Cuando no me queda más remedio que someterme a mi padre
A mis 22 años, ya tenía mi recorrido en el sexo, al igual que la mayoría de las chicas de ahora de mi edad. Salía de fiesta con amigos y era raro el día que no llegaba a casa sin haber follado. Mis amigos me decían en broma, que se me bajaban las bragas muy fácilmente y puede que tuvieran razón, porque en cuanto me calentaban un poco, enseguida me abría de piernas.
Puede que mi imagen ayudara a eso, con esas faldas tan cortas que me gustaba llevar para lucir mis bonitas piernas, la parte que más me gustaba de mi cuerpo, aunque a los chicos solían gustarles más mis tetas.
Cuando llegaba a casa, ya estaba mi padre esperándome, un hombre autoritario y rudo, que también sabía ser cariñoso conmigo cuando quería sacarme algo, pero al llegar y ver mi estado, solía decirme:
–¿A cuantos te has tirado hoy?
–¡Bah! Déjame, papá…..
–Menuda golfa estás hecha, has salido a tu madre…..
Quizás lo dijera por otras épocas de mi madre, porque ahora mi pobre madre tenía una salud delicada y estaba casi todo el día en la cama, ajena a todo lo que sucedía en casa, y entre mi padre y yo.
Con lo que había bebido en la fiesta, lo único que me apetecía era echarme en la cama y dormir, pero él venía detrás de mí, hasta mi habitación, me agarró por detrás, sujetándome para que me inclinara sobre la mesa, levantándome la falda para poder ver mi culo:
–A ver como vienes……. ¡Joder!, con estos tangas que lleváis, no te tapa nada.
Él dio un tirón hacia abajo y me lo quito, dejando mi coño a su vista y pasando sus dedos por él, me dice:
–Que guarra eres, todavía tienes el coño lleno de leche, pero tan caliente como siempre.
Mi padre siguió metiéndome los dedos, hasta que se sacó la polla del pantalón y empezó a metérmela, en un ritual que se repetía frecuentemente. Ya estaba acostumbrada a que me follara cuando le venía en gana, pero cuando lo hacía, esa noche me dejaba dormir tranquila, así que esperaba a que se corriera dentro de mí y se quedara satisfecho. Como yo tomaba las pastillas anticonceptivas, no importaba que lo hiciera:
–¡Aaahhhh!, ¡uuufff!, qué bueno, que coño más rico tienes, que gusto da meterte la polla.
Empezó a follarme con fuerza, haciéndome gemir con cada embestida que me daba por detrás contra mis nalgas, hasta que aceleró el ritmo para luego quedarse quieto dentro de mí, derramando su semen.
Cuando él se corría demasiado rápido, a mí no me daba tiempo a correrme, pero normalmente solía hacerlo, porque era de orgasmo fácil.
Mi padre salió de la habitación y me dejó dormir en paz. Como decía, esto era algo que se repetía habitualmente, desde hace un tiempo. Yo intentaba justificarle por el estado de salud de mi madre, con la que hacía tiempo que no tenía ningún tipo de sexo y yo no sé si sería mejor que se fuera de putas, pero él me había enseñado a que tenía que ocupar en la casa el lugar de mi madre y yo lo había asumido así. Me tenía sometida, pero era algo que yo aceptaba también. Mi forma de ver el sexo ayudaba también y aunque fuera mi padre, estaba cansada de oír a mis amigas decir, todas cachondas, como a la menor ocasión, sus padres las sobaban todo lo que podían, así que lo veía normal.
Lo que menos aguantaba eran esos cambios de carácter que tenía, quizás por la bebida que tomaba en exceso que a veces le hacía ser la persona más encantadora del mundo y otras, alguien repugnante que no me tenía ningún respeto, aunque luego me pidiera perdón muy arrepentido. Quizás a muchas les suene este tipo de hombre…….
Pero otras veces, también sabía ser cariñoso conmigo, era como otra persona, venía a mi habitación por la noche para dormir conmigo y yo le preguntaba:
— ¿Y mamá?
— No te preocupes por ella, está dormida y no me echará en falta.
En esos momentos era cuando más disfrutaba con él, besaba toda mi piel, la acariciaba con delicadeza y cuando ya me tenía a punto, me follaba con amor, con ternura y con una pasión que me hacía sentirme solo de él y él sólo mío. Una sensación más normal de una pareja de casados, pero nosotros éramos padre e hija, algo extraño que aumentaba el morbo de nuestras folladas.
Mi padre procedía de una familia de campo, en la que siempre había visto como su padre follaba a sus hermanas, así que tampoco era tan extraño para él, meterse en la cama conmigo.
Mi madre a veces se levantaba de la cama y me preguntaba si estaba atendiendo bien a mi padre, que ella no podía y yo tenía que hacerlo. Yo no sabía a qué se refería con eso, porque sería una pregunta normal en una situación así, si no fuera porque me dejaba follar por él para tenerlo bien atendido, algo raro de explicarle a mi madre si no fuera porque ya lo sabría y a ella la gustaba ponerme de los nervios.
Todo era raro en mi casa, desde hacía años, aunque quizás en otras casas sucedieran cosas parecidas, pero cada una vive lo suyo y siempre le parece algo único. Cuestión de percepciones……
Lo único bueno de todo esto, era que yo hacía lo que quería, que aunque mi padre fuera un poco bipolar, no le importaban mis horarios, si follaba mucho o poco con otros, porque sabía que me tenía a su disposición y que nunca me negaba, así que cada uno cumplía su parte y se evitaban más problemas.
Fueron pasando los años y yo empecé a tener una pareja estable, después de mi alocada vida en la que cuando me iba de fiesta, solía acabar en el asiento de atrás de un coche con cualquiera que me hubiera invitado a una copa y si esa noche no había habido suerte con ninguno, siempre alguno de mis amigos estaba atento a que esa noche no me fuera a casa mal follada o sin follar.
Entre esos amigos siempre hubo uno especial, uno que siempre había estado enamorado de mí sin que yo le hiciera mucho caso, pero el tiempo siempre pone las cosas en su sitio y el que sabe esperar, encuentra su premio y cuando yo estaba ya “madura”, caí con él, más por cansancio de todo y porque siempre había estado allí, que por amor apasionado por mi parte.
A él no le importaba si había follado con muchos o no. El me conocía desde siempre y sabía cómo era, pero claro, decirle que entre todos esos que me follaba, también estaba mi padre, era algo complicado de asumir, así que lo dejé pasar, esperando que mi secreto durara en el tiempo.
Él venía a casa y mi padre le aceptaba bien, aunque a él le sorprendieran las palmadas que mi padre me daba en el culo al pasar a su lado y yo temblaba esperando que mi padre no se pasara de la raya.
Mi novio cada vez pasaba más tiempo en mi casa y muchas veces dormíamos juntos, lo que a mi padre no le hacía ninguna gracia, porque oía mis gemidos follando con mi novio, cuando él desearía estar ocupando su lugar.
Fue pasando el tiempo, prácticamente ya vivíamos juntos en mi casa y aunque mi novio era muy bueno, no es tonto y acabó dándose cuenta de mi extraña relación con mi padre. Sus cambios de carácter acabaron delatándolo y alguna vez vio como me metía mano en el pasillo de casa o como me decía alguna cosa impropia de un padre a su hija.
Así que tuvimos una conversación, en la que me preguntó:
— ¿Qué pasa con tu padre? ¿Por qué te trata así?
Sus preguntas se fueron convirtiendo en afirmaciones……..
— Te suele meter mano….. ¿Te ha follado alguna vez?
Insistía tanto que tuve que decirle:
— Sí, me ha follado un montón de veces…..
— ¿Eres su puta?
— ¿Por qué me dices eso?
— Yo ya sabía que eras la puta de todos y no me importó. Si eres la puta de tu padre, no pasa nada…., puedo entenderlo.
— ¿De verdad? ¿Cómo puedes entender algo así, si yo me siento fatal porque lo hayas descubierto?
— Con la situación que tenéis en casa, con tu madre enferma…., fuiste una buena hija. A mí no me importa, ya sabes que soy diferente a los demás…..
Si hasta ese momento, no estaba enamorada de mi novio, en ese instante me estaba enamorando de él. Por primera vez, un hombre no me juzgaba, me comprendía y me quería, sobre todas las cosas, ¿qué más podía pedir?
— No hace falta que te escondas de mí para follar con él, puedes seguir haciéndolo, tu padre lo necesita, está como loco sin ti. Puedo compartirte con él. Eres demasiada mujer para un solo hombre. Yo ya sabía que tendría que compartirte y si es con tu padre, mejor que con otro.
— Gracias, cariño. Me estás demostrando todo tu amor. Se lo diré a mi padre para que se tranquilice y no siga tomándola contigo y te eche de casa, jeje.
Todo cambió, de pronto tenía en casa a dos hombres para mí, a los que atender, mientras mi madre seguía ausente pero vigilante de que mi padre estuviera bien atendido, diciéndome a veces:
— No descuides a tu padre por tu novio.
— No, mamá, no te preocupes……, todo está bien.
Así era la situación de surrealista en mi casa. Yo seguía durmiendo siempre con mi novio, pero mi padre aprovechaba cualquier momento del día para follarme. Nos metíamos en la habitación mientras mi novio esperaba en el salón. Al terminar, salíamos y todo era normal, como si hubiéramos hecho otra cosa cualquiera. A veces mi novio me pedía hacerlo después de mi padre, cuando se había excitado demasiado escuchándonos, otras veces lo hacíamos por la noche, mientras mi padre y mi madre nos escuchaban desde su habitación.
Quizás era todo demasiado enfermizo, morboso y diferente. Algo que no entendería nadie, pero eso a nosotros no nos importaba. Éramos felices así y nadie tenía que meterse.
Pero en nuestro particular mundo, en este mundo de delirio, todo podría pasar y un día, después de una celebración de los tres en el salón, en la que bebimos demasiado, sentí como “mis dos hombres” empezaban a meterme mano, a calentarme a la vez. Yo me dejé llevar, ayudada por los efectos del alcohol. Me desnudaron, uno se puso a comerme las tetas, mientras el otro me abrió las piernas para meterme la lengua en el coño. No sabría decir quién de los dos hacía cada cosa…, me besaban alternándose, me masturbaban, me daban sus pollas en la boca, a veces las dos a la vez…..
Otras veces había estado con dos chicos haciendo tríos, disfrutando de sus pollas, pero esto era distinto, demasiado excitante para mí, no podía contenerme y les pedí que me follaran, me daba igual quien…, uno por el coño, otro por el culo…, alternándose, follándome sin parar hasta volverme loca con tantos orgasmos seguidos.
Tanto placer, me dejó mareada. Me llevaron a la cama y los dos siguieron disfrutando de mi cuerpo. No sé cuánto duró eso, pero yo no quería perderme esas sensaciones, esa borrachera de placer que me dejaba a su merced.
A la mañana siguiente me desperté en la cama con mi novio. Recordaba todo eso que había pasado, como una especie de sueño, pero una simple mirada a mi cuerpo me indicaba que había sucedido de verdad. El semen de “mis dos hombres”, todavía estaba dentro de mi coño. Mis pechos mordidos, marcas en mis piernas, mi culo azotado, una orgía en toda regla, como nunca había tenido.
Juntos o por separado, continué follando con los dos, como la puta de la casa, que mi novio me consideraba y que mi padre me había considerado siempre, mientras mi madre continuaba en esa casa como un fantasma, pendiente de que tuviera bien atendidos a “mis dos hombres”.