La cocina se pone cachonda en familia
Y nada más entrar a la cocina solté las bolsas y me giré para abrazarla desde atrás mientras ella metía las cosas que traía en el frigo. Clavé mi erecto miembro en su culo y apreté sus pechos como si fuesen globos y los fuese a estallar.
—Aday, ¡no hagas eso hijo! —protestó ella quitándome las manos de encima—. Vamos a guardar la compra, ¿vale?
—¡Perdona Beyda! ¡Es que me he puesto muy cachondo confesándote el secreto de Cael y mío! ¿Sabes?
—Lo entiendo hijo, te confieso que tu secreto me ha turbado también.
Seguimos sacando las cosas de las bolsas y guardándolas, manteniendo difícilmente las distancias en aquella estrecha cocina. Ella me excitaba y saber que la historia inventada con mi amigo le había gustado me ponía aún más. Me la imaginaba con su sexo húmedo bajo sus bragas, resbaladizo y dispuesto a ser penetrado por mí y me ponía cardíaco.
—Oye, y cuando os la chupáis, ¿llegáis hasta el final? —preguntó mientras abría los armarios y guardaba las compras de las bolsas.
—Bueno eso al principio nos daba mucho reparo, así que uno avisaba al otro y éste se apartaba. Pero al final un día él se tragó lo mío y me encantó —me atreví a confesarle.
—¡En serio! —dijo escandalizada.
—Si, luego yo lo recompensé con lo mismo, ¿tú te la has tragado alguna vez?
—¡Uf Aday no! —dijo ella escandalizada.
—Pero el otro día te vi chupársela al final —repliqué acordándome de la escena.
—Ya, eso lo hago cuando estoy muy cachonda, pero es distinto a recibir toda la descarga en la boca. ¿A no te desagrada?
—Bueno, al principio lo escupía, luego aprendí a tragármela —dije para su total escándalo.
Terminamos de guardar la compra y ella comenzó a cocinar, para lo que sacó una cebolla, tomates, pimientos y ajo para hacer el sofrito. Yo me serví un refresco y me quedé con ella para seguir nuestra caliente charla.
—Te confieso que cuando se corrió encima de ti me pareció algo muy excitante, y bueno aunque esté mal que te lo recuerde, cuando lo hice yo fue algo brutal, ¡nunca tuve un orgasmo igual! —me atreví a confesarle.
—¡Uf Aday, no me lo recuerdes! ¡Ese día te pasaste un montón! ¡Me pusiste perdida con tus líquidos más que Cael! —dijo Beyda sonriendo—. Lo cierto es que también pienso que fue algo impresionante Aday, demostraste una pasión espectacular y hasta me resulta bonito ahora el recuerdo —me confesó finalmente.
—¡Oh Beyda! No me digas eso que si no te pediré volver a repetirlo —dije yo despertando su risa.
Seguimos cocinando y para mi sorpresa al rato ella volvió sobre sus pasos y quiso seguir con la conversación.
—¿Sabes? Cuando le has metido mano a Davinia no me lo podía creer, encima la muy putona te ha dejado! —dijo escandalizada.
—Yo tampoco lo podía creer, pero bueno ha sido una grata sorpresa. Te confieso que intentaré ir a visitarla a ver si se deja follar —le susurré como quien suelta un secreto inconfesable en mitad de la gente.
—¡Um, estoy segura de que le gustarás! —dijo ella para mí asombro.
—¿Tú crees?
—¿Por qué no? Eres joven y tienes potencia, todo lo que una mujer mayor puede desear para gozar —me confesó mi madrastra.
—¿No te gustaría verme follar con ella?
—¿Cómo dices? —dijo sin poder creerlo—. ¡Um, pues admito que tendría su morbo! Ahora entiendo que me pidieses lo mismo con tu amigo Cael. ¡Jo Aday! Estas conversaciones tuyas no me están sentado bien para nada.
A continuación me puse detrás suyo, y apretando mi pelvis contra su redondo y gran tarsero le di una serie de calientes culadas simulando un coito.
—¿Estás cachonda? —me atreví a sugerirle.
—¡Mucho! —se atrevió a confesarme.
Entonces mis manos se colaron bajo su vestido y acariciaron su culo a flor de piel, arrollando sus bragas entre sus cachetes.
—¡Pero qué culo tienes Beyda!
—¡Uf, Aday, no me calientes esto no está bien! —dijo ella protestando.
Entonces deslicé mi mano bajo su sexo sobre sus bragas, moviendo mis dedos en círculos concéntricos hasta que ésa apartó mi mano.
—¡Para, no sigas! —me espetó—. ¿Quieres que te la menee? —añadió para mi sorpresa.
Sin esperar respuesta se colocó a mi espalda e introdujo su mano en mi bragueta sacando al durmiente. Allí lo terminó de enderezar y con toda su largura comenzó a masturbarme en la misma cocina.
—¡Oh Aday! ¡Qué gorda la tienes! —me dijo susurrándome al oído—. ¿Te gusta cómo lo hago?
—¡Sí! —dije yo sin poder creerlo.
Siguió masturbándome mientras yo echaba mis manos hacia atrás intentando alcanzar su culo o alguno de su encantos femeninos. Pero fue inútil, la fiera me había zafado bien y me tenía a su merced.
Siguió meneándomela y yo disfrutando de su arte manual hasta que entre estertores comencé a escupir mi caliente carga, impactando los muebles de enfrente y el suelo.
—¡Oh, qué buena corrida! ¿En? —dijo desde atrás sin perderse ni una pizca del zafio espectáculo.
Al terminar estaba tambaleándome como en un dulce sueño y recordé lo que le hizo a Cael tras su corrida, así que cogí su cabecita y sin decirle anda la conduje hasta mi maltrecho miembro.
Beyda comprendió y se dejó llevar chupándome dulcemente mi delicado glande tras la corrida, ni que decir tiene que esto fue el éxtasis supremo, lo mejor que me había pasado sexualmente hablando en mi corta vida por aquel entonces…
Nota del autor: ¡Feliz año nuevo! (por si alguien se lo pregunta, este relato corresponde al capítulo nº8 de mi novela La Madrastra…)