Con la tía y una transexual

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Soy un chico de pueblo que a mis 18 años vine a la ciudad a estudiar. Huí de ese lugar conservador como lo había hecho mí tía hace más de 20 años. Me iba a quedar en su casa unos meses hasta que consiguiera un lugar para vivir. Pero un día todo cambió cuando ella encontró un consolador entre mí ropa. Hasta ese momento mi vida sexual había sido escasa. Había estado con una chica una sola vez. Pero también quería probar una pija y ese consolador era mí alivio. Le conté mis deseos y fantasías y ella me confesó que también era bisexual y que en ese momento tenía un amante casado que era vecino del edificio.

Mi tía era un bella mujer. A sus 44 años se mantenía muy bien. Era morocha, grandota. Media 1,75 caderas anchas con un culo grande al igual que sus piernas y unas tetas medianas muy lindas. Tenía una melena larga y oscura con rizos, una boca grande con labios gruesos y una hermosa sonrisa. Yo mido 1,70 y mi cuerpo es normal. Soy delgado, tez blanca, pelo castaño, tengo un rostro bello y lindas piernas y cola. Tengo una buena polla sin ser demasiado. Mide 18 cm con un buen grosor y desde hace un año llevo mi cuerpo depilado.

Desde ese día todo cambió y una vez me pidió mí juguete prestado y terminamos masturbandonos mutuamente y en los días siguientes empezamos a tener sexo entre nosotros. Por fin sentía el placer del sexo oral, aprendí a penetrarla y chuparle su vagina. Luego me sorprendió con un arnés y las sesiones de cambio de roles se hicieron más frecuentes aunque yo necesitaba una pija de verdad. Mí tía le comentó de nuestra relación a su amante y él aceptó ser mí primer hombre, pero a condición de que me vistiera de nena ya que no le calentaban los varones. Esa noche me follo con su hermosa verga. Fue uno de los placeres más grandes sentir esa herramienta caliente y dura en mí colita. También le hicimos una doble penetración a mí tía y luego probé su leche. Fue una noche maravillosa y desde ese día nos visitaba más seguido. Algunas veces repetiamos el trío, otras me visitaba sólo a mí o a mí tía. Jorge, que así se llamaba, se enamoró de mí colita y me cogía con gusto.

Luego de Jorge estuvimos con dos hombres más. Un cuarentón y un chico joven con quién me seguí viendo unos meses. También conocimos a una chica en una página de internet para citas. Mí tía estaba deseosa de volver a estar con una mujer y la pasamos en grande. Lo que iban a ser unos meses terminó siendo una convivencia. Esta historia que les voy a contar sucedió a más de un año de haberme mudado.

Yo mantenía mí cuerpo depilado y cuando estaba con Jorge siempre me vestía con prendas femeninas, por lo que pasó a ser habitual que fuera a la facultad o anduviera por la calle con una tanguita. Pero también quería una depilación más profesional pero no me animaba. Una tarde fui a la peluquería a retocarme el cabello pero se encontraba cerrada por lo que me dirigí a otra cercana. Cuando ingresé no pude dejar de admirar a la peluquera: una morocha alta que debía medir 1,80 aprox, de pelo negro lacio y largo, una espalda un tanto ancha, pechos grandes que parecían operados y unas buenas curvas con un culo lindo y redondo y unas piernas largas y bien torneadas. La peluquera giró su cabeza junto a pelo cuando entré y me saludó con una sonrisa. Al ver sus rasgos noté que se trataba de una chica trans. Si bien era muy femenina y bella de rostro, se notaba que no era una mujer cis. La saludé con amabilidad y esperé mí turno. Mientras la observaba. No podía dejar de mirarla. Nunca había estado con una chica trans aunque si había fantaseado con eso.

La señora que estaba atendiendo se retiró y me tocó a mí. Luego de explicarle lo que quería, empezó su trabajo con un gran profesionalismo, pero yo no podía dejar de admirar sus tetas que se reflejaban en el espejo o de disfrutar el roce de sus manos. Cuando nos quedamos sólos en el lugar y mientras ella arreglaba mí pelo, le pregunté por el cartel que había visto de depilación. Ella me dijo que casi nunca depilaba a varones pero que si quería me daba un turno. Pero que sólo depilaba a la noche cuando cerraba la peluquería y quedamos para la semana siguiente. La chica en cuestión de llamaba Karina y fue muy amable conmigo. Me hizo reír mucho y notaba su mirada sobre mi, lo mismo que sus roces que más de uno me parecieron intencionales.

Ese día le comenté a mí tía que tenía turno para depilarme y que la peluquera era trans. Le conté cómo era y cuando describía su físico no pude evitar calentarme sabiendo que iba a estar desnudo frente a ella. Mí tía lo notó y me confesó que hace unos años, en una noche de juerga con una pareja en un club swinguer, incorporaron a una chica trans que la había filmado como los dioses. Ese día se le fueron los pocos prejuicios que le quedaban y volvió a repetir varias veces con esa chica que no volvió a ver porque se había ido de la ciudad. Me preguntó dónde quedaba la peluquería para probar cómo era la depilación de esa chica.

Fue una semana normal, con momentos placenteros con mí tía y una tarde de pasión fugaz con Jorge que pasó a verme a la vuelta del trabajo y yo lo esperé con una tanguita y una pollerita corta. Se la chupé y ahí nomás coloqué mis manos sobre la mesa, paré mí colita y dejé que me penetre por detrás levantando mí faldita y corriendo la tanga. A Jorge era el único que dejaba que me folle sin preservativo. Me encantaba sentir su calor cuando acababa y que luego su leche se escurra entre mis nalgas cayendo por el interior de mis piernas. Mí amante acabó y se fue rápido ya que lo esperaba su esposa.

El día del turno para la depilación me encontró dubitativo. No sabía si ir con una tanguita o con boxers comunes. Si a ella le gustaban los chicos más varoniles iba a perder toda chance al estar con una tanguita, pero también pensé que si se daba algo con ella prefería ser pasivo por lo que me la jugaba a la tanguita.

Llegué a la hora del turno y era casi de noche. Había confirmado previamente y Karina me estaba esperando. Me pidió que vaya hacía el fondo del salón detrás de una cortina dónde tenía una camilla y los materiales necesarios para la depilación. La esperé ahí hasta que terminó de cerrar. Al regresar me preguntó si la depilación era total y me pidió que me saque la ropa. Ella se colocó una bata blanca y los guantes de látex y no pudo contener un comentario cuando me bajé el pantalón y estaba con una linda tanguita negra de encaje: «ay, que linda que te queda miamor!». Yo sonreí tímidamente y me la saqué parando un poco mí colita hasta quedar todo desnudo.

Karina me fue depilando todo mí cuerpo con cera. Lo hizo rápido ya que me mantenía bastante cuidado. Al llegar a mí entrepierna cambió de técnica. Primero me afeitó y luego quitó los poquitos pelos que quedaron con una pinza. Mientras lo hacía rozó más de una vez mí polla que se empezaba a endurecer. Yo lo quería evitar pero era peor. Me moría de vergüenza. Lo peor es que al crecer, ella necesitaba manipularla para correrla y hacer su trabajo. Pero no pasó de ahí. Me pidió que me diera vuelta para seguir con el otro lado, sobretodo mis piernas y el interior de mí colita. Esta última parte lo hizo con mucha suavidad y me calentaba aún más que cuando rozaba mí polla. «Ahora sí, está bien suavecita, sin un pelito» dijo Karina a la vez que me pidió que me quede así para pasarme una crema. Las caricias de sus manos envueltas y del producto en mí piel hizo que me calentará de nuevo. Cuando lo esparcía por mí colita instintivamente la paré y noté cómo Karina se detenía entre mis nalgas. La paré un poquito más y sentía sus dedos recorriendo la zona pegada a mí agujerito. Me advirtió que se iba a sacar los guantes para colocar mejor el producto pero no hizo más que concentrar la caricia de su dedo índice sobre la superficie de mí agujerito. Acariciaba mí ano en círculos. Yo me dejaba hacer y empujé un poquito mí cola contra su dedo en señal de darle permiso para que avanzara. De a poco ese dedo empezó a entrar en mi interior. Sentía que entraba con suavidad, bien lubricado y Karina lo hacía despacio. Ella se dio cuenta que entró con facilidad y decidió meter el segundo que también pasó bien. Los dejó adentro ,quietos, unos segundos. Los sacó, se colocó más crema y volvió a abrirme con sus dedos. Para este momento yo ya estaba en cuatro en la camilla mientras me masturbaba con sus dedos. Había silencio y calentura. Sólo se escuchaban nuestras respiraciones aceleradas. Karina continúo con tres dedos. La notaba caliente, aumentaba en ritmo y la profundidad de su masturbación anal. Yo estaba muy dilatado.

Hice un movimiento para liberarme de sus dedos. Necesitaba sentir su polla. Me senté en la camilla, ella me miró con deseo y se acercó. Se inclinó y me dio un beso profundo. Sus labios carnosos envolvieron mí boca. Se sacó la bata y bajó su top liberando un par de buenas tetas con pezones oscuros. Bajó mí cabeza para que se los chupe. Lo hice con gusto mientras pasaba mí mano sobre su falda a la altura de su entrepierna. Sentía su bulto y su respiración más agitada. Yo seguía sentado y ella parada frente a mí. Bajé mis manos y la acaricié entre sus piernas que eran suaves y hermosas. Las subí de a poco hasta llegar a su tanga. Ella me frenó ahí. Me miró con una sonrisa pícara, levantó su falda hasta la cintura y por un costado de su tanga blanca sacó una polla morocha, gruesa y muy larga. Debería tener unos 22/23 cm pero lo que más me gustaba era su grosor y una cabeza bien redonda. La más grande que había conocido. Me quedé embobado mirando esa hermosa y perfecta polla. Karina agarró una mano mía y la guió a su boa. La empecé a tocar suavemente. Estaba caliente. Pose toda mí mano y ésta no se podía cerrar a su alrededor. Era caliente y palpitante, la llevaba sin un pelo.

Yo sabía lo que tenía que hacer, pero quería estar unos segundos más admirando esa escultura. De a poco me acerqué, aspiré su aroma penetrante y sin más preámbulo empecé a chuparla, a lamerla. Era demasiado para mí boca pero hacía un gran esfuerzo. Ella lo hacía con suavidad y le encantaba sacarla cubierta de mí saliva y darme golpecitos con su polla en mí cara. Me la volvía a meter en la boca, pasaba mí lengua por su tronco, la apretaba un poco con mí mano para sentir su dureza. Quería ser follado en ese instante. Karina lo presintió, fue en busca de un preservativo que le cubría la mitad de su polla y estaba muy apretado. Se bajó su tanguita quedando sólo con su falda en la cintura y sus tacos. Yo me recosté en la camilla boca arriba con mis piernas abiertas y mí colita al borde. Me agarró de mis piernas bien suaves y recién depiladas y acercó su polla a mí agujerito. Ella seguía parada. Escupió en mí colita para más lubricación. Con paciencia distribuyó crema a lo largo de toda su polla y de la acomodó en la entrada de mí colita. Sentía su calor. La necesitaba con ansias. De a poco empezó a penetrarme. Sólo su glande me abrió mucho. A pesar de la experiencia y la dilatación me dolió un poquito. Me sentía muy abierto. Quería que siguiera y así lo hizo cuando notó que no me dolía mucho. Fue metiendo más y más. Yo estaba quieto sintiendo como esa gran herramienta se hacía lugar en mí colita y me abría. Al calor de su polla invadía mí cuerpo. Esa trans morocha, bien latina, acababa de meter todo su pollón dentro mío. Mí mente estaba en blanco, mis ojos cerrados mientras genia de placer. Karina me agarró fuerte de mis piernas y empezó a entrar y salir. Al principio fue suave y profunda. Era dulce: «te gusta bebé?», «la sentís miamor?». Pero cuando su ritmo se aceleró sus palabras cambiaron: «que lindo putito», «te voy a partir esa cola de puta que tenés», «te vas a tragar toda mí leche». Sus palabras me calentaban más y más. Sus movimientos eran fuertes e intensos. Mí cuerpo estaba entregado. El placer anal que me estaba dando era distinto a todo lo que había sentido. La sensación era nueva. Un orgasmo se avecinaba sin haberme tocado. El éxtasis me invadió y mí polla dormida empezó a soltar semen mientras gemia y gritaba. Había sido un orgasmo delicioso, único. Mí polla había despedido semen por todo mí vientre. El placer iba desde lo profundo de mí ano y se liberaba mediante un torrente de leche espesa. Estaba extasiado pero Karina seguía follandome hasta que las descargas de placer se fueron agotando. Estaba rendido sobre la camilla cuando sentí que iba sacando su polla de a poco dejandome la cola muy abierta y un gran vacío. No habrán sido más de 10 minutos pero fueron de intenso placer.

Me costó pero logré incorporarme. Quería sentir su luche. Ella ya me estaba esperando sin el preservativo. Se la volví a chupar. Lo hacía con ganas pero Karina tardó en acabar. Mis mandíbulas se empezaban a cansar cuando empecé a notar que su polla se ponía más dura aún. Su respiración era más agitada y antes de que lo advirtiera un potente chorro de leche golpeó mí garganta. Fue el primer de 6 que llenaron mí boca de espesa y abundante leche. Muy rica. La tragué con gusto. Me encantaba la sensación de ese líquido caliente y viscoso bajando por mi garganta. Karina gimió mucho hasta que se fue relajando. La miré a los ojos y me sonrió. Me pare frente a ella y nos besamos. Acarició mí rostro. Mis manos estaban en su cintura y por primera vez pude sentir sus nalgas, apretar suavemente su culo. Nos separamos y de a poco me empecé a vestir.

Karina me confesó que no era el primer cliente que se follaba. Este trabajo le permitía conocer muchos amantes. Hombre y mujeres. Si, me contó que más de una vez tuvo que saciar el apetito de casadas insatisfechas o que simplemente tenían la fantasía de estar con una mujer trans. Algunas de ellas las seguía atendiendo. Karina era muy simpática y me hubiese pasado horas hablando con ella pero tenía que cerrar el local. Se puso sólo una bata, me despidió con un beso y un «cuando quieras volvé a depilarte». Le pagué la depilación y me fui caminando con una sonrisa y con mis piernas temblando. Aún no me recuperaba de semejante follada.

Al llegar al departamento mí tía se dio cuenta con sólo verme. No me dio tiempo. Le tuve que contar todo apenas llegué. Lo que más le entusiasmó fue el tamaño de la polla de Karina y que también le iban las mujeres. Esa noche sólo quería descansar. Comí, me di una ducha reparadora y me acosté mientras escuchaba los leves gemidos de mí tía que de seguro se estaba masturbando con las imágenes que le di de Karina.

Después de descansar me levanté caliente. La sensación de mí cola abierta por el pollón de Karina me daba ganas de más. Se ve que mí tía estaba igual porque cuando salí del baño estaba parada en la mitad de la sala con su bata abierta y entre sus piernas el arnés que tanto placer me supo dar. Hacía mucho que no lo usábamos porque estábamos bien atendidos por la pija del vecino, pero necesitaba algo en mí cola y mí tía leyó mí deseo. Esa mañana nos lo pasamos follando. A ella le encantaba cuando le daba por el coño y con mí juguete le penetraba la cola.

Después de follar planificamos que yo la acompañe a la sesión de depilación con Karina. Cuando me viera entrar con mí tía iba a adivinar nuestras intenciones y sería ella quien tomara la decisión.

El día indicado llegó, Karina pensaba que estaba esperando a una clienta más. Yo me puse una tanguita blanca que me había regalado mi tía. Mí piel permanecía muy suave y depilada. Mí tía se puso una tanga roja de encaje que apenas cubría su concha y por detrás de perdía entre sus potentes nalgas. Se puso una falda suelta pero bien corta. Cualquier movimiento podía dejar sus nalgas al desnudo. Al llegar a la peluquería ya no quedaba nadie. Cuando mí tía abrió la puerta, Karina estaba de espaldas y saludo sin mirarnos. Mí tía le devolvió el saludo y cuando la morocha volteó se quedó sorprendida. Mí tía inmediatamente le dijo que yo era su sobrino y que le había recomendado la depilación, que si no le molestaba iba a estar presente ya que teníamos mucha intimidad. Karina se quedó pensativa, debe haber dudado si íbamos con intención de fiesta o si no me quedó otra que acompañar a mí tía sin ningún tipo de complicidad. Para ayudar a aclarar sus dudas le guiñe un ojo y ella sonrió, pero su reacción posterior no la esperaba. Creo que se jugó a ver cómo salía: «tu eres igual de putita que tu sobrino? Vienen en busca de pija? Espero que vos hayas venido con tu tanguita. Quédate sólo con ella y tus zapatillas. Y tu puton, desnúdate así empiezo mí trabajo». Mí tía se quedó paralizada pero sonrió. A mí se me aceleró el corazón pero era lo que estaba buscando. Pasamos al fondo del salón y nos empezamos a desnudar. Yo me quedé como Karina me pidió y mí tía se desnudo para luego acostarse en la camilla.

Cuando Karina terminó de cerrar el local se demoró un poco pero valió la pena la espera. Cuando corrió las cortinas apareció vestida sólo con una tanga de encaje y un sostén que combinaba. Mí tía se quedó con la boca abierta al admirar su belleza. La morocha, de todos modos, tenía colocados sus guantes para comenzar su trabajo. Fue colocando la cera por distintas partes del cuerpo de mí tía. Yo me encontraba sentado al lado de la camilla sin saber que hacer. Sólo miraba su cuerpo y cómo crecía el bulto dentro de su tanguita. En un momento ella me miró y me preguntó si me quería entretener un rato. Mientras seguía trabajando sobre mí tía su entrepierna quedó a la altura de mí cara y corrí su tanguita. Su pollón estaba a medias, ideal para empezar a chuparlo. Sin esperar más lo introduje en mí boca, notando cómo iba creciendo y poniéndose duro. Mí tía miraba de reojo. «Tu también quieres?» preguntó y sin esperar respuesta salió de mí boca y dirigió su pija a la cara de mí tía. La herramienta de Karina empezaba a tomar todas sus dimensiones. Ancha, dura y larga. Un manjar. Mí tía me dijo «veo que no exagerabas» y agarró con ansias la pija de la trans. Por su posición se le dificultaba meterla en la boca pero la agarró con sus manos que parecían pequeñas junto a esa verdad y la empezó a lamer. Cerraba los ojos y la disfrutaba. Pero no duro mucho. Karina interrumpió. «Bueno, continúo con mí labor» y se dirigió a la entrepierna de mí tía para sacarle los pocos pelos que tenía. «Ya estás mojada puta, pero vas a tener que esperar». La morocha trabajaba sobre la zona mientras su pija seguía fuera de su tanga y se balanceaba acompañando su movimientos. «Oye, se ve que tu tía no puede esperar. Dale tú de mamar». Sonreí, me gustaba el trato imperativo de Karina. Me pare al lado de mí tía, corrí mí tanguita blanca y le di de mamar. La notaba muy caliente. Quería ya una polla en su coño. Yo también la tenía muy dura, a punto de reventar.

Cuando Karina terminó, empezó a colocar crema por todo el cuerpo de mí tía. Eran como masajes que le arrancaban leves gemidos. Al llegar a su entrepierna empezó a masturbarla suavemente. Esparcía la crema por todo su coño bajando con la mano hasta su culo. Mí tía casi llega al orgasmo con ese roce. La trans notaba que necesitaba ser penetrada o masturbada con ganas. Pero la hacía esperar. Al terminar de esparcir la crema, la agarró de las piernas y la acercó al borde de la camilla, quedando su coño a entera disposición. La polla de la morocha estaba en su esplendor, le dio unos cuantos golpes con la verga en la vagina de mí tía y se dispuso a penetrarla. La madura chorreaba jugos y dio un gemido cerrado cuando sintió el pollón de Karina entroducirse en su concha. Por la lubricación entró con suma facilidad llenando el coño de mí tía. La trans empezó a moverse pero en pocos segundos mí tía tuvo su primer orgasmo. Sus ojos se pusieron en blanco, sus gemidos se transformaron en gritos y acabo con abundantes chorros que emanaban de su concha. Pero la penetración de Karina continúo sin pausa. Yo estaba expectante aguardando mí turno, pero la imagen de mí tía siendo penetrada por ese pollón ya era suficiente para pasarla bien.

Karina me hizo una seña para que me acerque y me pidió que fuera a buscar algo que había en un cajón. Obediente fui por ese objeto que era un plug anal. Ella se salió de mí tía y me dijo «chupala. Y dejale adentro del culo el juguete». Me incliné sobre la concha de mí tía que seguía en la misma posición y empecé a lamerla. Ya tenía experiencia en lo que le gustaba y comencé a chuparle el clítoris de manera suave en pequeños círculos. También humedeci su colita aunque no hacía mucha falta. Sus jugos bajaban por su coño y humedecian sus nalgas. Pocas veces la había notado así. Mientras estaba en esa tarea, con mí cara entre las piernotas de mí tía y mí colita parada hacia afuera, siento que Karina me corre la tanguita y me empieza a chupar la colita. Estaba bastante dilatada porque antes de ir me había preparado sabiendo lo que me iba a encontrar. De todos modos la morocha me beso y lamió con ganas. Me agarraba mis nalgas, me apretaba, hundía su cara mí colita. «Que hermosa colita bebé, te la voy a abrir toda». Se paró y apuntó su pija a la entrada de mí culito. Sin que me haya penetrado ya sentía todo su calor. La deseaba adentro mío. Cuando sentí su glande hacerse lugar en mí interior no pude contener mí gemido que se me mezclaban con los de mí tía, que al percibir mí placer agarró mí cabeza con su mano pegandola contra su coño para tener su segundo orgasmo. La pijota de Karina seguía avanzando y ya la tenía toda adentro. Me dolía un poquito pero eran tantas mis ganas que me empecé a mover al ritmo de su penetración. Mí tía se incorporó con el plug en su culote. Era bastante ancho pero pudo entrar. De todos modos cuando se paró no se le notaba. Sus nalgotas no dejaba verlo. Se dirigió detrás mío para contemplar como la polla morocha de Karina me abría. Yo sólo podía gemir y disfrutar de ese momento, hasta que sentí que sus embestidas se detuvieron y de a poco iba saliendo su polla de mí colita. Era interminable, como el vacío que dejaba cuando abandonaba mí agujerito.

Karina nos pidió que vayamos a un sillón amplio que estaba en uno de los laterales de la peluquería. Esa parte del salón estaba con las luces apagadas y si bien la puerta de entrada al local era de vidrio, las protegían unas cortinas. Era difícil que alguien pudiera ver desde la calle pero si un curioso se detenía podía adivinar lo que estábamos haciendo. Nos dirigimos hacia allí y nos quedamos en cuatro con mí tía, con mi colita pegada a sus nalgotas, esperando que la polla de la morocha trans nos penetre. Continuo penetrandome, esta vez entró muy fácil. Mientras me follaba, retiró el plug del ano de mí tía y lo volvió a meter. Ella también gemia y nos empezamos a besar de una manera muy caliente. «Que pija más hermosa que tiene esta puta» susurraba mí tía entre gemidos y besos. «La quieres en el culo?» le preguntaba Karina, que salió de mí cola y se dispuso a penetrarla. Se detuvo un instante para colocarse abundante crema en su polla y en la cola. De a poco empezó a entrar. Los gemidos de mí tía eran más fuertes. «Me está partiendo» decía entre el dolor y el placer, pero la morocha no se detenía. Sin prisa pero sin pausa siguió entrando hasta tenerla toda en el interior del culazo de mí tía. Se detuvo unos momentos. «La sientes? Te gusta puta? Vas a venir por más como las otras putas?» Antes de empezar el «mete saca», agarró el plug y lo introdujo en mí cola. Era ancho pero no sé comparaba con su polla. Lo dejó adentro y lo aseguró con mí tanguita. Ahí quedé en cuadro, sólo con la tanguita blanca y las zapatillas con el plug dentro de mí ano, al lado de mí tía que empezaba a sentir la pija de Karina entrando y saliendo de su culote. Sus movimientos eran secos y profundos. En cada embestida mí tía chillaba y sólo podía recibir. Apenas si se movía. La morocha le daba fuertes nalgadas. «Que dirán tus vecinas? Saben que vas a buscar polla de una puta como yo?» Así estuvo varios minutos, cambiando de ritmos, nalgueando a mí tía y diciéndole guarradas. De vez en cuando yo recibía una, pero quería más acción. Karina lo percibió: «ven puta, ahora te haremos gozar». La trans se recostó en el piso y mí tía a duras penas se incorporó y se acostó encima de Karina. Ésta acomodó su pollón para penetrarla por su chocho inundado en jugos y me pidió que me acerque. Fui por detrás de mí tía y acomodé mí pija en la entrada de su ano. Entró con facilidad. Ella sólo gemia y balbuceaba que le encantaba. Con Karina nos movimos lentamente para coordinar nuestros movimientos intentando no salirnos de adentro. No fue necesario movernos muchos. Apenas un par de minutos bastaron para que mí tía tenga su tercer (o cuarto?) orgasmo de la noche. Su cuerpo estaba sumergido en el placer, los espasmos le duraron varios segundos hasta que se quedó sin fuerzas. Con Karina nos salimos de a poco, me agarró de la mano invitandome a para y nos fuimos nuevamente al sillón. Mí tía quedó en el piso recuperando la respiración. La morocha se colocó un nuevo forro y me espero sentada. Me acerqué, me saqué el plug que continuaba alojado en mí ano y me subí encima de ella, agarré su polla y la coloqué en la entrada de mí cola y fui bajando de poco. Sentía como lentamente me abría la colita que se iba acostumbrando a su tamaño. La empecé a cabalgar mientras nos besábamos. Karina me agarraba fuerte de mis nalgas y sus movimientos eran rápidos y profundos. Mis gritos de placer iban en aumento. Nuevamente empecé a sentir esa ola de placer que nacía en lo más profundo de mi. Se acercaba un nuevo orgasmo sin siquiera tocarme la polla. Karina también empezó a tensar sus músculos y de manera simultánea ella acabó con gemidos fuertes y toscos mientras yo esparcía mí leche en su abdomen. Fue muy intensa la sensación. Nuestra respiración agitada se empezó a calmar. Sonreímos y nos seguimos besando y de a poco me fui levantando. Estaba agotado al igual que mí tía.

Fuimos al baño y nos cambiamos lentamente. Sentía mí cola muy abierta y mis piernas cansadas. Pedimos un taxi y nos fuimos con mí tía luego de despedir con un tierno beso a Karina. «Ha sido maravilloso» me dijo mí tía apenas subimos al taxi. Al llegar nos bañamos juntos, nos acariciamos y nos acostamos en la misma cama. Sabíamos que tanto placer se tenía que repetir, pero por ahora sólo queríamos descansar….

Espero que les haya gustado, agradezco sus valoraciones, comentarios constructivos y los mails que me hacen llegar.