Cuando pedís a gritos que te violen
Aquel día Luppo, el fotógrafo, no paraba de dar vueltas. Estaba especialmente nervioso, apenas se concentraba, aunque su capacidad de concentración llevada décadas disminuida por el consumo habitual de estupefacientes. Maui llevaba unos días que no lo soportaba, cada palabra que ella decía, le hacía cambiar de humor, siempre de malo a peor y solían terminar a gritos. Sonó el teléfono móvil con la estridente música del himno de la legión.
-No te preocupes, estará preparada como acordamos, Ibra. Yo también quiero saldar la deuda con vosotros… Sí, es la modelo de Instagram, SuicideGirls y Onlyfans, es rubia natural, de ojos verdes. Siempre lo lleva rasurado, pero también es rubio y solo en aquella ocasión se lo rasuré dibujando el emblema de la marca que pagaba, pero normalmente está depilada del todo a la cera. Es rubia, como os gustan… No hay problema porque venga Cheikh… Sí, podéis llevárosla: el tiempo que ne-ce-si-téis y usarla en mi casa lo que os haga falta… Si queréis, yo grabo, si no, me voy -Luppo colgó el teléfono.
Maui no solía escuchar las conversaciones de negocios de su novio. Últimamente todo iba mal, nadie pagaba los encargos atrasados y él tenía vicios muy caros. La cocaína se había llevado mucho más que sus ahorros del último año, aunque nunca fue muy ahorrador. Con su simpatía habitual, le gritó a Maui:
-¡Baja de una puta vez, zorra! Este encargo me lo van a pagar de puta madre. Ponte muy guapa, maquíllate los labios bien rojos y baja. Repasa antes tu coño, no quiero que se vea ni un pelo. Ponte en los pezones las barras más brillantes, tienen que destacar.
-¡Calma, Helmut Newton, que mi belleza hay que trabajarla! -mintió Maui desde el baño, donde seguía sumergida limpiándose las lágrimas.
Cuando al fin bajó las escaleras, absolutamente desnuda y con su melena rubia suelta y algo húmeda, sobre las sandalias con tacón de aguja y maquillada, era la mezcla perfecta entre un ángel y una puta. Sus ojos iridiscentes, los destellos de las barras que atravesaban sus pezones, el brillo de su piel blanca, sus labios rojo carmesí,…¡Qué reto para un fotógrafo atrapar toda esa luz! Por un instante, Luppo estuvo a punto de derramar una lágrima, pero rápidamente volvió a pensar en su única obsesión, su droga blanca, su polvo mágico, su propia vida en un alambre que no paraba de moverse bajo sus pies.
Comenzaron la sesión y empezó a pedirle las sensuales posturas habituales: “¡Girate sobre los hombros!”, “¡Saca pecho!”, “¡Sube más el culo, zorra!”, “¡Contoneáte como la puta que eres!”, “¿Quién te ha pedido que sonrías?”, nunca una sonrisa, nunca un por favor, nunca le daba las gracias. Hacía tiempo que su relación había terminado con toda comunicación amable. Luppo despreciaba profundamente a todo el que lo rodeaba, pensaba que todos eran culpables de su situación menos él mismo, como si los demás tuvieran la culpa de que fuera un cocainómano despilfarrador, impuntual en la entrega de sus trabajos y que contratase con personas que no eran de fiar, ni exigiera garantías de cobro.
Aún así, había que reconocer que al ver sus fotografías todos los hombres heterosexuales del mundo sufrían una erección y sentían el ardiente deseo de follar a sus modelos de aspecto indefenso. De hecho, lo que enamoró a Maui fue sentirse la mujer más deseada del mundo tras la lente depravada de Luppo, lo que no estaba muy lejos de cualquier representación objetiva de la realidad. Esa sensación la tenían muchas modelos que trabajaban con él y solían terminar la sesión excitadísimas. Luppo no era indiferente a los ofrecimientos de otras chicas jóvenes ni el colmo de la fidelidad. Las inseguridades de Maui respecto a su físico no tenían ningún fundamento real, había sido elegida en una votación informal la tía más buena de su instituto, todos los profesores hombres le subían un punto desde los trece años con solo dedicarles una sonrisa y sabía que si había un hombre al otro lado de la barra, podría beber gratis todas las noches. El efecto que causaba en cualquier macho humano era evidente, pero las fotos de Luppo la habían convertido en algo más que la tía más buena del barrio, la habían transformado en la fantasía de cientos de miles de varones en el planeta.
Al cabo de un rato, dejaron las fotografías más típicas donde Luppo se esforzaba en mostrarla especialmente deseable y le explicó que tenía un trabajo especial:
-Ahora voy a atarte a la cruz de San Andrés y después voy a taparte los ojos y amordazarte la boca con una bola. No vas a poder hablar y casi ni tragar saliva durante un buen rato. Así que si quieres, bebe agua ahora y conciénciate para estar un buen rato atada. Si quieres, te doy algo para que estés más tranquila.
-No hace falta, quiero enterarme de todo. Me gusta estar consciente y sabes que siempre me excitan estos jueguecitos tuyos -respondió Maui algo más animada, pensando que estaba despertando de nuevo la durmiente libido del fotógrafo, incomprensiblemente apagado desde hacía dos meses, aunque su cuerpo de guitarra seguía pidiendo sexo por las cuatro esquinas y sus turgentes pechos siempre terminaban en sus pezones erizados, aunque su piel se estremecía con cada caricia, aunque su sexo siempre estaba cálido y húmedo para acoger la polla de Luppo, aunque su boca estaba dispuesta a ser el recipiente perfecto de cualquier efluvio de su amante,….
Maui bebió un poco de agua y se dejó atar y amordazar por Luppo. Le hizo unas fotos así, con el sexo bien expuesto y le comentó que iba a vendarle los ojos. Con los ojos vendados, la enorme bola roja dentro de su boca y atada de pies y manos estaba absolutamente indefensa. En estos momentos, Maui solía transportarse a un estado de excitación continua.
El móvil de Luppo, vibró solo esta vez, había cambiado su modo de alarma y sigilosamente subió a abrir la puerta. Saludó solo con la mano a Sheikh e Ibrahima y con un gesto les indicó que no hicieran ruido. Los sonidos de tantos pasos pusieron sobre aviso a Maui, pero ella confiaba en su novio y no era la primera vez que aparecían más modelos en el estudio estando ella privada de toda sensación. Estaba dispuesta a compartir la polla de Luppo con dos o tres chicas si eso servía para hacer revivir el deseado miembro. Los pasos no parecían de chicas, lo que la puso sobre aviso y en tensión.
Al encontrar a la chica, Sheikh no pudo evitar silbar y comentar:
-La rubia está más buena aún que en las fotos. Nos lo vamos a pasar muy bien. Tiene buen ojo el vicioso del jeque.
Maui no sabía cómo reaccionar al oír aquella voz grave con acento senegalés. Empezó a ponerse nerviosa y a forcejear con las ataduras.
-No pensarías que por cuatro fotos tuyas me iban a pagar todo el dinero que debemos, -rió con descaro el inefable Luppo -tú también has tomado coca a menudo.
“Siempre porque tú insistías y para complacerte”, pensó para sí misma Maui.
Las manos de Sheikh se abalanzaron a explorar aquel cuerpo sin reparos. Atenazaron sus grandes tetas, pellizcaron ambos pezones, acariciaron su barriga, hurgaron en su sexo desnudo, tiraron de su cabellera rubia,… Al tocarla, Maui descubría unas manos decididas que no titubeaban nunca y que serían capaces de abrirse paso como fuera, tal era la fuerza que desprendían en cada uno de sus movimientos. Empezaba a sentirse realmente nerviosa y las palabras de Luppo no habían servido para calmarla precisamente. Sheikh le pidió a Luppo que le explicara lo que iban a hacer con ella.
-Maui, Sheikh es el jefe de Ibrahima. Ellos podrán usarte a su antojo durante los siguientes días y si te portas bien y haces todo lo que ellos te pidan desde hoy hasta el próximo viernes, nos perdonarán la deuda que tenemos con ellos. No te cuesta nada, son solo dos días de tu vida y para mí es la única manera de conservar el resto de mi vida. Después de usarte un poco, como ellos dispongan, te prepararán para la fiesta de un jeque árabe. El jeque ha dado instrucciones precisas de cómo hay que prepararte y puede que lleve algo de tiempo. Relájate y confía en mí, volverás sana y salva de esta experiencia, es mejor que te dejes hacer, porque las consecuencias de no dejarte, serán terribles para ti y para mí.
Sheikh interrumpió;
-Te resumo, que el baboso de tu novio es poco claro. O haces todo lo que te decimos hasta que te devolvamos, o te matamos a ti y a tu novio -En ese momento, la mano de Sheikh sujetó la cabeza de Maui tirando de su pelo y echándole el aliento a la cara le preguntó: “¿Está claro?”.
Maui intentó explicar que no quería consentir en aquel negocio, pero sus alaridos quedaron en poca cosa callados por la bola que apenas permitía que saliera ningún sonido de su boca. Sus intentos de liberarse de las ataduras fueron baldíos, pero sirvieron para que se cansase un poco más. Luppo intentó acariciarla para calmarla, pero Sheikh lo paró:
-Déjala que se canse, así tendrá menos fuerzas para resistirse luego. De todas formas es bueno que sepa lo que le espera si se niega.
Sin mediar más palabras, Sheikh e Ibrahima comenzaron a darle puñetazos y bofetones y cuando se quedó quieta, le dijeron a Luppo:
-¿No decías que tenías un látigo?
Torpemente, Luppo corrió para traerles un látigo de múltiples tiras.
-¿Qué quieres, que nos pasemos tres horas azotándola para enrojecerle levemente la piel, gilipollas? -Inquirió Sheikh a Luppo, quien empezaba a sentir miedo por él y por su chica.
Apresurado trajo el látigo más grueso de una sola tira de cuero que terminaba en un nudo. Éste dejaba un bonito dibujo rojo después de cada azote a veces seguido de una línea también roja. Procuraron repartir las marcas entre sus pechos, sus piernas y su barriga. Después la desataron y la volvieron a atar de espaldas. En esta postura le marcaron ambos glúteos, la parte trasera de los muslos y la espalda. En total, le dieron treinta azotes y Sheikh le repitió la pregunta, de nuevo sujetando la cabeza inerte de Maui de su cabellera rubia y dejando que aspirase su aliento, como si así pudiera entender mejor sus palabras:
-¿Has entendido que podemos hacer contigo lo que queramos contigo y que si te resistes, pones en peligro tu vida y la del pringao de tu novio o lo que sea?
-Iiiiií -balbuceó la rubia atemorizada mientras se le escapaba la baba entre la enorme bola que había ahogado sus gritos durante el brutal castigo. Era la vez que más asustada había estado en su vida.
-¿Le hago ahora las fotos? -Interrumpió Luppo.
-Hazle las fotos con las marcas de la espalda, déjanos la cámara y vete. Nosotros seguiremos aquí durante 24 horas. Toma esta bolsa y vete de fiesta. No vuelvas antes de 24 horas -Instruyó Sheikh al traidor.
Apenas se oyó como se cerraba la puerta, Sheikh empezó a observar con atención el escultural cuerpo de Maui de piel perfecta y nacarada, solo salteada aquí y allá por las manchas aún rosáceas de los mordiscos de los latigazos. Recorrió su piel tranquilamente, sabedor que podría disponer de ese cuerpo el tiempo que desease. La rubia agotada no se atrevía ni a moverse, permanecía inmóvil viendo como aquellas enormes garras recorrían su cuerpo, aquí acariciaban, allá palmeaban, ya pellizcaban un pezón como hurgaban en su sexo incompresiblemente húmedo. Aquella inspección detallada de su cuerpo no podía ocultar un deseo incontenible del negro jefe. Cuando su excitación no cabía en su apretado vaquero, decidió darle rienda suelta y se desnudó, la cinta que cubría sus ojos se había caído un poco y Maui consiguió vislumbrar los destellos de la piel oscura casi azul que cubría ochenta kilos de músculos y solo músculos, salvo una enorme verga superirrigada de dimensiones desconocidas por ella hasta ese día.
Sin mediar más palabras, solo unas palmadas para indicarle que elevara su culo y lo pusiera bien en pompa, Sheikh se dispuso a penetrar a Maui, atada de pies y manos y de espaldas al jefe, mientras su subordinado observaba sonriente. La penetró sin comprobar si estaba suficientemente húmeda o preparada, pero aquél rompehielos de carne la atravesó no como si surcara un casquete polar, sino como si atravesara el cálido y desbordante Amazonas. Su sexo se acomodó a aquel ariete de acero que la penetraba hasta el fondo de sus entrañas. Sheikh la movía sin descanso y su sexo se mostró agradecido a esa demostración de interés desconocida por su cuerpo y empezó a saciar su hambre de polla de varios meses. Aquellos movimientos bruscos despertaron al animal sexual que habitaba en Maui y siguió los bruscos movimientos de Sheikh hasta que tres orgasmos consecutivos sacudieron su cuerpo. Sheikh no permaneció impasible ante la reacción de la rubia cachonda y no pudo evitar soltar un chorro de semen en su coño que lo dejó absolutamente resbaladizo.
-¡Vaya perra cachonda! Parece que hacía tiempo que no la follaban como dios manda. Ahora vas a limpiar bien toda mi polla. Ibra, desata a esta perra y póstrala ante su nuevo dios, que esta bien sabe disfrutar de una buena polla -ordenó el jefe al subordinado, cuya dentadura seguía dibujando una C blanca con los brazos hacia el cielo, en señal de admiración.
Ibrahima desató a la desfallecida modelo convertida en perra esclava que cayó desfallecida ante la verga de Sheikh, guiada por las manos de Ibrahima que dirigían su cabeza tirando de sendos mechones trigueños. Un bofetón del jefe le indicó que abriera la recién liberada y dolorida boca y una mano le ayudó a sacar la lengua de la cavidad oral. Sheikh escupió en su lengua y hundió su polla en su boca. El sabor mezclado de saliva, polla, coño y semen se fundió en la lengua de Maui, que apenas podía saborearlo ante las embestidas de la polla y la sujeción de cuatro manos de su cabeza. Ella se esforzó más de lo esperado y realmente sintió cierta veneración por esa barra de acero oscuro que siempre estaba dura. Mentalmente la comparó con polla de Luppo, que perdía en todo: tamaño, dureza, textura, belleza, porte, elegancia,… En ese momento, casi se sentía agradecida a su violador, su sensación de entrega a esa enorme polla quedó interrumpida por la orden:
-Rómpele el culo mientras me la sigue chupando, Ibra.
Ibrahima se desnudó y obedeció a su jefe. Su polla era aún más grande, aunque no más dura. Las enormes dimensiones de su tranca impedían que existiese corazón en el mundo que pudiera no solo llenarla de sangre, sino además darle la firmeza acerada de la verga de Sheikh. No obstante, empezó a inundar el ano de Maui y continuó por todo el recto y hasta enderezó su sigma. Maui sintió un dolor y una infinidad de sensaciones al notar todo su tracto anal inundado de aquella descomunal polla.
Siguió intentando obedecer a Sheikh, que siempre era conciso en sus órdenes, pero no fue capaz de mantener el ritmo que llevaba chupando su polla. Sheikh zarandeó su cabeza tirando de su pelo y le marcó de nuevo el ritmo con la tenaza de su mano derecha.
Volvió a ponérsele de nuevo durísima y pensó en taladrarla de nuevo. Jaló de todo lo rubio que había en la cabeza de Maui, que tuvo que dejar escapar aquella polla que empezaba a adorar, y sintió como una fuerza sobrehumana la elevaba tirando de su cabeza como si la gravedad se hubiera invertido. Erguida y casi de puntillas, seguía siendo penetrada analmente por Ibrahima y Sheikh golpeó la cara interior de sus dos muslos para indicarle que los separase. Con sus dos manos agarradas al hercúleo brazo de Sheikh para que su pelo no se rompiera al soportar todo su peso y sus piernas abiertas y de puntillas, notó como el rompehielos de Sheikh volvía a abrirla en dos de nuevo, mientras su ano intentaba acostumbrarse a la enorme tranca de Ibrahima.
Ambas pollas se disputaban sus dos orificios, chocando en la cada vez más estrecha pared que las separaba. Las pollas vecinas se saludaban a veces en su interior y recorrían paralelas ambos lados de esa pared de carne que vibraba y reverberaba. Nunca había soñado que esa sensación pudiera desembocar en un largo orgasmo en su cuerpo, pero la falta de control de Maui sobre su cuerpo era absoluta, la polla de acero de Sheikh hacía en su cuerpo lo que quería y su cuerpo solo sabía mostrarse agradecido a ese amo insensible y cruel.
Sheikh la vio con la cara desencajada por los orgasmos consecutivos y no pudo evitar abofetearla. Aquellos bofetones, unidos a los espasmos de la rubia y las sacudidas de semen de Ibra, llevaron a Sheikh a volverse a correr. Con el semen resbalando por ambos orificios, la mano de Sheikh obligó a la cabeza de Maui a que repartiera la atención de su boca entre ambas pollas, primero limpió la de Sheikh y después la de Ibrahima. Maui mostró más interés por la apreciada verga del jefe, pero unos zarandeos pedagógicos le ayudaron a comprender que debía mostrar el mismo interés por ambas.
Maui quedó arrodillada y desfallecida a los pies de Sheikh. Sheikh le acercó el pie al enrojecido sexo de Maui y vio como Maui lo usaba para frotarse como una perra en celo. Dejó que siguiera hasta que volvió a correrse en aquella humillante situación. Estaba acostumbrado a ver el deseo desbocado de las mujeres después de haber sido ensartadas por su barra de acero. Más calmada Maui, quiso descansar en el suelo, pero Sheikh pensó que una vez pasado el frenesí y el cansancio posterior, querría intentar huir, así que le indicó a Ibrahima:
-¡Átala de nuevo!
Sheikh se fue al frigorífico y se abrió una cerveza. Se acercó a Ibra y le ofreció otra. Oírlos beber hizo a Maui sentirse sedienta, había estado mucho tiempo con la bola en su boca o una polla y el semen ingerido no había reemplazado toda la saliva perdida. Sheikh pareció apiadarse de ella.
-¿Quieres una cervecita, rubia?
Ella asintió moviendo el cuello y vio cierta compasión en sus agresores, al fin y al cabo, ella se había mostrado bastante complaciente después de su resistencia inicial. Sheikh le trajo una Estrella de Galicia y empezó a dársela como si fuera un biberón. Ella notó algo amarga esa cerveza, pero ya sabía que era más amarga que otras, no sospechó que el fuerte sabor se debía a la magia de la escopolamina, pero tras la cerveza empezó a sentir un sopor que casi la duerme.
Sheikh marcó nueve números en su móvil y comenzó a hablar delante de la rubia casi durmiente e Ibrahima.
-Puede venir cuando quiera, comisario. Está casi preparada. Falta el tatuaje, pero en breve se pondrá a ello Ibrahima. No, no cometerá faltas en árabe, su padre le enseñó el Corán a tortazos desde los cinco años. La letra con sangre entra, ya sabe.
La espalda de Maui empezó a transmitir el dolor de los pinchazos de una aguja, pero el burundanga ingerido impidió que pudiera oponer la mínima resistencia y permaneció casi inmóvil durante todo el proceso. La mano precisa de Ibrahima estaba escribiendo en tinta sobre su piel la misma frase en tres lenguas: اغتصاب لي, rape me, viólame. Al terminarlas con una bonita caligrafía, Ibrahima añadió dos rosas entrecruzadas con sendas espinas que simulaban clavarse en la nacarina piel de la rubia y hacían sangrar dos gotas rojas virtuales, el trampantojo favorito de los vampiros. Al terminar cubrió su obra de arte con una lámina de plástico para que se fijara bien a la piel.
El tatuaje debía estar perfecto al día siguiente a la misma hora, que sería cuando comenzaría la gran fiesta. Ella no pudo ver en ningún momento qué estaban escribiendo en su piel. Cuando terminaron, la desataron de la cruz y le pusieron unas esposas con los brazos unidos en la espalda y un collar unido a una cadena metálica. La llevaron a mear delante de ellos y la ataron después a una argolla del escenario bedesemero de Luppo. Allí quedó dormida unas horas, con el semen pegado en su culo y en su vagina. Sheikh se fue a dormir al dormitorio de Luppo y Maui y le encargó a su esbirro:
-¡Vigílala!
Al principio Ibrahima se dedicó a observar la hembra que tenía a su alcance. Acercó el sofá de donde estaba a donde podía tener a la rubia a sus pies. Al principio se divirtió un poco recorriendo la piel de la chica con sus pies, pero al poco quedó amodorrado. A medianoche, Ibrahima no conseguía conciliar el sueño en el sofá, así que decidió volver a hacer uso de Maui. Le dio unos puntapiés en la cabeza para que despertase y siguió indicándole con el pie que se pusiera a cuatro patas. Una vez que la tuvo en la posición deseada, empezó a embestirla con su enorme polla, mientras la azotaba con una mano y con la otra bien le marcaba el ritmo de la cadera, bien tiraba de su pelo rubio, bien exploraba su culo. Al hurgar en su culo mientras la exploraba, los enormes dedos de Ibrahima notaron unas contracciones del traidor cuerpo de la rubia que provenían de su vagina y abrazaban su verga. Aquel cuerpo traidor no podía evitar correrse cuando era usado de esta manera, especialmente cuando era usado por trancas de semejante calibre. Siguió follándola así un rato y después decidió usarla analmente. Aún así, consiguió pasar un pie sobre su espalda y terminó enculándola y pisándole le cara al mismo tiempo antes de correrse.
La modelo se sintió realmente humillada, no sabía si disfrutar de sus orgasmos o llorar y optó por lo segundo. Al verla lloriquear, Ibrahima decidió redoblar sus azotes y darle un motivo real para las lágrimas. Su culo terminó extraordinariamente rojo en lo que al día siguiente se convertiría en amarillo verdoso y se pasaría unos días amoratado. Al dejarla tumbada en el suelo, quiso dormir con un pie sobre su cara, así sabría si intentaba escapar y recordaría como la estaba enculando no hacía demasiado tiempo. Agotada, con un pie de gigante que apretaba su cara contra el suelo y requeteazotada durmió lo que quedaba de noche la desamparada Maui.
El comisario llegó de mañana para comprobar que el encargo estaba bien preparado. Apareció con su aspecto de Vin Diesel de 50 años, su pantalón de pinzas y su polo ceñido y sudado. Le abrió la puerta Sheikh y se encontró al bajar al estudio con una despampanantte rubia con el cuello atado a un collar sujeto de una cadena y atado a una argolla tumbada en el suelo con el pie bicolor sobre su cara.
Lo primero que hizo fue examinar detenidamente el palmito de la exhausta Maui en el suelo. Detuvo su mirada en su entrepierna depilada a la cera, sus muslos torneados, su ombligo de botón en su plana barriga, sus pechos generosos pero firmes, sus pezones grandes y atravesados por una barra brillante, su areola pequeña, su cabellera trigueña, su cara tapada por el pie de gigante. Aquel pie no acababa de gustarle en la escena. Sheikh y el comisario despertaron a Ibrahima echándole agua y riéndose. Con el susto, pisó un poco más fuerte sobre la cara de la chica que terminó por despertarse, aunque no quería abrir los ojos. Las risas de los tres hombres le dejaban claro que cuanto menos se hiciera notar, mejor sería para ella. Era imposible que aquel cuerpo no se hiciera notar por mucho que ella se callase Así que al poco, ya estaban las manos del comisario recorriendo toda su piel, diez dedos se esforzaban por tocar una pieza complicada en aquel piano de solo teclas blancas y rosadas, una vez liberado del pie blanco y negro.
-Buen ojo el morito, ¿eh? -bromeó el comisario con su escasa empatía. Los negros, ambos circuncidados, lo miraron con sonrisa fingida, pero al fin y al cabo, había sido el comisario el que había cerrado el negocio con el jeque: seis mil euros para el comisario por la rubia tatuada, otro tanto para para Sheikh, unos polvos para Ibrahima, el perdón de la deuda para Luppo y un cuerpo dolorido para la atemorizada Maui o un temor paralizante para la dolorida Maui. Parecía un trato justo.
El comisario tiró del collar que sujetaba el cuello de Maui y ella pudo oler el amargor ácido de su polla junto a su nariz.
-¡Chupa! -ordenó el policía.
Mecánicamente Maui empezó a tragar la polla del comisario como desayuno. Siguió chupando, pero así no iba a conseguir mucha leche. Dándole palmadas en el culo, fue indicándole que se diera la vuelta para ofrecer su culo y su coño como una perra. El comisario leyó el único letrero que entendía y comentó:
-Haremos caso a las instrucciones. Violaré este culito.
Sin mediar mucho más, introdujo su polla en el culo de Maui y en dos o tres embestidas ya se había corrido.
-Sois unos artistas -concluyó al observar detenidamente el tatuaje, con la caligrafía primorosa y las dos rosas entrelazadas con la sangre que asomaba de las espinas clavadas que parecía real.
El comisario fue a limpiarse al baño y les sugirió que fueran preparando a Maui para las cinco. Le echaron leche en un plato y se lo pusieron en el suelo para que lo tomase como una gata doméstica. La escena era realmente perturbadora. Después le pusieron algo de pan mojado en leche y vieron como se lo comía. Ella estaba realmente hambrienta. La dejaron descansar un par de horas más y decidieron que habría que lavarla bien. Ibrahima la llevó al baño tirando del collar y ella lo siguió como pudo, a veces andando y cuando se cayó, tuvo que seguirlo a gatas. Ibrahima no dejó de tirar al notar como se caía al suelo. La vigiló mientras permanecía sentada en el retrete haciendo sus necesidades. De la ducha también se encargó Ibrahima. Cuando la tuvo en la ducha, él se desnudó también y sin dejar de sujetar la cadena, fue lavándola con un chorro débil de agua fría. No quería que el agua caliente le destruyera su obra maestra. Ella se dejó hacer, realmente se sentía sucia, habían usado su culo, su coño, su boca, tenía los dientes sucios,… Ibrahima también le lavó los dientes en la ducha, la trataba como un jarrón que hay que vender. Una vez que la tuvo lavada, no pudo evitar empalmarse y la puso contra la pared y se la folló con su cara notando los fríos azulejos. El coño de Maui volvió a su vida independiente y decidió correrse sin permiso de su dueña. Maui volvió a llorar al ver que no era capaz de controlar su cuerpo e Ibrahima se burló de ella:
-¿Lloras por correrte? ¿Por qué?
No quiso contestar, segura de que no la entendería. Sheikh calculó que estaban tardando demasiado, por lo que entró en el aseo. Se encontró a Maui sentada en el suelo llorando y la enorme polla de Ibrahima aún empalmada y chorreando semen.
-Esta perra no acaba de entender su función en la vida. No puede dejar una polla chorreando sin limpiarla a conciencia con su lengua -explicó Sheikh que siempre sabía cómo conseguir que una mujer le obedeciera.
Agarró el pelo de la nuca de Maui y apretó con la otra mano la articulación temporo-mandibular obligándola a que abriese la boca, como cuando se saca el anzuelo de un pescado. Sin darse cuenta, Maui ya tenía en su garganta el glande de Ibrahima y comenzaba a tragar los restos de semen y fluidos vaginales. Una vez que Sheikh decidió que la polla de Ibrahima estaba limpia, decidió volver a follarse a la rubia. La cara de Maui volvió a recorrer una hilera de azulejos desde la altura de la polla de Ibrahima hasta su propia estatura de puntillas, arrastrada por su pelo de la nuca atenazado en la mano de Sheikh. Dos palmadas en el interior de sus muslos le indicaron que debía abrir sus piernas y de nuevo sintió la polla de acero de Sheikh en su interior. Sin apenas mover su cabeza, era imposible hacerlo, logró ver por el rabillo del ojo el destello del deseo en los ojos de Sheikh, su musculatura brillante, sus venas del cuello exaltadas. La fuerza de aquellas embestidas con su mano sujetando su nuca y haciendo que sintiera toda su piel en contacto con los azulejos, hicieron de nuevo que su coño decidiera correrse no una, sino tres veces seguidas. Sheikh fue plenamente consciente de cada descarga de aquel sexo femenino y se corrió largamente en su interior. De nuevo fue la mano de Sheikh la que llevó un glande al final de la garganta de la rubia. Esta vez no sabía si mostrar odio hacia ese hombre cruel o devoción hacia ese mágico falo de ébano. En cualquier caso, Sheikh no notó la diferencia y se quedó muy satisfecho.
-Vuelve a lavarla, en hora y media salimos -ordenó el jefe.
Esta vez sí que la limpieza fue profesional y se dedicó solo a dejarla fresca para el uso del jeque. Ibrahima la dejó un rato secándose al aire y cuando Maui empezó a tiritar de frío, la secó con cuidado con la toalla, el tatuaje aún estaba algo fresco. Al finalizar, la peinó con el pelo húmedo y volvió a cepillarla cada quince minutos.
La llave de Luppo entró torpemente en la cerradura. Las horas de juerga habían hecho mella en sus habilidades motoras y cognitivas. Entró en su casa y encontró a Sheikh y el comisario sentados en el sofá. Lejos de mostrarse enfadados por su presencia, él confiaba que ya se hubieran marchado, se mostraron afables.
-He venido porque a Maui le tocan los anticonceptivos. Como supongo que no querréis dejar rastro de vuestra presencia esta noche….-Se justificó Luppo titubeante.
-No te preocupes. Dáselos y vuelve. Te vamos a invitar a coca, pero antes debes posar hoy como modelo con Maui -dijo sonriente el miembro del cuerpo armado.
-Por cierto, vigila en corto a tu putita, se corre con cualquiera -advirtió Sheikh al fotógrafo en elevado tono voz.
Maui que estaba en el baño cercano, pudo escuchar con nitidez la advertencia de Sheikh y sintió vergüenza y culpabilidad por haberse corrido con la polla de Sheikh de aquella manera desaforada, pero no era una polla cualquiera. Cuando el fotógrafo se acercó con los anticonceptivos en una mano y un vaso de agua en la otra, Maui aún lo vio como un pobre cocainómano cornudo que se preocupaba algo por ella, en lugar de como el ser despreciable que la había entregado a unos crueles violadores como moneda de pago. Fue la última vez en su vida que sintió cierta consideración por el drogadicto, pero había que reconocer que las veces que Sheikh la había violado, ella las había disfrutado aunque fuera de forma culpable y eso aún le daba vueltas en su cabeza. ¿Por qué su coño la había traicionado? ¿Por qué no se secó ante aquella polla de acero que la atravesaba sin consideración? ¿Por qué había vibrado sin que ella lo deseara?
Maui ingirió la pastilla y bebió el agua sin dirigir una palabra a ninguno de los dos testigos que veían cómo aceptaba tomar aún precauciones con su cuerpo, como si aún viera un futuro en su vida que preservar.
El comisario gritó sentado desde el sofá:
-Venid, tortolitos. Os tengo un regalo en la mesa. Sentaos cada uno a un lado de la mesa.
-Ponle un vestido a Maui -ordenó Sheikh a Ibrahima.
Ibrahima le puso un vestido holgado a Maui como toda vestimenta, pero daba la impresión de que estaba vestida completamente y la acompañó hasta la mesa del despacho y la sentó en el lado del escritorio. Ibrahima puso una enorme bolsa de cocaína en el lado de la modelo y le dieron un buen fajo de billetes al fotógrafo.
-Ahora, ¡intercambiad los cromos! -Explicó el juego el comisario mientras sacaba su propia cámara en una mano y la `pistola en la otra.
Contento Luppo hizo el intercambio creyendo que se podría quedar algo. Cuando el reportaje fotográfico estuvo terminado, Ibrahima recogió el dinero de la temblorosa Maui y el comisario le quitó toda la cocaína a Luppo. El comisario se acercó a Maui con la pistola aún en la mano y le ordenó que se levantará. Remangó el vestido de Maui e introdujo el cañón de la pistola en la vagina desnuda.
-Sheikh te ha explicado que si no obedeces como debes o hablas después de lo que pase estos días, estaréis los dos muertos. Si Sheikh no te mata, yo os meteré en prisión y allí hay varias presas que conseguirían una reducción de sus condenas por ayudarte a suicidarte. Descuida que tengo mucho más poder que tú, que tengo muchos amigos muy influyentes, como verás esta noche y que solo te conviene obedecer esta noche y callar después. ¿Entiendes? -Le explicó a Maui muy despacio el comisario.
Maui no se atrevió a contestar, pero su cara de miedo dejaba claro que el temor la paralizaría antes de intentar escapar o delatarlos. Esta vez ya no se atrevió ni a llorar. Solo intentó salir de su cuerpo, dejarlo que hiciera lo que quisiera y olvidarlo todo. Su sexo asustado se mojó más de lo que ella hubiera deseado.
-Luppo, no vuelvas hasta las ocho -echó Sheikh al fotógrafo de su casa.
Apesadumbrado y cabizbajo el fotógrafo salió de nuevo de su hogar y estudio de trabajo.
Ya solo quedaba darle los últimos retoques a la ya superobediente modelo para prepararla para la fiesta. Íbrahima le quitó el vestido. Iría desnuda, con el collar de perra y la cadena metálica, las barras en los pezones,… Debería maquillarse un poco, así que Ibrahima la acompañó a su dormitorio para que se diera los últimos retoques. Pese al nerviosismo, fue capaz de mantener el pulso para dibujar la raya negra de sus ojos y poner de nuevo el carmín en sus labios. No necesitaba mucho más maquillaje, siempre estaba espectacularmente guapa.
La fiesta empezó a la siete de la tarde, ellos llegarían a las ocho, cuando gran parte de los asistentes ya estuvieran en la fiesta. El jeque saludaba a todos los asistentes varones a la entrada del yate. Primero entraron unos jugadores de fútbol, ellos que no eran muy duchos en protocolo, casi hicieron una genuflexión ante el jeque, pero el jeque cordial tiró de sus manos y los abrazó e incluso los besó en la frente, de hecho los deportistas sintieron una mano que bajaba más allá de donde terminaban sus espaldas.
Un magnate ruso vino acompañado de cuatro esculturales modelos bielorrusas. Dos de ellas, Alina y Polina, hablaban árabe, ruso e inglés y el jeque las aceptó como regalo para esa noche, ya había estado con ellas en otras ocasiones y les había dado buenas propinas. Alina y Polina eran casi una réplica la una de la otra, las dos tenían caras redondas de muñecas, labios gruesos, piel extremadamente blanca, ojos aniñados, grandes y azules como los de un husky siberiano, dientes níveos, pequeños y regulares, pechos de más de dos kilos cada uno, cuerpos con forma de guitarra que ensachaban en sus caderas para ayudar a agarrar, muslos delgados que formaban ocho rectas paralelas perfectas, culos en forma de corazón bajo los simpáticos hoyuelos de sus espaldas, barrigas planas con ombligos minúsculos, orejas redondeadas y pegadas a la cabeza, pelo fino y muy rubio, manos delgadas con dedos largos y uñas pintadas.
Un helicóptero dejó en el helipuerto al hijo de un antaño todopoderoso político catalán, a un importante cargo del principal partido de la oposición y a un representante varón de la realeza española. Los políticos se arremolinaron alrededor del jeque queriendo dar cada uno más muestras de cercanía con el jeque que el anterior, pero el jeque solía dar un paso atrás y les hacía ver que debían inclinarse ante su realeza girando sus manos en lugar de estrecharlas. Vinieron también muchos empresarios y a la infinidad de modelos que venían en busca de las generosas propinas el jeque no le dedicó especial atención al inicio de la fiesta. No se esperaba ningún director de cine, ni ningún escritor, ni ningún músico, ni siquiera un científico.
A las ocho menos cuarto, subieron a Maui desnuda, maquillada y con sus barras atravesando sus pezones al coche del comisario. Ibrahima se sentó detrás a su lado. Los dos negros también formarían parte del espectáculo, iban vestidos de blanco, como guayaberos cubanos y con la camisa desabrochada y anudada. Al llegar al Puerto Olímpico se detuvieron junto a una jaula con ruedas y muy cerca de un yate de más de 120 metros de eslora.
Encerraron a Maui en la jaula. El comisario fue a perderse en la fiesta y repasar los dispositivos de seguridad y grabación e Ibrahima encendió cuatro bengalas en cada una de las esquinas de la jaula. ¿Quién se extrañaría de ver una gogó vestida solo con sus tatuajes en una jaula atravesar un pantalán en el Puerto Olímpico de Barcelona en verano escoltada por dos negros de 2 por 2 metros vestidos de guayaberos? Aunque llevase un collar de perra y llevara los pezones anillados y en su trasero el tatuaje explicara en tres lenguas el manual de uso de aquel ano, nadie vería nada extraño en todo ello, solo algo habitual en una fiesta privada y nada que no pudiera recordar a cualquier noche en Pachá u Opium. De todas formas, los accesos al pantalán estaban restringidos y solo las mejores cámaras podrían apreciar todos los detalles.
La entrada de la jaula llamó la atención de casi todos los asistentes. Las bengalas eran un reclamo evidente, los negros enormes que escoltaban la jaula llamaban la atención, pero sin duda la expresión de miedo de la cara de Maui parecía propia de una actriz ganadora de un Oscar de la Academia. La jaula quedó instalada en el centro del gran salón, delante de la barra donde se servían las bebidas y todos los invitados pudieron acercarse a observar con detenimiento a la asustada modelo. Maui no tenía obligación de bailar, aunque era lo que muchos invitados esperaban, la jaula no tenía altura para ello y ella estaba a cuatro patas como una leona en un circo del siglo pasado.
Sheikh se alejó un rato y habló con uno de los camareros que le llevó a un camarote vacío y le pagó por la bolsa de cocaína el dinero acordado. También tendría que darle su comisión al comisario por esta transacción comercial, pero no sería el cincuenta por ciento, como en el caso del espectáculo del salón.
El barco zarpó sobre las nueve de la noche. Conforme se alejaba del puerto, podía verse mejor el anochecer en la península. Cuando terminó el espectáculo diario de la puesta de sol, la mayoría de los asistentes se quedaron en el gran salón. Ibrahima Volvió a encender bengalas y como si fuera una leona enjaulada y Sheikh su domador, el jefe sacó a Maui dirigiéndola con varas puntiagudas, tirando de su cadena y mirándola a los ojos amenazador. Ella salió gateando como pudo y terminó en una plataforma de dos vigas de madera paralelas donde podía apoyar sus brazos y sus piernas y con un travesaño bajo su cabeza.
En cada viga le sujetaron un tobillo, una corva y una muñeca con sendas correas de cuero y rematadas con hebillas y agujas de acero, de forma que Maui podía usarse solo en tres posiciones:
· Postura 1, arrodillada y con los brazos estirados como una esfinge, muy práctica para que hiciera mamadas.
· Postura 2, a cuatro patas para follársela como una perra o para usarla bucal y vaginalmente de forma simultánea por dos hombres.
· Postura 3, con el culo mirando al techo y la cabeza muy baja apoyada sobre el travesaño para disponer de mejor visión de su trasero al encularla.
Adicionalmente se podían liberar sus corvas para ponerla en lo que un yogui llama postura del perro, pero a la que un occidental suele referirse como V invertida, esta postura estaba pensada como otra opción para follársela o encularla. Al terminar de sujetarla con las correas le vendaron los ojos, no era necesario que viera nada, ni sobre todo, reconociera a nadie. Ya con los ojos vendados, sintió el feroz pellizco de unas pinzas metálicas en sus pezones. Al principio de la noche, mientras se animaba la fiesta estaba pensado usarla como mesa, así que la dejaron a cuatro patas con las corvas sujetas. Antes de dejarla sobre su espalda, Sheikh recorrió desde el clítoris hasta el cuello de Maui con la punta de la fusta, deteniéndose un rato en su ano. La plataforma de madera también tenía un sistema motorizado que con dos botones permitiía subir o bajar a la chica para que sus orificios estuvieran de forma cómoda a la altura deseada, normalmente a la altura de alguna polla empalmada y con el tercer botón permitía girar todo sobre su eje, para alternar el uso bucal del anal o vaginal, sin necesidad de moverse.
La primera conversación que se tuvo alrededor de la mesa humana fue entre el jeque, el magnate ruso y las cuatro modelos bielorrusas. Las modelos se repartieron a partes iguales entre los jerarcas y cada uno podía admirar una beldad a izquierda y derecha. El árabe le hizo un gesto a Sheikh y el senegalés dispuso doce rayas de coca sobre la espalda desnuda de Maui. Primero aspiro el jeque, después el ruso y finalmente las modelos. Parecía que iba a ser una noche larga a juzgar por el grosor de las rayas. Como sobró algo de coca, el jeque la recogió en su mano, se la aplicó en su dedo y frotó el clítoris y la pared anterior de la vagina de Maui. La cocaína hizo una llamada al torrente sanguíneo de Maui para que acudiera en tropel y su fuente del placer creció enormemente dentro de su cuerpo. Privada de la vista, Maui casi escuchó la sangre dirigirse a su centro. La conversación continuó animada, hasta que el jeque apoyó su vaso de whisky en la espalda de Maui, que sintió el frío de los hielos por sorpresa y lo tiró. El jeque rió y explicó en inglés:
-¡We must punish this table!
Cogió la fusta recién caída al suelo y comenzó a fustigar el clítoris inflamado de Maui. Ella soltó dos gritos, por lo que la mirada del jeque se fijó en Sheikh, que rápidamente puso una bola en la boca de la española para ahogar sus quejidos. Continuó azotando el culo amoratado de Maui y dejó varias líneas rojas con alguna gota de sangre que disputaba realismo con las tatuadas. Finalmente el jeque leyó en árabe:
-Aightisab li. We must do what it says -comentó sonriendo.
El ruso miró a Alina y Polina y ellas entendieron que no podían dejar al jeque sin asistencia para usar ese culo perfecto. Ambas se desprendieron de la escasa ropa que llevaban: solo un vestido ceñido y muy corto de tirantes y se lo dieron a sus compañeras, aunque se dejaron puestas las sandalias de tacón. Alina cogió el cuello de Maui y con fuerza lo empujó hacia abajo, le dio al botón para bajarla un poco y cruzó una pierna sobre la cabeza de Maui, quedando sentada a horcajadas sobre su nuca y sus manos sobre el culo de la mesa humana, reconvertida en culo y alrededores.
Polina se arrodilló frente al jeque, le remangó la chilaba blanca y encontró una verga depilada y circuncidada. Aplicó toda su sabiduría bucal hasta hacerla crecer más de veinte centímetros. Mientras, Alina daba palmadas en el sufrido culo de Maui, lo abría con ambas manos para mostrárselo bien al jeque y lamía su ano para lubricarlo. El jeque disfrutó de las dos estampas, la preciosa cara de muñeca esforzándose en hacer crecer su polla y el ángel de grandes pechos humedeciendo la entrada de la modelo española para que lo usara a su antojo. Indicando la dirección del movimiento con una mano en la mejilla de Polina, quien tuvo que ir de rodillas hasta situar su cara bajo el sexo chorreante de Maui, el jeque consiguió que su polla se situara a la entrada del humedecido ano de Maui. Durante un segundo, Polina dudó qué orificio querría usar el jeque, pero los ojos negros fijos en un punto no dejaron lugar a dudas, siempre elegía el mismo orificio independientemente del sexo del amante. Las manos de Alina separaron ambos cachetes y la mano de Polina desde abajo ayudó a que la dirección de la flecha de carne se introdujera sin errores por el orificio recién preparado para ello. El jeque decidió marcar el ritmo del movimiento agarrando las marcadas caderas de Maui sobre las manos de Alina, cuya boca se abrió y mostró una lengua que suplicaba por un buen chorro de semen. Polina, arrodillada en el suelo, lamía el clítoris de Maui.
Maui permanecía inmovilizada en la postura tres, con el chorreante sexo de Alina frotándose contra su nuca, cuya boca, después de haberle preparado bien el ano a la española, se encontraba sobre su culo con la lengua fuera esperando la corrida del jeque, mientras la inquieta lengua de Polina seguía trabajándole el clítoris henchido de sangre por la coca y mientras su culo era ensartado por la vigorosa polla del jeque. La suma de sensaciones era suficiente para que su rebelde sexo se mostrase más que simplemente excitado, la lengua de Polina era especialmente hábil y el sexo del árabe era suficientemente determinado para que se sintiera abriéndose para él. El sexo húmedo de Alina sentada a horcajadas en su cuello y llenando de aromas intensos su nariz completaba una escena que volvía a llevarla a un orgasmo involutario.
El jeque y Polina apreciaron el orgasmo de la española, pero ambos siguieron con su labor hasta que el jeque se corrió. Entonces sacó su verga y descargó sobre la ansiosa Alina que llevaba un rato esperando por el semen de la polla circuncidada. Polina se unió a la fiesta y salió de su escondite para pelear con su lengua por limpiar aquel sexo moreno. Maui permaneció avergonzada confiando que nadie se hubiera dado cuenta de su orgasmo.
-It’s your turn -sugirió el jeque cuando se recuperó a Ígor, el magnate ruso.
El ruso repitió la coreografía del jeque con sus dos modelos, pero su sexo empalmadísimo era casi la mitad que el del árabe, así que Maui apenas sintió nada, solo los lametones de la siguiente chica que se arrodilló bajo ambos genitales hicieron alguna mella en sus sexo.
Al terminar el ruso, el jeque siguió junto a la mesa humana que volvía a ser Maui en posición 2. Apoyó un nuevo vaso con whisky hielo en la espalda de Maui, pero primero hizo un amago de dejarlo y después lo dejó sobre la piel desnuda, ahora la chica hizo por no moverse. Al poco se apretaron contra ellos los políticos españoles y el representante de la casa real. El jeque bromeó con ellos y los animó a que buscasen pareja en la fiesta. Había unas tres chicas por cada hombre, todas espectacularmente guapas y jóvenes. Solo tenían camarote los hombres y las chicas recibían una propina sustanciosa que determinaba el comisario según la información o las imágenes comprometedoras que hubieran ayudado a obtener. La que no conseguía que un hombre la llevase a su camarote, debía dormir donde encontrase entre los salones y la cubierta del yate. Estos detalles no los explicó el jeque, pero ayudaban a que las chicas estuvieran mucho más predispuestas a liarse con un hombre en esta fiesta que en otras.
Una mirada a Sheikh bastó para que el senegalés volviera a poner seis rayas de coca sobre la espalda de Maui. El catalán aspiró tres rayas con ansia, aunque se suponía que eran para tres personas. El representante de la casa real aspiró dos y el del partido opositor, la que le dejaron. Tras una breve conversación, el jeque e Igor continuaron su itinerario por el barco con su séquito de cuatro rubias y los españoles se quedaron hablando entre ellos. Oriol, el catalán, empezó a acariciar la espalda de Maui y terminó volviendo a la vida a la casi inmóvil mesa. No pudo evitar que sus dedos empezaran a juguetear con su sexo que volvía a humedecerse. Entre risas de los otros dos españoles, el catalán fue desabrochándose el pantalón y terminó por introducir su polla en la boca de Maui. Sheikh estaba cerca vigilando y con su mano derecha en la cabellera rubia dirigió los movimientos de la cabeza de Maui, que había aprendido a reconocer y obedecer la mano del jefe de narcotraficantes. Oriol se corrió muy pronto y Maui a ciegas tuvo que buscar los restos de semen con su olfato para limpiarlos.
Al ver a los dos jugadores de fútbol, los políticos se llevaron una alegría y los saludaron con efusividad desmedida para las circunstancias: aún estaba Oriol recomponiendo su vestimenta. Los animaron a que se unieran a su mesa, aunque ellos estaban detrás de cuatro italianas bastante atractivas. No obstante, su educación y la atractiva mesa les ayudaron a permanecer un rato con ellos. Los mayores pidieron whiskys y los jóvenes gin tonics y todos conversaron de la liga de fútbol. Resultaba algo ridículo ver a cinco hombres hablando de fútbol en una fiesta con cientos de mujeres espectaculares, pero volvía a ser una escena que no extrañaría a nadie en Barcelona, salvo por la mesa.
Finalmente los pólíticos volvieron a ver ocasión para hablar con el jeque y abandonaron a los futbolistas, que se quedaron tomando sus repectivas copas junto a la mesa más admirada esa noche, especialmente por Mar, una española morena de ojos azules muy guapa, que a menudo se quedaba hipnotizada mirando a Maui convertida en mueble.
Las cuatro italianas volvieron a acercárseles y cada una les pidió un autógrafo en alguna parte de su anatomía, cada una en un lugar más atrevido. Lucia les pidió que le firmaran un brazo, Eva una pierna, Marina un pecho y Cristina remangó su corto vestido y les ofreció su sexo depilado como papel. Aquello animó bastante a los deportistas y las chicas querían comparar el tamaño de sus sexos.
Como siempre andaban compitiendo, ninguno quiso aparecer con el sexo desanimado, así que retiraron las copas de la mesa y uno de ellos se bajó el pantalón y acercó su sexo a la boca de Maui para que se lo pusiera a punto mientras el otro se dirigió a la parte trasera para follársela a cuatro patas. Las italianas continuaban comentando la jugada mientras los futbolistas hacían uso de Maui. Arturo descubrió primero el botón que permitía hacer girar a Maui y así consiguió cambiar su boca por su coño rápidamente justo cuando intuía que Luis iba a correrse. Luis se sorprendió al ver cómo giraba el cuerpo de Maui y su polla salía de su coño involuntariamente y se corrió en el lateral de la mesa humana, pero al poco encontró su boca para que lo limpiase. Cuando Arturo estaba cerca de correrse, Luis volvió a darle al botón y manchó el otro lateral de Maui. Los futbolistas abandonaron la mesa en busca de sus camarotes para repartirse las italianas.
Cada cierto tiempo, pasaban dos chicas con agua con jabón y esponjas y limpiaban la mesa: las cuatro patas, las axilas, el sexo, el ano, la espalda,… Esto era especialmente humillante para Maui, pero era necesario para que volviera a haber interesados en usar esa mesa. Mar estaba absorta presenciando la escena de la limpieza, cuando un empresario francés empezó a hablarle y al poco le propuso llevarla al camarote. Por supuesto, Mar aceptó.
La noche fue pasando y cerca de treinta hombres usaron a Maui oral, vaginal o analmente, además de como mesa inerte. Las chicas la dejaron limpia por última vez a las cinco y media de la madrugada y durante media hora nadie le prestó atención. Maui pensó que todos los que tenían que usarla ya la habían usado, la mayoría de los hombres estaban descansando con alguna o algunas chicas en sus camarotes y solo quedaban algunas chicas despistadas y el servicio recogiendo. Además, el último hombre que la usó fue un sueco que quiso verle los ojos y le quitó el antifaz, así que su aspecto deshumanizado había dado lugar al de víctima abatida. El jeque pasó por allí y observó como uno de los camareros palestinos la miraba con ojos de odio. Al camarero le recordaba a la hija de un ocupante ruso askenazi que fue el culpable de que tuviera que huir apresuradamente de su pueblo. Cuando tenía trece años había ido con otros niños del pueblo a tirar piedras a los ocupantes y el ruso se lo contó al ejército israelí. Aunque él huyó del pueblo, la casa de sus padres fue destruida igualmente. Su larga huida terminó en Arabia donde pudo empezar a trabajar para diferentes señores, pero nunca olvidó a aquella familia ni a aquella niña que siempre llevaba ropa más atrevida de la que consentía su padre.
El jeque se acercó al camarero y le preguntó:
-Mahmud, ¿quieres usarla?
El camarero confesó:
-Me recuerda a una cerda judía de mi país. ¿Podría hacerle lo que siempre quise hacer con esa cerda judía?
El jeque, siempre afín a la causa palestina, consintió en que la usara a su antojo. Esta conversación transcurrió en árabe, pero he ofrecido la versión traducida.
Decidido, Mahmud se acercó a Maui que se asustó al ver cómo cogía la fusta del suelo y la elevaba con ojos de odio brillante. Ella estaba en la posición 2 pero podía ver todo lo que pasaba a su alrededor, no como el resto de la noche. Sus piernas estaban inmovilizadas por las correas de los tobillos y las corvas y sus manos no le servían para defenderse. Así vio como la fusta se dirigía hacia su clítoris sin poder evitarlo. Los latigazos fueron todos certeros y su sexo, muy usado aquella noche no esperaba terminar castigado de aquella manera. El palestino no parecía tener piedad y aunque ella intentaba inútilmente juntar las piernas para evitar el mordisco de aquella tira de piel dura, no podía hacer nada para impedirlo.
Los latigazos tuvieron un efecto parecido a la coca, enrojecieron su clítoris y lo llenaron de sangre que cualquiera que lo tocase podía notar cómo entraba a borbotones en la pepita del placer. El palestino quiso violarla y se dispuso a ello sin mediar más palabras ni caricias. Se sacó su generosa polla y entró sin pedir permiso por las doloridas y estrechas paredes de la vagina de Maui. El camino fue horadado sin descanso y los gritos de Maui no iban a despertar a las agotadas modelos que yacían aquí a allá, tal vez alguna incorporaría la despiadada violación de Maui a sus sueños.
El sexo de la española siempre reaccionaba igual ante un cipote abriéndose camino en su interior: humedeciéndose y queriendo frotar la cara anterior de su vagina contra la polla dura. El árabe se dio cuenta y no quería que su imaginaria cerda judía disfrutase, así que paró el ritmo, le dio diez fuertes y sonoros azotes con sus propias manos y decidió romperle el culo con aún menos miramientos que su sexo. Aún con la polla dentro de su coño, golpeó aquel trasero magnífico y separó los glúteos para contemplar esa otra abertura más estrecha. Maui intuía las intenciones del árabe, pero solo podía dejarse hacer sin poder ayudar siquiera a humedecer su ano. La primera embestida en su ano fue brutal, la polla del árabe estaba más dura que la de Sheikh, y entró como un huracán destrozando todo lo que encontraba a su paso. Continuó usándola hasta que notó como iba a correrse y mostrando cierta habilidad, sacó la polla del culo, le dio al botón de giro y ensartó su glande en la garganta de Maui que tuvo que ingerir todo ese falo con aromas anales. El árabe no paró hasta que comprobó que Maui había tragado todo el semen, pese a que sintió alguna arcada. Al terminar, la abofeteó con furia y le escupió en la cara y ella se sintió más desamparada que nunca.
Mahmud se volvió a recomponer su vestimenta y le besó la mano al jeque en señal de agradecimiento, quien le besó en la frente, pensando que había realizado una buena acción por la que sería recompensado en el séptimo de cielo.
Maui no quería llorar y sintió la mano descuidada de Sheikh sobre la suya. Sheikh no tenía intención de consolarla, simplemente pensó que viendo que el barco ´se acercaba al puerto, debía ser hora de ir recogiendo. Maui besó la manaza de Sheikh y cuando el negro le prestó atención le susurró:
-¡Viólame!!!
Lo cierto es que la acción cruel del palestino sobre el cuerpo de Maui había alterado toda su percepción del mundo y necesitaba correrse para olvidar y sabía que la barra de acero de Shiekh siempre conseguía el milagro. Desde luego Sheikh no podía decirse que le había hecho el amor hasta ahora y le petición de que la violase era más precisa que si le hubiera pedido simplemente que la follase. Sorprendía la frase porque ella aún no había visto el tatuaje de la parte baja de su espalda pero parecía que empezaba a convertirse en su destino: ser violada y suplicar por volver a serlo.
Sheikh vio bien obedecer la orden y se puso detrás de Maui. Acarició ese culo castigado, recorrió sus tatuajes con la mano, introdujo dos dedos en su húmeda vagina y entró en el sexo de la española que se derretía como mantequilla al fuego. Pese al tamaño descomunal de su polla, la vagina de Maui se la tragaba entera y le daba paso con suavidad desconocida para el senegalés. Continuó moviéndola con fuerza con la intención de abrir el cuello del útero pero era tal la elasticidad y lubricación de aquel sexo que entraba toda su polla sin dificultad. Era la primera mujer que se follaba Sheikh que aceptase todo su sexo entero con ansia de más desde las primeras embestidas. Maui empezó a gritar y despertó al adormecido Ibrahima. Sheikh le indicó que debía callar a la puta y el hijo del Imán de Tambacounda no tardó en abofetear a Maui e introducir su polla en la boca de la modelo. Con la polla de Ibrahima en su boca y empalada por Sheikh, Maui se corrió por fin y liberó su cuerpo de la tensión acumulada. Aquel orgasmo salvaje y con réplicas sería de gran ayuda para que su mente optara por convertirse en una superviviente en lugar de en una suicida. Después recibir el semen de Ibrahima en la boca y poder volver a hablar, Maui dijo de forma inexplicable para los negros:
-¡Gracias!
Al llegar a puerto, un empleado del jeque fue pagando a las modelos que salían conforme a lo que decidía el comisario. Una sonriente Mar de eclipsantes ojos azules le preguntó al comisario:
-¿Cuánto pagan por ser una mesa humana?
-Si quieres serlo en la próxima ocasión, te haré una oferta. Dame tu número -respondió sonriente el comisario que le prestó un bolígrafo y le dio un cachete en el culo con descaro.
La morena sonrió pícaramente, cogió el antebrazo del policía y escribió los nueve números sobre su piel. Al terminar los números, dibujó un círculo y lo dividió en tres partes iguales con divisiones curvas y añadió un puntito a cada tercio, Al marcar cada punto, Mar susurró como una oración aprendida: “boca, ano, vagina”. El comisario reconoció el símbolo del BDSM a mitad de camino entre el triskel y el yin y el yang.
Cuando todas las chicas se fueron y cada quien había recibido su parte, liberaron de las ataduras a Maui y la llevaron en volandas los dos senegaleses hasta el coche del comisario. Éste condujo hasta el estudio de Luppo y allí dejaron a Maui con una última amenaza para que hiciera lo que le convenía: callar. Tocaron a la puerta y no esperaron a que Luppo abriera la puerta. Maui solo le dijo a Luppo:
-¡No me hables nunca más! -y corrió a encerrarse a llorar en el baño. Allí entre lágrimas descubrió por primera vez su tatuaje y las marcas en su espalda y su trasero y su cara de asombro solo fue percibida por su doble del espejo. Observó el casi arco iris que tenía en su culo dibujado a base de golpes, látigo y fusta, solo le faltaban el naranja y el azul, pero tenía el rojo, el verde, el amarillo y el morado, pero donde se pasó más tiempo observando fue mirando su tatuaje. Reconocía la belleza de las rosas y el realismo de las gotas de sangre asomando por su piel, pero no quería llevar ese mensaje sobre su culo el resto de su vida, odiaba que en su culo aparecieran esas instrucciones de uso, aunque hacía poco que había usado esa misma frase y se odiaba por ello. Tras una hora llorando, salió a buscar su móvil y marcó los nueve números que esperaba que le hicieran escuchar la cálida voz de su amiga Muriel. Cuando oyó su voz, solo pudo volver a llorar desconsoladamente y no reunió fuerzas para pronunciar una sola palabra.
Motivación para escribir un relato de No Consentido.
Si habéis seguido mis relatos, veréis que la mayoría son de dominación y siempre aparece el consentimiento expreso de la chica. Soy un hombre dominante y me gusta el BDSM pero siempre con consentimiento explícito de la chica. No obstante, reconozco que para continuar el relato https://www.todorelatos.com/relato/162242/ solo se me ocurría esta idea. De hecho ya terminé el relato anterior pensando en cruzarlo con esta historia. Debe ser lo que dicen algunos escritores que los personajes a veces se rebelan para contar su propia historia. Yo creo que en este caso fue el personaje de Maui que reclamó más presencia en la historia y contó lo que quería contar.
También es cierto que hablando con chicas sumisas muchas me han comentado que leen relatos de no consentido. De hecho, mi lectora favorita, una chica de 19 años, al contarle de qué iba la continuación de la historia, me pidió que hubiera una violación doble (anal y vaginal) por parte de los senegaleses diciendo: “puff… eso sería lo más”. La invité a ella a que lo leyese antes de publicarlo con el vibrador en su vagina pero sin tocarse el clítoris y no pudo evitar correrse tres veces durante la lectura.
También, creo que si Clara Serra, feminista reconocida, manifiesta que hay muchas mujeres que tienen fantasías de violación y yo reconozco que también me he excitado escribiendo este texto, no quiere decir ni que ellas disfruten en la realidad siendo violadas, ni que yo sea un violador. Simplemente ellas disfrutan leyendo estas historias y yo he disfrutado escribiéndola.
Respecto a las descripciones de chicas, para Maui me he inspirado en una chica de mi barrio a quien durante un tiempo consideré la chica más guapa de Europa y que con el tiempo se fue a Valencia y está con un deportista mulato. Para Alina y Polina me inspiré en una instagramer: Polina Malinovskaya, que podéis buscarla en Instagram y ver si mi retrato escrito se parece a la realidad. Para Luppo me inspiro en el mismo fotógrafo del que hablaba Muriel en el anterior relato.
Los hechos que describo son absolutamente imaginarios, pero es evidente que recuerdan a varias noticias del pasado más o menos reciente, una chica secuestrada con burundanga y violada en un barco de un jeque fue noticia hace unos años, los vínculos de los reinos árabes con la política y la monarquía española están a la orden del día, la pasión de los árabes por el fútbol español es de sobra conocida, fiestas de este tipo recuerdan a las que organizaba Epstein,….
Después de leer el relato alguien pueda pensar que para mí modelo y prostituta son sinónimos y no es cierto, con absoluto respeto para ambos colectivos. No creo que una modelo sea una prostituta, pero sí creo que si una chica es de una belleza desbordante y nace en un entorno desfavorecido, es muy posible que se le acerquen tipos que le ofrezcan trabajos bien remunerados que rocen la prostitución y que en algunos casos, estas chicas pueden compaginar o no con trabajos de modelos. Creo que cualquiera que haya estado en el club Just Cavalli de Milán y haya observado las chicas que a veces salen de la zona VIP, pero que solo hablan con clientes del local que hayan pagado los 1200€ de la mesa superVIP puede entender a qué me refiero.