Soy una mujer sumisa, pero bien puta porque me dejo hacer de todo con cualquiera y en cualquier lugar. Soy una prostituta que no cobra
SUMISA EMPUTECIDA 1
Voy a contaros lo que empezó a sucederme hace unas semanas, pero antes de nada voy a presentarme.
Me llamo Beatriz, pero para mis amigos soy Bea, tengo 30 años, mido 1,70 y peso 56 kg. Mi pelo es liso, melena castaña hasta los hombros a juego con mis ojos. Trabajo como profesora en un centro de Formación Profesional en las titulaciones que tienen que ver con la imagen. Estoy soltera, vivo en un adosado de mi propiedad a unos 30 minutos andando de mi centro de trabajo.
Un día al terminar las clases me dirigí a la cafetería en la que suelo comer el menú del día, tengo jornada intensiva y termino a las 3 de la tarde, se me acerco un señor de unos 40 o 50 años, al principio pensé que sería algún moscón con intención de ligar, soy una chica guapa y aquel día llevaba unos zapatos con un tacón de unos 8 cm, una mini azul ajustada y una blusa blanca abotonada delante que transparentaba mi sujetador. Se presento diciéndome:
– Buenas tardes Bea, no sé si me recuerdas me llamo Javier nos conocimos hace unos años y mira por donde qué casualidad, que ahora seas la profesora de mi hijo.¿ Me permites sentarme a comer contigo para recordar viejos tiempos y hablar de mi hijo?
No me sonaba de nada, pero me pareció violento negarme siendo el padre de uno de mis alumnos, así que le conteste:
– Desde luego que sí, pero no recuerdo de que te conozco.
Cuando se sentó a mi lado, teníamos ya el camarero a nuestro lado para tomar nota de nuestro menú:
– Bea, elegimos primero el menú y después hablamos.
Así hicimos, cuando el camarero se marcho, Javier me dijo:
– De verdad Bea ¿no me recuerdas?
– De verdad, lo siento mucho pero ni idea.
– Si mujer, en tu época de universitaria, cuando trabajabas los viernes y sábados en el GIRLS CLUB con aquellos zapatos de ajuga, aquellas medias con sus ligueros y aquellas tanguitas transparentes que no os tapaban nada.
– Perdona pero es mejor que me marche.
– No te lo aconsejo, a no ser que prefieras que esta conversación la tenga con mi hijo y con algunos de sus compañeros de clase.
– ¿Qué quieres?
– Tranquila de eso ya hablaremos más adelante, ahora prefiero seguir recordando los viejos tiempos.
Estaba aterrorizada, siguió hablando Javier:
– Te acuerdas como te dejabas meter mano y nos tocabas el paquete para animarnos a subir contigo a las habitaciones del primer piso. Yo ya te habré follado 4 o 5 veces. A Antonio, el dueño le molesto bastante que te marcharas a aquella agencia de ¿escorts? bueno de putas de lujo y ya no pudimos disfrutar más de tu compañía.
Me sentía cada vez peor, si alguien se enteraba de aquello sería un desastre. Prosiguió:
– Figúrate mi sorpresa, cuando hace dos días vengo a buscar a mi hijo y te veo que sales del centro y al preguntarle, me dice que eres una de sus profesoras. ¡Una prostituta profesora de mi hijo!. Pero no te preocupes no se lo he contado de momento. Si eres buena chica no tengo porque contárselo.
Le pregunte por segunda vez:
– ¿Qué quieres que haga?
– Se te daba muy bien el rol de sumisa. Quiero que seas mi sumisa.
– Y eso ¿que implica?
– Que me obedezcas en todo y usarte sexualmente tanto yo como terceras personas, resumiendo humillarte y emputecerte.
– ¿Emputecerme?.
– Si, exhibirte semidesnuda o desnuda delante de otros, permitir que aparte de mi otros también puedan meterte mano o follarte tanto de forma gratuita como cobrando. Lo más fuerte es lo de prostituirte pero como tú ya estas acostumbrada no tendrás problema. Eso o que lo sepan tus alumnos, tú decides.
– Podría encontrarme con conocidos.
– Es una posibilidad, pero si no lo haces puedes estar segura que muchos van a saber que lo hacías. De todas formas Antonio, tu antiguo jefe, a progresado y actualmente es socio de una agencia de escorts en la misma ciudad en la que estudiaste, lejos de aquí. Normalmente trabajarías allí los fines de semana, en caso de hacerlo aquí sería ir al hotel de alguien que esté de visita. Es difícil coincidir con un conocido, mira en nuestro caso hasta hoy nunca habíamos coincidido aquí, y han sido unos cuantos años. Antonio está muy ilusionado, se lo comente ayer y me dijo que si una universitaria tiene éxito una profesora prostituta mucho mas, evidentemente tus clientes conocerían tu profesión. ¿Qué dices?
– Tengo elección?.
– Si, eso o que tus alumnos se enteren de lo que eres.
– Parece que lo que pretendes fundamentalmente es prostituirme.
– Es una parte importante no lo voy a negar, tu cobrarías el 25%, puedes estar contenta muchas sumisas no cobran nada.
– De acuerdo acepto.
– Ahora te acompaño a casa, para ver dónde vives y para sacar te unas fotos, Antonio quiere empezar a anunciarte lo antes posible.