Una jovencita es obligada a follar en el tren con otro pasajero

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Esto sucedió hace dos años. Ese día, muy temprano por la mañana, iba en el tren camino de Manresa desde Barcelona.

Era un viaje largo. El tren se había ido despejando de gente a lo largo del trayecto y tan solo quedaban un par de chicas, que parecía viajaban juntas, en el extremo delantero del mismo vagón y yo estaba sentada, sola, al fondo, medio adormilada.

¡Pero no me he presentado!, disculpad, me llamo Alis, soy una chica joven, de pelo liso y largo, delgadita, no muy alta, pero muy guapa, ese día llevaba puesto un vestido de tirantes, escotado, con zapatos de tacón muy finos, una cadena con una estrella de David en el cuello y una cadenita en el tobillo derecho.

Como había espacio de sobra, tenía mi abrigo y el bolso en el asiento de al lado, y mi enorme maleta en el espacio entre los dos asientos de mi derecha.

En la parada de Sabadell, se subió un hombre y se sentó justo enfrente mio, “¡con la de sitio libre que hay!, ¡seguro que es un mirón pervertido!” – pensé – Pero me dio igual, “que me mire si quiere”, yo lo ignoré y me dediqué a intentar dormir un poco, me había tenido que levantar muy temprano ese día para subir a ese tren y tenía sueño.

Iba a Manresa para cuidar la casona de mis abuelos que salían de viaje un mes. Se trata de una enorme casa de pueblo de tres plantas, tan solo para que no se quedase sin vigilancia.

Sólo se requería de mi presencia. Ya lo había hecho otras veces y mis abuelos confiaban en mi. No había ningún peligro y si notaba algo raro tan sólo tenía que avisar a la policía del pueblo y enseguida se presentarían, pero, y aunque no había ningún peligro, me daba algo de miedo estar allí sola todo ese tiempo, sobre todo de noche, porque soy tan miedica que me da miedo la oscuridad y además se me iba hacer un mes muy aburrido.

Así que no iba muy entusiasmada que digamos.

De reojo y con disimulo, miré al hombre que estaba sentado frente a mí, al final no parecía que estuviese interesado en mi, estaba muy ocupado consultando su móvil … me lo miré mejor y no estaba tan mal … pensé en lo bien que lo podría pasar teniendo una aventura romántica con alguien como él, en vez de ir a ese sitio tan aburrido. Me quedé dormida y soñaba que hacíamos el amor, era un sueño delicioso.

No sé cuanto rato estuve durmiendo. De repente, un tipo que apareció en el pasillo junto a mi asiento, con pinta de delincuente recién salido de la cárcel me despertó.

– «Oye guapa», me dijo, tocándome el hombro, me dio un susto tremendo, además el tipo iba sucio y olía mal.

El hombre que iba sentado frente a mí se medio levantó interponiéndose frente al delincuente, defendiéndome.

– «Deja a la chica en paz», le dijo, yo me cubrí detrás suyo, cagada de miedo.

El delincuente sacó una navaja y le hizo volver al asiento, amenazándole con ella, más asustada aún pude ver que no iba solo, sino que otros tres tipos con pinta aún peor que la suya estaban hablando animádamente con las dos chicas de delante del vagón.

“En ese momento lo tuve claro, esos cuatro tipos me iban a robar, violar e iba a tener suerte si no me mataban.” – pensé – El delincuente que estaba frente a nosotros blandiendo la navaja, le dijo al hombre sentado frente a mi

– «Tranqui tío, no te pongas chulito, que no has de preocuparte, que esta piba no es mi tipo, demasiado flaca para mi gusto, pero si no quieres tener problemas harás todo lo que yo te diga ¿entiendes? …

– “Si si, no nos pongamos nerviosos …” – contestó el hombre intentando apaciguarlo

– “A lo que venía…, yo y mis amigos nos vamos a montar una pequeña fiesta con aquellas dos amigas de allí delante … y vosotros dos, mientras tanto, os estaréis aquí quietecitos y sin molestar, ¿vale? … aunque no sé que hacer con vosotros, ¡me jode tener mirones!”

El delincuente se rascó la cabeza, mirándonos, de repente se le iluminó la cara y nos dijo:

“¡Ya está, se me ha ocurrido algo para que estéis bien ocupados, tu tío te vas a tirar a esta zorrita aquí mismo y así estaréis ocupados y sin molestar un buen rato, venga!, ¡ya has oído, fóllatela ahora mismo o te rajo!»

– ¡¿Quée?! – exclamamos el hombre y yo a la vez

El delincuente colocó el cuchillo en mi cuello y me dijo:

– «Y tú te vas a estar muy quietecita dejando que este tío te folle ¿lo entiendes?»

– «Si señor, si, haré lo que me diga», le contesté, sumisa

– «¡Ya la has oído, empieza ya tío, venga!», le dijo al hombre de delante mío, pasando la navaja a amenazar su cuello.

El hombre se arrodilló entre mis piernas, bajándose rápidamente los pantalones y el bóxer, y dejando su polla, en erección, al descubierto.

Miré a su miembro y le miré a los ojos, repetídamente, preguntandome mentálmente ¿como es que ya iba empalmado? Pero pensé que tenía suerte, que era preferible hacer tiempo aunque fuera con este hombre haciendome el amor y así, quizás, me libraría de que me hicieran algo peor.

Su polla era más grande que en mis sueños y era de verdad. El corazón se me aceleró aún más si cabe, pero vi que el hombre no se atrevía a penetrarme:

– «Perdona que …», me dijo, como disculpándose

– «Lo entiendo, no pasa nada, puedes hacérmelo» le contesté

El hombre me levantó la falda del vestido, yo le ayudé levantando las piernas a ambos lados, para que me pudiera sacar el tanga, mientras él se quitaba la camisa yo me bajé los tirantes del vestido por los hombros y me quité el sujetador.

Quedé casi completamente desnuda frente a los dos hombres, solo llevaba puesto el vestido arremolinado en la cintura y los zapatos de tacón.

Mis piernas estaban en alto y la punta de la polla del hombre estaba rozando mi sexo.

– «¡Venga, penétrala de una vez!» dijo el delincuente del cuchillo, «quiero ver cómo te la follas»

Pero el hombre no se decidía y eso nos estaba poniendo en peligro a los dos!

Mirando al hombre a los ojos, me armé de valor y me puse los dedos en la boca, untándolos bien de saliva y con ellos bien húmedos me abrí los labios vaginales mayores y me froté el clítoris, luego me atreví a sujetarle la polla y la llevé a la entrada de mi coño, frotándola arriba y abajo para abrirle el paso, la tenía tiesa y durísima, me penetró solo con la punta primero, y luego empezó a penetrarme con cuidado, muy despácio.

– «Mas adentro!, quiero que se la claves hasta el fondo a esta zorra», le increpó el delincuente al tiempo que le empujó fuerte por el culo con la planta del pie, apretándole contra mi.

Como resultado, el miembro del hombre se clavó en mi sexo penetrándome profundamente.

Gemí ostensiblemente al sentirme tan brúscamente penetrada.

Cuando el delincuente dejó de presionar y retiró el pie, el hombre comenzó a follarme y, en ese momento, desde el fondo del vagón le llamaron.

– «Ramón, ven con nosotros»

– «Voy», les contestó

– «¡Seguir así”, nos dijo, “¡Y cuidado, que desde allí os vigilo, eh!», se fue con su grupo que ya habían comenzado a follar por turno a las otras dos chicas.

Nos dejó solos, yo estaba totalmente abierta de piernas, empalada con la polla del hombre clavada hasta el fondo y con mis brazos rodeando ahora su cuello y su cabeza, el hombre me preguntó:

– «¿estas bien? ¿Te hago daño?, ¿quieres que pare?»

– «No, sigue sigue», le dije con voz trémula, «no me haces daño, y prefiero que me lo hagas tu a que me lo hagan entre todos ellos, parecen peligrosos»

– «Me llamo Juan, siento que nos tengamos que conocer en estas circunstancias», me explicó sin parar de follarme

– «Yo me llamo Alis», le contesté «y no lo sientas, creo que es una suerte que estuvieras tu, es más agradable hacerlo contigo que con esos tipos, créeme que tengo suerte, pero no te pares, no sea que vengan y nos maten por no hacerlo como nos han dicho»

El hombre me penetró ahora aún más profundamente, ¡Dios, que gustazo!, cerré los ojos de placer y gemí por la presión de su polla entrando en mi cuerpo, me follaba despacio y rítmicamente

Yo estaba disfrutando, y el también por lo que se notaba.

Me abracé a su fuerte cuello atrayéndole hacia mí, para sentir su cuerpo en contacto con mis pechos, su cara en contacto con la mía, mantuve los ojos semicerrrados, gimiendo sin parar

Una vez en pleno contacto con su cuerpo, con los ojos cerrados, le rodee con mis brazos, le acaricié la cabeza, nos besamos en la boca …

– «la verdad es que es un placer hacerte el amor, eres muy guapa» – me dijo

– «gracias Juan, me gusta lo que me haces, no pares por favor», contesté con un hilo de voz trémulo y entrecortado por el placer

Juan follaba genial, me besó en la boca y me abrazó con pasión. Yo estaba en una especie de trance con los ojos cerrados, gimiendo de placer de continúo y no paraba de tener temblores y convulsiones de placer, una y otra vez.

Jamás había estado tanto tiempo follando, no es que tuviese mucha experiencia con los hombres hasta ese momento, pero con los que había estado se corrían enseguida, y con este llevaba tanto tiempo y teniendo tantos orgasmos de continuo que creí me iba a volver loca de un momento a otro.

En un momento de lucidez miré por el lado de su hombro vi que los delincuentes ya se habían ido y que desde el principio del vagón, las dos chicas nos miraban y se reían intentando disimular y comentando divertidas entre ellas

Juan, por fin, me susurró al oído:

– «Alis, perdona, pero si sigo así más rato me voy a correr, ¿quieres que pare o la saque?»

Estaba tan excitada que no lo pensé:

– «¡No, no pares Juan, ¡Si, córrete dentro mío, por favor!» – le supliqué

Juan, como liberado, me folló ahora aún más profunda y salvájemente y, mirándome directamente a los ojos, con un prolongado gemido, se corrió dentro mío.

El orgasmo que me produjo el sentir su semen entrar con fuerza dentro mío fue indescriptible.

Juan permaneció un buen rato con su miembro dentro mío, íntimamente abrazados, besándome con cariño, poco a poco fui recuperando el sentido de la realidad y vi que acabábamos de pasar Sant Vicenç de Castellet y ya nos acercábamos a la estación de Manresa.

– “¡Mierda, ya estamos llegando! ¡y mis abuelos estarán esperándome en la estación!”

Juan me sacó la polla y vi que me había llenado completamente con su esperma, una inmensa cantidad de semen escurrió entre mis piernas y cayó al suelo, Juan me pasó unas toallitas húmedas para que me limpiase.

Mientras me volvía a poner la ropa y arreglarme, se me ocurrió de repente que podría venir a hacerme compañía a la casona estos días.

¡ Juan aceptó, así que al final ese mes no fue tan aburrido y solitario como pensaba al principio!

Me escribió el número de su móvil en el mío y nos despedimos una y otra vez, con más besos, caricias y tocamientos, hasta que el tren entró en la estación. Yo baje primero y saludé a mis abuelos, mientras Juan disimuladamente bajaba por la otra puerta del vagón.

Mas tarde, cuando mis abuelos se fueron, nos encontramos en la casona y nos pasamos todo el mes durmiendo juntos.

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