Una amiga bastante fea de mi juventud me sorprende de forma muy gratificante y me la termino follando bien duro

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Conocí a Ana en mis noches de borrachera, cuando no llegaba a los 30 y mi vida era trabajar entre semana y salir y follar los fines de semana.

Ana era amiga de Juana, la entonces novia de un buen amigo y compañero de farras. Nos solíamos encontrar en la Nevera casi sin quedar, sabias que si ibas a partir de las doce allí estaría alguno o todos. Ana apareció un día con la mencionada Juana.

Ana, murciana de nuestra edad, no tengo ni idea a que se dedicaba, no era demasiado mona, de hecho he de decir que era fea de cara, no es que fuese antipática, simplemente era demasiado tímida y casi nunca hablaba.

Por aquella época yo tenía mil fijas discontinuas y no había noche en la que no me follase alguna. No tenía demasiado problema en follarme a tías buenas o follarme a poco agraciadas el caso es que seguir con la racha que por aquella época llevaba, ósea más de tres años follando al menos una vez a la semana.

Habían pasado seis meses cuando de repente por arte de magia Ana empezó a hablar, no mucho pero empezó a hablar. No es que Ana fuese la alegría de la huerta, pero lo cierto es que no era boba ni mucho menos y cuando abría la boca para decir algo era que se lo había pensado antes.

Una noche me pasé la noche hablando con ella y he de reconocer que se me pasó por la cabeza proponerle venirse a casa, pero un sms me sacó aquello de la cabeza. Vanessa, una habitual, me proponía acabar la noche en su casa. Cuando cerré el teléfono terminé la conversación con Ana con un – debo irme – me despedí del resto y cogiendo la moto me dirigí a casa de Vanessa a follármela sin cuartel.

Vanessa me abrió la puerta desnuda y con una copa en la mano. No tengo ni idea donde acabaría esa copa pero si que cuando Vanessa gritaba de placer a cuatro patas sintiendo mi polla en su coño entrar y salir yo me imaginaba como sería la fea de Ana con mi polla en su interior.

Fue una noche gloriosa, como todas las noches con Vanessa.

Me pasé la semana pensando en Ana y en las ganas que tenía de follarme de una vez a aquella mosquita muerta a la que nadie conocía varón.

Esperé encontrarme a Ana durante un par de meses, pero ella nunca apareció. Le pregunté un par de veces a Juana, la amiga que la había introducido en nuestro grupo, como el que no quería la cosa, pero la respuesta fue un – pues no me ha llamado para salir.

Pasaron los años y mi vida cambio. Dejé de ir a la Navera, nuevas amistades, éxito en los negocios y sin darme cuenta llegué a los 40.

Como decía habían pasado muchos años y nunca más pensé en Ana hasta que en un viaje de negocios en Sevilla la secretaria que me guió hasta una sala de reuniones donde me debía de ver con un empresario local.

– José, ¿eres José Ormaechea? – me la quedé mirando dándome cuenta inmediatamente de quien era. No daba crédito.

– ¿Ana?

– Siiiii

– Joder, que sorpresa. ¿Pero como sabes mi apellido?, ¿cómo te acuerdas de mi?.

– Bueno, aparte que me acabas de dar tu nombre hace un segundo, la verdad es que por alguna razón siempre me acordé de tu nombre.

– ¿Y que es de tu vida?

– Pues ya ves, viviendo en Sevilla desde hace mucho.

La conversación se interrumpió con la entrada del jefe de Ana. Un hasta la vista cortaron una separación de 15 años.

Acabé tarde con la reunión, había quedado con unos amigos al día siguiente en Puerto de Santa Ana por lo que había reservado un hotel en la ciudad del Guadalquivir.

Llegué al hotel ya de noche. Deje mi bolsa y decidí salir a cenar algo.

Pasee hasta que vi un local con ambiente. Estaba a parir pero me hice fuerte en una esquina de la barra y pedí una cerveza y un par de raciones.

– bueno bueno bueno – oí a mi espalda – 15 años sin vernos y de repente 2 veces le mismo día – me di la vuelta y allí estaba Ana con unas amigas que me sonreía.

Me presentó a sus amigas y yo las invité a cenar conmigo. Cuando acabamos nos fuimos a un local de moda a tomarnos una copa. Pasamos unas tres horas muy agradables hasta que las amigas de Ana empezaron a recoger. Yo pensé que ahí se acababa la noche, pero Ana me propuso tomar una ultima.

– Bueno, ¿y que es de tu vida? – me preguntó.

– Pues ya sabes, trabajo y más o menos igual

– ¿Y a estos los volviste a ver?

– Si, los veo de vez en cuando.

– Que bien.

– ¿Y tu que pasó contigo que un día desapareciste?

– Bueno, me ofrecieron trabajo aquí y me vine de la noche a la mañana.

No dije nada, pero después de un par de copas y cuando ya nos hablábamos muy al oído le confesé si pensárselo.

– ¿Te digo una cosa, pero no se como te va sentar?

– Ja ja ja, seguro que me sienta bien – me dijo Ana.

– No se yo.

– Si, hombre dime.

– Bueno, básicamente se me pasó por la cabeza en aquellos años entrarte.

– Joooo ¿y por que no lo hiciste?

– Porque desapareciste.

– Ya, ¿pero antes?

– Bueno, ya sabes, pensé que no te iría el sexo aséptico, que eras demasiado recatada.

– ¿Pues sabes lo que te digo? – me preguntó.

– ¿Qué?

– Que si lo hubiese hecho hubiese tenido la noche de tu vida, como la ha tenido todo hombre que ha estado conmigo.

– ¿Y eso?

– Soy muy selectiva con quien me voy a la cama, pero cuando me voy lo doy todo.

– ¿Y ahora?

– ¿Ahora?, ahora lo sigo dando todo.

– Ja aja ja.

– No te rías porque pasarías la noche más caliente de tu vida.

– ¿Lo dices en serio?

– Prueba.

– En mi hotel o en tu casa.

– Mi casa.

Pagamos y caminamos durante un cuarto de hora por las solitarias calles sevillanas, cuando llegamos me señaló un bar de copas abierto.

– tomate una copa, sube en 15 minutos – me pareció un poco raro, pero no íbamos a discutir en ese momento – es el quinto derecha.

Miré el reloj y pague la copa después de apurarla.

Cruce la calle, empujé la puerta del portal, subí las escaleras ante la falta de ascensor, empuje la entreabierta puerta y empecé dirigido por una pequeña luz avancé hasta el cuarto de mi antigua amiga.

Ana estaba desnuda en la cama de rodillas. Con una mano se metía y se sacaba un consolador rígido en su ano, con la otra mano se tocaba el clítoris mientras con la cara apoyada en el colchón me miraba esperando mi intervención. En una mesita paralela a la cama descansaban una colección de vibradores, esposas, plugs anales, plugs bucales, pinzas y demás juguetes sexuales.

No era la primera vez que me encontraba con una cosa de estas, pero desde luego hacia años que no pasaba y segundo no me lo imaginaba de Ana.

No me corté un pelo y agarrándola de la coleta levanté su cabeza y le di un largo morreo.

– no te imaginaba así.

– Pues siempre he sido así, aprovecha y haz conmigo lo que quieras.

Quite su mano del consolador y agarrándolo yo empecé a darle caña dura. Hice que apoyase su cuerpo desnudo en la cama quedando recostada sobre su costado. Saqué mi polla de pantalón y tumbándome paralela a ella le acerqué la polla a la boca. Ana la agarró y la acercó a su boca pero sin meterla. Yo con mi mano agitaba duramente aquella polla de goma en su dilatado agujero mientras podía sentir la respiración de mi vieja amiga en mi capullo desnudo. Sentía increíblemente claro como el aire que salía de sus fosas nasales impactaba contra mi polla. Me moría de ganas de sentir su boca en mi miembro pero Ana solo entre abría la boca para suspirar levemente.

– por el amor de dios Ana cómemela.

– Aggg solo se la como a los que me dan placer de verdad.

– ¿Y no te esta gustando?

– Mucho, pero aun no como para comértela.

Subí una de sus piernas dejando a la vista un muy crecido clítoris. Ni lo dudé metí mi cabeza entre las piernas sin dejar de agitar la polla de goma y empecé a lamer. Ana debió abrir un poco más la boca porque soltó un largo suspiro continuado de un largo gemido y seguido de una ristra inacabable de berridos, palabras sueltas y temblores. Comí aquel coño hasta que Ana soltó mi polla se garró las tetas y subiendo un poco el cuerpo se corrió como una cría.

– aggg no sabes las veces que me he masturbado soñando que me corría con tu boca en mi coño.

– ¿siiii? – contesté yo pensando que tenía la situación controlada. – ¿y hace mucho de eso?

– No te rías pero hace unas semanas la ultima vez.

No tuve que hacer nada. La mujer volvió a coger mi polla y esta vez si le dio una larga chupada seguida de una introducción hasta el tallo de mi deseosa polla.

Ana chupaba pollas como una profesional. Iba cambiando de técnicas cada pocos minutos. Pasaba de los huevos al tronco, del tronco al capullo y de ahí a los huevos de nuevo. Yo simplemente le pasaba mis dedos por su cuero cabelludo dejándole hacer concentrándome en el placer. Ana paró de golpe cuando mi único destino era llenarle la boca de esperma.

– Penétrame – me dijo – penétrame duro, como penetrabas a las otras

– ¿qué otras? – pregunté extrañado.

– Las que te traías de copas y tan poco duraban pero a las que se les veian cara estar bien folladas.

– ¿Y tu no estabas bien follada?

– Siempre he despellejado a los que me han follado.

– También entonces

– Siempre, y calla y métemela ya.

Ana se puso a cuatro patas y levantando la cadera me mostró la entrada de su coño. Esta vez fui yo quien cogió mi polla por el tallo y de un certero golpe de cadera la hice subir al cielo.

– aggg, media vida esperando esto – y empezó a mover el culo hacia mi polla y fuera de ella.

Agarré a Ana de las caderas y empecé a darle de lo lindo. Mis pelotas chocaban contra su pelvis y la moza se retorcía de placer.

– pellízcame los pezones, apriétamelos, retuércemelos, dame duro.

EL ano de Ana se dilataba a cada segundo que pasaba, señal inequívoca que es ojete había sido penetrado muchas veces, no lo pensé, saqué la polla de su sitio y lo apunté hacía su ojete metiéndola sin ninguna dificultad.

Me encanta sodomizar mujeres, pero he de decir que pocas veces lo hago en las primeras citas. Lo de Ana era distinto, era tan puta, tan salvaje, tan sexual que su culo pedía a gritos polla. Le di durante un rato solo oyendo las barbaridades sobre el placer que estaba recibiendo me iba diciendo.

– aggg que gusto. Eres un cabrón, ese agujero esta reservado.

– ¿reservado para mi?,

– noooo para ti noooo.

– ¿para quién si nooo?

– Para mi – fue lo ultimo que oir antes de que un fuerte golpe en la cabeza y caer incosciente.

Al principio empecé a oir voces lejanas, después la conciencia de no poder mis brazos o piernas al estar sujetados por algo, después logre enfocar la vista y más tarde darme cuenta que estaba desnudo, atado completamente y tirado en el suelo al lado de la cama donde momentos antes había estado follándome a Ana.

En la cama Ana a cuatro patas era sodomizada por un hombre lleno de tatuajes que tirando de la coleta le gritaba al oído.

– eres una zorra, lo has vuelto a hacer, eres una zorra me has vuelto a ser infiel, eres una zorra te has vuelto a dejar ser sodomizada, eres una zorra te estabas corriendo.

– Aggg sigue Jonas, sigue mi amor, no lo pudé evitar, es un viejo amigo al que nunca me pude follar.

– Si, como el de hace dos semanas.

– Nooo, aquel era un cliente que me gustaba y que no me pude contener.

– Ya, como el del año pasado.

– Jonas jópeme duro y deja de recordarlo todo, no seas rencoroso, sabes que la única polla que disfruto es la tuya y que mis pecadillos bien valen una reconciliación.

– Eres una zorra pero me encanta como follas.

– Y tu como me la metes. Por favor no le revientes, con este ten un poco de cuidado.

– Eres una zorra, lo que te gusta es que te vean como te follo

– Noooo

– Si, te gusta que vean como te bailan las tetas mientras te rompo el culo

– Nadie me lo rompe como tu.

Ambos follaron delante mía una hora más hasta que un orgasmo conjunto les hizo caer redondos en la cama olvidándose de mi.

El tatuado se levantó de la cama, avanzó hacia mi y sin mediar palabra me dio un puñetazo que me dejó de nuevo sin sentido.

Desperté con todo dándome vueltas a mi alrededor desnudo en la calle enfrente del portal de Ana. Mi ropa estaba tirada a mi lado. Como pude me vestí y llegué a mi hotel.

Afortunadamente tenía la llave conmigo y no me hizo falta en mi lamentable estado pasar por la recepción. Caí muerto en la cama y no desperté hasta que a eso de las once la puerta de la habitación a pesar de tener el cartel de no molestar no sonó.

Dejé que llamasen una segunda vez por si no tenía que levantarme, pero volvieron a llamar. Cogí una toalla de camino a la puerta que me puse en mi cintura. Abrí para explicar que alargaba mi estancia o por lo menos que me dejasen dormir. Ni reaccioné cuando Ana se echó sobre mi mientras se abría la gabardina que cubría su cuerpo y bajo la cual no llevaba nada. Me intenté resistir pero ella me besaba el cuerpo entero y nada pude hacer cuando se agachó y de rodillas ante mi empezó a chupar mi nabo que por alguna razón que nunca entenderé estaba como una piedra.

Me la lamió durante mas de 10 minutos hasta que dejo mi polla y desde abajo mirándome a los ojos me dijo.

– he sido una niña mala, debí decirte que estaba casada, lo siento no quise decírtelo pues deseaba ser montada por ti de una vez por todas. He traído todo lo que ayer no pudimos usar para compensarte y me trates como lo que soy, una puta.

– Muy puta – dije mientras miraba dentro de la bolsa y ella se dirigía completamente desnuda a excepción de los zapatos de tacón.

La muy zorra se había traído de todo, pero realmente me hacia falta más bien poco. Cogí unas esposas y dejando las llaves en la mesita de noche la espose al cabecero de la cama con sus brazos sobre mi cabeza.

El coño de la muy puta chorreaba, me imagino que le ponía verme con la cara hecha un poema y sin decirlo rogaba por que me la follase y cuando le metí la polla en el coño Ana pareció derretirse.

Empecé a follármela duro sin importarme para nada su placer. Le apretaba a ratos las tetas pero sobre todo le daba con fuerza. La saqué a punto de correrme y me la meneé en su cara. Ana como si no quisiese decepcionarme sacó la lengua para recibir mi descarga, la cual intenté repartir con generosidad por toda su faz.

Me fui a mear y ya puestos me di una ducha. Ana estaba como en éxtasis. Me sequé delante de ella.

– ósea que le eres infiel a tu marido y tu marido les da una paliza.

– Alguna vez.

– ¿Y desde cuando?

– Conocí a Jonás el primer fin de semana. Me folló como me gustaba, rudo, salvaje, sin miramientos, me daba todo lo que esperaba, pero soy una cerda y me gusta probar pollas variadas. Tengo la suerte de que cuando me pilla la culpa es del Espartaco Santoni de turno y no mía.

– ¿Y ayer que te dijo?

– Nade cuando volvió de bajarte me puso a cuatro patas y me volvió a follarme, le pone no saberse el único.

– Ah muy bien – yo ya había acabado de vestirme y metía mis ultimas cosas en mi reducida bolsa.

– ¿Te importa que me de una ducha antes de volver a la oficina?

– Por cierto ¿como sabias que estaba en este hotel?

– Soy secretaria mi amor, con cuatro llamadas a los mejores hoteles sabia a las 9:30 que estabas aquí. Solo tuve que decirle a mi jefe que tenia que ir a correos, pasar por el baño a quitarme la ropa y darme un paseo hasta aquí.

La miré, cogí las llaves de las esposas de la mesita, me di media vuelta y después de volcar el contenido de aparatos sexuales de su bolsa en el suelo salí de la habitación dejándola desnuda y esposada a la cama.

Nunca supe quien la rescató ni la vergüenza que tuvo que pasar al ser rescatada desnuda, esposada y con la cara y pelo manchados de lefa. Nunca he vuelto a saber de ella.

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