El Comienzo De Don Andree «tengo 29 años y soy lo que muchos llamarían un joven exitoso»

Ha sido un día duro, me reclino sobre la silla de mi escritorio y ahí sigue el alto de papeles que aún no termino de revisar, reportes de recursos humanos, departamento comercial y la lista sigue, es increíble en lo que me he convertido, un hombre respetable que mañana se casará, manejo un buen auto y vivo tranquilamente, Don Andree me llaman mis empleados y clientes, Don Andree… Vaya ironía.

Actualmente tengo 29 años y soy lo que muchos llamarían un joven exitoso, mido 1.87 mts., peso 90kg, de piel morena y ojos marrón, mi cabello es liso y negro con cierta melena que en el contexto rompe con la formalidad de mi vestir, mi espalda es ancha al igual que todo mi cuerpo, si bien el trabajo en la empresa no me permite tener el físico que tenía cuando era más joven, mi cuerpo conserva cierto atletismo.

Cuento con el cariño de mis amigos, de mi futura esposa y el respeto de mis empleados y clientes, me llaman Don Andree como les he dicho, como una muestra de respeto y cierta ironía por mi edad, sin embargo, siempre con cierto cariño. Todos me conocen por lo que soy, por lo que he hecho y por el prestigio rápido de mi firma, sin embargo, detrás de todo hombre hay historias tras bambalinas, historias que me hacen sonreír cada vez que me dicen Don Andree.

Vivía en lo que llamaríamos una familia de clase media, a pesar del trabajo duro de mis padres también podíamos darnos ciertos gustos. Era un tío relativamente normal, me gustaba practicar deportes, Basketball, Kárate y Fútbol eran mis aficiones, ése era mi lado sano, pero también siempre disfrutaba de las fiestas y la buena cerveza, algo que hasta ahora es irresistible para mí. A pesar de no ser un galanazo, siempre tuve buena compañía, y seamos honestos, todos disfrutamos de una chica bella, pero no había logrado follar. Tengo una hermana mayor, Amanda, ella ya está casada y tiene su propia vida, nos visita para vacaciones cuando salimos de viaje a algún lugar. Mis padres son personas muy trabajadoras, empezaron de cero y ahora tienen un pequeño negocio de importación / exportación, lo cual, últimamente los está haciendo viajar un poco menos de lo que lo hacían cuando era adolescente.

Finalizaba el verano del 95, tenía 18 y ése año entraba a ingeniería, como mis padres se encontrarían trabajando y yo entraría a la universidad, decidieron contratar una empleada, la idea no me agradaba mucho, por que de cierta manera sentía que invadía mi espacio y a pesar de mis protestas, la decisión estaba tomada, en fin, tendría que soportar una señora cincuentona en casa.

Desperté un lunes, realmente tarde, la noche anterior había salido de copas con unos amigos y desperté con un dolor de cabeza enorme y mucha sed, así que me levanté de mi cama en busca de agua, salgo de mi habitación medio dormido aún, escucho ruido en la cocina, al acercarme veo una chica ordenando la vajilla, era una mujer joven, vestida con una falda negra, un poco corta, pero discreta, y una blusa blanca, sobre todo esto un delantal azul marino, me detuve un poco consternado, entre la resaca, el dolor de cabeza y la imagen de una chica en mi cocina algo no me cuadraba, la chica se volteó y se sorprendió un poco al verme. – Usted debe ser Andree-. Exclamó con una sonrisa divertida por la situación, yo aún tratando de asimilar la situación y la chica al ver al hijo de los jefes con una cara de farra atroz y vestido sólo con un bóxer.- Soy la empleada de hogar, me llamo Alejandra, ¿desea algo? – Sí, un litro de agua por favor, muchas gracias.- y me retiré a mi habitación, era una tía realmente guapa, recreaba su imagen en mi mente mientras me recostaba sobre la cama y sonreía por la buena elección de mis padres. Llevó a mi pieza una bandeja con comida y un jarrón con agua. – Espero que le guste. Dejó la bandeja sobre mi mesa de noche.

– Cuando la señora dijo que tenía un niño no imaginé que fuera tan grande. -Y sonrió, yo reí de buena gana.

– Mi madre es un poco aprensiva.

Y como ésa conversación hubo muchas más y las conversaciones con el tiempo se fueron haciendo más largas y con los días nos fuimos haciendo amigos y cómplices, yo le cubría las espaldas cuando llegaba a veces un poco tarde y ella me la cubría a mi cuando llevaba alguna chica a casa o llegaba algo pasado de copas. Con el tiempo la fui conociendo, tenía 27 años y trabajaba para costear sus estudios y su independencia, eso hacía que tuviera un gran respeto por ella.

Con el tiempo Alejandra tuvo gran popularidad entre mis amigos, era evidente que sus cuidadas curvas no podían simplemente pasar inadvertida entre ellos, no podían entender como me mantenía siendo su amigo simplemente y entre copas me contaban todo lo que harían con una chica así en casa. Para mí seguía siendo mi amiga, pero mis amigos tenían razón y poco a poco comencé a darme cuenta la calidad de mujer que tenía en frente.

El tiempo pasaba, me contaba de su vida, sus amores y desamores y una que otra aventura, por mi parte, también le contaba de mis aventuras y mis fiestas, lo nervioso que me encontraba ante el desafío que sería la universidad. Las conversaciones siempre iban por ese tono, sin embargo, había otras conversaciones un poco más…íntimas, de las cuales obviamente me excitaba imaginarla haciendo ese tipo de cosas. Una vez se quedó después que terminó su horario de trabajo, eso ya era práctica habitual, compramos cerveza y nos pusimos en una larga charla, cuando las copas avanzaban me contó sobre su nueva afición, el exhibicionismo, me contaba que de cierta manera la excitaba saber que la observaban y observar a otros y comenzó a contarme sobre el fin de semana, según ella, era lo máximo.

– Había salido ésa noche a bailar, al tiempo mi amiga se separó de mí y se sentó en mi mesa un chico, comenzamos a bailar, ya te digo Andree, bailaba de una manera súper sensual, era rudo, pero con una dureza controlada, yo soy muy independiente, sin embargo no me pude resistir a eso, era un chico alto y se veía fuerte, mientras nos movíamos una y otra vez al compás de la música, sus manos en mis caderas y mi cintura me hacían sentirme de él.

Luego fuimos por unas copas y volvimos a la pista, el humo, el calor del lugar, el alcohol hacía su trabajo en mi cuerpo y sus movimientos, sus caricias y su mano dibujaba el contorno de mi cuerpo, luego, sin decirme nada me tomó de la mano y me llevó hacia fuera, caminamos un poco y fuimos al paradero del autobús, sin decir mucho me tomó de mi cintura y me pegó a su cuerpo, una fría llovizna caía y sentía la diferencia de temperatura entre nuestros cuerpos juntos y el ambiente, me miró a los ojos y me besó, con un beso autoritario y apasionado, su lengua acariciaba la mía, mientras sus manos subían por mis caderas, mi cintura, pasando por el costado de mis pechos…mhmh, subió por mi cuello y se posesionaron en mi nuca, jaló hacia atrás mi cabello y me mordió suavemente el cuello, me besó mi oreja y luego nuevamente mi cuello, luego se detuvo todo, lo vi, mirándome fijamente a los ojos, sus manos ahora estaban sobre mis piernas descubiertas, el roce de nuestros cuerpos había logrado subir mi falda, sabía lo que el quería y abrí un poco más mis piernas, bajó un poco sus pantalones y pude sentir su polla caliente sobre mi pierna, no te miento, quería saber como era, pero me tenía tomada firmemente, sacó algo de su cartera, me pude dar cuenta que tiraba al suelo lo que parecía un envoltorio de condón, créeme, siempre he sido súper cuidadosa con eso, pero ahora…no sé, estaba demasiado caliente, por la situación, por la imponencia con la que me trataba, no sé.

Movió mis bragas con su mano y apoyó su polla en la entrada de mi coño, no sabes como me calentaba eso, trataba de mover mis caderas para que me penetrara de una vez, pero el cabrón no se movía y se separaba de mí, pero sin dejar de mantener su polla en la entrada de mi coño, entonces entendí. – ¡Métela de una vez por favor! Sentí entonces su polla entrando, centímetro a centímetro, no terminaba nunca, estaba dentro de mí, podía notar la llovizna mojando mi cara el frío de la noche y su polla dentro de mí, caliente, como una barra de hierro, cuando entró completamente comenzó un vaivén que aceleraba cada vez, sentía como si mi cuerpo se contrajera, me aferré a su espalda, rasguñándolo, estaba desesperada, caliente puse mis piernas alrededor de sus cintura pegándome a él, no quería desperdiciar nada, el movimiento era rápido, profundo, su pelvis me golpeaba rápidamente.

Nuestros cuerpos estaban mojados, mezcla de sudor y llovizna, la sola idea de que pudiera haber gente mirando, hacía que me excitara aún más, mi cuerpo se comprimía como preparándome para una explosión, su polla estaba enorme me taladraba, su mano apoyaba mi culo mientras la otra amasaba mis tetas, ya llevábamos un buen tiempo, comencé a apretar mi vagina para hacer que acabara y sentir mejor su polla, de pronto, sentí como si algo subiera por mi vagina rápidamente hacia me cabeza, subía por mi vientre, por mi pecho, me ahogaba y con un leve grito acabé mordiendo fuertemente su hombro, él comenzó a contornearse y a rasguñar mi espalda, tal como yo lo había hecho, aceleró aún más sus embestidas, su cuerpo se contorneó y acabó, pude sentir como el condón se extendía dentro mío…como hubiese deseado que acabase dentro.

La miré sorprendido por su relato, parecía excitada, yo sin duda lo estaba, me quedé mirando su figura fijamente, sería imposible volver a mirarla como una amiga.

– Vaya, es tardísimo, creo que tengo que irme.- Dijo mirándome directamente a los ojos, sabía el efecto que había causado en mí, se podía ver en mis pantalones, podía sentirlo palpitante.

– ¡Espera!- Le dije, casi como un autómata, tomándola de su mano. No sabía que más decir, quería que se quedara o que se fuese…Se acercó hacia mí, pude ver sus potentes ojos verdes y su cara acercándose, pude sentir sus suaves labios en mi boca, la mía respondió su beso, su lengua entró lentamente en mi boca uniéndose con la mía, mis manos tomaron sus tobillos, comencé a subir por sus piernas, presionándolas, sintiendo su firmeza, subí por sus caderas, rozando un culo firme, duro, tanto como su vientre, la apreté contra mí, quería sentirla completa, mis manos subieron por su espalda…

No sé cuánto duró todo, si unos segundos o muchos minutos, sólo se que sus dientes mordieron suavemente mi labio inferior, estirándolo un poco y se alejó un poco sin dejar de mirarme.

– Chao Andree, nos vemos mañana. Se levantó de mi cama y salió de la habitación, estaba como atontado, y recién salí de mi shock, cuando escuché la puerta cerrarse.

Me recosté sobre mi cama y recién tomé conciencia de lo que sucedió, mi polla estaba a tope, la imaginaba sobre aquella parada de autobús, imaginaba sus firmes pechos moviéndose al compás de aquel cabrón, imaginaba su lengua jugando en su cuello, mordiendo, lamiendo, sus manos aferrada a su espalda, sus piernas sobre su cintura empujando, sintiendo esa polla caliente y dura, tal como la mía. Mientras la imaginaba bajé mis pantalones, con mis piernas terminé por quitarlos completamente, mi polla estaba totalmente erecta, palpitaba, podía verla gruesa, podía ver sus venas hinchadísima, podía verla a ella poniendo sus labios sobre mi capullo, la veía bajando, viendo como mi polla penetraba su boca, podía sentir el calor, su lengua jugando con mi polla, acariciándola, envolviéndola y apretándola fuerte, tanto como yo la apretaba con mi mano.

Quería sentir nuevamente su cuerpo, quería sentir la tersura de su piel sobre la mía, quería que sintiera mi sudor, quería…mi polla estaba enorme, la deseaba, quería sentir sus jugos bajando por mi polla, quería penetrarla, susurrarle al oído lo mucho que la deseaba, quería penetrarla duro fuerte, tanto como mi mano frotaba mi polla. Sentía como mi cuerpo se contorsionaba podía sentir como una presión en mi pecho comenzaba a bajar, salía de todas las partes de mi cuerpo, sentía como llegaba hasta mi polla, sentía como palpitaba, como iba a estallar, ¡la quería ahí conmigo ahora!, quería que viera como mi polla se hinchaba, como la deseaba, quería correrme con ella y que sintiera mi leche, tal como yo la sentía ahora sobre mi cuerpo y sobre mi boca…

Bueno, es tarde, apago mi ordenador y me pongo mi abrigo, es tiempo de volver a casa, apago las luces de mi oficina y bajo al estacionamiento, aún tengo en mi memoria lo que sucedió aquél día, aún recuerdo como comenzó todo.

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