Una fiesta que va a ser muy difícil de olvidar
Todos los Enero, mi amiga Julia, hace una fiesta para recibir el nuevo año con las mejores vibras. ¿Dije fiesta? ¡Son las megas fiestas! Ella es una modelo y Youtuber, por lo que tiene conocidos a morir.
Pero aún así no estaba muy animado, tenía tres meses que había terminado con mi pareja, porque era infiel. Y en realidad estaba enfocado en mejorarme, ya saben, ese renacer que es tan necesario después de una ruptura sentimental.
Me encontraba en un dilema; y así pasé toda la tarde, dubitativo. Hasta que Julia me envió un mensaje diciendo que irían los mejores prospectos masculinos de la agencia de modelaje donde ella trabajaba.
Y como el gimnasio había surtido efecto, decidí darme una oportunidad. Me vestí con jeans negros, una camisa abotonada del mismo color y zapatos deportivos blanco. Poco llamativo y bastante sobrio, eso era lo que me caracterizaba.
Acomodé mi cabello con cera de peinar y apliqué más perfume de lo acostumbrado. Estaba dispuesto a disfrutar la fiesta.
-¡Aaamigo! Llegaste. ¿Estás listo para darla? –preguntó mi amiga
-Amor, estoy más que listo. Le dije adiós a la depresión y le di la bienvenida a la diversión –respondí.
No lo niego, al principio mentí; pero cuando vi a todos los hombres que estaban llegando a fiesta, mi mentirita blanca se había convertido en una deliciosa verdad.
Confieso que el DJ también contribuyó a encender la noche. ¿Pero cómo no iba a bailar con mezclas de Britney Spears, Rihanna y otras más?
Y con la fiesta encendida y excesos de tragos la bisexualidad empezó a ser la protagonista de la noche. No sabía a dónde mirar: mujeres y hombres despampanantes besándose, mujeres con mujeres haciendo de la suyas o varios hombres y mujeres dándose un lenguazo grupal.
Un hombre alto y rubio que parecía sacado de una revista se acercó con intenciones de bailar Work B**ch de Britney Spears, y como las luces comenzaron a parpadear tenía algunas ideas en mente.
-Se nota que la estás pasando bien –dijo alguien que se acercó por detrás.
Entonces la fiesta dejó de ser interesante. Me volteé y lo miré como si no importara.
-¿Carlos? ¿Te sacaron a pasear o te escapaste? -le pregunté con todo el sarcasmo posible.
-¡Vamos, hombre! Vengo en son de paz. Si no saco el pañuelo blanco es porque no cargo encima –dijo, y había algo de sinceridad en su respuesta.
De todas maneras yo me di la vuelta con intención de ignorarlo y seguir bailando con mi nueva conquista, pero se había ido. ¡No tenía escapatoria!
-¿Viniste solo? O…
-No vino conmigo, estamos… peleados. Y quería distraerme.
Hacía ya un tiempo que Carlos tenía una nueva pareja, y bien por esa persona. Porque a nivel general mi ex era una grata persona, su único defecto radicaba en la infidelidad, era algo que lo caracterizaba.
Hace unos años mi amiga nos había presentado en una reunión de fin de semestre. Y desde el primer momento que lo vi sentí atracción por él, era imposible ignorar su cuerpo atlético, rostro perfilado y ojos grises acompañado de un estilo muy masculino.
Por desgracia, esa noche estaba mejor que cuando lo conocí, que cuando éramos novios y que cuando lo dejé por perro.
-Buena elección, ya sabes que las fiesta de Gaby son las mejores –dije.
-En eso estamos de acuerdo. Siempre vienen cargadas con sorpresas interesantes. Y esta noche tengo las expectativas a mil –dijo.
Tragué saliva y decidí salir al patio a coger un poco de aire. Sabía a qué se refería, sabía lo que estaba buscando y eso era peligrosísimo para mí. No quería caer en sus garras.
Pero como era de esperarse, a los pocos minutos de haber salido, él cruzó el umbral de la puerta de entrada y se acercó a mí con una sonrisa cínica, que yo conocía muy bien.
El sudor comenzó a caer por mi frente, y los latidos de mi corazón eran perceptibles. Para disimular mi nerviosismo bebí un sorbo de licor y comencé a bailar solo.
Que no venga, que no venga, que no venga hacia mí -repetía mentalmente una y otra vez-, aunque confieso que en realidad lo quería cerca.
-¡Tú sí que sabes cómo divertirte! -expresó.
-Sí, disfruto mucho de las fiestas -le dije.
-Sabes que no me refiero a eso -respondió.
Sabía a qué se refería, pero no quería caer en su juego. No podía caer en su juego. Así que seguí bailando, tratando de ignorarlo, pero él se acercó cada vez más. Y cuando reparé estaba pegado contra la pared.
-Vamos a recordar viejos tiempos, vale -me susurró al oído.
Yo trataba de zafarme de él, pero me apretó las manos y pegó su musculoso cuerpo contra el mío.
-Estás secuestrado -continúo-. Y no voy a soltarte hasta que me digas que sí.
-Estaremos aquí toda la fiesta, entonces -le dije tratando de sonar molesto, pero sólo logré poner en manifiesto mi nerviosismo.
-No te pongas así… Mira, tengo tiempo que no cojo como es, me haces falta… Y, yo sé que también te hago falta.
-¡Engreído como siempre! Creo que el alcohol te está surtiendo efecto porque yo no he dicho nada.
-Tal vez tú no, pero en este momento tu cuerpo me está pidiendo a gritos que lo posea como antes, que lo embista y le de lo que tanto le gusta. ¿O me vas a decir que no?
No me dejó darle una respuesta, pegó su cara contra la mía y me plantó un beso intenso, un beso que me decía que me necesitaba, un beso que me decía que necesitaba atención sexual. Un beso fogoso que me puso a mil.
Tras el intenso momento se apartó de mí, me tomó de la mano y me hizo señas con la cabeza.
-Vámonos a un mejor lugar -me susurro como esos amantes que te están convenciendo por primera vez para que estés con ello.
Ya en ese momento estaba dispuesto a darle lo que me pidiera y hasta más… Nos escabullimos entre la multitud y logramos subir hasta el segundo piso. Allí elegimos un cuarto… En realidad era la habitación donde lo hicimos por primera vez.
-Moría por tenerte así -me decía entre besos.
-No sabes cuánto quiero que me hagas tuyo -le respondí.
Cerró la puerta con seguro, bajo las persianas y encendió una lámpara que nos brindaba una luz tenue y cálida.
Se puso detrás de mí y comenzó a acariciar mis hombros mientras me besaba el cuello, y comenzó a juntar su cuerpo con el mío, poniendo su paquete en la zona prohibida.
-Relájate -susurró.
Puse todo mi empeño en su petición, pero era difícil hacía tanto que necesitaba lo que él me estaba dando que casi pierdo el control… Y mientras besaba mi cuello y le daba pequeñas y suaves mordidas, yo acariciaba su espalda.
Así pasamos un rato, y cuando reparé estábamos desnudos, ¿en qué momento pasó? No lo sé, pero si tenía algo claro: Carlos estaba haciendo conmigo lo que le daba la gana.
Aún detrás de mí pasó su pene por mis glúteos, y poco a poco se abrió paso.
-¿Te gusta? -preguntó.
No respondí, pero la sensación era más que agradable.
-Yo sé que sí -continuó-. Se nota que estás falta de macho, pero te voy a dar lo que necesitas.
Bajo despacito, besando mi nuca, mi espalda hasta llegar a mis glúteos donde empezó a abrirse paso, hasta llegar a la zona gloriosa.
Abrí mis piernas y mientras lamía y succionaba, como loco, apretaba su cabeza contra mis glúteos para que entrara cada vez más. Poco a poco fue subiendo una mano por mi pierna e introdujo un dedo dentro de mí mientras me hacía sexo oral.
Poco a poco me lubricaba, poco a poco me encendía y poco a poco lo necesitaba más y más.
De improviso se detuvo… ¡No, sigue ahí! -le suplicaba mi subconsciente-. Me volteé y lo vi a la cara, aún estaba arrodillado, sudoroso y jadeante.
-¿Qué sucede? -le pregunté.
-No traje protección -respondió.
¡Maldito! -pensé-, sabía bien lo que hacía. No podía ni quería que se detuviera, ya habíamos llegado demasiado lejos. Le di mi mano y lo ayudé a incorporarse.
-Creo que eso esta noche no va a ser un problema -le dije, mientras tocaba sus pectorales sudorosos, que estaban mejor formado que antes.
-¿Qué dices? No creo entenderte -dijo.
Pero sí entendía. Sólo me hacía sufrir. Sólo quería disfrutar como me retractaba de aquello que tanto le recordaba cuando éramos pareja: “Sin gorrito no hay fiesta”.
-Sé que eres un perro, eso me encanta, pero también sé que con todo mundo te proteges. Quiero que hoy lo hagamos sin protección, quiero que disfrutemos a…
No me dejó terminar el discurso que le tenía preparado, se abalanzó hacia mí y me fue llevando hasta la cama.
Ahora era prisionero de sus besos fogosos, era prisionero de su ardiente cuerpo y lo único que podía liberarme de él era apagar la pasión que se encendía cada vez más cual volcán en erupción.
-¡Dame duro! –le grité.
Pero él me volteó y con fuerzas arrastró mis piernas hacia la coronilla de la cama, era evidente que quería divertirse un poco. ¿Y qué mejor para hacerlo que el 69? Era su posición favorita, al menos conmigo.
Tener a mi disposición su miembro de diecinueve centímetros, grueso y ansioso por comer, era un sueño hecho realidad. Anhelaba tanto ese momento que cuando llegó no sabía ni por dónde empezar ni qué hacer con exactitud.
Así que para no decepcionarlo comencé por lo básico, lamiendo su miembro hasta llegar a los testículos, pero, mitras tanto, él estaba como loco lamiendo y penetrándome con sus dedos, por eso decidí perder el control y darle rienda sueltas a mis deseos.
Me tragué su pene una y otra vez, y cada vez que lo hacía él gemía más y más fuerte.
-Quiero hacerte mío. En verdad quiero que seas mío -gruñó.
Y se arrodilló sobre la cama, yo también hice lo mismo. Nos volvimos a besar y a frotar nuestros penes. Él quería seguir con esos juegos, pero la verdad es que yo anhelaba que me cogiera.
Así que con un empujón lo tumbé sobre la cama y comencé a sentarme sobre él… Nunca había estado con nadie sin protección y la verdad la fricción al él entrar a mí era cálida y fascinante que no dudé en cabalgar sobre él.
-Pero qué bien lo haces -decía.
Pero en ese momento yo no podía hablar estaba como poseído, sólo quería más y más de él.
-Soy yo, el que te va a dar la mejor cogida de tu vida, cabrón -gruñó.
Acto seguido me volteó y abrió unas de mis piernas hacia atrás utilizándola de palanca para entrar y salir primero despacio, lento y luego rápido y brutal.
-Así te parta el culo no voy a parar cabrón. No lo voy hacer -gritaba.
-Dame más duro, dame más duro -le rogaba.
Pero hacía lo contrario a lo que yo le pedía… En verdad me estaba matando, pero era una muerte tan divina que no quería que parase.
De pronto comenzó a embestirme cada vez más fuerte, me tomó por los cabellos y tiraba de mi pierna.
-Esto es por ser un cabrón -primera embestida.
Mi corazón comenzó a saltar y parecía que quería salirse por mi boca.
-Esto es por dejarme -segunda embestida.
Mi cuerpo empezó a estremecerse y a relajarse ante sus agresivas penetraciones.
-Y esta es para que tiremos siempre ahhhh…
Acabó dentro de mí, y yo disparé una gran cantidad de leche ante sus gritos y embestidas.
-Esa era para que siempre tiremos a escondidas -me susurró.
Yo suspiré, me di media vuelta y lo besé en los labios.
-Primera y última que hago el papel de amante -le dije.
Me vestí lo más rápido que pude y seguí disfrutando de la fiesta, él volvió a acercárseme y a hacerme propuestas indecentes… Bueno, jajaja, tenía unos tragos encima y ya saben lo que pasa cuando uno mezcla el alcohol con los amores viejos.