Una forma de amor bastante diferente

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Antes de iniciar me gustaría mencionar un par de cosas

Este no es un relato de sexo. A diferencia de otras cosas que he escrito y publicado en este sitio, esta es mas bien una historia de «amor». El relato tiene ya mucho tiempo creándose y transformándose, pero creo que finalmente está listo para ver la luz. Si a la gente le gusta iré subiendo los siguientes capítulos semanalmente.

Agradeceré cualquier comentario, duda o pregunta que me dejen aquí o en el correo listado en mi perfil. Gracias

I

Amor Desesperado

– Bryan –

You say it’s all complex

Passion can pass for less

We never bothered

Telling each other

What we were bound to guess

“We Shout” – T.a.t.u.

Bryan ya llevaba un rato despierto cuando la alarma del celular comenzó a sonar. Como siempre había regresado al mundo de la vigilia antes de la hora de despertarse.

Le pasaba lo mismo todos los días desde hacía casi un año, la imperiosa necesidad de abrir los ojos lo llenaba como si despertara de un sueño febril y durante varios minutos se quedaba contemplando las motas de polvo danzar en la fría luz de la mañana. Tras unos momentos el silencio se comenzaba a volver angustioso y opresivo, cada segundo le costaba más y más respirar y justo cuando sentía que el corazón se le detendría en el pecho la alarma del despertador sonaba, rompiendo por ensalmo el hechizo conjurado por los primeros rayos de la mañana.

El silencio, ese era el problema. Para Bryan no era otra cosa que el vacío y el dolor que pesaba como una espesa niebla en su vida; hacia todo lo posible por evitarlo llenando su casa con sonidos estériles y vacuos que le ayudaban a luchar contra esa pesadez. La única excepción era esos momentos de seminconsciencia al inicio de cada día.

Con un ágil movimiento desactivó la alarma de su celular y tras levantarse encendió el estéreo, la voz de Jeanette lo recibió con su singular acento: «Hoy en mi ventana brilla el sol y el corazón se pone triste contemplando la ciudad. ¿Por qué te vas?».

– Que apropiado. – Se dijo mientras miraba por la ventana y sentía la nostalgia invadirlo. Dando un suspiro inició su rutina y con ella el primer paso del día, el mas difícil: La puerta del cuarto de su hermano.

Diariamente se enfrentaba a lo mismo y siempre le resultaba absurdo como una puerta cerrada podía parecer tan desoladora, pero todas las mañanas era igual: enfrentar el hecho de que esa puerta no se volvería a abrir, que su hermano ya no estaba adentro y nunca mas lo estaría. A veces la idea le resultaba intolerable y tenía que pasar varios minutos ahí, como congelado en el tiempo deseando que todo fuera mentira y esperando a que Héctor abriera la puerta y lo saludara con su adormilada sonrisa y sus brillantes ojos azules, pero al final la realidad se imponía y no importaba si pasaba uno o mil minutos ahí, la puerta permanecía cerrada y su hermano seguía muerto. Esa mañana el proceso fue rápido, tras pasar saliva y dejar que el escalofrío abandonara su cuerpo, Bryan cerro los ojos y salió de su cuarto en dirección al baño.

Mientras se bañaba la angustia y vacío empezaron a disminuir, mientras se vestía otro tanto se desvaneció de su mente y para cuando empezó a desayunar ya había desaparecido del todo; o al menos eso creía el, dado que siempre había un retazo perdido en su conciencia que lo atacaba cuando menos lo esperaba; sin embargo, el día de hoy no podía darse el lujo de distraerse, era un día importante y no podía permitir que el desasosiego se impusiera.

Una serie de gruñidos y bostezos hizo a Bryan apartar su atención del desayuno. Por el pasillo avanzaba lentamente su roomie, descalzo, en ropa interior y cubierto con un enorme hoodie con la capucha ocultándole la mirada entre sombras.

– Uriel, te ves del carajo.

– Buenos pinches días para ti también, cabron. – Replicó el otro mientras se acercaba a la mesa a trompicones y se servía una enorme taza de café.

– ¿De nuevo problemas para dormir? – Uriel asintió. – ¿Y fuiste a consulta? – Insistió Bryan mientras veía con preocupación las oscuras bolsas bajo los verdes ojos de su amigo.

– Ya sabes que si. Pero me niego a tomar la mierda esa que me recetaron, cada vez que lo hago siento como si me hubieran apaleado, termino sonámbulo, y no quiero otro numerito como el de la última vez.

El incómodo silencio que siguió a la declaración de Uriel fue un obvio indicativo de que ninguno quería continuar con ese tema.

– No deberías preocuparte tanto; entre el final de semestre, la cafetería y la presentación, tengo más estrés que de costumbre, es todo. – Replicó el chico dejándose caer en una de las sillas del comedor al mismo tiempo que se quitaba la capucha de la cabeza dejando al descubierto su cabello negro peinado en una pequeña mohicana; junto con su desaliñada barba, le daba un aspecto poco amigable del que Bryan siempre se mofaba, lo hacía ver como el osito Teddy más malo del mundo. – Mejor dime que todo esta listo para la presentación de hoy.

– No creo que mis dotes histriónicos sean tan malos como para dejarte sin dormir.

– Aborrezco tu falsa modestia. – Interrumpió Uriel dando sorbos ansiosos al café. – Sabes que eres un excelente actor. Lo que me preocupa es tu amiguito Rodrigo.

– Es buen actor…

– Y también es un irresponsable. Espero que no llegue tarde como siempre, no quiero que me joda el semestre.

– Bueno, incluso si no se presentara ya estamos preparados, ¿no? Por eso estuvimos ensayando ayer hasta la una de la mañana.

– Si, bueno… Hace mucho que no me subo a un escenario, estoy oxidado. Lo sabes.

– ¡Excusas! – Respondió Bryan levantándose de golpe. – Eres tan buen actor como yo, incluso mejor, solo que tienes esas ideas raras en la cabeza…

– ¿Por qué no mejor dejamos la terapia para otro momento? – Interrumpió Uriel torciendo los ojos, para después acabar el contenido de su taza de dos tragos. – Se hace tarde.

– Bueno, pero ponte pantalones, por favor. – Uriel, conteniendo una sonrisa, le mostró el dedo medio a manera de respuesta para después dejar la mesa y terminar de arreglarse.

Ya en el auto, Uriel permanecía en un necio mutismo; Bryan intentando diluir el pesado ambiente empezó a hacer conversación.

– ¿Y cómo va el libreto para el concurso?

– Bien, aunque aún es un borrador. Espero tengamos tiempo de pulirlo y tener todo listo para la fecha límite. – Respondió Uriel mientras miraba ausente por la ventana. – Además, necesitamos al menos un actor mas.

– ¿No nos iba a ayudar Christian?

– El hombre no actúa ni en defensa propia. Pero nos va a ayudar con cosas técnicas, igual preferiría a alguien que tuviera algo de experiencia.

– Bueno, podría decirle a alguien de mi clase, Incluso podría decirle a Kyan…

– No empieces con eso. ¿Por qué tienes que arrastrarlo contigo a todos lados? – Replicó Uriel, hosco.

– Bueno, ¿pero a ti que te pasa? Querías a alguien que tuviera experiencia y…

– Bryan, ¿invitaste a alguien a la función?

– ¿A qué viene todo esto?

– Que si invitaste a alguien. Ya sabes, César, Irene, Jesús, Adrián… Alguno de nuestros amigos. – Bryan no respondió.

– Estamos preocupados. – Uriel hizo una brevísima pausa, durante la cual luchó por encontrar las palabras correctas para expresarse. – Desde hace meses nos has evitado y te has vuelto más y más reclusivo. No nos llamas, no te hemos visto…

– ¡Eso es una mentira y lo sabes! – Exclamó Bryan molesto. – Solamente anoche estuvimos ensayando y…

– Sabes a lo que me refiero. Solo pasas tiempo con Kyan, y no creo que sea lo mas sano. Desde que Héctor murió hemos tratado de…

– ¡Eres un hipócrita! – Gritó Bryan frenando intempestivamente. – ¡No hace ni diez minutos me mandaste al demonio cuando estaba intentando ayudarte y ahora sales con esto!

– Esto es muy diferente.

– Lo único que se Uriel, es que no puedes pretender darme unas puntadas para que quede como nuevo cuando tú tienes las costuras rotas. ¿O tengo que recordarte a Miguel?

En el mismo segundo que las pronunció, Bryan deseó no haber dejado que esas palabras salieran de su boca. Consternado, vio como el rostro de Uriel pasaba primero del rojo a un blanco pálido; sus labios se apretaron en una línea y en sus verdes ojos brilló la rabia.

– Perdón. – Susurró Bryan. – No debí…

– No, no debiste.

– Uriel…

Con un brusco movimiento, Uriel encendió la radio y subió el volumen casi al máximo, para después volverse a la ventana, donde continuó con la mirada ausente. Bryan se mordió los labios sintiéndose terrible, por el reflejo podía ver el rostro de su amigo con lágrimas corriendo por el. Si, se había excedido, pero no estaba dispuesto a discutir el asunto de Kyan y eso era definitivo. Tomando aire, intentó apartar su mente del asunto y empezar a concentrarse en la función que tenía que dar en la escuela; después de todo, su calificación dependía de ella.

Al llegar al auditorio de la facultad la actitud de ambos cambió drásticamente. Independientemente de su discusión, Bryan sabía que Uriel era lo suficientemente profesional como para poner su conflicto a un lado y sacar adelante el trabajo. Era impresionante ver como la apocada e introvertida actitud de Uriel desaparecía dando paso a una figura imponente y llena de energía que tomaba el mando fácilmente. En el caso de Bryan el cambio no era menor; En el escenario se sentía vivo, fuerte, imparable. Allí arriba todo estaba bajo su control, allí no era Bryan Luna el huérfano adoptado por sus parientes ricos, no era quien había perdido a su hermano, no era la persona que se moría de soledad y estaba enamorado de una persona que jamás le correspondería. Arriba del escenario podía desprenderse de su persona y ponerse una piel nueva. Podía ser cualquiera y experimentar una vida distinta por un rato. Para el no había nada como subirse al escenario, era una de las pocas cosas que tenía sentido en su vida y lo único que quería seguir haciendo sin importar nada mas.

– ¿¡Donde carajos está Rodrigo!? – Bramó Uriel entrando a los camerinos. – empezamos en 15 minutos y el muy cabron no ha llegado.

– Entonces ya sabes lo que tienes que hacer. – Replicó Bryan mientras terminaba de ponerse el vestuario.

Gruñendo, Uriel empezó a maquillarse, mascullando maldiciones entre dientes e intercalándolas con líneas de la obra.

Bryan respiró profundo e intentó calmarse, los nervios en una situación así eran normales, mas aun tomando en cuenta la situación imprevista de que un actor faltara, sin embargo, sabía que su nerviosismo no era enteramente por la presentación. Esperaba que Kyan estuviera ahí, en el público. Mientras él estuviera ahí todo estaría bien.

– ¿Me extrañaron? – Exclamó una voz baja y dramática que interrumpió las ensoñaciones de Bryan.

– ¡Rodrigo! – Replicó Uriel incorporándose y lanzándose hacia el recién llegado con intenciones poco amigables. – ¡Te voy a arrancar la cabeza!

– Uriel, por favor. – Interrumpió Bryan interponiéndose. – Te sugiero que lo mates después de la función.

Los ojos de Uriel destellaron con odio, el mismo odio que se había tragado durante la discusión en el auto y aunado a eso, la rabia que sentía por la informalidad de Rodrigo. Por un segundo parecía que Uriel estallaría, pero no fue así. Con un bufido se dio la vuelta y se dirigió a la cabina donde estaría a cargo de las luces y música.

– ¡Y tú! – Exclamó Bryan volviéndose hacia Rodrigo. – ¡Quita esa sonrisita y da gracias que te necesitamos para la función, si no, estaría pateándote yo mismo!

– ¡Huy! No sabía que te gustaba el Sado maso. – Exclamó Rodrigo sin dejar de sonreír.

– No pienso dignificar ese comentario con una respuesta. – Replicó Bryan luchando por controlarse. – Alístate, entramos a escena en 5 minutos. – La voz de Bryan tenía un tono tan definitivo que Rodrigo decidió no replicar mas. Después de todo no tenía intención de reprobar la materia, así que hizo lo que le pedían. Una vez resuelto el problema, Bryan tomó aire y se esforzó en recuperar su concentración.

La función resultó un éxito. A pesar de los contratiempos y los retrasos todo fue sobre ruedas, no hubo errores y la gente aplaudió encantada. Bryan se sentía satisfecho, el escenario era su lugar favorito y sin pecar de presunción era un excelente actor. Sin embargo, había algo empañando su alegría: Kyan no parecía estar entre el público, o al menos eso parecía. Nunca había sido capaz de ver al público y encontrar a alguien; tenía la impresión que al hacerlo rompería la ilusión de la escena, además de que las luces siempre lo cegaban y le impedían distinguir un rostro de otro en aquel mar de gente.

Mientras hacia la obligada reverencia de agradecimiento levantó la vista y entornó los ojos, buscando entre el público el rostro de Kyan, pero no logro hallarlo. Ansioso bajó del escenario y corrió hacia la entrada, esperaba verlo entre la gente que salía del auditorio. Pero tampoco estaba allí. Consternado volvió dentro, donde Uriel y Rodrigo lo esperaban para escuchar la evaluación del profesor.

Su calificación fue la máxima. Sin embargo, Bryan seguía decepcionado; Kyan había dicho que vendría, era la única persona a quien Bryan había invitado y la que mas le importaba que estuviera ahí.

– ¡Hey, Luna! – Llamó Uriel palmeándolo en la espalda, al parecer su enojo se había esfumado. – ¿Estás bien? Te ves distraído.

– Sí, estoy bien. Oye, ¿de casualidad viste a Kyan en el público? – Uriel le respondió torciendo los ojos con fastidio.

– No, no lo vi, estaba mas ocupado con las luces y la música. Pero ¿por qué no te olvidas de Kyan? hay alguien que quiere conocerte. – Las cejas de Bryan se levantaron en un gesto inquisitivo, Uriel no era el tipo de persona que presenta a la gente, dado su tipo antisocial prefería evitar esas situaciones. – Él es Sergio. Vino a la función porque le gustan mis libretos y porque, por alguna razón, le gusta tu actuación.

El chico rio ante el intento de Uriel por ser gracioso, A Bryan le gustó como su sonrisa hacia chispear sus ojos castaños.

– Mucho gusto… – Replicó Bryan extendiendo la mano un tanto confundido. – Soy Bryan.

– El placer es todo mío. – Y Sergio tomó la mano de Bryan en un firme apretón. – Me llamo Sergio.

Por un segundo se miraron en un silencio cargado de expectativa, hasta que el sonido de un celular rompió el conjuro del momento. Bryan se dio cuenta que era su teléfono, específicamente era el tono que le había asignado a Kyan. Ignorando todo y a todos salió disparado hacia el camerino donde rebuscó entre sus cosas. El aparato sonaba insistentemente con el segundo vals de Dmitri Shostakovich, tras un par de minutos encontró el celular envuelto entre su ropa en una esquina del camerino. No había alcanzado a contestar, pero un mensaje de texto le pintó una sonrisa en el rostro: “Me encantó la función. Gracias por invitarme. ¿Podrías pasar a mi casa por la tarde? Necesito decirte algo. PD: si llegas antes que yo, recuerda que la llave está escondida en el jardín”.

Tras leer el mensaje Bryan comenzó a recoger sus cosas, Uriel lo encontró limpiándose la cara y ya listo para salir.

– ¿Te vas a ir?

– Si.

– ¡Eres un maleducado! Sergio quería hablar contigo, conocerte…

– ¿Quién?

– ¿Es en serio? No puedo creer que estés tan ciego. Lo de Kyan es un callejón sin salida y lo sabes.

– No pienso discutir esto contigo nuevamente. – Replicó Bryan cortante. – Ni tu, ni nadie tiene derecho a opinar acerca de lo que hago o no con Kyan.

– ¡El problema no es Kyan! ¡El problema es que estas obsesionado y estas reemplazando a tu hermano con un intento de relación sin futuro! – Bryan no respondió, enfurecido tomó sus cosas y salió por la puerta trasera del auditorio.

El resto de su día pasó como entre una bruma. Entró a las pocas clases con las que aun debía cumplir, pero no prestó ni la mas mínima atención. Por mas que lo intentaba no podía evitar que su cerebro repitiera la frase que le había dicho Uriel: “Estás reemplazando a tu hermano con un intento de relación sin futuro”.

Era absurdo. Kyan nunca podría reemplazar a Héctor, ¡por dios! Héctor era su hermano y por Kyan sentía algo muy distinto. En cuanto a lo del futuro, no podía decirlo. En el fondo sabía que Uriel tenía razón; El trauma que Kyan tenía con el contacto físico ya era obstáculo suficiente para una relación, sentimental o de cualquier otro tipo. Además, El chico nunca había demostrado ningún interés romántico por Bryan, después de todo el tenía novia y por peculiar que fuera la relación que tenía con ella se había decidido a respetarla. Y aun así había momentos en los que parecía que Kyan ocultaba algo, la manera en la que sus ojos dorados lo miraban, esos momentos de silencio cargados de significado, ¿podría ser?

Por enésima vez Bryan sacudió la cabeza despejando sus pensamientos negativos, se rehusaba a rendirse. Tenía que aferrarse a esa esperanza, sentía que si lo perdía a el perdería todo lo que lo ataba a este mundo. No sabía cómo, pero le gustaba pensar que terminarían juntos de alguna manera. Durante el resto del día, Bryan nadó entre pensamientos felices y casi sin darse cuenta las clases habían terminado, al menos por ese día era un hombre libre. Con los pies ligeros caminó hasta el estacionamiento y tras subir a su auto manejó tan rápido como le fue posible hasta la casa de Kyan.

Como usualmente le ocurría, Bryan llego demasiado temprano, era demasiado ansioso para su propio bien, sobre todo en lo que a Kyan se refería. A sabiendas de que su anfitrión aun tardaría, buscó la llave escondida bajo una piedra en la esquina del jardín y entró a la casa. Cansado, se acomodó en el sillón y al poco rato se quedó dormido.

******

– ¡Bryan! ¡Bryan! – Le llamó entre sueños una voz que relacionaba con cosas agradables y un tanto incitantes. – ¡Bryan! ¡Despierta!

– No quiero… – Respondió mas dormido que despierto, aunque él se refería a que no quería dejar de experimentar la sensación agradable que le producía esa voz.

– ¡Es en serio! ¡Despierta! – Esta vez la voz fue mas imperativa y potente, al menos lo suficiente para obligar a Bryan a despertar.

Con lentitud abrió los ojos y para su deleite Kyan estaba frente a el. Con arrobo contempló su cara de facciones masculinas y su ondulado cabello negro. Una sonrisa complacida se plasmó en su rostro mientras notaba como los ojos dorados de su amigo lo miraban con gesto divertido.

– ¿Llevas mucho esperando? – Preguntó Kyan intentando contener una carcajada. Y es que la expresión somnolienta de Bryan le hacía mucha gracia.

– No sé. Perdí la noción del tiempo. – Replicó el otro correspondiendo a la sonrisa de su amigo.

Súbitamente ambos estallaron en carcajadas sin razón o motivo, solo de simple gusto.

– Perdón por la tardanza. Ya sabes como es el final de semestre y…

– No te preocupes, está bien. – Interrumpió Bryan quitándole importancia al asunto. Y luego agregó para si. – Por ti, esperaría por siempre.

– Bueno, veo que te pusiste cómodo. ¿Te puedo ofrecer algo mas? – Agregó Kyan en tono de burla.

– ¡Algo de comer estaría bien!

– Sus deseos son ordenes, Mi Lord. – Y mientras lo decía Kyan se inclinó en una exagerada reverencia. Bryan encontraba todo muy divertido. – Si me acompaña a la cocina, buscaremos algo digno de su alcurnia.

Con una nueva carcajada, Bryan se levantó del sillón y siguió a Kyan hasta la cocina. Apenas llegó a la puerta cuando el horror lo sobrecogió. Él no era una persona particularmente pulcra y ordenada, Su estudio y su cuarto usualmente eran un caos de papeles y ropa, pero la cocina de Kyan se llevaba el premio mayor. En primer plano había una montaña de platos sucios en el fregadero, algunos con aspecto de tener ya varios días ahí; la estufa y encimera estaban cubiertos de manchas de origen incierto y restos de lo que parecía ser comida pasada; latas y envolturas cubrían el suelo y el bote de basura rebosaba de los mismos objetos.

Kyan maniobró entre el caos acercándose al refrigerador, tras abrir la puerta un olor rancio llenó el ambiente. Desde donde estaba, Bryan pudo ver varios recipientes y paquetes con contenidos sospechosos.

– Creo que por aquí todavía tenía algo de pizza…

– Kyan, sé que tu mamá está de viaje y que usualmente te tiene muy controlado y sé que todos necesitamos libertad y eso… pero esto es demasiado. – Exclamó Bryan desde la puerta.

– ¿A qué te refieres? – Respondió Kyan volviendo la cabeza, en la boca tenía un pedazo de pizza fría.

– ¿No había una señora que te debería ayudar con la limpieza?

Kyan levantó la cabeza y miró en rededor, lentamente su rostro enrojeció.

– Bueno… tendría que haberle llamado, pero es que no he tenido tiempo y el fin de semestre…

– ¡Olvídalo! Me niego a comer algo preparado en este erial tóxico. – Exclamó Bryan dramáticamente, Kyan se le quedó mirando incrédulo. – Esto es lo que vamos a hacer: Tú vas a limpiar la cocina en este momento y yo voy a ordenar comida que no vaya a levantarse del plato.

– Pero…

– ¡Pero, nada! – Replicó Bryan luchando contra la risa que le causaba la expresión de Kyan. – O limpias o no hay comida. ¿Vale?

– Vale…

Al escuchar la respuesta, Bryan dio media vuelta y volvió a la sala, la puerta de la cocina cerrándose tras de el. Kyan se quedó parado ahí un par de segundos, aun confundido con lo que acababa de pasar; La voz de Bryan lo sacó de su estupor.

– ¿Hamburguesa con queso, sin cebolla, papas y malteada de fresa?

– ¡Si! – Respondió Kyan dando un saltito.

– Y lo de limpiar la cocina es en serio, Kyan. Si no limpias no comes… – Agregó Bryan colando su cabeza por la puerta. – Te estaré vigilando. – Kyan torció los ojos en respuesta y empezó a recoger la basura.

El resto de la tarde fue tan agradable como ambos esperaban. Tras hacer el pedido, Bryan regresó a la cocina donde ayudó a Kyan a limpiar, al cabo de un rato todo estaba en orden y la cocina había dejado de ser un muladar. Una vez acabada su faena ambos se sentaron en la mesa donde una abundante cena de comida chatarra los esperaba.

– …En serio, Kyan, no puedo creer que seas tan irresponsable. ¡Esa cocina estaba asquerosa!

– ¿Por qué siempre eres tan dramático? – Replicó Kyan mientras se llenaba la boca de papas fritas.

– ¡Porque soy actor! Y no es exageración. Deberías ser mas responsable si vas a tener la casa para ti solo.

– Tu estas acostumbrado a estar solo. – Respondió Kyan recostándose sobre la mesa visiblemente abatido.

Bryan se dio cuenta de que tanto le afectaba a Kyan el estar solo. Para el, era una realidad con la que se enfrentaba diariamente, incluso antes de que Uriel viniera a vivir con el o que su hermano muriera, el apreciaba esos momentos de soledad que tenía en su departamento lejos de su tía y su prima. Solo con sus pensamientos, justo como siempre había deseado; Si la muerte de Héctor había trastocado esa soledad era caso aparte. En cuanto a Kyan, la situación era muy distinta, su madre, controladora y absorbente, se había convertido en su mundo, siempre estaba presente de alguna manera y siempre se había hecho cargo de todo en la casa. Kyan jamás había experimentado semejante libertad y mucho menos la responsabilidad que venía en el paquete.

– No te pongas así. – Susurró Bryan acariciándole el espeso pelo negro. – Ese tipo de cosas se aprenden con el tiempo y bueno… ya llevas un par de meses así, y tenías el final de semestre… – Bryan se detuvo en seco al notar como el cuerpo de Kyan se tensaba bruscamente. Se había sobrepasado. Retiró su mano como si el cabello de Kyan quemara, mientras una expresión de dolor y desconcierto se pintaba en su rostro. – ¡Perdón! ¡no quise…!

– No te preocupes. – Respondió Kyan alzando la cabeza en un gesto nervioso. – No es tu culpa. El anormal soy yo… y si, tienes razón, debería ser mas responsable con todo esto. Después de todo no sé cuándo regresará mi madre. La ventaja de todo esto es que puedo verte mas seguido y no la tengo gritándome todo el tiempo que eres mala influencia para mi.

– ¡Eres un tonto! – Exclamó entre risas. – ¿Por qué no mejor vamos a ver la televisión y terminamos de comer? – Kyan asintió y movieron su cena a la sala.

La tarde pasó tranquila, Bryan se sentía en paz, la convivencia con Kyan lo revitalizaba y lo hacía olvidarse de su pesada soledad. Aun cuando no pudiera dar ese paso que tanto deseaba, aun cuando Kyan no pudiera corresponderle se sentía feliz deseando lo imposible.

El calor vespertino y la abundante comida hicieron que ambos se quedaran dormidos, Bryan despertó horas mas tarde, con el cuello adolorido y Kyan profundamente dormido y recostado sobre sus piernas. Al principio pensó que estaba soñando, pero al pasar los minutos y sentirse más y más despierto se dio cuenta que no era una fantasía.

Eran momentos como este los que le hacían aferrarse a su esperanza, no importaba lo que Uriel dijera, Kyan podía corresponderle; si podía dormir tan tranquilamente en su regazo, seguramente aún había esperanza.

Kyan abrió sus ojos lentamente y tras parpadear un par de veces notó el rostro de Bryan sobre el, soñador y sonriente. Por un segundo no supo dónde estaba o que había pasado, le bastó un par de segundos para darse cuenta de su situación y enseguida se levantó casi golpeando a Bryan con su cabeza en el proceso.

– ¡Perdón! Creo que me resbalé mientras dormía. – Se disculpó Kyan enrojecido.

– No te preocupes… – Replicó el otro visiblemente desilusionado. Tras una incómoda pausa consultó su reloj y se levantó con algo de dificultad. – Es tarde, creo que mejor me voy a mi casa.

– ¡Quédate! – Las palabras se le escaparon a Kyan de la boca como si fuera un corcho de botella. La súbita petición tomó a Bryan por sorpresa, así que, tras tomar aire repitió con más calma. – Quédate a dormir. Es tarde, estás medio dormido y sin mi madre aquí no hay problema…

Cada frase le costaba más y más a Kyan. Con cada idea su tono de voz bajaba mas y el chico parecía tener que escupir las palabras.

– ¿Estás bien? – Preguntó Bryan visiblemente preocupado. – Ahora que recuerdo, tu mensaje decía que había algo de lo que querías hablar.

Por un momento los ojos de Kyan se abrieron como platos y una sombra de miedo oscureció el dorado de sus ojos. Durante un momento sus labios se estremecieron y su garganta subió y bajo luchando con las palabras que no querían salir. Bryan esperó, preocupado y expectante; tras un minuto Kyan, con la cabeza baja lo tomo de la manga de su camisa y en un tono que denotaba que iba a llorar en cualquier momento, exclamó:

– No es nada. Solo no quiero estar solo esta noche.

Bryan soltó un suspiro de comprensión. Hubiera querido abrazarlo para prestarle consuelo, pero estaba seguro de que Kyan respondería mal, así que le dio una seca palmada en el hombro y también en un susurro le respondió:

– Aquí estoy para ti, siempre.

Kyan soltó el brazo de su amigo, dio media vuelta y con una seña le indicó a Bryan que lo siguiera escaleras arriba.

– Dormirás en mi cuarto. – Exclamó Kyan con la voz arrastrada.

– ¿Vamos a dormir en la misma cama? – Replicó Bryan ingenioso, intentando romper el ánimo sombrío.

– ¡Eso quisieras, barbaján! – Kyan se esforzaba por recuperar la normalidad e imitar el tono de Bryan. – Yo dormiré en la cama de mi madre.

– ¡Eso si es para dar miedo!

– ¡Tarado! – Con un elegante movimiento de mano, Kyan le cedió el paso a Bryan a su habitación – Ponte cómodo.

No era la primera vez que estaba ahí, el cuarto era pequeño, pero confortable. La ventana al fondo dejaba entrar una agradable brisa nocturna; la cama de una plaza, como era de esperarse, estaba deshecha y había ropa tirada por todos lados, aunque el caos distaba mucho del que había en la cocina. Bryan respiró profundamente, dejando que el aroma de Kyan llenara sus pulmones.

– ¿Necesitas algo mas? – Preguntó Kyan solícito.

– No, solo espero que no haya migajas en la cama.

– ¡En fin! yo solo voy a… – Las palabras se le atoraron en la garganta. Bryan, sin pudor alguno se había quitado la playera descubriendo un torso delgado, lampiño y de proporciones atléticas. Obviamente estaba preparándose para dormir y lo siguiente en desaparecer serian sus pantalones. – Solo tengo que tomar mi ropa para dormir y…

Kyan pretendía acercarse al closet, pero Bryan estaba en su camino, intentó esquivarlo, pero su amigo, pretendiendo quitarse solo complicó el asunto. Tras un par de movimientos que parecían mas un baile torpe que otra cosa, Kyan se enredó con sus propios pies y cayó al suelo, llevándose a Bryan consigo.

Kyan cayó de espaldas con un golpe seco que lo aturdió un par de segundos, enseguida sintió el peso de Bryan sobre si; estaban cara a cara, Bryan con el torso desnudo y Kyan debajo de el.

– Así que este fue tu plan todo el tiempo, ¿no? – Preguntó Bryan entre risas nerviosas. – ¡Abusar de mi inocencia!

– ¡Quítate de encima! – La frase salió con un poco mas de brusquedad de lo que Kyan hubiera deseado. Bryan obedeció rápidamente.

– Perdón. – Se disculpó nuevamente mientras se levantaba y ayudaba a Kyan a hacer lo mismo. – No quería molestarte.

– Ya sé, perdóname a mi, no debí ser tan brusco. Ya sé que estas jugando. – Las palabras le salieron en torrente a Kyan, mientras que con un ágil movimiento alcanzó su ropa de dormir en el closet para después dar la vuelta e irse. – Buenas noches.

Bryan se quedó ahí parado, medio desvestido, con el corazón palpitándole agitado en el pecho y una incipiente excitación bulléndole por el cuerpo. Tomó un par de respiraciones profundas que poco ayudaron ya que estaban cargadas con el aroma de Kyan.

– Necesito calmarme. – Se dijo antes de salir del cuarto.

Tras encerrarse en el baño abrió la llave del agua y dejó que el lavamanos se llenara del frío líquido donde hundió su cara. Durante unos segundos se quedó así, organizando sus pensamientos y ordenándole a su cuerpo que controlara la excitación que sentía. Cuando finalmente logró calmarse, se miró al espejo. Desde la plateada superficie lo miraba un Bryan francamente patético: tenía el rostro y parte del cabello empapados, unas profundas ojeras se dibujaban bajo sus azules ojos y una expresión de nostalgia enmarcaba su cara. Al menos ahora estaba en control de sus bajos instintos.

Salió del baño y mientras cruzaba el pasillo, un haz de luz llamó su atención. En el cuarto al final del corredor estaba Kyan y a través de una rendija en la puerta mal cerrada podía verlo. Bryan atinó a mirar en el momento en que Kyan se quitaba la playera y un pinchazo de excitación le recorrió el cuerpo al contemplar su torso robusto y cubierto de suave vello. Bryan no lo toleró, se dio vuelta y regresó al baño a meter su cara en el agua un rato mas. Por mucho que le gustara Kyan sentía que ese acto era una invasión demasiado perversa, sin mencionar que le costaría conciliar el sueño con esa imagen en su mente. Se repitió este mantra una y otra vez hasta que se sintió listo para salir del baño y suponiendo que Kyan ya estaría acostado.

En efecto Kyan ya había apagado la luz y Bryan pudo cruzar el pasillo con la seguridad de que sus hormonas no lo traicionarían; o eso pensaba hasta el momento en que se acostó en la cama de Kyan y aspiró su aroma nuevamente.

¿Cómo era posible que se hubiera enamorado tan profundamente? Simplemente no podía explicarlo. Lo único que sabía era que la constante ansiedad que sentía remitía cuando estaba cerca de Kyan; era como si su mente se olvidara de todo lo que le causaba dolor cuando estaba con el. Definitivamente no lo entendía, pero sabía que quería vivir con esa sensación día a día. Era un deseo hermoso, pensó cada vez mas dormido, despertar cada día, envuelto en ese aroma y rodeado por sus brazos, en verdad seria hermoso.

*****

El súbito sonido de una puerta cerrándose arrancó a Bryan de sus sueños. Sobresaltado abrió los ojos y por un segundo no supo dónde estaba, pero le bastó tomar un respiro para recordar lo que había pasado la noche anterior.

– Kyan… – susurró para si. – Seguramente se levantó al baño o algo así.

Restándole importancia al asunto se acomodó en la cama e intentó dormir nuevamente, sin embargo, el sonido de pasos acercándose y la sensación de alguien acomodándose a su lado en la cama se lo impidió. Incrédulo se volvió para encontrarse de frente a Kyan completamente dormido.

Bryan se quedó silencioso, inmóvil, casi sin respirar; temía que el mas ligero roce reventaría la burbuja en la que se hallaba. Con atención contempló la acompasada respiración de Kyan, su pecho subiendo y bajando rítmicamente, su rostro, perfecta amalgama de niño y hombre, enmarcado por una barba desaliñada que el negaba a rasurarse.

Temeroso extendió una mano y rozó con suavidad la mejilla del durmiente. Kyan se agitó mínimamente pero no despertó. Como deseaba tomarlo entre sus brazos, besarlo, meterse en su piel. Era demasiado, el desasosiego lo iba a matar. Tan lenta y cuidadosamente como pudo bajó de la cama, tomo un par de mantas del closet y se acomodó en el suelo. Lo único en que podía pensar era lo estúpida que resultaba la situación: lo amaba y lo deseaba, si, pero también quería que él lo deseara, de otra manera no tendría sentido.

– Lo amo demasiado como para no respetarlo… – Fue lo último que pensó antes de quedarse dormido nuevamente.

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