A mamá le gusta la polla de mi mejor amigo

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Con el rabo entre las piernas, nunca mejor dicho, mi amigo salió de casa, yo le acompañé por cortesía mientras mi madre seguía atareada en la cocina.

Al cerrar la puerta entré a verla.

—¡Hola mamá! Hoy qué vamos a comer —dije como si tal cosa.

—¡Hola hijo! ¡Jo qué corte! ¡He visto a tu amigo masturbándose encima de tu cama!

—Si, me lo ha confesado cuando he vuelto, ¿pero por qué no llamas a la puerta mamá? —le recriminé.

—No sé, pensé que estaríais jugando a la video consola y quería preguntarte si tu amigo quería quedarse a comer. Pero al entrar lo he visto con una revista guarra en la mano y su rabo en la otra, ¡qué barbaridad! —dijo ella escandalizada.

—Bueno, ya empieza a ser tradición eso de que entres al cuarto y cojas a alguien masturbándose —dije yo riendo.

—¡Quita, quita! No me lo recuerdes. Voy a tener que empezar por llamar a la puerta, oye o a lo mejor podemos poner un cartelito de no molestar como es los hoteles, ¿no? —dice riéndose finalmente.

—¡Claro, eso sería una pérdida de intimidad en sí mismo, es como anunciarte: ¡oye, que me estoy masturbando, no entres! —dije yo protestando.

Las carcajadas de mi madre retumbaron por el ojo del patio al que daba la cocina en el edificio donde vivíamos.

(…)

La comida era sencilla pero sabrosa, no podría decir que fuese una gran cocinera pero lo que hacía lo hacía bien y a mí me gustaba, con eso bastaba.

—Bueno Beltrán, te confieso que la experiencia ha sido turbadora para mí —dijo sonriendo.

—El qué, ¿lo de antes?

—Pues claro hijo, ¡no puedo quitarme de la cabeza la imagen de tu amigo masturbándose! —me confesó terminando de comer.

—¿Te ha gustado su pene? —le pregunté de repente yo por simple curiosidad.

—No es eso hijo, bueno si, admito que tu amigo tiene una buena herramienta y verlo me ha causado cierta impresión, ¡uf, qué calor! —confiesa mi madre para mi sorpresa.

—¿Te lo follarías? Si quieres hago de celestino —dije yo sonriendo con atrevimiento.

—¡Beltrán! ¡Qué cosas tienes hijo! —dijo visiblemente nerviosa.

—Vale, si tú quieres hablo con él sutilmente estoy seguro de que tus encantos le atraen —confesé.

—¿Tú crees? ¿No dirá que estoy gorda? —dijo mi madre con la típica inseguridad femenina.

—¡Jo mamá! Con ese par de tetas y tu culo, yo creo que hasta yo me atrevería —dije yo riendo.

—¡Beltrán, no te pases! —respondió mi madre molesta.

—Vamos mamá, estaba bromeando. Lo digo en serio, si quieres pegarte un restregón con Carlos lo puedo arreglar.

—No sé Beltrán, déjame que lo piense, ¿vale?

—Está bien mamá, tú confía en mí que para eso somos familia —dije yo para terminar la caliente conversación.

(…)

Nos retiramos a echar la siesta y estaba tan turbado por mis recuerdos que no podía dormir, por lo que fui a beber agua fresca de la nevera y cuando volvía a mi cuarto un ruido me alertó.

Venía del cuarto de mi madre así que me acerqué a la puerta y la volvía a oír. Un suave lamento, como un gemido me llamó mucho la atención.

En la penumbra de este me asomé desde la puerta y la vi tumbada boca arriba, luego oí un suave movimiento, como el aleteo de los pájaros y comenzó a respirar agitadamente para después calmarse.

Oí como estaba muy excitada y se masturbaba, volviendo a acelerar el ritmo de su masturbación, de nuevo el aleteo volvió y su respiración se aceleró, quebrándose en un gemido ahogado.

Paró de nuevo y siguió unos segundos más tarde. En cierto modo era excitante oírla masturbarse, así que me quedé allí, escondido detrás de la puerta observando la espesa penumbra en la que sólo adivinaba a dibujar su silueta tumbada en la cama, con las piernas abiertas.

No pude evitar excitarme yo también y sentí mi excitación crecer y empalmarse allí mismo en el pasillo, furtivamente espiándola. Así que comencé a masturbarme yo también mientras la oía a ella.

Hasta que finalmente se dejó llevar y apretando los dientes bufó más fuerte mientras se retorcía entre las sábanas.

Ahora sabía lo mucho que la había excitado la visión de Carlos masturbándose en mi cama. Por lo que me retiré a mi cuarto y me terminé mi pajilla mientras sesteaba.