Viendo como se corre mamá
Esmeralda era una mujer de 38 años, morena, de ojos negros, estatura mediana, ni gorda ni delgada, tenia las tetas grandes, el culo grande y anchas las cadera. Se casara con un abogado setentón y muy rico. Lo que no esperaba era llevar una vida monótona, con poco sexo, una vida plagada de reuniones, comidas con conocidas y amigas…, un bodrio de vida. Solo tenía media docena de amigas y una de ellas era Laura, una trepa cómo ella que se casara con otro viejo rico. Laura, tenía 33 años, era rubia de bote y tenía cuerpo de modelo. Esmeralda estaba hablando con ella en la inmensa biblioteca de su palacete mientras tomaban un té con pastas en una de las muchas mesas que tenía y que les había servido una de las doncellas, le decía Laura:
-… Y lo hice.
-Si se entera tu marido te corre a palos.
-Tenía que seducirlo, verlo pasear por la casa, tan joven, tan alto, tan guapo, enseñando músculos y con aquel paquetazo, es que me traía loca, Esmeralda. Ya me dolían los dedos de tanto masturbarme pensando en él.
-Lo sé, lo sé. ¿Cómo lo sedujiste? Cuéntamelo todo y cuéntamelo con detalles.
-Te va el morbo.
-Sabes que sí.
-Fue esta mañana. Mi marido se había ido a trabajar. Fui a la cocina con el cabello suelto, descalza y vestida con una bata de seda negra que tapa lo que tapa, o sea, que me da por debajo de las bragas, bragas que no llevaba y con un escote que casi deja ver la mitad de las rosadas areolas de mis tetas. Mi hijo Andrés estaba tomando cereales en un bol y tenía un zumo de naranja en un vaso encima de la mesa. Al verme se le atragantaron los cereales que tenía en la boca, o le fueron por mal sitio, ya que los echó fuera. Mirándolo con cara de gata en celo, le pregunté con voz sensual:
-¿Estás bien, Andrés?
Cuando pudo responder, dijo:
-«Sí, estoy bien.»
Me di la vuelta y me agaché con las piernas cerradas para coger un bol en la parte de abajo de la alacena. Me agaché cómo si estuviera haciendo una flexión y quisiera tocar la punta de los dedos de mis pies con los dedos de mis manos. Le enseñé toda la raja de mi gordo coño. No sé cómo se empalmó tan rápido, pero antes de que pudiera coger nada sentí como me agarraba por las caderas y me metía su polla en el coño de un golpe seco. Me enderecé y me apoyé con las dos manos en la parte de arriba de la alacena. Andrés me agarró por las tetas y folló mi coño más de diez minutos con fuertes embestidas, entre las cuales sentía bajar por mis muslos los jugos que salían de mi coño. Me llegaban a los tobillos cuando tuve el primer orgasmo. Mis piernas temblaron y mis gemidos fueron de loca de atar. Sentí tanto placer que casi me muero de gusto. La corrida fue descomunal. Salieron cascadas de jugos por los lados de mi coño…, con decirte que el piso de la cocina se puso cómo una pista de patinaje, ya te lo digo todo, y eso con la primera corrida, ya que me siguió dando duro otros diez o quince minutos. No sé cómo aguantó tanto tiempo sin correrse, pero aguantó e hizo que me corriera dos veces más antes de girar mi cabeza, comerme la boca y llenarme el coño de leche, pero no quedó la cosa ahí, no, después de correrse me dio la vuelta, me echó las manos a la cintura y jugó con mi culo. ¡Cómo jugó el vicioso! Lamió mi ojete cómo si fuese una delicatessen, lo folló con su lengua, me lo aplaudió con sus grandes manos… Cuando acercó su polla a la entrada del ojete ya yo me moría porque me la clavara, y fue lo que hizo, meterla hasta el fondo de un solo viaje, luego magreando mis tetas y jugando con mis pezones me folló el culo dándome leña, pero leña de la buena. Cuando se corrió y me llenó el culo de leche casi me corro yo. El picha brava se había dado cuenta y no me quiso dejar con ganas. Al acabar de correrse quitó la polla y mientras su leche salía de mi culo volvió a darme la vuelta, me quitó el picardías y le dio un repaso a mis tetas cómo nunca me habían dado. Magreó, chupó y lamió, mordió mis duros pezones…, me hizo de todo. Después se agachó delante de mí, puso sus manos en mis nalgas y clavó su lengua en mi coño encharcado, para luego lamerlo cómo un perro. Lo lamió de abajo a arriba cada vez más aprisa, y cuando ya yo gemía desesperada, me chupó el clítoris. Sentí su lengua en el glande y… ¡Puffff! Descargué cómo si mi coño fuera una fuente. Otra vez los jugos de mi corrida bajaron por el interior de los muslos y le fueron a hacer compañía a los que echara con anterioridad y a la leche de su corrida. ¡Fue un polvo bestial!
Esmeralda le dijo:
-¡Hostias si lo fue! Fue un polvo inolvidable.
-Sí que lo fue. Con mi hijo tuve los mejores orgasmos de mi vida. ¡Qué colorada estás!
-Me calenté un poquito, no puedo negarlo.
-Y dime. ¿Tu hijo te sigue espiando?
-Sí, pero mientras no pase de eso…
-¿Y si un día pasa de eso?
-No creo que se atreva.
-¿Nunca se te pasó por la cabeza follar con él?
Esmeralda tomó un sorbito de té, y después le respondió:
-No digas tonterías, Miguel es mi hijo, no es mi hijastro.
-Viene siendo lo mismo follar con un hijastro que con un hijo. ¿Dejarías que Miguel se metiera entre tus piernas si te lo pidiese?
-No te montes películas. Mi hijo…
No la dejó terminar de hablar.
-Tu hijo está tan bueno cómo el mío. ¿Cuándo tu marido se toma las pastillas para dormir y te haces tus pajas nocturnas nunca estuvo en ellas tu hijo?
-¿Por qué preguntas eso, Laura?
-Lo sabes de sobras.
Lo sabía, por eso le dijo:
-Que tú te masturbaras al lado de tu marido pensando en tu hijo no significa nada, tú eres tú y yo soy yo.
-En las fantasías cabe todo.
-Cierto, pero una cosa son las fantasías y otra muy distinta la realidad, y no es mi hijo el que está en mis fantasías.
-¿Quién está?
-Su padre, y déjalo ya. Tú te sientes culpable por lo que hiciste y quieres que te diga que soy cómo tú.
Laura mordió una pasta, le quitó un trozo, la masticó, la tragó y después le dijo:
-Para nada. Volveré a follar con mi hijo cada vez que él quiera. ¿Te follarías a Miguel si se presentase la ocasión?
-¡Y dale! No.
-¿Y si supieras que nadie se iba a enterar? Y no mientas, carajo, que sabes que lo que hablamos tú y yo no lo sabrá nunca nadie.
Esmeralda se iba a sincerar.
-Esto que te voy a decir nunca te lo dije.
Laura estaba impaciente por saber.
-Suéltalo
-Sí, me lo follaría, de hecho ya me lo follé.
Aquella confesión la cogió poniendo patatas.
-¡¿Cuándo?!
-La semana pasada. Se estaba haciendo una paja en el cuarto de baño y oí cómo me mentaba.
-¿Dijo tu nombre?
-No, dijo mamá.
-¿Qué dijo exactamente?
-Te voy a llenar el coño de leche, mamá.
-¿Entraste en el baño y te lo follaste?
-No, me fui a mi habitación y lo follé con el pensamiento.
La respuesta decepcionó a Laura.
-Eso no es follar, cariño, eso es masturbarse. Tienes que darle coño, pobrecito.
-Pobrecita yo, joder, pobrecita yo, que paso más hambre que una perra callejera.
Laura le entró.
-¿Quieres que te quite las ganas?
-¡¿Qué?!
-¿Qué si quieres que te folle y te quite las ganas?
A Esmerada la cogiera desprevenida.
-¡¿Es que te gustas las mujeres?!
-No, no me gustan las mujeres, me gustas tú, con otra no lo haría. ¿Quieres?
-No, yo no juego con fuego.
-¿Pero te gustaría? ¿Estuve en tus fantasías?
-¡No!
-Tú estuviste en las mías.
-¿De verdad?
-Tan cierto cómo que estamos hablando. ¿De verdad que a ti nunca te pasé por la cabeza en alguna de tus pajas?
-No, guarrilla, a mí no.
-¡Vaya decepción!
Esmeralda dejó de mentir.
-Podría haber dicho que sí, pero si lo hubiera dicho te ibas a subir a la parra.
-No, no lo hubiera hecho.
-Te conozco, te hubieras subido.
-En cualquier caso prefiero que me hayas dicho la verdad.
-La verdad es que sí, estuviste en mis pensamientos.
A Laura se le dibujó una sonrisa en los labios.
-¿Muchas veces?
-Unas cuantas.
-¿Reservo una habitación en el Hilton?
-¡Ya te subiste a la parra! No reserves nada, ya te dije que una cosa es la fantasía y otra muy distinta la realidad.
-La voy a reservar.
-Haz lo que quieras.
-¿Vendrás?
-No creo, pero si la reservas, me lo pensaré.
Laura se lanzó sin paracaídas.
-¿Un beso de amigas?
-Si es solo un beso…
Laura fue a su lado. Se dieron un beso, pero no fue de amigas, se dieron un beso con lengua, largó, muy largo, aunque cuando Laura le echó la mano al coño, le dijo Esmeralda:
-Volvamos a la sala que te veo muy acelerada.
Miguel, el hijo de Esmeralda, un joven de 19 años, de ojos negros, alto, moreno y con un cuerpo bien musculado, que se hacía más pajas que un mono espiando a su madre cuando se duchaba, cuando iba a mear, cuando iba a cagar, cuando de día o de noche la sentía a gemir al masturbarse, estaba en un rincón de la biblioteca y había escuchado todo lo que habían dicho.
Dos días después estaba Miguel sentado en un sofá y enfrente de él en otro sofá estaba sentada su madre. Esmeralda, que acababa de llegar de una cena, llevaba puesto un vestido largo y negro. En su cuello lucía una gargantilla de oro con brillantes, en su muñeca izquierda una pulsera de oro y en la derecha un reloj también de oro. En sus dedos llevaba varios anillos. Se había descalzado y sus zapatos negros con tacón de aguja descansaban sobre la alfombra. Miguel le preguntó:
-¿Tienes los pies cansados, mamá?
-Mucho, hijo, los zapatos nuevos me matan.
Miguel vestía un pantalón de deporte azul y una camiseta blanca de tiras que dejaba ver sus cuidados músculos. Se levantó de su sofá y luego se arrodilló delante de su madre, le cogió el pie izquierdo y comenzó a masajear la planta que estaba cubierta por una media negra. Esmeralda cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás, y le dijo:
-!Qué gustito!
Miguel le lanzó la primera pedrada.
-¿Tu amiga Chus le sigue pagando a muchachos para que le den por todos los lados?
Esmeralda, sorprendida, abrió los ojos.
-¿Quién te dijo eso?
-Mi amigo Pablo.
Pablo fuera uno de los muchos jóvenes a los que su amiga Chus pagara por follar, Esmeralda lo sabía, así que le preguntó:
-¿Por qué te interesa saberlo?
-Porque quiero que me aprenda a hacer gozar a una mujer para no defraudar a una chica que he conocido
-A ver, a ver. ¿Te echaste novia?
Miguel le cogió el otro pie, y empezando a masajearlo le mintió con descaro.
-Algo así y no quiero defraudarla.
-Tienes páginas en internet que te enseñan.
-Llevo mil y una pajas…
Lo cortó y lo reprendió.
-No uses ese lenguaje con tu madre.
-Vale. Ya miré videos lésbicos, hetero, anal, sexo con maduras…, pero una cosa es la teoría y otra la práctica.
-Te entiendo, hijo, pero mira, lo bonito es aprender juntos. Si la quieres…
Esmeralda sabía que estaba jugando con fuego, pero cómo el masaje y la conversación la estaban poniendo cachonda dejó que su hijo siguiese masajeando sus pies. Aquel masaje le valdría para imaginar cosas más calientes mientras se hacía un dedo esa noche. Miguel siguió a lo suyo.
-Porque la quiero, es por eso que no quiero defraudarla. ¿Hablarás con tu amiga?
-No, no cuentes conmigo para que esa pécora te disfrute.
-¿Y tú?
-¿Yo qué?
-¿Serías mi docente?
Esmeralda retiró el pie que le estaba masajeando.
-¡¿Te has vuelto loco?! Soy tu madre y lo único que puedo hacer es aconsejarte.
Miguel se levantó. Su gran polla hacía un tremendo bulto en el pantalón de deporte. Cogiendo el bulto con su mano derecha, le dijo.
-Aconséjame que hacer con esta.
Esmeralda se puso autoritaria.
-¡Qué manera es esa de hablarle a una madre, desvergonzado!
-La de un hijo que la desea.
Esmeralda se sintió acorralada.
-¡¿Te has vuelto loco, Miguel?!
Miguel puso las cartas boca arriba.
-Te oí.
-¿Qué oíste?
-¿Vas a ir al Hilton?
Esmeralda se quedó de piedra.
-¡¿Estuviste escuchando lo que hablamos Laura y yo?!
-En bajo no hablasteis.
-Entonces sabrás que le llevé la corriente para que no se sintiera mal.
-Eso es mentira. Esta noche voy a tu habitación. ¿O follamos antes de que venga el viejo?
Esmeralda deseó que la tragase la tierra y al mismo tiempo se puso más cachonda. Le preguntó:
-¡¿Estás bebido, Miguel?!
-Lo que estoy es salido cómo un perro, y si no es ahora te follaré con tu marido al lado.
Esmeralda le abrió la puerta de su habitación al decirle:
-Se despierta tu padre y en esta casa se arma la de Dios.
-No va a despertar, y no es mi padre.
Esmeralda quiso meterle el miedo en el cuerpo con una mentira.
-No vengas que chillo y despierto a tu padre.
Miguel no la creyó.
-No vas a chillar. El morbo de follar con tu hijo al lado de tu marido te lo impedirá.
Esmeralda en un flash recordó en cómo empezara la conversación, y le dijo:
-Esa cica que dijiste conocer no existe, ¿verdad, Miguel?
-No.
-Y seguro que sabes hacer gozar a una mujer.
-Dicen que follo cómo los ángeles.
-¡Puñetero liante! Me voy para cama por no cruzarte la cara.
Miguel siguió haciendo sangre.
-Cruza, mamá, cruza, a lo mejor así te calientas.
-¡Crie un sinvergüenza!
Esmeralda cogió los zapatos y con ellos en la mano se fue para su habitación, allí cerró la puerta, se quitó el vestido y quedo cubierta con una lencería negra. Le picó la nuca. Cuando eso pasaba era porque presentía que la estaban mirando, se dio la vuelta y vio la puerta entreabierta. Su hijo la había visto en ropa interior, lejos de enfadarse, sonrió y le dio a la cabeza, después se quitó la lencería, se puso un tanga y un picardías de seda y se metió en la cama sin saber que su hijo se la estaba meneando en el pasillo.
Una hora más tarde llegó su marido. Esmeralda estaba leyendo un libro con la lámpara de pie de su lado encendida, le preguntó:
-¿Estás muy cansado?
El viejo no tenía ganas de fiesta.
-Muerto, vengo muerto.
Al ver que se ponía el antifaz negro y tomaba dos pastillas para dormir supo que esa noche no la iba a follar. Esmeralda no pudo esperar por su hijo, se puso boca abajo, metió una mano dentro del tanga y dos dedos dentro del coño, e imaginando primero que sus dedos eran los dedos de su amiga Laura y después que eran la polla de su hijastro, se masturbó hasta que se corrió cómo una cerda. Después cogió el libro que había dejado sobre la mesita de noche, y se puso a leer.
Unos diez minutos después de correrse su madre, Miguel asomó la cabeza en la habitación. Vio a su padrastro durmiendo y dándole la espalda a Esmeralda que a su vez se la daba a su marido. Su padrastro estaba destapado sobre la cama y su madre medio tapada con una sábana. Subió a la cama y se puso entre los dos. La pierna derecha de su madre estaba sobre la izquierda. Vio su culo redondo y el tanga negro mojado y metido en la raja de su coño. Se lo olió, al estar corrido olía fuerte, cómo a rancio. Muy, muy despacito, lamió y besó varias veces la nalga derecha. Esmeralda dejó de leer el libro, lo tiró al piso y se puso boca arriba. Miguel cogió el picardías, se lo subió muy lentamente, después le besó el coño y se topó con la humedad de los jugos que había en él, luego, mirándola a los ojos le cogió el tanga con las dos manos y de nuevo lentamente se las quitó dejando al descubierto su coño, un coño con una pequeña mata de pelo negro. Después le separó las piernas, hizo que flexionara la pierna derecha, y a continuación le abrió el coño con los dos dedos pulgares. Vio sus labios, en ellos había cómo una telaraña de jugos, vio la vagina, el meato, el clítoris. Lamió los labios y la lengua se le llenó de jugos, después de tragar lamió el clítoris. Esmeralda llevó la mano izquierda a su boca y mordió el canto. Miguel siguió lamiendo hasta que su madre movió la pelvis para correrse, es ese momento dejó de comerle el coño, le sacó sus gordas tetas del picardías y se las amasó. Cuando lamió el pezón derecho. Esmeralda echó a cabeza hacía atrás, quitó la mano de la boca y gimió. Miguel miró para su padrastro, pero cómo seguía durmiendo siguió magreando, lamiendo y chupando. Bajo la mano, le acarició el clítoris, la besó con lengua y esmeralda no necesitó más. Chupó con lujuria la lengua de su hijo y se corrió cómo una loba . Al quedar su cuerpo en reposo, Miguel, volvió a lamerle el coño, un coño empapado con la tremenda corrida que había echado. Lamió los labios, folló la vagina con su lengua, lamió el clítoris… Llevó toda su teoría a la práctica hasta que Esmeralda volvió a mover la pelvis. No dejó que se corriera. Se puso detrás de ella y le metió su gorda y larga polla en el coño. A Esmeralda la polla de Miguel le llenaba el coño cómo nunca se lo habían llenado… Después de más que quince minutos de lento mete y saca, Esmeralda comenzó a correrse de nuevo. Cogió a almohada y le metió un tremendo mordisco. Temblaba la cama, su marido, se dio la vuelta, pero siguió durmiendo.
Al acabar de correrse su madre Miguel sacó la polla para correrse fuera, pero Esmeralda, en bajito le dijo:
-Quiero que te corras dentro de mi coño, hijo.
Esmeralda se echó encima Miguel. Lentamente metió la polla hasta el fondo del coño engrasado y luego la fue sacando despacito hasta que la corona salió de la vagina. Al volverla a meter la polla se fue corriendo dentro de su coño, Esmeralda se detuvo cuando le llegó al fondo de nuevo y besó a su hijo con lengua mientras acababa de llenarle el coño de leche. Al terminar de correrse lo siguió follando de la misma manera, despacito para que la cama no se moviera. Al rato y sin dejar de follarlo, se quitó el picardías y le dio las tetas a mamar. Miguel se las cogió con las dos manos y magreándolas fue lamiendo los pezones, las areolas… Tiempo después, Esmeralda, sintiendo cómo su hijo le mamaba las tetas y la polla entraba y salía de su coño, le dijo al oído:
-¿Quieres ver cómo se corre mamá, cariño?
Muy en bajito le respondió:
-Sí, mamá, quiero ver tu cara al correrte mientras te lleno el coño de leche.
Se corrieron juntos mirándose a los ojos hasta que a Esmeralda se le pusieron en blanco.
Al acabar de echar el polvo, Miguel se marchó de la habitación tan en silencio cómo había venido.
Quique.