Unas vacaciones en Noruega que cambiaron todo e hicieron que quisiera vivir allí, follando con mi tía y mi prima sin parar

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Obviamente no voy a poner los nombres reales.

No estaría bien. Tiempo después me di cuenta de que todo lo que me ocurrió fue tan poco consentido como realmente disfrutado por mí. Quizás tengo una parte enfermiza, quizás tengo una parte pervertida… y quizás toda mi familia lo sea porque lo que no me haya pasado con ellos…

Fue cuando tenía dieciocho años. Como iba a ir al año siguiente a la universidad, mis padres (que tienen lo suyo, pero es un episodio aparte) decidieron mandarme con la familia de mi madre, en Trondheim, Noruega. Yo ya había estado allí, varios veranos y un par de Navidades. Eso sí es blanca Navidad y lo demás es tontería.

Freya y Sigurd son encantadores. Freya es la gemela de mi madre, que se mudó a España, a la Costa Brava, se enamoró y se quedó con mi padre. Yo fui el resultado.

Me mandaron en avión directo Barcelona-Oslo y de ahí en un vuelo interno, a Trondheim, que está a mitad de altura del país, siendo su punto más al norte el círculo polar ártico. Allí los veranos no pasan de los veinticinco grados de media. Mis tíos viven a las afueras, en una zona cercana a un lago y metida en un bosquecillo.

Cuando llegué me recibieron con fiestas y un banquete, ellos dos y mi prima Lania, que joder, tiene veinte años y está mortalmente buena. Ya os contaré.

Los primeros días fueron una tortura. No sabía que eran… nudistas. Joder, sí. Tía Freya tiene cuarenta y largos, el cuerpo tonificado, con sombra de abdominales pues es una obsesa del ejercicio. Tiene el cuerpo blanco, sin pelos apenas salvo la coleta de la cabeza y los pechos son redondos algo separados por el ejercicio, de pezón siempre duro que apenas me dejó concentrarme además de tocarme como un mono cada noche. La raja del coño no podía contener un prominente clítoris y labios, y que además no se cortaba lo más mínimo en acariciar como con un tic. Sigurd, mi tío, también está muy bien de físico. Hace menos ejercicio, es arquitecto, pero está muy tonificado, marca pectorales y tiene un buen aparato que le colgaba y cimbreaba alegremente en los trotecillos que daba cada mañana y cada anochecer alrededor del lago. Y que nunca supe por qué, me la amorcillaba… luego sí supe por qué, pues resultó que soy bisexual. Y Lania… dios, Lania está buenísima. Es más natural que su madre, igual de alta, un metro ochenta, con los pechos más pesados, el pezón muy ancho y rosa; no marca abdominales, de hecho tiene un vientre normal, que al lado de su madre hace que parezca que tiene barriguita… pero hostias, hasta yo la tengo al lado de la pielseca de mi tía… pero pese a eso ambas saben bien…

Ya he hecho las presentaciones en esta especie de terapia. Bueno no, falto yo. Me llamo Adam, mido un metro ochenta, (Sigurd es algo más alto, metro noventa el muy bestia), estoy en buena forma sin llegar a la tableta de chocolate pero siempre he sido fan de la mountain bike y el remo, así que tengo buenas espaldas y piernas. Y por qué no, estoy contento con mi aparato. No soy un actor porno pero a mis dieciocho tiernos años, (y ya han pasado unos pocos desde aquello), estaba de muy buen ver y era solvente a lo que entrepierna se refería.

Una noche, cuando íbamos a cenar, me dije que ya estaba bien de tanto mojigaterío y me desnudé, pues sabía que mis parientes estarían también ya en bolas para la cena, en el porche, cerca del lago. No había mosquitos y lo alumbraban todo con unas lámparas solares que trazaban también un camino hasta el lago.

Cenamos. Aprobaron con sonrisas verme desnudo y desde luego la cena fue deliciosa: filetes de reno y guarnición de patatas en puré y frutos rojos. Hacía muy buena noche, a lo lejos ululó a lo lejos una pareja de búhos. Charlamos un buen rato (domino sin problemas el noruego, pues mi madre me educó en él, en casa hablábamos inglés entre nosotros en común y con mi padre español y catalán con mis primos y parientes. Políglota desde pequeño, ya veis) y después pasamos al interior, cuando empezó a refrescar. Pusimos una peli en la tele, y cuando me quise dar cuenta me había dormido. Al parecer debí escurrirme porque de pronto me desperté sobre unas piernas desnudas. Mi tía estaba acariciándome la cabeza. Miré hacia arriba y vi sus duros pezones, sus tetas, y su sonrisa. De pronto, en un lado escuché un ruido raro, como de succión. Mi prima. Lania estaba de rodillas delante de mi tío Sigurd, haciéndole una portentosa mamada. Sentí que mi polla crecía de golpe y algo la envolvía… las manos de mi tía, antes de darme cuenta, me estaban masturbando despacio, casi con cariño. Me tocaban los testículos despacio los sopesaban, me acariciaba con la yema de un dedo el perineo, casi hasta el ano, y volvían a mi polla que ya palpitaba. Me masturbó sin que yo pudiera moverme apenas por la impresión. Con un brazo me elevó la cabeza y me acoplé en ese pezón duro que me ofrecía y que me estaba obsesionando. Me lo metí en la boca y saboreé salado, por un poco de sudor, pero el perfume penetrante de su piel me inundó. No dejaba de pajearme, escuchaba los sonidos de succión de mi prima comiéndosela a mi tío. En otra ocasión, supongo, me habría sentido horrorizado por el incesto… pero aquello me estaba poniendo tantísimo y tan excitado que no podía pensar. Mi prepucio se retiraba y cubría el glande y lo notaba conforme mi tía aumentaba el ritmo y mi propio líquido preseminal lo cubría y facilitaba el movimiento. Me bajó el pellejo del todo y gemí mientras le chupaba y mordía el pezón. Ella me apretaba más hacia él. Y paró. Mi polla palpitaba, salvaje, en su mano, llena de venas, deseando correrme.

—¿Quieres más? —preguntó con una sonrisa maliciosa y la voz grave.

—Sí…

—Solo lo tendrás si haces todo lo que te pedimos. A veces te dejaremos pedir, también, pero tendrás mucho, mucho placer —recalcó la palabra placer apretándome fuerte la polla y llevando todo el pellejo abajo para acabar llenándose la mano con mis testículos.

—Vale.

—¿Harás todo lo que te pidamos? Puedes negarte, claro. Pero todo se parará.

—Sí… yo… vale. Quiero —no supe por qué escogí esas palabras, pero lo hice. Benditas palabras, en retrospectiva.

RECUERDO

Recuerdo entre nieblas de excitación moverme en el sofá, ponerme de pie y ver cómo mi prima se abría de piernas y se montaba a horcajadas a espaldas de su padre, para clavarse toda la polla de éste en su coño rosado. La vi sujetarse los pechos, apretarlos con fuerza, moverse arriba y abajo y gemir, gemir en alto.

—Fóllame, papá, fóllate a tu niña… joder, lléname el coño otra vez —decía, sacada de las más profusas fantasías pornografías que veía, me confesó, muchas veces en su residencia universitaria y se tocaba como una loca.

Mientras mi tía se arrodilló delante y se metió mi polla, entera, de una sola vez en la garganta, y la sacó. Lo repitió varias veces, chupando y lamiendo todo el cuerpo de mi polla hasta ensalivarlo tremendamente. Se lo volvió a meter en la boca pero muy despacio esta vez. Noté sus dientes, su boca apretada cubrir milímetro a milímetro toda mi piel hasta clavarse en mi pubis aguantando unos segundos ahí. Mi polla creció más. Sentí que se me llenaba más de sangre, mis huevos se encogieron, y me dieron ganas de cogerle la cabeza y follarme su boca.

Había tenido otras experiencias con chicas desde los dieciséis pero nada como aquello. Tía Freya se estaba tocando las tetas, los pezones, se masturbaba. El súbito pensamiento me cruzó la mente. Joder, con esa luz… era… era clavada a mi madre. Más blanca de piel, pero era igual que ella. Los dedos de los pies casi clavados, los labios, los ojos azules, las tetas… hostias, mi madre me estaba chupando la polla. Y me corrí. Quizás debiera haberme sentido enfermo, pervertido, malvado, roto. Pero no. Moví la polla varias veces en la boca de tía Freya, que se dejó hacer, y me corrí. Todo, entero, bombeado desde mis huevos hasta el fondo de su garganta. Y tragó, escuché que tragaba. Y la situación activó algo, porque aquella noche fue… memorable.

RECUERDO

Recuerdo cómo siguió. Me flojearon las piernas y tuve que sentarme. Nunca había tenido un orgasmo tan potente, desde luego que no, pero me encantó. Mi tía se levantó mientras se limpiaba rastros de saliva y de semen de la comisura de los labios.

—¿Quieres más cosas, Adam? —preguntó con los puños en las caderas. Su coño goteaba.

—Sí —dije ahí sentado, con la polla derrengada de gusto y deseando más.

En aquel momento mi tío y su hija estaban en el suelo, ella a cuatro patas mientras él se la follaba tirándole de los brazos por las muñecas. Aquella escena me impactó y recuerdo que un pensamiento extremadamente pervertido se cruzó por mi mente: estar en esa situación. Que me tirara de los brazos mientras mi polla se bamboleaba, jugosa y goteante mientras me follaba el culo… La mera idea me estremeció y mi tía lo leyó en mis ojos.

Mi bisexualidad era patente, más de lo que yo me atrevía a sentir, pues no quitaba ojo tanto de mi prima y su espléndida desnudez, mi tía que me iba a tomar al asalto otra vez, como la polla de mi tío, que hacía que me relamiera.

La vikinga se relamió, riéndose.

—Ya lo saborearás, Adam. Ahora vas a comer otra cosa.

Y dicho y hecho, estaba de rodillas en el suelo comiéndome el coño de mi tía. Se abrió de piernas, con las manos se separó los labios mayores para mostrarme una abertura goteante y rosada, un clítoris muy marcado y prominente y unos labios interiores que sobresalían, espectaculares. Me acerqué, olía fuerte, era resbaladizo, comprobé con los dedos y apliqué la lengua, los labios. Lamí y chupé ese coño por el que había salido mi prima que ahora, a mi espalda, estaba tumbada y era follada maratonianamente por mi tío. Comprendí que en parte era por el anillo de metal que se había puesto en la raíz del pene y que yo, al día siguiente, probaría también.

Me deleité en ese coño, le metí dos, tres dedos mientras le chupaba el clítoris y recorría en círculos sus alrededores con la lengua.

—Lo haces casi tan bien como mi hija —dijo apretándome la cabeza contra su coño.

Imaginarme la cabeza de Lania apretada contra el coño de su madre me excitó enormemente y la polla me volvió a tironear, creciendo.

Apretó los muslos la gemela de mi madre (¿sería así su coño? Me pregunté) y se corrió. No estaba preparado para lo que vino, porque no sabía lo que era la eyaculación femenina, pero pasó, y me salpicó el pecho. Me dejé caer sobre mis talones y luego me apoyé en el suelo, sobre mi espalda mientras ella seguía chorreando sobre mí en un indescriptiblemente bello arco que se me quedó clavado en la mente mientras me volvía a preguntar si eso también le pasaría a mi madre.

Mi prima gritó varias veces mientras se corría y mi tío también lo hizo, llenándola de su esperma. Y entonces vino lo raro.

—Limpiadlo —dijo Sigurd, en un gruñido, tras sacar la polla del coño de su propia hija—. Pero antes, Lania, déjalo caer encima de él. En su pecho. Y luego podéis limpiarlo. Adam, no te muevas. No lo hagas y te dejaré que te folles a Lania por el culo. Porque es muy puta y le gusta.

Tan dura como se me puso me pilló por sorpresa y casi me dolió, haciéndome gemir. Tía Freya y Lania se arrodillaron a mi alrededor. Lania se puso encima, dejándome ver un primerísimo primer plano de su coño de color rosa fuerte, con la vagina muy abierta por su uso y extremadamente lubricada, además de un pulsante clítoris. Y entonces, el semen blanco de su padre salió de su interior hasta caer, ardiendo como cera, en mi pecho. Aquello me excitó y mi tía no lo dejó pasar, apretándome la polla de nuevo.

—Vaya pollón se gasta el sobrino, Sigurd. Habrá que dar cuenta de él…

—Después, —replicó él desde el sofá, sentado, disfrutando de la vista.

El coño de Lania se movía con las contracciones que ella daba para sacar todo el contenido. Se metió los dedos en él, haciéndome vivir las mayores fantasías porno de mi vida, y cuando se aseguró de que no quedaba más semen, me los metió a mí en la boca. Y los chupé, joder, vaya que los chupé. Me encantó. Entonces ambas mujeres, de rodillas, cada una en un lado de mi cuerpo, empezaron a lamer. Lamieron el semen y la corrida de mi tía hasta limpiarme de todo fluido, dejando solo sus salivas. Si se encontraban, se besaban compartían el semen en sus lenguas. Cuando acabaron, ambas dieron cuenta de mi polla empalmadísima. Esta vez me la chuparon entre las dos. Ambas la chupaban de forma parecida y distinta a la vez. Lania movía la lengua más y lamía todo el tronco mientras su madre chupaba.

—Basta. Que se guarde algo hasta mañana —dijo Sigurd—. No queremos agotarlo.

—Nononono… —empecé a decir.

—Has prometido hacer lo que te dijéramos, Adam.

—Ya pero… estoy empalmadísimo… no me podéis dejar así…

Sigurd se rio.

—Vale. Por esta vez. Pero serás obediente y follarás más. Y serás follado, sobrinito.

Se me encogió más el escroto. Lania lo notó y se rio poniéndome la mano caliente en mis ensalivados y resbaladizos testículos de piel casi blanca.

Y Lania acabó la faena. Me sentó en el sofá y me la chupó con fuerza y vehemencia, con ganas de que me corriera. Se metió mis huevos en la boca y los chupó, mordisqueó la piel y tiró de ella. Me acarició el perineo con la lengua, y cuando se calzó mi polla hasta la garganta, masturbada a toda velocidad con su mano y sus labios, me metió un dedo por el culo. Al principio me ardió pero algo tocó que hizo que me corriera con fuerza, arqueando la espalda, u clavándole la polla en el fondo de la garganta. Me derramé en su garganta con fuerza y, de nuevo, arqueando la espalda por la potencia y la novedad.

RECUERDO

Amanecí en mi cama. No sabía cómo llegué ahí. Estaba desnudo. Me desperecé. Creí que todo había sido un sueño, pero entonces descubrí que me habían dejado un regalito. Un lazo de tela en la polla. Me reí.

Me lo quité, sacándolo, no deshaciéndolo y dejándolo en la mesilla de noche. Me di una ducha y, desnudo, me bajé a desayunar, ya limpio y por primera vez con toda el área genital depilada y oliendo mejor. Al llegar vi que la familia ya se había levantado y me sonrieron. Todos me miraron la entrepierna que se ensanchó, contenta de la atención. Me senté, tras servirme una taza de café y dar los buenos días, y todos me besaron en la boca. De nuevo los pezones de mi tía me llamaron la atención, siempre duros, y ahora conocía su sabor y textura al mordisquearlos. También los de Lania que estaban distendidos y anchos, rosados y deliciosos. Aún no los había probado.

—Hoy te toca hacer lo que te digamos, Adam. En la familia lo hacemos así. Un día por semana uno sirve a todos en lo que ordenemos, el resto de días da órdenes y los días en los que nadie está sometido nos divertimos de otras formas —dijo tía Freya—. Puedes parar cuando quieras porque es tu primer día. Para que no te sientas mal, Lania también estará sometida hoy. Poneos los collares.

Dejó dos collares en la mesa. Uno verde y otro rojo. Lania cogió el rojo y se lo puso rápidamente. Yo tardé algo más.

—Adam, normalmente damos órdenes y castigos, pero te iremos preguntando. Cuando lleves el collar serás ese color. Te llamaré «Verde». ¿Entendido?

Asentí. Estaba hecho un lío, pero les seguiría el rollo. Parecía entretenido.

—Ahora, Verde, nos vamos a correr un rato —dijo levantándose, Sigurd, cogiendo una correa de metal para pasear perros.

Nos calzamos las deportivas y empezamos a trotar alrededor del lago. Después de dos vueltas yo estaba extrañamente excitado. Veía la polla de mi tío bambolearse de lado a lado y la mía empezó a crecer. Al final de la tercera vuelta estaba empalmado. Sigurd se detuvo y se rio. Se quitó las deportivas y me ordenó que lo siguiera al lago. Agotadoramente dimos dos largos (el lago es bastante largo) y mi erección desapareció por lo fría que estaba el agua. Al salir, temblaba. Nos acercamos al porche, con sus dos grandes sillones.

—No, Verde, no puedes sentarte. Hoy eres un siervo. De rodillas.

Me reí. Parecía un puto esclavo. Pero me hizo gracia y me arrodillé a su lado.

—Ayer te excitaste y llevo este tiempo viendo que se te pone dura viéndome la polla —dijo empezando a tocarse. Su monstruosa polla le obedeció como un leviatán de carne. Se hinchó, las venas la surcaron, el capullo emergió, morado y espléndido—. Va siendo hora de que saques tu parte más bisexual del tema. Ven. Lámela.

Me puse muy nervioso, excitado, liado, me palpitó la polla con fuerza. Me moví.

—No puedes ponerte de rodillas. Quédate a cuatro patas y no uses las manos. Solo la boca y la lengua.

Y lo hice. Por primera vez lo hice. Chupé y lamí una polla. Y la sensación fue mucho mejor de lo que había podido imaginar. Estaba muy caliente, me encantó besarla, lamerla, olerla. Sentir la piel tersa del glande en mi lengua y entre mis labios, introducirla despacio dentro de mi boca. No me cabía entera, como a Freya y Lania, pero podía trabar bastante. Chupé, chupé como me gustaba que me la chuparan a mí. Me entretuve, me encantó, lamí sus pesadas pelotas que tanto saltaban y acompañaban ese pollón.

En algún momento escuché a Sigurd, que estaba disfrutando por cómo le latía el miembro, y con los brazos extendidos en el respaldo del sofá, decir algo. No supe que era hasta que me ocurrió. Roja. Roja me estaba separando las nalgas y lamiéndome el ano. Su lengua jugó con mi perineo, con el esfínter, lo ensalivó entero. La lengua presionó el ano y trató de entrar, ensanchándose débilmente a su alrededor. Sus manos me masturbaban como ordeñándome, llenándose previamente las manos de saliva para lubricarla. Yo chupaba con gusto y sentí que Sigurd me ponía la mano en la cabeza. Iba a correrse. Me soltó, para que, si quería, me apartara, pero no lo hice. Entonces tiró de la correa, enrollándosela en la mano y apretó con fuerza contra su polla. Y sentí. Sentí la lengua de Roja ardiendo en mi culo, sus manos apretando y masturbando con mucha fuerza cosa que hizo que, mientras mi tío se derramaba en mi boca corriéndose con la fuerza de una manguera, me corriera yo también en el suelo mientras ella no dejaba de masturbarme. Los labios me palpitaban y la polla explosionaba una y otra y otra vez, llenándome de semen la boca y la garganta, resbalando por el tronco, por sus huevos. Lo lamí todo, lo recogí mientras gemía porque Roja no dejaba de masturbarme hasta que, inopinadamente volví a correrme.

Yo creía que me había corrido en el suelo, pero no. Casi todo el semen fue recogido por la mano izquierda de Roja, que me la acercó y entre ambos lamimos y limpiamos su mano y los huevos de su padre, para seguir besándonos.

Sigurd me susurró y entonces masturbé a Roja para que se corriera, tocando el coño de mi prima por primera vez y penetrándola con los dedos por sus dos orificios (cosa que me puso salvajemente dado que era el primer ano que manipulaba) porque no me había dejado follármela. Aún. Y no habíamos llegado a la tarde cuando me descubrí totalmente entregado a las prácticas de la casa de mis tíos.

La tarde, después de comer, fue entretenida. Mis tíos salieron a comprar (vestidos) y volvieron al cabo de una hora. La orden que me dejaron fue una fantasía: follarme a Roja, pero teníamos prohibidos los dos corrernos. Además, tío Sigurd me puso un anillo de metal en la base del pene y los testículos que hacía la erección mucho más dura. Y no me la podía quitar: iba cerrado con un tornillo Allen.

Roja empezó comiéndome la polla con cara de vicio. Entonces supe que era algo que siempre había querido hacer, que siempre me había tenido enfilado, deseosa de tocarme y poder acostarse conmigo. Ambos estábamos atados con correas a la mesa del salón y nuestras actividades la rodeaban. La acosté sobre la gran mesa de madera y, con la polla rezumante y cubierta de saliva suya, sentado en la silla, le comí el delicioso coño rosado y chorreante. Ella gemía y yo tenía que pararme de vez en cuando para evitar que se corriera. Pero cuando le empecé a lamer el ano, cuando se volvió, apoyándose en la mesa y mi lengua entró en su ano despacio y presionando, ella no pudo evitar el orgasmo. Se corrió por el culo (yo no sabía que eso se podía) con el ano comprimiéndose y abriéndose, con espasmos continuos y gritos y gemidos. Yo me reí, malvadamente, pensando en qué harían tío Sigurd y tía Freya con ella.

Después fue peor, porque, al penetrarla, al estar por fin dentro de ella el que casi se corre fui yo. Ella lo puso todo de su parte porque lo hiciera, gimiendo, arqueando las caderas, tocándose los pechos y tirando de ellos, diciéndome que le chupara los pezones, que era mi guarra, mi puta, mi esclava. Todo lo que se le ocurrió para que me corriera. Me vengué, entre risas: la puse del revés, a cuatro patas en el suelo y la sodomicé. Ya tenía el culo muy dilatado, al parecer lo había practicado mucho porque no tuvo problemas en aceptar mi polla endurecida y venosa, congestionada, metida hasta la raíz en las profundidades de su culo. Me moví como un poseído, intentando no correrme cuando llegaron mis tíos. Sonrieron al ver a Roja sodomizada, las tetas moviéndose en un fuerte vaivén. Y sucedió.

Tras ordenar la compra, tío Sigurd volvió de la habitación con una erección monstruosa. El bote de lubricante que siempre estaba en el salón hizo ruido al servir dos raciones y, sin dejar de follar el culo de Roja, sentí cómo lo aplicaba en mi culo. Y lo hizo. Muy poco a poco, pero lo hizo: me penetró. Me folló el culo. Me tiró del pelo y me dijo que no me corriera hasta que él lo hiciera, hasta que me llenara de semen, de su semen. Dios el culo apretado de Roja me estaba torturando y no pude evitarlo. Ella tuvo otro orgasmo anal y cuando se corrió, mi polla explotó. Me dolía el glande de la congestión, y mi polla empezó a arrojar chorros de semen como nunca en mi vida. Al hacerlo mi culo también se comprimió y escuché a tío Sigurd gemir y clavármela tan profundamente que me hizo gritar. Sentí los chorros de su semen llenar mi culo mientras yo llenaba el de su hija. No tengo reparos en decirlo: fue tan intenso que me desmayé.

RECUERDO

Recuerdo que me desperté en mi habitación. Olía a ungüento, me dolía el culo, que estaba muy irritado (nunca lo habían usado así y yo solo había usado un dedo cuando jugueteaba en la ducha) y me encontraba exhausto. Me habían quitado el collar, y justo a mi lado, sentada en la cama, vi que estaba sentada Lania. En ese momento ni ella ni yo llevábamos puestos los collares. Su rostro mostraba preocupación. Estaba desnuda, y deliciosa. Olía a mañana fresca y a limpio. Se había duchado.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Sí… yo… ¡au!… joder, vaya pollón se gasta el tío Sigurd… me duele todo el culo hasta la espalda.

—Creo que se entusiasmó —opinó con un dedo en los labios—. Subirá en un rato. Por supuesto, si no quieres volverte a poner el collar, jugar con nosotros…

—No, no, no, calla, calla. Si me está encantando. Pero no sé por qué de pronto todo se puso en negro y…

—Te desmayaste. A veces pasa. Además no pareces estás acostumbrado a… todos estos juegos.

Hubo un momento de silencio. Me senté en la cama despacio, sintiendo el frescor del ungüento que me habían puesto en el ano. Se me pusieron duros los pezones de golpe. Tomé un poco del zumo de arándanos que me habían dejado en la mesilla. Sabía a las mil maravillas, tenía la garganta seca, y la fructosa de la fruta me sentó muy bien.

—Lania, prima, ¿puedo preguntarte algo?

Ella me miró. Su cara pecosa sonrió y sus ojos azules me sonrieron. Se volvió y sentó delante de mí, con las piernas cruzadas.

—Sí, claro.

—¿Cuánto llevas con estos… juegos? Es decir, no son normales en las familias. Ya sabes a qué me refiero…

Era una pregunta delicada, desde luego, pero mi prima se limitó a sonreír.

—Desde que soy mayor de edad. Desde los 18. Veía a mis padres, que nunca me ocultaron sus prácticas. No eran explícitos, desde luego, y las partes más duras se las guardaban, pero cuando me contaron lo que hacían me dijeron que si quería participar era libre de probar. Yo ya había tenido escarceos con chicos, y con chicas, y con mis padres… bueno, nunca mi importó verlos desnudos y me ponía muy, pero que muy cachonda. No hacían sexo explícito delante de mí mientras era menor, pero yo me escondía y los veía. Veía las mamadas que hacía mi madre, a mi padre follarla, comerle el coño, ver a mi madre follarse a mi padre con un strapon… vi muchas cosas. Yo me tocaba a escondidas, y pronto vi que los chicos no solían compartir esas perversiones. Se tensan en cuanto te acercas a sus culos. Solo con lamerlo se ponían nerviosos. Y las chicas no siempre están por la labor. Aunque tengo novia y ya hacemos algunas cosas. Pero aún no la he traído a casa en este plan. No sé si está preparada.

Lania me estaba haciendo una confesión en toda regla, tirándose del cabello rubio rojizo, haciendo y deshaciendo un rizo. Su cabello había salido más a Sigurd que a su madre, tiraba al pelirrojo, aunque su padre ya lo tenía canoso.

—Haremos una cosa —dijo mi prima cambiando de tema—, acabaremos el día pero de otra manera. A mí aún me tienen que castigar por haberme corrido tres veces sin permiso. Y parte de la culpa es de esto —rápidamente me cogió la polla, fláccida en ese momento pero que empezó a reaccionar a la atención que le estaba prestando; siempre tan protagonista…—, así que les he pedido que seas tú quien me castigues. Así pruebas un poco del otro lado. Y ya veremos si hay ánimos de que te vuelvas a poner el collar. ¿Te parece?

Medité durante unos segundos. Era difícil de decidir. Era difícil porque Lania no dejaba de acariciarme el miembro.

—¿Castigarte?

—Ya verás —me dijo. Y acto seguido se inclinó para chupármela, de rodillas, con el culo, ese delicioso culo en alto. Al a porra el descanso.

Me la chupó entera, se la introdujo hasta el fondo. Sus labios presionaban, su boca era como una mano y chupó fuerte y constante buscando que me corriera. Placer egoísta. Me incliné hacia atrás. Justo antes de correrme ella lo sintió, y se apartó, masturbándome con la mano. Yo iba a protestar, pero el orgasmo me llegó con fuerza de nuevo y ella apunto con mi polla a mi propio pecho. Todo mi esperma me cubrió en fuertes chorros que casi quemaban. Cuando acabé, con la polla dando saltos, a su rollo, ella se reía, me miraba, se relamía. Tenía los pezones duros. Me tumbó un poco y me empezó a lamer todos y cada uno de los sifonazos de semen. Me reí. Qué otra me quedaba. Joder, vaya familia.

Nos duchamos. Una cosa que no había podido apreciar era que llevaba puesto un plug anal con una pequeña argolla. Se lo toqué y ella se limitó a sonreír y a besarme. Era la primera vez que nos besábamos, que nos besábamos de verdad, que nuestras lenguas se encontraban. Me la había follado por todos sus orificios, la había sodomizado y ella me había lamido casi todo el cuerpo pero aún no nos habíamos besado. Y fue instantáneo. Las lenguas exploraron con profundidad, mis manos apretaron sus pechos con fuerza y ella gimió. Le lamí el cuello allí en la ducha, mordí sus pezones, busqué su vientre y le comí el coño con ansia desesperada. Me supo distinto en ese momento, no era sólo lujuria, era hambre.

Le retiré el plug del culo. Ella gimió. Se lo abrí, se lo lamí, y la penetré con fuerza. Largas penetraciones, lentas, torturantes, hasta que me pude correr en su interior y ella se corrió a su vez por el culo, por el coño, en su clítoris, hasta por la piel. No sé qué ocurrió, solo que nuestras lenguas estaban unidas mientras ocurría y yo me derramaba dentro de ella.

RECUERDO

Un par de horas más tarde, puesto que nos tomamos una pequeña siesta, bajamos. Tía Freya y tío Sigurd estaban en la cocina, con delantales, preparando un asado de ternera, y me preguntaron cómo estaba. Nos vieron bajar cogidos de la mano y sonrieron. No lo pudieron evitar y ellos se besaron entre risitas tontas y enamoradas. No todo era sexo en esa familia. Hasta un rato después de cenar Lania no se puso el collar de nuevo. Antes de que acabara el día tenía que recibir su castigo por díscola. Yo, después del sexo de aquella tarde, estaba agotado. Me mantenía despierto por pura voluntad. Y más después de tantas corridas, el dolor de mi culo pero el placer intenso de haber sido follado, las ganas de más pero apenas podía tirar de mi pellejo.

El castigo determinado fuero quince azotes con una vara en su culo. Una simple vara verde de fresno. Tío Sigurd me dijo cómo tenía que azotar mientras Roja estaba con el torso apoyado en la mesa y las manos sujetando la tabla.

Entonces, la castigué. Lo hice. Quince golpes con la vara. Dejaron señales en ese culo perfecto, líneas rojas en distintos ángulos. Roja gimió en cada uno de los golpes, pero le habían puesto como mordaza una de sus bragas. Cuando acabé, inmediatamente, tía Freya le untó el trasero con un gel fresco para la piel. Yo sabía que también debería haber sido castigado pero estaba tan cansado que me lo dejaron pasar. A fin de cuentas era mi primer día en los juegos de la casa.

Esta vez sólo os contaré hasta aquí. Estoy cansado y mientras escribo esto, debo deciros que estoy desnudo, con Roja comiéndome en profundidad la polla y ambos con la prohibición de corrernos. Un plug de respetable tamaño me taladra el culo, pegado por una ventosa en la silla en la que estoy sentado y unas pinzas me muerden los pezones, unidas a los pezones de Roja.

Me ha llevado cinco horas escribilo y ha sido una verdadera tortura cada uno de los días que me ha tocado escribir hasta completarlo en este punto. Y me ordenan mis tíos que responda vuestras preguntas, si las tenéis, en otro escrito.

Qué cabrones. Menos mal que mañana cambiarán los papeles… Y todos serán mis putas.