A mi suegra le gusta que la azoten
A la mañana siguienteClaudia tuvo que despertar a Larry, sentada en su cama acarició su pelomientras sujetaba una taza de café caliente y amargo con la otra.
— Vamos vaquero, ¿o esque hoy no quieres ayudar a tu pobre suegra con la valla?
— ¡Si Claudia,perdona! ¿Qué hora es?
— Es temprano, peromejor ir ahora con la fresca que luego a medio día. Esta tarde descansaremos,hará un calor de mil demonios.
Cogieron los caballostras desayunar y se marcharon cabalgando al vallado para no perder tiempo.
Allí trabajaron duro,codo con codo y Larry tuvo momentos de intimidad con Claudia, enfundada en suspantalones, no pudo evitar mirar su escote, que con algún botón desabrochado,le mostró una visión sensual de aquella mujer.
Por su parte, ellapodía notar el sudor de él, su olor corporal la transportó a otros tiempos,cuando trabajaba con su marido como aquel día, codo con codo, y no le molestótenerlo a su lado en absoluto. Le dio una paz como ya no recordaba y agradecióal destino haberlo puesto en su camino, aunque fuese fugazmente durante lassemanas que tardase en quedarse embarazada.
Tras una intensamañana se fueron al lago, donde las vacas ya se refugiaban del calor y sebañaron para refrescarse. Luego se sentaron para tomar el almuerzo que ellahabía dejado preparado en la mañana.
Tras comer descansarontumbados sobre el mantel que les había servido de improvisado picnic y seecharon la siesta.
El calor era intensocuando despertaron, aunque el sol ya estaba bajando por el horizonte. Hoy nohabían hablado mucho, simplemente habían trabajado y mientras lo hacían, habíanquedado a solas con sus propios pensamientos. Es lo que tienen las tareasmanuales, que dejan tiempo para estar en otro lugar de tu alma, parareconciliarte con tus propia conciencia.
Claudia lo mirabacuando Larry abrió los ojos. Aquella mujer madura le pareció bella en aquelinstante, mientras se sentía observado con ternura por ella.
— Vaquero, ¿estásagotado, eh? —bromeó con él.
— Si, admito que lamañana ha sido dura —dijo éste permaneciendo tumbado.
Mientras estaban allífueron testigos de cómo el caballo se había puesto en celo y la yegua, aunque reticenteal principio terminó dejándose cubrir por el semental.
— Estupendo, tal veztenga un potro la próxima primavera, lo podré vender y hacer algún dinero —dijoClaudia mientras era testigo del acto, descarnado y algo salvaje del caballocon su yegua.
— Es la primera vezque veo algo así —dijo Larry, que había sido un chico de ciudad durante toda suvida.
Contemplaron la escenahasta que el caballo desmontó a la yegua y parte de su semen salió expulsado deesta y otra parte siguió cayendo desde la punta de su enorme falo animal.
La visión los tuvoentretenidos y despertó sus bajos instintos, especialmente los de Claudia, que empatizó con la yegua, siendo cubierta por el macho.
Larry fue testigo decómo los miraba y luego cómo le miraba a él y en su mente se imaginó cuales eran sus deseos, así que no hicieron falta palabraspara lo que sucedió a continuación.
Su yerno se puso derodillas y mirando a Claudia le tendió la mano. Esta aceptó y se incorporó conél, pero permaneciendo también de rodillas simplemente se dejó guiar paraterminar inclinándose y apoyando los codos en el mantel sobre el suelo de heno,dejar su culo en pompa en dirección a su macho.
Larry chocó su pelviscon el vaquero de Claudia antes de hacer nada, la cogió por la cintura y lahizo chocarse contra él unas cuantas veces en un coito simulado. Luego sepermitió darle un azote en su culo por encima del vaquero.
Claudia estabadesatada, así que no dijo nada, simplemente esperó con ansia a que él dierarienda suelta a su imaginación.
Este no tardó enreaccionar y cumplir con sus deseos, desató su cinto y tiró de su vaquero haciaatrás, llevándose con él sus bragas y descubriendo su hermoso y blanco culo,que quedó expuesto a los ojos de un caliente Larry.
Este llevó su mano asu sexo y comprobó que la lubricación era excelente, Claudia estaba ansiosa ydispuesta, por lo que no tardó en sacar su vara en la sombra y apuntándolacontra su rubio vello púbico la hizo desaparecer con varias embestidas hastaque juntó su pelvis contra su culo.
Aún en aquellaposición siguió empujándola con ganas, sintiendo que podía llegarle más adentroaún. Y con ella bien dentro comenzó un coito salvaje, tal salvaje como el delcaballo, visceral y desmedido.
Claudia no pudoaguantar los gemidos y dio rienda suelta a toda una serie de alaridos que lesalieron de dentro, calentando con ellos al semental que la cubría.
Larry siguió con susazotes y descubrió que estos le ponían a Laura, que gritaba con cada palmada yarreciaba en sus impulsos tras cada una.
Tras un tiempo que nosabrían precisar, el intenso coito desembocó en el éxtasis compartido, mientrasella se contorsionaba, él la regó con su semilla en su interior, recreándose enlos momentos finales con suaves y profundas penetraciones que enloquecieron mása Claudia y la hicieron relamerse de gusto, como vulgarmente se dice.
Tras sacar suherramienta aún erecta, la guardó con dificultad en su vaquero y echando unúltimo vistazo al sexo cubierto por vello rubio de Claudia subió sus vaquerosmientras ella se incorporaba y la ayudó a cubrirse.
— ¡Vaquero, no penséque fueses un hombre de campo! —bromeó Claudia.
— Yo tampoco, perotengo que admitir que ha sido genial Claudia.
— Yo también he salidobien parada del asunto, ¡como la yegua! Bueno pues ya tenemos los debereshechos hoy —siguió bromeando.
Se tumbaron de nuevo ysestearon el resto de la tarde, cuando el sol, rojocomo la sangre se introducía por detrás de los montes más lejanos selevantaron, montaron las sillas y emprendieron el camino de regreso a la casa.