Un par de gitanos follan a mi hermanita y soy testigo de todo

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Hola, mi nombre es Felipe y tengo 18 años. Nunca me he animado a escribir un relato porque no hay nada interesante sobre mi corta vida sexual aún. Aunque llevo leyendo relatos desde hace unos años.

Hasta que hace unas semanas, ocurrió algo increíble. Pude presenciar en vivo y en directo como dos gitanos macarras de mi instituto se follaban a mi hermana mayor conmigo delante. Así que eso es lo que vengo a contar.

Mi hermana se llama Mónica, tiene 24 años. Es rubia teñida y de ojos verdes. Mide cerca de 1.65m. Tiene muy buenas formas, un culo destacable y unas tetas bien puestas. Es bonita de cara y tiene una sonrisa que enamora. Es farmacéutica, recientemente terminó los estudios. Es una mujer de principios y valores. No es una mujer fácil, no se deja por cualquiera. En el pueblo la ven todos como una chica seria y difícil de conquistar. Aunque muchos lo intentan. Hasta entonces, yo no me había fijado mucho sexualmente en ella. Aunque admito que a veces me molaba cuando escuchaba a tíos decir lo buena que estaba mi hermana y qué culo tiene.

Yo estudio en el instituto de un pueblo vecino. En mi instituto, hay una pandilla de gitanos de familias peligrosas y respetadas en la zona. Se drogan en los recreos y más de una vez nos han hecho bulling a mis amigos y a mí. El caso es que un día, mi hermana vino a recogerme al instituto y en la entrada estaban dos de ellos (ambos de 19 años). Los gitanos se quedaron embobados mirándola. Mónica no iba provocativa, pero sí bastante elegante. Desde ese día, los dos gitanos empezaron a tratarme de amigo. Yo estaba ilusionado porque los más macarras del insti tienen tanto interés por juntarse conmigo, me hacía sentirme importante. Me decían que entrara en su pandilla, que me protegerían si alguien me amenazaba, etc. Poco a poco me colaban preguntas sobre mi hermana: si tenía novio, si sale de fiesta, etc. Yo se lo decía todo, pensando que es en broma más que en serio. No sabía que su verdadera intención era utilizarme para poder llegar a mi hermana y follársela. Me dijeron que si algún día tuviera la casa sola, que los llamara para jugar Fifa.

Y hace unas semanas, mis padres se fueron a un bautizo a la provincia vecina y no volverían hasta el día siguiente. Y yo como tonto los llamé. De haber sabido lo que pasaría, no los habría llamado nunca. Por la mañana, le hablé a uno de ellos y me dijo que no, que estaba de resaca. Así que llamé al otro gitano y el me preguntó si estaba mi hermana. Y yo como imbécil le suelto: “Sí, pero no nos va a molestar”. Y qué casualidad que el que estaba de resaca se presentó también. La verdad es que me hacía ilusión que mis nuevos amigos vengan a casa y jugar a la consola con ellos. Mi error fue no avisar a mi hermana que tendríamos visita y más aún esa clase de “visita”. De habérselo dicho, me habría parado los pies a tiempo.

Los dos gitanos llegaron, los recibí y me saludaron con mucho entusiasmo, tratándome de «hermano». Yo estaba muy contento. A penas entrar uno de ellos me preguntó: «¿estás solo o tu hermana también está?» Le conté que Mónica había salido a correr por los terrenos de alrededor que tiene nuestro padre porque se había puesto en serio con el fitness. Llevábamos un buen rato en salón cuando mi hermana entró. Se quedó un poco en shock al ver a los gitanos y ellos se quedaron mirándola también. Y para no mirarla, teniendo puestos solo un top negro deportivo, unas zapatillas de correr y unos pantalones cortos de color rosa que le resaltaban el culo. Sudada y con la cara roja. Me parecía sexy hasta a mí. Y yo como idiota, se los presenté. “Ellos son mis colegas y vienen a jugar fifa”. Los dos gitanos le dieron dos besos formalmente sin parar de mirarla. Estaba claro que Mónica no los quería allí, pero fue amable con ellos y les ofreció café. Yo fui arriba para traerles algo, mi hermana me siguió, cerró la puerta y me pegó la regañeta. Me decía que cómo soy tan tonto de traer a esta gente a casa. Que son peligrosos, podrían robarnos o algo peor. Yo me enfadé y le dije que solo son mis amigos y han venido para jugar fifa. La verdad es que más tonto no fui en mi vida.

Cuando bajamos, los gitanos se habían encendido un porro y apestaba a marihuana en el salón. En nuestra casa no se fuma pero mi hermana no se atrevía a decirles que no lo hicieran. Uno de ellos, me dijo que le enseñara el perro que tenemos fuera para que el otro gitano pueda quedarse a solas con mi hermana. Cuando volvimos, mi hermana estaba sentada en el sofá y el gitano estaba al lado suya fumándose el porro y dándole conversación. Les dije de ir a mi cuarto para encender la consola, pero no me hicieron caso. El que iba conmigo se sentó también al lado de ella quedando mi hermana entre los dos gitanos y comenzaron a darle conversación. Yo me senté en una silla creyendo que solo se quedarían un rato pero empezaba a sospechar que los macarras del insti no vinieron a mi casa por mí, si no por mi hermana. Mónica estaba incomodísima ahí sentada entre los dos gitanos. Seguro que sospechaba de las intenciones que tenían con ella. Ellos le hablaban, le sonreían, y la tocaban de vez en cuando creo que para calmarla y crear tensión sexual entre ellos. Conociendo a Mónica, de ser otros, ya los habría abofeteado y echado de la casa pero con ellos no se atrevía. Se notaba que la intimidaban. Se limitaba a reír nerviosa a lo que le decían.

Poco a poco fueron disimuladamente más atrevidos. El de la derecha le puso la mano sobre el muslo mientras le hablaba y el otro le acariciaba de vez en cuando la barriga. Mi pobre hermana me miraba con cara de: “Sácame de aquí”, estaba acojonada. Pero, ¿qué podía hacer yo? Ellos tienen 19 y yo 18, si los molestase, me habrían pegado. En ese momento me dí cuenta que yo mismo había traído el lobo a casa. Me sentí como un tonto.

Entre risa y risa, el gitano de la derecha, que era más atrevido, le cogió la pierna a mi hermana y la puso sobre la suya. Ella se quitó la pierna pero el gitano se la volvió a poner y empezó a acariciarle el muslo. El otro gitano, al verlo, hizo lo mismo con su otra pierna quedando así mi hermana abierta de piernas entre los dos macarras. Y ya cambiaron a un tema más sexual, el de la izquierda le preguntaba sobre su vida sexual mientras el de la derecha le contaba cómo se folló a una hasta que la chica se meó encima de placer. Mi hermana sólo reía nerviosa, no sabía que hacer, tenía la cara colorada.

Por un momento pensé: ¿De verdad se la quieren follar o es solo un juego? Me fijé entre sus piernas y los bultos que se le notaban no indicaban que fuese un juego. Sobre todo el de la derecha, que tenía chandal y se le notaba un bulto enorme.

En su seductora conversación, los gitanos empezaron a destacarle cosas bonitas de su cuerpo. El de la izquierda le decía que se le ve buenas tetas y se las rozó por encima de la camiseta. Luego le dijo que le molaba sus labios y le pasó el dedo por los labios. Y el de la derecha, que era el más atrevido dijo: “Pues a mí me encanta este coño que nos ocultas” Y el muy hijo de puta le metió fuerte la mano entre las piernas a mi hermana haciendo que ésta pegara un brinco. El gitano de la izquierda, no aguantó más y se lanzó a besarla. Mónica quiso esquivarlo pero él insistió y se dejó besar aunque con cara de asco. Le metió la mano por debajo del top y empezó a tocarle las tetas mientras la morreaba. El gitano de la derecha, que los miraba, no perdió tiempo y le metió la mano por debajo del pantalón de deporte llegando a su coño y haciendo que mi hermana se retorciera un poco. Entonces, el muy hijo de puta me miró poniendo cara de sorpresa y diciendo: «Vaaaya, pero si tu hermanita está mojada…» No dije nada, no había nada que decir. Solo seguí mirando estupefacto.

El cabrón le quitó el top a mi hermana dejándola con las tetas al aire e interrumpiendo así el beso que se estaba dando con el otro gitano. Yo a mi hermana nunca le había visto un palmo de piel más de lo necesario. Sus tetas eran hermosas, redonditas y bien puestas. De pezones rosados y piel fina. Lo que me sorprendió fue que despues de la interrupción fue ella misma quien se lanzó a continuar el beso con el gitano de la izquierda.

Es que, imagínate la escena. En el salón de nuestra casa, entre el olor a porro mi hermana Mónica sentada en el sofá abierta de piernas entre los dos macarras. Ella sin camiseta, solo con sus pantalones rosa y zapatillas Ellos con bultos enormes entre las piernas. El gitano de la izquierda le besaba el cuello y le comía las tetas mientras el de la derecha con la mano entre sus piernas jugaba con su coño mientras miraba mi reacción. Y lo peor es que mi hermana ponía cara de estar disfrutándolo. Cuando me dí cuenta, tenía una erección de la ostia.

Entonces el gitano de la derecha se levantó, la tumbó boca arriba, le quitó las zapatillas y le bajó los pantalones dejándola en bragas. Mi hermana pataleaba nerviosa, creo que sabía lo que seguía a continuación. Le quitó las bragas y el muy cabrón me las lanzó a la cara diciendo: «Pringao, ¿le has visto alguna vez el chocho a tu hermanita?» Entonces la abrió de piernas y me mostró sus sexo en todo su esplendor. Rosado, con poco pelo y mojado a causa de lo que los gitanos le estaban haciendo. Hice contacto visual con ella por primera vez desde que empezaron a meterle mano. Su mirada era diferente, estaba cachonda. Aunque vi en su mirada que estaba un poco avergonzada.

El gitano no dejaba de humillarme mientras le abría el coño y se lo tocaba mirando mi reacción. Finalmente dijo: «¿te ha gustado? Pues atento porque ahora le voy a comer el coño a tu hermana.» A Mónica se le dibujó una sonrisa en la cara, lo cual me irritó pero a la vez me excitó más. El gitano la tumbó, metió la cabeza entre sus piernas y empezó a comerle el chocho. Mi hermana se retorcía, se agarraba las tetas, acariciaba la cabeza del gitano y gemía con los ojos cerrados. Lo estaba disfrutando a mil.

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