De vacaciones con mi mujer comenzamos a experimentar cosas realmente únicas, hicimos un trio algo que nos dio tanto placer

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Trio inesperado en unas vacaciones inolvidables.

Hola querid@s lectores, anteriormente publiqué un relato llamado “Trio deseado con mi mujer”. Les recomiendo su lectura para que puedan conocernos mejor,  aunque no es imprescindible, porque de todos modos el título del mismo ya resume su argumento, una agradable aventura en la que cumplí mi fantasía (y la de muchos otros hombres) de ver a mi mujer disfrutando del sexo con otro hombre que en este caso era un buen amigo de ambos. Tanto si lo habéis leído como si no, paso a relataros esta nueva historia que vivimos al siguiente verano, espero que les guste y la disfruten como hicimos nosotros.

Después de la experiencia que tuvimos con nuestro amigo Pedro las relaciones de pareja se fortalecieron mucho, tanto en el tema emocional como en el sexual, en afectividad ganamos confianza en nuestra relación y sexualmente le dio un gran impulso a la, hasta ese momento, gris y monótona vida amorosa.

Pasaron los días y al ir acercándose el verano mi mujer Mara propuso que fuéramos de vacaciones a un sitio de playa para descansar sin tener que ir de un lado hacia otro visitando monumentos y llegar al hotel agotados al final del día, y me argumentó que a pesar de vivir nosotros cerca de la playa si estábamos lejos de casa seguro que descansaríamos más al no tener la obligación de hacer las tareas domésticas y todo el trabajo que lleva estar en casa en vacaciones, ya sabéis, ahora que no trabajamos podríamos arreglar esto o aquello, etc. etc.

Así que nos pusimos manos a la obra y buscando por internet encontramos una urbanización naturista en un pueblo del sur de España, en un principio no me seducía la idea de estar dos semanas en el mismo apartamento sin nada que hacer, pero el tema del naturismo me sedujo, ya que habíamos probado en la playa nudista de cerca de nuestra residencia y nos había gustado la experiencia y en un sitio desconocido y lejos de casa estaba seguro que  mi mujer estaría más tranquila y relajada a la hora de tomar el sol desnuda y mi mente calenturienta empezó a hacer conjeturas al pensar en ella siendo observada en la playa por otros hombres, cosa que siempre ha formado parte de mis fantasías sexuales y que a pesar de haberla hecho realidad no dejo de excitarme plenamente al pensar en ello.

Llegó el día de nuestra partida, cargamos la maleta en el coche y partimos rumbo a nuestras merecidas vacaciones y ya en el trayecto de ida nos ocurrió una anécdota que despertó ese morbo que siempre está presente en mí, iba conduciendo con Mara dormida en el asiento del copiloto con el respaldo un poco reclinado y una pierna apoyada sobre el salpicadero y la otra cruzada en el mismo asiento de modo que  la falda que llevaba le cubría casi hasta la rodilla pero dejaba entrever sus muslos, yo la miraba de reojo y me despertó la curiosidad de saber que bragas  llevaba, entonces le fui subiendo la falda con discreción hasta que el tanga transparente que llevaba quedó al descubierto dando una imagen muy sexy y provocadora, sin darme cuenta al adelantar a un autobús, al parecer de gente joven, se ve que algún pasajero se percató de la situación y se armó algo de revuelo a bordo, tanto que al acabar el adelantamiento oímos dos bocinazos del chofer en agradecimiento de las bonitas vistas que les habíamos ofrecido, Mara no se enteró y continuaba dormida, a partir de ese momento decidí que cada vez que adelantara a un camión o autobús lo haría más despacio para regalarles a esos afortunados la magnífica estampa de mi señora y no fue el chofer del autobús el único que me hizo saber que estaba agradecido por el regalo haciendo sonar el claxon. Cuando Mara despertó la puse al corriente de la situación y acabó recriminándome esa actitud mía tan libertina.

Al llegar a nuestro destino nos gustó mucho el apartamento que teníamos alquilado, era una urbanización muy tranquila con unas bonitas vistas sobre un gran jardín, una enorme piscina y también se podía ver un poco de la playa, el único problema era que la separación de nuestra terraza a la vecina era apenas una pared de un metro escaso y en consecuencia si alguien se acercaba se podía ver perfectamente la otra terraza, así que decidimos que cuando saliésemos del apartamento deberíamos tener en cuenta cerrar bien la puerta porque se pasaba muy fácilmente de una a la otra y no queríamos llevarnos un disgusto.

Nada más deshacer las maletas decidimos ir a tomar un baño a la piscina para refrescarnos y al acercarnos vimos un cartel en el que nos avisaban que la piscina era exclusivamente para nudistas y en efecto todo el mundo, viejos, jóvenes y de mediana edad estaban en pelota picada tomando el sol y disfrutando del agua, obviamente nosotros nos desnudamos y después de unos largos nos tumbamos a tomar el sol, había bastante gente pero cada uno estaba a su onda y nadie se fijaba en nadie, era una situación de lo más natural, pero a mí me llamó la atención un chico solo que parecía más o menos de nuestra edad, rondando los cincuenta,  que estaba jugando con un niño  de unos tres años como si fuese su padre, pero no le di más importancia.

Al día siguiente después de desayunar bajamos a la playa y nos pusimos en primera línea a tomar el sol, por supuesto completamente desnudos, yo estaba disfrutando viendo a todas aquellas chicas paseándose y tomando el sol sin preocupación, no perdía detalle, puse en alerta mi faceta de voyeur y llegué incluso a tener una erección que me obligó estar un buen rato disimulando bocabajo, al rato se acercó el chico de la piscina con el nene y se colocaron a unos escasos metros de nosotros, yo le dije a mi mujer, -mira, es el chico de la piscina, y parece que viene otra vez solo con su hijo, -¿dónde estará su mujer? Mara asintió y me dijo – es que eres cotilla, ¿a ti que más te da? –Nada, simple curiosidad, pero tiene un buen paquete, ayer me fijé en la piscina. –Es que eres tremendo, ¿ahora también miras a los hombres? -No, que va, pero me llamó la atención. Pero cuando se desnudó y se bajó el bañador mi mujer no tuvo más remedio que darme la razón.-Si que está bien dotado el señor, me comentó, y a partir de ese momento noté que miraba mucho en esa dirección y al llamarle la atención al respecto me contestó que a ella también le gustaba mirar cuando se le presentaba algo fuera de lo normal, ese simple comentario ya despertó mi lado morboso y le pregunté,-¿te gustaría follártelo, eh? Ella se revolvió y me dijo algo mosqueada, -¿Es que siempre estás pensando en lo mismo? ¡No tienes remedio!

Pero noté, o al menos eso me pareció, que se exhibía más de la cuenta al hacer sus movimientos en busca de su móvil o de su libro. Pasamos el día en la playa y por la noche salimos a cenar, a la mañana siguiente cuando bajamos a la piscina era un poco más temprano y solo había una pareja mayor y el chico con el niño, Mara (no sé si intencionadamente o no) aparcó su toalla cerca de ellos, se desnudó y se echó boca arriba a tomar el sol y yo me fui a nadar un poco, al salir del agua, para acercarme a nuestro sitio tenía que pasar al lado de este chico que estaba incorporado con las piernas cruzadas en dirección a mi señora leyendo, pero cuando me fijé en toda la escena vi a mara unos metros más allá tendida con sus piernas entreabiertas en dirección al vecino que gozaba de esta manera de una visión privilegiada del sexo de mi mujer, que al estar casi rasurado se adivinaban a la perfección los labios de su sonrosada vagina. Me senté a su lado y le dije en un susurro, -Le estás poniendo cachondo. -No digas tonterías, siempre estás igual. –Es que no está leyendo, me parece que te está haciendo una inspección vaginal en toda regla y si abres un poco más las piernas te verá hasta la matriz.

Ella se incorporó despacio y enseguida el chico se levantó para ir a nadar, fue en ese momento cuando le vimos el pene medio morcillón y mi mujer cuando se había lanzado al agua me dijo con una media sonrisa – ¿Has visto eso? Guau ¡Menudo aparato! –, y  la verdad es que llamaba un poco la atención porque a pesar de no estar dispuesto a la batalla se  veía un cipote más grueso y largo de lo normal, bastante más que la mía al menos.

Transcurrieron un par de días con la misma rutina, piscina, playa y cena en el chiringuito sin volver a coincidir con él, pero la primera noche que decidimos cenar en la terraza y disfrutar de las bonitas vistas nocturnas con la luna casi llena nos llevamos una grata sorpresa, yo había cenado en bañador y mara con un mini camisón transparente que al sentarse difícilmente podía ocultar sus partes íntimas, habíamos estado toda la velada hablando de nuestras fantasías eróticas a la luz de cuatro velas que transformaban aquella pequeña terraza en un escenario sensual, al recordar nuestra experiencia con mi amigo Pedro, a Mara se le notó un punto de excitación y me confesó que había disfrutado mucho, que al ser yo el único hombre con el que había estado hasta ese momento, había descubierto  sensaciones que no había experimentado nunca y que a pesar de ser una mujer vergonzosa e introvertida me estaba muy agradecida por haberla hecho descubrir esa faceta suya tan escondida, que no le importaría volver a follarse a mi amigo y que no vería con malos ojos la posibilidad de organizar otro encuentro. Ni que decir tiene que el simple hecho de oírla utilizar esas expresiones tan poco habituales en ella provocó en mí una tremenda erección, como la veía lanzada,  para darle un punto más a la conversación  le pregunté en plan serio.– ¿Te gustaría follarte al chico de la piscina?  Y su contestación me dejó más excitado si cabe. – Me encantaría probar esa polla, pero no sé si sería capaz de meterme esa cosa. Si cuando estaba morcillona ya me parecía exagerada, no me puedo imaginar cuando cómo será cuando  esté dispuesta para la batalla. Entonces me recordó un consolador vibrador que tenemos en casa para nuestros juegos de unos 22cm. que nunca ha podido introducirse porque decía que le dolía y no encontraba el punto de placer, el tema de debate anunciaba una prometedora sesión de sexo, acabábamos de tomar el último sorbo de la botella de vino blanco que acompañó nuestra cena y me dispuse a preparar un par de gin & tonics mientras Mara fumaba un cigarrillo, cosa que me extrañó, ya que no suele hacerlo casi nunca, únicamente en ocasiones especiales, bodas y eventos de ese nivel.

Cuando salía con las copas la escuché hablar y vi que estaba de pie al lado del muro que dividía las terrazas,- ¿Con quién hablas cariño? Dije al aproximarme.- Con nuestro vecino, que me ha pedido un pitillo. Al reconocer al chico de la piscina al otro lado del muro vestido únicamente con un pantalón de deporte se me aceleró el pulso, Mara le había dado un cigarrillo y se lo estaba encendiendo con una de las velas, el chaval se disculpó por la intromisión excusándose que no tenía tabaco porque lo estaba dejando pero que al percibir el aroma del cigarrillo de Mara no se había podido resistir y se había descarado. Mara le restó importancia y le invitó a pasar a nuestra terraza a tomar una copa con nosotros a lo que él en principio se resistió un poco pero acabó cediendo ante la insistencia de mi esposa. Saltó ágilmente el murete y se sentó al lado de Mara mientras yo preparaba otra copa pensando si había estado todo el rato en la terraza y por consiguiente había escuchado nuestra conversación, pero pensé que no tenía por qué saber que en realidad fantaseábamos con él y me relajé un poco.

Vinieron las presentaciones, el chico se llamaba Jorge y el apartamento era de su propiedad, había estado unos días con su hijo pequeño que estaba ahora con sus abuelos y que su mujer Elena y el peque se reunirían  con él en cuanto acabase el trabajo el fin de semana, que les gustaba mucho el naturismo y por eso compraron el apartamento en aquella urbanización y que siempre que tenían días libres acudían allí, incluso en aquella ocasión que Jorge estaba de vacaciones y Elena todavía no, prefería estar descansando en la playa que aburrido en casa sin su familia. Jorge era fisioterapeuta y tal como hablaba de su trabajo me pareció un buen profesional porque ponía mucho entusiasmo y énfasis en las explicaciones que nos daba. Dijo que nos había visto un par de veces en la piscina y en la playa y que desde un principio le parecimos buena gente. A mí me resultaba un tanto extraña la situación, ya que estábamos en nuestra terraza semidesnudos con un extraño, pero sobre todo Mara que, no solo se le transparentaba el camisón y se le adivinaba perfectamente la aureola de los pezones a pesar de la poca luz, sino que a poco que se moviese se le veía el vello púbico sin problemas.

Después de un par de copas Mara estaba completamente relajada y tranquila, todo lo contrario a la sensación de incomodidad que me producía a mí estar con, prácticamente un desconocido en nuestra pequeña terraza, porque esa intromisión  según mis cábalas, había frustrado a buen seguro nuestros planes para esa noche.

Cada vez que ella se movía a coger o dejar la copa en la mesa, y a pesar de la escasa luz, se le adivinaba en la penumbra el tesoro que tenía entre las piernas, no sé si lo hacía inconscientemente o con toda la intención, pero el caso es que yo no alcanzaba el nivel de bienestar y confianza que ella desprendía, tal vez mi subconsciente y pese a que se respiraba el morbo en el ambiente, al no haberlo hablado y planificado entre los dos, no estaba seguro de lo que estaba pasando y fruto de esa incomodidad se me escapo un –Mara  mujer, se te ve todo cada vez que te mueves, vas a incomodar a nuestro vecino. Ella al extrañarse un poco por ese comentario mío, sobre todo porque notó que lo decía en serio. Tardó un poco en reaccionar, pero cuando lo hizo fue abriendo un poco las piernas y diciéndome con afecto –pero cariño, siempre diciéndome que te da morbo que me miren ¿no hablarás en serio? ¿como se va a incomodar Jorge si no se ve nada con esta luz? No digas bobadas. Además, estamos en una urbanización naturista, que importa si se me ve algo, me ha visto desnuda media España estos últimos días, Jorge mismo me ha visto desnuda a plena luz del día y más de cerca y no se ha fijado en mí, ¿verdad Jorge? Jorge cambió de postura en la pequeña hamaca, carraspeó un poco y dijo – Por supuesto que me he fijado en ti Mara, como no me voy a fijar con ese cuerpo que tienes y lo guapa que estás, es natural que a los hombres nos guste mirar a mujeres como tú, y más, Si como dices, a tu marido le gusta que lo hagan, je, je, je. Bueno es saberlo, en adelante miraré sin disimular. Acabó la frase ladeando la cabeza hacia mí y guiñándome un ojo.

-Pero no te incomoda ¿verdad?  – En absoluto, tú tranquila. –Ves cariño, asunto resuelto. La conversación derivó por asuntos triviales y al final salto a su terraza dándonos las buenas noches y quedando para vernos por la playa o la piscina al día siguiente. Afortunadamente estaba equivocado y mis planes no se vieron afectados para nada y nos entregamos a una apasionada sesión de sexo que nos dejó a ambos exhaustos.

Por la mañana, cuando bajamos a la playa él ya estaba allí desnudo sobre un gran fular y Mara se aposento a su lado y le saludó con un –buenos días, eres madrugador, ¿te importa que nos sentemos contigo?  -todo lo contrario dijo Jorge, encantadísimo de  veros.

Mara empezó a desnudarse muy cerca de Jorge dándome la impresión que lo hacía de un modo más relajado de lo normal, al desprenderse de la parte superior del bikini y al quitarse la braguita, me atrevería a decir  que lo hizo recreándose de una manera  sensual nada habitual en ella, parecía que se estaba exhibiendo para él (que no le quitaba ojo por cierto) pero muy sutilmente, esa manera de actuar me provocó sensaciones encontradas, en primer lugar despertó de nuevo mi lado morboso al notar que la miraba con deseo, pero he de reconocer que al no ser yo el que la incitaba a ello, sino, más bien lo hacía por su propia iniciativa, sentí un desasosiego que relacioné inmediatamente con los celos, aunque lo descarté de inmediato porque prefería pensar que lo hacía para provocarnos a ambos

Me pasé la mañana leyendo y observando disimuladamente protegido por los espejos de mi gafas de sol el comportamiento de mí mujer, Mara estuvo todo el rato hablando y riendo muy animadamente con Jorge, haciéndole comentarios por lo bajini e interesándose por el libro que tenía entre manos y en un momento dado me dijo,-dame tu teléfono y acércate que quiero que nos haga una foto, que no tenemos ninguna en la playa desnudos, me pareció una buena idea así que me incorporé, le pasé el teléfono a Jorge y me puse a su lado pero con medio cuerpo detrás de ella en una postura que mis genitales quedaban fuera del objetivo de la cámara, pero ella se sentó  con una pierna semi-flexionada y la otra completamente estirada en su dirección de manera que ofrecía al fotógrafo un buen panorama de la intimidad  de su entrepierna, agaché la vista para comprobarlo y efectivamente, desde mi posición, un tanto forzada, se le veían los labios de la vagina  sonrosados y húmedos lo que me dio a entender que estaba un poco excitada con la situación, y no fui el único que se dio cuenta porque Jorge preguntó dudando, -¿Os saco enteros o de medio cuerpo? – Enteros, enteros, contestó Mara con rapidez. -Es que…  titubeó un poco, -¿Qué pasa?  –Nada, pero… – ¿Qué?  Al final, mostrando un poco de incomodidad contestó, -Es que tienes las piernas abiertas y se te ve  todo el… – Ahhhh pero… ¿A ti te gusta lo que ves?  Dijo con descaro, -No me gusta no, me encanta. -Pues adelante, dispara, ja ja ja ja ja. Y acto seguido comentó guiñándole un ojo, -Ves, ahora sí que le hemos incomodado, -Para nada mujer, te lo decía porque si no querías que se te viera el coño tan…  -Tan ¿qué?  -Tan abierto y mojado dijo él. A mí, que estuviésemos hablando con esa normalidad de como de mojado y abierto tenía el coño mi mujer me provocó una erección que tuve que disimular echándome una toalla por encima.

Cuando nos dijo que se retiraba a descansar Mara volvió a sorprenderme invitándole a cenar a nuestro apartamento, cosa que aceptó de buen grado arguyendo que estaba solo y que nuestra compañía era un regalo para él.

-Vaya, que rápido has cogido confianza con Jorge, le dije cuando nos quedamos solos. – No me digas  que te molesta, tanto decirme haz esto y haz lo otro que me pones cachondo y ahora me sales mojigato. –Para nada, me encanta verte así tan provocativa con él, y sabes que no me importaría nada que te lo follaras,  -Que burro eres, una cosa es provocar y la otra…

Esa tarde volvimos a hacer el amor apasionadamente, incluso recuerdo que comentamos con  algo de nostalgia que estábamos pasando más horas en la cama en aquellas vacaciones que en nuestra luna de miel 25 años atrás. Nos duchamos y preparamos la cena, unos aperitivos y unos filetes de dorada que habíamos comprado en el supermercado, cuando lo tuvimos todo a punto decidimos vestirnos para la cena, al salir Mara de la habitación me sorprendió luciendo un vestido playero blanco muy corto y medio transparente que en contraste con su piel tostada le sentaba divinamente, no llevaba sujetador y el  tanga de encaje también blanco se intuía perfectamente a través del vestido, – Hola morenaza ¿Vas a recibir a nuestro invitado así? Pregunté, -Claro, así estoy más cómoda y ya ves que a él no le molesta además, junto con tu amigo Pedro es el único hombre que ha podido disfrutar de mi desnudez con esa naturalidad, -No olvides todos los que te han visto en la playa.  -Sí, pero con ellos me ha gustado más sentirme observada, no sé, este chico me transmite confianza y me cae muy bien. –Ya lo veo, ya, pues lo dicho, si decides follártelo por mí no te cortes. –Pero mira que eres burro, ¿es que no piensas en nada más?

Ya me estaba poniendo otra vez a tono con la conversación cuando sonó la voz de Jorge desde la terraza, -¿puedo pasar? –Adelante, estás en tu casa, pide lo que quieras que todo lo que tenemos lo podemos compartir. – Muy amable Mara, por cierto, estás espectacular. – Muchas gracias, la verdad que salvo una pequeña molestia en la espalda me encuentro perfectamente. Aquel comentario me sorprendió un poco porque no había dicho nada hasta ahora. –Si va a más le echaremos un vistazo, contestó Jorge guiñándonos un ojo. –Oh!, no hace falta que estás de vacaciones, no quiero molestarte. -Créeme, no sería ninguna molestia, todo lo contrario me encantaría ayudarte. La conversación quedó aparcada y nos sentamos a tomar el aperitivo  en la terraza, después de unas cervezas atacamos el verdejo que Jorge había descorchado aunque no fue suficiente y abrimos otro que teníamos en el frigorífico  del que también  dimos buena cuenta conversando animadamente  de temas triviales, familia ,trabajo, amistades, al final la conversación derivó hacia la práctica del nudismo, y él nos contó que fue su mujer  la que lo inició en ello y que le estaba muy agradecido porque después de vencer los primeros miedos y vergüenzas resultó que ahora le gustaba y disfrutaba de la naturalidad de sentir su cuerpo desnudo en el agua incluso más que ella. Mara tomó la palabra para contar su experiencia, de cómo la había animado poco a poco a practicarlo, y lo que le había costado decidirse, ya que su educación fue estrictamente cristiana y no se le permitía mostrar su cuerpo sin provocar un pecado mortal, pero que también me daba las gracias por haberla introducido en ese mundo porque ahora aparte de que no importarle mostrar su desnudez y no sentir ninguna vergüenza por ello había aprendido a disfrutarlo, e incluso a pecar con ello, dijo riendo.

Jorge se interesó por el tema del pecado y la animó a explicarse mejor, entonces Mara que estaba un poco achispada (como todos) empezó a contarnos sin ningún pudor que yo era un poco raro y que al contrario que los hombres “normales”, que sienten celos de sus parejas si ven que enseñan más de la cuenta o que los otros hombres las miran con deseo, a mí me gustaba que ella se exhibiese en público y que esas situaciones me daban morbo y me excitaban, que después de haberla convencido que hiciera nudismo, el siguiente paso fue aleccionarla a que provocase a los posibles mirones (que siempre hay alguno) poniéndose crema de un modo insinuante o adoptando alguna postura más provocativa incluso en alguna ocasión dijo, en la que tuvo unos mirones muy cerca de sus pies, le hice separar las piernas para que le vieran  el coño bien abierto.

-¿Qué te parece? Preguntó dirigiéndose a Jorge,-¿no es raro mi marido? –Pero al final resulta que yo también soy un poco rara, porque me he dado cuenta que disfruto con ello, disfruto pecando, sintiéndome observada,  enseñando mi cuerpo y mis partes más íntimas a desconocidos, al final de tanto insistir mi marido me di cuenta que también me daban morbo esas situaciones y al final acabamos haciendo el amor como dos chiquillos.

Yo estaba sorprendido al ver la libertad que se tomaba mi esposa contando nuestras intimidades y del modo y la naturalidad  con que hablaba de ellas, pero tengo que confesar que me estaba excitando su actitud, mi subconsciente empezaba a especular recordando situaciones pasadas cuando Jorge intervino devolviéndome a la tertulia. –No creas que tu marido es raro, es bastante normal lo que le pasa, ¿sabéis que la fantasía más común en un tercio de los hombres es imaginar a sus mujeres haciendo el amor con otros? a mí también me gusta que miren a mi mujer con deseo, me pone cachondo y fantaseamos mucho con ello.

Me encantaba que la conversación siguiera por esos derroteros, Mara se levantó para ir al baño y se echó las manos a la espalda con una mueca de dolor quejándose de la zona lumbar y cojeando visiblemente,  enseguida Jorge muy atento la hizo parar y le puso las manos en la zona dolorida palpándolas con suavidad y comentando que tenía muy cargada la espalda que fuera al baño y que cuando volviese que trajese aceite corporal y le haría un pequeño masaje para desentumecerla porque si no, corría el riesgo de quedarse inmovilizada unos días y estropear las vacaciones, ella quiso resistirse pero Jorge dijo que no aceptaba un no por respuesta y que lo hacía por su bien. Así que pusimos unas toallas de playa encima de la estrecha mesa del salón y cuando volvió la hizo tumbarse boca abajo sobre ella y le dijo. –Si te quitas el vestido podré trabajar mejor, si no te molesta. Ella se incorporó dirigiéndose a mí y levantó los brazos mientras me decía con naturalidad. -Ayúdame por favor. Yo cogí el vestido por la parte inferior y se lo saqué por encima de la cabeza quedando  sus pechos al aire, acto seguido se acostó de nuevo únicamente con el tanga blanco y dijo sonriendo, -Adelante, estoy en tus manos. – Si quieres puedo hacerte un masaje completo, te vendrá muy bien y a mí me encantaría poder devolverte el favor por tanta hospitalidad. –Por mí encantada, ¿Tú que dices? Me preguntó. –Me sabe mal abusar…  -Que no, que no, venga vamos allá!

Le dio un buen chorro de aceite en la espalda y empezó a masajearla con suavidad, esparciéndolo con delicadeza por toda la zona lumbar, sus expertas manos recorrían la piel de Mara haciendo círculos y presionando en los puntos concretos en que parecía concentrarse el dolor mientras le susurraba que se relajase que soltase todos los músculos y que disfrutase, ella correspondía con leves sonidos que parecían de satisfacción, subió a la zona del cuello y clavículas y continuó el mismo procedimiento que en la parte baja de la espalda, mi mujer cada vez parecía más entregada a esas manos profesionales  que la estaban transportando a un estado catatónico, yo observaba la escena con enorme satisfacción, me encantaba verle deslizar sus manos por el cuerpo  de ella al tiempo que sostenía  la botella de aceite en la mano preparada para rociar la parte de la piel que él me señalaba.

Jorge puso una toalla tapándole el tanga y parte de los muslos, se subió a la mesa y se puso de cuclillas entre sus piernas de modo que sus pies se apoyaban en la mesa y sus rodillas sobre los muslos de Mara, de este modo volvió a repetir el masaje por toda su espalda lenta y pausadamente pero esta vez sus manos bajaban por sus costados y las pasaba por el nacimiento de sus senos, ella se incorporaba un poco en una clara invitación a que sus manos se acercaran más, después le cogió una mano y estiró todos sus dedos uno detrás de otro, el antebrazo y la muñeca, mientras repetía la operación con la otra mano me pidió que preparase dos servilletas con unos hielos dentro,  cuando las tuve a punto  las cogió con ambas manos y sin cambiar de postura las posó con delicadeza en la espalda y comenzó a moverlas como si diera pequeños pasos sobre ella, primero en un sentido después en el otro repitiendo la operación también por los costados,  Mara reaccionó al cambio de temperatura con un respingo al tiempo que en sus labios se dibujaba una leve sonrisa de satisfacción, o tal vez de placer.

Dejó las bolsas de hielo y bajó de la mesa, quitó la toalla que le cubría las nalgas quedando únicamente con el tanga de nuevo, me indicó con un gesto que vertiese aceite en una de sus piernas y reinició el masaje a lo largo de la extremidad empezando por los dedos de los pies y llegando hasta la pelvis acercándose peligrosamente al tanga pero guardando una mínima distancia de respeto, lo hacía una y otra vez con mucha paciencia y parsimonia, repitió la acción en la otra pierna pero esta vez cuando llegó a su entrepierna parecía más confiado y rozaba disimuladamente con sus manos la prenda íntima de mi mujer, tanto es así que note que Mara hacía un ligero movimiento pélvico que interpreté como si hubiese bajado la barrera invisible de su vieja moral católica.

Me estaba excitando mucho aquella situación y eso se notaba en el bulto que empezaba a crecer dentro del short que llevaba, pero al parecer no era el único, al mirar a Jorge de reojo me di cuenta que su bañador también parecía crecer por momentos, a mí se me ocurrió que podría grabar la escena con el móvil y le pedí permiso con la excusa que quería tener un recuerdo, ya que me estaba poniendo un poco cachondo viendo sus manos paseándose por el cuerpo de mi esposa, a lo que no puso ninguna objeción.

Acto seguido le pidió que se diese la vuelta, Mara lo hizo sin dudar ni un instante, despacio y tranquilamente, hice un barrido  con el móvil por todo su cuerpo y al llegar al tanga descubrí que estaba empapado, no sé si por sus flujos o por el aceite de las manos de Jorge, se puso detrás de su cabeza y empezó de nuevo la tarea, primero por su cuello y barbilla, después por los costados, por su abdomen y finalmente por sus pechos, los acariciaba suavemente dando pequeños cachetes por los lados con una mano mientras con la otra pellizcaba el pezón, después los cogía con ambas manos y los estrujaba y amasaba una y otra vez, Mara tenía los ojos cerrados pero el movimiento pélvico volvió a aflorar, yo con el móvil en una mano grabando la escena y con la otra acomodándome la polla que ya no me cabía en el pantalón, Jorge cambió de nuevo de postura y se puso a su lado pero siguió por unos instantes concentrado en sus tetas, al poco fue bajando lentamente las manos y se centró en su abdomen, volvió a los movimientos rotatorios alrededor de su ombligo acercándose cada vez más a su tanguita que al estar completamente mojado dejaba poco a la imaginación, instantes después la mano que rotaba por la parte baja ya pasaba en cada movimiento por encima de la prenda provocando pequeños espasmos en mi mujer, la situación era de un erotismo desbordante, con la excusa de centrarse un poco más en sus pies le pidió que se diese la vuelta de nuevo a lo que Mara accedió otra vez moviéndose con lentitud.

Me señaló el gemelo con un gesto y le eché un chorrito de aceite, empezó de nuevo a masajear con ambas manos desde las rodillas hasta los pies con movimientos suaves y precisos, le doblaba un  poco la pierna y se centraba en el pie dando pequeños tirones en cada uno de sus dedos, acabó con los pies y volvió su atención a  los muslos presionando con sus manos la longitud de cada uno de ellos hasta acabar rozando con la que hacia su recorrido por la zona interna el mojado tanga de Mara, repetía los movimientos una y otra vez sin ninguna prisa, mi mujer encogía los dedos de sus pies y apretaba las nalgas cada vez que las manos de Jorge se paseaban por sus ingles y yo me estaba poniendo a cien, fruto de ese calentón sugerí,

-Si te molesta el tanga lo podemos quitar, ¿no? Mara sin moverse dijo, -Quítamelo por favor. Jorge lo cogió por los lados y mientras mi mujer levantaba un poco la pelvis para facilitar la operación, fue deslizándolo poco a poco hasta sacárselo por los pies. Aquella situación era mi fantasía hecha realidad, allí estaba mi querida esposa completamente desnuda, un desconocido acariciando su cuerpo con una tremenda erección imposible de disimular y yo con la mía presionándome el bañador y grabando con el móvil toda la escena para la posteridad.

Jorge aprovechó el movimiento ascendente de sus manos para separar un poco las piernas de Mara, volvió a bajarlas y al subirlas de nuevo lo hizo un poco más, la imagen que veía por la pantalla de mi teléfono en ese momento era la de la vagina de mi mujer con los labios semi abiertos y las manos de nuestro masajista amasando sus nalgas, bajando por ambos lados de su entrepierna y abriéndoselos cada vez que acababa el movimiento rotatorio, una y otra vez, una y otra vez, Mara flexionó las piernas levantando sus pies y abriéndolas un poco más movía sus caderas al tiempo que suspiraba acelerando su respiración, en ese momento, Jorge se decidió a dejar de dar  rodeos, no sin  buscar antes mi confirmación con su mirada, y se concentró en su sexo poniendo  en ello toda su atención.

Después de verter otro chorro de aceite sobre sus glúteos en respuesta a su indicación,  puso sobre ellos sus manos y reemprendió su tarea, pero esta vez solo les dedicó unos pocos segundos ya que enseguida decidió centrarse  en el ano y el sexo de Mara con un movimiento de sube y baja con los dedos extendidos de una mano abriendo completamente su labios vaginales que brillaban como una joya debido al exceso de lubrificante y descubriendo cada vez el rosado y húmedo interior de su anatomía más íntima, al tiempo que su otra mano se centraba en el ano haciendo presión sobre él intentando y consiguiendo por momentos introducirlo poco a poco en el agujero, en ese instante, Mara ya no podía disimular su excitación y jadeaba sin ningún rubor demostrando el placer que sentía y rindiéndose a las expertas manos de Jorge, sus movimientos de cadera acompañaban el ritmo del masaje al tiempo que empezó a gemir ladeando su cabeza en mi dirección y dirigiendo su mirada directamente a mis ojos diciendo –Me gusta, me gusta mucho, ¿a ti te gusta lo que ves? –Me encanta cariño, me estoy volviendo loco de verte así, relájate y disfruta. Te quiero! Contesté yo.

Esa complicidad entre nosotros fue lo que la hizo perder la poca tensión que parecía retener su cuerpo todavía y que se liberarse por completo de las barreras morales que pudiese albergar su conciencia. Nuestro amigo hizo un ligero movimiento para cambiar de posición, se situó un poco más cerca de su cabeza e introdujo un brazo por debajo de su vientre para continuar con el masaje a dos manos atacando ahora con esta el clítoris mientras con la otra le abría la vagina en su totalidad, a Mara ese nuevo movimiento la estaba llevando al éxtasis total, empezó a contornear caderas y espalda separando sus piernas cada vez más y sus jadeos empezaron a ser pequeños gritos que iban creciendo en intensidad conforme Jorge iba aumentando la presión y el ritmo de su masaje vaginal, en ese momento, miraba por la pantalla del teléfono para poder encuadrar toda la escena pero al alzar la vista vi que mi mujer  estaba acariciando por encima del short la tremenda erección que presentaba nuestro vecino y vi que la intentaba liberar de aquella sutil prisión desatando el lazo que lo sujetaba, fue Jorge quien la ayudó soltándoselo y descubriendo aquel tremendo cipote que me dejó sorprendido por su tamaño, debía de medir más o menos lo mismo que el consolador que Mara nunca había conseguido meterse.

Al tiempo que lo cogía con su mano y empezaba a masturbarlo le vino un orgasmo brutal, se corrió entre gritos y jadeos y con la respiración entrecortada buscando mi mirada dijo con un movimiento de labios y sin emitir sonido alguno,-Gracias, te quiero.

Jorge volvió a tomar la iniciativa y quitándose del todo el bañador rodeó la mesa,  subió por la parte trasera y se arrodilló  con sus piernas por fuera de las de Mara y empezó de nuevo a acariciarle las nalgas que  mantenía en pompa ya que no había modificado su postura y a separarlas escudriñando en su interior, ella con sus pies acariciaba su miembro e intentaba moverlo arriba abajo con la misma cadencia, la carne rosada del sexo de mi mujer fue suficiente carnada para nuestro amigo que acerco su boca hacia ella y empezó un cuníngulis de consecuencias inmediatas, ya que empezó de nuevo a emitir leves gemidos acompañados del movimiento de cadera para facilitar su placer y se agarró los pechos y empezó a pellizcarse los pezones con ansia, él metía toda su nariz y subía la cabeza hasta que la lengua quedaba a altura del clítoris donde intensificaba los lametones que provocaban un sonido de chapoteo debido a la gran cantidad de flujos y aceites que rebosaban su sexo.

El segundo orgasmo no tardó en llegar, igual que la primera vez sus gritos ahogados y los espasmos de su cuerpo nos hicieron saber que se había vuelto a correr pero no dejó de moverse ni dejó de masajear aquella tremenda polla con los pies mientras intentaba recuperar su ritmo de  respiración, Jorge hizo un movimiento y acercó su cuerpo al culo de mi esposa de modo que su miembro quedaba prácticamente entre sus piernas, se reclinó sobre su espalda y le acarició los pechos por debajo de su cuerpo moviendo sus caderas y restregando  su falo por el  coño  de Mara en cada pequeño movimiento, ella respondió intensificando su propio movimiento pélvico para provocar ese roce y sentirlo cada vez un poco más cerca. Jorge dijo –Mara, eres fantástica, estoy alucinando contigo. Levantó la cabeza hacia mí y dijo, – ¿Quieres que me folle a tu mujer? ¿Quieres ver cómo le  meto toda mi polla? Yo, que en aquel momento ya me había bajado los pantalones y me estaba masturbando con la mano que tenía libre le contesté, -Eso se lo tienes que preguntar a ella. –¿Quieres que te folle Mara? ¿Quieres sentir mi polla dentro de ti? Mi mujer, antes de contestar se dio la vuelta y se quedó con las piernas abiertas rodeando a Jorge para poder ver bien lo que tenía nuestro amigo entre las piernas, cogió su miembro con las dos manos y me dijo, -es muy grande, ¿no me dolerá? -tú decides cariño, -Ven aquí, me dijo señalándome la parte de la mesa donde tenía la cabeza, yo me puse detrás de ella de pie y  se acostó completamente sobre la mesa  alargando los brazos hacia mí y me dijo –Bésame, y la besé, nos dimos un beso apasionado de verdadero amor, cuando se separaron nuestras lenguas me susurró,-¿Quieres ver cómo me folla con esa polla tan grande? –sabes que sí cariño. -Jorge fóllame,  dijo, -¡métemela para que mi marido disfrute! –Tú también disfrutarás, levantó sus piernas y le dio dos lametazos más para lubricar su vagina, se las abrió y empezó jugar con el glande dándole ligeros golpes hasta que se decidió a meter aquella polla con parsimonia y lentitud en el cuerpo de mi esposa, yo vi como desaparecía poco a poco en su interior y le dije, -La tienes toda dentro cariño, ¿la notas? –me llena toda, contestó, vaya pedazo de polla. Jorge empezó a mover rítmicamente sus caderas metiendo y sacando poco a poco aquel miembro aumentando la cadencia por momentos, Mara había cogido mi verga y la meneaba también al ritmo, dejé el teléfono a un lado y la besé de nuevo mientras le acariciaba los pechos, los besos se veían interrumpidos por sus jadeos, con los ojos cerrados gemía de placer, me incorporé un poco para dejarla coger aire y contemplar mejor la escena, Mara continuaba masturbándome mientras Jorge se la follaba con ansia, -Aiiiiiiiiiiiii, qué gusto por favor, aiiiiiiii, te gusta ver cómo me follan, ¿eh? –Me encanta, y a ti, te gusta que te follen ¿eh?  -Siiiiiiiii, me gusta, siiiiii, sigue, sigue, no pares por favor, aquellos comentarios acabaron con mi poca capacidad de contención, me corrí con violencia y mi eyaculación acabó desparramada sobre  su cara y sus pechos, Jorge aumentó un poco más el ritmo de bombeo apreciándose que estaba llegando también al clímax, -Me voy a correr, dijo jadeando con la voz entrecortada, en ese momento mi mujercita explotó, -Aiiiiiiiiiiiii, por favor,  que bueno, empezó a tener las convulsiones típicas del orgasmo pero esta vez fue brutal, no recuerdo haberla visto nunca así, empezó dando gritos y acabó con esos temblores y espasmos  que fueron decreciendo a medida que recuperaba el ritmo cardíaco, Jorge se había quedado apoyado sobre ella con la cabeza  sobre sus tetas, -Me corrí dentro de ti, dijo como disculpándose, -Ya lo he notado, me siento llena, no te preocupes tranquilo.

Recuperé el teléfono y continué la grabación con un primer plano del rostro de felicidad de Mara, su sincera sonrisa transmitía plena satisfacción, estaba agotada, tenía restos de mi semen en sus labios y barbilla, me alejé unos centímetros para captar a la pareja de extenuados amantes, Jorge se incorporó lentamente y sacó su pene de la vagina de mi mujer, que aparecía enrojecida y machacada después de la brutal sesión de sexo que había mantenido al largo de casi una hora, bajó de la mesa y me acerqué grabando entre sus piernas para conseguir un primer plano, cuando lo tenía enfocado Mara hizo un leve movimiento y de repente de su vagina surgieron los restos de la corrida de nuestro amigo, el semen fluía de su interior chorreando hasta la toalla, yo, que había recuperado parcialmente la erección, me puse a cien de nuevo y le dije, -Sé que estás cansada pero me gustaría correrme también dentro de ti, ¿puedo? – Dale el móvil a Jorge, que nos grabe él, dicho y hecho, me subí a la mesa y se la metí con una facilidad inmensa, aquella cavidad estaba dilatada y repleta de fluidos pero enseguida se acopló a su nuevo inquilino y después de unos minutos de batalla nos asaltó un nuevo orgasmo a ambos que quedó reflejado en la tarjeta del móvil que portaba Jorge en esta ocasión.

Acabamos la noche bajando a la piscina desnudos y nadando un poco para recuperarnos del esfuerzo físico y refrescarnos de los calores de la sesión, como podréis imaginar, después de unos contactos tan íntimos surgió entre nosotros una relación de amistad sincera que a día de hoy continúa fortaleciéndose entre los dos matrimonios. Respecto a nuestra relación de pareja, tengo que confesar que salió más fortalecida si cabe de la experiencia, es por eso que si sois pareja, tenéis claro lo que queréis y os apetece probar ese tipo de aventuras, adelante, no lo dudéis, estoy seguro que disfrutareis y será positivo para vuestra relación.

Muchas gracias y besos a todos.

Ganyata