Un hetero que me convierte su perro sumiso y pasivo
Estaba con mi amigo Jose, un heterazo de manual, cuando des del gobierno decretaron el confinamiento para combatir el Coronavirus. Había ido a su casa a tomar una cerveza y a charlar un rato con él, cosa habitual los fines de semana. Y a veces, si bebía un poco más de la cuenta, me quedaba a dormir en el sofá. Estábamos atónitos delante de la pantalla, no nos lo podíamos creer. Dos semanas, al menos de momento, encerrados en casa sin salir, tan solo para diligencias imprescindibles. Al cabo de poco recibo un WhatsApp de mi jefe en el grupo del trabajo, sintiéndolo mucho hacen un ERTE en la empresa y vamos viendo como prosigue la cosa. Así pues, en un abrir y cerrar de ojos y ya algo bebido veo que tengo dos semanas las cuales he de llenar con algo y tomar todas las medidas necesarias para no contagiarme ni contagiar. Un panorama funesto si no fuera porqué Jose, autónomo y que siempre trabaja desde casa, me hubiera dicho ¿qué tal si te confinas conmigo? sobándose el paquete y guiñándome un ojo.
Más de una vez se la he chupado, siempre estando él algo distendido por el alcohol, ya que si no no erecta al ver a un hombre arrimado a su pollón. A la hora de follarme el culo ya es distinto, al no verme la cara se permite penetrarme estando totalmente sobrio. Me trata como a un perro, me humilla, y a mi no hay nada que me ponga más a la hora de tener sexo, que me degraden y me digan lo guarro y sumiso que soy. Así pues, con un desnúdate y ponte de cuatro patas en el suelo empezó todo.
Me desnudé, Jose hizo lo propio, y me puse en cuatro en medio del salón. Él estaba sentado en el sofá, masturbándose su pene grueso de 19 centímetros, lechero siempre como él solo. Acércate a cuatro patas, guarra. Me puse a gatear hasta su entrepierna, a escasos palmos de su presencia me cogió del pelo y me tiró hasta que mi cabeza estaba a centímetros de su polla. Con la mano izquierda me dio un cachete en mi mejilla derecha mientras que con la otra mano me seguía cogiendo del pelo. Me escupió dos veces en el rostro, esparció toda su saliva por mi cara y ya con las dos manos tirando de mi pelo soltó un chupa, puta que me supo a gloria. A tanta gloria como me sabía su polla en mi boca. Chupaba y chupaba sin parar, ahora el tronco, ahora los huevos, ahora le lamía el capullo para luego volver al tronco y morderlo un poquito. Le olía el rabo fenomenal, ha estar caliente y encerrado todo el día. Jose gemía de placer, soltaba frases como se nota que eres una puta maricona o no me extraña que la chupes tan bien, con la práctica que tienes. Y razón no le faltaba, a todo aquél que se la mamo quiere repetir, y a cuanta más variedad y más práctica, mejores resultados. Seguía felando ese pollón hasta que fue él quien tomó el control, me volvió a coger del pelo y me subía y me bajaba la cabeza a través de su tronco, a medida que iba moviéndose cada vez más hasta que terminó embistiéndome la boca. Me la follaba con ganas, me la metía hasta el fondo de mi campanilla, yo soltaba saliva y más saliva, intentando que no me dieran arcadas, hasta que me empujó hacia fuera, yo de rodillas y un hilo de baba unía mi boca con su polla. Me dio otro ostión, ahora en la otra mejilla y estiro la pierna hasta dar con su pie en mi polla. Me ordenó ponerla al suelo, me pisó mi miembro con ganas y me dijo que me moviera como si estuviera follando. Así pues, la escena era él sentado en el sofá, pisando mi pene, mientras yo me movía prácticamente estirado como si follara con el suelo o con su pie. Jose se incorporaba un poco para azotarme el culo, te gusta, ¿eh perra?, yo respondía jadeando que sí, que me encantaba. A lo que él me decía que mis frases tenían que terminar con la palabra Amo, así que me dio otro azote, esta vez más fuerte, a modo de castigo. Sí, me encanta, Amo. Levantó el pie y me dijo que me pusiera encima del sofá, mirando a la pared y a cuatro patas. Ahora vengo, y cuando venga quiero encontrarte así. Salió del salón y yo me puse tal y como mi Amo me había ordenado.
En nada volvía a estar allí, no lo veía pero lo noté cuando me puso un collar de perro con la correa. En ese momento el calentón que sentí no lo sabe nadie, esta no me la esperaba. Noté un frio en mi culo, se puso lubricante en la mano y me metió un dedo, luego otro y me penetraba al mismo tiempo que me iba soltando cachetes en mis nalgas. Ahora te voy a follar como lo que eres, un sucio perro. Me la metió de un golpe, reprimí un grito, pero no de dolor, sino de placer. Estaba totalmente caliente y entregado a mi Amo, él tiraba de la correa y mi cabeza se iba para atrás, y con su mano libre me azotaba cada vez con más ímpetu. Oh, sí, maldito perro, ahora sabrás lo que es una buena follada. Y vaya si lo estaba sabiendo, su polla me llegaba hasta el fondo, me sentía totalmente lleno y sus embestidas cada vez eran más fuertes. Noté por sus jadeos que estaba a punto de correrse, apreté mi ano para darle más placer y empezó a chillar como un loco. Noté como su semen me llegaba hasta las entrañas y me inundaba por dentro. Estuvo casi un minuto corriéndose, hasta que por fin se calmó, y luego poco a poco y retomando la respiración salió de mí. Se sentó a mi lado y me ordenó limpiarle la polla de sus mecos. De mi culo no paraba de salir semen, lo vio y dijo no desperdicies ni una gota de este manjar, todo lo que salga directo a tu boca. Mientras le lamía la polla puse mi mano en mi agujero, y todo lo que salía me lo tragaba, mientras él, con una sonrisa, indicaba estar orgulloso de ese perro que pasaría con él estos días de confinamiento.