo que expectante por si la cosa se complicaba por culpa de un marido celoso. Mi mujer me presentó y le dijo que había pensado que ahora podíamos tomarnos un chupito los tres juntos. Él la miró sorprendido al principio, pero luego con una sonrisa sacó tres vasos de chupito y los llenos para brindar juntos.

– ¿Es pronto para que te tomes otro descanso? – Le preguntó mi mujer

– Bueno, no hay mucha gente ahora, así que no creo que haya problema.

Nos llevó a la sala reservaba. De nuevo, al cerrar la puerta mi mujer se fue hacia él y comenzó a comerle la boca. Al principio parecía que él se iba a sentir incómodo, pero poco a poco se fue relajando y disfrutando de los besos de mi mujer. Yo miraba extasiado como se besaban, con miedo de respirar siquiera para no estropear el momento. Poco a poco me acerqué por detrás de mi mujer y levanté su falda para descubrir su culo desnudo. Comencé a acariciarlo mientras él le apretaba las tetas. A ella se le escapaban gemidos de excitación mientras yo le besaba el cuello y él le acariciaba su coño. Ella se separó un momento y, poniéndose de rodillas, desabrochó el pantalón de Alex mientras me miraba de forma lasciva. Al bajarle los pantalones pude admirar esa polla que tanto placer le había dado. Era realmente más grande que la mía. Nunca me he sentido acomplejado en ese sentido, tengo una buena polla que llega a los 18 cm en su máximo esplendor, pero la de Alex era algo más grande y, desde luego, mucho más gorda que la mía. Y todavía podría crecer un poco más con las atenciones de mi mujer. Comenzó a chuparla muy despacio, paseando su lengua por toda ella. Me miraba de reojo para ver como disfrutaba con el espectáculo. Realmente era delicioso, ver como mi mujer estaba disfrutando así chupando esa enorme polla me estaba volviendo loco de placer. Mi polla no me cabía dentro del pantalón y me la saqué para poder masturbarme mientras disfrutaba del espectáculo. Mi mujer, alargó su mano y comenzó a pajearme sin dejar de chuparle la polla a su amante. Porque en eso se había convertido, en el amante de mi mujer. Y yo era su cornudo. Ese pensamiento hizo que no aguantase más.

– Voy a corrermeeeee.

Mi mujer paró de chupar la polla de Alex para meterse la mía en la boca. No tardé en empezar a correrme dentro de su boca mientras ella seguía sujetando la otra polla con su mano. Tragó toda mi leche, nunca antes lo había hecho, y me la dejó bien limpia antes de decirme.

– Parece que a mi maridito le ha gustado el espectáculo. Pues espera, que todavía hay más.

Le pidió a su amante que se desnudase y se sentase en el sofá. Mientras tanto, ella se quitó el vestido para quedar completamente desnuda frente a él. Luego, poniéndose de rodillas volvió a chuparle la polla. Nunca la había visto disfrutar tanto haciendo una mamada. Era como si estuviese disfrutando de un delicioso dulce. Chupaba la punta del capullo con su lengua para luego bajar y lamer sus huevos mientras con sus manos acariciaba todo el tronco de esa polla que parecía a punto de reventar. Me acerqué a ella y comencé a acariciar su coño. Sus fluidos resbalaban entre sus muslos de lo cachonda que estaba. Alex le apretaba la cabeza para meter su polla muy dentro de su boca mientras yo jugaba con su coño. De repente comenzó a correrse.

– Cabrones, que cachonda me habéis puesto. – dijo antes de levantarse y ponerse a horcajadas sobre Alex.

Desde donde me encontraba, de rodillas frente al sofá, puede ver como esa enorme polla iba entrando poco a poco en el coño de mi mujer mientras soltaba gemidos de placer. Alex comenzó un suave movimiento entrando y saliendo de su coño. Estaba extasiado por el espectáculo y mi polla volvía a estar completamente dura. Le di la vuelta al sofá y poniéndome delante de mi mujer le di un profundo beso que ahogó sus gemidos. Luego, lentamente acerqué mi polla hasta su boca y, sin pensárselo un momento, comenzó a chupármela de nuevo. Dejó de chupármela para besar a Alex y echarse hacia atrás para que él pudiese comerle las tetas. De nuevo volví a ponerme de rodillas delante de sofá y, apretándole el culo a mi mujer, le ayudaba a cabalgar con fuerza a su amante. Ella se hecho hacia delante para volver a besarle y yo aproveché para acariciar ese culo que tanto me gustaba. Abrí sus nalgas y comencé a lamer su ano. Ella se giró sorprendida, pero seguí comiéndole el culo hasta que ella comenzó a morderse el labio para contener un grito de placer. Me miró con lascivia y eso me animó a seguir jugando. Primero con un dedito para ir dilatándolo poco a poco, luego fueron dos dedos que ya entraban y salían resbalando gracias a mi saliva y al flujo abundante que derramaba mi mujer sobre el sofá. Dirigí mi polla hasta su culo y poco a poco fui clavando la punta dentro. Ella permanecía muy quieta, ahora era Alex el que movía las caderas para seguir follándosela mientras yo se la iba metiendo por el culo. Alguna vez habíamos probado el sexo anal, pero siempre la había penetrado solo un poco para no hacerle daño. Esa noche veía sorprendido y excitado como toda mi polla iba entrando sin apenas esfuerzo por su culo. Hasta que entre los dos nos la estábamos follando de forma salvaje por sus dos agujeros.

– Siiiiii, joderrrr. Que bueno….más, folladme más¡¡¡¡

Estaba desatada, nunca la había oído gritar así. Pensé que sus gritos podían oírse en toda la sala e imaginé a todo el mundo mirando divertido hacia la puerta. Todo el mundo sabría lo que estaba pasando dentro. Todos sabrían que mi mujer era una zorra y yo un cornudo. Por un momento imaginé a todos alrededor nuestro, disfrutando del espectáculo de ver como follábamos. Ese pensamiento hizo que no aguantase más y me corriese dentro del culo de mi mujer. Al sepárame de ella lentamente, se dejó caer sobre su amante.

– Joder, me habéis destrozado, cabrones….

Pero Alex todavía no se había corrido. Ella le pidió darse que le diese la vuelta. Se puso a cuatro patas sobre el sofá y Alex se la volvió a meter hasta el fondo mientras la sujetaba por las caderas para clavársela muy duro. Ella seguía gimiendo de placer y me acerque a su lado para besarla mientras se la follaban. Su mirada estaba perdida, disfrutando de otra follada salvaje. Mi mano acarició sus tetas, pellizqué sus pezones y bajé hasta su coño para masturbarla mientras su amante seguía penetrándola. Entre los dos conseguimos que se corriese de nuevo antes de que su Alex la llenara con su leche. Ella se dejó caer al sofá cansada. Los tres respirábamos agitados. Su amante se recuperó el primero, le dio un profundo beso y se vistió para salir. Nosotros nos quedamos un poco más, abrazados en el sofá oyendo la música de fondo.

Al rato, sin decir nada, nos pusimos de acuerdo para empezar a vestirnos. Salimos de la sala y ella me llevo hacia la puerta.

– ¿No vas a despedirte? – Le pregunté extrañado

– No hace falta, creo que volveremos a vernos.

Caminamos cogidos de la mano hacia el hotel. Me dijo que había sido el mejor polvo de su vida con diferencia. Nos besas y sonreímos. Seguimos caminando y me acordé de una cosa. Todavía llevaba sus bragas guardadas en mi pantalón. Saber que mi mujer iba sin ropa interior por mitad de Madrid hizo que volviese a excitarme. Decidí que nada más llegar a la habitación iba a tumbarla en la cama y comerle el coño. La idea de limpiarle el coño con mi lengua hizo que se me pusiese dura, todavía tendría el sabor a polla de su amante y quizá algún resto de leche. Definitivamente, ser cornudo era mejor de lo que me había imaginado.