Un tatuador diferente que me termina tatuando con su semen

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Héctor y yo, teníamos la fea costumbre de apostar siempre que nuestros equipos jugaban un partido entre ellos, lo que sucedía era que las apuestas ya no eran nada del otro mundo y se habían hecho un tanto aburridas. Así que en uno de nuestros arrebatos y piques por ver qué equipo era mejor si el Real Madrid o el Barcelona, nos apostamos hacernos un tatuaje el que perdiera la apuesta. Yo obviamente me negué, pero Héctor sabe cómo sacar lo peor de mí y terminé aceptando la apuesta.

Pude haberme salvado de hacerme el tatuaje pero Messi metió en el 93 y el Madrid perdió 2-3, casi me salva el empate. Héctor me dijo que no hacía falta que me tatuase, pero teniendo en cuenta que siempre me está diciendo que nunca hago cosas interesantes y que soy una mujer muy delicada, decidí hacérmelo solo por orgullo. No sabía que era peor, si darle la razón a Héctor, o hacerme algo para toda la vida solo para callarle la boca a alguien.

Cuando llegamos al estudio de tatuaje quedé gratamente sorprendida, no era nada de lo que me esperaba. El local me recordaba a aquellos que en los programas de la televisión; las paredes estaban cubiertas por un papel lleno de grafismos que hacía te perdieras entre ellos, al mismo tiempo que de una especie de cadenas colgaban ilustraciones de otros tatuajes ya hechos que a mis ojos se veían como auténticas obras de arte. Durante la espera podías sentarte en una serie de sillones con aspecto nobiliario que terminaban de darle ese toque interesante al estudio al mismo tiempo que contemplabas el acuario que tenía el mostrador.

Pasaron veinte minutos hasta que Mark, el amigo de Héctor y tatuador, terminó con el anterior cliente y nos avisó para entrar. Mark me preguntó qué era lo que me quería tatuar y la zona en la que tenía pensado hacérmelo, pero después de estar unos segundos callada, me atreví a reconocer que estaba allí por haber perdido una apuesta con Héctor. Ambos se rieron de mí al mismo tiempo que yo agachaba la cabeza para ocultar mi cara de vergüenza.

-Puedes dibujarte una clave de sol, son muy bonitas y a las chicas os quedan especialmente bien me sugirió Mark.

-No quiero llevar lo mismo que todo el mundo, contesté.

-No te preocupes, puedo coger una clave de sol y hacer un dibujo exclusivo para ti, ¿Te parece?

-De acuerdo.

Minutos después, Mark me enseñó la clave de sol; había conservado la estructura de la clave pero estaba hecha entera de flores y raíces, las cuales a su vez formaban un árbol, era perfecto, si ese tatuaje tenía que vérmelo hasta el fin de mis días, no me importaría lo más mínimo y le hice saber mi aprobación con una sonrisa de oreja a oreja.

-Sígueme, vamos a la sala de tatuar dijo Mark al mismo tiempo que abría una especie de armario y cogía cosas de él.

Pasamos por una vidriera que dejaba ver el interior de una habitación a oscuras, la cual cobró vida nada más activar el interruptor de la luz. Siéntate, dijo Mark hablando de nuevo, señalándome un sillón.

Héctor se quedó al otro lado de la vidriera, sentado sobre una silla, contemplando la escena.

-Bueno, dónde quieres que te haga la clave de sol preguntó Mark.

-Como ya te he dicho, no tengo ni idea de tatuajes, qué tal en el brazo sugerí yo.

-Háztelo en alguna parte donde sepas que tu cuerpo no va a cambiar mucho con el paso del tiempo o acumular mucha grasa, porque si no el tatuaje se va a ver feo. Los pies o las costillas serían el mejor lugar.

Dándole un par de vueltas terminé decantándome por hacérmelo en las costillas, siempre había escuchado decir a Héctor que los tatuajes que más le habían dolido se los había hecho ahí, pero me acordé de un tatuaje que tenía Selena Gómez en las costillas y le quedaba genial.

Mark puso la plantilla repasada a tinta sobre mi piel, cuando lo levantó, aquella acumulación de tinta se había transformado en una clava de sol perfecta sobre mi piel.

-Ya que la clave de sol parece un árbol, ¿Te parece que extendamos un poco las raíces y lleguen hasta el pecho? Puede quedar genial.

-La adrenalina del momento hizo que no me pensara aquella proposición y diese un sí rotundo, convencida de todo lo que fuese a pasar aquella tarde. Así que quitándome la camiseta y acto seguido el sujetador, agarré una toalla y me volví a acomodar en aquel sillón.

-Voy a ponerte un poco de crema, y enseguida empiezo.

Unos minutos más tarde, Mark activó aquel aparato, y tras prometerme que no me iba a hacer mucho daño, empezó.

La primera vez que la aguja atravesó mi piel hizo que mis latidos se acelerasen al igual que me respiración.

-¿Estás bien? Preguntó Mark.

-Sí, solo es que me ha puesto un poco nerviosa el sonido de la máquina.

Héctor por otra parte estaba disfrutando al máximo desde el otro lado del cristal. Me preguntaba qué tal me encontraba al mismo tiempo que echaba alguna que otra foto y se ría al mandársela a sus colegas.

El agua hacía tiempo que se había alejado de las costillas, las cuales respiraban orgullosas de que el dolor hubiera pasado. El problema era que ahora me estaba arrepintiendo de haber accedido a la idea de las raíces del árbol. La pluma eléctrica se iba acercando poco a poco hacia mi pecho y ahí el dolor era menos soportable. En un momento dado la maquina pareció pinchar más de lo que debía, produciéndome un corte cerca de uno de los pezones

Mark, viendo que la sangre no paraba de brotar de la herida y que en ese momento tenía las manos manchadas de tinta y ocupadas por la pluma eléctrica; acercó su cara a mi pecho y restregando suavemente su lengua sobre el corte, hizo que la sangre se detuviera durante unos segundos. Sus labios decidieron ayudar en aquella operación de rescate, y en combinación con mi lengua, se adhirieron a mi piel.

Nuestras miradas se cruzaron, y en ese momento la sangra cesó.

-Parece que ha funcionado dijo Mark.

Permanecí callada, sin saber bien qué decir. Miré hacia el cristal, pero parece ser que Héctor seguía ocupado con su móvil y no se había dado cuenta de nada. Mark continuó como si no hubiera sucedido nada, por lo que yo me decanté por hacer lo mismo. Héctor y él eran amigos desde la infancia y no quería generar ningún problema entre ellos, pero tengo que reconocer que aquello me puso a cien. Por momentos desee que aquella herida volviera a sangrar y Mark acudiese en mi ayuda.

-Tengo que repasarte un poco más la zona de las costillas, porque parece que la piel no ha absorbido bien la tinta dijo Mark.

-Hazme lo que quieras pensé.

La aguja comenzó a trabajar de nuevo sobre las costillas, haciendo esta vez que transmitiese mi malestar entrecruzando las piernas.

-Cálmate, termino enseguida dijo Mark colocando su mano sobre mi pelvis.

Volví a mirar a Héctor y estando segura de que seguía ensimismado con el móvil, agarré con mi mano los dedos de la mano de Mark y los restregué por encima del pantalón, dejando que la fricción se fuese trasladando a través de la tela de mi vaquero, pasando por mis bragas y llegando hasta mi clítoris. Aquella sensación hizo que la mano de Mark quedase pillada entre mis piernas, las cuales se habían convertido en una especie de candado debido al placer.

Un gemido intentó salir de mi boca, pero esta fue rápidamente tapada por una de las manos de Mark, la cual me dejó partes de la cara manchada de tinta, me sentía sucia, y eso me estaba encantando.

Esta vez situé una de las manos de Mark sobre mis pechos y pidiéndole que fuese pellizcándome los pezones, colé mi mano por la cremallera de mis pantalones y comencé a masturbarme. De vez en cuando Mark mordía mis pezones o incluso la herida de antes, era la mezcla de dolor y placer lo que me hacía sentirme viva y como una puta sentada en aquel sillón y entre esas cuatro paredes.

Cuando miré hacia la ventana para ver de nuevo a Héctor, este ya no estaba con el móvil, sino que por el tamaño y la dureza de su miembro, llevaba varios minutos masturbándose. Fue entonces cuando Mark aprovecho para atar mis manos y mis pies al sillón.

-Ya puedes entrar dijo Mark a Héctor, el cual entró tras percatarse de que las persianas y puertas del local estaban cerradas.

Mark sacó varias agujas del mismo armario de antes. Dejándolas a un lado, comenzó a comerme el coño mientras yo seguía sin apartar la vista de Héctor, iba a correrme en segundos pero en ese instante que use para expresar mi gemido de placer Héctor me introdujo una mordaza con forma de bola en mi boca. Intenté hablar, pero no pude articular palabra. Mark volvió a coger aquellas agujas y mirándome me dijo;

-Puede que esto te duela un poco, pero ya verás el placer que te va a dar a la larga.

Una aguja atravesó la parte superior de mi clítoris al mismo tiempo que lágrimas brotaban de mis ojos. Siendo esa aguja la misma que segundos después atravesaría mis pezones.

-Espero que te gusten los piercings que te he hecho. Aunque todavía no he terminado.

Mark y Héctor unieron los pendientes de mis pezones y mi coño con una especie de cadena, al mismo tiempo que ellos se introducían un anillo vibrador en sus miembros y también los unían a esa cadena, por lo que cada vez que uno de los dos me la metiera por el coño o por la boca, tiraría del otro extremo y me desgarrarían la pie de los pezones o de la vagina.

El frío de la cadena se dejaba sentir en mi piel, mis pezones supuraban todavía sangre por la acción de la aguja pero se mantenían duros y expectantes de lo que quedaba por suceder, al igual que mi clítoris. Querían sexo, pero no estaban seguros de si ese era el correcto. Héctor introdujo su sexo en mi boca como si la vida le fuese en ello, haciendo tirar de la cadena y con ella del piercing de mi coño. Mark poseído por los celos, hizo lo mismo con mi coño, mucha gente que ha vivido experiencias más allá de la muerte, dice que son inexplicables, porque solo puedes entenderlas si las vives; pues lo mismo me sucedió a mí aquel día. El tirar de esa cadena de aquellos trozos de metal incrustados en mis puntos erógenos me provocó el mayor placer que jamás había experimentado en mis años de vida.

Mi mirada se perdía en la cara de satisfacción que Héctor sentía cada vez que su polla entraba por mi boca y veía como mis pezones se iban enrojeciendo cada vez más y más. En ciertas ocasiones Mark cogía la cadena y la estiraba con su propia mano para que el dolor fuese más intenso.

-Esto por perra decía siempre que tiraba de ella.

Héctor sacó su miembro de mi boca y masturbándolo cerca de mí, terminó corriéndose, echándolo todo sobre mi cara, restregándome con su capullo sobre mis mejillas, como si de una máquina de tatuar se tratase,las últimas gotas de semen que salían de su ser más profundo. Mark por el contrario comenzó a follar mi sexo de manera salvaje, hasta tal punto de que marcaba el ritmo que quería que siguiera con el tirar de las cadenas, mi mente se iba difuminando con cada tirón, hasta tal punto de que cuando fui a alcanzar el orgasmo me desmayé.

En ese momento pude sentir como una sustancia invadía las paredes de mi coño y como unos labios parecían beber de él. Pero a los pocos minutos, mi cuerpo me avisaba de que algo estaba sucediendo, entre abrí los ojos y pude ver a Héctor y Mark nuevamente sobre mis piernas, pero el cansancio del momento hizo que perdiese el conocimiento del todo. A las pocas horas me desperté, estaba sola en aquella habitación, me libre de las vendas que ataban mis muñecas y pies e intrigada por un extraño dolor que venía de la parte superior de mi vagina, levante la tela que me cubría la zona y mis ojos pudieron ver junto a mi nuevo piercing un tatuaje que ponía: propiedad de Héctor y Mark.