Asisto a una fiesta en donde yo soy la ofrenda sexual
ENTREGADA A LA LUJURIA.
Intentando dar gusto a una petición de Julio 95 –
– ¿ Voy …bien ?- le pregunté a Santiago, mi marido.
– Perfecta . Es una fiesta especial.
Sabía que iba vestida de gata buscona con clase. Santi había elegido la ropa, cuando la vi encima de la cama me dio un calentón. Tan fuerte que al ducharme no pude evitar tocarme las tetas tiesas con los pezones erectos. Al pellizcarlos una corriente de lascivia corrió de ellos a mi concha que endureció y puso rígido mi clítoris . Lo acaricié, despacio al principio, rápido a medida que me iba poniendo más y más cachonda. El agua sobre mi piel me acariciaba y me vine con un AAAAHHH.
– Nena, me gusta verte cuando te haces una paja. Mira como me has puesto.
Se había desnudado y estaba con la polla en alto delante mío. Entró en la ducha y me ordenó.
– ¡ Chúpamela!
Me arrodillé y tomé su verga con la mano derecha y me la llevé a la boca. Mi marido me agarró la cabeza y la metió de un golpe. Me follaba, yo no podía jugar a lamer su verga, sólo poner mis labios apretando como si fueran los de mi coño. Pasé mis manos a sus nalgas y se las arañé, aquello le excitó más y por fin soltó su leche que me llegó a la garganta. Me levanté , me pegué a él y le miré haciendo que se diera cuanta que me tragaba su semen.
– ¿ Te lavo la pija?- le insinué mimosa.
– No hace falta, ya lo hago yo. Tú puedes ir a arreglarte.
Me sequé, me di crema y mientras la absorbía me pinte las uñas de rojo intenso, luego pasé a maquillarme, pestañas, cejas, pómulos. Un toque de perfume y estaba lista para empezar a vestirme.El hilo dental , luego el corsé, que se abrochaba delante y que dejaba las tetas desnudas levantadas por semicopas , las medias que llegaban a medio muslo, las fijé con los tirantes del corsé . Una falda corta de cuero, que apenas llegaba a donde acababan las medias, una blusa de seda, y las botas de taco alto y que me llegaban un poco por debajo de la rodilla. Todo negro. Me miré en el espejo. Puse el rojo en mis labios como una llama de color . Era la imagen de una perra viciosa.
Santiago ya se había vestido con un ambos gris y camisa azul cielo con corbata roja. Me dio los aros y el collar que me regaló en Cartagena de Indias. Me hacía parecer una golfa sumisa , que es lo que él quería. Sabía que iba a una fiesta muy especial. Me gustaba que mi marido viera que no soy una mojigata, como me han dicho que era su primera mujer, y por otro porque me he dado cuenta que me gusta el sexo mucho más de lo que creía .
El recorrido en el coche fue de apenas media hora. Santiago siempre me obliga a usar el cinturón de seguridad. Eso dejó mis tetas separadas por la tela del cinto destacando su turgencia, haciendo que mis pezones rozasen con la seda de la blusa y se endureciesen marcándose bajo la tela. Llegamos a una casa en una urbanización privada en las afueras de Buenos Aires. Aparcó y bajamos. Nos abrió una mujer alta con una túnica blanca .
– Señora, debo taparle los ojos.
Y lo hizo. Me puso un antifaz . Mi marido me guió unos pasos hasta que quedamos parados.
– Santiago, esto es un club de parejas que…disfrutamos de la vida y el sexo.- oí que nos decían – Hay que estar casados para poder ser miembros … y ser liberal de modo que no importe que tu mujer esté con otros hombres. A parte una cuota de 100 dólares al mes para el mantenimiento del local, se paga, por sesión que se asiste, la comida del catering y el servicio de esa mujer que os ha abierto.
Me quedé asombrada. Mi marido quería entrar en un club de viciosos, de degenerados sexuales . No me había dicho nada pero me excitó tanto que me comencé a mojar pensando en lo que vendría.
– Me parece bien. Marisa no pondrá ninguna pega. Y ahora…qué hay que hacer.
– Una copa de bienvenida.
Me dieron una copa , parecía champán , me hicieron chin chin varias veces, no las conté, por eso no me di cuenta de cuantas personas había. Apenas acabé de beberla sentí un extraño calor, aquello tenía algo más que alcohol. Mis pezones se pusieron aun mas duros de lo que estaban y me di cuenta que se empapaba más mi vagina.
Alguien se me acercó, me sopló en el cuello y comenzó a desabrocharme la blusa. Lo hacía despacio, otra persona me iba pasando una uña por la piel que iba quedando desnuda. Yo me iba poniendo más y más caliente. Cuando quedaron al aire mis tetas el dedo comenzó a escalar mis montañas camino de las dos cimas erectas. Se me escapó un suspiro. La persona que me estaba quitando la camisa tiró de mis muñecas para atrás dejándome más expuesta a las caricias que excitaban mis senos.
Me soltaron los botones de las mangas y me acabaron de sacar la blusa. El corsé hacía que mis lolas erguidas estuvieran al alcance de los sobes viciosos de alguien que no sabía quien era, pero que me estaba poniendo a mil. Me desabrocharon la pollera y tiraron haciendo que cayera . Me movieron para que mis pies no tropezaran con la prenda en el suelo. Mientras una persona tocaba mis tetas, otra comenzó a hacer lo mismo con mis nalgas. Lo hacían muy suave, muy mimosos y me calentaban como a una perra en celo. Era como me sentía. Mas al tirar de mi tanga que hicieron deslizar acariciando mis muslos hasta que se unió a la falda. Otra persona atacó mi monte de venus depilado rozando la piel hasta que encontró mi clítoris duro de deseo.
Me estaban sobando los pechos, las nalgas y luego el botoncito rosado. No pude más y con un ¡AAAAAAhhhhh! me vine , parada, ante unos extraños que yo no veía y estaban comprobando la puta cachonda que yo era.
Una mano fuerte me agarró por la muñeca, me hizo andar unos metros , me di cuenta que me había llevado a otra habitación.
– Como una perra-
Conocí quien me estaba dando la orden y me excité mucho más. Me puse en cuatro temblando de placer anticipado. Mi macho se colocó tras de mi, me pasó dos dedos por la concha empapada que chorreaba mi lujuria. No quería que nadie me oyera, así que apenas fue un susurro cuando le dije:
– Sabes que soy tuya.
– Puta…Te voy a romper.
Su ciruelo aró la puerta de mi sexo . Paró y lo empezó a meter lentamente hasta lo más profundo de mí. Se quedó sin moverse disfrutando de la humedad de mi vagina. Apenas empecé a apretar con ella su enorme tarugo, me dio una nalgada.
– Quieta ..perra que el que dice como se coge soy yo.
Aquello me puso más cachonda. Me vuelve loca follar con mi cuñado Benito y estaba segura que era el macho que me estaba follando, porque es mi macho, el hombre que cuando me ve se le pone dura, el que se había pasado años deseándome, babeando su lujuria sobre mi estrechez mental de mujer puritana y ahora que me había liberado disfrutaba como hembra en celo.
Empezó a moverse, lento al principio en un sacarla hasta dejarla casi fuera y luego volver a entrar hasta llegar al fondo de mi feminidad. Lo repitió una y otra vez, yo estaba cada vez más caliente, el hombre disfrutaba de mí. Empecé a gemir de placer. Y él comenzó a acelerar el ritmo. Me estaba cogiendo en silencio, solo se oían mis aaayyyys.
– Ahora te voy a quitar la venda… putilla.- me susurró al oído.
Me quitó el antifaz. Estaba delante de un espejo grande de pared, a cuatro patas, las tetas colgado, el culo en alto y como imaginaba Benito detrás con la pija bien metida en mi concha. Mi rostro rezumaba lujuria y los aros y el collar al moverse con las embestidas del macho producían un extraño efecto erótico. Atrás al fondo de la habitación estaba Raquel , mi cuñada, la mujer de Benito, como yo, con botas, medias, liguero y corsé negro, que le levantaba y dejaba al aire sus grandes tetas. Se estaba masturbando viendo como me follaba su marido.
Mi cuñado tiró de mi, quedé clavada en su polla pero sentada sobre sus muslos, me tocó las tetas, las sobó, las estrujó, me apretó los pezones hasta hacerme chillar en una mezcla de placer y dolor. Me chupó el cuello, me mordió la oreja y entonces me susurró:
– Nena , ahora vas a ver y oír lo que te va a poner mas cachonda, putita mía. No digas nada.
Bajó la intensidad de la luz, fueron apenas unos segundos, los suficientes para que pudiera ver la otra cara del espejo. Allí parado, desnudo, haciéndose una paja estaba mi marido. A su lado mi amante Susana, con el mismo vestuario que Raquel y yo. Corsé , medias y botas altas, todo de negro. Y les oí.
– ¡ Te gusta ver lo puta que es tu mujer! Cabrón, sigue pajeándote hasta que sueltes esa leche. Después ya podrás jugar. Primero ve como es de perra tu mujer.
Las luces volvieron a subir la intensidad , yo ya no veía lo que ocurría al otro lado del espejo, pero lo sabía. Benito me volvío a morder la oreja y volvió a susurrarme:
– Te ve y te oye. Quiero que se dé cuenta de lo que gozas conmigo, yegua.
El saberme espiada por mi marido me excitó aun más. Como estaba, tenía las manos libres. Bajé la derecha hasta mi clítoris y mientras me follaba mi cuñado, empecé a masturbarme. No podía aguantar mucho. Me vine como un terremoto.
– ¡ Yaaa! Me estás matando . No pares, sigue …sigue ¡oooooohhh! – chillé .
– Te voy a seguir dando , puta.
Hizo que volviera a ponerme en cuatro y siguió cogiéndome. Comenzó a darme nalgadas , fuertes, que me hacían moverme más rápido adelante y atrás.
– ¡ Yegua! ¡ Dale! Así, rápido.- Me daba azotes y tiraba de mi pelo como si estuviera en una carrera de caballos. Su polla entraba hasta lo más hondo de mi sexo y luego quedaba casi fuera, el ritmo era salvaje y yo no hacía más que chillar de placer porque lo sentía y porque sabía que eso le ponía más cachondo a mi marido que me estaba espiando.
-¡No puedo maaas.!… Me corro. …¡Uuuhhh!- me apreté contra el vientre de mi cuñado totalmente empalada para llegar a un orgasmo bestial, salvaje , en el que sentí que me desfondaba, que no podía seguir, como una corredora de maratón que llega a la meta.
Se me aflojaron los brazos y me dejé caer al suelo. Sentí el frío del mosaico en mis pezones duros y procuré recuperar la respiración.
– Me he venido mas de cuatro veces. Estoy muerta.
– Nena, puedes mucho más. Esto sólo está empezando. Levanta y mirate en el espejo.
Se retiró de mí, me senté arrodillada apenas unos segundos, intentando descansar de tanto placer.
– He dicho que te levantes. Y te veas en el espejo.
Le obedecí. Quedé parada ante el espejo. Y me miré. Entendí por qué quería que me viera . Porque yo misma me calenté al verme. El pelo suelto, largo , justo encima de los hombros, la cara reflejaba mi lujuria , los aros y el collar que me hacían parecer más perra. Las tetas turgentes con los pezones erectos por la excitación. El corsé que me dejaba al aire los pechos, me apretaba la cintura dándome más forma de guitarra. El triángulo de venus depilado, con un extraño brillo como si reflejase la humedad de mi concha y la dureza de mi clítoris inflamado. Las piernas enfundadas en las botas de taco alto y las medias negras que las tiras del corsé las mantenían tersas en mis muslos. Era la imagen de una viciosa guapa, con un erotismo digno de una colección de fotos. Moví la cabeza para que mi cabello jugara libre como los aros de mis orejas.
– ¿ Ves lo zorra que sos? Te gusta ser una casada viciosa. Y que los hombres te deseen y te cojan…. ¿ no es verdad gatita?
– Sí, me gusta. Y quiero ser eso …una de las mujeres casadas del grupo. Y que me cojan… y me hagan gozar… y entregarme… –
Me estaba excitando a medida que iba hablando, me daba cuenta que me faltaban palabras, por eso acabé con: Y poder ser muy puta.
Era lo que quería, pero que también a mi marido , que me había metido en el círculo vicioso ,y que le gustaba y le excitaba saber lo golfa que podía ser. Me estiré orgullosa de mi belleza que se reflejaba en el espejo y moví los hombros para que mis tetas oscilasen en un ritmo sexual y lascivo.
– ¡ Prepara a la nueva para que la sodomice!
Me puso más cachonda , me ponía que me iba a dominar por completo ante los ojos de mi marido, con el que solo lo habíamos hecho por detrás muy pocas veces, como algo extraordinario y mi cuñado, mi amante, me iba a poseer por primera vez por ahí, por la puerta oscura, por el placer negro, en la entrega total, pero sabía que si me negaba todo era más excitante , así que imploré:
– Por el culo …NO –
– Perra , estás para obedecer.
Raquel me agarró de la muñeca y sin ningún miramiento me llevó junto a un mesa baja de madera e hizo que me arrodillara y apoyara mi torso en ella con los brazos estirados. Giré la cara para que mi marido al otro lado del espejo pudiera ver como sufría y gozaba. Mi cuñada se colocó tras mío y me mojó el ojete con saliva , mucha saliva, metiendo los dedos para embadurnar el estrecho orificio. Luego se colocó ante mi y me sujetó las manos para que no pudiera moverme. Estaba a merced de la lujuria de mi cuñado.
Se colocó tras mío , no se entretuvo , puso el cipote en mi ano y empujó hasta que le entró toda la polla. Yo di un grito de asombro y dolor. Entonces me dio un azote, los dos dolores , la nalgada y la pija intrusa que parecía querer romper mi esfínter y me llenaba, se mezclaron dejando paso a un placer morboso, masoca , que me empezó a invadir.
Chillé: ¡ Aaaaahhh! Me rompes…por favooor ..
Me volvió a dar una nalgada y empezó a moverse dentro fuera, lento , disfrutando de poseerme , de tenerme para su juego más lascivo. Yo sabía que Santiago, mi marido, me estaba viendo y oyendo, y volví a gemir. La postura en paralelo al espejo le permitía contemplar como la polla entraba y salia de mi culo.
– Por favor….me haces daño…- mi voz se había convertido en un susurro implorante.
– Si te va a gustar. Sos una perra que le encanta que la rompan el orto.
Yo era un gemido de placer y dolor, porque el grosor de la pija de Benito me hacía daño en la puerta oscura, me había dilatado demasiado. Él seguía dándome por culo, sin hacer caso de mis quejas. Sólo, de cuando en cuando, me daba un azote y decía.
– Para que chilles por algo .
No supe cuando cesó el dolor, solo me tenía la sensación de sentirme llena de macho. Mi gemido comenzó a ser de placer, más bajo al principio, pero cada vez más alto. Era un AAAAYYY mezclado con un AAAHHH en el que el OOOOOOHHHH daba una nota aún más alta. Y mi cuñado aceleró. Su ritmo se hizo más rápido. El estar sometida y sujeta por mi cuñada que me tenía agarrada por las muñecas con los brazos extendidos, el roce de mis pezones duros y erectos con la mesa, el mete y saca salvaje de Benito, el saberme espiada por mi marido, me excitaba cada vez más. Iba subiéndome a la ola como una surfista que se monta en la más grande, cada vez más y más en el tope hasta que ….mi cuñado me sujetó y sus embistes se convirtieron en un martilleo acelerado con la polla dentro de mí y con un grito de PUTA me soltó su leche …y yo me lancé en un deslizar de un orgasmo terrible y maravilloso.
Se retiró de mí sacando su pija, yo estaba en una nirvana de placer cuando Raquel , mi cuñada me soltó las manos y se colocó tras mío.
– ¡Límpiala!
Y obedeció. Su lengua recorrió el valle de mis nalgas, limpiando el semen que rebosaba mi orificio trasero. Aquella caricia hizo que volviera a subirme a la cima del placer y cuando bajó para arar la concha metiendo la punta entre los labios íntimos, comencé a temblar, me salió un susurro de un río que fluye, no podía más, algo se estaba rompiendo en mi interior. Luego atacó mi punta rosada, dura, erguida, y al hacerla vibrar me deje llevar al más allá, fue una explosión que no pude resistir. Creí que moría en el más salvaje de los orgasmos y perdí el sentido.
Me estaban aplicando una toalla húmeda en la frente, abrí los ojos. Mi cuñada Raquel me besó.
– Me has dado un susto – me dice mimosa – siempre había pensado que sos una gozadora , hoy lo he visto.
Volvió a besarme, tumbada a mi lado, me dejé hacer, me gustaba sentir sus pechos rotundos pegados a los míos, y cuando pasó su muslo entre los míos, y su pubis sin depilar rozó la suave piel de mi monte de Venus , acomodé el contacto de nuestros clítoris. Era muy dulce seguir en una nirvana de lascivia, no perder el calorcito que da el sexo jugoso, sentirse mujer gozosamente lujuriosa.
– Marisa y Santiago han pasado la prueba. Ya podemos aceptarles como miembros del grupo. Ahora que siga la fiesta. En el salón hay viandas por si tienen hambre o sed. Recuerden que se puede hacer todo con todas y todos, menos con su esposa o esposo. Las únicas esposas que pueden usarse son las de fieltro por si alguien quiere jugar a policías y detenidos.
Era Pedro , el marido de Susana , el que había hablado, en la habitación había cuatro mujeres más , todas desnudas con corsé , medias y botas y cinco hombres, contando a mi marido, desnudos bajo unas capas marrones.
Santiago me ayudó a levantarme, me miró a los ojos y me dijo quedo:
– Estoy orgulloso de ti. Eres y vas a ser mi puta. Disfruta y seguiremos en casa.
– Lo hago por vos. Sé que querés que sea una mujer liberada- le mentí con voz mimosa y entregada. Me había dado cuenta que me encantaba y me encanta coger.
Este relato pertenece a la serie Marisa y Santiago de esta autora. Como siempre espero que les haya agradado y saben que pueden hacer sugerencias sobre el desarrollo y los acaeceres de los protagonistas.