Un lunes en donde pensé que todo me salía mal y terminé sorprendida en la oficina
Era un lunes como cualquier otro, después de no haber ido a trabajar debido a que estuve enferma, la noche anterior le avisé a Rafael que hoy podría presentarme, la verdad es que ya me había recuperado desde hace varios días.
Él había abierto un pequeño negocio y rentó varios espacios en un edificio de oficinas casi al centro de la ciudad. Como no contaba con capital suficiente para contratar personal me pidió a mí y a otros amigos que le ayudásemos hasta que pudiera pagar debidamente a personal.
Acepté y mi trabajo era básicamente el mismo de una secretaria.
Ese día hacía mucho calor, aún para ser temprano, me duché y me vestí, me puse mi bra negro de encaje, mi blusa gris con transparencias, mi falda blanca y para terminar mis pantimedias color natural brillosas, todo combinado con mis zapatos grises. Como hacía mucho calor no quise ponerme pantaletas, las medías serían suficientes para mantenerme fresca.
Al llegar a la oficina me sorprendí al ver que estaba oscura, usualmente a esa hora Rafael ya tendría todo listo para comenzar el día. Entré y encendí las luces, dejé mi bolsa en mi escritorio y encendí la computadora. Fui a poner todo en orden, la cafetera, las demás computadoras, la copiadora. La oficina era pequeña, con un cuarto principal que era donde pasábamos la mayor parte del tiempo, un cuarto más chico que usábamos como bodega de archivo muerto y como oficina de emergencia por si todos estábamos ocupados en la principal y alguien necesitaba usar un equipo, el último cuarto lo usábamos para entrevistas, sólo contaba con una mesa y varias sillas.
Ya habían pasado diez minutos y no llegaba nadie, comencé a preocuparme, me senté en mi escritorio y me di cuenta que la computadora no había iniciado, suspiré con disgusto y volví a presionar el botón de encendido, nada. La computadora que yo usaba era la principal y me espanté un poco al ver que no encendía. Le di un pequeño trago al café que me había preparado antes y mantuve la calma, tal vez era un error momentáneo.
Me levanté de mi asiento y fui a ver las otras dos computadoras, éstas sí estaba encendidas pero no tenían internet. Volví a suspirar, tal vez esa era la razón por la que aún no llegaba nadie. Me volví a sentar y revisé mi teléfono, tampoco tenía señal de wifi. Frustrada salí y pregunté en la oficina vecina si tenían internet, me dijeron que sí y regresé, cerré la puerta y me recargué en ella, lancé un último suspiro de frustración pensé. Tenía la oficina para mí sola, al menos en un periodo de tiempo corto, no quería volver a casa, a pesar delo que sucedía, al final sonreí y me senté en mi escritorio, subí las piernas como si fuera la jefa y descansé un poco. Sentí una pequeña corriente de aire que entró por mi falda y volví a sonreír, al menos podría sacar mi frustración sin preocupaciones.
Subí un poco la falda y comencé a tocarme, mi respiración se agitaba pero de inmediato dejé de hacerlo, bajé mis piernas, la falda la dejé arriba y decidí ir a tocarme a la pequeña oficina de emergencia. Una vez dentro, me senté, moví la silla giratoria de manera que mi cuerpo quedaba perpendicular al escritorio, subí mi pierna izquierda en él y puse la derecha en uno de los estantes del pequeño librero donde colocábamos el archivo muerto. Comencé a tocarme de nuevo, ya estaba un poco húmeda por la idea de hacer tal cosa en mi lugar de trabajo, el puente de algodón de mis medias daba un suave masaje cuando mis dedos lo frotaban, comencé a sentir un punto húmedo me excité todavía más, froté más rápido, ya no podía más, metí mi mano en las pantimedias e inserté un dedo, lentamente mientras con mi otra mano frotaba mi pierna derecha.
Estaba tan excitada que no oí cuando abrieron la puerta principal, y entraban a la oficina, no es que tenga problemas de audición, en mi defensa puedo decir que quien entró tiene la costumbre de no hacer mucho ruido.
Seguía estimulándome cuando oí que alguien limpiaba su garganta. Mi reacción no fue de espanto. Abrí los ojos, saqué mi mano de mis pantimedias y me levanté, actuando de lo más normal. Era Francisco, el chico que venía a ayudar a Rafael cuando las computadoras se descomponían, nos llevábamos bien, como hermana mayor y hermano menor, él es unos cuantos años más joven que yo y cuando viene siempre hablamos.
Lo mire y fruncí el ceño. – ¿Acaso no te enseñaron a tocar la puerta?
-¿Acaso Rafa no te dijo que hoy no vendrían a trabajar?- Fue su respuesta
-¡Pues no!- Golpeé la mesa de manera teatral.
-Bueno, pues yo no vi nada- Al decir esto me puse roja. –Bonitas medias, por cierto. Al decir esto bajé mi falda y me dirigí a la puerta. Francisco me detuvo tomándome del brazo.
-Tania, no seas tonta, vine a arreglar la computadora, que supongo ya sabrás que no sirve, iba a poner porno para distraerme de todas maneras.
Apreté la boca y casi a punto de darle una cachetada, él agarró mi mano y me besó en la boca. Forcejeamos por un momento pero me rendí. Al separarnos él sonrió. -Esto queda entre nosotros, ahora por favor, no dejes que mi presencia aquí te distraiga de tus necesidades- Saqué mi lengua y volví a sentarme, esta vez en el escritorio.
Trajo la computadora, la abrió y quitó el disco duro para ponerlo en la computadora de emergencia. La encendió. –Como ya te dije Tania, vuelve a lo tuyo, yo insisto- Lo imité de manera infantil y abrí las piernas a modo de reto.
Él sonrió. –Tania, ambos somos adultos, qué tiene si te estabas masturbando, como ya te lo dije, no se lo mencionaré a nadie, nada de esto, por favor, sigue-. Al decir esto acarició mi pierna izquierda y volteó a ver la pantalla de la computadora.
-¿Y qué tiene?- pregunté al tiempo que me bajaba del escritorio.
-El disco duro no tiene nada, voy a respaldar todo por si las dudas y después veré por qué no enciende.
-Bien, espero no se hayan perdido los escritos importantes- dije mientras le daba la espalda.
El respondió negativamente.-Bueno…ayúdame entonces.- Le dije mientras jalaba juguetonamente mi falda. Sentí como levantaba mi blusa un poco para bajar el cierre de mi falda y después el pequeño tirón que me hizo perder el equilibrio por un momento.
-No seas tan brusco- le dije cuando sentí que la falda tocaba el piso. Acarició mis nalgas y después se agacho, acariciando mis piernas mientras lo hacía.
-Voy a tardar un poco con esto, por favor, haz música para mis oídos.
Sonreí y me senté de nuevo en el escritorio, mientras él se sentó en la silla y comenzaba a usar la computadora. Separé las piernas y comencé a tocarme de nuevo, el corazón me latía al cien por ciento, no podía creer que estuviera masturbándome frente a un conocido, gemía de vez en cuando, y notaba que Francisco sonreía cada vez que me oía.
De vez en cuando me tocaba el pie. Yo seguía tocándome, esta vez con ambas manos en mi vagina, el puente de algodón ya estaba empapado de mi jugo, el orgasmo estaba cerca, mi pierna derecha casi resbala del escritorio pero Francisco la tomó del tobillo, me quitó el zapato y pude tener mejor equilibrio así. Di un gemido alto y largo, el orgasmo había llegado, mi pierna temblaba, mi espalda se arqueaba y lancé la cabeza hacia atrás. Francisco apartó la mirada del monitor y me observó atentamente, mientras el orgasmo seguí sentí sus manos en mis muslos.
Jadeaba y volteé a verlo. –¿Siempre pones porno cuando trabajo, chico depravado?- pregunté mientras intentaba recuperar el aliento.
-No, sólo cuando encuentro a mujeres masturbándose.
-Eres un idiota
Tú también- Respondió mientras daba un golpe a una tecla y se levantaba de la silla, rápidamente desabrochó su cinturón y pantalones, se los quitó y bajó sus calzoncillos. Su pene grande, erecto y caliente se asomaba entre sus piernas, sin pensarlo, lo tomé con mi mano y comencé a masturbarlo. Cerró los ojos y lanzó un suspiro de placer, mientras él desabrochaba mi blusa. No me la quitó una vez abrió el último botón, tomó mis senos que todavía estaban escondidos dentro de mi bra, dejé de masturbarlo, mi mano derecha estaba un moco mojada por su pre-semen y me quité el bra, casi de inmediato Francisco se inclinó y lamió mi seno derecho, su lengua tibia y húmeda estimulaba mi pezón que ya estaba erecto y duro como roca.
Me empujó suavemente, dándome a entender que me hiciera un poco hacia atrás, así lo hice y él se quedó de pie frente a mí, agarró mis pies y los colocó en su pene, con sus dos manos mantenía mis piernas firmes mientras él movía su cadera y fornicaba las plantas de mis pies. Primero lo hizo lentamente, su pre-semen humedecía la tela de mis medias. Se inclinó un poco y beso mi rodilla y después mi muslo. Instintivamente comencé a mover mis piernas, las cuales se acoplaron al ritmo en que él se movía. Entonces Francisco tomó mis muslos y bajó la velocidad de su bombeo, sentí su pene ponerse más duro y caliente y al final sendos chorros de semen salieron disparados de su punta. El semen del primer chorro cayó sobre mi pecho, justo entre mis senos, el segundo chorro no fue tan poderoso y cayó en mi vientre, el último cayó sobre mi pubis cubierto por mis pantimedias. Reí de manera inocente lo toqué, ya se estaba enfriando. Me puse de pie frente a él y bajé un poco mis medias, sólo lo suficiente para que mi vagina quedara descubierta. Francisco jadeaba y su pene se movía de arriba abajo, de nuevo lo tomé en mi mano y sentí cómo comenzaba a ponerse duro de nuevo, me puse de espaldas a él y con mi mano guié su pene hacia mi húmeda abertura.
De inmediato sentí cómo lo empujaba y me penetraba lentamente, gemí fuerte y coloqué mis manos en el escritorio a manera de apoyo. Comenzó a bombear más rápido, su pene estimulaba mis paredes internas, mientras yo me movía lentamente, nuestros ritmos asimétricos nos daban mucho placer, mis nalgas aplaudían cada vez que chocaban contra su cadera, este sonido me excitaba cada vez más y al fin mi ritmo alcanzó el suyo.
Alcé un poco la pierna y su pene entró más profundo, estuvimos así varios minutos hasta que alcanzamos el clímax.
Volteé a verlo y me besó cuando lo hice, se sentó en la silla con la respiración entrecortada. Su pene aún estaba erecto, bajé mis medias un poco más, me sujeté con cuidad de los brazos de la silla y con un audaz brinco quedé arriba de él, mis pies se sostenían en sus piernas, el me agarró por las caderas y con mi mano guié su pene de nuevo en mi vagina. Me senté y su pene llegó hasta el fondo, me movía de arriba abajo, el intentaba mover su cadera pero debido a mi peso no lograba a hacerlo del todo, los sentones era cada vez más rápidos mis gemidos envolvían la oficina. Puse mis piernas en el suelo y al hacerlo, Francisco pudo bombear mejor, ya no me tenía tomada de las caderas, ahora sus manos habían capturado mis senos y con sus dedos estimulaba mis pezones. Yo me seguía moviendo de arriba abajo hasta que al fin me detuve, empalada por su pene, comencé a mover mi cadera de forma circular, mi cabeza apoyada en su hombro, un nuevo orgasmo estaba por llegar. Nos movíamos cada vez más lento. El clímax nos alcanzó y terminé apoyando mi cuerpo sobre el suyo. Ambos jadeábamos y reíamos como dos colegiales que hayan hecho una broma.
Terminó de respaldar los archivos y revisó la otra computadora, no la arregló pero dijo que traería las piezas para arreglarla al día siguiente.
-Aquí estaré entonces-. Le dijo mientras recogía mi falda y mi bra
-¿Te puedo pedir un favor?
-Claro, ¿qué es?
-¿Me regalas tus pantimedias?
Enarqué las cejas y me encogí de hombros, antes de ponerme la falda. Me las quité lentamente y haciendo un pequeño baile y después se las coloqué alrededor del cuello a manera de bufanda y solté una risita.
-Gracias, las guardaré como mi mayor tesoro.
Terminamos de vestirnos y le bese la mejilla. -Ya deja eso y vamos a almorzar-, apagamos todo y salimos de la oficina.