Unas vacaciones que acaban abriendo mi mente y mi sexualidad
Después de la cuarentena, y con unos abuelos deseosos de quedarse con los pequeños, mi mujer y yo logramos cogernos una semana de vacaciones para los dos solos. No eran unas vacaciones cualesquiera, con 34 años ambos y desde que nacieron los niños, nunca habíamos dispuesto de tantos días para nosotros solos seguidos.
Siempre quisimos ir a Las Islas Canarias y dado nuestro reciente adquirido afición por el submarinismo no dudamos en disfrutar allí la semana. Elegimos la isla de Gran Canaria hospedándonos en el hotel El Greco al lado de la playa Puerto Rico.
Era verano y hacia un tiempo estupendo, la habitación suite era increíble. Tenía un moderno y lujoso dormitorio, baño, una amplia terraza y un salón con sofá y televisión LCD vía satélite. Además de una cocina con una mesa de esas empotradas para poder picar algo cómodamente.
Mi mujer, Cristina, se dejó caer sobre la cama fingiendo desmayarse sobre ella nada más llegar. Mientras yo deshacía las maletas. No tardo en llamar y reservar en un centro de submarinismo llamado Top Diving Gran Canaria. Contratando varias salidas variadas. Cuevas marítimas, Pecios… un completo.
Habíamos llegado tarde así que decidimos dejar la playa para otra ocasión y decidimos ir a tomar algo antes de ir a dormir. Buscando en Google encontré un bar con cervezas de importación llamado Wig Wam por lo que nos pasamos por allí.
Un indio de madera decorativo daba la bienvenida al lugar. Nos sentamos en una mesita que daba acceso a la calle y nos pedimos unas cervezas.
Tuvimos suerte pues el local estaba lleno, habiendo gente muy variada, sobre todo turistas extranjeros. Chocábamos visualmente con la gente que había ahí pues todos portaban una mezcla de ropa de calle y de playa.
Charlábamos de cosas superfluas, aunque siempre acaban saliendo los niños en la conversación, uno cuando es padre ya los tiene siempre en mente y aunque quieras siempre aparecen. Entre risas y conversaciones mi mujer me interrumpió.
-El chico joven de la barra no ha dejado de mirarme. – Intenté no mirar hacia la barra, pero observé que mi mujer sonreía, que pese a lo que dijera le gustaba la situación.
-Voy al baño. – Así aprovecharía y vería quien tenía tanto interés y descaro de mirar a mi mujer.
El chico era joven, veinteañero, de piel bronceada y cabello castaño. Probablemente era nativo de la isla. Al salir del baño noté que mi mujer le miraba a él como curiosa. Volví a sentarme y le propuse pagar e ir a descansar al hotel.
Llegamos al hotel y antes de que cerrara la puerta de la habitación mi mujer ya se estaba quitando la ropa. Me agarró de la camiseta y me sentó en la cama mientras ella baja por mi torso hasta agarrar mis pantalones y bajármelos. Estaba tremendamente excitada.
Agarró por la base mi pene erecto y se lo llevo a la boca para devorarlo con fiereza. Se introdujo todo lo que pudo en la boca y comenzó desde ahí un vaivén frenético. De vez en cuando paraba y se la sacaba de la boca para pajearme y comerme las pelotas las cuales succionaba con fuerza y lujuria.
Se puso en pie y de un empujón me tumbo en la cama y se sentó sobre mí introduciendo mi polla en su coño, el cual no recuerdo cuando estuvo tan húmedo. Me cabalgaba con fuerza mientras llevaba mis manos a sus pechos. Lo estrujaba con fuerza y jugaba con sus pezones. Se inclinó hacia mí y me beso. Su boca sabía a cerveza y a mi propia verga lo cual me excitó más. Puse mis manos en sus nalgas y trate de acariciar su ano, pero me quito la mano enseguida. No le gustaba el sexo anal, pero al estar tan cachonda tenía que intentarlo.
Cambiamos de postura, se tumbó encima de la cama agarrándose los tobillos con las manos dejándome al completo descubierto su entrepierna. Hundí mi cara en ella y saboreé el dulce manjar que me ofrecía. Lamía su clítoris con fuerza y ella se estremecía con gemidos leves. Mi mujer me agarro de la cabeza y tiro para arriba para que la penetrara.
Me abrazo con sus piernas mi cintura y al compás de mis embestidas movía su cadera. Me mordía los pezones mientras la penetraba profundamente. Con una mano me arañaba la espalda y con la otra empujaba mi culo hacia ella para acelerar las envestidas.
Finalmente cambiamos de postura. Se puso a cuatro patas apoyando su cabeza en la cama y masturbando su clítoris. Yo se la metí con fuerza y ella gemía cada vez más fuerte con sus ojos cerrados.
-¿Te estas imaginando con el chico del bar eh?- La dije mientras la percutía.
-Si…- Dijo en un tono bajo que se fue diluyendo en un orgasmo fuerte, le temblaban las piernas.
No pude aguantar más, y me corrí dentro de su coño mientras cacheteaba sus preciosas nalgas. Al sacar mi polla un hilo blanco salía de su coño, algo que me encantaba ver, se resbala por su pierna hasta tocar la cama.
Fue una noche maravillosa.
Al día siguiente pasamos una mañana de relax. Desayunamos tranquilamente y fuimos a la playa tranquilamente pues por la tarde tendríamos nuestra primera salida de buceo. Comimos tranquilamente en un restaurante del puerto y dormimos una buena siesta.
Por la tarde llegamos al sitio de buceo y nos llevamos una sorpresa cuando nuestro guía era el chico de la barra del bar. No dijimos nada, solo nos miramos y nos reímos pues nos pareció una increíble coincidencia. Estábamos nosotros dos, un grupo de tres universitarias y el guía.
El chico, que se llamaba Mateo, era muy majo y a las cuatro chicas les hacía gracia sus comentarios jocosos, imagino que estuviera bueno ayudaba.
En nuestra primera inversión nos llevó a una zona en la que el agua era muy clara, había bancos de peces, una mantarraya, tortugas enormes… Pero la joya de la corona fue cuando un tiburón ballena llego a la zona. Yo la verdad no me atrevía a acercarme pese a que el enorme escualo parecía curioso ante nosotros. Las jóvenes tampoco se movían del sitio salvo para seguir con su cámara acuática al titán acuático.
Pero mi mujer que es la curiosidad hecha persona siempre tiene que tocar, el guía le agarró de la mano y nadaron hasta situarse cerca del animal. Y cuando este nado muy cerca de ellos, el cogió la mano de nuevo de mi mujer y la poso en el lomo, que se deslizaba ahora bajo la palma de mi mujer. Parecía que, en ese momento, el tiempo se detuvo.
Al terminar, mientras limpiábamos el material el chico dijo que pocas personas se atrevían a hacer lo que había hecho Cristina y que habíamos tenido mucha suerte de ver un Tiburón ballena en la primera inversión.
Nos fuimos a duchar en las instalaciones. No suele ser el mejor sitio del mundo para hacerlo. En mi caso solo había una ducha y ya estaba ocupada por el monitor por lo que me toco esperar a que terminara.
Cuando por fin logré ducharme al salir del vestuario masculino me encontré a mi mujer hablando con Mateo riéndose. Él resaltaba la valentía de mi mujer para con la ballena. Y la verdad es que era de elogiar.
-La verdad es que me habéis impresionado y eso que me dijisteis que era la segunda vez que buceabais. – Dijo con una sonrisa en la cara. -Parece vuestra primera vez en la isla, y como parece que os gusta los buenos tenderetes aquí os dejo una recomendación, – Nos dio un flyer de un local llamado Aqua Ocean Club.
Pasamos el resto de la tarde descansando en la playa, y durante la cena discutimos sobre ir al local pues tenía buena pinta.
El sitio la verdad es que estaba chulísimo, era un lugar de cocteles, cachimbas, tenía un DJ además de zonas exclusivas con el dentro del local al aire libre. La gente iba bien vestida incluso con adornos festivos como collares, gorros o gafas.
Pedimos unos Gin&tonics y nos sentamos en una mesa alta a disfrutar de la noche. No habíamos bebido cuando vimos a Mateo pasar por delante nuestra. El no se había fijado en nosotros, pero mi mujer le saludo rápidamente.
– ¡Hola!, ¡Muy buena recomendación! – Lanzó un brindis al aire con su copa.
– ¡Habéis venido!, ¿Os gusta el sitio? – La sonrisa parecía perene en su cara.
-La verdad es que si, están siendo unas vacaciones redondas. – Acerté a decir.
-Y no habéis visto nada… Las islas son pequeñas, y alejadas del continente, pero aquí es todo un mundo aparte, espero que disfrutéis estas vacaciones seguro que serán inolvidables. – Miro hacia nuestras copas.
Le pedí una para invitarle y estuvimos hablando un rato de cosas que hacer en la isla hasta que empezó a sonar una canción que a Mateo parecía gustarle. Nos invitó a bailar cosa que rechacé pues estaba cansado. Mi mujer hizo lo mismo, pero él la insistió un poco y acabo cediendo. El baile era una salsa, que por el tono y estilo era cubana.
Estuvieron bailando horas mientras yo me divertía viéndolos. No bebía mucho, pero sí que me tome un par de copas.
Ya de madrugada cerraba el local así que decidimos regresar al hotel, nos despedimos de Mateo. Mi mujer estaba completamente sudada y notaba que se lo había pasado bien. Llegamos a la habitación y yo caí redondo en la cama mientras mi mujer se fue al baño. Escuché como encendió la ducha así que me dispuse a dormir.
No conciliaba el sueño por el sonido de la ducha, y esta llevaba ya mucho rato puesta así que me asomé al baño y vi a mi mujer a través de la mampara, debajo de la ducha la cual vertía sus gotas de agua que recorrían el cuerpo de mi mujer, masturbándose con los ojos cerrados y luchando por no gemir demasiado alto.
Me volví a la cama y me quedé pensando con los ojos cerrando y el sonido del agua caer de fondo. Mi mujer no tardó en llegar y acostarse en silencio. Pensé en decirla algo, pero decidí que mejor dormir.
La mañana siguiente fue tranquila y relajante sin nada que mencionar. Por la tarde tuvimos otra escapada submarina, esta vez a un pecio no muy profundo, un barco en el que la vida marina se había abierto paso a través de él.
La experiencia estuvo muy bien, pero sin el toque de peligrosidad del día anterior, pero sin ser peor experiencia la cual recomiendo. Ya en las duchas Mateo volvió a entrar primero salvo que esta vez me dio conversación.
-Ayer nos lo pasamos muy bien. Tu mujer, si no te ofende que lo diga, baila muy bien, tienes mucha suerte. –
-Ya, salvo que a mi bailar no me gusta, y es una pena, pero bueno menos mal que estabas tu para que pudiera bailar. –
-Pues esta noche volveré a ir, espero veros. – Dijo dejando el asunto ahí.
La noche fue como la anterior, salvo que esta vez al llegar al hotel no se fue a duchar. Estaba tanto o más sudada que la noche anterior. Pero esta vez me empujó a la cama y me folló salvajemente, me cabalgaba como una valkiria lo haría en su última carga en la batalla. Lo hacía con los ojos cerrados y yo sabía lo que se estaba imaginando. Tono no soy, y tampoco es que me importase.
Al día siguiente decidí que iba a dar un vuelco a la situación y cambiaría la manera de pensar. Y allá que fui. La desperté con un cunnilingus. Especialmente esto me gustaba porque estaba tierna como digo yo cuando está dormida.
Fuimos a desayunar y la lleve de tiendas en vez de a la playa. La compre un vestido corto florar especial para bailar, y ella aprovecho para comprarse varias cositas que seguro tenía fichadas de antes, pues al final las tiendas siempre son las mismas…
Fuimos a comer pescado, bebimos buen vino y realizamos una buena sobremesa a la española, que por supuesto incluía siesta.
Por la tarde fuimos a la última incursión en la que vimos corales y varios invertebrados como sepias. Una tortuga bastante grande se comió un pez pequeño delante de mí siendo más rápida de lo que cabía esperar y fuimos engullidos por un banco de lo que parecían sardinas.
Cuando terminamos y volvimos a las duchas seguimos los mismos turnos de los días previos, pero esta vez sería distinto.
– ¿Esta noche volverás al local? – Le pregunté sin tapujos.
-Si claro, más si vais vosotros. – Le adivinaba la sonrisa que estaría poniendo detrás de la cortina de la ducha.
-Seguro que más por mi mujer que por mí. – Sinceramente esperaba silencio después de esto, pero me equivoqué.
-Teniendo la mujer que tienes es lo que debes esperar de la gente. Tu mujer es un huracán que revuelve todo lo que tiene dentro un hombre. –
-No tenía idea de que los demás pudieran verla así. – Le confesé, pues normalmente uno piensa que su mujer es para él, pero bien era cierto que esto es un punto de vista corto.
-No te lo voy a negar, yo, como cualquiera que tenga sangre en las venas querría acostarse con tu mujer. Pero tranquilo yo respeto a las parejas. – Pareció muy sincero diciendo esto y provocó una pausa silenciosa bastante larga.
-Verás lo he estado pensando, y si se da la oportunidad, no me importaría compartir a mi mujer. – Él sonrió como hacía habitualmente.
-Si lo veis bien los dos por mí no hay problema. Yo esta noche estaré allí y lo que tenga que surgir que surja. –
Me fui con esa idea, no lo había hablado con mi mujer, pero yo presuponía que ella querría, pero en ese momento me equivocaba. Es difícil abordar inicialmente el tema, así que, cuando llegamos al hotel para arreglarnos decidí abrir la conversación como mi leve espionaje en el baño.
-Cariño, el otro día cuando volvimos del club, quiero decirte que te vi en la ducha. – Al principio no decía nada. -He imagino con quien te imaginabas dentro. Solo quería decirte que no me importa. Me parece bien y si tú quieres podríamos probar algo nuevo. –
– ¡Tú no me quieres! – Atajo a decir rápidamente.
-Claro que te quiero, solo te decía que no me importa, y si te sientes atraída sexualmente por él, podríamos hacer un trio de manera esporádica. –
-Claro, ¿pero tú te piensa que él va a querer algo así?, vamos a dejar el temita. – Se hizo un silencio breve y cambió de tema.
Fuimos a cenar y el resto de la velada fue normal, hasta que llegamos al club. En cuanto Mateo la sacó a bailar, de repente actuaba distinto. Se acercaba más a ella, sus manos se acercaban mucho más a su trasero, pero sin llegar a tocárselo y la acercaba más a él.
En un momento dado él se fue al baño y Cristina volvió a la mesita de pie donde estaba yo.
-Creo que esta empalmado. – Lo dijo muy tímidamente.
-No te lo dije antes porque piensas que te veo con otros ojos, pero en realidad cualquier chico de este local de follaría encima de esta mesa ahora mismo. – La sonreí mientras veía que Mateo se acercaba. – ¿Quieres una prueba?, Mateo, entre nosotros, ¿Tú te follabas a mi mujer a que sí? – Mi mujer no sabía dónde meterse.
-Como a ninguna otra. – Sonrió.
– ¿Nos dejas un momento Mateo? – Le pidió de mi mujer con el tono más cortés que pudo sacar.
-Como desees, voy a pedir algo de beber. – Y se dirigió a la barra.
– ¿A que estás jugando? – Me dijo algo furiosa.
-A que desates tus instintos, yo sé que quieres, a mí no me importa, es más deseo que ocurra. Aquí no nos conoce nadie, podrías ser tu misma nadie y menos yo te va a reprochar nada. – Se quedó pensativa.
– ¿En serio no te importa verme con otro hombre? – La duda estaba ahí.
-Me pone. – Mateo regresaba. Y mi mujer sin mediar palabra le planto un beso en la boca hundiéndole su lengua hasta la campanilla.
– ¿Esto te pone? –
-Si. – Dije lo más seguro de mí mismo que pude.
-Pues vámonos al hotel ya. – Mateo al oír eso dejo la copa entera en la mesa.
-Esta ha sido la mejor copa de mi vida. –
Nos fuimos al hotel y estábamos tensos, y yo creo que se notaba. Pero al entrar en la habitación la tensión fue desapareciendo. Mateo iba sobando ahora si el culo de mi mujer. En cuanto entramos mi mujer nos sentó en la cama y empezó a sobarnos los paquetes. Sin levantarnos ninguno del sitio nos quitamos las camisetas, zapatos, calcetines… mientras ella desabrochaba nuestros cinturones.
De dos sendos tirones nos dejaron los pantalones a cada uno en los tobillos dejando ante ella nuestras pollas tiesas. Se relamió y las agarró ambas con las manos y las empezó a pajear. Luego se metió la polla de Mateo en la boca mientras me miraba. Se la metía hasta el fondo y la sacaba. Luego intercambio situación y empezó a chupármela a mí.
Iba alternando hasta que intento meterse las dos pollas a la vez en a boca, aunque solo logro introducir ambos capullos. Que paso a lamer como si un helado de dos bolas se tratase. Cuando decidió que ya estaban salivadas debidamente, se incorporó y se sentó sobre la polla de Mateo que se deslizó por su coño fácilmente al estar tan húmedo.
Puso sus pies sobre los muslos de mateo y empezó a cabalgarle, así que yo me puse de pie en la cama y empecé a follarme su boca como podía pues con las cabalgadas se salía constantemente, pese a los esfuerzos de mi mujer por tragársela.
Después de un rato se levantó y se tumbó al lado de Mateo por lo que aproveche para abrir sus piernas y empezar a follármela en el borde de la cama, ella tumbada sobre la cama lo tuvo más fácil para chupársela a Mateo que se puso al lado de ella para follarle la boca a mi mujer.
Cuando mi mujer ya no podía más con la follada de boca que le estaba haciendo Mateo, cambio de postura y se puso a cuatro patas. Mate se puso detrás de ella y se la metió rápidamente. No llevaba ni cuatro embestidas cuando Mateo decidió probar a chuparse un dedo y a tratar de introducirlo en el ano de mi mujer. Yo pensé que mi mujer le diría que no, pero se dejó hacer.
Yo me masturbaba mientras Mateo se la follaba y le introducía el dedo por el culo a mi mujer que se dejaba hacer y empezó a masturbarse con fuerza, mientras el rápidamente se la follaba.
Mateo y Cristina empezaron a gemir, las embestidas de Mateo ya eran arrítmicas y con un gran gemido final cuando Mateo empezó a llenar de leche el coño de mi mujer lo que provocó un orgasmo en ella.
Mateo se salió levemente y se fue al baño mientras mi mujer permanecía en esa postura, yo dejé de pajearme y me puse detrás, pude ver coño de leche sin llegar a derramarse de él.
Se la metí por el coño y por cada embestida veía como salía el semen de Mateo que se quedaba impregnado levemente en mi polla. Mi mujer se volvía a masturbar mientras el semen de Mateo hacía de lubricante. Aguante todo lo que pude y logré que mi mujer tuviera un segundo orgasmo por lo que finalmente me corrí dentro de ella.
Cuando la saqué. Mi polla llena de semen hizo que brotará del coño de mi mujer el resto del jugo, y eso extrañamente me gustó tanto que se me quedó grabado.
Mateo se había ido mientras nosotros terminábamos así que aprovechamos y nos quedamos los dos desnudos en la cama abrazados.
A Mateo no lo volvimos a ver pues no teníamos más incursiones de buceo y no volvimos al local. Pero sin duda recordaríamos esas vacaciones el resto de nuestras vidas.