Un taxista me folla duro

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Hola bebes, espero les guste este relato cuando me cogio un taxista,

La noche termina y hay que volver a casa. En la esquina un taxi aparece en el exacto momento en el que estoy pensando que no será fácil conseguir uno que esté libre.

Subo y me saluda con mucha amabilidad un señor de unos 55 años, que me mira por el espejo retrovisor consultando hacia dónde debe llevarme.

Indico la dirección y me acomodo en el asiento, calculando unos 20 minutos de viaje.

Noto miradas insistentes a través del espejo y recuerdo una vieja fantasía que endurece mis pezones y sin darme cuenta separo un poco las piernas.

En mi fantasía, recurrente, un taxista me obliga a hacerle sexo oral por no tener dinero para pagarle.

Comienzo a observar a mi conductor, y lo primero que atrae mi atención son sus manos sobre el volante, muy masculinas y con pelos oscuros, dedos gruesos que imagino moviéndose sobre mi clítoris y luego penetrándome.

Devuelvo la mirada y le pregunto cuánto calcula que costará el viaje porque salí con poco dinero, mientras, pienso que soy una mentirosa y estoy jugando con fuego.

Amablemente me da una cifra aproximada y me dice que igual me llevará a destino, porque no puede dejar una señorita linda como yo sola en la calle.

«Y si pago de otra manera?» Pregunto sin pensarlo. Y siento una descarga de humedad en mi ropa interior.

La mirada vuelve a clavarse en mí y me pregunta en qué tipo de pago estoy hablando. Paramos en un semáforo y esto hace que pueda inclinarse en el asiento, observándome de costado. Sus ojos se dirigen a mis pezones, que claramente se ven a través de la blusa.

«No se, quizá podamos ir a algún lado». Es mi respuesta mientras me muerdo el labio inferior. El semáforo vuelve a ponerse en verde y al mirar nuevamente sus manos tantas imágenes me pasan por la mente que no puedo evitar llevar mi mano hacia mi pollera y la levanto lentamente, hasta que mis dedos hace contacto con mi clítoris y comienzo a acariciarlo en círculos.

Mi respiración se agita un poco y esto llama claramente su atención. Sigue callado pero ladea la cabeza para poder mirarme y ve el exacto momento en el que me recuesto en el asiento, moviendo mi cadera hacia adelante, lo que da mejor acceso a mis dedos que ya se encuentran muy mojados.

Otro semáforo en rojo. Su mirada va de mis pezones hasta la mano que tengo entre las piernas y veo que traga saliva mientras su mano derecha se acerca y se posa en mi pierna. Mi mano toma la suya y la acerco a mi bombacha que está empapada, recibo unas caricias tímidas en mi clítoris que me hacen gemir suavemente y le pido que me lleve a donde quiera.

Solo a unas pocas cuadras se desvía y estaciona en un parque que conozco, oscuro y habitualmente deshabitado.

«Pasate atrás», le pido con la voz entrecortada. Mis dedos están haciendo un trabajo muy eficiente.

Se sienta a mi lado y veo el bulto que levanta el frente de su pantalón, tomo su mano nuevamente y la llevo hasta mi boca, chupo su dedo índice unos segundos y luego la vuelvo a acercar a mi entrepierna. Mi mano se dirige a su pantalón y lo acaricio por encima de la tela, da la sensación que esconde algo grande ahí, al mismo tiempo sus dedos se cuelan por el costado de mi bombacha y uno de ellos me penetra con suavidad. Estoy tan mojada que su dedo hace sonidos húmedos al entrar y salir. El placer es intenso y se recuesta sobre mí para besarme, su lengua da vueltas por mi boca y su dedo penetrándome me provoca un orgasmo que quiero repetir pero montada sobre él. Me incorporo y mis dos manos se dirigen a su pantalón. Bajo el cierre y por un costado ya veo asomar su pene semi erecto, grueso, y de unos 15 centímetros. Mientras lo estoy mirando me pide que espere y sube un poco su cadera mientras sus manos bajan al mismo tiempo pantalón y bóxer hasta sus rodillas. Continúo sentada a su lado, pero agachada sobre su regazo y acerco mi boca, mirándolo a los ojos, y comienzo a lamerlo desde la base hasta la punta, con mi mano derecha siguiendo el mismo movimiento. Escucho que su respiración se hace pesada y recuesta su cabeza hacia atrás. Todavía no se su nombre, pero si sé que tiene un pene que quiero que me coja por todos los orificios posibles.

Intento comerlo completo, y mi lengua acaricia repetidas veces la zona del glande y su orificio. Crece y toma una dureza que me excita cada vez más. Por la posición dentro del auto no llego a chupar los testículos en forma completa, pero mi mano derecha los masajea mientras escucho su voz que repite «qué bien me chupás la pija» y su mano se dirige a mi nuca. Lo dejo que me guíe en la velocidad hasta que su mano se retira y me pide que me suba sobre él. Me quito la blusa y arremango mi pollera hasta la cintura, me saco como puedo la ropa interior mientras lo observo acariciar su pene muy lentamente. Me arrodillo sobre el asiento y giro al mismo tiempo que paso una de mis piernas por encima de su regazo. Sostiene su pene y al bajar mi cadera me penetra casi completamente, «casi» porque soy yo la que frena el descenso al sentir dolor y placer mezclados. Su pene es tan grueso que debo acostumbrarme primero unos segundos y continuar con el descenso. Su boca se dirige a mis tetas, comienza a succionar mis pezones mordiéndolos con fuerza, los que responden con una dureza poco habitual.

Comienzo a moverme despacio y mis gemidos van en aumento. Es tan grueso que estimula las paredes de mi vagina de una manera inesperada. Me abrazo a su cuello y mi boca queda a la altura de su oreja, «me estás rompiendo la concha» le digo y tengo un orgasmo tan intenso que siento que mi cuerpo pierde las fuerzas.

«Vamos afuera» me ordena, y al salir del auto tengo que sostenerme de la puerta porque mis piernas están débiles.

Me doy cuenta que estoy desnuda en un parque público, pero la oscuridad no me permite descubrir si hay espectadores disfrutando de la vista.

Mi conductor me toma por detrás de la cintura y me lleva hasta la parte delantera del auto. «Ahora voy a tener que romperte el culo» informa y comienzo a asustarme porque pienso que el tamaño de su pene me va a hacer pedazos. Intento darme la vuelta para convencerlo de otra cosa, pero me sostiene con fuerza y me hace recostar con el abdomen y las tetas sobre la trompa del auto.

Una de sus manos presiona sobre mi espalda para que no pueda moverme y siento su otra mano entre mis piernas. Uno de sus dedos me penetra y se mueve lentamente, lo estoy disfrutando pero dura poco, sale de mi vagina y se apoya sobre mi ano, masajeando primero y luego intentando ingresar. Con algo de esfuerzo lo mete completo y siento placer mezclado con miedo, sé que lo que viene será menos placentero.

Retira su dedo y lo escucho anunciar «te voy a romper el culo putita» y el miedo me cierra la garganta.

Su pene se apoya sobre mi esfínter y comienza a forzarlo. El dolor es demasiado intenso y le pido que pare y vaya despacio. Me dice: «me quedo quieto y dejo que vos te la claves», me parece un buen trato pero es imposible que algo tan grueso ingrese por esa parte. Comienza a impacientarse y vuelve a empujar, mi grito debería detenerlo, pero no es así, continúa avanzando y sus manos me mantienen inmóvil. Intento liberarme y me sostiene mas fuerte. Medio pene se encuentra en mi interior. Nunca pensé que pudiera sentir tanto dolor, llego a pensar que lo mejor sería desmayarme. De a poco mi esfínter se acostumbra, no deja de doler pero se amortigua, siento que comienza un movimiento vaivén y entiendo que logró penetrarme completamente. Por momentos los relámpagos de dolor se repiten, pero también aparece placer. Comienzo a gemir muy suave y lo escucho decir: «viste que te gusta putita?»

Solo escuchar esa frase me excita más y ahora es mi cadera la que se mueve para sentir toda la extensión del pene en mi culo.

Sus manos me toman de la cintura y comienza a moverse más rápido, escucho sus jadeos y los movimientos se hacen violentos. Mi esfínter ya relajado soporta la situación y mi vagina está tan mojada que mis jugos bajan por la parte interna de mis piernas.

Con un último empuje noto el líquido caliente que llena mi culo, «toma toda la leche» escucho y su cuerpo se recuesta sobre mi espalda, siento los últimos espasmos de su pene al acabar.

Muy lentamente se incorpora y sale de mi interior. Como puedo me doy la vuelta y quedamos enfrentados, toma mi cara y me besa, intento esquivarlo pero su lengua logra ingresar en mi boca y me besa largamente. Cuando me suelta su boca se acerca al costado de mi cabeza y me dice al oído «te portaste muy bien putita, no me debés nada…»

Me ayuda a llegar hasta la puerta del auto y busca mi ropa para que pueda vestirme. Cuando logro ingresar en el taxi le pido por favor que me lleve a mi casa.

Al llegar me entrega una tarjeta con su teléfono, y me bajo del auto sin saludarlo. Me duele todo y mi esfínter anal late, recordando cómo fue forzado, pero sé que voy a llamarlo…no lo voy a poder evitar. Las putitas somos así…