Una noche de lluvia cuando dormir no era una opción

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Esa noche de lluvía tu dormías placidamente a mi lado. Recuerdo observar como tu pecho se hundía y levantaba constantemente sin nervio alguno. Aunque me encanta el sonido de la lluvía repicando sobre las ventanas, esa noche tenía los ojos como un búho, mirando a la nada.

No suelo despertar a mi marido mientras duerme, ya que le cuesta mucho cojer el sueño y si lo levanto me siento mal, así que como tenía ganas de tocarle la piel, pero si trasnochar su sueño, decidí acariciar muy suavemente esa piel caliente que me mantenía alejado del frío enero. Mis yemas rozaron tu columna vertebral, poco a poco, de arriba a abajo, notando cada uno de tus huesos. Bajaba con el índice y subía con el corazón, un vaivén lento que provocó inconscientemente en ti un pequeño temblor, un movimiento como de cosquilleo que immediatamente hizo que tu cuerpo se estremeciera ligeramente.

Mis pies jugeteaban con los tuyos, rozando mis dedos por tus tobillos y subiendo por tu musculado gemelo. Mientras, me entretuve a besarte la nuca casi sin tocarte, poniéndote los pelos de punta solo con mi aliento. Mi trabajo sensorial dió su fruto porqué, poco a poco, tu pene que antes se encontraba flácido y recojido empezó a ponerse cada vez más duro, mostrando ante la ténue luz de la luna ese esplendor que tan loca me vuelve cuando hacemos el amor.

Aunque tu miembro me distrae por un momento de mi cometido (seguía sin querer despertarte de tu sueño), me propongo concentrarme y bajar mis manos a tu precioso y redondo culo. Deposito una mano encima de cada nalga, sintíendo y marcando cada centímetro de tu piel, recordando ese día que me dediqué a recorrerlo con mi lengua, viendo como te estremecías por el roze y su humedad. Inconscientemente, uno de mis dedos se hundió enmedio de ese paraíso y jugueteó cerca de l’ano. Un sonido emergió de su boca y, como un gato satisfecho, ronroneaba de placer con mi contacto. De forma casi instintiva, alargó su brazo y me rodeó, poniendo su pierna encima de la mía y dejandome de caras a él, mientras su boca dormida buscaba con ansias mi pezón.

Muchas veces, mientras yo dormia (o lo hacía ver, cerrando los ojos y respirando profundamente) se dedicaba a comerme los pezones, a lamerlos y estimularlos para hacer que yo fantaseara con mis sueños eróticos. Le encanta «manipularme» mientras duerme y hacerme gozar sin saberlo. Luego por la mañana me suelo despertar con las bragas empapadas o, en el caso de dormir desnuda, con una pequeña mancha en ésa sábana que justo acabábamos de cambiar.

Unos pequeños gemidos emanaron de mi boca, mientras cada vez me era más difícil poder aguantar las ganas de mastrubarle mientras descansaba. Algo me decía que, aunque estubiera muy mojada y con ganas de recibir unas buenas embestidas, no debía despertarlo. Mi yo interior bajó la mano mientras me debatía internamente, y alargó ésta para iniciar un suave movimiento de arriba hacía abajo, estimulando el glande de mi marido que ya empezaba a palpitar por todas las sensaciones que su cuerpo recibía descansando. Mientras, tu boca abosrbía cada vez con más fuerza mi pequeño pezón, que aunque la oscuridad lo bañaba todo, la luz de los rayos me dejaba ver como iba enrojeciendo cada vez más por la succión. Su mano bajo lentamente a mi pubis, dónde con una destreza incríble para un dormido empezó una suave tortura con mi clítoris, haciendo círculos con el dedo y llevándome al séptimo cielo.

Mi mano cada vez se movía más rápido por su tronco y intenté zafarme de él para iniciar una mamada que seguro lo despertaría de puro placer, pero su cuerpo me apretaba contra sí demasiado fuerte y no tenía posibilidades de movimiento. Me limité a besarle en la boca de forma fugaz mientras su mano no paraba de salir y entrar de mis bragas.

Los dos cada vez estábamos más acelerados, yo más que él debido a su plácido sueño, pero en un momento en que el cielo se iluminó por una traca de truenos y rayos, él explotó en un cálido orgasmo que bañó todo mi vientre de su espesa corrida. Unos últimos espasmos dejaron claro que su movimiento había finalizado, porqué de golpe noté como su mano paraba y mi clitoris se quejaba por su falta. Decidí limpiarme y dejar pasar unos minutos. Me sentía insatisfecha y aún extremadamente cachonda y volví a posar mi mano sobre su espalda ahora sudada. Con mis dedos recorriendo su columna, lo desperté con unas palabras en el oído y mientras se giraba para ponerse de caras a mi nuevamente, me puse a horcajadas dándole la espalda y metiéndome todo su rabo en la boca.

En el momento que claramente pude notar que estaba realmente despierto, me dí la vuelta, le besé en los labios y me encasté toda su polla dentro de mi, hasta el fondo, mientras esa noche de lluvía ahogaba los gemidos de mi ser.

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