Mi primera vez junto a ella
Me mudé a una nueva ciudad por trabajo. Solo conozco a mis compañeros, y algunos familiares con los que vivo. Quería conocer más personas, y por qué no, chicas con quién salir. Así entré a Tinder. Durante algunos días fui consiguiendo matches e iniciando conversaciones. Hasta que llegó Karina. En sus fotos se veía preciosa, rostro muy bello, un año menor que yo. Realmente quedé flechado, y esperaba que hubiera Match. Tras unas horas, ví su nombre aparecer en la lista. Decidido empecé la conversación, realmente se había vuelta amena y por facilidad de conversar le pedí su número. A los 2 días le llamé, y conversamos por una hora, realmente me caía muy bien. Quedamos encontrarnos en la plaza de la ciudad, ya que no conocía suficientes lugares, y le bromeé que ella sería mi guía.
Estaba un tanto nervioso al verla, realmente era preciosa, y ahora que la veía, tenía buen cuerpo sobre todo sus piernas tonificadas y algo gruesas. Traía una blusa manga larga off shoulder, por lo que veía sus delicados hombros y cuello. Sus labios carnosos me tentaban a besarla, pero no quise apresurar nada. La cita duró 5 horas, en las cuales no dejamos de conversar. Fue una cita maravillosas.
Tras eso, vinieron varias conversaciones por teléfono y chat igual de largas y amenas, algunas salidas (no tan frecuentes como quisiera), nos entendíamos muy bien, y pensar en su atractivo físico hizo que empezara a gustarme.
Estuvimos 5 meses sin vernos, tan solo por llamadas, y le pedí salir. Esperaba ese día con ansias. Cuando por fin nos vimos, me quedé embobado, y sus labios me llamaron aún más. Ella me dió un fuerte abrazo, el cual correspondí, y nos quedamos unos segundos más de lo normal abrazados. Tras separarnos, nos saludos con beso en la mejilla, aunque mis labios estuvieron muy cerca de la comisura de los suyos, debía controlar mis ansias, o hablarle de mis sentimientos. Caminamos y no se puso incómoda cuando le rodee el brazo y fuimos caminando así. Llegamos al parque en el que pasamos nuestra primera cita. Mientras conversábamos, nos mirábamos fijamente mucho más seguido, y no dejaba de repetirle que era hermosa, y acercándome a la comisura de sus labios lo cual ella disimulaba abrazándome. Tras 2 ocasiones en que sucedieron eso, decidí ya no comportarme así, a ella yo le caía bien y seguro que solo como amigos, lo cual me entristeció. Dejamos el parque para poder ir a alguna cafetería y seguimos caminando yo abrazándole, hasta que de la nada, ella se giró, clavó su mirada en mí por 2 segundos, miró mis labios y se acercó a besarme. Por fin mi anhelo se había cumplido, un beso tierno, mientras ella ponía sus brazos en mi cuello y yo dirigí mis manos a su espalda media. Nos besamos y al separarnos, ella dijo:
– ¿Desde cuándo querías besarme?
– Desde que te vi hoy.
– Entonces, ¿te gusto? – dijo, con un tono soñador, como adolescente preguntando si le gusta al alguien.
La contemplé y le aseguré: Claro que me gustas, me encantas. Y la abracé, sintiendo en olor de su cuello en el proceso, mientras posaba mis manos en sus caderas, que me tentaban también.
Ella sonrió, satisfecha y nos besamos nuevamente en medio de la vereda. La tomé de la mano y buscamos alguna cafetería. Tras ello, decidí acompañarle a su casa, fuimos en taxi y estuvimos abrazados y dándonos pequeños besos. En su puerta nos besamos más largo, y avancé a su cuello, ella solo rió diciendo que le daban cosquillas.
Estuvimos saliendo un mes así, hasta que le pedí que fuéramos novios, ella aceptó.
Su cuerpo seguía tentandome, y quería probarlo. Estaba ansioso a que llegara ese momento de hacerle el amor.
El día que sucedió, decidí tomar vino con ella, algo que le había prometido en nuestras citas. Sin embargo, tuvimos que ir a su departamento a poder tomar el vino allí. Sentados en el sofá mas grande de su sala, estábamos muy pegados e intercalando entre tomar vino y besarnos.
Los besos empezaron dulces y tiernos, pero gracias al vino se volvieron apasionados, Karina me mordía los labios y yo los de ella, besos maravillosos y excitantes. Además de sentir nuestras lenguas, lo que provocaba aún más. Ella soltaba leves gemidos y suspiros.
Ella vestía un pantalón de tela delgada que realzaba sus curvas, y una especie de camiseta larga, podía ver su brassier detrás, y sus senos firmes me llamaban. Yo vestía pantalón y camisa de botones. Mientras nos besabamos, intenté llegar al borde de su camiseta para subirla y sentir la piel de su cintura. Ella se dejó, y le dije con voz suave:
– Quiero sentirte – mientras me echaba en el mueble y atrayendola, la tuve encima se mí.
Sentía su cuerpo, sus piernas sobre mi erección, sus senos sobre mi pecho. Su cabello suelto me hacía cosquillas en el cuello, y ella empezó a besarme, tomando mi rostro con una mano, mientras que la otra bajaba por mi cuello hasta mi pecho, soltando un botón de mi camisa. En esa posición seguí subiendo su camiseta, y sentía la piel cálida de su cintura y espalda baja. Estaba disfrutando, cuando ella se levantó bruscamente, y un poco agitada me jaló para estar sentados como antes.
– ¿Realmente quieres estar conmigo? – soltó en un suspiro. Me enterneció la pregunta, así que respondí:
– Me gustas mucho, te quiero, y está relación es la mejor en la que he estado. Me atraes físicamente, y abrazarte o besarte no basta para calmar mi ansia, porque te deseo.
Ella me miraba fijamente, y me recibió el beso dulce que le di. Quiero hacer el amor contigo, quiero unirme a ti, agregué. Tras ello, ella asintió y aún sentados volvimos a los besos apasionados. Me rodeó nuevamente los brazos y acarició mi rostro. Ahora con más ansias levanté su camiseta y se la quité. Pause los besos para admirar su cuerpo, sus delicados hombros de un tono bronceado, y un brassier azul de encaje. Ella aprovechó ese momento para pasar sus manos por mi pecho y desabotonar mi camisa. Unos mordiscos más en nuestros labios, me terminé de quitar la camisa, para acariciar su espalda, y empezar a besar su cuello. Ella decía mi nombre entre gemidos y suspiros. En mi oído me invitó a su habitación. Me tomó de la mano y me llevó a ese cuarto. A medio pasillo la cargué, y me rodeó el cuerpo con las piernas. Me excitó sentir su piel en mi torso desnudo. Le besé en el cuello mientras avanzaba hacia su cuarto.
Ya adentro había una lámpara de mesa, que emitió una luz suave. La luz nos bañaba, y la admiré desvestida. Nos besamos, intercalando mordiscos y sentí sus manos en mi cintura, desabrochando mi pantalón. Su pantalón tenía una cinta, la cual solté y le quité suavemente. Ahora ambos en ropa interior nos echamos en la cama. Ambos agitados, sintiendo nuestra piel tibia. Quise continuar lo que teníamos en el sofá, así que me eche sobre la cama, y la acomodé encima mío. Entre los besos y gemidos, subí mis manos por su espalda, disfrutando su suave piel, para llegar al broche del brassier. Cuando lo solté, descubrí sus pechos. Quise disfrutarlos, por lo que la voltee en la cama. Besé su cuello, mordiendo suavemente, quería marcar su piel. Bajé por su clavícula, los gemidos me indicaban que estaba disfrutando, hasta que llegué a sus senos, y lamiendo sus pezones, succionandolos, estos quedaron erectos. Karina suspiraba y me pedía más. Le besé su vientre, su cintura, con leves lenguetazos, mientras mis manos le quitaban su ropa interior. Decidí tocar sus sensuales nalgas, durante el juego previo no lo había hecho y tenía ansias de ello. acaricié sus muslos, se los apreté. Realmente tenía buenas piernas. Con cada caricia, notaba que su cuerpo se tensaba. Volví a besar su abdomen. Me pidió que la esimulara. Mientras ella abría sus piernas, introduje 2 dedos en su interior. Mis caricias y juegos habían funcionado. Y ahora que le masajeaba, su respiración agitada y gemidos de placer me tentaban. Quería saborear su interior. Puse sus piernas sobre mis hombros, y mis manos acaraciaban su trasero. Quiero darte placer, le dije con voz lasciva. Sigue así, respondió ella. Mi lengua giraba en su interior y la velocidad hacia que se convulsionara, agitando las caderas. Sus gemidos, se convirtieron en gritos de placer, mientras me exigía más. Decidido a complacerle, cambié mi movimiento y pose una de mis manos sobre su pecho, para jugar con su pezón. La mezcla de placer y dolor le quitaban el aire. Escuché como sus manos se asían de las sábanas, conteniendo la reacción de su cuerpo, que se dejaba embriagar por el deseo carnal. Sentía su cuerpo tensandose, y soltó un grito de placer, afirmando que tuvo un orgasmo.
– Damián, fue increíble. Quiero darte el mismo placer.
Vi su rostro. Durante todo el tiempo de relación mostraba dulzura, pero ahora veía fuego en sus ojos. Me indicó que me sentara apoyado en la cabecera.
Me quitó el boxer, el cual escondía mi erección y solo atinó a decir, con voz sugestiva «sí que le gusto». Le indiqué dónde estaban los condones que llevé, y me lo puso. Se montó encima mío, aún sin penetración. Me besó el cuello, se apartó y con sus manos suaves me acariciaba el pecho y mi abdomen. Me relajaron esas caricias y suspiraba de alivio, hasta que bajó a mi abdomen, muy cerca de la cintura y me arañó suavemente. Sus caricias me excitaron más, así que la tomé de la espalda, y acerqué sus pechos a mi rostro para estimularlos, los succionaba, los mordisqueaba y sentía las manos de ella en mi cuello arañandome, mientras gemía. Entre suspiros me pidió que ya la penetrara, la cual esperaba también con ansias.
Ella se apartó, y tomó mis manos para que las pusiera sobre sus senos y vaya jugando con sus pezones. Con sus manos, hizo un camino de caricias desde mi cuello hasta mi cintura, y tomando mi pene, empezó a acariciar los testículos y acariciándolo a lo largo. Sus dedos jugaban con mi glande. Su estimulación me hizo soltar un gemido. Lo tomó y lo dirigió a su interior, y al introducirlo ella gimió. Yo estaba extasiado, y mientras jugaba con su pecho con una mano, dirigí otra mano a su cadera,.como para guiar sus movimientos. Ella empezó a montarme, con movimientos rítmicos, el cual sentía en todo el cuerpo. Yo cerraba los ojos dejándome llevar, mientras le apretaba ambos lados de la cintura y caderas con mis manos. Ella posaba sus manos en mi cabello, el cual empezó a jalar. Nuestros gemidos estaban en sincronía. Le pedí que se moviera más rápido, y también empecé a moverme para facilitarle. Ella me pidió darle nalgadas. Dirigí mis manos a sus nalgas, su redondez me excitó aún más, y al darle las nalgadas soltó un grito de placer. Esto aceleró aún más sus movimientos, sus muslos estaban tensos, sus pezones erectos, mientras mis manos apretaban su cintura. Ambos llegamos al climax, con fuertes gemidos. Ella se apoyó sobre mi pecho, satisfecha y cansada, y sentimos nuestro sudor.
Nos acomodamos para echarnos ambos en la cama. Admiré su rostro con los rezagos del placer que ambos nos dimos. Sus mejillas coloradas, su cabello alborotado. Nos reímos y nos abrazamos. Le afirmé mis sentimientos, porque notaba que era importante para ella. Tras lo cual ella me prestó algunas ropas grandes, para poder dormir con ella. Así pasamos nuestra primera noche juntos.