En una fiesta de antiguos compañeros de clases, termino dejando embarazada a una ex compañera en el coche

Valorar

A Luis no le apetecía ir. Se había quedado sin escusas y le habían terminado convenciendo para asistir a una cena de antiguos compañeros de clase del instituto. Guardaba contacto con muy pocos, y no le apetecía saber del resto; ni siquiera por el mero afán de cotillear y saber qué había sido de sus vidas.

Aquellos pensamientos negativos eran como una tormenta permanente en su mente. Sin darse cuenta, la voz del móvil le avisó que había llegado a su destino. Aparcó el coche donde encontró sitio, y tras un suspiro de resignación se encaminó hacia el restaurante.

– ¿Julia? – preguntó a la primera chica que se encontró esperando en la puerta.

– ¡Sí, hola! – le saludó efusivamente la chica.

Aquella chica, ahora treintañera, había sido la considerada como pibón de su promoción. Sus ropas hacían referencias a aquel pasado remoto pero su cuerpo no. Tirando al sobrepeso, lucía ropa ajustada y un tremendo escote.

– Mira, aquí están Moreno, Juan, Isabel, Jordi, Acorda y El Pu.

Les reconoció a todos y le hizo gracia que, pese a que hubiera pasado tanto tiempo, a algunos se les llamara aún por el apellido o por el mote, como en el caso de El Pu. Aquel chico había perdido su antiguo porte del malote de la clase para convertirse en un joven con polo marca Ralph Lauren. Aun así, se le seguía llamando “El Pu”, abreviatura de “El Puto Amo”.

– Si os parece bien, vamos entrando, que ya es la hora, no sea que nos quiten la mesa reservada – dijo el otrora agitador de adolescentes.

Se colocaron en la mesa, pero tardaron poco en levantarse porque, a cuentagotas, terminó de llegar el resto de personas con las que aún habían podido contactar y habían podido venir: Puri, José Luis, Marina, Alfredo, Castro, María Revilla y Delegado (promotor del evento y antiguo representante de los alumnos como su sobrenombre indicaba).

La cena empezó un tanto descafeinada, con pocos temas de conversación más allá de la nostalgia y recordar batallitas. Al fondo de la mesa había un pequeño grupo que sí parecía más animado fruto de que aún conservaban la amistad después de tantos años.

El alcohol regó la cena, pero Luis prefirió no tocarlo. No le apetecía desinhibirse con aquella gente que eran poco más que desconocidos. Mientras esperaban los postres, alguien le tocó el hombro.

– ¿Qué Luis, no me dices nada?

– ¡Hombre Marina!

Luis se levantó y le dio un abrazo a la chica. Tras el instituto habían coincidido en la carrera y habían sido amigos. Al finalizar ella antes los estudios, se distanciaron, y el entorno laboral y nuevas amistades terminaron por separarles.

– Te he seguido estos años en redes sociales, no creas que me he olvidado de ti.

– Je, je, yo también, es una pena que perdiéramos el contacto.

La chica se sentó a su lado y se contaron sus vidas. Ella se había casado y tenían un buen trabajo viajando mucho por el mundo, y él tenía novia y había cambiado unas cuantas veces de empleo.

Marina no era muy alta, estaba delgada, pero tenía un poco de cadera. De cara agradable enmarcada por una larga melena morena y una sonrisa perenne. Luis, inconscientemente no pudo evitar darle un repaso visual y reparó en lo guapa que iba ese día: una minifalda blanca acompañada de un elegante y escotado top negro.

– ¿Qué miras? – Le cazó ella sonriente.

– Ehhhh, nada, estaba pensando.

– ¿Ah sí? – respondió luciendo sus dientes ultra blancos en una sonrisa – ¿En qué pensabas…?

– En nada Marina, lo que te he dicho, que con lo bien que nos llevamos es una pena que perdiéramos el contacto. Tendríamos que quedar un día las dos parejas. Tú me presentas a Dani y yo a Sara.

– ¡Eso está hecho!

El resto de la cena fue mucho mejor. Marina no paraba de reír, tanto por su carácter afable como por el aliño de alcohol que llevaba en su sangre.

Se formaron pequeños grupos de charla en la puerta del restaurante mientras la gente se iba. Delegado propuso ir a algún local a tomar algo, pero aquellos antiguos compañeros no tenían ganas de establecer tantos lazos.

Pronto, y aprovechando que no había bebido, Luis estaba conduciendo con Delegado, Julia, Marina e Isabel en el coche.

Poco a poco, y haciendo de improvisado taxista, fue dejando a cada uno en su casa. Marina era la última, ya que era quien vivía más cerca de su casa.

– Oye Marina, y tanto tiempo que llevas con Dani, ¿cómo es que no tenéis hijos?

– Ay Luis, no será por no intentarlo – dijo con una media sonrisa.

– Perdona, igual he tocado temas demasiado personales…

– No, no, no pasa nada. Somos todos adultos. La verdad es que llevamos un par de años intentándolo y… nada.

– Vaya lo siento. Quizás llegue cuando menos os lo esperéis.

Luis, conduciendo, no pudo verlo, pero ella le sonrió con malicia. Pararon en un semáforo en rojo. Justo cuando iba a coger el cambio de marchas para arrancar, sintió como algo caía sobre su pierna. Fugazmente vio que se trataba de la mano de Marina. No le prestó mayor atención hasta que aquella extremidad empezó a recorrer su pierna.

– Marina…

– ¿Sí? – pronunció de forma alargada sin detener su mano.

– Por qué…. – el chico se interrumpió de golpe cuando ella llegó hasta su entrepierna y se detuvo.

– ¿Por qué, que? – dijo ella riendo.

Marina comenzó a masajear el paquete de Luis por encima de la ropa. Él la miró, y se la encontró sonriente. El joven pudo apreciar los grandes senos de Marina y se mordió el labio al tiempo que volvía la atención a la carretera.

La chica fue un paso más allá y le bajó la bragueta metiendo la mano dentro.

– Ufff Marina, que no soy de piedra.

– ¡Pues esto lo tienes como una roca! – dijo agarrando toda la circunferencia de su pene por encima del calzoncillo.

Totalmente excitado, lanzó su mano del cambio de marcha hasta aquellas piernas blanquecinas.

– Esto es peligroso, podemos tener un accidente…

Luis cambió el rumbo cada vez más alterado al tiempo que ella no dejaba de masajearle el pene por encima de la ropa interior.

El coche traqueteó por un camino de tierra. Una mirada de reojo trajo la visión de aquellas dos tetazas bamboleándose con los baches.

El vehículo se detuvo y las luces del interior se apagaron. La tibia luz de una casi llena se filtraba por las ventanillas del coche en aquel descampado. Pronto, él tapó su sonrisa fluorescente con sus labios. Introdujo su lengua, muy excitado, dentro de su boca. Se besaron con pasión sin que ella dejara de masajearle.

Una mano masculina fue trepando desde la cintura hasta llegar al valle del escote. Luis apretó aquellos grandes pechos en aquella postura incómoda.

– ¡Vaya tetas! – Se sentían duras y naturales pese a su tamaño.

Concentrado en los senos, Luis se dio cuenta tarde de que su amiga había terminado de desabrocharle el pantalón y estaba a punto de liberar a su herramienta enjaulada.

El pene, totalmente erecto, lucía blanquecino con aquella luz natural. La visión duró poco, porque la chica se inclinó de rodillas en asiento y se la metió en la boca.

– Ohhhh, qué gusto.

La chica, directa, le estaba haciendo una felación de libro. Su larga melena le tapaba la visión de aquel trabajo excelente. Sostuvo con sus manos los pechos colgantes de Marina mientras que ella no cesaba en su mamada.

– ¿Te gusta? – dijo ella haciendo una pausa.

– ¡Me encanta! – respondió sin soltarle los senos.

– ¡Espera!

Se quitó el topo por arriba elegantemente mostrando un sujetador a punto de reventar.

– ¿Te gustan mis tetas?

– ¡Sí!! ¡Las quiero para mí!

Ella sonrió y se desabrochó el sujetador por delante dejándolas al aire libre. Luis las agarró con ambas manos y chupeteó los grandes pezones rosados zambulléndose repetidas veces de cabeza entre los senos.

Ágilmente se encaramó encima de él en el asiento del conductor. Sin dejar de besarse y manosearse le cabalgó restregando su tanga contra su miembro de acero. Él podría notar la humedad que desprendía aquella prenda.

– Quiero follarte, ¡no aguanto más! – dijo ella con una mirada salvaje.

Luis retiró a un lado la tanguita y sintió como los labios inferiores de su compañera le daban la bienvenida. Con pericia, ella colocó el misil en la entrada de su cañón y fue bajando lentamente hasta metérsela entera.

– No quiero cortarte el rollo, pero tendríamos que ponernos protección.

– Tranquilo, no pasa nada.

– ¿Y si pasa?

– Diré que es de Dani, no te preocupes, no tendrás nada que ver.

Él la sostuvo de la cintura inmovilizándola.

– ¿No quieres?

– De acuerdo, siempre cuando repitamos, ¿vale?

Ella se rio, y comenzó a balancearse hasta que él la liberó de su presa y pudo cabalgar. Se movía de forma muy fluida de arriba abajo. Al principio lentamente, pero ponto aumentó el ritmo. Marina gemía y respiraba de forma entrecortada. Luis miró más de una vez para asegurarse que no tenían vecinos a la vista.

De forma repentina, la chica se levantó y salió el coche.

– ¿Qué…?

Al ver que entraba por la puerta de atrás, el chico la siguió receloso mirando en todas direcciones con el miembro al aire. Al comprobar que no había nadie más, terminó de desnudarse y se metió en la parte de atrás del coche.

– ¡Estás loca!

– Ja, ja, ja, ¡cállate tonto y fóllame! – dijo poniéndose a cuatro patas orientando su culo hacia él.

El chico no se lo pensó dos veces y la agarró de las caderas. Aquel culo bien formado era más grande que el de su novia, pero le ponía muy cachondo. Le dio un par de azotes al tiempo que restregaba su pene totalmente empapado de fluidos en su culo.

Se la metió sin miramientos y empezó a follarla al ritmo de la música repetitiva que emitían por la radio en aquel momento. Las nalgas ondulaban con cada embestida como el agua de un estanque al recibir una pedrada.

– Ohhhh Dios qué culo – gritó él fuera de sí al tiempo que se pegaba bien fuerte contra él.

Ella se giró y le besó.

– Quiero que me llenes con tu leche.

Aquello le puso más cachondo si todavía era posible. La folló de forma salvaje. Hasta que la sacó de golpe para no correrse.

– ¡No pares!

– ¡Aún no! Date la vuelta.

Se sentó dándole la cara con las piernas abiertas.

Luis se inclinó como pudo sin importarle la incomodidad de la postura. Le metió el pene y comenzó a follarla a toda velocidad. Las tetas de Marina se movían con vida propia. Él las estrujaba y la besaba parando de vez en cuando para penetrarla con más profundidad.

Marina se apretó las tetas acariciándose los pezones. Aquello fue demasiado para el pobre Luis quien se tiró encima de ella aplastándola. Inició un frenesí de mete-saca mientras se besaban hasta que ella se corrió. La presión en su polla, en aquel infierno ardiente de vagina era tal, que no pudo aguantar más y eyaculó.

Marina sintió como la presión de grandes chorros de semen la invadían. Su amante se detuvo, pero ella seguía excitada e intentó contonearse un poco más.

Cuando Luis se retiró, un hilillo blanco descendía desde la entrepierna de Marina.

Dejaron pasar un poco de tiempo para limpiarse y reponerse, y ambos volvieron a sus casas.

* * *

EPÍLOGO:

Dos meses después quedaron para tomar un café.

Los dos jóvenes habían retomado la amistad y compartido cenas y cine entre ambas parejas.

Tras una charla animada, Luis preguntó:

– ¿Oye, hoy estoy de rodríguez? ¿Por qué no vamos a casa y repetimos lo de aquella noche loca de la cena de ex alumnos?

Ella se echó a reír sin que él supiera por qué.

Se acercó y tras besarle en la mejilla le dijo al oído:

– Vale. ¿Alguna vez lo has hecho con una embarazada?

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *