Así fue como me comí mi primera polla: la de mi padre
Puntual a su cita de los lunes a las ocho de la mañana, Julio espera vestido con traje azul marino de marca, camisa blanca y corbata a juego, a que le abran la puerta. A sus 55 años aun conserva todo el atractivo de siempre. 1,82m, 85kg, ojos marrones, pelo castaño que se enreda con algunas canas y un poco de entradas que no le hacen perder ni una pizca de encanto. Su cuerpo, sin ser cachas es fuerte y ancho, al igual que sus brazos. Un pecho y un abdomen cubiertos de pelos esconden dos pezones grandes y bonitos. Hasta tiene un poco de abdominales. Sus piernas es de lo más sensual de su cuerpo. Las tiene fuertes gracias al fútbol y esos músculos se combinan muy bien con los pelos que las envuelven, hasta llegar a un culazo peludo y duro. Su polla de 17cm, circuncidada y de un blanco seda, se une a unos huevos colgantes sin pelo porque se los afeita, para notar bien la lengua de su amante. Ese amante que se acerca a la puerta ta solo llevando puesto un tanga de color blanco, en el que un hilo muy fino se mete bien adentro de la raja de su culo. Es el mismo Julio el que le pide que lo reciba en lencería. Un culo nalgón en mitad de un cuerpo delgado de apenas 56kg y 1,65m. Un culo sin vello, muy suave y muy tragón, que él mismo se encarga de entrenar siempre que tiene ocasión. Un culo que acompaña a una cara de niño, a pesar de tener ya 28 años. Tiene el pelo ondulado de color rubio oscuro. Un chaval muy guapo que trae de cabeza a Julio desde hace más de diez años, cuando todo empezó precisamente así, picando a la puerta. Me llamo Marcos y esta es mi historia.
Hace diez años…
Abrí la puerta y allí estaba Julio tan guapo y sexi como siempre. Vestía un tejano y una polo de color negro que se ajustaba a su cuerpo y a sus brazos fuertes. Se había arreglado la perilla y hacía que su sonrisa luciera mas grande. Cómo me excitaba verlo. Nuestra diferencia de 27 años no impedía que me hubiera enamorado de él, o de su físico. O simplemente quería que me hiciera cosas. Desde que hacía cinco o seis años lo había visto en calzoncillos, mis pajas diarias iban dedicadas a él. Mi padre y Julio se conocían desde que eran jóvenes, jugando en el mismo equipo de fútbol. Poco a poco se forjó una buena amistad y decidieron montar una empresa de transportes. Al principio ellos mismos se encargaban de llevar los camiones pero en seguida se vieron con una plantilla de siete camioneros que les hacían el reparto. La empresa fue muy bien y les reportó grandes beneficios. Ambos se compraron un chalet en la misma urbanización y casi cada fin de semana se reunían en una casa u otra con sus familias para comer, cenar, lo que fuera. Julio tiene tres hijas, yo me llevaba muy bien con la mediana, Laura, pasábamos muchas horas juntos, incluso los fines de semana dormíamos en la misma casa cuando nuestros padres se iban de juerga. Una niñera se encargaba de nosotros, porque mi hermano mayor y la hermana de Laura, se iban también de fiesta y no podían cuidarnos. Con la niñera hacíamos muchas cosas, pero sobretodo bailar. Nos enseñaba coreografías que después bailábamos delante de nuestros padres. Fue de esa forma que empecé a desarrollar mi lado femenino y con el tiempo mi atracción por los hombres. Por un hombre: el padre de mi amiga. Para mí, Julio era como un padre, era muy cariñoso conmigo. Me gustaba cuando nos despertaba a Laura y a mí los domingos por la mañanas y nos hacía cosquillas. Mi cuerpo se estremecía cada vez que me tocaba. Sentía gusto. Enseguida descubrí la diferencia de cuando Laura me daba la mano a cuando las manos de su padre presionaban mi cuerpo. Julio me hizo sentir que las mujeres no me gustaban y que además quisiera descubrir el sexo con los hombres. Fue una mañana en casa de Julio, me desperté y al ir al baño, la habitación de matrimonio estaba abierta y vi a Julio jugando con su hija pequeña. Yo me quedé embobado mirándolo. Estaba estirado boca arriba, con unos slips negros, las piernas medio abiertas marcando paquete y sujetaba a su hija en el aire marcando sus bíceps a tope. Recuerdo que él me miró y creo que se dio cuenta. Me invitó a entrar pero mi erección me puso nervioso y le dije que me iba al baño. Esa fue mi primera excitación por los hombres y entendí que lo que me gustaba no era ver a Laura en bikini sino a su padre con bañador Speedo marcando paquete. Gracias a Julio pude dar rienda suelta a mi mariconismo y a la primera que le dije que no me gustaban las mujeres fue a mi mejor amiga. Laura me dijo que se lo imaginaba igual que me dijeron mi familia y su familia. En ese aspecto me fue fácil salir del armario. Tenía total libertad para mostrarme cómo era. Además me gustó pensar que Julio sabía que me gustaban los hombres, así poco a poco podría ir provocándolo. Los siguientes años fui descubriendo cosas nuevas en el sexo. Me gustaba tocar mi culo, ponerme los calzoncillos en forma de tanga y ver las películas porno de mi padre e imitar a esas actrices. Recuerdo que a mi padre le regalaron una vez un porrón con forma de polla. Alguna vez cogía aquel botijo fálico y lo rozaba con mi ano, sintiendo una excitación tremenda. Con el grupo de amigos tampoco me fue difícil decirles que era gay y ellos aceptaron sin más. Incluso no les importaba que participara en las pajas grupales.
– Claro a Marcos se le pone dura antes porque le molan nuestros rabos – decía alguno. Y lo cierto es que me corría el primero gracias la visión que me regalaban sus pichas. En especial la de Alberto. Su polla fue la primera que toqué e incluso chupé. Una tarde que estábamos jugando a la video consola, Alberto me dejó hacerle una mamada. Surgió sin más. Le dije que le daría más gusto si se la hacía alguien. Era el tío más precoz del grupo, además del más guapo. Con 14 años ya había comido tetas y tocado un chocho. Pero sus novias no le dejaban hacer más. Iba más caliente que el tubo de su moto, así que no me costó nada convencerle. Le pedí que me contara alguna historia guarra con sus novias y mientras recordaba el día que le comió las dos tetazas a Lorena, le empecé a sobar su paquete, para después bajarle la goma del pantalón y sacarle su rabo a respirar. Lo tenía bastante grande y además bonito. Era la primera polla que tocaba después de la mía. Comencé a masturbarle como si fuera mi propia polla, apretándola fuerte. Se puso dura y me quedé asombrado de su tamaño. No me extrañaba que sus novias no le permitieran más. Pero yo no era una tía y deseaba hacerlo. Así que la miré fijamente y sin permiso de su dueño bajé mi cabeza hasta su entrepierna y me amorré a su polla. El gusto me resultó de lo más agradable.
– Tío qué haces? – me dijo.
– Lo que no te hacen tus novias – le dije y seguí chupando.
– Mola mucho, no pares – me pidió. Y puse más empeño en mamarla, no sin algo de torpeza.
– Cuidado con los dientes – se quejó.
– Perdona tío. – Estaba muy nervioso. La saqué de mi boca, la masturbé un poco y me relajé pensando que tenía que disfrutar el momento. Así que abrí bien mi boca y metí su polla entre mis labios, empezando a mamarla arriba y abajo.
– Buah no pares – dijo Alberto. No pensaba parar. Por fin tenía la oportunidad de comerme una polla de verdad y la iba a aprovechar. Pero los sueños duran poco y enseguida me avisó que se corría. La saqué de mi boca y una fuente de lefa me bañó la cara. La poca que cayó en mis labios la probé. No era muy diferente a la mía, así que me comí un poco más.
– Eres muy maricón – me dijo Alberto viendo cómo degustaba su lefa.
– Pues tú te has dejado chupar la polla – le advertí. No le sentó muy bien, me apartó la cara de un manotazo, se subió los pantalones y se puso de pie.
– Ni una palabra de esto o te enteras – me advirtió. Le dí mi palabra siempre que me dejara hacerlo alguna vez más. Pero no nos conformamos con alguna vez más. Los viernes por la tarde desaparecíamos del grupo y nos íbamos a su casa. Nos escondíamos en la buhardilla y espatarrado en su sofá, Alberto me dejaba arrodillarme ante su polla y poner en práctica todo lo que me enseñaba Jenna Jameson en sus películas. Aprendí a comerle la polla muy bien y se convirtió en una adicción para ambos. Cuando hacíamos botellón en las calles de la urbanización, mientras él se estaba enrollando con alguna, yo buscaba su mirada y cuando fijaba su ojos en mí yo bebía cerveza chupando bien la boca de la botella recordándole que horas después estaría metiendo en mi boca otra cosa que no fuera cristal.
– Un día nos pillan como sigas provocándome así – me decía entre gemidos mientras yo me metía su botella de carne hasta el fondo de mi garganta.
– Me encanta ponerte cachondo y después aprovechar lo que no se comen las estrechas de tus novias – y seguía mamando hasta sacarle la última gota. Con el tiempo Alberto y yo fuimos espaciando las quedadas hasta dejar de quedar. Él empezó a salir con una chica súper maja y era feliz, así que le dejé vivir esa felicidad y seguimos siendo tan amigos. Pero gracias a él me convertí en un buscador de pollas a las que provocar para llevarme a la boca. Fueron algunas más las que me comí antes de llegar a la de Julio, que aquella mañana en casa de mis padres se le marcaba muy bien en el tejano.
– Está tu padre? – preguntó.
– Ha salido hace una hora pero no sé dónde – le contesté y le invité a pasar. – Yo estaba rellenando los papeles de la universidad. Quieres tomar algo?
– No, tranquilo, solo he venido a dejarle estos informes.
– Hazme compañía en el jardín. No creo que tarde – era la primera vez que estaba a solas con Julio y quería intentar algo. Me siguió mientras yo iba moviendo mi culo enfundado en un pantaloncito corto de color azul que me marcaba bien la raja porque no llevaba calzoncillos. Nos sentamos a la sombra en las sillas de mimbre, yo con mis piernas recogidas y él reposando su espalda y abriendo sus piernas, ofreciéndome una vista de papito machote muy seductora.
– Al final Derecho verdad? – me preguntó. – Me lo dijo Laura. Ella veterinaria. Yo hubiera preferido algo más enfocado a la economía, pero es su decisión.
– O la de su novio no? – le dije.
– Si, ese chaval es un poco influyente – contestó.
– Es buen tío y guapo – reí.
– Y tú qué? – me preguntó.
– Yo qué? – contesté.
– No tienes un novio que te influya?
– No, solo algún amigo, pero no hablamos mucho – me acaricié las piernas. El juego había empezado antes de lo que yo penaba.
– Jajaja estáis todo el día dale que te pego?. – Siempre me ha gustado ese toque deslenguado que tiene.
– Bueno no hacemos muchas cosas, dice que no está preparado. Te apetece beber algo? – fui a por limonada a la cocina y al pasar por su lado rocé mi pierna con la suya. Al volver igual. Volví a sentarme y pasé el vaso frío por mi cuello. Julio bebía y me miraba. No sabía qué pensaba pero no lo vi incómodo.
– No quieres saber qué hacemos? – di un sorbo sin dejar de mirarlo.
– No, creo que no – se rió.
– Estás incómodo?
– No, pero soy como un padre para ti.
– Bueno, yo a mi padre no me lo follaría.
– Marcos, por favor!
– Desde que te vi en calzoncillos hace unos años no he podido dejar de pensar en ti como el tío que me gustaría que me desvirgara. Llevo años deseándote.
– Qué te crees que no me he dado cuenta? – se reclinó hacia adelante y dejando su vaso con un pequeño golpe en la mesa se puso de pie – es un locura ni siquiera pensarlo. Eres Marcos, el hijo que nunca he tenido. – Yo también me puse de pie y como una Lolita cualquiera seguí con la provocación. Me acerqué a él.
– No lo pienses, solo hazlo – intenté tocarle la cara pero me agarró de la muñeca fuertemente.
– He dicho que no! – se enfadó. Yo me la jugué a una. Llevé mi mano hasta su paquete y esa sensación de agarrarle la polla por encima del pantalón se retuvo en el tiempo varios segundos. Él apretó mi muñeca intentado quitar la mano que apretaba su paquete.
– Solo una mamada. Dicen que la chupo muy bien – le propuse.
– Estás loco!
– Por ti cabrón! Por verte la polla y chupártela.
– Marcos para, no quiero enfadarme de verdad. – y apretó más fuerte sus manos y aunque me estaba haciendo daño mi deseo pudo más y no solté su paquete. Empezamos a forcejear hasta que consiguió despegar mis manos de su cuerpo con tanta fuerza, que al empujarme caí al suelo.
– Mierda! – Julio se asustó – estás bien? – me preguntó mientras me ayudaba a levantarme.
– Estoy bien, no te preocupes, me lo merezco – le dije con voz lastimera.
– No te lo mereces, te tengo mucho cariño pero no me gustan los hombres – me dijo.
– No me mires como un hombre. Siénteme como una mujer. Te tapo los ojos y no distingues quien te la está chupando.
– Tanto me deseas? – me pregunto mientras me acariciaba el pelo. Yo me lancé a sus brazos.
– Creo que desde antes que naciera. No quiero casarme contigo. Solo quiero sentir cómo me tocas. Tocarte yo. Hacerte todo lo que me pidas. Me pones muy caliente.
– Yo no sé cómo voy a reaccionar… – le besé. Él se quedó parado. Nos miramos. Él me besó. Él me besó con ganas. Yo metí mi lengua en su boca y él apartó su lengua. Yo insistí mientras agarraba su cabeza y su perilla me rascaba. Al final me dio su lengua. Qué gusto cuando te besa un hombre por primera vez y si encima es el hombre que siempre has deseado mejor.
– Qué tal? – le pregunté.
– No he sentido nada.
– Pues está de aquí sí que ha sentido – le dije mientras agarraba su paquete. Me arrodillé y empecé a acariciar su bragueta con las dos manos. Luego le pasé la lengua notando la dureza de su polla.
– Qué locura Dios – Julio empezaba a suspirar. Yo empezaba a bajar la cremallera de su tejano que ya oprimía su polla. Desabroché el botón y baje el pantalón descubriendo su bóxer azul marino. Empecé a lamer la tela desde la base hasta la punta de su bulto, marcando bien la trayectoria que ya cargaba hacia arriba a la izquierda. Lamí también la tela que sujetaba sus huevos.
– Ufff ni te imaginas cuántas veces he soñado con este momento – le dije sin dejar de manosear su bulto.
– Por qué yo? Podrías tener a cualquier tío – me dijo sin dejar de suspirar.
– Ya lo sé pero tú eres el tío que deseo – y baje sus gayumbos saltando a mi cara su polla blanca bonita suave. La agarré por el medio y empezando a masturbarla me la metí en la boca. Olía muy bien y sabía mejor. Julio empezó a mover sus caderas haciendo que su polla entrara y saliera de mi boca. Yo dejé de agarrarla y con mis manos hice que Julio se sentara en la silla. Acabé de quitarle el pantalón y el calzoncillo.
– Seguro que no vendrá nadie? – me preguntó preocupado.
– Mi hermano está currando como mi madre. Mi padre tardará seguro.
– No estoy tranquilo Marcos – me dijo mientras intentaba apartarme de su entrepierna. Yo hice fuerza para volver a meterme su polla en la boca.
– Relájate – y me la tragué hasta el fondo.
– En serio que no, nos van a pillar – se puso de pie se subió el calzoncillo y el pantalón.
– Por qué no lo llamas y nos aseguramos de que aun tardará un rato? – no podía perder la oportunidad que me había dado la vida. Él se quedó pensativo y finalmente sacó el móvil de su bolsillo y llamó a mi padre.
– Ey, qué tal? -…- He venido a tu casa a dejarte los informes del viernes…de repente Julio se sobresaltó y miró hacia abajo viendo como yo estaba enganchado a su polla de nuevo. Empecé una mamada lente haciendo que se pusiera un poco nervioso.
– Si si bien, es que estoy caminando algo rápido – le decía a mi padre mientras se le entrecortaba la voz. Puso su mano en mi cabeza intentado separarla de su entrepierna mientras apretaba los labios en señal de gusto. Yo me resistía a despegarme de su cuerpo y seguí manando su rabo con ganas.
– Vale, vale, llámame después… – seguía hablando con mi padre intentado quitarse a su hijo de encima. Yo saqué su polla de mi boca y agarrándola fuerte empecé a lamerle el capullo con la punta de mi lengua. Julio no podía articular palabra.
– Si si, ok…venga nos vemos – colgó y respiró.
– Estás loco?? Casi se da cuenta – le di una última chupada a su polla.
– Cuánto tiempo tenemos? – pregunté y me la metí de nuevo en la boca.
– Como una hora – dijo él aliviado mientras agarraba mi cabeza para acompañar la mamada. – Pero a ti quién te ha enseñado a comer pollas?
– Conoces a Alberto, el hijo del banquero? – le pregunté mientras sacaba de nuevo su rabo de mi boca – fue el primero.
– Hay más? – preguntó soprendido.
– Aha – empecé a masturbarlo lentamente. – También Rafa, el hijo del del bar. Y Dani el que su padre tiene los taxis. Una vez se la chupé a dos de la otra urbanización.
– Menuda puta estás hecha – se arrepintió enseguida de esas palabras. – Lo siento Marcos.
– No te disculpes, me gusta sentirme una puta. – Empecé a chuparle la polla como si estuviera chupando todas las pollas a la vez de los tíos que le había nombrado. Durante una hora no pensaba parar de chupar. Cuando notaba que se hinchaba la sacaba de mi boca y evitaba que se corriera. Entonces bajaba mi lengua hasta sus huevos.
– Bufff me encanta que me coman las pelotas, pero Clara nunca me lo hace.
– Y entonces cómo sabes que te gusta si solo has estado con Clara? – me miró con cara de pillo – qué golfo eres! Yo te las comeré siempre que quieras – y seguí lamiendo sus huevos mientras pajeaba su polla. Creo que le gustó la idea porque se reclinó en la silla, se espatarró bien y me dejó hacer mi trabajo. Yo me metí de nuevo su polla en la boca hasta el fondo de mi garganta. Después chupaba su capullo y volvía a comerle las pelotas. Y volvía a meterme su tronco hasta el fondo. Estaba poniendo todo mi empeño en la mamada, me quería asegurar que fuera la mejor que le habían hecho nunca. Para mí de momento era la mejor que había hecho porque al cabo de media hora de estar chupando me dolía la boca un montón.
– Sis sigues así me voy a correr – me dijoi.
– Quiero que te corras en mi boca – le dije poniendo la misma voz que las guarras de las películas que él veía, – A qué eso tampoco te lo hace Clara?
– Últimamente ya no – y él mismo empezó a masturbarse. Yo empecé a acariciar sus piernas y a lamer sus pelotas. Cuántas cosas me había enseñado la buena de Jenna.
– Me vengo!! Estás seguro? – me preguntó mientras hacía muecas.
– Claro que sí, dame toda la leche en la boca – le pedí. No se lo pensó y enseguida empezó a disparar chorros y chorros de leche, no solo en mi boca, también en mi cara, en mi cuello…me dejó bien estucado. Fui saboreando toda la que cayó en mi boca y mis labios. Era la mejor leche que había probado hasta el momento. La que cayó fuera de mi boca también la recogí y me la tragué.
– Ufff que pedazo de mamada, no tenía ni idea que iba a disfrutar tanto – me dijo mientras recuperaba el aliento.
– Te ha gustado? – le dije mientras volvía a coger su polla para limpiarla.
– Ha sido genial! – me puse de pie. Él también. Se subió los calzoncillos y los pantalones. Esta vez dejé que se abrochara. Yo bebí limonada y el sabor de la lefa de Julio se intensificó en mi boca.
– Ves que no ha sido tan grave – le dije. – Cuando te apetezca ya sabes.
– Esto va a ser muy complicado Marcos – me advirtió. La puerta de la entrada se abrió y apareció mi padre.
– Una vez me desvirgues todo será más fácil – le dije mientras le acariciaba el paquete.
– Hola chicos – saludó mi padre.
– Hola papá, estamos en el jardín – grité. Mi padre y Julio se saludaron y yo los dejé hablar de negocios. Me fui al baño a hacerme una paja recordando la escena porno que me había montado con Julio. No podía creer que hubiera sucedido y estaba decidido a que siguiera sucediendo. Cuando salí del baño Julio ya se iba.
– Entonces el sábado barbacoa en tu casa? – preguntó mi padre.
– Sí, ahora mismo voy a encargar la carne – Julio chocó la mano con mi padre.
– Hasta el sábado – me despedí de Julio apoyado en el marco de la puerta mientras le lanzaba un beso a espaldas de mi padre. Él se puso nervioso y salió casi corriendo de la casa.
En la actualidad…
Diez años después ya no le pongo nervioso, solo cachondo y ya no sale corriendo sino que se corre con su polla metida en mi culo.
– No acabaste los informes pedazo de puta – se embrocaba mientras me tenía de pie contra la pared dándome por culo muy fuerte.
– Cuando te diga que acabes una cosa es principal a todo lo que tengas que hacer – plas plas plas – los azotes en mi culo resonaban más fuerte que sus huevos chocando en mis nalgas.
– Se me complicó el fin de semana y no tuve tiempo – le dije mientras jadeaba – no pares, ah joder, no pares – le pedía.
– Entre polla y polla no tenías tiempo de acabar los informes? Te estás volviendo un irresponsable – me cogió de la goma del tanga y empezó a montarme como si fuera una yegua mientras con su otra mano chafaba mi cabeza contra la pared.
– Ahora que digo yo en la reunión? Que tenemos un empleado que no hace su trabajo porque es una guarra que prefiere estar follando? – desde hace tres años trabajo en la empresa de Julio y mi padre en el departamento de asesoramiento lega. Sacó un poco la polla de mi culo.
– Quieres que deje de follarte? – me encanta cuando se pone chulo.
– Ni se te ocurra! – le dije entre dientes.
– Así verás que yo también soy un irresponsable que no acaba su trabajo – me decía mientras movía su polla despacio aun a medio meter.
– En una hora te los acabo, pero no pares por favor – le supliqué.
– Una hora – y me la clavó de golpe y la sacó despacio – 60 minutos – me la volvió a clavar y la volvió a sacar – 3600 segundos – otra clavada. Yo estaba disfrutando cada embestida con pequeños gritos de placer.
– Si no están en una hora, te quedas sin esta un mes – y me la metió hasta el fondo – tomaaa!! – y empezó a empotrarme fuerte hasta que en un grito se corrió apoyando todo su cuerpo en el mío, cayendo los dos de rodillas extasiados. En diez años no habíamos perdido las ganas de follar salvajemente. Siempre es como la primera vez…
Continuará.