Los chicos en la escalera

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Llegaba a casa después de un agobiante turno de noche. Hacia mucho calor ese julio y en la madrugada solo llevaba unas cortas bermudas y una camiseta amplia de tirantes. Ropa cómoda para volver a casa a unas horas en las que nadie me vería. Al abrir la puerta del ascensor en mi piso me llevé un pequeño sobresalto.

No esperaba a nadie, pero sentado en la escalera frente a mí piso estaba el hijo de los vecinos. Un joven guapo y dulce, delgado y no muy musculoso, fibrado, de formas suaves. Perece que volvía de fiesta y así me lo confirmó diciendo que había olvidado las llaves dentro del piso y que sus padres no estaban.

– ¡Hola!

-¿Qué haces ahí a estas horas?

– Esperar.

-¿A qué?

-A que se levanten mis padres. Me he dejado las llaves dentro y he estado de copas.

– Pues se te va a quedar el culo plano ahí sentado. Vente y esperas en mi sofá.

Lo invité a pasar al mío y esperar conmigo. Por verlo mas detenidamente merecía la pena aguantar un rato más despierto.

Al entrar en mi casa me quité las camiseta como suelo hacer siempre sin esperar mas y le invité a ponerse cómodo. En ese momento se descalzó pero lo hizo del todo librándose de las zapatillas y también de los calcetines.

Su vaquero ajustado marcaba un culo prieto y un apetecible paquete y a través de su trasparente camiseta de rejilla se veían perfectamente sus oscuros pezones.

No podíamos dejar de mirarnos el uno al otro. Mientras trasteaba en la cocina sentía sus ojos sobre mi cuerpo que solo tapaban las bermudas. Incluso se fijaba en el rastro de sudor que corría por mi espalda.

Cuando yo me giraba no podía dejar de mirar su pecho descubierto por la trasparente tela. Le ofrecí un zumo y vi como el líquido bajaba por su garganta y una gota resbalaba por su barbilla. La recogí de la comisura de sus labios con un dedo y me lo llevé a mi boca.

Nos sentamos juntos en la pequeña cocina con ese desayuno temprano. Algo de café y unas tostadas, con un poco de mantequilla y mermelada. Nuestras rodillas rozándose en el estrecho espacio bajo la mesa.

Le comenté que estaría mas cómodo sin los vaqueros que parecían demasiado estrechos. Accedió a sacárselos pues a esa temprana hora ya hacia calor. Los dejó sobre una silla. Debajo de ellos lucia un ajustado bóxer de un tejido idéntico al de su camiseta. Debía ser un conjunto, que trasparentaba parte de su pubis bien depilado.

Él sabía que yo lo miraba a ver si podía ver algo más de su polla o de su culo bien definido que él no se preocupaba de ocultar mucho. En un momento que le di la espalda para dejar mi taza en el fregadero se acercó a mí pegando su rabo a mi culo y besándome suave en el hombro. Pasó el brazo por mi cintura y apoyó la cabeza en mi espalda.

-No sabía que yo te gustaba.

– A nadie le amarga un dulce. Y parece que tú debes saber a gloria.

Yo ya sabía que le gustaban los chicos. Alguna noche le había visto en el rincón de la buzones besándose y acariciándose con un amigo. Así que lo tenía fácil aunque no sabía si le iría uno como yo. También le iban las chicas, le había pillado en el mismo sitio con la mano bajo la minifalda de alguna.

– Si que te deseo, siempre lo he hecho. Me atraia mi vecino.

Me dijo cariñoso mientras se frotaba contra mi espalda. Dejé que lo hiciera mientras mi polla se ponía bien dura por el deseo. Dejé que abriese mis bermudas y las dejara caer al suelo.

Sentía su polla dura insinuandose justo en el canal de mis nalgas por encima del boxer ajustado. Sus manos recorrian mi vientre desnudo subiendo hacia mi pecho para acariciar los pezones duros de excitación, morenos y negros.

Los labios se posaban con dulzura en mi hombro derecho y su lengua comenzó a recorrer la piel ansiosa de caricias. Su gloriosa semidesnudez muy apretada a mi espalda.

Mientras yo deslizaba mis manos por sus caderas echando los brazos hacia atrás, en busca del ansiado culo y ofrecido a mi caricia. Casi sin despegarme de él, piel con piel, me fui girando lentamente hasta quedar frente a frente.

Muy juntos, besando la boca lujuriosa y sintiendo la lengua juguetona dentro de la mia. la dureza de los miembros apretados entre nuestros vientres aumentando el grado de excitación al máximo.

Como ya no llevaba nada encima enseguida noté sus dedos cerrándose alrededor del tronco caliente, sus manos eran suaves, tibias, dulces.

Sus besos cariñosos húmedos sobre mi piel sudada, me giré para recibir en mi boca su lengua y terminar de desnudarlo. Levanté su camiseta por encima de la cabeza manteniendo sus brazos allí mientras mordisqueaba sus pezones y lamía sus axilas perfectamente suaves y depiladas.

No pude evitar parar unos momentos para contemplar su cuerpo perfecto delgado, fibroso, apenas oculto por el bóxer trasparente, su polla dura depilada y suave como si nunca hubiera tenido vello en el pubis.

Le apoyé el culo en la mesa de mi cocina mientras mi lengua bajaba dejando un reguero húmedo en su plano vientre. Lo empujé un poco más hasta tumbarlo encima del tablero. Para ponerme yo cómodo me senté en una e las sillas entre sus duros muslos.

Agarré con los dientes el elástico de la prenda y tiré de ella hacia abajo dejando que el pene saltara fuera de ella rozando mi cara. Ahí usé las manos para bajarla por sus marmóreos muslos mientras pasaba la lengua por el pubis, por los huevos saboreando la sal de su piel.

Sin tocarla con la mano la notaba bien dura apoyada en mi frente mientras pasaba la lengua por la cara interna de los muslos y sus testículos. Me metí toda esa golosina en la boca hasta donde pude. Apreté el glande entre mi lengua y el paladar. Al levantarme e inclinarme sobre él para volver a besarlo en la boca y dejar que las lenguas se crucen.

Le agarré del rabo para llevarlo a al baño, a la ducha donde nos refrescaríamos y podríamos lamer nuestras pieles. Limpiar los rincones mas profundos de nuestros cuerpos. Apoyado en los azulejos dejó que le enjabonara el culo respingón y arrodillado tras él morderle las nalgas, lamer la raja del culo.

Abrirlo con las manos y pasar la lengua por él clavándola en su ano mientras el agua caía sobre los dos. Allá arriba oía sus gemidos de placer justo antes de follarlo.

Volví a lamer su cuello, su nuca apoyando el glande en su estrecho ano. Lubriqué un poco tanto su ano como mi glande para no hacernos daño con aceite de baño. Empujé despacio notando la penetración, haciéndola lo mas placentera posible para los dos dejando que su culito se acostumbrara a mi polla antes de empezar a moverme.

– Vamos, fóllame. Hace mucho que lo deseaba.

Empecé despacio, por nada del mundo quería hacerle daño. Pero estaba claro que mi polla no era la primera que entraba por allí. Tenía el ano bien dilatado. Echaba la cadera hacia atrás cuando yo empujaba haciendo la penetración aún más profunda.

Gemíamos y suspirábamos como locomotoras de vapor. Esperaba que mis vecinos tuvieran el sueño pesado, cuando me dí cuenta que tras esa pared estaba su piso y sus padres debían estar durmiendo. Y yo me estaba follando a su hijo.

Mordisqueaba su nunca y sus hombros mientras deslizaba una mano por el vientre en busca de su rabo para pajearlo con suavidad. Él apoyaba una mano en los azulejos mientras la otra hacia atrás y sujetando mi espalda tiraba de mí.

– ¡Me corro!

-¡Si! ¡Lléname!

Con un último grito mi semen terminó en su intestino y empezó a rezumar de su ano en cuanto mi polla quedó flácida y se salió. Me arrodillé en el plato de ducha para seguir con un beso negro. Lamiendo ese culito que me tenía loco.

Su polla seguía dura con el hierro. No había dejado de acariciarla pero no quería que se corriera pronto.

¿Quires follarme?

-Desde luego, pero hoy podías comérmela estoy a punto.

Me senté en el suelo, dejando que el agua cayera sobre nuestros cuerpos. Lo mantuve de espaldas a mí. Para él la posición no sería cómoda pero yo podría comerle el culo, bajar hacia sus huevos y seguir hasta comerme su bonito rabo.

Ya no paré hasta tener su lefa en la boca. Los chorros caían directamente del glande a la lengua. Los mantuve allí. Por fin cuando lo solté se giró para inclinarse y besarme. Su lengua jugando y cruzándose con la mía, mezclando salivas y su semen.

El agua seguía cayendo, así que cerré el grifo. Nos secamos el uno al otro con mis toallas más suaves. Sin dejar de hacernos caricias y de besarnos con mucha lengua volvimos al dormitorio.

– ¿Crees que tus padres se han levantado? o ¿Les habremos despertado con nuestros gritos?.

– Espero que no. No es que les importe mucho con quien follo pero quiero mantener lo nuestro en secreto.

-¿Es que hay algo nuestro?.

– Pues yo espero que al menos quieras repetir.

– Eso es evidente. Si sigues así desnudo delante de mí no te voy a dejar volver a casa.

– Entonces tendré que vestirme, por hoy. Aunque les avisé que dormiría fuera mi madre seguro que me espera.

Nos despedimos con un buen beso con mucha lengua junto a la entrada de mi piso. Y le vi cruzar el pasillo meneando ese culito durísimo que esperaba volver a follar muy pronto.