Con un latino en un hotel

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Me daba mucha vergüenza hacer aquello, pero cuando el hambre aprieta, caes. Hambre de sexo, hambre de amor y hambre de compañía. Cuando pasa el tiempo, tienes más de 40 años y ya no atraes miradas ajenas, la soledad es dura. Busqué en una página de contactos, busqué chaperos, y encontré uno que me encantaba. Latino, algo musculado, joven, y cuerpo depilado. No me enseñó la cara, pero me transmitió confianza. Se llamaba Christian. Quedé con él en la entrada de un hotel con apartamentos, un sábado a las 20:00 de la tarde. Llené una mochila con ropa y otras cosas. Cuando entré estaba muy nervioso. Recogí la llave del apartamento, y después busqué en el vestíbulo. Solo vi a un chico joven sentado en un sillón, al fondo, mirando su teléfono móvil. Me acerqué, tímido. No sabía que decirle. Era muy moreno, guapísimo. Iba vestido con un pantalón de algodón de deporte y una camiseta ajustada.

– Yo: Hola – sonreí muy tenso – ¿qué tal estás?

Levantó su mirada, y mostró su luminosa sonrisa, y unos ojos grandes y brillantes.

– Christian: Muy bien – Sonrió divertido.

– Yo: Bueno, ¿subimos?

El chico se quedó pensativo, sonriendo, mirándome a mi y a los ascensores.

– Christian: De acuerdo – dijo con cara divertida – Te sigo.

Me moví rígido, como un robot, y me dirigí al ascensor. Mientras subíamos observé su cuerpo, delgado y fibroso, como se le marcaba todo en el pantalón de deporte. Creo que estaba colorado. Él me miraba sonriendo, con un gesto un poco burlón. Parecía relajado. Llegamos al apartamento. No lo había visto antes. Tenía una sala reducida pero cómoda, una pequeña cocina en una esquina, un baño amplio y un dormitorio moderno. Me senté con él en el sofá de la sala y sin atreverme a mirarle mucho a la cara le solté, como pude, lo que quería.

– Yo: Puede que te parezca extraño lo que te voy a pedir…

– Christian: Bueno, dime, sin miedo – Me dijo riéndose.

– Yo: Me gustaría cuidarte como si fuéramos pareja. Me gustaría ducharte, secarte, hacerte algo de cena y luego que hagamos el amor.

El chico se quedé paralizado unos segundos, pero sin parar de sonreír.

– Christian: Caray… nunca me habían pedido algo así… pero por mi encantado, siempre es agradable que a uno le cuiden.

Sin añadir mucho más, nos dirigimos al baño. Lentamente le ayudé a sacarse la ropa. Le saqué la camiseta por su cabeza y la doblé con cuidado en una banqueta. Me puse de rodillas y le quité poco a poco los pantalones, y los dejé doblados sobre la camiseta. Él me miraba sonriendo, relajado, desde arriba. Tenía un cuerpo precioso, sin casi nada de grasa. No tenía casi vello y una piel dura, pero suave. Músculos ligeramente marcados. Un culo redondo y que parecía duro. Un pene largo incluso estando relajado, con unas venas ligeramente definidas y con el pelito muy bien recortado. Me quité mi propia ropa, y mi cuerpo palidecía a su lado. Mi cuerpo blando, con algo de grasa abdominal, pálido por falta de luz, era una broma en comparación. Abrí el agua caliente, y lo invité a entrar, entrando después de él.

Eché un montón de gel en mis manos y empecé a enjabonarle. Creo que su piel era lo más delicioso y suave que había tocado nunca. Deslicé lentamente mis manos por sus hombros, duros, sus brazos y su espalda. Me puse de rodillas y enjaboné su culo y sus piernas. Al pasar por sus nalgas aluciné por los suaves y duras que eran. Fue una delicia abrirlas y pasar lentamente mis manos por su ojete, que parecía jugoso y limpio. Enjaboné con cuidado sus piernas, musculosas, su entrepierna, y sus pies, que parecían muy bien cuidados. Le rogué suavemente que se diera la vuelta. Tenía una ligera sonrisa de placer, y al mirar hacia abajo, noté que su pene estaba un poco duro e inflado. Me encantó comprobar que le estaba dando placer lo que hacía. Yo tenía mi polla como una piedra, y me dio algo de vergüenza que lo viera. Seguí enjabonando sus pechos, muy trabajados, y su abdomen, con unos abdominales ligeramente marcados, y un pequeño hilo de pelo negro que unía su ombligo con su pene. Le enjaboné muy lento sus axilas y su cuello, con la misma ternura que tendría con una pareja. Me puse de rodillas y me detuve con delicadeza a enjabonar sus huevos y su pene, y no pude evitar mirar hacia arriba y sonreírle, excitado y nervioso.

– Christian: Límpiala bien ¿eh? Jajaja – Me dijo burlón

Solo me atreví a asentir, colorado, y me concentré a enjabonarle con cuidado y ternura sus huevos, por debajo, y la superficie de su pene, cada vez con las venas más marcadas y más levantado. Le miré sumiso y le seguí enjabonándole sus muslos. Si me hubiera mandado seguir limpiándole la polla hubiera vuelto de inmediato a hacerlo, pero no dijo nada.

Para aclararle cogí la pera de la ducha y enfoqué el chorro de agua, con cuidado, por todo su cuerpo. Le levanté los brazos y le aclaré las axilas. Después me puse de rodillas y le aclaré con delicadeza su culo, abriéndolo para asegurarme el quitar toda la espuma, sus huevos y su entrepierna. Cuando comprobé que estaba limpito del todo, enganché de nuevo la pera en la pared, y me limité a ponerme debajo del chorro de agua y mojarme todo el cuerpo con agua. Después, abrí la mampara de la ducha y salí. Puse una toalla en el suelo, le cogí de la mano y le ayudé a salir, ayudándole a ponerse de pie sobre la toalla. Agarré otra toalla, y empecé a secarle con cuidado, con más detenimiento que el que tenía conmigo mismo. Secando los brazos hasta las manos, las axilas, el cuello, la ancha espalda y su torso marcado, por el que caían algunas gotas que resaltaban más sus músculos. Me puse de rodillas y empecé a secar su culazo, con mucho cuidado, y sus musculosas piernas. Al empezar a secar sus huevos y su pene, noté que la piel de su prepucio se había descubierto más, y la tenía muy cerca de mi cara. Me entraron unas ganas enormes de lamerlo, y creo que se me notó en la cara.

– Christian: ¿Tienes ganas de comerme la polla ah? Jajaja

– Yo: La verdad es que sí – Estaba rojo como un tomate, pero demasiado cachondo.

– Christian: Te dejo lamerla un poco, pero solo la punta… ven – Ordenó.

Puso su mano en mi cabeza, y me la empujó hacia delante. Yo abrí la boca, del todo, hambriento. Él me recordó: – Solo la punta. Saca la lengua.

Obediente, saqué la lengua mientras le miraba fijamente a los ojos, y me acerqué a su polla. Su polla estaba ardiendo, y me pareció la cosa más deliciosa del mundo. Le pasé la lengua suavemente, llenándole toda la punta de babas, mientras no dejaba de mirarle. Christian me sonreía, poderoso, cerrando los ojos, relajado. Me encantaba entender que le estaba dando placer. Estuve lamiendo un buen rato hasta que mandó parar.

– Christian: Vale… déjalo por ahora, goloso. Vamos a cenar, ¿sí?

Me puse de pie de inmediato. Agarré su ropa interior y se la puse de nuevo, con delicadeza. Le puse un cálido albornoz de baño. Después yo agarré la misma toalla que había usado yo para secarle y me sequé rápidamente. Me puse solo mi ropa interior y salimos del baño.

– Yo: Si quieres espérame sentado en el sofá viendo la tele. Descansa mientras preparo la cenita – Le dije sonriendo.

– Christian: ¡Estupendo!, te espero.

Abrí mi mochila y saqué comida que traía para cocinar. Preparé un bol enorme haciendo una ensalada con cebolla roja, aguacate, tomate verde, cilantro y nabos, con vinagre blanco, aceite y sal. Lo revolví todo bien y se lo serví. Christian estaba recostado viendo un partido de futbol, relajado, y me sonrió complacido. Agarró los cubiertos y dio un primer gran bocado, sin mirarme.

– Christian: Tenía mucha hambre jajaja

Yo me senté a su lado, feliz de verlo cenar.

– Yo: ¿No cenas? – Me preguntó mirándome de reojo mientras masticaba una enorme cantidad de comida.

Me puse todo colorado, y muy excitado. Como respuesta, me quité el albornoz, la ropa interior, y completamente desnudo me puse a cuatro patas delante de él. Christian sonreía, curioso, mientras no paraba de comer. Incliné mi cabeza hacia sus pies, perfectos y con uñas muy bien cuidadas, y me puse a lamerlos con devoción y suavidad.

– Christian: Vaya, muy rico… así me gusta jajaja

Me detuve en cada rincón de sus pies, entre sus dedos, chupando cada dedo lentamente. Metiéndolos en mi boca uno a uno y rodeándolos con la lengua. Notaba que Christian cenaba relajadamente viendo la televisión mientras, de vez en cuando, emitía algún ligero gemido de placer por mi lamida de pies.

Una vez que hubo terminado la ensalada, Christian puso la bandeja a un lado, y se quedo mirando fijamente la pantalla, mientras entrecerraba los ojos. Solo veía mi culo moviéndose, iluminado por la televisión. Se enderezo y me dio un enorme azote en el culo. Me sorprendió, pero también me encantó. Me dio tan fuerte que creo que me dejaría marca.

– Christian: Ven, te voy a dar otro trabajo para hacer.

Dicho esto, se quitó el albornoz y se sacó la polla del bóxer. Era preciosa. La tenía algo dura, las venas hinchadas y la piel descorrida. Desde abajo, donde yo estaba, se la veía enorme. Se la sujeto con una mano mientras me sonreía maléfico: – ¿La quieres? Jajaja

Yo solo pude asentir, muy salido, y salivando, pensando en su polla entrando por todos mis agujeros.

– Christian: Pues ven, te dejo chupármela, pero a cuatro patas, como una buena zorra… pero con cuidado, saca los dientes, o te castigo.

Obediente, caminé a cuatro patas entre sus piernas, y apoyándome en el borde del sofá, me metí lentamente su pollón en la boca mientras le miraba a los ojos. Me encantó volver a saborear su polla, esta vez entera. Hasta la garganta. Me pareció el mejor premio del mundo. Me esforcé mucho en darle placer. Moviendo mi lengua por dentro mientras toda su polla estaba clavada hasta el fondo. Aguantando las arcadas, y luego sacándola poco a poco, chupando, colorado, ya con lágrimas, mientras le miraba fijamente con devoción.

– Christian: Ufff… joder, que buena zorra eres… así me gusta… sigue sigue – Entonces puso su mano en mi cabeza y empezó a marcar el ritmo, con una cara algo sádica.

En la habitación solo se oía la televisión de fondo, y el rítmico chapoteo de su polla siendo clavada sin compasión en mi boca y garganta. Mis labios se deslizaban sobre su piel venosa, mi lengua recorría cada centímetro de aquella deliciosa polla y solo pensaba en hacerle gozar todo lo que pudiera.

Estuve tanto tiempo chupando y mamando su polla que me dolían los labios y la mandíbula, pero me daba igual. Hubiera estado chupando hasta destrozarme la boca. Sin embargo, él cambio de opinión. Se volvió a enderezar y me dio otro enorme azote que me hizo escocer el culo.

– Christian: Ponte de pie, y clávate mi polla. Necesito que uses tu coño para vaciarme los huevos.

Me puse de pie como pude. Tenía las rodillas muy doloridas y el cuerpo aturdido de estar tanto tiempo a cuatro patas. Me eché abundante saliva en el ojete, excitado y avergonzado, mientras Christian me miraba riéndose de mí. Me subí al sofá, poniendo ambas piernas a cada lado y me empecé a agachar de rodillas, con cuidado, orientando mi ojete a su pollón, ahora duro como una piedra.

– Christian: Así me gusta puta… venga, usa tu coño.

Cuando sentí la punta de su pollón en mi agujero me pareció un sueño. Hice fuerza poco a poco y me lo fui metiendo, sintiendo cada rugosidad de sus venas contra mi interior, lo resbaladizo y húmedo de su piel, el enorme calor que me invadía por dentro. No pude evitar boquear y gemir como una auténtica zorra, mientras aquel macho joven me penetraba.

– Christian: Así me gusta, que cara de puta tienes jajaja … te vuelves loca…

Solo pude sonreír, colorado, sudoroso, confirmando lo que decía, mientras gozaba sintiendo toda aquella polla invadiendo mi interior. Luego quise estabilizarme para que me penetrara bien poniendo mis manos sobre sus musculosos muslos, pero no me dejó.

– Christian: Ts ts… no te he dado permiso para tocarme zorra. Solo me tocarás con tu coño, no me toques las piernas.

Confundido por su crueldad al principio, pero a la vez excitado, me agarré como pude al respaldo del sofá, y empecé a sacar y meter lentamente su pollón de mi culo. Me gustaba demasiado que él mandara y que fuera así de déspota. Empecé a cabalgar su polla intentando darle todo el placer posible con mi culo, observando su cara cuando cambiaba de ritmo, de velocidad, o si apretaba mi culo para que su polla lo sintiera lo más posible.

– Christian: Así es puta… ahora sabes quien manda ooooooh… menudo coñazo tienes… qué bien trabaja joder…uffff…

Me hacía muy feliz viéndolo gozar con mi culo, y ver que se excitaba de esa manera mientras le cabalgaba la polla. No se cuanto tiempo estuvimos, pero cada vez me dolían más las piernas, las tenía agarrotadas, así como los brazos, pero no estaba dispuesto a parar. Quería hacerle gozar hasta que se corriera de gusto.

– Christian: Joder zorra… si sigues así me voy a correr en nada… sigue así sigue.. ooooh

Al decirme esto saqué fuerzas de donde ya no tenía, y empecé a cabalgarle cada vez más fuerte y rápido. Agotado y con todo el cuerpo dolorido, lo di todo, y de pronto Christian empezó a gemir con fuerza.

– Christian: Ahí va… ahí va… chúpalo todo guarra, te voy a dejar embarazada puta… OOOOH

Me agarró las nalgas con fuerza y las abrió, y me clavo toda la polla de un golpe, hasta los huevos, mientras gimió como un toro preñando una vaca. Deleitándose con la sensación. Yo noté como un caudal de líquido ardiendo, y denso, me llenaba el culo y más allá, haciéndome sonreír, feliz como nunca. Christian se quedó agotado, descansando, con su polla todavía clavada, y volvió a abrir los ojos, mirándome burlón.

– Christian: ¿Feliz con toda esa leche eh?… jaja… guarrilla…

– Yo: La verdad es que sí. Le contesté, agotado y feliz.

– Christian: Levántate y sácatela, venga.

Me la saqué lentamente y me puse de pie, tambaleándome, agotado y con todo el cuerpo dolorido. Noté un vacío enorme en mi interior, una sensación triste, y creí notar que alguna gota densa de su semen empezó a resbalar poco a poco por mi culo y entre mis piernas. Christian suspiró como si todo el esfuerzo lo hubiera hecho él, y se tumbó en el sofá, relajado con los ojos cerrados.

Christian me miró de reojo y me dijo: – Ven, ponte de rodillas y límpiame la polla.

Me acerqué de nuevo al sofá, y de rodillas, ya descansando, empecé a lamer su polla como un perro obediente, limpiando todo lo que hubiera quedado impregnado en su preciosa polla, sin preguntarme qué era ni de donde venía. Me daba igual. En aquel momento sus deseos eran órdenes para mí.

Una vez él entendió que había quedado bien limpia, apartó lentamente mi cabeza de su polla y se sentó. Me miró sonriendo, poderoso, y se puso a mirar su teléfono móvil, revisando mensajes supongo. Me empecé a mover, y como vi que no me mandaba nada más, me puse el albornoz. Al cabo de un rato se levantó, se estiró como recién despertado de una siesta, me pegó un azote al pasar a mi lado y empezó a vestirse. Mientras lo hacía me quedé pensativo y le hablé.

– Yo: Me encantaría tener un novio como tu – Le dije colorado.

– Christian: Bueno, eso va a ser difícil chico, verás, yo tengo novia, ¿sabes? – Me dijo riéndose.

– Yo: Vaya – Una sensación de enorme tristeza me invadió – ¿Y crees que podría encontrar a alguien?

– Christian: Cualquier chico querría estar con alguien tan servicial como tú y tan zorra jajaja, seguro que encuentras a alguien, en el mundo gay hay mucha gente ¿no?

– Yo: Ya bueno, es posible… ¿quizás algún amigo tuyo?

– Christian: No creo… que yo sepa todos los que conozco solo les gustan las mujeres – Me dijo sonriéndome con chulería.

Me quedé triste y pensativo. Mientras él estaba concentrado poniéndose la ropa y mirándose al espejo, cogí los 200 euros que acordamos en la web de chaperos y se los dejé en el mueble de la entrada del apartamento. Me senté, agotado, mirando un canal cualquiera de televisión. Cuando Christian terminó de vestirse se despidió con un gesto comprensivo, no se si condescendiente, y se fue solo a la entrada del apartamento. Noté que se quedó parado unos segundos delante de la mesa donde había dejado el dinero, pero al cabo de ese rato, volvió a moverse, fue hacia la puerta, y se fue.

Fui hasta el baño, me quité la ropa y me metí en la ducha, bajo el agua caliente. Acaricié mi culo y metiendo un poquito los dedos noté una gran cantidad de leche de aquel macho joven que me había preñado. La saqué, vi aquel denso charco blanco en la mano y me lo llevé a la boca. Cerré los ojos y pensé en Christian, en su olor, en su suave tacto, en su sonrisa malvada y luminosa, y en lo felices que habíamos sido.

Al salir de la ducha, me sequé y pasé delante del mueble de la entrada. Me quedé paralizado. Solo había cogido 50 euros. Había dejado otros tres billetes de cincuenta euros. No entendía nada.

Mientras, en la entrada del edificio, otro chico, latino, joven y apuesto, discutía con el recepcionista:

– Recepcionista: Me parece muy bien que se llame usted Christian, pero ya le he dicho tres veces que aquí nadie ha preguntado por usted. No le podemos ayudar en nada más. Lo siento de verás.