Victoria es acosada por su profesor de Química, quien consigue lo que tanto quiere y es profanar su cuerpo hasta el éxtasis
—Dado que ya tan solo quedan 5 minutos para terminar la clase voy a repartir los examenes que hicisteis la semana pasada para que conozcáis vuestros resultados —dijo Eduardo Aguilar, profesor de Química del instituto Francisco de Goya de Novafonte, una provincia ubicada al norte de España, mientras abandonaba la pizarra, donde había pasado los últimos minutos garabaeando numerosos esquemas con tiza blanca, y se dirigía a su escritorio a recoger los exámenes ya corregidos.
Un murmullo generalizado se propagó en el aula ante la noticia. La mayor parte del alumnado presente mostraba nerviosismo ante la idea de estar a punto de conocer los resultados de los examenes. Ese año, si todo iba bien, sería el último que pasaran en el instituto Francisco de Goya y, por tanto, los resultados de cada examen eran decisivos a la hora de poder elegir una carrera en un futuro que cada instante estaba más cercano.
—Silencio, por favor —dijo el profesor Aguilar comenzando a repartir los examenes por estricto orden alfabético. Sus palabras provocaron un silencio absoluto en el aula—. He de decir que, en términos generales, estoy bastante orgulloso de los resultados que habéis obtenido en este examen. Lamentablemente, algunos de vosotros deberéis de esforzaros mucho más si queréis mejorar vuestra nota media del curso —añadió mientras le entregaba el examen a Victoria Gálvez, una de las alumnas más brillantes del instituto aunque, sin duda, este parecía no haber sido su mejor examen.
—¿Un 2? —preguntó Victoria, con un tono de voz que se debatía entre la sorpresa y la inctedulidad, mientras cogía los folios de que constaba su examen y su mirada se posaba sobre el número 2, escrito en tinta roja y con la pulcra caligrafía del profesor Aguilar, que reinaba en el encabezado.
—Como ya sabe, señorita Gálvez, si quiere revisar su examen —intervino el profesor Aguilar hablando con un tono de voz pausado y calmado— pásese por mi despacho al finalizar la clase y concertaremos una cita para su revisión.
—¡Por supuesto que quiero revisar mi examen! —exclamó Victoria con indignación.
Victoria había estudiado durante meses esa asignatura, estaba preparada para enfrentar el examen el día que éste aconteció y, cuando lo llevó a cabo, no le resultó nada complicado, sino todo lo contrario.
—Le ruego que guarde silencio, revise su examen ahora mismo y, si sigue queriendo que lo revisemos en mi despacho, me lo haga saber al finalizar la clase —volvió a intervenir el profesor dando por finalizada la conversación.
Victoria abrió la boca para protestar una vez más pero recibió una patada por debajo de la mesa que le obligó a cerrar la boca y a mirar bruscamente a su mejor amiga y compañera de pupitre, Marta.
El profesor, con su elegante traje de americana y pantalón en color azúl oscuro, prosiguió repartiendo examenes por el aula haciendo, ocasionalmente, algún comentario que Victoria no se molestó en escuchar.
—¿Se puede saber qué mosca te ha picado? —le preguntó Marta en un susurro que solo Victoria pudo escuchar—. Si le hablas así ya puedes ir pensando en cambiarte de instituto si quiere aprobar Química en algún momento de tu vida.
—¡Me había preparado este examen durante meses! —le respondió Victoria en un susurro mientras sus ojos se posaban sobre el 5 que rezaba en el encabezado del examen de Marta. Cierta envidia invadió sus sentidos y, aunque en cierto modo se alegraba de que Marta hubiera aprobado, por otro lado sentía que era injusto: a Marta no le gustaba química del modo en que le gustaba a ella, Marta había estudiado mucho menos de lo que lo había hecho ella… El resultado le parecía injusto y deseaba que las tornas cambiaran, que Marta suspendiera y ella aprobara aunque fuera con un solo 5, nota que distaba demasiado del 9.25 con el que había finalizado sus estudios de química el año anterior.
—Lo sé —respondió Marta con sinceridad—, pero enfadarte con Aguilar solo empeorará las cosas. Tienes que ir a revisar el examen a su despacho y que te explique el porqué de la nota que te ha puesto…
—Un momento… —interrumpió Victoria a su amiga mientras observaba atentamente el número de hojas de que constaba su examen y les daba vueltas, una y otra vez, como si buscara algo en ellas—. A mi examen le faltan hojas… Yo respondí a todas las preguntas y aquí solo hay un par de preguntas respondidas…
—¡¿Qué?! —exclamó Marta cogiendo entre sus manos el examen de Victoria y observando atentamente las preguntas que, según constaba en el propio examen, Victoria había respondido—. ¿Por qué demonios solo respondiste las dos primeras preguntas?
—¿Tú no escuchas? —contestó Victoria de mal humor rescuperando su propio examen de entre las manos de Marta—. Yo respondí a todas las preguntas, pero Aguilar las ha hecho desaparecer para suspenderme…