Una agradable sorpresa con mi querido hermano
Hace poco leí el comentario de una persona que dijo que pensaba que la mayoría de las historias de sexo entre hermanos no eran ciertas, pero me animó a contar la mía.
Tengo 18 años, alta de altura, rubia con ojos azules, y sin pudor confieso que me tengo por una chica sexy, mi hermano es 5 años mayor, más alto que yo, también con cabello y ojos claros, hermoso ejemplar de joven.
Siempre tuve deseos, lo confieso. Aún antes de despertar al sexo creo que estaba enamorada de él. Mi historia comenzó de muy niña, siempre estuve celosa de las chicas que se le acercaban, recuerdo una vez que lo vi besando a una chica, hice verdaderos esfuerzos para contener mis celos, llegué a casa, me peleé con mi madre y pasé días enfadada con mi hermano. Con algunas chicas le insistí tanto e hice tales esfuerzos que conseguí que las dejara.
Siempre habíamos sido cariñosos el uno con el otro, constantemente estábamos abrazándonos, mimándonos, siempre estábamos juntos, nunca había pasado nada que despertara nuestro interés sexual, pero cuando llegamos a la adolescencia las cosas comenzaron a cambiar.
Recuerdo la primera vez que sentí su pene erecto, viajábamos en auto a un pueblo de campo con nuestros padres, él y yo estábamos sentados en la parte de atrás, en un momento puse mi cabeza en su regazo, él se quedó acariciándome el cabello, de repente sentí un volumen debajo de sus pantalones presionando mi mejilla, en ese momento me di cuenta que tenía una erección, hacía sonidos raros con la respiración y yo que apretaba más mi cara para sentir mejor su polla dura provocaba que su erección creciera más y más. Creo que al tener la boca de su hermana tan pequeñita, tan cerca de su verga y sentir el contacto de mi mejilla sobre la estaca le estaba proporcionando un placer y un morbo nuevos. Él pareció sentir vergüenza de que yo me diese cuenta y quería que me levantara, que dejase de estar tumbada con mi cara sobre su morcilla.
–Nuria me haces daño, estoy incómodo. Levanta por favor.
Yo restregué la mejilla a lo largo del bulto bajo que había bajo el pantalón y sentí como su pene daba un respingo. Giré mi cabeza hacia debajo de forma que mis labios entraron en contacto con la montaña. Entreabrí la boca y al sentirla a través del pantalón dejó de alisarme el cabello y apretó mi cráneo con fuerza mi cabeza haciéndome sentir la verga y su dureza total contra mi boquita. Sentí como que temblaba y de repente sus caderas colapsaron y una manchita húmeda y caliente apareció en el sitio del pantalón que ocupaba la punta de su verga, como si se hubiese meado, pero olía diferente al pipí. Seguí fingiendo estar dormida y terminamos el viaje sin decirnos nada
Otra vez estábamos acostados en el sofá viendo la televisión cada uno en el extremo, puse mis piernas sobre sus piernas, él estaba masajeando mis dedos y poco a poco hice coincidir mi talón con esa zona en la que terminan los huevos y comienza el pene. Mientras masajeaba mi pie, disimuladamente comenzó a moverlo de forma que el talón subía y bajaba desde sus testículos hasta la verga durísima.
Yo comencé también a intentar acariciar, no sólo con el talón sino con la planta del pie y los dedos. Pero no podía hacerlo bien porque él me masajeaba, así que acerqué el otro pie y lo puse distraídamente sobre su muslo. A las tres caricias se disculpó y dijo que tenía que ir al baño. Se fue rápido, me preguntaba qué iba a hacer y fui tras él para intentar ver algo. Se encerró y no pude ver nada. Pero le oí gemir y respirar rápido y ruidoso.
El baño de la casa tenía una pequeña ventana que daba a un pequeño patio en el que almacenábamos cosas, pero había muchos trastos bajo la ventana y no se podía ver nada. Así que un día hice una limpieza, moví todos los trastos a un lado, dejé el área libre, luego apilé unos cajones para poder ver a través de la ventana a la que no alcanzaba desde el suelo. Esperé la próxima oportunidad, que no tardó mucho tiempo, y otra vez estábamos en el sofá en la misma posición, lo provoqué con mis pies. Fue una verdadera paja sobre los pantalones y cuando se fue diciendo que iba al baño, salí al pequeño patio, subí a los cajones, la vista no era muy buena pero fue suficiente para ver lo que quería, allí estaba mi hermano, con la verga en la mano gimiendo y masturbándose.
Estábamos solos en casa podía sentirme cómoda admirando la escena hasta que lo vi venir y el semen goteando de sus dedos, aún lo espié en el baño algunas veces más, pero siempre cuidando de que no se diese cuenta.
La primera noche que estuvimos solos viendo tele, mamá y papa ya se habían acostado, cuando comenzó el habitual masaje de pies le dije:
–Hermanito hoy no te vayas al baño.
Me miró asustado pero luego su expresión se relajó y me dedicó una sonrisa. Jugué con mis pies sobre sus pantalones, sintiendo la potentísima erección que ocultaban. Me miraba y su respiración se iba cargando, hasta que por sorpresa, quité los pies y me di la vuelta, apoyando mi cabeza como la vez del coche.
Mi hermano no daba crédito pero me dejó hacer. Tanto él como yo llevábamos pijama. Mi boca apoyaba en la mitad del cilindro de mi hermano. Tome su brazo derecho y lo llevé hasta mi muslo, en la parte superior y lo subí hasta que noté sus dedos rozar mi pubis sobre la tela
–No debemos Nuria…
Abrí la boca y le di un mordisco al pantalón, justo sobre el centro de la verga. – ¡Ay Nuria!
Su mano tímidamente comenzó a penetrar bajo el elástico de la cintura de mi pijama.
– ¡Nuria, no llevas bragas!
–Nuca me pongo bragas para dormir, me da una sensación de cochinada acostarme con algo que lleva manchándose de pis todo el día. Y la sensación de libertad es maravillosa. ¿Te gusta tocarlo? –pregunté malvada procurando que mi boca al hablar moviera los labios sobre la dureza de mi hermano.
– ¿Ya te la ha chupado alguna chica?
– ¡Qué bruta eres! ¿Y a ti que te importa?
–No es que me importe –Dije desabrochándole el nudo de las cintas del pantalón del pijama.
Mi hermano sudaba, sus dedos habían llegado al vello de mi pubis e indagaba sobre como estaría la rajita. Pronto descubrió que estaba chorreando, resbalosa y caliente. Los labios de mi coño se abrían solos para dejarle entrar justo en el momento en el que yo conseguía sacar el prepucio de los slips.
–Nuria, vamos a dejarlo –dijo sin convicción.
Le miré lamiendo con la punta de la lengua en movimientos cortos y rápidos la punta de la verga que goteaba.
–Voy a eyacular Nuria
–Hazlo mi amor –dije bajando el elástico del pijama y del slip y metiéndome la verga entera hasta la garganta.
Su esperma me lleno la boca totalmente y aunque tragué casi todo, parte brotó de mi boca sobre su pubis.
Seguí lamiendo. Mi hermano se estuvo muy quieto y callado por la vergüenza. Pero yo soy más descarada. Lamí cada gota hasta dejar su pene limpio y reluciente. Tanto lamí que volvió a ponerse duro.
Aquella fue la primera mamada de mi vida, se la hice a mi hermanito. Pero no fue la última de la noche, aún se corrió dos veces más.