Un fin de semana demasiado caliente y sumisa

Todo inicia con una buena presentación. Mi nombre es Gabriela, pueden llamarme Gaby. Mi baja estatura me otorga un grado angelical, pero realmente mi coño siempre está tan caliente como en el infierno. Mis tetas podrían ser tu colirio, pezones rosados, duros, ansiosos de conocer y experimentar sensaciones, pero sin duda te encantará correrte sobre mi rico culo, apretadito y divino. Me encanta conocer mi cuerpo y me ingenio nuevas formas de masturbarme siempre, adoro ser una puta, entre más sucio más disfrutas. Si deseas ver mis fotos y videos, puedes contactarme por [email protected] .Besitos, Gaby.

¿Han escuchado decir que aún en el papel de sumisa podemos hacer perder el control? Adoro que me dominen, que me cojan duro y con ganas, siempre queda un round más, excitante y lleno de descontrol.

Hace un tiempo, entre el estrés de los exámenes finales y el fogueo de estrés diario, me sentía aturdida. Ahora que lo pienso mejor, realmente necesitaba una buena cogida (Y esa sin duda fue una buena), de esas que te dejan el coño palpitando.

Se acercaba el fin de semana y mis amigas estaban ansiosas por salir de fiesta y tomar unos tragos, no era que me negaba a tan divino momento, pero sin duda deseaba algo más… sucio.

En ese tiempo, salía con Miquel, un moreno alto, fornido, siempre listo para follar, entre fotitos y sexting, lo invité a mi departamento, y fue ahí donde sin pudor alguno, luego de unos cuantos tragos de más, cogimos como animales en celo; sin decoro ni vergüenza, le mostré lo puta perversa que ya sabemos que soy.

-Miquel: ¿Qué tan sucia puedes ser, zorrita?

-Yo: Sólo queda averiguarlo.

– Miquel: ¿Ah sí? ¿Qué tal si comienzas mostrándome ese coñito mojado?

-Yo: Lo que usted ordene, mi señor.

La expresión de su rostro cambió por completo, su mirada reflejaba deseo y mis palabras aumentaron su lívido y le otorgaron el poder que yo quería que dejara correr sobre mí.

Me tomó de la cintura y me pegó a él, metió su lengua en mi boca de una manera deliciosamente agresiva, al mismo tiempo que su mano recorría mi espalda hasta llegar a mis nalgas, las apretó con firmeza que hizo que se me escapara un gemido.

-Ahhh, no pares por favor.

-Miquel: Hoy vas a ser mi puta.

Me empujó contra la pared mientras me seguía besando con alevosía. Su mano bajó hasta mi coño, increíblemente mojado y metió sus dedos. Sentía como me palpitaba, tenía un montón de cosas sucias que deseaba que me hiciera, pero él estaba al mando.

-Miquel: ¿Nos ponemos creativos, perra? Dijo mientras sonreía.

-Maldita sea, cógeme.

Me cacheteó y me susurró al oído: Cállate y obedece. Desnúdate.

Estaba realmente excitada, aquello sólo amenizó la situación para todo lo que vino después. Se sentó mientras yo me desnudaba. Mis pezones estaban duros y mi mente en otro mundo.

-Miquel: Ahora, gatea hasta mí, pequeña Gaby.

Simplemente obedecí. Al llegar a él, su miembro duro me otorgaba la invitación a comérmelo y a que se corriera dentro de mi boca, y así fue. Lo lamí desde los testículos hasta la punta del pene lento y sin decoro, di pequeñas vueltas con mi lengua en la punta y finalmente me lo metí todo en la boca.

-Miquel: Ahhhhh! ¡¡¡Que rico lo chupas!!!

Me lo metía completo, lo lamía como chupeta, chupaba sus bolas, deseando como una gata en celo que follara.

Me apartó y comenzó a lamerme las tetas, entre mordidas de pezones que me hacían gemir, y su mano en mi cuello que me recordaban quien mandaba.

-Ahhh métemelo por favor, te lo suplico.

-Miquel: No te escucho, dilo más fuerte.

-Ahhhhhhh, cógeme mmm ahh por favor.

Y fue entonces cuando bajó en cierre de su jeans y me sentó sobre él.

-Miquel: Que mojada y caliente estás, zorrita, que rico aahhhh.

Mis caderas imitaban un vaivén, mientras brincaba lento y rápido para sentir su polla dura dentro de mí, hasta el fondo una y otra vez.

-Ahhhh sii, que ricoooo, ahhh.

Metió su dedo en mi culo mientras me seguía penetrando, sentía que mi cuerpo iba a explotar. Mis tetas saltaban mientras el buscaba seguirlas chupando, hasta que sentí su rica lechita tibia dentro de mí, apreté su espalda mientras el se hundía más y más en mí.

¿Buen viernes? Sí que lo creo.